Capítulo Once
"Lexa, ¿estás ahí?"
Lexa pulsó el botón de la radio, sujeta a su camisa.
"Te copio, Indra."
"Ha llamado una pareja desde Lobster Pot; hay un niño desaparecido."
"Diez - cuatro," dijo secamente, mientras empezaba a dirigirse al restaurante. No era raro que los niños se alejaran de sus padres, pero siempre era motivo de preocupación. El tráfico era pesado e impredecible, y con tantos kilómetros de playa, el mar planteaba un peligro muy real. Se acercó a unos padres ansiosos, con un niño, que parecía tener unos diez años.
"Soy Wood, la ayudante del sheriff," dijo ella. "¿Qué ha pasado?"
"Nuestra hija," comenzó el padre, "se ha perdido. Estábamos paseando, mirando escaparates. Cuando nos detuvimos para comparar un helado para los niños, Sandy se había ido. Pensamos…"
"Bill…" su esposa interrumpió en un tono de advertencia.
"Es mi culpa", dijo el joven con voz trémula. "Se suponía que la tenía agarrada de la mano, pero un par de chicos, en patines, se metieron entre nosotros y nos soltamos. Todavía estaba justo a mi lado", dijo entre sollozos y bajó la cabeza.
Su madre lo atrajo hacia ella. "Está bien, Greg, vamos a encontrarla. No es culpa tuya."
"¿Cuánto tiempo ha pasado desde que la visteis?" Lexa preguntó con suavidad, tratando de mantener la calma.
El hombre y su mujer se miraron con confusión. "¿Tal vez una media hora?" dijo vacilante.
"¿Y su nombre completo?"
"Sandra Lynn James. Tiene seis años."
"¿Qué lleva puesto?" Lexa continuó tomando notas en su pequeña libreta.
"Vaqueros, una camiseta amarilla y zapatillas rojas", su madre informó a Lexa.
"Sheriff ", dijo el padre en voz baja, "nuestra hija está en desventaja".
Lexa levantó la vista rápidamente. "¿Cómo?"
"Ella no puede comunicarse muy bien. No habla mucho y se distrae con facilidad. No va a reaccionar como lo haría cualquier otro niño perdido".
"¿Qué puede hacer?"
Él se encogió de hombros. "Es difícil de decir. Ella puede sentarse durante horas viendo algo que llame su atención, o puede simplemente pasear."
"¿Sabe nadar?"
La madre ahogó un grito y agarró a su marido de la mano.
"No," dijo desesperado.
"Dime lo que le gusta, ¿qué le gustaría hacer?"
Por un momento ambos parecían confundidos.
"A ella le gusta el color rojo", dijo su hermano en voz baja, "y le encantan las aves, todo tipo de pájaros." Él dio un paso hacia Lexa con el rostro forzado "Quiero ir con usted a buscarla."
Lexa se arrodilló hasta que su cara estaba al nivel de la suya. "Tus padres están muy asustados. Necesito que te quedes con ellos, para asegurarte de que están bien. Necesito que pienses, en todo lo que le gusta a tu hermana para ayudarme a encontrarla. Te voy a dar un número especial al que me puedes llamarme para contarle lo que sea, en cualquier momento. ¿De acuerdo?"
La miró y luego asintió. "Muy bien."
"Bien," dijo, mientras se enderezaba. "Indra", llamó a través de la radio.
"Adelante, Lexa," una voz firme respondió.
"Despierta a Smith, que él y Jeff Lyons me llamen. Informa al Jefe, y la médico, de lo que tenemos. Cuando encontremos a la niña, tenemos que llevarla a la clínica."
"Ahora mismo."
Lexa volvió con la familia. "Quiero que esperéis en la estación de policía. En un minuto tendré a un oficial para que os lleve allí. Quiero empezar la búsqueda tienda por tienda, a lo largo del camino por el que habéis venido. ¿Tenéis una foto que me pueda llevar?"
"Sí", respondió la madre de la niña, buscando su cartera por el bolso. "Aquí tengo una foto de la escuela." Alisó la foto tiernamente, con la punta de los dedos, antes de entregársela a Lexa. "Por favor, encuéntrela, Sheriff."
Lexa se guardó la foto en el bolsillo delantero de su camisa. "Sí, señora, lo haré." Volvió a llamar por radio, mientras se dirigía a la tienda más cercana. "Indra dile a Smith que venga a recoger a la familia y los lleve a nuestra estación, y dile a Lyons que empiece la búsqueda en coche por toda la ciudad."
"¿Crees que alguien se la llevó?" preguntó alarmada, casi sin aliento.
"Es sólo rutina, Indra," Lexa respondió con seriedad. "Y llámame con toda la información que vayáis recopilando ¿de acuerdo?"
"Por supuesto."
Lexa pasó dos horas hablando personalmente con cada comerciante del lugar, para asegurarse de que no habían visto a la niña. Recorrió todas las tiendas, comprobó los bancos y las puertas a lo largo de toda la ruta. No había ni rastro de la niña. Por último, llamó por teléfono a la estación para hablar con Marcus Kane.
"Es inútil, Jefe necesitamos ayuda. Va a oscurecer en una hora y media, y se duplicará el número de turistas en las calles. Puede estar bien herida en alguna parte, puede que alguien la tenga, o incluso se haya escondido. Deberíamos pedir voluntarios, sacar copias de su foto, e iniciar una búsqueda calle por calle."
"Hay un grupo de "salud por la mujer" que está muy bien organizado. Pueden ayudarnos más rápido que cualquier otro voluntario. ¿Dónde los quieres?"
"Haz que vayan al Ayuntamiento, en media hora."
De camino, se detuvo para tener fotocopias de la foto de Sandy. Ella se alegró de encontrar a quince personas, que la estaba esperando. Mientras repartía la foto de la niña y organizaba a los voluntarios, en grupos de dos en dos, con tareas específicas, vio llegar a Clarke Griffin y a su personal de la clínica. Le hizo un gesto para que la doctora a uniera a ella.
"¿Hay algo especial que deba decirles sobre la niña?" Preguntó a Lexa.
"¿Has hablado con sus padres?"
"Lo he hecho, y al margen de lo que parece como alguna forma de autismo, ella está perfectamente sana. Mi mayor preocupación, es que cada vez hace más frío, y si ella está fuera toda la noche, la hipotermia puede ser un peligro."
"Lo sé. Por eso quiero encontrarla antes de que oscurezca." Lexa volvió con los voluntarios, para dirigir el inicio de la búsqueda. "He llamado a la Guardia Costera para que también hagan una exploración por la costa y el agua. ¿Estarás aquí si te necesito?"
"Monty y Harper también se han unido a nosotros, así que he cerrado la clínica. Si quieres puedo esperar allí. Tengo el Jeep, así que puedo moverme si me necesitas. Aquí está mi tarjeta", respondió ella, escribiendo el número de su busca en la parte trasera. "¿Me llamarás cuando sepas algo?" Miró el rostro de Lexa, sabiendo que debía estar sintiendo mucha presión. Sus ojos verdes eran más intensos de lo habitual, si es que eso era posible, y con la voz un poco brusca, pero su rostro no revelaba nada de sus emociones. Dios, ¿cómo es posible que siempre tenga tanto control? Clarke no podía dejar de pensar en lo que le podría estar costando mantenerse tan en calma. Como médico, sabía el precio tan alto que tendría que pagar. "¿Lexa?"
Lexa estaba mirando hacia el puerto, su concentración apenas le permitía escuchar la voz de Clarke. "¿Ves eso?" preguntó en voz baja.
Clarke siguió su línea de visión, perpleja. "¿Qué? ¿Las cometas?"
Lexa asintió con la cabeza, con su mirada fija en una cometa roja decorada con amplias alas. "A ella le gustan las aves, dijo su hermano, y el color rojo."
Clarke la miró, y luego hacia el cielo. "¿Adónde iría para acercarse a verlas?"
"Hacia el agua, a la salida de uno de los muelles", dijo Lexa con gravedad."¿Puedes llamar al sheriff, para que envíe a uno de los hombres, y compruebe los pilares en el extremo oeste? Vas a empezar a buscar más cerca de donde fue vista por última vez . "
"Sí , por supuesto."
