Capítulo Siete
Zoe saludó a Lexa, con una sonrisa, cuando entró en el gimnasio por la tarde, después del trabajo. "Pensé que no vendrías", dijo.
Lexa miró el reloj detrás de la cabeza de Zoe. Eran las cinco y media, exactamente la misma hora a la que solía llegar para su sesión de ejercicios.
"¿Por qué?" preguntó ella, sorprendida. "Te dije que estaría aquí."
Zoe se encogió de hombros. "Tonta de mí. Debería saber que eras una mujer de palabra"
Lexa se encogió de hombros, y continuó con su rutina. Terminó tres series de ejercicios para las piernas y la espalda en noventa minutos, luego se fue a los vestuarios y se dio una ducha. Se puso unos pantalones chinos, una camisa de mezclilla de color azul marino, y una chaqueta de color beige claro, que cubría la funda de debajo del brazo izquierdo, en una sobaquera. Se miró el espejo, la pistola no se veía, y salió al encuentro de Zoe.
Caminaron calle abajo hacia la ciudad comercial. Aún eras demasiado temprano, durante esta temporada, por lo que no hacía falta preocuparse por las reservas, pero eso podría cambiar en los próximos días. Les dieron una buena mesa, junto a las ventanas que daban a la calle, para que pudieran ver a los turistas pasear, mientras cenaban. Ambas pidieron unas margaritas mientras esperaban el menú.
"Esto no es una cita, ya sabes," Zoe anunció después de haber dado las órdenes a la camarera.
Lexa tomó un sorbo de su bebida, era fuerte y agrio, y miró a la mujer frente a ella, con calma. "No se me había ocurrido que lo fuera."
Zoe se echó a reír. "Se trata de Provincetown, Sheriff. Cuando una mujer le invita a otra mujer a cenar, normalmente suele tratarse de una cita."
Lexa asintió solemnemente. "¿Entonces por qué no es esto una cita?"
Zoe le devolvió la mirada, totalmente desconcertada. La mujer hermosa frente a ella era imposible de entender. Ella no decía nada con su expresión, o su voz. Nada parecía sorprenderla, o lanzarla fuera de su paso. Zoe se preguntó qué podría hacerle salir de su calma controlada. También se preguntó qué precio pagaba, en su vida, para mantener este tipo de exigente control.
Permanecía completamente sin pretensiones, y Zoe le respondió. "No es una cita por dos razones, mis expectativas y mis intenciones."
"¿Cómo es eso?" preguntó Lexa, sin expresar ningún tipo de desafío, simplemente con interés sincero.
"Sería tonta si pensara que podrías estar interesada en mí. Por un lado, soy veinte años mayor que tú"
Lexa sonrió, sacudiendo la cabeza. "Casi", dijo, estudiando el rostro bronceado, y bien desarrollado de Zoe.
"Lo bastante cerca", gruñó Zoe.
Lexa esperó en silencio. " ¿Y la otra razón?" le preguntó en voz baja.
Zoe se sonrojó cuando dijo: "Eres demasiado butch para una vieja deportista como yo. Me imagino que tus gustos van más por el tipo de "femme".
Lexa se echó hacia atrás, mientras la camarera deslizaba sus platos frente de ellas, pensando en las palabras de Zoe. Era la segunda persona, en dos semanas, que le decía lo mismo. Nunca había pensado en sí misma como una "butch" y trató de imaginar qué pensarían los demás. Era algo sobre lo que ella no tenía ninguna experiencia. Hasta este momento de su vida, su rango le había determinado cómo debía relacionarse con el resto de la gente. Las normas de conducta, incluyendo con quién puede "fraternizar", eran muy claras. Mucho las eludían, pero Lexa no. No era porque estuviera siempre de acuerdo con ciertas normas, pero no tenía ninguna necesidad de desafiarlas. Había pasado toda su vida ya sea preparándose para ser, o siendo, un oficial. Su vida profesional y personal, era una misma.
"Yo no estoy tan segura de ser del tipo "butch", pero estoy bastante segura de que yo no tengo ningún tipo de nada en particular", dijo después de un momento.
Zoe resopló mientras se ocupaba de su comida. "Confía en mí en esto, Sheriff, si quieres oir una terminología políticamente incorrecta, eres tan macho que pareces estar gritando "No dejes que te moleste.".
Lexa sonrió. "Bueno, como quieras llamarlo, para mí es algo natural. ¿Esto es sólo una cena amistosa, entonces?"
"Sí".
"Muy bien."
"Ya que estamos de confidencias", Zoe continuó: "¿Cómo terminaste en nuestro pequeño pueblo?"
"Necesitaba un trabajo, y este era el más adecuado para mí", comentó Lexa.
"¿Así que no has venido aquí en busca de amor?" Zoe preguntó medio en serio.
Lexa sonrió un poco triste "No exactamente".
"¿Y no has dejado a nadie atrás, a nadie de tu pasado?"
"No," respondió Lexa. "No tengo ningún pasado."
Zoe negó con la cabeza. "Realmente, eres de una rareza exquisita. La mayoría de la gente viene aquí para encontrar a alguien, o para escapar de algo."
"No soy tan diferente. Pero no es lo que estás pensando."
"Y no creo que me lo vayas a contar, ¿verdad?" preguntó Zoe, suavemente.
Con igual suavidad, Lexa respondió. "No esta noche."
Terminaron de cenar con otro tipo de conversación más ligera. Cuando Zoe vio que Lexa daba un vistazo a su reloj, por segunda vez, ella le preguntó: "¿Tienes que estar en alguna parte?"
"En la clínica", replicó. "Se supone que debo pasar por allí para que me quiten unos puntos. La médico me dijo que estaría allí hasta las diez."
"No hay prisa. Siempre está allí hasta muy tarde. Yo vivo en la misma calle. Ella no parece hacer otra cosa que trabajar
"Debe tener bastante trabajo, especialmente cuando eres el único médico en la ciudad", comentó Lexa, recordando a Clarke, con su firme determinación para andar sobre las peligrosas rocas para ayudar al hombre herido. Su dedicación era clara y admirable.
"Seguro que es difícil, especialmente si se utiliza el trabajo como una excusa para evitar tener una vida social. ¿No crees que hay un montón de médicos a los que le encantaría vivir aquí, durante la temporada, y trabajar con ella?" Lexa miró en silencio. Sintió un fuerte deseo de salir en defensa de Clarke, y una extraña oleada de ira, contra la crítica de Zoe. Ambas respuestas la confundían. Zoe no dejó pasar la mirada de Lexa. "Hey, me gusta", dijo en serio. "Siempre lo ha hecho. Ella es una buena persona, un gran amigo de la gente de esta ciudad, y hay muchas mujeres a las que les gustaría llegar a conocerla mejor, si lo permitiera." Ella se encogió de hombros mientras alcanzaba su bolso. "Ella no parece confiar en nadie, no deja que nadie se acerque demasiado, y eso es una lástima."
"Estoy segura que ella tiene sus razones", dijo a modo de respuesta.
Monty estaba saliendo por la puerta delantera cuando Lexa se acercó.
"¿Un día largo?" preguntó al recepcionista.
"Sí, demasiado", dijo con petulancia. "Los últimos pacientes no han parado de llegar, y al ritmo que va, a ella todavía le queda otra hora antes de que se pueda machar, eso si su pierna se lo permite. No me sorprendería que mañana apareciera con muletas. No sería la primera vez"
A pesar de su crítica voz, su angustia era evidente. Él estaba claramente preocupado por
Clarke, y a Lexa inmediatamente le cayó bien. Continuó mientras le abría la puerta que
Lexa pudiera entrar.
