Hola. Este asunto como del misterio surgió muy esporádicamente y yo tenía una duda: ¿sí se siente ese aire a misterio? O sea, ¿he generado intriga? Es para saber, gracias.
0oOo0
Sintiéndome como en casa, estrenando el overol verde que compré donde Madame Malkin, caminé de la mano de papá al desayuno. ¿A qué horas llegó? No tengo la más remota idea, pero estuvo en mi cuarto cuando mi alarma sonó.
—¿No vamos al gran comedor? —pregunté extrañado cuando él se desvió de la ruta predeterminada por mis pies.
—No. Ya tienes listos tus deberes, clases no hay, pero sí un asesino suelto. Vamos al castillo a entrenarte, nené.
—Sí papá.
Ah, qué genial, saludaría a Nagini, a Barty, a Rabastan y me treparía un ratico a mis casas del árbol. Talvez nadase un par de horas. Bueno, no fuimos los únicos madrugadores, ¿era de verdad Neville él que se balanceaba al borde del lago negro?
—¡Niño! —el regaño de papá hizo brincar a Neville. Wow, se elevó bastante del suelo, gracioso —. ¿Acaso quieres un chapuzón? Hay duchas adentro.
Elena y yo reímos del sonrojo de Neville.
—Buenos días.
—Buenos días, Neville.
—Bueno días señorito.
Papi no respondió al principio, se le quedó mirando de forma analítica.
—¿Tienes hambre?
—No señor.
¿Por qué papá se comportaba tan extraño?
—¿Tu familia llegó?
—Mi abuela anoche.
—¿Sigue aquí?
—No.
Papá sonrió con ironía.
—Déjame adivinar, Hogwarts es el lugar más seguro del mundo y tú estarás perfectamente a salvo junto a Dumbledore —Neville se miró los zapatos, removió los pies, alzó los ojos y sin vernos asintió —. ¿Quieres salir de la escuela un rato?
—Sí señor.
Ok, algo estaba mal, Neville aceptó súper rápido, ignorando totalmente con quien se marchaba. ¿Qué podía ser peor, para un niño de la Luz, que irse con mi papá? Fui a preguntar, pero papi puso su mano en mi hombro y apretó ligeramente, diciéndome que no. Elena se encogió de hombros, sin saber que opinar.
Papá tuvo la consideración de no ir directamente al castillo, nos detuvimos en un restaurante muggle, él se transfiguró la capa en un abrigo, e ingresamos al establecimiento. Sin poner reparos, papá nos compró desayunos típicos y agregó para los cuatro una fuente con chorizos de ternera. En una servilleta lo vi escribir algo y desaparecerla, sin duda una orden para que despejaran el castillo, o eso aguardaba yo, Neville ya iba raro, saldría loco si veía a su mamá y a los presos desangrarse por las escaleras.
—Estas dos semanas han sido muy inusuales, ¿no?
—Supongo —balbuceó Neville.
Elena no respondió.
—¿Crees que cancelen las clases?
—Hogwarts ha continuado abierta en muchas dificultades. En mis años de estudiante hubo petrificados y una muchacha muerta, aun así, las clases no se suspendieron, pero eso fue con el director Dippet, Dumbledore es mucho más… flojo y sentimental.
—¿Encontraron al culpable en su época? —curioseó Neville.
—Acusaron a alguien y lo encarelaron, pero él no fue.
—¿Cómo lo sabes papá?
—Porque fui yo.
Resoplé tan fuerte que casi se me sale la comida de la boca; papá y yo nos miramos y compartimos una risita. Mi padre era mi padre, nada que hacer. Neville y Elena, en discrepancia, palidecieron.
—¿Por qué dice que el director Dumbledore es sentimental? —inquirió Neville en una demostración asombrosa de valor: él conversaba fluidamente con el hombre al que el país entero temía siquiera pronunciar su nombre.
—Porque cancela las clases por cualquier motivo —movió con su tenedor sus frijoles, debía de estar pensando en la cantidad de abdominales que tendría que hacer en la noche —. Ustedes son niños, sobre piensan las cosas. Darles la noticia de un asesino y luego días libres es crear gratuitamente una maraña de teorías conspirativas y rumores absurdos que lo único que harán será empeorar sus nervios. Sus mentes hay que mantenerlas ocupadas.
—Pero hay una situación terrible —dije —. ¿Cómo nos concentramos en transfiguraciones si hay un asesino en la escuela?
—La mayoría de adultos consideran que los niños no son capaces de entender lo que sucede y dicen que en lo único que se deben preocupar es en el estudio. Ustedes no son así, no comparto ese pensamiento, pero sí estoy de acuerdo en que ustedes no tienen porque preocuparse por el mundo; son jóvenes ingenuos y no hay por qué arruinárselos. Para mí, ustedes tienen el derecho de creer que sus madres son perfectas, que sus padres son el hombre más fuerte del mundo y sus abuelos los más sabios.