Lexa miró, fijando sus ojos en Clarke mientras tomaba su mano suavemente, le apretaba los dedos de Clarke. "Gracias."
Clarke sintió el breve contacto de su mano. Los sonidos de la multitud retrocedían mientras su mirada se centraba en Lexa. Ella estaba paralizada, apenas podía respirar. En ese momento, se dio cuenta que Lexa Wood era la mujer más fascinante que jamás había conocido. Y además ella era hermosa. "Tengo un gran problema", pensó Clarke.
Tragó saliva, preguntándose si alguna vez sería capaz de mirar hacia otro lado. Afortunadamente, en ese momento, alguien llamó la atención de Lexa, que le soltó la mano, y giró hacia un lado. Clarke dio un suspiro tembloroso. Vamos tengo que estar centrada. Sólo tengo que mantenerme lejos de ella. Ella no tiene idea de lo que está haciendo, no tiene ni idea del efecto que tiene sobre cualquier mujer. Por fín, Clarke se dio cuenta, con sorpresa, de que efectivamente eso era cierto, Lexa no lo sabía. Y si ella no lo sabía, ¿qué decía eso de ella? Clarke consideró lo poco que sabía del pasado de Lexa. Una parte de ella siempre había asumido que Lexa era lesbiana, porque lo parecía, y porque Clarke la encontraba atractiva. Pero tal vez ella no lo era, o tal vez ella no sabía que lo era. Clarke negó con la cabeza. No puede ser. No hay manera de que yo me involucre con alguien que acaba de salir del armario, o Dios no lo quiera, que sea heterosexual. Observó a Lexa avanzar con grandes zancadas, por la acera hacia el centro de la ciudad, y quiso que su corazón dejara de golpear. No funcionó, y trató de decirse a sí misma, que sólo era su preocupación por la niña.
Eran casi las ocho de la tarde, cuando Clarke dejó la última carta, en la bandeja, al lado de su escritorio. Ya había empezado a oscurecer, hacía casi dos horas. No podía imaginar cómo se deberían sentir los padres de la niña, o el miedo que la niña debería tener. Odiaba que los niños estuvieran enfermos. A menudo era imposible explicarles lo que estaba pasando, ni por qué tenía que hacer cosas que les hacían daño. Con demasiada frecuencia, simplemente tenía que hacer lo que había que hacer, aceptar que a veces tenía que causar dolor, para después poder curar. Pero nunca era más fácil. Pensó en Niylah, la mujer que había amado durante diez años, durante la facultad de medicina y la residencia en cirugía N.T's, hasta que terminó cuatro años atrás. Niylah era una cirujana maravillosa, e irritante, capaz de separar las emociones que amenazaban su equilibrio. Una habilidad necesaria para poder entrar en una sala de operaciones, pero un aspecto mortal para poder mantener una relación. Había sido tan condenadamente difícil resistirse a Niylah, que Clarke le había perdonado todo lo que le había hecho, excepto lo último. Incluso su sonrisa cautivadora, y su promesa de amor eterno, no pudieron influir en Clarke, entonces. Eso fue parte de la razón de su ruptura. Clarke necesitaba evitar cualquier fantasía sobre la Sheriff enigmática, que tenía esa misma cualidad irresistible de valentía y atractivo libertino, que Niylah había tenido. Una vez era suficiente. Lexa Wood podría ser encantadora, galante y valiente, pero era peligrosa. Clarke se sacudió en su asiento cuando el sonó teléfono.
"¿Sí?" dijo bruscamente.
"La hemos encontrado, doctora. Llegaremos en cinco minutos. Los padres están en camino", dijo Lexa desde el teléfono de su coche.
"¿Cómo está?" le preguntó mientras se levantaba de detrás de su escritorio.
"Ella no habla. No llora. Pero tampoco veo ninguna lesión evidente. Estaba en la misma
calle"
"Traémela a la sala de reconocimientos."
"Entendido".
A los pocos minutos, Clarke levantó la vista para encontrarse con Lexa de pie en la puerta de su consulta con un bulto entre sus brazos. Una cabeza rubia despeinada asomaba a través del chaleco antibalas verde, adornado con la insignia del cuerpo de Marines.
"Pónla sobre la mesa," le indicó Clarke, bruscamente, mientras cogía un estetoscopio.
