LA ILUSIÓN QUEBRADA (Love Live!)
Volumen I, capítulo 2: El sueño roto
EN EL GIMNASIO
Maestro: Ya que andas aquí por estos días podría venir a entrenar, estaría bien.
Rin: No creo que puedas.
Maestro: Vos andas con problemas, te conozco.
Rin: Lo que pasa es que mis viejos no se llevan muy bien, además ando con problemas de salud.
Maestro: Te comprendo como en otra. ¿Por qué no te metes en un gimnasio?, en Nagoya estaría bien.
Rin: ¿Con qué ropa-nya?, apenas me alcanza unas monedas para el metro.
Maestro: ¿Pero qué sentís?
Rin: El médico dice que no tengo nada, pero a veces siento como que la cabeza me va a estallar y son dolores fuertes.
Maestro: ¡Qué lata!, a lo mejor le estás dando mucho el estudio.
Rin: A lo mejor, bueno sensei.
Maestro: Estúdialo no más. Oye, sabes qué Rin, tengo un amigo en Nagoya que trabaja en una academia, él te podría ayudar.
Rin: Estaría bueno, ¿por qué no me das la dirección?
Maestro: Sabes que no la tengo aquí, la tengo en mi casa, te la mando con tu mamá.
Rin: Bueno, sensei. Lo dejo, que estés bien.
Maestro: Cuídate, no te olvides. Bye bye.
La incógnita respecto a la salud de Rin se mantuvo y decidió volver entonces a Nagoya esperando una recuperación espontánea. Lamentablemente, las exigencias en la universidad no mermaron y debió involucrarse de lleno en sus estudios; era imprevisible en qué momento y de qué forma su enfermedad, hasta ahora en ciernes, adquiría protagonismo.
La pelinaranja leía un discurso sobre los tipos de la sociedad en frente a sus compañeros de clase. Lamentablemente, durante la charla se desconcentró dado a extraño malestar que no tuvo opción de abortar su presentación.
Rin: Perdón profesor, no puedo, me siento mal. *Sale de la sala*
Este abrupto abandono de sus obligaciones universitarias debido a una suerte de crisis en su enfermedad fue en cierta medida el detonante que alertó a Rin, definitivamente estaba comprendiendo que sus síntomas no eran eventuales y que mucho menos desaparecerían como obra de magia. Entonces, una vez más la imagen de su madre en Tokio, el único ser en su vida que lo comprendía apareció en escena.
La joven gata comunica su dispositivo móvil a su madre desde el pleno centro de la ciudad donde estudiaba.
Sra. Koizumi: ¿Diga?
Rin: ¿Hola? Koizumi-sama, habla Rin.
Sra. Koizumi: Hola Rin-chan, ¿cómo te ha ido?
Rin: Bien, muchas gracias. Koizumi-sama, ¿está por ahí mi mamá?
Sra. Koizumi: Sí, está atendiendo. Espera, te la llamo en un momentito, haber. ¡Amiga, es Rin-chan!
Sra. Hoshizora: Hola Rin-chan, ¿cómo estás hijita?
Rin: Hola mamá, ¿cómo estás?
Sra. Hoshizora: Bien, ¿y tú?
Rin: Más o menos.
Sra. Hoshizora: ¿Qué le pasa? ¿Te sacaste mala nota?
Rin: No, en la universidad no tengo problema.
Sra. Hoshizora: ¿Y entonces?
Rin: No, es que no quiero hablar por teléfono, ¿por qué no se viene acá-nya?
Sra. Hoshizora: Rin-chan, no ves que siempre se me preocupa.
Rin: No es nada grave, mamá, pero quiero que vengas a Nagoya.
Sra. Hoshizora: Pero cómo, ¿y para recibir dinero? Además, falta mucho para fin de mes.
Rin: Necesito verla, ¿me entiende?
Sra. Hoshizora: Ay, ¿cómo no lo voy a entender, Rin-chan? ¿Verdad que no le pasa nada, hijita?
Rin: Verdad mamá, la espero entonces.
Sra. Hoshizora: Yo voy a tratar, hija. Adiós gatita.
Rin: Adiós.
La señora Hoshizora estaba prácticamente imposibilitada de viajar ya que no tenía recursos económicos, pero intuyó que su querida hija realmente la necesitaba y consiguió algunos adelantos para estar junto a ella.
Rin: Sabes mamá, hace tiempo quería hablar con usted. Yo sé que soy una carga para mi papá y que a usted le cuesta juntar el dinero para que yo estuviera.
Sra. Hoshizora: Ah, ya no te ponga a hablar tonterías oh, además eso no es asunto tuyo.
Rin: No fue mi intención, pero el otro día cuando viajé a Tokio escuché cómo discutía con el viejo.
Sra. Hoshizora: Mientras yo tenga trabajo no me importa que tu papá me ayude. Así que quédese tranquila, ¿ya?
Rin: Mamá, yo sé que usted es capaz de dar la vida conmigo, pero siento que esto es un abuso.
Sra. Hoshizora: Ay, ¿de qué estás hablando, Rin-chan?
Rin: No quiero seguir estudiando-nya.
Sra. Hoshizora: ¿Qué?
Rin: Eso, no voy a seguir estudiando aquí, quiero buscar un empleo en Tokio y así te ayudo.
Sra. Hoshizora: Pero Rin, ¿estás loca? Es tu carrera, pero tú sabes que apenas no tengo empleo fijo y por cierto soñé con tener una hija profesional.
Rin: ¡Si te entiendo, mamá! Pero...
Sra. Hoshizora: ¡Pero Rin, no me importa la mano en echar-nya! Si es necesario toda la noche, no me importa si te empleado cualquiera, lo único que quiero es que vaya usted convertido en veterinaria. Rin-chan, lo único que tienes que hacer usted es estudiar, gatita. Por favor, Rin.
Rin: Es que no puedo, mamá. Entiéndeme por favor, no puedo, no me siento bien.
Aquí comprendió esta madre que su hija no estaba mintiendo y que aquella esquizofrenia que afloró en su niñez comenzaba su franco y destructivo desarrollo, la señora Hoshizora también cayó esta vez y sólo se limitó a abrazarla en un gesto de absoluta comprensión.
Su vuelta a Tokio fue triste, a pesar de todo le exigió a su hija que no abandonara los estudios y que haría lo imposible por revertir las consecuencias de aquella enfermedad.
MAYO DEL AÑO SIGUIENTE
Un día en su casa, una pensionista toca la puerta aparentemente demorada y de mal gusto espera a su clienta que le pagara el alquiler.
Sra. Hoshizora: Eh, señorita. ¿Cómo está usted?, pase usted.
Pensionista: No, no, no. Aquí no mas, ando apurada, señora. Usted sabe lo que vengo.
Sra. Hoshizora: Pues si claro, sabe, que no lo he ido a pagar el alquiler, mi esposo está sin trabajo.
Pensionista: Yo le entiendo, señora, pero hace tres meses que me deben y no la puedo seguir esperando.
Sra. Hoshizora: Mire, viene a recibir un dinero y mi marido se consigue algo yo con eso le puedo dar un abono.
Pensionista: Claro, hace rato que me viene diciendo lo mismo. Su marido quedó de ir a la oficina a cancelar y todavía lo estoy esperando.
Sra. Hoshizora: Sabe que se me junta todo, señorita, tengo a mi hija estudiando en la universidad en Nagoya, no le puedo fallar. Por favor, señorita, comprenda usted.
Pensionista: Yo la comprendo mucho, señora, pero no tengo una empresa de beneficencia, sabe. Van a tener que dejar la casa.
Sra. Hoshizora: No, mire señorita, yo voy a recibir un dinerito, por favor. Con eso le puedo abonar ahora.
Pensionista: No, ya le dije a fin de mes necesito la casa. Señora, lo siento mucho, hasta luego. Hasta luego.
Rin quiso obedecer los designios de su madre, pero estaba superada por las circunstancias, no aguantó más y decidió abandonar la universidad y emprender regreso a Tokio asumiendo total responsabilidad en su loca determinación.
Rin: Hola mamita.
Sra. Hoshizora: *Llorando* Hola. ¿Y usted aquí? ¿Qué pasó?
Rin: Si ya le dije, me retiré. ¿Qué te pasa mamá?
Sra. Hoshizora: Nada, nada.
Rin: ¿Mi papá otra vez?
Sra. Hoshizora: Ya le dije que nada, le voy a preparar comida, debe tener hambre.
Rin: No mamá, ¿dime qué te pasa? No me mientas, ¿ya?
Sra. Hoshizora: La señorita esa, la prestamista.
Rin: ¿Habló de la casa-nya?
Sra. Hoshizora: Quiere que le deje la casa a fin de mes.
Rin: ¿Y por qué?
Sra. Hoshizora: Tu papá, debe tres meses y todavía no paga el alquiler.
Rin: No ve, si yo tenía razón, por eso me retiré de la universidad.
Sra. Hoshizora: Pero usted no le ha faltado nada.
Rin: Claro, pero usted se esfuerza trabajando y el viejo no es capaz ni de pagar el alquiler. ¿Y dónde está ahora?
Sra. Hoshizora: No sé, hace como una semana que no viene.
Rin: Voy a buscar un empleo por ahí.
Sra. Hoshizora: Pero Rin-chan, yo lo único que quiero es que usted estudie pues, no me importa que ande lavando hasta tarde.
Rin: ¡No mamá, no voy a volver a Nagoya-nya! ¡Si estudio, voy a estudiar acá, ¿me entendió?!
Sra. Hoshizora: Pero Rin-chan, su carrera.
Rin: Mamá, eso puede esperar-nya.
Sra. Hoshizora: ¡Rin! ¡RIN!
Todas estas decisiones tan violentas e incoherentes a veces eran parte de la característica propia de su enfermedad. De verdad, Rin ignoraba todo aquello creyendo quizás que un leve alejamiento de los estudios lo haría salir de lo que para ella era solo un cuadro de estrés, mientras se auto-recetaba este retiro volvió al gimnasio con la íntima esperanza de conseguir algún trabajo y salir en ayuda de su madre.
Rin: Hola sensei.
Maestro: Rin. ¿Qué andas haciendo por estos lados? ¿De vacaciones?
Rin: No, si me retiré de la universidad.
Maestro: ¿Te retiraste? ¿Y por qué?
Rin: Por hartas razones, entre ellas usted sabe, lo monetario.
Maestro: Qué lata, y yo me estaba contando que tenía una amiga veterinaria.
Rin: De todas maneras quiero seguir estudiando, voy a dar el examen para estudiar acá.
Maestro: Sí, aquí no hay pensión ni comida.
Rin: Eso sí voy a trabajar en un par de meses para entrar dinero para la matrícula y sí ayudo a mi vieja también.
Maestro: Oye, ¿y es tu primer trabajo?
Rin: Eso hago.
Maestro: ¡Qué lata!, que aquí la semana pasada contrate un ayudante.
Rin: ¿Quién cuida los autos?
Maestro: ¿Quiere cuidar autos?
Rin: Por supuesto, lo necesito. Además, no le tengo atajo el trabajo.
AGOSTO
Efectivamente Rin se puso a trabajar de cuidador de coches en frente del gimnasio, su madre no pudo cancelar las deudas que le dejó su marido antes de abandonarla a ella también y debió cobijarse en otra casa. Entretanto Rin dejó de sentir malestares y dolores de cabeza, hecho que le hizo sentir que no estaba equivocado al descansar un poco, por lo mismo rindió otra vez el examen de admisión universitaria.
Sra. Hoshizora: ¿Y tú no estáis durmiendo?
Rin: Me levanté a la seis.
Sra. Hoshizora: Yo llamándote para ir a tomar desayuno conmigo. Oye, ¿de a dónde andas con esa cara?
Rin: Vengo de la universidad.
Sra. Hoshizora: De la universidad, ¿y qué andabas haciendo?
Rin: Fui a ver los resultados.
Sra. Hoshizora: ¿No me digas que diste el examen sin decírmelo?
Rin: Sí, y para tu información que es lo que yo quería.
Sra. Hoshizora: Ah, ya déjate de bromas. ¿Va a tomar con leche?
Rin: Mamita. Quedé en la Universidad de Tokio en Veterinaria.
Sra. Hoshizora: No te lo puedo creer oye. ¿Y por qué no me dijiste que estaba postulando?
Rin: ¿Y si no quedaba?
La señora Hoshizora hizo nuevamente de esfuerzo y trabajó donde pudo para apoyarlo en esta ambición e incluso se atrevió para economizar a cancelar toda su matrícula quedando serios compromisos con algunas letras. Una vez más, Rin demostró ser una de las mejores, pero al cabo de seis meses afloró nuevamente el fantasma de su enfermedad.
En la -otra- casa donde viven, la joven ex idol preguntaba a su mamá sobre su padre quien se metió con otra mujer; no así ignora de su estado psicológico que la agobia pues solo rascando sus manos.
Rin: ¿Todavía sigue mi papá que volvió con esa amante?
Sra. Hoshizora: Oiga, no le hables de él. ¿Ya? Usted no sabe nada, nada de él.
Rin: Debe saber que estamos viviendo aquí.
Sra. Hoshizora: No va a saber ése. Oiga Rin, cuando pueda vaya a dejar esa ropa donde la señora del frente.
Rin: ¿Ahora?
Sra. Hoshizora: No, cuando pueda. Además, hay que llevar esa ropa planchada.
Rin: Ya, voy a tomar un cafecito y se la llevo, ¿ya?
Sra. Hoshizora: Oiga, ¿y de cuándo tienes esa cosa?
Rin: ¿Qué?
Sra. Hoshizora: Esa cosa rara en la mano.
Rin: No me doy ni cuenta.
Sra. Hoshizora: ¿Le duele la cabeza?
Rin: A veces. Pásame el azúcar.
Era evidente que había que hacer algo: le recomendó a su hija que viera un especialista, pero esta vez fue renuente a obedecer a su madre. La situación en este sentido se hacía insostenible, el diálogo entre ambas era distante y a veces hasta violento, de modo que la señora Hoshizora optó por dejarla tranquila por algún tiempo. Aun así Rin se las arreglaba para ayudar a su madre que a esa altura estaba llena de deudas, precisamente para mantenerla a ella estudiando en la universidad.
Amigo 1: ