El director Dumbledore ocultaba en ocasiones sucesos de la escuela a los padres de familia: el sabotaje a mi escoba, los accidentes, la paliza que papá me dio diagonal al gran comedor, pero un asesinato para nada se podía mantener en secreto, ni siquiera porque el muerto fuese el hijo de nadie.
Para después del almuerzo, a la par que con don Rafael, ingresó una horda de padres furiosos, histéricos y cargados de preguntas. Los docentes ya los aguardaban afuera, los aurores retiraron el cuerpo en la mañana. Hasta el primer ministro hizo acto de presencia, pero todo esto se vio opacado con la llegada de papá, Bellatrix y Rodolphus. Técnicamente, ellos tenían el mismo derecho a estar ahí que los demás padres, por lo que Hogwarts no les negó la entrada y los aurores no pudieron poner resistencia.
El director encaró personalmente a papá. Yo me acerqué a oír, el confuso don Rafael se acercó igualmente, aunque no hablaba inglés. Olvidé por completo mi reverencia de saludo.
—Te advertí que sucedería, Dumbledore —gruñó papá al tener al director cerca.
—Cálmate, no sabemos si fue abusado.
Papá ignoró su consejo. Una multitud se agolpaba para oír la discusión.
—Te dije que los niños corrían riesgo, solo han pasado un par de semanas y ya hay un muerto. ¡¿Por qué no escuchas?!
Oh, papi estaba lívido. Yo retrocedí un paso, Elena se cubrió detrás de mi espalda, con suficientes experiencias negativas con papá para saber que su cólera era mala señal
—Hablémoslo adentro —le pidió. Papá sonrió.
—¿Qué? ¿Te da miedo que los padres y la autoridad sepan que contrataste de docente a un pederasta?
—¿Qué? —la fuerte exclamación de Rodolphus fue coreada por gran parte de los presentes —. ¿Tenemos pruebas, mi señor?
—No, las sigo buscando, el cabrón es demasiado habilidoso en hechizos de memoria.
—Y sin pruebas… —intentó Dumbledore.
—¡Con o sin pruebas! —lo interrumpió uno de los presentes, era el papá de Daphne —. Ante la más mínima sospecha se debió buscar otro docente. ¡¿De verdad fue tan inepto?!
—¿Dónde está mi hijo? —exigió saber Bella —. Me lo llevo de aquí ya.
—¿Por qué están peleando, Harry? —me preguntó don Rafel en español.
—Uno de los profesores es un pedófilo —el hombre moreno alzó las cejas y abrió la boca —. Aun no se ha podido probar, pero creen que un alumno fue su víctima.
—Harry, ve a tu clase de música —me ordenó papá.
—Pero…
—No me discutas niño —su tono me dijo que debía obedecer de inmediato. Yo cerré le pico e hice mi reverencia.
—Venga conmigo, profe —le indiqué a don Rafel alejándonos de la pelea. El acordeón yo lo cargaba generalmente empequeñecido en mi bolsillo, por lo que solo era hallar el aula, lo que no se logró cuando la jauría de padres furiosos ingresó al interior del castillo con la misma intención de Bella: sacar a sus hijos de la escuela.
Al fin logramos colarnos en el salón.
—Quizás a tu novia la busquen sus papás —me comentó el profe Rafael, quien asumía que Elena era mi novia y una alumna de la escuela.
—Ellos no viven en este país, ella se queda en mi casa.
Don Rafael hizo un gesto de aprobación.
—Bien por ti. Haz las escalas para calentar —en lo que realicé la actividad, él con su propio acordeón tocó «Amor de tres», un bonito trío sobre una infidelidad que no era tan complejo de replicar. Yo ya interpretaba Diana, Los Caminos de la Vida, Piña Madura y ahora estaba con Amor de Tres —. Una vez terminemos con esta nos enfocaremos en el ritmo de merengue.
—¿Por qué mi acordeón no suena como el suyo? —pedí.
