Capítulo Cuatro
Después de acompañar a Clarke a la clínica, Lexa se dirigió a la comisaría. Marcus estaba en su escritorio, con el ceño fruncido sobre otro voluminoso informe que tenía que terminar.
"Jesús, Wood ¿qué te ha pasado?" le preguntó cuándo vio el moratón en la cara de su ayudante y los puntos frescos en la frente.
Lexa sacudió la cabeza con tristeza, lanzando su sombrero en su escritorio. "Si te dijera la verdad, me despedirías."
"Díme", ordenó. Se estaba riendo en el momento en que terminó la historia. "Te dije que la doctora podía cuidar de sí misma. Alégrate de que sólo tiene una pierna buena, o ella realmente te podría haber hecho mucho más daño" Se miraron el uno al otro cuando él hizo una mueca de disgusto. "Oh, demonios, no me refiero a eso. Fue una maldita tragedia, y yo aquí bromeando." Negó con la cabeza avergonzado.
"¿Qué quieres decir?" preguntó Lexa, en voz baja.
"Supongo que no es un secreto, como si alguien en esta ciudad tuviera secretos. Era una
remero ¿Lo sabías?"
"Algo he oído", comentó Lexa, recordando las fotografías en la oficina Clarke.
"Ella era muy buena. Remaba para el equipo olímpico canadiense. Era la gran esperanza para lograr una medalla de oro en los Juegos Olímpicos del 88. Otro remero la golpeó y terminó con sus aspiraciones, justo antes de los juegos. Rompió su embarcación por la mitad, y casi se lleva a su pierna con ella. Nunca volvió a remar." Lexa se dio la vuelta, con el pecho encogido.
"¿Has vuelto a quedarte trabajando esta noche, de nuevo?" dijo con voz ronca, cogiendo la cafetera.
Marcus la miró boquiabierto por la sorpresa. Él nunca entendería a esta mujer. Se cerraba muy rápido, más que nadie que hubiera conocido, hombres incluidos. Pero él respetaba sus estados de ánimo, por lo que sólo gruñó mientras volvía a con el interminable papeleo de su escritorio.
Lexa se centró en la preparación de café, forzando la imagen dolorosa de Clarke, herida en su embarcación destrozada. Inesperadamente, ella retrocedió a la imagen de Clarke que había visto esa mañana, cuando estaba dormida, recordando su belleza. La imagen era inexplicablemente calmante. Lexa respiró hondo, manteniendo sus emociones bajo control, una vez más, y se volvió hacia el jefe.
"Voy a empezar mi ronda."
"Claro. Hey, me traes algunos donuts, ¿te importa?"
En vez de girar a la derecha hacia la ciudad, Lexa fue en la dirección opuesta por la ruta 6 hacia Herring Cove. Pescadores y mujeres abarrotaban la zona del puerto. Estacionó cerca de la orilla del agua, buscando el horizonte. La luz del sol brillaba en el agua azul de la mañana, fría y gris, como si fueran dos fuerzas de la naturaleza. Allí, a la derecha, cortando el horizonte, con rapidez y seguridad, vio el kayak rojo. La tensión de su pecho se alivió, cuando vio a Clarke volar a través de la superficie, con total libertad. Calmada, una vez más, se giró sonriendo para dar comienzo a su nuevo día. Después de su segunda ronda por la ciudad, se dirigió de nuevo, por la por la ruta 6, a la carretera principal que corría todo Cape Cod. Un centenar de metros por delante, algo salió de la nada, chocando contra un vehículo. El patinador no se levantó. Lexa se detuvo cerca, con las luces parpadeando. Corrió hacia la figura tendida.
"Tómalo con calma, hijo," dijo mientras se agachaba junto al joven de pelo oscuro corto. "Oops, lo siento", se corrigió al mirar más de cerca, dándose cuenta de que el patinador era una mujer. "¿Estás herida?"
"Metí la rodilla bastante bien", murmuró la joven, haciendo una mueca mientras trataba de ponerse en pie. Ella había estado patinando, en pantalones cortos ajustados, sin equipo protector, y la longitud de su muslo estaba bastante raspada y sangrando.
"No trates de ponerte en pie", le advirtió Lexa, deslizando un brazo alrededor de su cintura. Se inclinó un poco, colocó su otro brazo detrás de las piernas de la joven y se levantó, alzándola fácilmente. "Vamos. Te llevaré a la clínica", dijo mientras caminaba unos pocos metros hasta su coche patrulla.
"Estoy bien", protestó la joven pálida.
"Puede ser, pero mejor estar seguros." Lexa abrió la puerta trasera abierta, deslizando a la chica suavemente en el asiento trasero. "¿Cómo te llamas?"
"Octavia Kane," fue su tranquila respuesta.
Lexa la miró detenidamente. Tenía el pelo muy corto y en punta, no llevaba nada de maquillaje. Tenía un pequeño anillo de plata en su ceja izquierda, un tatuaje rodeando su brazo derecho, y una banda de plata ancha en el dedo medio de su mano izquierda. A primera vista, ella aparecía la típica adolescente, pero al examinarla más minuciosamente, la chica tenía una mirada encantadora.
"¿Estás relacionada con el sheriff Kane?"
"Sí, es mi padre".
"Le avisaré por radio," dijo Lexa, mientras se ponía al volante.
"¿Tienes que hacerlo?"
Lexa se giró en el asiento para mirar a su joven acompañante.
"¿Cuántos años tienes?"
"Diecisiete".
