Lamenté el no haberme equivocado. Escuchar a un hombre rogar por su muerte era difícil, me conmovía y aterraba la cantidad de dolor que el cuerpo humano era capaz de tolerar, especialmente si era mi culpa. Papá no le perdonó a Josef lo más mínimo, desde el inicio de la tarde hasta ya la hora de la cena lo torturaron a más no poder, con pequeños lapsos donde un mortífago médico lo sanaba lo suficiente para que resistiera y no muriera. Yo continuaba cansado, los ojos me picaban por resequedad; Elena, sentada a mis pies, lloraba en silencio, demasiado asustada para siquiera pensar en descanso.
Para molestia de papá, la tortura de Josef era menos importante que liberar a sus tropas presas en el ministerio, de camino a Askaban. El 70% de los mortífagos fueron descubiertos y apresados, fue algo terrible para papá, un verdadero ralentizador de sus planes, de no ser porque papi contaba siempre con ases bajo la manga.
—Media hora para prepararse —les anunció a los mortífagos restantes. No les dijo por qué, pero me lo dijo a mí al estar a solas —. Invadiremos el ministerio justo ahora, nené. Este tonto no conoce a más espías —señaló a Josef —, pero prefiero no confiarme. Vete a dormir con la niña, subiré las protecciones del castillo; te quedarás con Nagini y los elfos para tu seguridad.
—¿Y qué hay de él?
Josef era amable conmigo, de los que jugaban a las escondidas y al parchís en sus ratos libres.
—Permitiré que los mortífagos presos jueguen con él al liberarlos.
De ser posible, el temblor de Josef aumentó.
—Papá, mátalo, por favor —pedí. El profesor de defensa y ahora Josef, ¿cuántos hombres morirían en el dolor por mi culpa?
Papá parpadeó.
—Que te sientes en ese trono, niño, no te hace el que da las ordenes aquí.
Negué con la cabeza levantándome. Elena se sacudió y se puso de pie.
—No es una orden, papá, es un favor. Un favor que te pide tu único hijo.
Él sonrió de lado.
—Curiosa tu forma de negociar, no ofreces nada a cambio de lo que quieres —me le quedé mirando —. Está bien, cederé a tu capricho, nené. Mátalo y vete a dormir.
—¡¿Qué?!
¿Se volvió loco?
—Sé por qué me lo pides, sientes culpa de ser prácticamente quien dio la orden de su tortura. No te daré una charla al respecto, eres demasiado pequeño y gentil para comprender la importancia de que los afectados por las acciones de este hombre se venguen, no obstante, si tienes la facultad de sentir tanta culpa, tendrás el aplomo de remediarlo por ti mismo.
—¿Qué quieres decir?
—Tú hablaste, sabías lo que ocurriría.
—¡Hablé para ayudarte y protegerte! —exclamé.
—Lo sé, nené, eso no significa que tu decisión no afecta a los demás. Creciste en este sitio, sabes perfectamente cómo se pagan aquí las traiciones y lo que sucedería con Josef. Si quieres seguir con tu vida perfecta sin responsabilidades, ignora lo que ocurre y vete a dormir, juega mientras a él se le comen las tripas las ratas. O sé hombre y mátalo. Decides tú; luego vete a la cama, al amanecer el ministerio estará bajo mi poder, iremos allí en la mañana.
—¿Y la escuela? —alcancé a musitar.
—No volverás hasta que no tenga el poder firme bajo mi mano. La orden no te perdonará que hallas hablado.
Se marchó a paso rápido, de seguro a prepararse él también. Quedamos Josef, Elena y yo en la sala del trono. Miedoso ante la amenaza de papá, eso de arrancarme la piel a tiras, confesé el nombre de Josef creyendo que me había equivocado, pero no.
—Me mandaste por unos petardos en medio de la noche, en el camino me encontré a Barty en el primer piso, a Rodolphus y Rabastan con una mujer drogada junto a la habitación donde se guarda la pirotecnia; y a Josef, él estaba acostado en las escaleras, como siempre, desmayado del agotamiento tras su turno de mesero. Nadie más pudo haber tomado esa foto sino ´bastan, Rodolphus o Josef.
Y fue verdad, él era el espía.
—Por favor, hágalo —la súplica ahogada del hombre resultaba escalofriante. Un ser humano me rogaba que lo asesinara.
—Siento haber contado, Josef —me disculpé.