—¿Cuántas tonalidades tiene un acordeón?
—Tres.
—Se puede sacar todas en él, pero tiene una base de tres, el tuyo es Sol-Do-Fa, el mío es más agudo. Hay canciones que necesitan otras escalas para sonar como su versión original.
—¿Necesitaré más acordeones? —curioseé. ¡¿Más acordeones?! ¡Eso sería increíble!
—Imagino que tu padre los puede pagar, pero es cuestión de preguntarle.
—Lo haré.
Mi clase transcurrió apaciblemente, salí de allí con un ardor en el hombro, al que terminé acostumbrándome; y dolores en los dedos izquierdos. La multitud continuaba, algunos de los alumnos arrastraban sus baúles consigo, los maestros estaban frenéticos tratando de razonar con los padres; me dio curiosidad, ¿de qué viven los maestros en vacaciones? Y si se cerraba la escuela, ¿irían a la calle? ¿Por qué no existían más escuelas mágicas?
A Bella y a papá no los vi, pero Rodolphus se mantenía junto a Alec en el gran comedor merendando algo. El mortífago hacía gala de toda su buena educación y tomaba el té con elegancia, aun así, a su alrededor se dio mucho espacio vacío.
—Joven señor —el mayor, la verme, se levantó y ejecutó una reverencia junto a su hijo. Si a los demás Alec les parecía exagerado, pues que vieran como eran los Lestrange adultos.
—¿Y papá? —me senté y ellos conmigo, Elena se tornó muy sumisa y callada, ocupando un asiento sin comer ni beber. El gran salón tenía gente, la mayoría comían junto a sus hijos con las maletas listas, pero los sangre sucia y los huérfanos estaban solos, agrupados entre ellos como perros sin dueño.
—Mi señor ha salido al ministerio con mi esposa como su escolta. Necesitaban a un buen legímenes.
—¿Para qué?
—Su padre puede extraer recuerdos de un cuerpo muerto, pero debe realizarse previo a la autopsia. Entre el director, el ministro y él se están encargando para esclarecer lo sucedido.
—¿Y el profesor Lockhart?
Él no estaba en el gran salón.
—Sin pruebas no se le puede acusar o poner guardia, pero se le ordenó no salir de la institución.
—Es increíble que piense que Gilderoy Lockhart tiene algo que ver —comentó alguien, no supe quién.
—Dicen que hay sospechas —se susurró. Rodolphus permaneció inmóvil, su rostro en blanco desde la perspectiva correcta daba escalofríos.
—Pero lo dijo tú-ya-sabes-quien, debe ser mentira.
—Sí, ¿a él qué le importan los niños?
Me molestó que hablaran así de papito, a Rodolphus también, pero con su cabeza el mortífago me indicó que me contuviera.
—Bueno, hay un muerto, lo mejor es desconfiar de todos. Con estas cosas, cualquiera es culpable.
—Supongo que es cierto, pero el gran Gilderoy Lockhart no tiene nada que ver. Apuesto lo que quieran a ello —resoplé con una idea tontuela en mi mente. Es que… fue lo primero que se me ocurrió —. ¿Algún problema niño?
Ahí sí Rodolphus reaccionó viendo con seriedad al adulto que me hizo la pregunta, el hombre usó un tono muy altanero, pero me dio igual, yo seguía riéndome de mi imagen mental.
—Lo siento, es que usted dijo que iba a apostar lo que quisieran.
Él, desde la mesa de Ravenclaw, parpadeó. No muchos se interesaron en nosotros, solo los de nuestro alrededor.
—Sí, ¿y qué con eso?
—Es que usted tiene poco cabello, me lo imaginé perdiendo y teniendo que raparse la cabeza —sonreí tímidamente a la falta de respuesta —. Lo siento.
—Usted y su imaginación, joven señor —el mortífago rodó los ojos. Elena sonrió, pero se mantuvo en silencio mirando la mesa.