"¿Crees que alguna vez ha cancelado atender a sus pacientes sólo porque ella tiene que estar en la cama, descansando? ¡Por supuesto que no!" Mantuvo la puerta abierta mientras hablaba. "Mejor te acompaño a su despacho y la esperas. Es más cómodo, y ella te encontrará allí, cuando termine. Ella insistió en que me fuera a casa a tiempo. Como si pudiera hacerlo. ¡Ja! Espera hasta que vea que libro de citas, buena suerte entonces. Voy a ver si me necesita y le diré que estás aquí."
Lexa tuvo que sonreír ante el esbelto y atractivo joven, aunque sus pensamientos se desviaron hacia la mujer que trabajaba de manera totalmente desinteresada a pesar del coste personal que parecía pasarle. De repente se sintió muy ansiosa por verla.
"Entonces le espero en su despacho. Gracias."
Lexa se acomodó en la silla frente al escritorio de Clarke, dejando su sombrero sobre su rodilla, y dejó que sus ojos se perdieran en las fotos del grupo olímpico. A los pocos minutos, escuchó el sonido de unos pasos lentos, y se volvió para saludar a la doctora. Clarke estaba pálida y demacrada, pero sus ojos venían acompañados de una sonrisa.
"¿Llevas mucho tiempo esperando?" preguntó Clarke mientras ella se acomodaba en el sillón de cuero detrás de su escritorio. Trató de ocultar una mueca de dolor, cuando sintió un espasmo por su pierna dañada, obligándola a jadear.
"No mucho," dijo Lexa en voz baja. "¿Puedo hacer algo por ti?" El dolor de Clarke era obvio, y verla luchar con ello le hacía sentir impotente e inquieta.
Clarke la miró con sorpresa. "Dios, ya hemos llegado a ese punto, ¿no? ¿Porque tengo una discapacidad, no puedo ser como el resto de la gente?"
Estaba demasiado cansada y sentía demasiado dolor, como para ocultar su amargura.
"Tienes una lesión. "Discapacitada" no es una palabra que yo usaría para describirte", comentó Lexa, mientras se movía, con valentía, alrededor de la mesa de Clarke. "Veamos qué podemos hacer" terminó en voz baja.
"Tengo que conseguir quitarme este trasto", dijo Clarke con los dientes apretados, "pero si lo hago, no voy a ser capaz de llegar hasta mi coche."
"No te preocupes de eso," dijo Lexa mientras se arrodillaba. Ella empujó la pierna, a través de los pantalones vaqueros de Clarke, y estudió el dispositivo de metal con bisagras que se extendían, desde debajo de la rodilla hasta el arco de su pie. Su rostro era inexpresivo, mientras tocaba en el entrecruzamiento de las cicatrices quirúrgicas e injertos de piel, sobre los músculos atrofiados dañados. "No se ve muy complicado", dijo de manera uniforme. "¿Puedo?"
Las acciones de Lexa cogieron Clarke completamente por sorpresa. Ella la miró a los ojos verdes, que buscaron su rostro, repentinamente aterrorizada ante la posibilidad de que fuera a llorar. Estaba tan acostumbrada a combatir sus molestias ella sola, que la oferta directa de ayuda casi la abrumó.
"Por favor," susurró, con la garganta apretada.
Lexa soltó las ataduras de velcro y alivió ligeramente el aparato metálico. La pierna de
Clarke estaba hinchada, desde la pantorrilla hasta abajo, y el tobillo estaba empezando a decolorarse. Clarke jadeó de dolor, cuando Lexa suavemente empezó a masajear los tejidos lesionados, devolviendo poco a poco la sangre a la zona.
"Lo siento", murmuró Lexa. "Tenemos que hacer algo con esta hinchazón. ¿Tienes hielo?"
"Hay una bolsa de hielo sobre el fregadero en la sala de tratamiento," Clarke logró decir, luchando con el dolor físico y la agitación emocional inesperada, que Lexa le había provocado involuntariamente.
Lexa cogió el paquete, lo abrió, y lo envolvió alrededor del tobillo de Clarke con un vendaje que había encontrado. "Creo que esto es lo mejor que puedo hacer", dijo en tono de disculpa.
