Las Anécdotas del Lobo

Capítulo 5-Revelación

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Yukito Tsukishiro

Sostuve a Touya del brazo para apaciguar a la bestia en su interior. Y era la vez número... ya había perdido la cuenta.

Todo el día había estado gruñendo por lo bajo dando vueltas en círculos y cerrando las puertas con un poco más de fuerza que la necesaria, sólo por saber que Sakura iba de viaje con Shaoran y sus amigos. La presión arterial se le había disparado cuando lo había llamado pidiendo auxilio. Por si fuera poco un accidente había ocasionado un embotellamiento en la autopista provocando una retahíla de maldiciones por cada minuto que avanzábamos a paso de hombre.

Por suerte, la dulce de Sakura nos había invitado a quedarnos a pasar la noche con ellos, pues temía que Touya sufriera un síncope por cualquier inconveniente en el regreso. Bueno... si es que no lo tenía por andar de chismoso.

—¡No molestes, Touya! Era una forma de decir —exclamó Sakura alterada.

—¿Qué si me entero te mato? Vaya expresiones usas, monstruo. Te dije que debíamos irnos Yukito, aquí me pongo de los nervios.

—Bueno —acoté—, pensé que te relajarías un poco si estabas al aire libre.

—No puedo relajarme cuando sé que en cualquier momento dirán algo por lo que podría matar al mocoso, y consecuentemente a mi hermana.

—No le digas así a Shaoran, ya somos adultos —discutió mi dulce cuñada con un puchero surcando su rostro—. Imagino que también habrás tenido secretos en tu adolescencia, al igual que nosotros.

Touya a mi lado, tragó saliva y se ahogó con ella comenzando a toser nerviosamente, Shaoran carraspeó y tomó a la pequeña Sakura del brazo antes de que se abalanzara sobre su hermano. Los Kinomoto eran... temperamentales, con personalidades bastante opuestas a las que compartía con Shaoran: más reservados, más calmos. Tal vez yo era más sonriente y él algo serio, pero ambos éramos similares sin duda en la capacidad de apaciguar a nuestras parejas.

Aunque recordaba alguna vez haber perdido los estribos por completo, y de no ser por el joven Li, seguramente no podría estar rodeado de los jóvenes amigos de mi cuñada, tomado del brazo de Touya sin ningún tipo de pudor.

Busqué con la mirada al joven Hiragizawa, al sentirse observado se giró hacia mí y me interrogó con sus grandes ojos azules.

—Hablando de secretos. ¿Puedo participar yo también de la rueda de anécdotas? —pregunté animado.

—Por supuesto joven Yukito, siéntase libre de unirse a nosotros en este maravilloso ritual.

Todos rieron por la exagerada reverencia del chico de cabellos oscuros, quien nos invitó a tomar asiento nuevamente alrededor de la fogata. Tomé asiento junto a ellos, y arrastré a Touya a ubicarse junto a mí, quien aceptó bufando y murmurando por lo bajo, tosiendo un poco aún. Al otro lado del fuego, estaban Sakura y Shaoran, aún abrazados contra el árbol y mi joven cuñado me dedicó una pequeña sonrisa. Probablemente sabía lo que iba a compartir.

—Queremos agradecer nuevamente por permitirnos acompañarlos esta noche, escuchar algunas de las historias de Shaoran y ustedes es realmente entretenido. Creo que todos somos testigos de cuánto ha cambiado y madurado. —Me tomé un segundo para acomodar los recuerdos en mi cabeza—. Pero no sólo él ha cambiado. A mí particularmente, me ayudó a crecer un poco, y a enfrentar el miedo más grande que tuve en mi vida. Aceptarme a mí mismo.

No era fácil ser yo. Era complicado salir del closet cuando eras consciente de lo duro que sería el prejuicio de los demás o la dolorosa mirada de tristeza de tus seres queridos. Aún y cuando todo eso no te importaba, lo más devastador era la vergüenza propia. ¿Por qué no podía sacarme ese sentimiento de encima? El amor es el sentimiento más enaltecedor de todos, pero la sociedad te hacía sentir culpa y bochorno a quienes, como yo, amábamos fuera de las normas preestablecidas.

Y esa auto condenación había desatado una terrible disputa entre mi persona más importante y yo.