—¡Harry!... uy no, olvídalo —la impulsividad de Neville fue castigada con la visión de Rodolphus en medio del pasillo que se formaba entre el muro y la mesa de Slytherin.
—Ven, ¿quieres galletas?
—Ah-ah —negó sin despegar la vista de Rodolphus; yo sabía que a él eso le divertía.
Alec se rió.
—¿Y la valentía Gryffindor?
—Se fue de paseo —dio de respuesta acercándose lentamente.
—¿Dónde está la familia que te dejamos viva, mocoso?
—¡Rodolphus! —me reprendí suavemente.
—No han venido —respondió Neville debatiéndose si elegir el asiento entre Elena y yo o el asiento entre Rodolphus y mi persona. Elena fue sabia y se corrió más.
Los sangre pura eran idiotas.
—Hubo un asesinato en la escuela en la que estudias, ¿cómo que no han venido? —criticó Rodolphus.
—… no lo sé —Neville lució un poco perturbado —. Aunque a esta hora mi abuela está en sus terapias.
—Te quedan como tres tíos, ¿qué ninguno puede hacer el trabajo?
—Pues… no sé, estarán ocupados.
—Nadie está tan ocupado.
Me sorprendió que muchos luciesen de acuerdo con el mortífago. Tuvimos que esperar una hora antes de la llegada de mi papá, en ese lapso ocurrieron algunas cosas interesantes: lo primero, unas niñas de primer año se echaron a llorar, y aunque algunas madres y las docentes se acercaron a intentar ayudar, ellas no se calmaron sino hasta mucho después; sus padres no estaban, pero no supe si eran huérfanas o de familia muggle. Lo segundo fue un poco más cercano a mí.
—Robaron a Nathaniel.
James Potter y su boca grande no solo metía en líos a mi madre, sino también a su, ¿amigo?, el auror Black, que vigilaba en la puerta.
—¡Dime que no fue el pergamino!
—Que gente tan ruidosa —comenté ignorándolos.
—Son siempre así —respondió Neville, que ya lucía más calmado —. Espero que no haya sido el pergamino de los merodeadores.
—¿Qué es esa cosa?
—No estoy seguro, Ron no deja que me lo muestren y yo le caigo pesado a Nataniel. Es un mapa o algo así.
El mapa del merodeador, curioso nombre. Bueno, al menos llegó papá con el ministro, Bella, el jefe de los aurores y el director.
—Por favor, su atención —llamó a todo el director sin perder tiempo. Ah, no lo había notado, la población estudiantil entera, los docentes, los padres y los aurores estaban dentro del gran salón. Wow, Hogwarts sí que se estiraba —. Ministro.
—Sí, gracias —y continuó él con el mismo hechizo de amplitud vocal —. Es oficial, ha habido un asesinato en Hogwarts. El señor… —el ministro vaciló al señalar a papá —, Innombrable —se interrumpió con el resoplido de papi, yo también reí en baja voz —. Sí, bueno, quien-ustedes-ya-saben aquí presente, ha colaborado con la justicia a esclarecer lo sucedido en una mutua alianza con el fin de dar a los niños un colegio seguro. El perpetuador del crimen no fue un docente, como se temía, sino un alumno. Y no hubo abuso sexual —añadió de un tirón.
¿Qué?
Hubo un murmullo por todo el lugar. ¿Un alumno lo hizo? ¿Cómo? ¿Por qué?
—¡Silencio! —la voz de papá amplificada sí que los calló.
—Gr-gracias. No estamos muy seguros de la identidad del perpetrador, el difunto solo vio sus manos y brazos en el forcejeo, tenía uniforme y por las pesquisas hemos determinado que se trató de un chico mayor, de los últimos años. Pedimos calma al estudiantado y a sus padres, la escuela retomará clases en un par de días, hoy los alumnos pueden avanzar en sus trabajos escolares y las actividades que prefieran, siempre que permanezcan lejos del quinto piso de la torre de astronomía. En cuanto a los alumnos de quinto grado en adelante, tendremos entrevistas con ellos para dar con el paradero del criminal; en el caso de los alumnos mayores de edad, emplearemos veritaserum.