Lexa dejó a la niña cuidadosamente, en la superficie cubierta de papel, cuando Clarke se volvió hacia la niña con una sonrisa en su rostro.
"Hola, cariño", dijo. "Soy la Dra. Griffin. ¿Me puede decir tu nombre?" Ella puso su mano sobre la rodilla de la niña mientras le hablaba. La piel de la niña estaba fría al tacto. "Lexa, hay una manta detrás tuyo. Me la puedes acercar, ¿por favor?"
Lexa envolvió la suave manta alrededor de los hombros de la niña, mientras Clarke le colocaba el termómetro contra lóbulo de la oreja. La niña la miró en silencio, pero no parecía tener miedo.
"Su temperatura es un poco baja, pero no es peligroso", comentó Clarke mientras colocaba la campana de su estetoscopio sobre el pequeño pecho. Destacó el fuerte ritmo constante de satisfacción. Miró hacia abajo y se dio cuenta de la niña no llevaba ni zapatos ni medias.
"¿Qué ha pasado con sus zapatos?" preguntó mientras se guardaba el estetoscopio en el bolsillo.
"Se los quité," respondió Lexa. "Estaban mojados."
Ahora que estaba convencida de que el niña no estaba en peligro, Clarke realmente miró a Lexa por primera vez.
"Estás empapada, Lexa. ¿Qué ha pasado?"
Lexa se encogió de hombros. "Ella estaba en la zona de las rocas, cerca de la orilla, mirando las cometas. La marea había llegado bastante lejos, antes de que yo la encontrara."
Clarke se estremeció interiormente ante la imagen de la pequeña atrapada por las aguas arremolinadas, sin poder salir y probablemente siendo incapaz de nadar. Ella sabía que el rescate había llegado justo a tiempo, y sólo gracias a la inteligencia y la incansable dedicación de la mujer que se encontraba a su lado. Una mujer, que estaba temblando, un poco, mientras esperaba para ayudar aún más.
"Tienes que quitarte esa ropa, Lexa" dijo suavemente.
"Me quedaré por si me necesitas", le respondió en voz baja.
Clarke negó con la cabeza. "Ella está bien. Sus padres llegarán pronto. Vamos."
"Tengo ropa en el coche patrulla. Sólo será un minuto", dijo Lexa, reacia a dejarlas.
Sabía, instintivamente, que la niña no estaba en peligro, pero estaba cautivada observando trabajar a Clarke. Se había hecho cargo, con un grado de mando al que Lexa estaba acostumbrada, pero con una dulzura y una empatía, que nunca había visto en el mundo de los hombres en el que Lexa había vivido.
Clarke le dirigió una mirada severa, "cámbiate ahora. ¡Ve!"
Lexa sonrió, haciéndole un saludo formal. "¡Sí, señora!"
Cuando Lexa se disponía a salir, entraron los padres de la niña corriendo. Los sonidos satisfactorios de gritos aliviados, y el reencuentro feliz siguieron su retirada.
Clarke tardó unos minutos en convencer a los padres de que la niña estaba perfectamente bien, y finalmente empezaron a relajarse, después de las horas de frenética preocupación. Por fin, ella miró hacia el pasillo, aturdida por lo que vio. Lexa estaba mirando, en silencio, en la puerta. Ella se había puesto unos pantalones de chándal, grises desteñidos, y una camiseta, ropas muy gastadas que acentuaba su aspecto físico y su buena forma, que marcaban sus anchos hombros, exponiendo los músculos muy definidos de sus brazos, aferrándose a sus estrechas caderas y muslos fuertes. La garganta de Clarke se secó, cuando su corazón se aceleró. Quería mirar hacia otro lado, quería negar la onda inconfundible de deseo que sentía, quería no encontrar a esta mujer insólita más hermosa que cualquier otra cosa que jamás había visto. Afortunadamente, los padres vieron a Lexa allí y se acercaron a ella, liberando a Clarke de la mirada que sin saberlo, la mantenía cautiva.
Lexa estaba claramente incómoda con la atención del Sr. James cuando la agarró de la mano, agitando furiosamente cuando exclamó: "¡Muchas gracias, Sheriff. No puedo decirte lo mucho que apreciamos lo que has hecho"
"De nada…" Lexa respondió, tratando de soltar su mano del férreo agarre.
