Pasó algo muy extraño al devolverme de la cena.
Dado que comí muy poco y Elena ingería bocaditos de pájaro por las noches, nos marchamos antes que los demás y anduvimos los silenciosos y solitarios pasillos a la par, sostenidos de la mano. De golpe, cercanos a la entrada de la casa Slytherin, sentí una extraña vibración en mi espalda.
—¿Amo? —me llamó Elena.
—No —respondí vagamente, girando el rostro al rascarme la columna. ¿Acaso era una de las bromas del duende de Hogwarts? Pero por el corredor no había ni una sombra —. Nada, tuve una picazón.
Encogiéndonos de hombros continuamos con nuestro camino. Ignoré la segunda sensación de cosquilleo, esta vez en mi pierna. Quizá fuese la magia de Hogwarts o algo así, no se me ocurría una explicación decente. Dentro de nuestra alcoba corrí a tomar a Ismael; moría de ganas de hacer una figura de él en baba.
—Me agradó su idea, amo. Esta cosa es… —Elena no completó su frase, jugando con la baba amarilla. En el gran comedor ella la mantuvo sobre su regazo.
—Ni a Alec ni a Neville les interesó mucho.
Elena hizo una mueca.
—Lo simple es mejor, amo. ¿Le escribirá ya a su padre?
—Supongo.
¿Y si a papá no le gustaba? Pues, en mi experiencia, papá era muy sincero y conocedor, lo que él considerase mejor sería lo que yo haría, papá nunca se equivocaba. Tuve que envolver la baba rehecha y más firme en una tela que Elena me proveyó de su escaparate con artículos… ¿femeninos? De sastrería, más bien.
La carta fue fácil de escribir.
Hola papá.
¿Cómo has estado? Vimos tus fotos en el profeta, todos se vieron muy graciosos. Dile a Rabastan que eso se lo ganó por molestar tanto a las mujeres.
Papá, hice esta baba con pociones, luego le di forma de dragón y le implementé actitudes del animal. Me gustó como juguete, ¿crees que esta opción de negocio está bien?
Por cierto, ¿puedo usar un nombre falso? Neville dijo que muchos le contaron que sus padres les están pidiendo ser amables conmigo porque ven tu ascenso al poder como algo inminente. Yo no quiero que me compren por miedo, papi; preferiría que no sepan que soy yo.
Bueno, espero tu opinión. Ah, lo olvidaba, el profesor de defensa me regaló sus libros, al principio él iba a escribirte para que tú los mandaras, pero creo que lo asustaste ayer.
Adiós papito.
Conocedor de las actitudes interesadas de los padres de mis compañeros, me mantuve alerta al siguiente día; nadie saludaba si yo no lo hacía primero, los mayores lucían más amables y sinceros, los chicos de primer año eran iguales a ratas nerviosas y la casa de Slytherin, luego de enterarse de lo ocurrido con las familias nobles que intentaron drogarme, se volvió mucho más retraída.
No quise analizarlos, en serio no, pues acababa de descubrir que mis ambiciones de tener amigos no servían y que jamás lo lograría. Me escabullí de Alec y de Neville al ir a las cocinas. De poderse, me hubiese alejado de Elena también.
Fue tonto, porque Alec me buscó; claro que él me buscaría temblando de pies a cabeza.
—Joven señor, al fin lo encontré —anunció al ingresar a la biblioteca. Ignorando a la señora Prince, Alec avanzó hasta mi asiento con el ceño fruncido —. No haga esto, joven señor. Su padre me escribió pidiéndome que no me separa más de usted.
—¿Papá hizo eso?
—Tenga —sacó de su mochila dos cartas y tres paquetes, uno cuadrado y los otros sobres rectangulares, todo firmado por papá.
Alec,
Habla tu señor. No te separes de mi hijo, vuelve a su habitación. Cuida de su esclava, ella permanece indefensa.
Simple y directo.
—¿Le comentaste algo?
—No, joven señor. A usted le escribió, talvez aclare ahí su orden.