—Usted me arrebató eso a mí.
Oh, vaya, Neville ya era un valiente Gryffindor hecho y derecho.
—Yo no te lo arrebaté, lo hicieron tus padres el día que decidieron participar en una guerra sin importarles que una personita dependía completamente de ellos.
Neville no habló más; el sol iluminaba cálidamente cuando salimos del restaurante, probablemente fuesen las 7:30 a.m. El castillo de papá nos recibió en óptimas condiciones, por primera vez vi ese sitio limpio e impecable; los mortífagos incluso se retiraban, por ahí solo quedaba el obvio, Barty, afanando a los otros para que se fuesen.
Papá no me dejó hablar con mi viejo amigo, directamente nos condujo a la sala de duelo, un sitio inmenso y repleto de objetos diversos, todos con la finalidad de ser usados como escudos. Neville fue a sentarse en un rincón con Elena, pero papá lo sostuvo de la nuca.
—No gordito, tú y Harry van a combatir primero.
—Pero…
—Me importa un carajo tu opinión, están matando gente.
—A él no le gusta la lucha, papá —expliqué.
Papá lo vio impasible.
—He oído que eres bueno con las plantas.
—Sí señor, me gustan.
—¡Pues úsalas! Las plantas son jodidamente peligrosas, aprende a hacer pociones decentes y defiéndete con eso. Vete para allá —le dio un empujoncito antes de negar con la cabeza —. Yo estoy bien loco entrenando al enemigo.
—Quiere declararse neutral —conté.
—Ya, no le daré tiempo, en unos meses haré el golpe de estado. En fin, crucio —me tiré al piso en pura, pero no lo esquivé. En lugar del cruciatus, tinta roja me manchó el hombro —. ¿Y esos reflejos qué? ¡Vamos!
Aunque papito se contenía conmigo, él ciertamente disfrutaba el duelo. Hubo lapsos en los que yo solo pude correr, un par de veces redireccioné los hechizos, pero dando a las paredes, no logré tocar a papá.
Con mis hechizos dando a sus escudos, me concentré en la estrategia, pues la fuerza bruta y un amplio repertorio no eran nada sin un buen plan. En ocasiones, las obvias distracciones eran una idea brillante, porque eran tan obvias que el factor sorpresa resultaba impredecible. En un duelo mágico, los ataques sorpresa se daban no directamente con hechizos; una opción era guiar al oponente a una trampa, otra era crear la trampa.
Envié una oleada de agua que papá desvió, en pleno vuelo yo direccioné el líquido para que causalmente cayera detrás de papi. Tuve que correr hacia una de las mesas tiradas en el suelo, usándola de escudo. Aún sin imperdonables, y volviendo líquidos coloridos los hechizos que originalmente eran ácidos o que comían carne, papá sí me lanzaba algunas maldiciones feas de las que si no me cuidaba me saldrían sarpullidos, forúnculos y una comezón insoportable.
Dos hechizos golpearon la mesa, el segundo lo reconocí, era un comején que crecía a una velocidad de miedo, me quedaban como dos minutos. Me asomé a mirar, Elena y Neville lucían asombro total, papá sonreía aguardándome. Supe que hacer.
Moví cinco objetos a la vez, eran almohadas, objetos muggles y cosas viejas, lancé los cuatro por el aire en los distintos ángulos, el quinto objeto se lo tiré por los pies a papá; esperaba que con eso lo distrajera lo suficiente del agua que deslicé a máxima velocidad a sus pies en tiempo disparejo del resto de cosas. Mi objetivo era que en el agua se formasen manos y agarrasen los tobillos de papá.
Lo logré por poco.
—¡Sí! —grité como un tonto saliendo de la mesa. Papá intentó saltar, pero una de las manos lo alcanzó a sujetar —. ¡Te di, te di, te di, te di, te di!
—Muy astuto —me felicitó quedándose quieto, el agua se trepaba por su pierna, aferrándose cada vez más a él —. ¿Qué sigue, nené?
—Maldición asesina.
—Exacto. Lánzala.
Bajé la varita.
—No —espeté —. No, a mí ese hechizo me da miedo.
—Tendrás que aprender a lanzarla sin vacilación algún día —advirtió. El agua, de alguna forma, la evaporó —. Muy bien, casi ningún hechizo te dio, usaste los elementos a tu alrededor y no te limitaste en el uso de maldiciones. Excelente Harry. Sigamos.
—Estoy cansado —protesté mimosamente. Papá rodó los ojos.
—Tú y tus cansancios —lanzó un tempus. Las 9:12 a.m. —. Bueno, supongo que se permite un receso. Vuelvan aquí a las once.