El mortífago me sonrió tranquilizadoramente; en sus dientes había sangre.
—No se preocupe, joven señor. Nada de lo que ocurrió es su culpa, usted hizo lo más apropiado: cuidar de su familia.
Familia, nunca me planteé esa palabra. Las familias eran de a tres o de a cuatro, no existían familias de solo dos miembros, aunque yo ya era raro, mi familia no tenía por qué ser «normal».
—Igualmente perdóname —insistí sacando mi varita —. Avada Kedavra.
Dos palabras y un rayo verde bastaron para acabar con la vida de Josef. Era el poder que tenía papi, acabar con la existencia de las personas. No me gustó sentirlo en mí; me retiré de inmediato. En mi habitación le pedí a Pimpón dos pociones de sueños sin sueños para Elena y para mí, no dispuesto a ver a Josef en mis pesadillas.
Desperté tarde gracias a un alboroto abajo, sin ser consciente de que Elena no se movió de la cama, noqueada por la poción. Bajé para descubrir una fiesta, cientos y cientos de mortífagos celebraban con licor. Busqué a papá en la multitud sin éxito.
—¿Dónde está mi papá? —dije al sujeto más cercano que encontré.
—Joven señor, buenos días. Su padre se encuentra en la sala del trono.
—Gracias… ¿ganaron?
—Sí, joven señor. El ministerio es nuestro.
La sala del trono estaba cerrada, pero se abrió cuando empujé la puerta.
—Ups —nuevamente, por mi mala costumbre de no tocar, entré en un sitio en el que, tal vez, no iba a ser bien recibido.
Papá se reunió con su verdadero círculo íntimo: los Lestrange, Barty, un señor canoso, pero de rostro joven, unas gemelas morenas y un sujeto que daba pánico solo de verlo.
—Niño, ¿dónde está tu esclava? —frunció el ceño papá.
—¿Um? ¡Ay no! ¡Elena! Si nos separamos el hechizo le hace daño, ¿cierto?
—Les hace daño a los dos. ¿Has sentido dolor? —negué —. Entonces el vínculo está completo. Felicitaciones, ya no tienes que andar con ella a cada rato. Ven.
Troté hasta él alegremente y esquivando, con mucha notoriedad, al señor Miedo, como yo le decía al sujeto alto y repleto de cicatrices. Las gemelas, como siempre que me veían hacer eso, rieron. Papá puso su mano en mi frente.
—El ministerio cayó, nené. El espía no hizo más que acelerar lo inevitable; el ministro fue asesinado, la victoria es nuestra.
La declaración de papá no cambiaba mi vida, lo comprendí esa mañana. Los mortífagos fueron y vinieron de forma frenética, tan felices como yo en mi cumpleaños. Papá desayunó conmigo y se marchó; en el profeta salió un anuncio sobre la toma del ministerio más una nota de papi dedicada a la comunidad mágica:
No teman, asistan a sus labores con cotidianeidad, tranquilicen a sus hijos y a sus ancianos. Se dio un cambio de administración que no afectará a ningún empleado del ministerio, indiferentemente de su sangre; ni a las empresas y laburantes independientes.
Lord Voldemort.
Me convertí de nuevo en el niño de los recados; Elena, libre de sus ataduras, me visitaba por las noches, el resto del tiempo permanecía con su hermana, Margaux y la hija del ministro en el harem. Sí, ahí fue a parar la hija del ministro Fudge. Papá dijo que así debían ser las cosas:
—La mocosa en su sitio y tú en el tuyo. Las mujeres sirven en la cama, al parir y, algunas, en la guerra. Las demás son un estorbo.
Pimpón trajo mis cosas desde la escuela, entre todo ello el mapa del merodeador. Carteándome con Neville y Alec, revisando el mapa y leyendo mis libros de la escuela, elaborando en fila las pociones y hechizos que en los textos aparecían para ocuparme por las tardes, casi se pudo decir que no abandoné mis estudios. A distancia, aprovechando el mapa, me enteré de la verdad.
Todo el tiempo fue Lockhart.
Talvez el sujeto no mató al alumno, eso era un asunto de Jack, pero el profesor sí era el responsable de las ojeras de Neville y, debí haber sido más atento en notarlo, de otros alumnos varones. El mapa me lo enseñaba, no exactamente cómo ocurría, pero era de madrugada o en corredores alejados de las multitudes los sábados y domingos, Lockhart se aislaba con un alumno en particular y permanecía con el susodicho al menos quince minutos. Las víctimas quedaban por su cuenta y no se movían sino mucho después; y, según la forma en que se mostraban en el mapa, mis compañeros, incluyendo a Neville, quedaban desorientados y perdidos.