El Alec siempre confiable y obediente me devolvió un poco de la estabilidad que se me extravió desde el amanecer. Me ilusioné con las amistades, dolía el recordatorio de que yo permanecería solo, pero Alec era ir a la fija, lanzarse con los ojos cerrados. Con su lealtad desinteresada, enfocada exclusivamente en ser una herramienta útil y provechosa para mí y mi padre, me era más fiable que el propio Neville.
Mi carta fue más reveladora que la del moreno.
No te acerques a ese hombre Harry, punto. Sin discusiones, sin replicas, hazme caso niño.
No te separes de Alec, de la esclava, de Longbottom, de Snape o del resto de los jodidos profesores de esa escuela: no andes solo. Y cuando digo solo, no cuento a Elena, esa niña no sirve en lo más mínimo de protección, ella solo es una cara bonita, no tiene utilidad en nada más. Busca a Marcus, el de Quidditch, únete a él también.
Harry, es una buena noticia lo que me dices de los padres de familia de Hogwarts, significa que ya se están sometiendo a mi dominio. Entiendo el punto de no querer amigos falsos, no te motivaré a ello, pero se amable con todos, esos chicos no son hipócritas, solo tienen miedo. Mantente alegre para que te vean tranquilo, necesitamos que Inglaterra permanezca dócil.
Lindo dragón, me agrada la idea. Al ser básico, debes agregar elementos que le den un valor. Te ayudaré con eso:
—Inicia haciendo un inventario de lo que requieres para elaborar esta baba. Recuerda, es para niños, sin productos tóxicos.
—Piensa en 10 animales, no visualices esto como un solo juguete, sino como una colección.
—Recrea los animales de la forma más realista que puedas. Añádeles sus comportamientos característicos.
Te ofrezco esta idea: plantéalos como mascotas, para eso necesitan comportamientos, figuras tiernas y una serie amplia de movimientos. Intenta hacerlo tú solo, si no, aquí en vacaciones.
Lo del nombre falso suena bien, piensa uno para ti, en vacaciones se registra una pequeña empresa, también hay que nombrarla. Salvo los nombres, despreocúpate de la parte legal, mejor enfócate en rellenar todo lo que te falta.
Adiós.
No lo olvides, lejos de ese tipo.
Firme, claro y conciso. ¿En serio el profesor Lockhart era de riesgo? A mis ojos él era un poco raro, pero peligroso no.
—¿Y bien, joven señor? —me pidió Alec con expectación.
—A papá no le agrada el profesor de defensa.
Alec bufó.
—Es un idiota absoluto.
—S-sí —tartamudeé, incómodo de ofender a alguien —. Dice que no me le acerque.
—¿Sí? Bueno, es un estúpido, pero si mi señor lo dice, es mejor obedecer.
—Jum —vacilé viendo los demás paquetes de color cartón. Abrí el cuadrado, allí venía el dragón de baba. No, ese no era mi dragón de baba.
—Vaya, ¿qué le agregó anoche, joven señor? —jadeó Alec con mucho asombro.
—Lo hizo papá.
—Wow —susurró Elena.
No era para menos. ¡Qué cambio!
Para iniciar, el dragón poseía unos ojos de muñeca: grandes y adorables, mas no era dos botones pegados y ya, como yo intenté asemejar, sino que eran propios de dragón y, con estos, el dragoncito lanzaba miradas de ternura. En su cuerpo el dragón ahora tenía escamas naranjas, al final de su cola él tenía unos pinchitos, en su lomo y la cabeza también, todo anaranjado… analizándolo mejor, no era un dragón cualquiera, sino un Colacuerno Húngaro. Ese no era el color adecuado, pero por lo demás, wow.
Y de repente, escupió fuego. No era cualquier fuego, carajo, no, era increíble. La candela hacía formas de corazón en el aire, luego, con nuevos escupitajos, una H y después el símbolo de Slytherin.
