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Ezio maldijo cuando se escondió de un grupo de guardias mientras se dirigía al taller de Leonardo. Había pasado un año fuera de Venecia intentando escapar del estigma de asesino del Dogo Giovanni Morcenigo. Marco Barbarigo estaba en el poder. Y a pesar del tiempo, seguía siendo perseguido.

Consiguió entrar en el taller. Leonardo estaba inclinado sobre algún libro manuscrito, pero se enderezó al verle.

-¡Ezio! ¡Dios mío, estás vivo! ¿Es cierto? Dicen que has matado al Dogo.

-Estaba intentando salvarlo, Leonardo. Pero el caso es que fracasé y ahora soy el hombre más buscado de Venecia.

Ni siquiera había podido descubrir dónde estaban los Orio por miedo a ponerles en riesgo.

-Pues creo que estás de suerte. Porque estamos en carnaval y todo el mundo va por las calles con la cara tapada.

Sí, eso le había ayudado. Pero también aumentado las patrullas.

-Por eso estoy aquí. ¿Tienes una máscara para mí?

-Claro, seguro que tengo algo por aquí...

Leonardo se dirigió a una mesa apartada para buscar la máscara.

-Grazie, amico. Yo también tengo algo para ti.

Cuando Ezio sacó una nueva página del Códice, Leonardo se olvidó de todo lo demás.

-¡Más páginas del Códice!-sinceramente, ver a Leonardo emocionado por algo era como ver a un niño con un dulce o un juguete-. Ajá... esto es bastante complicado... Humm... Parece un diseño nuevo, Ezio. Un mecanismo para tu muñeca, pero sin hoja. Diría que es una especie de arma de fuego, pero tan pequeña como un colibrí.

Los ojos azules brillaban emocionados.

-¿Eso es posible?

-No tengo ni idea, la fabricaré para averiguarlo. Tardaré bastante, puede que no esté listo hasta la noche.

-No importa, necesito descansar en un lugar seguro.

-Ve a la trastienda, es el lugar más seguro en el que puedo pensar ahora.

-Grazie...

Leonardo cerró la cortina de la puerta interior. Ezio se quitó las armas para dejarlas sobre una mesa más o menos despejada. Luego se tumbó en el catre.

Despertó con el sonido de voces que reconocía. No dudó en ir a la habitación principal. Maurizio estaba inclinado sobre el invento de Leonardo, con Alessandro hablando con el artista y Arnaldo en una esquina, prácticamente escondiéndose de algo.

-Estás bien...

Alessandro fue el primero en acercarse.

-¿Nosotros? ¡Tú eres el que está siendo buscado por toda la ciudad! ¿Estás bien? ¿Te han atacado?

-No, no, conseguí escapar de los guardias sin problemas. Pensé en ir a buscaros cuando regresé a la ciudad, pero vi guardias en vuestra puerta.

-Haber sido atacado por el asesino de Emilio me ha abierto las puertas a las altas esferas del Dogo, aunque también me ha puesto vigilancia. Hemos conseguido salir con la excusa de buscar máscaras para la fiesta de esta noche.

Leonardo le entregó la nueva hoja oculta a Ezio y le explicó brevemente cómo funcionaba.

-Me has hecho un gran favor, fratello.

-Ma certo. ¿Vas ahora a buscar a Marco Barbarigo? Te recomiendo que vayas a buscar a Antonio, últimamente le he visto en busca de-Leonardo se sonrojó y desvió la mirada-... bueno... amigos comunes. Yo le buscaría al sur, el el distrito de Dorsoduro. Pregunta por la hermana Teodora.

-¿Una monja?

Le tocó a Alessandro mirar al suelo, pero para ocultar la sonrisa divertida.

-Bueno, eh... ejem... Lo es... Sí, a su manera. Y Ezio, hoy no puedes ir armado por la calle.

-Grazie, Leonardo. En cuanto a esa máscara...

Arnaldo se acercó entonces con una máscara plateada y dorada.

-Te ayudaríamos a entrar en la fiesta, pero ya tenemos guardias del Dogo con nosotros. Lo que sí puedes hacer es acercarte a nosotros una vez dentro, te ayudaremos en lo posible.

-Me seríais de mucha ayuda, es cierto. ¿Cómo os reconoceré?

Leonardo cogió tres máscaras completas. Dos doradas y una blanca.

-Llevarán estas.

-También iremos con disfraces árabes. Será difícil no distinguirnos.

-De acuerdo. Nos vemos esta noche.

Ezio salió, no sin escuchar la siguiente conversación de Leonardo.

-He mejorado el diseño del Códice, Arnaldo...

– O –

Solo encontró a Alessandro dentro de la fiesta en la que consiguió colarse con la máscara de oro que robó de Dante Moro. Se escondió tras él para escapar de la vista de los guardias que le buscaban.