Al fin se hizo a un lado, pero sólo para ser reemplazado por el de su esposa. Levantó la vista hacia Lexa por un momento, con sus ojos enrojecidos de lágrimas fijos en Lexa. Entonces, inesperadamente, ella puso su mano en la mejilla de Lexa en una suave caricia.
"No sé lo que habría hecho si no la hubiera encontrado," susurró suavemente.
Clarke miró, paralizada, cómo Lexa, tiernamente puso su mano sobre los dedos temblorosos de la mujer y los apretó suavemente.
"Nunca hubiera dejado de buscar a su hija," murmuró Lexa.
Los ojos verdes de Lexa se alzaron por encima de la cabeza de la mujer, y se encontraron con la mirada de Clarke. La profundidad de la compasión de Lexa estaba abierta ante ella, y Clarke estaba sorprendida, de que ella nunca podría haber cuestionado los sentimientos de Lexa .
Clarke comprendió en ese momento, que lo que Lexa escondía tan bien, con su estricta profesionalidad y rígida disciplina, era un grado de empatía que rayaba claramente lo doloroso. Que ella lo escondiera inconscientemente, incluso de sí misma, provenía de muchos años de hábito. Clarke no tenía ninguna duda de eso. Se preguntó qué dolor ocultaban esas barricadas, y se encontró, aún más intrigada por la increíblemente apuesta sheriff.
Lexa se sonrojó bajo el intenso escrutinio de Clarke, que finalmente, apartó la mirada.
Los padres continuaron su agradecimiento cuando se reunieron sus hijos y siguieron al sheriff Kane , dejando a Clarke y a Lexa solas en silencio.
"Bueno, yo…" Lexa comenzó.
"Ha…" Clarke dijo al mismo tiempo.
Se rieron, al relajarse tras varias horas de tensión, finalmente se tranquilizaron.
Lexa se apoyó en el marco de la puerta y miró a Clarke con una sonrisa.
"¿Qué decías?"
"Me muero de hambre. ¿Y tú?"
"No he cenado, y no recuerdo cuándo he comido" Lexa miró su reloj y frunció el ceño. "Desafortunadamente, son las ocho de un sábado por la noche. Bueno, no quiero interferir en ningún plan que tuvieras."
Clarke levantó un dedo, pidiendo silencio mientras cogía el teléfono de la pared detrás de ella. Marcó el número de la memoria. "¿Claire? Soy Clarke. ¿Me puedes hacer sitio? Sí, ahora mismo sería genial." Se detuvo un segundo, mirando hacia Lexa. "No… para los dos." Ella se echó a reír, se sonrojó ligeramente. "No saques conclusiones. Bueno vamos para allí."
"Al Flagstaff", dijo mientras colgaba el teléfono, "vamos."
"Espera un momento," protestó, señalando a su atuendo. "Mírame. No puedo ir así"
Eso era exactamente lo que Clarke no quería, que nadie más la mirara. "Estás muy bien", dijo, refiriéndose a ella. "Además, estamos en Provincetown. No tenemos código de vestimenta. No hay problema"
Por una vez, Lexa aceptó la orden, sintiendo que no había opción para negarse.
En verdad, el resto de la gente vestía de manera informal. La dueña del restaurante las llevó a una mesa, en una esquina, con una hermosa vista de la bahía. Cuando les trajeron una cubeta con champaña frío, levantó una ceja a modo de pregunta.
Clarke se encogió de hombros, avergonzada. "Son viejas amigas. Las conozco desde hace varios años, cuando trabajaba en Boston. Y ahora están tratando de buscarme pareja" Se ocupó de servir el champán, desconcertada por el silencio de Lexa, mientras la miraba a los ojos. "¿Qué?" preguntó ella.
"Háblame de Boston," respondió Lexa. La mirada en el rostro de Clarke, se volvió triste, en cuanto preguntó sobre Boston. Algo le había ocurrido allí, que todavía la perseguía. Quería saber qué había causado ese brillo fugaz de dolor.