"Es más que suficiente," Clarke respondió, con gratitud, una vez que recuperó su aliento. "¿Eras médico en la Marina?"
Lexa se echó a reír, mientras se apoyaba en el borde de la mesa de Clarke. "Era policía militar, mientras estudiaba derecho, Tuvimos que atender varios avisos de lesiones de poca importancia.".
"Sólo dame un minuto, y luego voy a ver si puedo volver a colocarme esta maldita cosa de nuevo."
"¿Por qué?"
Clarke consideró, solemnemente, a Lexa. Era tan malditamente fácil hablar con ella, y lo que más miedo le daba, era que ella le gustaba. No quería admitir, que no podía aguantar más, que se encontraba condenadamente cansada. Al darse cuenta de lo mucho que quería confiar en esos ojos verdes, que la miraban tan profundamente, la hizo desconfiar. Algo tan convincente se le podría ir de las manos.
"No puedo ir muy lejos sin él," Clarke respondió, tratando de reír.
"¿Cuánto pesas?" Preguntó Lexa.
Clarke se rió. "¡Dios mío! ¿Es que no tienes sentido del tacto? ¿No sabes que es una pregunta peligrosa, para una mujer?"
Lexa metió las manos en los bolsillos, y respondió con toda seriedad: "Debo haberme perdido en el entrenamiento básico."
Clarke podía decir, por el brillo de determinación en los ojos de Lexa, que esto sería una batalla cuesta arriba. Graciosamente ella accedió. "Cincuenta kilos."
Lexa asintió. "No es problema. Coge tus llaves." Mientras hablaba, deslizó un brazo por detrás de los hombros de Clarke, y el otro por debajo d sus rodillas. "Espera," dijo
Lexa cuando se enderezó, sosteniendo a Clarke firmemente contra su pecho. Los brazos de Clarke se aferraron alrededor de su cuello.
"¿Estás bien?" Preguntó Lexa.
Por primera vez en todo el día, Clarke se había olvidado del dolor de su pierna. Se sentía totalmente desconcertada. Una cascada de sensaciones la asaltaban, notó los duros músculos, el latido del corazón lento y constante, el olor dulce de su transpiración. Lexa era una combinación embriagadora de la ternura y la fuerza, y la respuesta de Clarke fue automática. Se sonrojó ante la oleada de excitación, y respiró temblorosa, con la esperanza de que la mujer que la sujetaba no pudiera sentir su temblor.
"Sí, estoy bien", murmuró, permitiéndose el lujo de descansar la cabeza sobre el hombro de Lexa.
Lexa la llevó, en brazos, con suma facilidad a su coche patrulla y se instaló Clarke en el asiento delantero. "¿A dónde?" preguntó mientras arrancaba el motor.
"Derecho por la seis A hacia Truro. Está sólo una milla fuera de la ciudad."
En cuestión de minutos Lexa detuvo su coche delante de una vivienda unifamiliar, situada sobre una gran extensión frente al puerto de Provincetown. Cuando salió del coche una forma oscura se precipitó a través de la noche hacia ella.
"¡Whoa!" gritó cuando un enorme perro plantó sus patas delanteras en su pecho.
"Jed! ¡Al suelo!" gritó Clarke mientras trataba de salir, ella sola, del coche. Ante el sonido de su voz, el perro inmediatamente bajó al suelo y corrió hacia ella.
"¿Es seguro estar cerca?" Lexa preguntó mientras se acercaba al lado del pasajero de su vehículo.
"Es perfectamente seguro," dijo Clarke acariciando al perro, en su enorme pecho, a modo de saludo. "No está más que nervioso."
"¿Qué es?" preguntó mientras se inclinaba y levantaba a Clarke del asiento.
"Es un Mastín. Se llama Jedi, Jed, para abreviar."
"Eso me hace suponer que eres la princesa Leia," Lexa comentó, mientras caminaba por la acera hacia la amplia terraza que abarcaba la parte trasera de la casa.