—Los padres de familia —tomó la palabra el director —, podrán permanecer en la institución el tiempo que crean pertinente para acompañar a sus pequeños. Se les dará alimento y hospedaje en las salas comunes de sus hijos, donde compartirán habitaciones con ellos específicamente, el resto de los estudiantes tendrán su alcoba aparte.
—¿Y qué hay de los niños sangre sucia? —lo interrumpió papá, quién no había quitado el hechizo de su voz.
—Es increíble que los ofenda con nosotros delante —se quejó una mujer cercana a mí.
—¿Disculpa?
—Sus padres son muggles, ¿ellos vendrán a la escuela con el tren de mañana o el ministerio les otorgará trasladadores para que lleguen esta noche?
El director y el primer ministro se vieron las caras. Cuando papá discutía, ganaba. Esto iba a ser divertido, en especial porque todos los oíamos.
—Los muggles no pueden ver Hogwarts —dijo el mandatario con tono de «dah».
—Casi la mitad del alumnado proviene de hogares muggles —le respondió papá en el mismo tono; a él le salía muy bien burlarse de la gente porque hacía buenas muecas —, el 34% no supera el tercer año —y retomó en su voz normal —. Ustedes van a traer a los padres de los demás niños, pero no a los padres de los más vulnerables. Ja, ¿y a mí me llaman racista?
—Yo… supongo que se puede arreglar —muy perdido, el ministro miró al director. Papá les ganó de mano.
—E imagino que traerán psicólogos con especialidad en pediatría para ayudar a superar el miedo a los infantes huérfanos, ya sabéis, los niños que no cuentan con un tutor cercano en quien confiar —ellos le respondieron con silencio. Todos quedamos en shock, casi nadie murmuraba, pero los que lo hacían lucían indignados o incómodos. Papá vio a ese par con incredulidad —. ¿En serio? ¿Yo estoy más preparado y he pensado más en los alumnos que ustedes dos? ¡Denles pena!
Literal, se oiría el caer de un alfiler en el gran comedor. El ministro y el director no fueron capaces de otorgar un final exitoso a su discurso. Ofreciéndonos más comida y asegurando que velarían por la seguridad física, mental y emocional de los presentes, se marcharon a, velozmente, salir del apuro. La mujer que atacó a papá al principio, ahora lo defendía… está bien, no realmente, pero se impresionó.
—No puede ser que el Innombrable cree soluciones para los niños y no el director. ¡Él trabaja a diario con los niños!
O solo prefirió atacar a alguien más.
Papá y su cara agria se nos acercó, Bella también. Me gustaban los trajes de tres piezas de papá, él lucía genial, como los terratenientes en mis libros ilustrados.
—Ven conmigo.
Ni un hola, ni un ¿qué tal las clases? Presentí que algo iba mal, papá no era así sin un motivo.
—¿Estás enojado? —pedí muy alegremente.
—Cállate y camina.
Pánico. Me levanté con rigidez y lo seguí, Elena a mí, parecíamos patos. ¿Hice algo malo? Él estaba muy feliz, amistoso y dulce, pues, su forma de dulzura, en las cartas. Afuera del gran salón, en el mismo sitio sin visibilidad de los presentes donde me golpeó la vez anterior, con la presencia de los aurores de guardia y de mi esclava, papá me abofeteó tan fuerte que me tiró al suelo.
—Agh —se me golpeó la cabeza contra el piso. Un auror quiso acercarse, pero papá lo espantó con una mirada.
—Una sola puta orden, niño. Tenías una orden, la única maldita cosa que te exigí en toda tu jodida vida.
Era lo de mi madre.
—Lo siento.
—Cerrar los ojos y mirar a otro lado, ¡¿era mucho?!