"Deberíamos tener el permiso de tu padre, antes de ser tratada"
"¿No podemos esperar a ver lo que tengo, antes de avisarle? Él se va a poner como loco.
Él no quiere que patine aquí. Además, se supone que debería estar en la escuela."
Lexa consideró su petición. Seguramente Marcus se enfadaría con ella si no le avisaba de inmediato, pero había algo en la cara de la chica que la hizo recapacitar. Podía esperar un poco.
"Después le llamaremos, Octavia, primero vamos a ver tus lesiones ¿de acuerdo?"
"Sí", la joven suspiró. "Y me puedes llamar O. Todo el mundo lo hace."
Clarke entró en la clínica, justo detrás de Lexa. Ella la miró inquisitivamente, cuando la oficial se acercó.
"¡Hola!" dijo Clarke, encantada de verla de nuevo tan pronto.
"Buenos días," Lexa respondió, su voz cálida. "Me temo que te he traído algo de trabajo. Se ha golpeado mientras patinaba. Se ha hecho daño en la rodilla."
"Maldita sea," murmuró Clarke, mentalmente, ya que tendría que modificar la planificación que tenían organizada. "Ni Harper ni Monty están todavía. Supongo que me puedes ayudar con la camilla, ¿verdad?"
Lexa no respondió mientras abría la puerta de su coche patrulla, y se inclinaba hacia el interior. Para sorpresa de Clarke, Lexa se enderezó con la joven en sus brazos. O. echó un brazo alrededor del hombro de la oficial, para mantener su apoyo.
"Si me haces un poco de sitio por favor" anunció Lexa.
Clarke asintió, decidiendo que debía acostumbrarse a ser sorprendida por la sheriff, totalmente autosuficiente. Lexa la siguió a través de la sala de reconocimiento, y dejó a Octavia, suavemente, sobre la mesa de tratamiento.
"Le voy a esperar", dijo Lexa. "Voy a tener que llamar a su padre."
Clarke asintió, distraídamente, mientras se inclinaba sobre su paciente, y luego sin pensarlo dos veces, preguntó: "¿Te importaría hacer un poco de café?"
"Sin problemas", Lexa respondió con una sonrisa. Ella encontró una pequeña cocina y enseguida tuvo la cafetera en marcha. Ella estaba sirviendo dos tazas cuando Clarke volvió a aparecer.
"Está bien," respondió Clarke, ante la mirada inquisitiva de Lexa. "Tiene un mal esguince, pero le he puesto un inmovilizador de rodilla. Podrá volver a patinar otra vez en una o dos semana."
"Gracias", dijo Lexa. "Siento haberle molestado, pero pensé…"
"Tonterías," dijo Clarke, tocando a Lexa suavemente en el brazo. "Tenías razón para traerla. Está más preocupada por su padre que por su rodilla. Marcus la tiene bastante vigilada. Ella se metió en algún tipo de problema hace aproximadamente un año o así, ya sabes cosas de adolescentes".
Lexa asintió. "Es difícil tener esa edad. Lo voy a llamar, y luego la llevaré a su casa."
"Eres muy buena para este pequeño pueblo, sheriff."
Lexa sonrió, complacida. "Gracias. No tengo mucha experiencia en la vida comunitaria. Yo he sido siempre una mocosa militar, siempre en activo, después de terminar la escuela." Se detuvo tímidamente. "Iré a llamar a Marcus."
Le tomó unos minutos calmar su jefe, pero finalmente lo convenció de que no tenía que venir personalmente a la clínica. Le dio las gracias a Clarke, una vez más, luego acomodó, de nuevo, a O. en el todoterreno.
"¿Es cierto que tienes un cinturón negro en karate?" le preguntó O., en cuanto salieron a la carretera.
"No exactamente," respondió Lexa. "Tengo un cinturón negro en jiu-jitsu. Es un poco diferente. ¿Cómo lo sabes?"
"Mi padre me dijo."
Lexa sabía que estaba en su "currículum", y asumió que el sheriff se había dado cuenta. Era cierto que no tenían secretos en Provincetown.
"¿Podrías enseñarme?" continuó la joven.
Lexa volvió la cabeza para estudiar a la adolescente. Su mirada esperanzada, tocó un recuerdo lejano. Ella también había sido una adolescente solitaria, en un mundo de adultos. Su entrenamiento en artes marciales la había ayudado a centrar su energía adolescente sin rumbo fijo. Y hoy en día seguía centrada.
"Es un compromiso muy serio, O., y se necesita mucho tiempo para aprender, ¿qué es lo que quieres hacer?"
O. sabía que le estaba haciendo una pregunta seria, y se sentía como si Lexa realmente se preocupara por su respuesta. Ella luchó por encontrar las palabras adecuadas.
"Porque quiero algo que sea mío. Algo que yo elija, algo que me pueda ganar y porque me aburro, y me siento inquieta todo el tiempo."
Lexa asintió. Ella había tenido la edad de Octavia, cuando comenzó su formación, y recordó aquel momento difícil en su vida. Ella no quería negarse, pero significaba un compromiso para ella también. Asumir un estudiante era una responsabilidad profunda.
"Tendrías que entrenar tres veces por semana. Y tu padre lo tiene que aprobar".
El rostro de O. se contrajo con determinación. "Muy bien. ¿Cuándo puedo empezar?"
"No hasta que se te cure la rodilla, y la doctora te de el visto bueno. Pero puedes venir a mi casa el sábado, y así te puedo explicar algunas cosas que necesitas saber. A las siete de la mañana"
"Allí estaré.".