Clarke podía fingir que no entendía, pero decidió ya era el momento de hacerlo. Rara vez hablaba de su vida personal, pero ahora quería. Lexa la estaba mirando como si sus siguientes palabras fueran lo único que importaba, y Clarke quería contárselo. No estaba dispuesta a preguntarse por qué.
"Viví allí durante diez años, durante mi residencia en la facultad, y algunos años después. Mi pareja también estudiaba allí, y las dos hicimos prácticas en Boston General cuando terminamos. Claire y Sheila, las dueñas de este lugar, eran buenas amigos nuestras. Vinieron aquí para seguir su sueño de ser dueñas de un restaurante, y cuando Niylah me dejó, me convencieron para venir a vivir aquí. Al principio, pensé que sería sólo temporal, hasta que tuviera a mi vida en orden. Pero ahora sé que ésta es mi vida."
"¿Estuvisteis mucho tiempo juntas, tú y Niylah?" Preguntó Lexa, sin apartar los ojos del rostro de Clarke.
"Desde la escuela de medicina… casi doce años." Sin ser preguntada, ella continuó. "Yo era asistente de un ER. Ella era cirujana de trauma, y era atractiva como el infierno. Todas las mujeres iban tras ella, y finalmente se terminó. La encontré con una de las enfermeras, en la sala de descanso, en mitad de una guardia. Ella me dijo que era la primera vez, pero nunca lo sabremos, ¿verdad? Me quedé poco tiempo después de eso."
No pudo evitar mostrar dolor en su voz, y se sorprendió al notar lágrimas en sus ojos. Las lágrimas que sabía que no eran tanto por el engaño de Niylah, sino por su propia desilusión amorosa.
"Lo siento", murmuró Lexa, al oír el temblor en la voz de Clarke. "Eso fue estúpido por mi parte. Yo no quería despertar viejas heridas".
Clarke sonrió tristemente. "No lo sientas. Pensé que estaríamos juntas para siempre. Me equivoqué. No voy a volver a cometer el mismo error."
Lexa entendió que el tema estaba cerrado. "Mi dojo está casi terminado. ¿Sigues interesada en entrenar?" preguntó ella, en busca de un tema de conversación más seguro.
"Absolutamente", respondió Clarke con entusiasmo, agradeciendo el cambio de conversación, y realmente ansiosa por discutir su mutua atracción por las artes marciales. "¿Cuándo podemos empezar?"
Lexa se echó a reír. "Me recuerdas a Octavia. Siempre lista para empezar."
"Gracias, creo. ¿Cómo lo está haciendo?"
"Muy bien. Ella tiene la habilidad natural, y si se esfuerza será muy bueno para ella."
"Me alegra oír eso. Ella necesitaba un poco de orientación."
Lexa se preguntaba si debía comentar sus preocupaciones, acerca de Octavia, con Clarke, pero finalmente, decidió que no debía traicionar la confianza de las niñas. Sintió que Clarke sabría qué hacer, si las cosas se salían de su control, y decidió que hablaría con ella, sólo cuando fuera necesario.
"¿Qué tal mañana? ¿A las seis y media?" Preguntó Lexa.
Clarke se rió con tristeza, al darse cuenta de que para Lexa, el domingo no era diferente a cualquier otro día de la semana. Era evidente que no tenía idea de lo que era dormir.
"Estaré allí. Ahora vamos a pedir. Tengo que ir a casa y acostarme pronto."
Lexa miró con sorpresa ante de suave risa de Clarke, a modo de broma.
La comida transcurrió rápidamente mientras hablaban de la temporada turística e intercambiaban chismes sobre los pequeños habitantes de la ciudad. La comida era excelente y el efecto del champán permitía que se relajaran. Acababan de pedir el café, cuando Clarke dio cuenta de que los ojos de Lexa estaban clavados en alguien, al otro lado de la habitación.
"Discúlpame un momento," dijo Lexa, mientras se ponía de pie y se movió resueltamente.