—¡¿Qué es esto?! ¡¿Cómo se atreven a acercar a este bicho a mis libros?! —el regaño de la bibliotecaria debió oírse hasta la torre de astronomía —. Desconsiderados, malagradecidos, no conocen el valor de las cosas. ¡Fuera de la biblioteca! —fue lo que le entendí en lo que lanzaba mi libro de transfiguraciones dentro de mi mochila terciada.
Y a empujones nos sacó. Bueno, a la bibliotecaria le importaba poco mi apellido y mi relación sanguínea, confirmado que era una persona con principios. Y gritona.
—¿Qué pasó aquí, Irma? —la voz de la profesora Mcgonagall frenó la futura pelea entre la bibliotecaria y Alec, que estaba indignado por ser expulsado casi a patadas de la biblioteca.
—Mire profesora —chilló —. Riddle o Lestrange, no se cual, trajo este peligroso juguete.
Todos miraron al dragón volando por sobre mi hombro. Por la hora, y ser sábado, no había alumnos en la… ups, muy tarde, por el pasillo venía Granger con una chiquilla pelirroja, la hermana de Ron.
—¡Qué lindo! —exclamó la niña.
El dragón, volteando la cabeza en dirección de la voz, se sonrojó y con sus garritas y alas similares a las de un murciélago se tapó el rostro simulando vergüenza. Papá le aumentó el tamaño también, el dragón medía aproximadamente lo de la mano de un adulto.
—Eww —fue el ruidito que emitió el animal de baba. Mi papi era lo máximo.
—La biblioteca no es un lugar para traer juguetes, niños —nos riñó con suavidad la profesora, más interesada en mirar al dragón —. ¿Qué empresa vende esto?
—¿Bota fuego? —curioseó Granger.
—Sí… ¿la empresa? —vi a Alec, él lució igual de ponchado. ¿Qué decíamos?
—No es una empresa aún, profesora —tomo la palabra Elena con gracia —. A mi amo le mandaron el prototipo de un juguete que desarrolla una compañía naciente.
—¿Están otorgando muestras? —pidió Granger.
—No, solo a él.
Granger hizo una cara de desagrado. El dragón nos sorprendió a todos lanzando una bola de fuego, la cual se tornó como una estrella.
—¡Eso profesora! Trajeron un lanzallamas a la biblioteca.
—Tranquila Irma, es solo un juguete —la profesora Mcgonagall medió entre nosotros —. Niños, a la biblioteca no se entra con algo que pueda dañar los libros.
—No lo sabíamos —me excusé.
—A la próxima que los contactos de su padre le envíen un paquete, señor Riddle, ábralo en un ambiente al aire libre. Vayan al patio.
—Sí señora —mascullamos.
Al alejarnos, Alec nos cambió la ruta.
—No mostremos el dragón aún, joven señor, o nos rodearan y no podremos hablar —tímidamente me miró —. Su esclava nos salvó el pellejo.
Sonreí con malicia.
—Díselo.
—¡No, joven señor!
—No es apropiado, amo.
—Ustedes siempre andan con lo mismo —me quejé —. De Elena no me puedo separar, Alec es mi guardia personal, tienen que hablar o yo me volveré loco.
—Es una ofensa para usted, amo. Se podría malentender.
Rodé los ojos. Tomé las escaleras en descenso; el mejor lugar para estar en privado era mi dormitorio.
—A mí no me importa. Esto del heredero es un mero antojo de mi papá, yo soy un bastardo y ustedes lo saben.
—En las reuniones sociales…
—A las que no asistiré —lo interrumpí con humor.
Alec suspiró.
—Tiene que entender, joven señor, que usted tiene una imagen que guardar. No puede actuar como un bastardo, los sangre pura esperan cualquier descuido para hacerlo papilla socialmente hablando. Debería iniciar con su esclava la educación noble.
—No lo haré —la sola idea me estresaba; no me internaría en ello sin primero un pedido explícito de papá.
—¿Y qué hará en Yule, amo?