—No soy capaz de hacerle esto al señor Fujitaka.

—Si mi padre no nos acepta, tardaría un segundo en juntar mis cosas e irme de la casa

—¡Con más razón! ¿Cómo crees que me sentiría si te pelearas con tu familia por mi culpa?

—No es como si me hubieras obligado tú. Sólo nació en nuestros corazones y no pudimos ocultarnos más.

—Eres tan dulce cuando te lo propones —dije con una sonrisa pequeña intentando disimular mi vergüenza.

—No intentes distraerme, ha pasado un año, Yuki. Mi familia merece saberlo.

—No estoy dispuesto a que se los digas, sabes cuánto los estimo ¡al señor Fujitaka cómo a un padre! Y Sakura es cómo la hermana que nunca tuve.

—Y te conocen de toda la vida. Estoy seguro que nunca nos harían a un lado.

—¡No lo sé! Puede que ambos estén de acuerdo con los homosexuales, ¿pero mantendrán esa postura cuando sepan que tú eres gay y sales con tu amigo de toda la vida? ¿Qué hay un elefante bajo su techo? Les he mentido en la cara, ni siquiera me merezco su aprecio y cariño.

¡Ya deja de ser tan duro contigo mismo!

—¡Entonces entiende que todavía no estoy listo de una maldita vez, Touya!

Yo nunca maldecía, ni siquiera recordaba haberle levantado la voz a nadie. Pero era muy frustrante que mi compañero no lograra entender cómo me sentía:

Touya era todo para mí, pero su familia era casi la mía propia. Los valores nipones, la indudable estructura patriarcal que nos rodeaba, y una casi desaparecida pero aún presente ideología militar de nuestra tierra, me decían a gritos que iba a decepcionarlos y sería el culpable de destruir la unión de esas bellas personas que desde mi orfandad me habían adoptado, luego de mudarme al vecindario con mis abuelos maternos. No quería ver la desilusión en los ojos de quien consideraba mi segundo padre.

Me levanté de la cama reteniendo todas las lágrimas agolpadas detrás de los cristales de mis lentes, Touya había decidido que era momento de guardar silencio y lo apreciaba. No quería enfadarme con él a un punto que no tuviera retorno. Cuando salí de la habitación escuché cómo siguió mis pasos.

El señor Fujitaka estaba en la universidad y Sakura se encontraba haciendo las compras para la cena, por lo que éramos los únicos en el lugar. Baje las escaleras de dos en dos, y cuando alcancé la planta baja, Touya me tomó del brazo y dijo:

—Discúlpame, no quiero que te vayas molesto.

—Sólo necesito un momento.

—Sakura te contó para la comida.

—Dile que tuve que irme, luego me disculparé con ella. —Me puse mis zapatos y alcancé el picaporte.

—Yukito —me dijo él, desde el pie de las escaleras—, te amo ¿lo sabes?

Suspiré y nuevamente contuve las lágrimas para no derrumbarme.

—Yo también te amo, Touya. —Me giré para mirarlo a los ojos—. Cuando esté listo para decirle sobre nosotros a tu familia te lo haré saber. Te veré mañana, ¿si? Ahora sólo quiero irme a casa.

El moreno hizo un movimiento afirmativo con la cabeza, y comenzó a subir nuevamente las escaleras, mientras yo abría la puerta frente a mi. Antes que pudiera poner un pie afuera de la casa de los Kinomoto, un par de profundos ojos color ámbar me miraban con asombro y muy avergonzados.

—Oh, joven Li —dije con una opresión aún mayor en el pecho, cerrando la puerta tras de mí.

—Buenas tardes, Tsukishiro —respondió él, mientras rehuía mi mirada con algo que parecía culpa—. Estaba buscando a Sakura, pero creo que no está.

—No, Sakura salió a hacer las compras. Pero regresará enseguida —contesté sin tartamudear ni una vez, aunque podía escuchar mi corazón retumbando en los oídos.

—Muchas gracias, entonces vendré luego. —Hizo una leve reverencia a modo de saludo, aunque la mantuvo un poco más de lo necesario—. Yo... —continuó con un leve temblor en la voz—. Lamento haber oído su discusión. No fue mi intención.

El joven chico castaño se enderezó, tomó su maletín de secundaria y comenzó a alejarse de la entrada con dirección a la acera. Mis pies se movieron solos tras él.

