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Megumi pensaba en visitar muy pronto a Yuuji, pero el día en que pudo lograr arribar a su casa no se encontraba nadie en ella, intentó ir días posteriores, pero no había nadie, logró hablar con uno de los vecinos y estos le esclarecieron que el viejo Itadori se encontraba en hospitalización desde hace unas semanas debido a una enfermedad degenerativa. La noticia lo turbó, no tenía idea, ni ningún indicio de que el abuelo de Yuuji padeciera de algo, pero suponía que la amargura de su rostro no podría evitar traer consecuencias.
Luego de enterarse de aquello intentó ir a la casa una última vez sin éxito, pronto pensó en que podría encontrarlo en la playa, de modo que se dirigió hacia aquel lugar, entraba la tarde un sábado y decidió recorrerla con la intención de encontrarlo. La playa estaba muy habitada, había familias y amigos reunidos en espacios de la arena compartiendo juntos ajenos a sus preocupaciones. Intentó encontrar una cabeza rosada en medio de las personas, pero no tuvo resultados. Caminó mas allá, en el área comercial de la playa donde los pescadores tenían sus botes y barcos en el muelle de la ciudad.
Esta ciudad era muy popular por su pesca de cangrejos. Si no lo encontraba en este lugar, no había donde más buscar ya que más adelante no había más que rocas y riscos. No tuvo éxito alguno. Intentó asistir a su escuela, pero allí tuvo la noticia que tenía ya tiempo que había abandonado los estudios, mientras más información recibía, pensaba, consternado en la profunda tribulación que su amigo parecía atravesar solo. Sintió un peso en su corazón y mientras tenía el tiempo decidió buscarlo una segunda vez en la playa.
Encontró una cabeza rosada en el muelle de los pescadores, tenía un uniforme y botas impermeables, alguien estaba con él, al parecer, le enseñaba a amarrar los nudos de los botes, Yuuji se veía un poco diferente y cuando este lo reconoció dibujó en su rostro, -ahora un poco bronceado -una sonrisa honesta y sus ojos brillaron, Megumi casi olvidaba como se sentía la sonrisa de Yuuji, era dulce.
Hablaron al encontrarse sentados en el muelle, Yuuji ahora trabajaba en el barco de la familia de Todo.
Al parecer querían embarcarse una semana al mar para la temporada de los cangrejos. Yuuji no había ido nunca, pero sabía que la paga era buena y necesaria para el tratamiento de su abuelo que era una renta permanente más los gastos de la clínica. Megumi estuvo un tanto confundido por la decisión tan radical, alegaba él, había muchos otros trabajos que podían ayudarlo, pero Yuuji lo negó y le confesó que le ilusionaba poder entrar en mar abierto.
La simple idea de tener a Yuuji lejos de tierra le sentó muy mal a Megumi y sentado en el muelle con los pies colgando sobre el agua le trajo una sensación de ser observado, el mar nunca le había gustado, por tanto, tampoco le gustaba para Yuuji.
—Pero ¿te irás una semana? ¿Qué pasara con tu abuelo?
—Será cuidado en la clínica. -Le respondió su amigo- Sé que es mucho tiempo, pero realmente con solo este trabajo podré sacarlo de la clínica y podrá estar en casa tranquilo, es un viejo cascarrabias, lo sé, pero es el único familiar que me queda ¿lo entiendes?
Había algo de tristeza en sus ojos cuando dijo aquello y Megumi, aunque tenía su rostro impávido, asintió con un dolor en la boca del estómago.
—¿Qué pasará con la escuela…? Fui al instituto, me dijeron que tienes semanas sin asistir.
Yuuji hizo una expresión complicada, en conflicto.
—Yo… -Hizo una pausa, y poco después creyó poder expresarse de la siguiente forma- Quiero ayudar a mi abuelo. Tiene una enfermedad degenerativa, quizá…quizá no tenga salvación, pero al menos quiero que tenga una muerte digna, yo no…
Yuuji guardó silencio, como construyendo el dique dentro de su mente. Ocultando sus sentimientos dentro de esta estructura.
—Entiendo, Yuuji, pero no tienes por qué hacerlo solo –Megumi se atrevió a interrumpirlo y se dio cuenta que todo su cuerpo se estremecía al intentar acercarse, abrirse con él, Megumi apretó los labios - Yo…estaba preocupado.