—Fue un accidente —gimoteé.
—¡Oiga! ¿Usted que está haciendo? —un auror se acercó, él fue más valiente, o estúpido.
—¡Levántate! —lo hice veloz; mi cabeza palpitaba y el rápido movimiento me mareó. Oh no, el auror era James Potter —. Dile a tu esposa —le dijo a él —, que lo que le pase a este niño será su culpa.
—¿Qué?
—¿Ella te dijo? —susurré. Un vistazo fue lo que compartimos, ¿en qué la dañe en ese vistazo para que ella le contara a mi papá?
—Sí. La paliza que te vas ganar hoy se la debes a tu madre, mocoso.
Yéndome, oí la charla de un auror con James Potter.
—¿Qué pasó? ¿Qué hizo Lily?
—Lo miró de forma altiva, él se burló de ella y sospechó de algo, así que de un vistazo le rompió todas las defensas de oclumancia y se enteró de que Lily estaba orgullosa porque Harry lo desobedeció y ya sabe quién es ella.
—¿Él no la conocía?
—Voldemort nunca se lo permitió.
Con que eso pasó. Tenía sentido, más que mi teoría mal formulada de que ella se lo reveló adrede con tal de conseguirme un castigo. De hecho, eso sonaba ridículo.
Papá era de naturaleza imaginativo para la tortura, para el castigo no, solo eran golpes o correazos. Se me venía un ardor profundo encima que me duraría las siguientes horas.
—Negociemos, negociemos —pedí entrando a mi dormitorio. La sala común de Slytherin estaba vacía.
—Ja, ¿negociemos? ¿Acaso comiste hongos alucinógenos mientras leías tus libros de negocios? Aquí te quedas mocosa —le dijo a Elena cerrando la puerta.
Caminé de para atrás quedando en el centro del cuarto.
—Papi, la pedagogía siempre es un método…
—No me provoques enserio, Harry —gruñó. Ok, se acababan mis chistes.
—Es que fue un accidente.
—Te le quedaste mirando, de no ser por Alec tú no volteas los ojos.
—Sí, cierto, pero… ¿cómo crees que descubrí que era ella? —lo puse a que considerara la situación.
—… habla.
Entonces le expliqué lo que sucedió en el corredor.
—Y al tenerla enfrente ocurrió como cuando tuve sarampión y tú decías que no me debía rascar, pero me era inevitable hacerlo.
—Y miraste.
Asentí. El dolor de cabeza continuaba.
—Es bonita.
Papá me miró sopesando sus opciones.
—Cinco correazos y nunca jamás en la vida le diriges la palabra. Date la vuelta.
El uniforme me sirvió para limitar el dolor del golpe, mas terminé moqueando con un mar de lágrimas.
—¿Puedo preguntarte algo? —pedí en lo que él se acomodaba el cinturón.
—¿Qué?
—¿Por qué nunca me has permitido saber de ella?
—Porque no quiero que crezcas soñando con la figura de una madre que jamás tendrás —separé los labios, incapaz de responder —. Los niños aspiran a una familia, lo entiendo. Harry, nené, tu padre es un monstruo, tu madre una víctima que hará lo que sea por sacarte de mi mano y llevarte con la Orden del Fénix, lo que ella considera seguridad. ¿Qué haría la orden si tiene acceso a ti?
—Me interrogarán con veritaserum.
—Exacto. ¿Qué crees que haría tu mamá?
—… ¿defenderme?
—No. Se sentará a mirar y a decirte que eso es por tu propio bien. ¿Cuándo te he traicionado yo a ti?
—Nunca.
—Ella si lo hará. Te ama, más que yo, pero no te respeta. El respeto, niño, eso es lo que sí vale. Y no permitiré que tú pases por esa experiencia de vulnerabilidad, así tenga que romperte la espalda a golpes. ¿Claros?
No supe que pensar, ella se veía una mujer dulce, aunque era aurora y posiblemente supiese matar personas.