—¿D-dis-cusión? —Ya sin poder evitarlo, el aire escapó de mis pulmones y me paré frente a él para impedirle el paso—. ¿Cuánto oíste? —El chico miró hacia el piso, a un auto que pasaba por la calle y hasta al cielo, como si buscara una respuesta adecuada.

—Lo suficiente para saber que yo no debía estar parado en la puerta escuchando —susurró mirándome a los ojos con inquietud, mientras mi corazón se saltaba un latido.

—Yo... siento mucho más que hayas tenido que oír eso —respondí sin saber en realidad qué decir. Era como si la gravedad hubiera aumentado mil veces y comenzara a aplastarme contra el pavimento bajo mis pies, las manos comenzaron a sudarme y tuve que retirarme los lentes para poder presionar mis ojos con mis dedos. Me puse a un lado cuando recordé que le estaba cortando el paso, con una leve disculpa escapando de mis labios.

—Tsukishiro, sólo quisiera aclarar que no voy a decir lo que escuché a nadie. No me corresponde y no fui educado como un chismoso —dijo, tocándome el hombro.

¿Cómo podía tocarme después de lo que sabía? Cualquier otro hubiera sentido repulsión, me hubiera mirado con superioridad, o hasta me hubiera arrojado algo. Me giré nuevamente para mirarlo a los ojos y no esperaba encontrar en su mirada el sentimiento que reflejaba.

Ni asco, ni odio, ni siquiera compasión. El adolescente me miraba como siempre. Detrás de su expresión tan seria, que sólo cambiaba cuando estaba alrededor de la pequeña Sakura, Li nunca había podido disimular en sus ojos expresivos, el respeto, la amabilidad, hasta incluso la calidez. Aparté de nuevo mi rostro, seguía sintiéndome avergonzado de mí mismo.

—Gracias —murmuré—, es bueno saberlo. —Giré para seguir mi camino a casa, cuando su voz volvió a interrumpir mi huida.

—Oye —llamó—, se que no me incumbe, pero es raro verte así cuando siempre eres tan amable, feliz y enérgico. ¿Puedo decirte algo? —preguntó inseguro, a lo que respondí apenas con un movimiento afirmativo de mi cabeza.

—No dejes que las dudas nublen tu razón, ni mucho menos tu corazón. —El chico tomó aire y me miró con determinación—. Aunque tú seguro lo sabes, el señor Kinomoto no tenía la aprobación de nadie cuando se casó con la señora Nadeshiko, si alguien puede entenderlos en este mundo, es él —dijo mientras se paraba en toda su altura, aún sin alcanzarme, pero demostrando que sería un chico alto cuando terminara de crecer—. Y Sakura los adora, los admira. Si, es algo despistada, pero nada es más importante para ella que su familia y aunque no sepa directamente lo de ustedes, ella ya te incluye en ese grupo desde hace mucho. —Li hizo una pausa mientras se rascaba la nuca—. Yo apenas y los comienzo a conocer, y se que no tenemos confianza. Kinomoto me odia por ser la persona especial de su hermanita, pero tú me recibiste con amabilidad desde el primer día. Nunca los juzgaría, y cuentan con mi silencio, hasta que estés listo.

Me asombraron cada una de las palabras que el castaño me decía, era maduro para su edad, y sin saberlo había logrado ordenar en mí, ideas que tal vez hubiera demorado semanas en organizar sin su ayuda. Le sonreí con agradecimiento; no pensé que recibiría el consejo de una persona más joven y menos del novio de mi... ¿cuñada?.

—Muchas gracias por todo —dije con convicción—, creo que era lo que necesitaba escuchar. Disculpa, ¿puedo llamarte por tu nombre? Sé que algunos de los amigos de Sakura ya te llaman así. Después de lo que sabes, no creo necesario seguir los formalismos.

—Claro que puedes hacerlo —respondió, algo sonrojado—, después de todo y si tu pareja no me mata primero, algún día seremos familia. —Reí de buena gana por su ocurrencia.

—Yo me encargaré de que sobrevivas. —Luego tomé una expresión seria y fría como el hielo—. Pero si le haces daño a la pequeña Sakura, no habrá piedra donde no te busque, Shaoran. —Reí por lo asustada que se tornó su expresión—. Es una broma, de eso se encargará Touya. En fin, de nuevo, gracias por tus palabras.