"¿Qué te hace pensar que no soy Luke Skywalker?"
"Es sólo una corazonada".
Clarke se rió y se sentó, más cómodamente dentro del círculo, de los brazos de Lexa. Lexa la sostuvo mientras Clarke metía la llave en la puerta, de pronto, consciente del suave oleaje de los pechos de Clarke, la apretó contra su pecho, sintiendo la sutil fragancia de su perfume. La tenue luz de la luna, sobre el rostro de Clarke, era de una belleza intemporal. De repente, Lexa comenzó a temblar, y un calor desconocido le inundó.
"Me has defraudado," dijo Clarke con firmeza "estás temblando."
Lexa la bajó, con suavidad, manteniendo un brazo por la cintura a modo de apoyo.
"Supongo que no estoy en tan buena forma como yo pensaba," Lexa dijo un poco insegura. No podía recordar sentirse tan mareada, si tan siquiera después de haber recorrido un veintena de kilómetros, con peso sobre sus espaldas. No estaba segura de lo que estaba mal en ella, pero le daba mucha vergüenza.
"Tonterías", respondió Clarke mientras empujaba la puerta abierta. "Estás en excelente forma, pero ya es suficiente." Buscó el interruptor de luz en la puerta, iluminando una amplia sala de estar con vistas al mar.
"Es suficiente con que me dejes allí", dijo indicando un gran sofá situado delante de una pared con grandes ventanas y puertas correderas de cristal que daban a la terraza. "La mitad del tiempo me quedo dormida aquí. Una noche más en el sofá no me va a matar."
"¿Te pongo más hielo?" le preguntó Lexa colocándole la pierna sobre varias almohadas.
"No por el momento. Pero me tomaría una copa, y sin duda has ganado otra. Si no te importa servirme un whisky, te estaría agradecida, para siempre."
Lexa le trajo la bebida, y se sirvió una cerveza para ella. "No hace falta que me lo agradezcas. Te mereces esto y más, después del día que has tenido."
Lexa se sentó en el sofá, estirando las piernas para acomodar a Jed, que se había subido en parte delantera del sofá. Cuando levantó su enorme cabeza y la apoyó en su muslo, empezó a acariciarlo distraídamente. Todavía se sentía extrañamente agitada.
"Octavia Kane ha pasado, esta mañana, por la clínica", comentó Clarke. "Ella quería que revisara sus lesiones, para poder empezar a entrenar contigo."
"¿Está bien?" preguntó Lexa, agradecida por hablar de algo casual, y volver a controlar su propio estado de inquietud.
"Ella está bien. Es muy bueno lo que haces por esa chica", añadió Clarke, mirando a Lexa de cerca. La sheriff parecía distraída, y aún más lejos que de costumbre.
Lexa volvió hacia ella, con sorpresa. "¿Por qué lo dices?"
Clarke suspiró. "Creo que sabes que la madre de Octavia murió hace tres años. Eso es suficientemente horrible, a cualquier edad, pero es especialmente difícil para un adolescente. Deduzco, que Marcus te habrá dijo que O. se ha estado comportando de forma un poco salvaje. Parece que trabajar contigo puede ser justo lo que ella necesita."
"Espero que le ayude", dijo Lexa. "Yo sé lo que es como cuando todo el mundo parece desaparecer, durante la noche. Puede ser un momento peligroso."
"¿Te pasó a ti?" Clarke preguntó en voz baja, esperando un atisbo de lo que había debajo de ese exterior de acero formidable.
Lexa miró hacia el agua iluminada por la luna, recordando cómo era ella a esa edad. Recordó cómo se sintió cuando su madre se había ido, su incertidumbre y su ira. Su padre la amaba, y él le enseñó las cosas que sabía, le enseñó cosas como responsabilidad, disciplina y honor. Él le enseñó el camino que le habían enseñado, el camino de la Marina. Él esperaba lo mejor de ella, y lo consiguió. A cambio, le proporcionó una vida ordenada, confiable y predecible.