-¿Y Arnaldo y Maurizio?

-Arnaldo está molesto por algo y Maurizio se ha quedado con él-miró hacia los guardias y se movió para cubrir mejor a Ezio-. No he querido preguntar demasiado sobre eso.

-¿Debería preocuparme?

-No por ahora. Maurizio sabe animarle.

Justo después de decir eso bebió un trago del vino en su copa.

-Creo que no preguntaré sobre eso.

-Mejor que no lo hagas-en ese momento Marco Barbarigo apareció en un barco anclado en el canal. Dio su discurso y los fuegos artificiales empezaron-. Dispara, nadie te oirá.

Ezio no había pensado en ello. Observó alrededor rápidamente para ver a todos mirando al cielo. Apuntó y disparó. Un instante después Alessandro gritó sobre la multitud aterrada.

-¡Allí! ¡Aquel hombre es el causante!

Y Ezio y él huyeron de la zona confundiéndose con los invitados que se alejaban. Alessandro estalló en carcajadas cuando se refujiaron en un callejón.

-Creo que la muerte no es motivo de risa.

-No es eso. Solo pensaba que me buscarían para asegurar la muerte y yo ya estoy allí.

-Tienes un humor horrible.

-Lo sé, creo que es de ver tantos muertos y heridos-se quitó la máscara y se peinó el flequillo hacia atrás, sonriendo ligeramente-. ¿A dónde vas ahora?

-Me esconderé un tiempo, al menos hasta saber que alguien afín ha sido elegido como Dogo. Puede que Leonardo me dé refugio...

-Es un buen amigo, no lo dudo-se enderezó y miró hacia la calle principal-. Parece que todo se ha calmado, voy a dar vueltas por las calles hasta el amanecer.

-¿No deberías volver a casa?

-No estoy loco, Ezio. Esos dos me mantendrán despierto de todas formas, así que mejor me divierto por ahí.

Ezio sabía que no debía sentir tanta curiosidad, pero no podía evitarlo.

-¿Cómo es posible? Quiero decir... eres médico, debes tener una idea.

Alessandro arqueó una ceja de forma elegante y divertida.

-No es el momento de hablar de ello. Si sientes curiosidad, mañana iré al taller de Leonardo a darle el dinero por el arma que ha creado para Arnaldo. Hablaremos entonces-se puso la máscara con cuidado-. Quizás aun encuentre a una dama para distraerme hasta el amanecer.

Se despidió de él con un gesto descuidado de la mano. Ezio se quedó con las ganas de preguntarle cuándo pensaba confesarse.

– O –

De nuevo, Ezio se despertó con voces. Leonardo había insistido en que se quedara en su taller, alegando que él mismo dormía solo veinte minutos cada tres horas. Ezio conseguiría que al menos durmiera una noche completa de las cinco que le iba a dar refugio.

Distinguió la voz de Alessandro y el olor a té de menta.

Se puso la camisa perezosamente y se recogió el pelo con una cinta.

Leonardo y Alessandro estaban sentados en el suelo, con libros y pergaminos por todos lados alrededor de ellos. Parecían discutir amigablemente sobre un dibujo del artista.

-Tus estudios son muy interesantes. Me gustaría ayudarte alguna vez con una autopsia.

-Claro, la opinión de un médico será útil.

-Habéis empezado pronto.

Los dos miraron a Ezio. Leonardo alzó su taza de té a modo de saludo.

-Tú has dormido mucho.

-¿De qué habláis?

-Anatomía interna del cuerpo.

-Te vendría bien aprenderla, Ezio. Por si acaso.

-Creo que pasaré.

Se sentó en una silla enfrentado a ellos.

-¿Té?

-Por favor.

Leonardo saltó a prepararle algo.

-No debí haber traído el café...-Alessandro se recostó en una pila de libros y cajas de madera-. ¿Aun quieres hablar de lo que mencionamos ayer?

-Voy a arrepentirme de decir que sí, ¿verdad?

-Posiblemente.

Leonardo regresó con una taza de té.

-¿Qué mencionásteis ayer?

-Le comenté a Ezio las... noches de Arnaldo y Maurizio y me preguntó cómo era posible.

-Oh, ese asunto. Tengo curiosidad por cómo responderás.

-Desde la experiencia.

-¿Tú has...?

-Un par de veces. No es tan raro como parece, Ezio, solo que quienes lo practican son muy cuidadosos con dejar que otros lo descubran. Arnaldo y Maurizio huyeron de sus casas para evitar ser asesinados solo por amarse-se detuvo y miró su taza-. Yo siempre he dicho que los sentimientos son los mismos sin importar la persona a las que se los expresemos.

Luego de una pausa decidió proceder a explicar cómo funcionaba el sexo entre hombres. Ezio se fue sonrojando cada vez más y Leonardo no dejó de hacer preguntas hasta que su curiosidad quedó satisfecha.