No se hablaban, pero sí que se colocaban de acuerdo.
—¿Qué sucede con Yule?
—Como heredero, usted debe asistir a la fiesta y cumplir con todo el protocolo. ¿Sabe qué hacer en la ceremonia?
—No, creí que era una fiesta normal. Ya sabes, comida, bebida, baile.
El par se frenó de golpe.
—¿Jamás se le explicó?
—Amo, su padre… ¿usted nunca le preguntó?
—Nop —burlarme del asunto dizque importante era divertido, cada vez ellos hacían caras más espantadas.
—Pero joven señor, es la más grande celebración que… de niño usted tuvo que querer ir, es donde se conoce a las grandes familias, se obtienen conexiones. Yo cuidé de un viejo por tres fiestas seguidas y quedé en su testamento, heredaré joyas de 1600.
—A mí no me interesa —me encogí de hombros.
Y al fin dijeron lo que yo sabía que pensaban.
—Es la oportunidad de ser visto como algo más que un bastardo.
Ahí estaba la cruda realidad. Bella me amaba con locura, Barty se humillaba diariamente por ponerse a jugar conmigo, Rabastan y Rodolphus me consintieron a más no poder, pero yo era el bastardo, el niño sin valor, nada cambiaba eso. Papá tenía razón, las personas no olvidarían quien era, yo tampoco lo hacía. ¿Qué obtendría con ir a una fiesta elegantemente vestido, sentarme con los demás niños a demostrar unos modales impecables y hablar con un lenguaje pulido, si al final del día yo era el bastardo suertudo del que murmuraban a baja voz?
Un Riddle se adueñará de este país, Harry. Un Riddle es un tipo que viene de la nada y se sienta en el trono, pasando por encima de los demás.
… tienes un padre que te compra respeto.
… porque tuvo la suerte de nacer varón y con un padre adinerado.
Para su mal, Granger y Elena compartían razón: yo nací aventajado, poseía una estirpe completamente distinta, me salía del marco establecido, lo que tocaba a los demás a mí no me rozaba. Iba a seguir el consejo de papá y le haría caso a rajatabla, recordándoles a esos elitistas que a quien reverenciaban nació del útero de una sangre sucia inmunda.
—Alec, Elena, les voy a decir una triste verdad —me crucé de brazos —. Mi madre desciende de muggles, es sangre sucia. Ella fue violada en una cueva de Gringotts; yo fui un error, un bastardo que respira gracias a que una mujer que tuvo la humanidad de no asesinarme. Soy heredero por la casualidad de estar en el lugar correcto en el momento correcto, yo no peleé por la piedra filosofal, fue un golpe de suerte y eso no cambia mi sangre.
—Cambia su estatus —insistió Elena —. ¿No lo entiende? Podrá relacionarse con los nobles, ser uno más.
—Tu razonamiento funciona con la base de que yo me siento excluido y eso no es verdad.
—Pero, ¿qué hará de su vida? —continuó ella con su viejo argumento.
—¡Maldición Elena, no lo sé! —le grité —. Quiero ser un niño, quiero estudiar, perder el tiempo por ahí, no estar pensando en esa basura.
Los dos se encogieron con mi fuerte exclamación; Elena se calló, pero Alec trató de ser más razonable.
—Hablamos de su futuro, joven señor. Las conexiones son requeridas para todo: matrimonio, trabajos, facilidades.
Bufé.
—Alec, soy el hijo de Lord Voldemort, tengo solo dos opciones: ser el hijo del loco terrorista que por poco acaba con el país y la sociedad como se le conoce o ser el hijo de un dictador cruel. En ninguno de esos dos escenarios una estúpida fiesta arreglará mis problemas.
¿Lo entendieron ellos? Talvez no, talvez no querían hacerlo, pero continuaron caminando conmigo en silencio. Para mí era muy simple, yo tendría que esconderme toda mi vida o el mundo entero se arrodillaría solo por obtener un favor mío. Lo asumía desde los nueve años.
