Capítulo 13: Donde fueres, haz lo que vieres.
El mes y pico restante hasta la entrada de diciembre, se convirtió en una temporada de descubrimientos, pero no sólo para Anna. El inminente traslado de… época, hizo que desistiésemos de buscar trabajo, por lo que el tiempo libre se incrementó considerablemente.
En ese tiempo logré que Sven funcionase de una forma bastante satisfactoria y acabé su emplumada y hermosa cobertura que le daba el aspecto de un auténtico Búho Real.
Por otro lado, Anna y yo nos fuimos acercando cada vez más y con menos medida, y, gracias a uno de los mejores inventos de la historia, pudimos cruzar esa puerta que una princesa del probablemente no debía cruzar antes del matrimonio. Si bien nuestra intención inicial era esperar a que todo volviese a la calma y hacer las cosas en el orden aceptado, la incertidumbre del mañana alimentó un cierto descontrol que hizo que optásemos por preocuparnos por el futuro… en el pasado.
No pasaron muchos días desde el día en que decidimos viajar juntos en el tiempo hasta que Anna dejó de irse a su habitación por las noches. Y, lo que comenzó como sueños inocentes y tiernas caricias, tardó menos aún en convertirse en baños de besos, apasionadas miradas, lenguas entrelazadas y otras más traviesas, gemidos de todas clases y colores, galopes y embistes.
Si bien ambos habríamos disfrutado la gloria y la fortuna de vivir nuestro amor para siempre en aquel oasis apartado de la gente, del pasado y de la cotidianidad del trabajo, también sabíamos que no duraría para siempre, y, con el viento gélido de las nieves, Diciembre entró por nuestra ventana.
—Mañana es el día —dijo Anna la noche anterior a la gran celebración de los Trolls ya acomodada en mi cama.
—¿Nerviosa?
—Inquieta.
—Ya somos dos.
—Está todo preparado, ¿no?
—Sólo queda meter en la mochila agua y a Sven.
—¿Te vas a llevar el robot?
—Nunca sabe uno qué le puede hacer falta en el pasado. También llevo un botiquín.
—Tenemos de eso en el pasado.
—Pero éste ya está listo.
—Entonces sólo queda dormir para tener energías para lo que se nos viene encima, ¿no?
—Supongo que sí.
—Sí, supongo que no es momento para que haga esto…
Anna se arrimó sonriente hacia mí y comenzó a mordisquear suavemente el lóbulo de mi oreja bajando después despacio por mi cuello dejando un placentero reguero de suaves besos.
—Anna…
—¿Sí?
—Hoy no debemos.
—No estoy haciendo nada…
—Como quieras, pero si mañana tenemos sueño, será culpa tuya.
Al día siguiente, teníamos mucho, muuucho sueño, pero la emoción y el nervio por la aventura que estábamos por comenzar se encargó de que llegásemos despiertos al Valle de la roca viviente.
Aquella madrugada, el valle estaba vestido de cristales de colores que brillaban mágicamente allá donde pusiésemos la mirada y todos los trolls festejaban en cantos, bailes y saltos que hacían dudar del peso real de aquellas rocas.
—Parece que te has traído todo lo necesario, querida —dijo Bulda apareciendo de la nada según llegamos a la zona central.
—Sí, lo llevo todo —dijo Anna cogiéndome la mano.
—¿Estáis completamente seguros de que queréis seguir adelante con esto? —dijo Pabbie apareciendo también ante nosotros—. Los viajes en el tiempo son un tema delicado. Nunca se sabe qué puede salir mal.
Anna y yo compartimos una mirada y asentimos. En nuestras mentes, ya no había vuelta atrás.
—Perfecto entonces. En tal caso, que empiece el ritual.
Un tal Cliff comenzó a tocar el laúd mientras entre otros cuatro utilizaban un montón de piedras, hierbajos y hongos para montar en un momento impresionantemente corto un Flemmingrad como el que había en el claro perdido en el que conocí a Anna.
Comenzó la canción y todos los trolls y Anna la cantaron a coro mientras yo luchaba por recordar la letra y trataba de seguir aquella melodía nueva para mí. Después, uno a uno, todos los trolls le pegaron un lametazo en la frente al muñeco de piedra dejándonos a Anna y a mí para el final.
Allí nos esperaba aquella frente rugosa y múltiplemente babeada, mirándonos con la mirada vacía y a la vez burlona, como diciendo: "¿Quieres tu deseo? Ven a buscarlo…" Ése era el precio. Un deseo a cambio de un montón de babas ajenas.
—Si vamos a ir juntos… deberíamos hacerlo a la vez —propuso Anna con una mirada maliciosa.
—Supongo que tienes razón.
—¡Venga, sin ascos! —dijo arrastrándome hasta el muñeco—. ¡Sabe a liquen!
—Está bien…
Me agaché hacia la frente de Flemmingrad ante la atenta mirada de los trolls y me encontré con los risueños ojos de Anna frente a los míos.
—Te quiero, Anna.
—Todo irá bien —contestó sabiendo que mi declaración era mi despedida por si todo acababa ahí.
Tomó mi mano, asentimos y le pegamos un lengüetazo al troll.
"Deseo volver con Anna a Julio de 1816."
—¡Ha! ¡Pues no está tan malo!
Y todo se puso negro.