—Sí papito.
Si dudar, corrí hasta donde Elena y Neville; el sudor me goteaba, pero con un hechizo me refresqué. Yo hacía todo con magia, era lo más práctico, mas algunos chicos de la escuela, incluyendo a los estirados sangre pura, no acataban a liberarse de sus problemas con sus varitas.
—Tu papá es increíble. Con razón tiene arrinconada a la Luz —alabó Neville levantándose.
—No sé mucho de la guerra, pero tengo entendido que nos va bien.
—Pues sí, bastante.
Guíe al dúo a la cocina, ya que Elena no era bienvenida en el comedor, y talvez Neville tampoco.
—Qué extraño, no hay nadie —suspiré. Jamás vi la cocina vacía —. ¡Pimpón!
Mi elfo apareció con un paño sucio entre las manos.
—¡Amito! ¿Tan pronto en casa?
—Hola Pimpón —le sonreí de oreja a oreja —. Papá me trajo con un amigo, ¿hay comida?
—Nosotros estamos todos limpiando los calabozos. ¿Gusta ir a la casa del árbol? Enseguida le llevaré a usted, a su esclava y a su amigo un refrigerio.
—Claro, claro. Gracias Pimpón.
—¿Casa del árbol? —curioseó Neville por fuera de la cocina.
—Son tres —dije, ocultando la cuarta casa. Quizá, solo quizá, no fuese buena idea decir que eran cuatro, porque si la llegaba a necesitar y me buscaban en las casas, todos estarían tratando de localizar la cuarta.
A Neville le fascinó la primera casa, obvio. Todo el sitio era visualmente atractivo, a donde se desviasen los ojos se encontraban juguetes y decoraciones infantiles.
—¡Con razón eres tan consentido! —se burló —. Mira este lugar.
—Papá lo construyó para mí.
—Amigo, tu padre te tiene echado a perder —me reí —. Oye, ¿a tu papá le dirán algo por sacarme de la escuela? Después de todo, yo nací en la Luz.
No dijo soy, sino nací. Extraño.
—No lo creo, se preocuparán y mandarán a Snape.
Luego caí en cuenta que en ningún momento avisamos que Neville estaba con nosotros, el castillo estuvo desierto a la hora de irnos, imposible que lo viesen. Neville pasaría como un segundo desaparecido y asustaría a los aurores. Bueno, si les daba más trabajo a los enemigos de papá, entonces estaba bien.
Pimpón nos trajo galletas de macadamia y una jarra de leche de coco.
—Harry, enserio vives como un rey —comentó Neville distraídamente, observando a Elena servir mi copa con la leche.
Papá, que jamás dejaba de sorprenderme, nos recibió a las once sentado en el patio, fumando un puro; a él le gustaba el tabaco cubano. En la mesa él depositó un libro grueso y nuevo, el cual le entregó a Neville.
—Odiaré este momento el día que uses este conocimiento contra nosotros. Ten, es un libro de plantas y pociones, te enseñará a producir venenos y diversas pociones.
—Pero soy malo en…
—No eres malo, le tienes terror a Snape, que es diferente. Entre las ramas de la magia, las pociones superan con creces las demás; al que sabe de pociones es a que más se le debe temer, porque no sabes en que momento crea un veneno incoloro, indoloro y lo pone en tu copa.
—Yo me voy a declarar neutral.
—Genial, que no uses esto contra mí en unos años me tranquiliza, pero niño, de la guerra no es de lo único que tienes que cuidarte —le sonrió enigmáticamente —. Tú sabes que hay gente por ahí que es peligrosa y que no se relaciona con la guerra, personas que parecen muy buenas y amistosas, pero que a puertas cerradas son peores que yo.
Neville no le respondió, mas aceptó el libro. ¿A Neville alguien lo estaba acosando? ¿Papá sí supo de qué se trataba el misterio Neville? Enserio, ¿qué pasaba? Pero ni papá ni Neville nos explicaron, Elena, también confusa, no me otorgó una idea.
Antes de devolvernos al colegio, papá lanzó un hechizo diagnostico a Elena; ese hechizo, aplicado en una esclava, revelaría el estado del enlace mágico. La cuerda roja que nos unía, en señal de la esclavitud, era gruesa, mas a comparación con la que se visualizó la noche del ritual del enlace esclava-amo, la cuerda se encontraba mucho más fina, como un hilo de lana, no de la delgadita, sino la gruesa, mas no era tan gruesa. Eso significaba una sola cosa: el enlace se estaba terminando.