—Lo lamento, no quería causarte esto –Yuuji guardó silencio y fue como aquella vez, cuando estuvo con él en el muelle de la playa turística, estaba muy callado. – Todo va a estar bien. Solo tengo que afrontar esto y luego podré volver a estudiar –Aseguraba, pero algo en esas palabras no eran del todo auténticas y Megumi-aunque no lo reconoció así- no supo por que se sentía incómodo- ¿tú estás pronto a graduarte?
Aunque su deseo de volver a las aulas se le antojaba un tanto gris en comparación al azul que encontraba en el mar. No había salido a mar abierto aun, pero debía decir que le emocionaba, el trabajo sería duro y agotador, pero tenía confianza en sí mismo, siempre había tenido una energía envidiable después de todo.
Megumi asintió lentamente, luego permaneció en silencio un momento, pensando en que decir, pensando en cómo expresar la preocupación que por dentro sentía, había algo que le impedía aceptar el sufrimiento de Itadori, quizá era que lo quería, le estimaba, Yuuji era una persona amable y nunca se sintió despreciado junto a él, no era esa sensación que experimentaba muy seguido y por tanto era para el muy apreciada, pero …no podría expresárselo de la forma en que estaba en su mente…Su limitación le frustró y buscó manifestarla de otra manera más práctica y discreta.
—¿Cuándo partirás al mar? –Quiso saber
—En dos días.
Megumi lo miró y se dio cuenta que Yuuji observaba las formas que hacia la espuma.
—Cuando regreses ¿podemos hablar?
Esto llamó la atención de Yuuji.
—¿Por qué no me lo dices ahora? –Le preguntó de regreso. Megumi se obligó a ocultar la mirada en el agua, no encontrando el valor para decírselo en ese momento ¿Por qué se acobardaba?
—No es el momento, quiero ayudarte, no me malinterpretes. –se apresuró a decir - Solo que …también me gustaría…no quiero…tengo que arreglar algunas cosas en casa primero.
Yuuji lo miró con seriedad y esa mirada se le antojó un tanto extraña a Megumi que siempre prefería la dulce alegría de su amigo.
—¿Es por tu padre? ¿verdad? –Indagó el otro. Megumi no respondió´, pero hubo un pequeño movimiento en sus ojos que Yuuji solo captó porque lo había estado mirando fijamente. Sabía que Megumi tenía una familia complicada, más que todo su padre, con quien no se llevaba muy bien. - ¿Quieres irte cuando te gradúes? ¿verdad?
Megumi lo miró con seriedad.
—Tengo que conseguir un trabajo y un lugar donde quedarme. –Le explicó a grandes rasgos. Yuuji pensó.
—Sabes… Mi casa estará sola en esta semana ¿podría pedirte un favor?
El chico de cabello negro arrugó la expresión al verlo, no quería inquietar y tampoco ilusionarse, por ello se retrajo de querer entender.
—Pensaba… podrías quedarte en mi casa por ese tiempo, o el tiempo que necesites hasta que consigas un lugar donde quedarte…
—No podría hacer eso. Tu abuelo, tus gastos… no lo acepto. No quiero ser una carga para ti, tienes mucho sobre tus hombros.
—Pero lo necesitas…-Insistió Itadori. Megumi negó con la cabeza. – Megumi, dejame ayudarte…
Alguien llamó a Yuuji deteniendo su conversación, Megumi lo miró con una expresión penetrante. Itadori se levantó, era momento de regresar al trabajo, debían de preparar la nave antes de poder partir, todo debía estar en orden, pero antes de irse, advirtió que esta conversación no había terminado y que reflexionara sobre esta intención. Megumi no dijo nada, se mostró reservado, casi odioso, pero había un bullicio dentro de su pecho.
Sintió una pizca de esperanza. Sí aceptaba era un paso más para su libertad…pero a costa de causar incomodidades en el joven Yuuji. Esa idea no le gustaba y no se creía capaz de hacerlo posible no al menos sin un trabajo, no quería ser una carga para él, quería ayudarlo, no era al revés…
Vio a Yuuji que subió a una nave, y perderse en su interior. No era grande, pero tenía un tamaño considerable.