Papá se lo dijo a todos en Hogwarts: ...el cabrón es demasiado habilidoso en hechizos de memoria. Neville y los otros no debían ni saber quien los atacaba, o cuando lo hacía, pues lo que el mapa mostraba era que Lockhart... ay no, los atacaba por la espalda.
Cuando caí en cuenta de esto, bajé corriendo a buscar a Barty o a papi; los encontré juntos organizando un nuevo lote de muggles.
—¡Papá! ¡Lánzame un desmaius! —pedí sin respiración.
Papi alzó una ceja, se encogió de hombros y lo lanzó. El rayo de color me dio en el abdomen, allí sentí un escalofrío idéntico al que me recorrió tantas veces en el año escolar.
—Tu amuleto no deja que los hechizos te den, Harry. No deberías experimentar con...
—¡Papi! —oh, vaya, decir que me asusté era quedarse corto —. Me han estado atacado desde la primera semana en la escuela.
Barty se enderezó por completo, papá frunció profundamente el ceño y se olvidó de su trabajo. Él me condujo a una esquina del patio deshabitada, Barty vino con nosotros.
—¿Quién?
Me arrepentí de haber abierto la boca. Si continuaba hablando cada vez que algo ocurría, me daría golpes de pecho de por vida, pues las soluciones de papá siempre terminaban en sangre.
—¿Conoces el mapa del merodeador?
—Sí. No te vayas por las ramas, niño —agregó, reconociendo lo que yo hacía.
Me sonrojé.
—Lo siento, es que así es más fácil de explicar.
—Desde el inicio. Habla.
—Yo creí que era la magia de la escuela, porque me daban escalofríos raros en la espalda o en las piernas, pero en la parte trasera, nunca de frente. Y Neville todo el tiempo ha lucido cansado y arisco. Me di cuenta aquí de que el profesor Lockhart está... llevándose a algunos niños de primer y segundo año a rincones de la escuela en horas indebidas.
—Malparido violador —murmuró Barty.
—¿Cómo te enteraste?
—Le robé el mapa del merodeador a Nathaniel Potter —confesé.
Barty y papi compartieron una mirada antes de soltarse a reír. Los mortífagos lejanos vieron con curiosidad, pero se mantuvieron en sus posiciones.
—Ay niño, eres una cajita llena de sorpresas —papá sonrió antes de que sus ojos se ensombrecieran —. ¿Solo has visto a Lockhart con los alumnos?
—Sí, los demás maestros los atienden en sus oficinas, pero yo los conozco, ninguno es así y... papi, él me tocaba los hombros y la espalda cuando se quedaba a solas conmigo.
A pesar de su norma de no insultos frente a mí, papá no regañó a Barty por maldecir.
—Matémoslo, mi señor.
—No, esta vez no —papá sonrió. ¿Por qué sonreía? —. Aproximadamente medio ciclo escolar con un pederasta abusando niños, ¿qué piensas?
—... un error del director —entonces, comprendiendo lo que yo no, Barty sonrió con papá.
—Exacto. Harry —sorprendentemente, se inclinó y me besó la mejilla —. Me acabas de dar en bandeja el golpe final que necesitaba.
Y sin explicarme más, me tomó de la mano y me llevó, vía flu, al ministerio. Caminé con él de la mano abriéndonos paso entre las personas medio aterrorizadas y medio resignadas; el profeta era enfático en no haber recibido intimidaciones, la sociedad mágica británica estaba impactada del buen manejo de papá, mejor dicho, de la falta de abusos y aberraciones. La gente se hallaba en calma, lo que papá tanto buscaba recalcarles, que con él podían estar en tranquilidad.
Sin dejar de asombrarme por los pisos de mármol y los múltiples papelitos volando, no me di cuenta de en qué momento entré en la oficina de aurores. Reconocí a muchos ahí, eran de los que requisaban la escuela; incluso estaban el señor Potter y mi señora madre.
—Hola —saludé con educación.
Un par me devolvieron el saludo en shock. Papi no perdió tiempo y me condujo a Sirius Black.