—Claro, claro.
Papá sonrió.
—Ahora muéstrame que has avanzado en el dragón. Oye, linda habitación, Dumbledore me comentó, esa niña debe sentirse como una reina aquí.
—¿Puede entrar?
—No me gusta mucho tener oídos cerca.
—Ella no puede, literalmente, traicionarnos.
—No signifique que me sienta a gusto con ella. ¿Y tú?
Me encogí de hombros.
—Debo cargar con Elena para todas partes… a veces preferiría estar solo.
Papá me sobó la cabeza.
—La única forma de deshacerte de ella es teniendo sexo y completando el enlace, de otro modo, tendrás que esperar. ¡Entra niña!
Pero papá no le permitió estar ahí, sino que la mandó a encerrarse al baño. Por un par de horas, él se sentó conmigo y me oyó balbucear sobre mis ideas, los planes, le mostré los dibujos de Elena, la lista de materiales, también sobre mi plan de que los pedidos fuesen personalizados. Y papá me prestó su completa atención, añadiendo comentarios menores, sin interferir en mis ideas. Fue dulce, porque había olvidado lo mucho que lo extrañaba.
Entre otras cosas, papá revisó mis deberes, los ensayos que tenía pendientes, los cuadernos y el estado de la estilográfica.
—Deberías tener más de una, ahora eres un heredero —palmeó con su dedo mi anillo —. Me impresiona todo esto que has creado, muchos de tu edad aún se comen los mocos.
—Eigh, ¡papá! —me quejé por el asco.
Él rió.
—Sabes, esa esclava, viste muy… caseramente.
—Es la ropa que le hace Pimpón.
—Nené, ella es un símbolo de poder, tan guapa y espectacular como luzca, lucirás tú. En diciembre le conseguiré una asesora de moda, que le ponga ropa costosa y de marca.
—¿Yo debo pasar por lo mismo?
—Nah —se encogió de hombros —. Eres lindo así como estás, ve a tu ritmo, pero necesito que esa niña transmita una imagen adecuada, no una hermanita de busto grande.
—Papi, ¿y qué va a pasar con la escuela?
—Supongo que buscarán al culpable y al hallarlo lo mandarán a Askaban. Nos van a dejar quedar, Rodolphus estará aquí para vigilarlos a ustedes dos.
—¿Tú no? —soné herido.
—No tengo tanto tiempo disponible, pero… ¿quieres que me quede?
—Te extraño. A veces me gustaría estudiar en la casa para poder cenar contigo en las noches.
Papá me miró con intriga y amabilidad.
—A decir verdad, no sé qué tan sano sea mantener a los niños lejos de sus padres y familias. Cuando asuma el poder, lo consideraré.
Papá no se quedó a dormir, Rodolphus sí. Nos vio jugar a Alec, Neville, Elena y a mí en el lago por varias horas, hasta que a los menores se nos cerraron los ojos. De vuelta al castillo, Neville me empujó con el codo.
—Tu mamá.
Por impulso, mandé mis ojos a ella, pero luego miré la espalda de Rodolphus. No alcancé a verla realmente.
—Ajá.
—¿No vas a hablar con ella?
—No —alargué mi palabra en un tono miedoso y bromista —. No, Neville, yo esa paliza no la vuelvo a recibir.
—¿Cuál paliza? —frunció el ceño.
—No ves que mi papá me tiene prohibido contactar con ella o siquiera saber quién es, yo lo descubrí por accidente, me puse de bobo a mirarla y papá se enteró. Oye, sé que las alfombras voladoras son ilegales, pero, ¿y si es dentro de Hogwarts? Tengo una en casa y me gustaría que me la mandaran.
—Ah, pues, no sé.
—No lo creo, joven señor —agregó Rodolphus.
Les desvié el tema y seguimos caminando, sentí los ojos de mi mamá en mi nuca, pero no volteé. Mi curiosidad por esa mujer había terminado.