Vergonzosamente caí en cuenta de que ese contacto físico y sexual con Elena era lo que aceleraba el enlace. Y papá ahora lo sabía. Papi no comentó, se limitó a lucir divertido, asombrosamente divertido, durante la aparición frente a Hogwarts. La puerta se abrió para nosotros, Snape no estaba por ahí, tampoco aurores. Caminamos hasta el castillo sin encontrar señales de vida, ¿y la búsqueda de Neville?
—¡Usted! ¡Serpiente escurridiza! —los gritos provenían del señor ministro, er ¿Fudge? Sin el más mínimo miedo, inundado por la ira, el señor ministro encaró a papá seguido de Dumbledore. Ya estábamos en el lago negro.
—¿Yo? ¿Qué hice ahora? —el tono falso de papá reveló que él sí que sabía lo que hizo.
—Pues se paseó por aquí fingiendo interés por los niños, dándoselas de gran pedagogo y humanitario mientras planeaba un ataque al ministerio —lo último lo gritó —. ¡Le prendieron fuego! —chilló.
—En mi defensa, el ataque fue planeado inicialmente seis semanas atrás, antes del show del asesino. ¿Lo encontraron?
—Agh —gritó. Que tipo tan descontrolado.
—Supongo que no. ¿Usted que esperaba? Paz y eso, olvídenlo. Mi golpe de estado sigue, idiota. Vaya haciendo su testamento.
Dumbledore suspiró.
—Thomas, ¿por qué?
Papá se encogió de hombros.
—Para no perder la costumbre —resoplé. Papá se pasaba de descarado —. Ahora, si no te molesta anciano, dejaré a mi hijo en su dormitorio, necesito ver que sus tareas estén hechas.
Dumbledore negó, indignado y se marchó con el ministro. Ambos lucían ansiosos y los espectadores, viendo que el director desaparecía, se perdieron del mapa, temerosos de papá.
—¿Por qué? —preguntó Neville.
—Porque era el momento perfecto, los aurores estaban aquí, no en el ministerio. Siempre hay que ver los sucesos y reconocer cuales nos benefician, niño. Adiós Neville. Vamos Harry, camina niñita.
Papá no se regodeó, camino a la sala de Slytherin, de alterar los nervios del ministro, papi mantuvo su ceño fruncido examinando los pasillos. La entrada a la sala común acalló cualquier conversación, algunos incluso se pararon, especialmente Rodolphus y Alec, que jugaban ajedrez. Papá les negó con la cabeza y ellos continuaron en lo suyo. Adentro solté la pregunta.
—¿Qué te tiene pensativo?
—El asesinato —admitió revisando con sus ojos mi dormitorio. Elena, por inercia, se escabulló al baño —. Eso es bueno, aprende cual es su lugar, Eres demasiado blando con esta niña Harry.
—No seas malo —me quejé —. ¿Qué tiene el asesinato?
—Nada, solo… se me ocurre quien fue.
Me alcé en mis puntas de los pies, intrigado y emocionado.
—¡¿Quién?!
Creí que papá me mandaría a freír espárragos, pero puso su mano en mi cabeza y me sobó el cabello sin dejar su actitud filosofante.
—Antes de tu nacimiento, cinco años antes, específicamente, tuvimos varias semanas de constantes ataque de parte y parte, fue una época dura. El mortífago que cuidaba de las presas, al que remplazó la rata, cayó en combate. Él no alcanzó a darles a las presas la poción anticonceptiva y a nosotros se nos pasó por alto. Unas ocho de ellas quedaron embarazadas, de ahí surge la idea de crear orfanatos mágicos.
—¿Nacieron los ocho?
—No, no las supimos cuidar. En ese entonces no estaban amarradas, nosotros las golpeábamos y las dejábamos por las noches afuera, en la nieve; nos dimos cuenta de los decesos y las aislamos a partir del mes seis, pero era tarde. Solo nació uno de los niños, él fue quien estrenó los orfanatos mágicos. Harry, nada bueno sale de los calabozos —admitió —. Los he revisado ya grandes, esos niños son perturbados, son raros, algunos aparentan normalidad, pero cada una está de cierta forma manchado.
—¿Y el niño… va en Hogwarts?
—Sí, sexto año.
—¿Por qué sería él?
—Su mamá murió en el parto y él no fue bien cuidado; pasó hambre y frío, sé que la rata lo alcanzó a violar, el cabrón se ganó una paliza de muerte. Fue cuando tomamos la decisión de mandarlo a los orfanatos recién constituidos. Nené, por su historia, ese chiquillo cuenta con parte del perfil de un asesino juvenil.
—¿Y por qué no les dices? Podrían detenerlo.
—No nené —me sonrió suavemente —. Tendría que revelar mi maquinaria, las violaciones y la realidad tras los orfanatos mágicos. No, lo mejor es que Jack permanezca oculto.
—¿Jack?
—Jack Rudolf.