Clarke miró detrás de ella, mientras se acercaba a dos mujeres sentadas al otro lado de la habitación. La soledad que sentía, ante la repentina ausencia de Lexa, la sorprendió. Durante un tiempo, se había olvidado de dónde estaba, incluso de lo que tenía que hacer al día siguiente. Ella había estado totalmente inmersa en el momento, disfrutando enormemente de la compañía de Lexa. Era una mujer sorprendentemente perspicaz, con buen humor, y siempre centrada en Clarke. Era una mezcla embriagadora, teniendo en cuenta lo físicamente atractiva que era. Eso le recordaba a Niylah, y por instante, Clarke entró en pánico. Luego respiró hondo y recordó que sólo estaban cenando, no estaban en una cita. Cuando Lexa volvió, unos minutos más tarde, estaba extrañamente tranquila.
"¿Estás bien?" le preguntó.
Lexa la miró sorprendida. "Sí, por supuesto."
"¿Las conoces bien? ¿A Becca y a Anya?" Preguntó Clarke, señalando a la pareja.
"No, realmente no," Lexa respondió en voz baja. "Aunque Anya es mi madre. "
Clarke estaba totalmente pérdida. Dios, esta mujer estaba llena de sorpresas. Recordó vagamente lo poco que sabía de su pasado, y suponía que sería era un tema doloroso.
"¿Sabías que ella estaba aquí, en Provincetown?" preguntó ella con cuidado.
"Sí", dijo Lexa, mientras daba vueltas, lentamente, a su café.
"¿Y...?"
"Realmente no estoy segura de lo que significa" continuó Lexa. " Yo sé, que ella, en parte, era la razón por la que vine aquí, pero no estoy segura de lo que espero conseguir. No le he dicho a mi padre que ella está aquí, y eso debe significar algo."
"¿Se puede enfadar?"
"No estoy segura. Creo que sí. Todavía no ha aceptado mi salida del Cuerpo de Marines, y estoy segura de que él pensara que ella es una de las razones."
"¿Y lo es?"
Lexa se quedó en silencio, durante un momento, mirando a través del puerto iluminado por la luna, tratando de encontrar las palabras para explicar lo que llevaba sintiendo desde hace seis meses, cuando su vida cambió tan drásticamente. Había entregado su vida a la Infantería de Marina, la única familia que había conocido, pero se dio cuenta de que ya no le convenía. Había sopesado una gran cantidad de razones, por las que Provincetown era el lugar en el que debería vivir, pero nunca había admitido que la parte más importante de su decisión había sido su madre. Volvió la mirada hacia Clarke, esperando que la incertidumbre que sentía no se notara. Clarke la miró con calma, esperando sin juicio. Lexa sintió que su aceptación y su tensión disminuían. Estiró su largo cuerpo y lanzó a Clarke una sonrisa pálida.
"Sí supongo que lo es," comenzó lentamente. "He sabido desde hace algún tiempo, que ella estaba aquí, pero han pasado muchos años desde que perdimos el contacto. Crecí intentando no pensar en ella. La mayoría de las veces lo lograba. Mi padre hizo lo imposible que nos viéramos, cuando yo era joven, y nunca hablábamos de ella."
Lexa miró a Clarke rápidamente. "No me malinterpretes. Quiero a mi padre, a pesar de que estaba equivocado. Probablemente él actuó por su orgullo herido, pero nunca dudé de su amor por mí. Durante la mayor parte de mi vida, me gustaba la vida de los Marines, también."
Clarke se rió. "Oh, no lo dudo. Con uniforme o sin él, siempre serás un marine." De repente se puso seria, queriendo saber más, y preguntó: "Entonces, ¿por qué lo dejaste?"
Lexa miró a Clarke mientras pensaba escoger sus palabras con cuidado. Para ella, era importante que Clarke lo entendiera. "Nací y crecí como infante de marina, nunca había salido de allí, y entendí que ya era hora de irme… Entendí que era el momento de construir mi propia vida, y quería que mi madre forma parte de ella"
"Yo espero que funcione", dijo Clarke suavemente.
Lexa asintió con la cabeza, empujando la taza vacía a un lado. "Gracias." Miró su reloj y dijo en tono de disculpa: "Me temo que tengo que volver al trabajo".
Clarke se estaba acostumbrando a la devoción de Lexa por su trabajo, reconociendo que el trabajo era en lo que ella se sentía más cómoda. Deseó que su noche no hubiera llegado a su fin, nunca había disfrutado tanto de la compañía, de otra mujer.