—De nada, Yukito. Y sólo una cosa más...

—¿Si, dime?

—Que Kinomoto no se entere que lo sé. No quiero darle más motivos para que me odie.

—Tienes razón —dije comprensivo—, será nuestro pequeño secreto.

—¿Me estás diciendo que el mocoso estaba husmeando y supo de lo nuestro desde antes?

—Bueno, Touya, todo fue una semana antes de que se lo contáramos a tu familia. Si no hubiera sido por su apoyo, hubiera tardado mucho más en decidirme a contárselo a todos.

—¿Y tú lo cubriste? —me recriminó Touya perdiendo la compostura.

—Y él nos cubrió a nosotros —dije con practicidad.

—¡Así que ya era costumbre lo de husmear! ¿Y cuántas veces más habrás merodeado mi casa y yo ni enterado? Debí cortarte las manos aquella noche que te encontré en el jardín.

Shaoran se puso de todos los colores y se cruzó de brazos, por último miró hacia cualquier otro lugar que no fuéramos nosotros y dijo:

—Así me agradeces que te guardara el secreto, que desconsiderado. Hasta te invité a quedarte esta noche.

—¡Para enterarme Dios sabe cuantos secretos tuyos que ventilan tus amigos! ¡Ah! Pero cuando les cuente el tuyo.

—Kinomoto, no te atrevas.

El grupo se alborotó pidiendo a Touya más explicaciones de su recriminación, y Sakura miró a su novio con sospecha, pero Hiragizawa pidió más paciencia.

—Creo que Kinomoto puede esperar su turno para contar su anécdota. Muchas gracias Yukito, por mostrarnos ese lado sensible de nuestro querido Shaoran. Podemos seguir comprobando que detrás de esa expresión severa, nuestro amigo es un cachorro de lobo dulce como un pastelito.

—¡YA BASTA DE APODOS ERIOL! —vociferó Li.

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—Yo no pienso esperar a nadie —medio gruñí a la sarta de mocosos. Porque eso eran todos: unos mocosos—. Es la primera vez que estoy en el contexto adecuado para hacerlo sufrir, y no voy a perder la oportunidad.

Los amigos de Sakura vitoreaban mi decisión, mientras el chino se acomodaba en su sitio, fruncía el ceño y maldecía, dando cuenta de su nerviosismo.

—Ya no puedes llamarlo cachorro, Hiragizawa —continué—, ese mocoso ya estuvo en celo. Tuve suerte de encontrarme en el lugar indicado a la hora indicada. —Todos rieron a carcajadas y miraban a Li con intriga, mientras éste se sonrojaba furiosamente—. Desafortunadamente para él, claro.

Me encontraba en el trayecto final de los primeros seis años de medicina, y tenía residencia en el Hospital Escuela de Tomoeda desde hacía dos meses. Estaba realmente feliz con las prácticas, y con los resultados de las pequeñas intervenciones que los doctores me permitían hacer, y ellos se mostraban satisfechos de cada respuesta correcta que pronunciaba. Pero esa noche era diferente.

Tenía guardia nocturna el fin de semana. Ya me habían tocado otras, pero era la primera vez que mis padres estaban fuera y eso significaba que Sakura estaría sola por la noche. Ella siempre fue muy miedosa, y a pesar de sus dieciséis años no podía dormir en el cuarto a oscuras, por lo que usaba una lámpara infantil. Me encontraba camino al hospital en mi motocicleta pensando en eso, cuando las nubes que cubrían el cielo comenzaron a iluminarse por los refucilos.

—¡Demonios! —murmuré—. Lo mejor sería buscar el jeep y pedirle a Yukito que se quede con Sakura, odia las tormentas.

Giré en el siguiente retorno y aceleré para llegar a casa antes que se desatara el vendaval sobre mi cabeza, pero la suerte no quería estar de mi lado.

Unas pocas cuadras antes de llegar, la intensidad de la lluvia no me dejaba ver nada, y decidí bajar de la moto y continuar los últimos metros llevándola junto a mí a pie, lo que menos necesitaba era un accidente, aún así dejé la luz del faro encendido para que los vehículos pudieran verme.