Me negué a salir de mi dormitorio el fin de semana. Fue muy extraño pasar en cuatro paredes dos días enteros, pero, a la vez, fue enriquecedor. Me carteé con papá en tiempo real el sábado, le escribía en la mañana y mi respuesta estaba en mis manos en la tarde, le enviaba carta y él me la devolvía a media noche. Papá podría ser tan malo como quisiesen, un monstruo sin corazón y sin piedad, pero en lo tocante a mí, era tan empático como una madre.
Ok, papá dulce no era, quizá tenía momentos cariñosos, mas los acompañaba de su sabor amargo y sangriento. De alguna manera, papi sintió mis emociones revueltas en mis cartas e ignorando su mar de responsabilidades, por lo menos unos minutos, me contestó y envió a su ave más rápida, Mercurio, de mensajera.
Mi primera carta la escribí en el calor del momento, con Elena y Alec en esquinas diferentes del cuarto. Alec tardó poco en trastear su almohada, unas mudas de sus uniformes y una valija con demás posesiones; ese año escolar él se preparó mejor que en el anterior.
Papá, ¿tengo que ir a esa fiesta de Yule? Yo no quiero hacerlo, pero a Alec y a Elena se les metió en la cabeza que me toca ir para cumplir con espec expectativas sociales. Por favor no me pidas que haga esto, no me agrada esa gente, preferiría quedarme en casa con Pimpón.
La respuesta de papá interrumpió mi hilera de constantes intentos fallidos de recrear los hechizos que ejecutó papito en el dragón en la sobrante baba amarilla. Construir una cosa con magia no era difícil al concentrarse, pero realizar hechizos ajenos era un dolor de cabeza, pues analizar uno a uno los hechizos dentro de un objeto requería de tiempo y cautela, especialmente con papá, quien, como yo, no lanzaba hechizos específicos, sino que movía su magia y esta realizaba los cambios.
¡Oh! ¡Por eso la teoría! Estableciendo un patrón de movimientos predecibles la magia era replicable y sencilla de estudiar. Quién lo diría, los teóricos no eran viejos sin oficio.
No te obligaré a lo que no quieres, jamás lo he hecho, calma.
Yule es una tradición, hay que preservarlas y protegerlas, mis campañas sociales y políticas tienen ese enfoque, tú lo sabes, pero, repito lo dicho antes, tú no eres una maquinaria política. Alec replica la enseñanza de sus padres, le tomará un par de años entender que tú no perteneces a su círculo, que eres de una mejor estirpe y que las imposiciones de las altas esferas del poder no te afectan.
Elena, por su lado, es una señorita ambiciosa y criada con el pensamiento de hacer crecer a su amo, ya que esto es lo que indica su propia posición: ninguna mujer, no lo olvides, se queda con el menor en la cadena alimenticia. Igual que con Alec, ella asume que la única forma de poder es la tradicional.
Usa a Mercurio si necesitas escribirme, añadí a su plumaje un hechizo de urgencia, así los elfos domésticos de la escuela le darán paso a tu alcoba. Harry, sé que te enseñaron a escribir una carta adecuadamente, aunque nosotros no usemos los saludos y despedidas formales, al menos no mandes un párrafo difuso y con errores.
Papá.
Me sonrojé al leer el final de su carta. Con las horas, mi humor se enfrió y la cordura me aterrizó en la cabeza. El almuerzo ya se había marchado, pronto querría mi merienda de la tarde y aún no iniciaba las tareas pendientes. Me tocaba olvidarme de mi emprendimiento un rato y elaborar los ensayos o de verdad papá me colgaría.
Lo siento papito, lo mejoraré.
¿O sea que no necesito preocuparme? ¿Tú de verdad no necesitas que participe de los eventos? Porque si tú me lo pides, iré, lo sabes, ¿cierto?
Orgullosamente escribí un ensayo de metro y medio para la profesora Mcgonagall antes de la cena sobre los peligros de las transfiguraciones en criaturas vivas. Alec hizo su tarea sentado en el suelo y usando mi cama como mesa, lo que lucía muy mártir.