-¿Cómo es posible que a un hombre le guste eso?

-Hay un lugar que puede llevarte al orgasmo si eres lo suficientemente sensible-Alessandro sonrió ligeramente hacia Leonardo-. Es realmente útil cuando un hombre se siente solo.

-No sé a lo que te refieres.

Alessandro bufó y bebió un trago de su té.

-Por favor, Leonardo, reconozco los "juguetes de adultos" cuando veo uno. Una vez tuve que sacar uno de esos del culo de alguien. No es agradable para nadie.

Leonardo se sonrojó aun más.

-Te aseguro que eso no pasará.

-¿Qué utilizas aparte de eso?

El artista se levantó rápidamente.

-¡Vale! Suficiente de esta conversación. Te enseñaré lo que he creado para Arnaldo.

Alessandro le permitió salirse con la suya, según Ezio. Conocía al médico español desde hacía muchos años y había aprendido que siempre acababa por salirse con la suya.

Leonardo volvió con una caja que abrió para mostrarle una especie de ballesta modificada.

-Puede lanzar tanto balas como flechas. Tiene un gran rango de tiro.

-Le servirá, créeme. Su vista es casi como la de un águila, puede ver mucho mejor de lejos que de cerca.

-Así que por eso pudo acertar a aquel hombre... ¿Y por qué no ha venido él? O más bien ¿por qué huyó ayer?

-Tiene una mala experiencia con pólvora. No consigo que hable de ello, así que no tengo ni idea de lo que es. Le dejé con Maurizio porque no estaba de humor para tratar con él.

-¿Encontraste a alguien para distraerte anoche?

Alessandro sonrió ligeramente.

-A dos hermosas damas ávidas del afecto que no les dan sus maridos.

-Me quedé con ganas de preguntarte cuándo vas a confesarte por todo el sexo fuera del matrimonio.

-Sexo, asesinato, mentiras... la lista sigue. Y para responder a tu pregunta, el domingo en una pequeña capilla. Intento evitar a los sacerdotes en catedrales e iglesias más grandes, tienden a hablar de más a pesar del secreto de confesión.

En ese momento un ladrón de Antonio entró por la puerta.

-Messere Ezio, Antonio le está buscando.

-Grazie, iré ahora-el ladrón se fue tan rápido como había llegado-. Me pregunto si algún día dejaré de ser seguido a todos lados...

-Puede que eso nunca pase, amigo.

Ezio fue a ponerse la túnica y las armas, rezando para que la muerte del Dogo fuera suficiente como para que le hayan olvidado por "matar" al líder de los mercaderes. Dejó a Leonardo y Alessandro hablando de algo sobre el arma de Arnaldo.

En el Palacio de la Seda, la nueva sede del gremio de ladrones, encontró a Antonio esperándole en el patio junto a un hombre que le sonaba de algo.

-¡Qué bien que has venido, Ezio! Quiero presentarte a un... socio. Este es Agostino Barbarigo, que pronto se convertirá en Dogo de Venecia... Gracias a ti.

Ezio se inclinó ante el futuro Dogo. Era el hermano de Emilio y Marco. Esperaba no tener que matar a ese Barbarigo.

-È un onore poder conoceros, ilustrissimo. Siento mucho la muerte de su hermano.

-Se lo había buscado. Se dejó comprar por los Borgia, un error que yo no pienso cometer.

Subestimaba el poder de los Borgia, pero Ezio distinguió un anillo de sello con una cruz cristiana dentro del símbolo Asesino, un emblema que ya había visto en un anillo similar de Alessandro, posiblemente fuera el mismo. Tendría que hablar con el médico más tarde.

-Ven, Ezio. Tenemos cosas de que hablar-subieron a un saloncito donde se sentaron alrededor de una mesa baja-. Hemos localizado a Silvio Barbarigo. Ha huído al Arsenal.

-¡Ja! ¿Huido? Querrás decir que lo ha ocupado. Con la ayuda de doscientos mercenarios.

-Usted es el Dogo. ¿No puede ordenarles que se retiren de allí?

-Los cuarenta y un miembros del consejo aun deben ratificar mi nombramiento. Y esta maniobra de Silvio complica las cosas. Tiene un ejército entero a sus órdenes.

-Pues ayúdeme a reclutar el mío.

Antonio asintió.

-Imaginaba que dirías eso. El hombre al que buscas es Bartolomeo D'Alviano. Ni él ni sus hombres le tienen cariño a Silvio. Bartolomeo vive en el distrito militar, al suroeste del Arsenal.

-Va bene. Iré a verle.

Se despidió rápidamente y se dirigió al distrito militar. Allí descubrió que Bartolomeo D'Alviano estaba en la cárcel. Suspiró antes de correr a sacarle para poder enfrentarse a Silvio.