Cuando sólo faltaban menos de cien metros para llegar, pude observar una persona venir en la dirección contraria, con ropa oscura, y paraguas, que de un segundo para otro saltó la verja ingresando a nuestro jardín.

—Pero qué diablos —dije, comenzando a correr—, ¿un ladrón?¿En este

vecindario?

Dejé mi moto en la acera para poder ingresar de manera silenciosa, y sorprender al intruso antes de que asustara a Sakura. Yo no tenía miedo, era primer dan en karate y en defensa personal habíamos aprendido a desarmar a un sujeto. Ese tipo se metió en la casa equivocada.

Esperaba encontrar al maldito intentando forzar la cerradura, no obstante sus pasos por el pasto inundado delataron su posición, se encontraba en un lateral. Me acerqué sigilosamente, no podía ver nada entre la oscuridad y la lluvia, hasta que un rayo iluminó todo y lo encontré, estaba bajo el árbol que daba a la habitación de Sakura. Cuando el estruendo resonó, se oyó fuerte y claro el grito de mi hermana dentro:

—¡HOE!

Y ahí fue cuando lo oí...

—¡Rayos! Ya voy, Sakura —murmuró el ladrón, mientras comenzaba a trepar. Me acerqué aún sin hacer ruido y lo dejé subir sólo un poco más. Ya sabía que no era un intruso, pero no estaba para nada más tranquilo.

—Qué demonios se supone que estás haciendo aquí, mocoso —dije lo suficientemente alto para que él chico en el árbol me escuchara, más no mi hermana.

El chino, que estaba agazapado en una rama a más de dos metros de altura, se volteó asustado demasiado rápido y sin anticipar que en el mismo momento que sus ojos dorados se encontraran con mi mirada furiosa, un rayo caería a una distancia razonable haciendo que perdiera el equilibrio.

Y ese fue el trágico final de Li Shaoran.

—¡Hermano! —reclamó mi hermana por encima de las risas escandalosas de los demás.

—¿Qué? Hubiese sido genial —dije mirando al resto y hasta estaba seguro que el mocoso quería reírse también. Yo sabía que, con mi expresión sería, nadie sabía cuando hablaba en serio y cuándo en broma—. Pero ya todos saben que no fue así. En fin...

Con todo el ajetreo de la tormenta, Sakura ni siquiera asomó la nariz cuando el mocoso cayó como una bolsa de papas al suelo, ahogando un grito de dolor. Se retorció un poco sobre el césped y después de varios segundos, me miró con resentimiento.

—Kinomoto, casi me matas. —La manera en la que se sujetaba la pierna no calmó ni un poco la rabia que sentía por haberlo encontrado escabulléndose en la habitación de mi hermanita cuando ella estaba sola.

—Todavía puedo matarte si lo deseas —respondí, mientras la lluvia nos empapaba a los dos—. ¿Acaso las hormonas se te subieron a la cabeza de repente?¿Qué se supone que haces en mi casa, trepando por un árbol en lugar de tocar la puerta?

—Sakura me dijo que estaba sola, muy asustada por la tormenta y que escuchaba ruidos que venían del sótano —dijo el mocoso que tenía casi diecisiete años—. Está encerrada en su cuarto, así que dudaba que bajara a abrirme.

En ese momento el niñato se puso de pie disimulando una horrible mueca de dolor, levanté una ceja analizando sus movimientos: al dar el primer paso, tropezó y cayó al suelo, no obstante se enderezó nuevamente como si nada. Eso no se veía bien.

—Ya quédate quieto —ordené—. Te lesionaste con la caída.

—No es nada, solo perdí el equilibrio —objetó, desafiándome con la mirada—. Vamos, la tormenta va a empeorar, y... ¿acaso no tienes que ir al hospital?

Suspiré molesto luego de ver rápidamente la hora. Si me seguía demorando podían llamarme la atención. Lo miré con molestia intentar mantener el equilibrio; frustrado me incliné y sujeté la pierna izquierda, que ya estaba algo inflamada, además al levantar un poco el dobladillo del pantalón, alumbrando con la linterna de mi celular, pude ver a pesar de la oscuridad y la lluvia que la piel del tobillo tenía coloraciones moradas y rojas.