—¿Quieres el escritorio? Yo terminé aquí —ofrecí.
—No se preocupe por mí, joven señor —me contestó sonriendo. Tras mi gritó, él estuvo más callado y servil, temeroso de que mi enojo se transformara en un castigo para él.
—Oh vamos.
No pude convencerlo. Me senté con Elena a tenerle la lana, ella me estaba tejiendo a crochet unas medias grises. Ese par, así calladitos, eran sumamente aburridos.
Mercurio me despertó trinando con su pico amarillo exigiendo que le quitase la carta; era un ave de carácter fuerte. Atontado recibí el pergamino, Elena desde su cama se quejó por el ruido. Leí el papel apuntando con mi varita la luz.
Usaré tu frasecita: claro, claro.
A ciencia cierta, nené, he mentido, pues sí te estoy utilizando políticamente, o eso tiende a parecer. Las tradiciones son importantes, hacen parte de nuestra sociedad, pero nosotros dos no somos así. Contigo lo demuestro; ¿crees que a las viejas familias no les arde el orgullo al verte? Solo los Lestrange han permanecido fieles 100%, al resto el aguijón de la envidia los ha picado.
Me da igual si vienes o si no, en cualquier escenario no te pediré los modales y el decoro de la ocasión, lo que elijas estará bien.
Quema esta carta, porque te voy a contar algo secreto. La pureza de sangre terminará una vez yo haya tomado el poder. No ocurrirá de inmediato, ni será contundente, al contrario, se dará despacio y me tomará medio siglo, según calculo. Iniciaremos fomentando una igualdad entre todos los tipos de sangre, escuelas primarias, universidades y deportes, las tradiciones se mantendrán, pero con la intromisión de los mestizos y sangre sucia se dará una tregua social que finalizará con las tontas castas que solo han traído endogamia.
Ahora duérmete, sé que no esperaste al amanecer para leer esta carta. No olvides las tareas, tu negocio es una actividad secundaria; aprende a priorizar.
Asuste a Alec y a Elena con la bola de fuego que cree en mis manos para quemar la carta. ¿Quién entendía a papá? Él solo se aprovechaba de los sangre pura para obtener su camino al poder, luego los traicionaría al cambiar el estilo de vida que ellos favorecían.
—¿Joven señor? Hay una chimenea afuera —Alec huyó de debajo de la cama.
—Lo olvidé… lo siento.
—No tiene por qué disculparse, perdóneme a mí por alterarme.
Volví a rodar los ojos, Neville llevaba razón, Alec era exagerado. No pude evitar sonreírle con dulzura, Alec era un niño, como yo y como Elena, atrapados en un lodazal elitista que no valía nada y que iba a desaparecer por el antojo de un único hombre.
—¿Crees que sea posible, Alec, que exista un mapa de Hogwarts?
—¿Un mapa? —murmuró lentamente —. Mamá me creó uno muy básico para no perderme en mi primer año.
—¿Podías encontrar a las personas en él?
El moreno parpadeó.
—Solo era un pergamino, joven señor.
—¿Es sobre el mapa que mencionó el señor director, amo? —intervino Elena.
Asentí.
—Hay un mapa de Hogwarts que muestra donde están las personas en tiempo real.
Alec silbó.
—Increíble. ¿Lo creó su padre, joven señor?
—No —sonreí —. Es la mejor parte, lo tiene la luz.
—¿Por qué es la mejor parte? —preguntó frunciendo el ceño.
Era demasiado tarde, o temprano, para sostener una conversación pesada, pero no lo pude evitar. Tendría una nueva aventura en Hogwarts.
—Se encuentra en posesión de Nathaniel Potter, a salvo en la guarida de los leones.
Mi sonrisa loca alertó a Alec, retirando todo rastro de sueño de sus facciones.
—¿Otra misión secreta, joven señor?
—Así es, mi amigo.