—¿En qué podemos ayudarlos? —masculló el auror con los dientes apretados.
—Vengo a instaurar una denuncia contra Albus Dumbledore por negligencia y una contra un miembro del profesorado por abuso sexual a menores.
Ok, papá no se iba con rodeos.
Tuve que contarles toda la historia, desde el comportamiento raro de Neville, hasta mi robo del mapa, lo que me dio mucha vergüenza, porque tuve que admitir frente al matrimonio Potter que su hijo me acosaba y molestaba a otros niños.
—Era injusto, él perseguía a las niñas de primer año de Slytherin y Ravenclaw con bombas rellenas de estiércol y pintura para reventárselas en la cabeza.
—¿Y yo soy quien cría al malcriado? —se burló papá con seriedad —. Potter, ¿sabes lo delicadas que son las niñas a esa edad? Podrían necesitar terapia a causa de las bromitas de tu hijo.
Pero no se enfocaron en eso, sino en lo del profesor Lockhart y la aparentemente sí negligencia del director Dumbledore.
—¿Por qué es negligencia? —pregunté a papá mientras los aurores acomodaban unos documentos para ir a realizar una captura contra el profesor y buscar a las víctimas que señalé con unos doctores.
—Nosotros confiamos en que él desde su cargo cuide de nuestros hijos. Hogwarts tiene que poseer hechizos que detecten estas cosas, así que, o Dumbledore se ahorró el dinero de instaurar los hechizos, o ignoró las alertas de la escuela.
—Ah —musité —. ¿Esto se demora?
—¿Tienes algo más que hacer?
—Tengo hambre.
—¿Cuándo no tienes hambre? —rodó los ojos.
—Ya casi es la hora del almuerzo —me defendí. Por la esquina del ojo vi a mi madre acercarse.
—Un equipo médico y uno de combate parten justo ahora hacia Hogwarts.
—Correcto muchacha. ¿Hay que esperar algo más?
—Nosotros nos encargamos. Harry —me llamó —. Necesito que nos devuelvas el mapa del merodeador.
Miré entre papá y ella. Él lucía divertido, no con ganas de pegarme; seguro no pasaba nada si respondía.
—No... señora Potter.
Ella frunció el ceño.
—Harry, ese mapa no es tuyo, lo robaste.
—Si se lo devuelvo terminará con Nathaniel o con su esposo, que es lo mismo.
—Harry, nosotros somos...
—Los escuché hablar en el pasillo —le revelé —. Quizá no lo recuerde, usted regañaba a Nathaniel. Su esposo, usted y el director Dumbledore conocían los usos que le daba Nathaniel al mapa y lo incentivaron a hacer bromas crueles. Así que no, señora Potter, no se lo devolveré.
Soné firme y ella se marchó. Papá me sacó de ahí luego de hablar con el jefe de aurores y me enseñó la cafetería del ministerio, donde devoré dos sándwiches de huevo con un vaso de leche. ¿Cuánto pudimos haber tardado? ¿20 o 30 minutos? Bueno, en lo que se haya demorado nuestra visita a la cafetería, se apareció en el lugar uno de los equipos de aurores. Papi les exigió saber el por qué de su pronta llegada; les habló como a los mortífagos, lo que fue gracioso de ver.
—Lockhart está muerto —le anunciaron —. Los médicos determinaron la hora de su muerte a las tres de la mañana.
—¿Muerto por qué?
—Veneno. Hiedra azul del Nilo, pero eso digo yo —explicó uno —, aún faltan los exámenes en la morgue.
No escuché más.
Hiedra azul del Nilo, una planta rara, extranjera... Neville.
0oOo0
¡Se acabó!
Gracias a los que aguantaron hasta aquí, ¿cómo les pareció el final? Aún no estoy muy segura de en que fecha lanzar el siguiente libro; voy a ser sincera, para este sí tenía una idea, pero con el tercer libro aún no se me ocurre la trama. Igual no se me preocupen. ¿Les parece bien, para darme tiempito (especialmente porque inicio semestre en unos días), e iniciar el 24 de diciembre? Es que ya habría finalizado semestre y pues con tanto tiempo seguro que les tengo algo bien jalado.
Gracias de nuevo por leer, me encantan sus comentarios. Los quiero.
PD: Si les gustan los héroes de DC (Batman, Superman, Nightwing, Shazam), tengo una historia por ahí lo más de buena.