Al día siguiente regresó al muelle para hablar con él, y le planteó sus condiciones para aceptar, una de ellas era que conseguiría trabajo para poder mudarse a lo cual Yuuji no dio peros, no obstante, de inmediato le entregó la llave de su casa, en un llavero de tigre. Megumi no sabía de repente que hacer.
—No te mudarás, pero puedes ayudarme a …acomodar el cuarto de visitas. –Yuuji emitió una risa- no tengo mascotas, ni nada, pero puedes traer a tus ranas… no tienen pelos. En fin, podrías pasar la semana allí, para que puedas estudiar tranquilo.
Megumi lo escuchó en silencio mirando la llave de su hogar. Sabía que esto era un favor que le estaba pidiendo para poder "ayudarlo" pero también de alguna forma, lo estaba invitando a quedarse en su hogar…no sabía cómo tomar esto.
Siempre había querido irse de su casa. Sobre todo, cuando inició su adolescencia. La idea de vivir con Yuuji se le hacía irreal y …también ciertamente emocionante, era …esperanzador estar al lado de alguien como él… tan cálido y amable.
Yuuji. Gracias. Gracias…
—Solo cuando consiga un trabajo me mudaré. –Le dejó en claro el- Además, tú no estarás allí. No conozco tu casa.
—No tiene nada del otro mundo-Le manifestó su amigo- además, no ha cambiado mucho desde la primaria. Descuida.
—¿Qué pasara si tu abuelo necesita algo? –Le cuestionó Megumi. Yuuji negó con la cabeza. Él sabe que estoy aquí.
—¿Lo sabe?
—Sí, Peleamos por eso. No quería que detuviera mis estudios, pero no podía dejarlo así. El piensa que va morir de todas formas, pero, aunque eso sea así, no podría vivir pensando que no hice nada. Bueno… -Dijo poco después como queriendo evitar este tema –Esta viejo, ellos piensan así, supongo. Además, sabes que siempre me ha gustado el mar.
—Por favor, ten cuidado y regresa-Le exigió Megumi, con un arrebato y luchó por controlarse, no sabía por qué …tenía una incertidumbre en su pecho. Algo en el mar no le gustaba, la idea de esa masa de agua, se le antojaba muy inquietante.
Yuuji le dedicó una mirada, había algo diferente en sus ojos, como una triste simpatía. Quizá, porque Megumi sabía algo que jamás confesaría y Yuuji no quería escuchar.
El día siguiente debía marcharse, entrada la tarde para iniciar la pesca en la noche.
Usaban grandes jaulas, que lanzaban al agua y luego las recogían en su recorrido, el trabajo era monótono, pero se debía estar atento a todo, decía Aoi como la explicación de un arte antiguo se trataba. Yuuji estaba demasiado ocupado con las directrices que Aoi le manifestaba que no se daba cuenta de que algo lo observaba o …intentaba observarle desde los costados de la nave.
Satoru tenía que tener cuidado de no ser visto, y más aun de no ser golpeado por una de esas jaulas, o por el gancho que usaban para arrastrarlas en el fondo. El podía ver debajo de la oscura agua, eran jaulas enormes, pesadas, que se hundían hasta el fondo y permanecían allí un tiempo, los cangrejos que se encontraban caminando sobre la arena del interior del agua caminaban atraídos por las carnadas. Satoru observó este procedimiento unas dos o tres veces, al cabo de dos horas la jaula se movía, Satoru la seguía desde una distancia prudente, luego nadaba hacía arriba donde esta se elevaba y desaparecía. Atrapaba algunos cangrejos que caían desde la superficie. Luego avanzaba hasta donde había otra jaula y eran nuevamente jaladas en el mismo procedimiento, esto se repetía unas veces más y las jaulas volvían a caer al fondo llenas de carnadas y los cangrejos venían a ella deseosos de comer.