"Podría haber sido diferente para mí", pensó casi para sí misma. "Mis padres se divorciaron cuando yo tenía catorce años. Mi padre es marino carrera, y me crió para seguir sus pasos. Me he pasado toda la vida en la Infantería de Marina, de una manera u otra. Es cierto lo que dicen fue muy duro, sobretodo esos primeros años hasta que tuve edad suficiente para el ROTC y la universidad fueron complicados".
"Me imagino que todo fue duro", aventuró Clarke, empezando a entender por qué Lexa parecía tan controlada. El Cuerpo de Marines, sin duda, produce buenos soldados, ¿pero a qué precio?
"No me malinterpretes Me encantó la Infantería de Marina, de hecho todavía estoy en la reserva, pero cuando yo tenía la edad de O. no fue fácil A veces estaba muy sola..."
Lexa se detuvo, repentinamente consciente de sí misma. Ella nunca había hablado de sí misma, y no tenía idea de por qué lo estaba haciendo ahora.
"¿Qué hay de tu madre?" Clarke sondeó suavemente.
Lexa, inconscientemente, cuadró los hombros, con ese gesto militar con el que Clarke se estaba familiarizando, y respondió rotundamente: "Ella no estaba allí."
"Lo siento," dijo Clarke, "No debería haber preguntado."
Lexa sonrió, con esa sonrisa impresionante fugaz. "No me di cuenta."
Clarke se rió. "Dudo que haya algo que se te escape." De repente muy seria, Clarke agregó: "Hoy has sido de mucha ayuda, no estoy segura de cómo me las podría haber arreglado sin ti, esta mañana en el muelle, o esta noche." A pesar de que hablaba en serio, ella no quería pensar, demasiado, en por qué estaba admitiendo su debilidad, cuando ella lo había negado durante tanto tiempo. No quería pensar demasiado, en lo diferente que Lexa parecía, como nadie que hubiera conocido antes, o de lo fácil que hubiera sido aceptar su ayuda. No quería pensar, en lo mucho que le había afectado la calma y firme presencia de esta distante mujer. "Yo… Yo sólo quería darte las gracias"
Lexa negó con la cabeza, interrumpiendo las palabras de Clarke. "Doctora Griffin"
"¡Por favor! ¡Llámame Clarke!"
"Está bien," Lexa asintió, casi con timidez, "Clarke, ha sido un honor y un placer. Así que por favor no me des las gracias, por algo que estaba encantada de hacer."
Clarke miró a los intensos y penetrantes ojos de Lexa, y algo visceral se agitó dentro de ella. Se quedó sin aliento, movida por la simple honestidad de las palabras de Lexa. Su voz estaba cargada de emoción, mientras ella respondió: "Es más que un trabajo para ti, ¿no es así?"
Lexa se sonrojó, pero ella sostuvo la mirada de Clarke. "No es sólo eso, pero hice el juramento de servir y proteger, y cada día me alegro de haberlo hecho."
"Yo no lo creo. Te he visto en acción," dijo en voz baja. Ella pensó que Lexa tenía que ser la persona más sencilla que había conocido, y al mismo tiempo la más complicada.
"Bueno," dijo Lexa mientras se levantaba. "Entonces, no te opondrás a que venga a recogerte para llevarte a la clínica, por la mañana. Recuerda, no tienes coche."
"No me dejas mucho para discutir, ¿verdad?" Clarke comentó con tristeza, al darse cuenta de que Lexa volvía a ofrecer su ayuda, imposible de rechazar.
"Esa es una habilidad que aprendí en la escuela de formación de oficiales." Lexa se reincorporó, sus ojos risueños.
"Entonces acepto, Sheriff," Clarke bromeó a la ligera.
Clarke la miró mientras se dirigía con gracia a la puerta, sonriendo ante el rápido saludo que Lexa le dio al salir. Ella se recostó en el sofá, culpando a los efectos del whisky, por la repentina oleada de calor que sentía por todo su cuerpo.