—Ni una sola palabra, niño. —Busqué el llavero correspondiente en mi mochila y se lo extendí con cara de pocos amigos—. Sin apoyar el pie malo abre la puerta del garaje para que saque el jeep. Te vienes al hospital conmigo.

—Pero es sólo una torce...

—Ni una palabra te dije —interrumpí—. Voy a entrar a mi casa a buscar las llaves del Cherokee. Abre las puertas.

—Pero Sakura...

—Voy a hablar con ella —dije, caminando hacia la entrada—. Y voy a llamar a Yukito para que venga a quedarse con ella.

Al entrar dejé a la vista las velas, los cerillos y algunas linternas por si se iba la electricidad, tomé la llave del jeep, envié un mensaje a Yukito y subí las escaleras. Antes de llegar a la puerta de mi hermana pude oírla preguntar:

—¿Touya? —Bueno, al menos el niño decía la verdad. No estaba esperándolo, aunque eso no significaba que él tuviera buenas intenciones.

—Si, monstruo. Vine a dejar la moto, y a llevarme el jeep. —Se escuchó desde el primer piso el sonido de las puertas del garaje abriéndose, e inmediatamente el gimoteo de Sakura:

—¡Hay ruidos raros abajo!

—Es el viento que azota las puertas de la cochera, seguro la dejé abierta cuando entré con la motocicleta. No seas miedosa, la tormenta te tiene miedo a tí, monstruo. —Al no recibir más que lloriqueo, y ni siquiera un reclamo, intenté abrir, pero la puerta estaba cerrada—. Voy a llamar a Yukito para que se quede contigo, ¿está bien? Sé que no te gustan las tormentas. Le dejaré la llave bajo la maceta, así no tienes que bajar ¿De acuerdo?

—Gracias, Touya. Eres un buen hermano —respondió luego de unos segundos de silencio.

—Si, como sea.

Me apresure a ingresar la motocicleta, y ayudé al niñato a subir al asiento del acompañante, saliendo a toda marcha hacia el hospital. El motor del grand cherokee, modelo ochenta y dos, rugía severo, y el agua salía disparada por los costados en las partes bajas de la autopista. Miré de reojo al lado, y me percaté que la respiración de mi acompañante era algo acelerada y pequeñas gotas de sudor empapaban su frente.

—¿Te duele mucho? —pregunté.

—Estoy bien —respondió a duras penas.

—Prácticamente soy doctor, no puedes mentirme. —Estábamos a diez minutos del nosocomio.—No seas llorón, enseguida llegamos. —Al instante su perfume llegó a mi nariz.— ¿Te tiraste la botella de colonia encima? ¿Y quieres que te crea que sólo querías cuidar a Sakura? Debería abandonarte a un lado de la autopista. —El chico se sonrojó fuertemente, más no respondió nada. Así que lo dejé con sus pensamientos, antes de que el instinto asesino superara a mi vocación galena.

Ingresé por la puerta de emergencias, y aunque me debatí en hacerlo arrastrarse hasta la puerta, lo hice esperar hasta que encontré una silla de ruedas, el tobillo se veía muy inflamado, pero por suerte tenía pantalones deportivos.

Dejábamos un rastro de agua a nuestro paso y al doblar la esquina me encontré con mi tutor, el doctor Hinohara, que al verme consultó su reloj y frunció el ceño.

—Veinte minutos tarde, Kinomoto —reclamó.

—Hubo un accidente doméstico, profesor. Lamento mucho la demora —respondí haciendo una inclinación de cabeza—, éste muchacho es mi cuñado, se lesionó el tobillo y tengo razones para creer que es más que una torcedura.

El doctor Hinohara lo revisó brevemente en el pasillo mientras el mocoso me miraba asombrado, iba a preguntarle qué tenía en la cara cuando mis propias palabras hicieron eco en mi mente.

Mi cuñado

—Es cierto, por la zona puede ser un esguince o hasta una fractura diminuta. Lo mejor será derivarlo al traumatólogo de guardia para que le hagan una radiografía. Debemos avisar a su padres, puesto que es menor.

—Sus padres están en China, él reside solo en Japón —informé.

—Entonces, ¿Quién responderá por él? Si no, no podemos atenderlo —inquirió el doctor, tomando el mando de la silla de ruedas.

—Yo lo haré, doctor Hinohara —respondí sin dudar.

—Excelente, Kinomoto. Ahora ve deprisa y toma la guardia de tu compañero. Yo te mantendré al tanto.

Habían pasado cerca de cuarenta minutos cuando el traumatólogo apareció por la sala de residentes buscándolo.

—Kinomoto, el joven Li quedó estéril para siempre.

—Kinomoto, si vas a contar la historia deja de inventar partes reclamó el mocoso, mientras mi hermana se tapaba la boca indignada, y continuaban riendo.

—¡Oh, Sakura! Debemos invitar a tu hermano más seguidodijo entre lágrimas Yamasaki.

—¡Ni se les ocurra! —reclamó Li.

—En fin —vociferé para atraer nuevamente la atención—, llegó el traumatólogo...

El mocoso había tenido suerte, no había llegado a fracturarse pero el hueso presentaba una pequeña fisura. Le habían indicado inmovilizarlo con una venda, unos días de reposo y por una semana evitar apoyar el pie. Por lo que debía conseguir unas muletas.

Me acerqué con ellas a la sala donde lo habían revisado los doctores y observó la entrada con expresión calma.

—Te ves mejor —afirmé.

—Me dieron unos analgésicos, ya no duele tanto —respondió con mucha más cortesía de lo usual—. Gracias, Kinomoto.

—¿Por qué agradeces? —inquirí, sin mirarlo y algo hosco.

—Por traerme hasta aquí, por firmar los papeles, y bueno, traer las muletas.

—Tenías una lesión en el tobillo, y aunque quise, no iba a dejarte tirado en el jardín de mi casa. —Esperé unos segundos antes de continuar—. No confío en dejarte cerca de mi hermana.

—Aún así me presentaste como tu cuñado —dijo por lo bajo.

—Eso fue porque no voy a faltarle el respeto a mi profesor llamándote "mocoso", mocoso.

—Podrías decir mi nombre y ya —canturreó.

—Ya cállate, niño.

—Ahora recuerdo esa semana en que Shaoran usó las muletas —comentó Tomoyo, llevándose un dedo a la barbilla—, pero dijo que se había lesionado entrenando artes marciales.

—¡Es cierto! —acotó Sakura—. Dijiste que quisiste realizar una acrobacia de mayor dificultad y lo ejecutaste mal. ¿Por qué mentiste? —reclamó, sacudiendo el brazo del mocoso.

—Porque yo se lo pedí —respondí, haciendo que todos me miraran nuevamente—. Aunque estaba arriba del árbol por motus propio, se cayó entre otras cosas, por mi culpa. No quería que Sakura se enfadara conmigo.

—¡Oh, Kinomoto eso es muy tierno de tu parte! —comentó Meiling.

—¿Tierno? Si el monstruo se enoja demasiado puede acabar mi vida de un pisotón, yo no quise correr el riesgo.

—¡Touya! —llamó mi atención Yukito, interrumpiendo la pataleta de mi hermana—. El árbol del que cayó Li, ¿es aquél que sacaron hace casi diez años atrás?

—Exacto —recalcó Sakura—. Se había infectado con un hongo muy raro y Touya lo sacó por seguridad.

—En realidad —finalicé—, eso les hice creer a todos para poder cortarlo

—¿Y por qué querrías cortarlo? —preguntó Eriol.

—Lo decidí una madrugada, cuando regresaba de una guardia y pude ver al mocoso, no subiendo, si no bajando del árbol.

Todos estallaron en risas nuevamente, menos Sakura y Shaoran, que se veían bastante abochornados, esperando que rápidamente se cambiara el tema.

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N/A: Buenas a todos! Un nuevo día en la cuenta regresiva al cumpleaños de nuestro querido lobito. Espero que estén disfrutando de la historia tanto como nosotras escribiéndola. A mi me tocó esa pareja bien dual y por eso traigo dos anécdotas bien opuestas: una emocional y profunda, y después, otra bien cómica, género en que estoy incursionando así como son Yukito y Touya, bien opuestos, pero que se atraen.

Junto a Okami Fickers hemos creado Las Anécdotas del Lobo con mucho amor como siempre que la #señoritaorganizadora Wonder Grinch nos convoca en fechas especiales.

El relato continúa! Nos quedan varios días por delante! Espero que lo sigan disfrutando!

~Maii