Satoru indago en la carnada y no encontró nada de atractivo. Su única pregunta era como poder acercarse a Yuuji o al menos saber que estaba allí. la cubierta era muy alta en la nave y no podría verlo. Tampoco podía acercarse demasiado, porque temía de esos motores que hacían mover el barco, tenían unos sonidos desagradables y no eran nada gráciles, eran peligrosos, podían cortarlo en dos si se acercaba demasiado. Estuvo siguiendo al barco toda la noche en su actividad y lograba distinguir algunos hombres en la orilla mientras ubicaban la jaula llena de crustáceos en la plataforma, y luego la volvían a colocar en posición para soltarla. Esta actividad de los hombres no parecía tener otros procedimientos adicionales, el barco se manejaba bien entre la superficie de agua ondulante, cabalgando en estas olas de agua fría. Poco a poco descubrió que seguían una misma ruta de pesca, daban una especie de circulo en el área donde se acumulaban los crustáceos y al parecer permanecerían un tiempo pescando.
Fue la oportunidad de Satoru para pensar en cómo ver a Yuuji tan solo un momento y si era posible, tocar su piel o ver sus ojos.
Cuando la nave no parecía estar interesada en arrojar más jaulas y navegaba suavemente por el mar casi a las cercanías del alba, Satoru nadó suavemente hacia su costado. Nadie podría verlo allí en el borde del caparazón de la nave, se había dado cuenta que había una especie de espejos redondos, algo que desconoce como ventanas. Se asomó con mucho cuidado, adentro era todo extraño para él, había una superficie cuadrada y al parecer algo como la tela de la ropa lo cubría, un cuadrado de madera y una especie de caja blanda cuadrada donde tenían ciertas cosas. No había nadie, pero avanzó hacia una similar, era lo mismo, solo que esta vez se encontraban dos superficies vestidas de tela (literas) sin embargo notó algo que descansaba en una de ella, era una prenda que reconoció por que Yuuji la tenía consigo en muchas ocasiones. Vio poco después que la madera rectangular se abrió lentamente y alguien entraba cubierto de un traje muy grueso, un abrigo y botas. Se quitó el abrigo sin reparar en los ojos que le veían del otro lado de la ventana. En el interior, el movimiento del barco le mareaba un poco, pero habían pasado unos días y se había comenzado a acostumbrar. Yuuji se sentó en la cama de abajo y se quitó las botas. Suspiró cansado y se desprendió del impermeable amarillo para dejarlo colgado en el perchero.
Tenía su momento de descanso y debía de reconocer que, aunque siempre se consideró energético y vital, este trabajo lo había agotado mucho. Se compadecieron de su cuerpo juvenil y lo mandaron a descansar mientras ordenaban las jaulas vacías.
Se quitó las medias y secó sus pies con una de sus toallas que había traído consigo. Luego subió a la cama y dio un salto de impresión cuando volvió hacia la ventana, golpeó la corona de la cabeza con la cama de arriba, se lamentó y se desparramó en la almohada temblando de dolor, bajó los ojos preocupados de la criatura.
Satoru se pegó más al vidrio de la ventana, era un cristal grueso, pero estaba seguro que escuchó el lamento de Yuuji desde allí. Este al incorporarse inmediatamente se asomó por el cristal y se miraron. Satoru sonrió y movió los labios, tenía su cuerpo medio sumergido y se sostenía de la pared del barco, el agua le golpeaba, pero esto no parecía importarle en lo más mínimo, además incluso sumergido, Yuuji podía ver su rostro en el vidrio.
—¿No puedes escucharme? ¿verdad? –Indagó Yuuji que hablaba cerca del cristal, su rostro también estaba muy cerca, era obvio que la criatura no podía escucharlo, pero no le impidió sonreír mientras lo admiraba, luego pegó su rostro del cristal con sus ojos azules sobre los del otro joven, había algo de ternura en como lo miraba y como Yuuji se había acercado para poder intentar hacer que su voz llegara a sus oídos, Satoru pegó la mejilla del vidrio como esperando un beso.
Yuuji se lo entregó no antes sin sentir cierta vergüenza y algo de estupidez, puesto solo había alcanzado a besar la superficie del vidrio, sin embargo, Satoru parecía contento cuando se retiró del cristal, sin dejar de mirarlo. El muchacho se recostó un poco en la cama, quería seguir sentado, pero se encontraba tan cansado que sus ojos comenzaban a pesar. Satoru hizo un esfuerzo por levantarse más en donde estaba sujetado, pero no podía más de lo que ya estaba, como no podían escucharse, ni tocarse estuvieron por largos segundos solo observándose, poco después Yuuji extendió su mano hacia el cristal de la ventana y los dedos de Satoru hicieron lo mismo, para cuando Yuuji cerró los ojos sus dedos se deslizaron hacia el borde de la ventana y Satoru estuvo allí un momento más, antes de desaparecer en las aguas.
La semana pasó y Yuuji regresó a casa, encontrándose a Megumi allí para recibirlo, se encontró con la noticia de que su abuelo fue dado de alta o más bien él se sentía mejor y había salido de la clínica, claro, no sin antes dejar una factura considerable. Yuuji estaba escandalizado por este hecho, Megumi no había podido evitarlo y no creyó adecuado intentar razonar con él. Su abuelo sabía que iba a morir y que Yuuji intentara prolongar más su estado en vida, lo consideraba una pérdida de tiempo, de su tiempo. No le gustó que Yuuji aceptara ese trabajo, quería que terminara sus estudios y fuera a una universidad donde pudiera tener un futuro, era una buena persona, no debía perder su tiempo en un viejo como él, pero Yuuji era terco, tan terco como su abuelo.
Toda esta tensión explotó cuando Yuuji regresó a casa y se prolongó por algunos días más.
Aunque logró cancelar una parte de las deudas que dejó los cuidados de la clínica, ayudó en otros gastos menores de la casa y el consumo, Megumi consiguió un trabajo a medio tiempo en un refugio de animales y también colaboraba, sin embargo, se encontraba frustrado por ser incapaz de consolar a Yuuji. Lo encontraba ciertamente amargado, pero sabía que toda esa amargura no era otra cosa que una profunda tristeza y temor del futuro de su único familiar, era joven e inexperto y no sabía lidiar con una futura perdida.
Cuando el abuelo de Yuuji falleció una mañana antes de hacer el desayuno, Yuuji decidió llamarlo para desayunar, y subió a su habitación, pero lo encontró dormido. Dormido, profundamente dormido. Inmóvil. Ni respiraba. Lo zarandeó suavemente, y puso sus oídos en su pecho, pero no escuchó nada dentro del cofre. Suspiró profundamente y antes de que pudiera darse cuenta, gruesas lagrimas se acumularon en sus ojos y cayeron por sus mejillas en silencio, sollozó ante el cuerpo dormido de su abuelo y sus hombros temblaron sin poder controlarlo.
Megumi se asomó a la puerta y no necesitó una explicación para entender lo que había ocurrido. Penetró en la habitación silenciosamente y asomó sus manos al hombro de su amigo, sus miradas se encontraron y descubrió su rostro bañado en lágrimas; parecía el rostro de un niño pequeño, recordó cuando eran jóvenes y Yuuji lloraba por cualquier cosa desagradable.
Pronto Megumi fue abrazado por él, tan fuerte y estrecho mientras los sollozos aumentaban, el no podía decir o hacer algo, pero estuvo en silencio, solo sirviendo de consuelo, pensaba era lo que podía hacer. Sabían que esto sucedería, pero no por el hecho de saberlo, significaba que podrían lidiar con ello.
Creyó que le ayudaba en todo el proceso del funeral, la cremación y demás trasmites relacionados a la defunción de su único familiar, pero pasaría bastante tiempo antes de que Yuuji fuera el de antes, Megumi pensaba que debía de buscar ayuda profesional. Tan pronto como terminó los tramites funerarios, Yuuji retornó al trabajo a pesar de las insistencias de Megumi de conseguir algo menos arriesgado, pero se mentiría si dijera que también quería a Yuuji cerca, tenía un mal presentimiento de ese trabajo.
Pero él no iba a dejar de ir al mar o en su defecto a la playa, había alguien que esperaba ver allí.
En ocasiones volvía de noche y estaba empapado de pies a cabeza, otras veces arribaba a casa con la salida del sol, olía a sal y a pescado. Estaba agotado y dormía toda la mañana, Megumi se preocupaba por su salud, pensaba no podía tener ese ritmo de vida, parecía un poco autodestructivo, trabajar tan afanosamente para olvidar su dolor.
… ¿Por qué? ¿Por qué no lo veía? ¿Por qué no podía ver a Megumi? ¿Por qué no podía ver que no estaba solo? ¿Por qué se cerraba? ¿No eran amigos? Yuuji era terco y no permitiría preocupar a Megumi por su sufrimiento, de ser posible y lo era, sufriría en silencio, pero esto a su vez, acrecentaba la angustia de Megumi por él.
Los turnos de Yuuji eran largos, muy largos a veces días, Megumi hacia un pequeño espacio para ir a encontrarse con él al muelle. A veces lo encontraba y a veces no. A veces estaba muy silencioso, a veces hablaban de cualquier cosa.
De nuevo Yuuji tendría esas jornadas de pesca con la familia de Todou. A Megumi no le hacía mucha ilusión saber aquello, más bien le aterraba la idea. Cuando Yuuji se lo comentó parecía estar sinceramente feliz y hasta deseoso de marcharse. No lo había visto tan feliz desde hace algunas semanas y eso le impidió ser sincero, además, siempre manifestaba su desaprobación por aquel tema, pensaba, lo amargaría si comentaba eso de nuevo. No quería a Yuuji infeliz, extrañaba a su amigo cariñoso y contento, así quizá el mundo sería más bello.
Cuando se despidió esa mañana Megumi lo acompañó hacia la puerta y algo dentro de él se estremeció como un mal presentimiento, quería decirle que no fuera, que renunciara a aquel trabajo, que lo dejara, pero Yuuji parecía tan feliz, que fue incapaz de decírselo.
—¡Estaré de vuelta en una semana, Megumi! ¡No pongas esa cara! ¡Animate!
No ha pasado ni un año desde la muerte de tú abuelo ¿Por qué pareces tan contento? Megumi sintió ganas de llorar de impotencia. Asintió con la cabeza, pero no intentó sonreír.
Pasó una semana, pero Yuuji no regresó. No estaba en el barco cuando retornaron. Nadie se dio cuenta de su ausencia, pensando que estaba dormido en su habitación en el recorrido de regreso, pero no estaba por ningún lado cuando descargaron la carga. No estaba en las habitaciones, ni en cualquier otro lado. Revisaron las cámaras y Yuuji nunca había entrado a las habitaciones, la única imagen que se tenía de él, era que se había asomado a un costado de la nave y se alejaba hasta un punto ciego, donde no era visible.
Megumi denunció su desaparición y medio muelle se movió en su búsqueda, pero sin resultados. Interrogaron a toda la tripulación, interrogaron a Megumi e incluso interrogaron a varios marineros en el muelle, pero nadie brindaba pistas contundentes que pudiera ayudar a crear una teoría…todo apuntaba a un aparente suicidio, después de todo, estaba solo, e inestable. Megumi rechazó la idea, Yuuji no estaba contemplando el suicidio. No estaba inestable y no estaba solo.
¿Está completamente seguro? ¿Hablaba con usted? Le cuestionaban, Megumi intentaba mantenerse firme en su idea, Itadori no sería capaz de tal cosa, él estaba feliz ese día que salió de su casa al muelle. La falta de pruebas de un posible asesinato o aparente solo reforzaba las dos teorías, un accidente o un suicidio.
No solo Megumi estaba destrozado, Aoi Todou también, toda la tripulación, ignoraban el dolor interno del muchacho, pero Megumi sentía que no era solo eso, presentía que existía algo más, solo no sabía que… al parecer, arrojar la idea de un accidente o un suicidio comenzó a calmar la conmoción de todo el muelle, a pesar de no haber encontrado el cuerpo, y no tenia, a decir verdad, muchas esperanzas de encontrar el cuerpo de Itadori, cosa que espantaba a Megumi, quería tener la seguridad de que Itadori…si no estaba más en este mundo, pudiera probarlo al ver su cuerpo sin vida, darle una sepultura al lado de sus padres y su abuelo y así despedirse quizá de una de las personas más importantes de su vida. Esta petición nunca pudo ser cumplida. Jamás se encontró el cuerpo y desde ese momento el mundo perdió uno o dos tonos de color. Lloró amargamente por días mientras esperaba alguna respuesta de las autoridades, pero poco a poco la investigación languidecía, encaminado a un accidente o suicidio a lo cual Megumi se negaba constantemente de aceptar. Sintió ira por los oficiales, pensaba que no estaban realmente interesados en el caso, pero no comprendió que no había muchas pistas que seguir.
Perder a Yuuji abrió una zanja profunda en su pecho, en donde le martillaba la culpa, era su culpa por su falta de carácter, sabía que ese trabajo no era seguro, debía insistir más, no importaba enojar a Yuuji si al menos el estuviera aquí junto a él ahora.
Nobara y Maki estuvieron con él, incluso Mai se vio interesada en ayudarlo ante la noticia. Lo intentaron animar y Maki aconsejó abandonar esa casa que no le pertenecía y le hacía mal. Había muchos recuerdos que no le hacían nada bien a su mente y su espíritu.
Megumi retrasó un año sus estudios en la universidad mientras se adaptaba al nuevo apartamento, pequeño, pero no precario y por tanto mucho mejor para él. Recibía constante visitas de Nobara, Maki y Mai, incluso también se aparecía Inumaki y Yuuta, que solían trabajar cerca. La vida parecía ser buena de nuevo, pero ahora que veía la concha rosada que se encontraba colgada en uno de sus libreros no podía evitar sentirse nuevamente miserable.
En ocasiones pensaba que Yuuji aparecería en cualquier momento, con alguna historia sub realista, de naufragio o algo parecido y Megumi se lo creería, seguro escribiría un libro, lo reprendería y todo volvería a ser como era antes.
Miró la concha durante un momento en el metro. Era un domingo y no había muchas personas a la hora de esa tarde, eran de esos días… en que todo avanzaba lentos, y los recuerdos se mecían lamiendo sus pensamientos sutilmente como las olas del mar salado, siendo algo doloroso. Sintió deseos de deshacerse de la concha, y realmente iba con esa intención. Su padre se había deshecho de otras que antes tenía, así que solo esta era importante para él.
Tenía sus dudas si devolverla al mar o si no, no había regresado en la playa desde que ocurrió todo el incidente terrible. La idea de ir le brindaba una sensación algo …complicada, como un temor y odio visceral. El mar le había quitado a Yuuji, pero….
¿Realmente, en algún momento fue suyo?
Bajó del tren, salió de la estación y fue rumbo a la playa, pasó algunas tiendas, se encontró con la arena blanca y el oleaje, amplio y tranquilo. No había muchas personas, y se apresuró a ir hacia el muelle donde permaneció dudoso por un instante, suspiró profundamente, el olor a agua salda, algas y …pescado. Un sentimiento de vaciedad se apoderó de él, y la quietud no le ayudó en lo más minino.
Se sentó en la madera, creía se estaba mareando, extrajo la concha de su bolsillo y sintió más pena aún al verla. Pensó en Yuuji, apretó la concha en su mano y las lágrimas se acumularon en sus ojos antes de caer. Estaba solo y aunque no, nadie allí lo conocía, no habían botes cerca y los nadadores no estaba junto al muelle, no era área para nada después de todo.
Cuando tuvo suficiente energía, tiró la concha lo mas lejos posible y cubrió su rostro con las manos mientras intentaba controlar el gimoteo de su llanto, las sacudidas de sus hombros y el dolor en su pecho. Algo pesado y frio se posicionaba en su pecho, el dolor aún seguía allí. Allí.
Sus pestañas estaban húmedas de lágrimas, las limpió en cuanto pensaba había podido expulsar todo y su interior se aquietó, sin embargo, todo su cuerpo se sacudió y tembló cuando advirtió que una mano emergía del agua y le asomaba la concha rosada. Los dedos tenían unas garras rosáceas translucidas de escamosa textura que viajaban hacia su codo, Megumi consideró estar alucinando. Se quedó pasmado mirando eso por no sabe cuántos segundos, luego algo le dijo que debía moverse, así lo hizo y extendió la mano hacia la concha para dase cuenta que era real, estaba allí, …cuando la tomó, la mano se retiró un poco … Miró la concha rosa en un denso silencio, sus dedos estaban temblando.
Algo le susurró que debía de conservarla. Megumi asintió energéticamente. La mano se deslizó por el borde de la madera antes de volver hacia el mar. No se atrevió a volver a hacia abajo. No sé atrevió a levantar los ojos tampoco. Estuvo allí un momento, admirando el recuerdo de Yuuji en su mano y al ver la textura rosada en sus manos algo en su interior, un poco más cálido se asentó en su pecho.
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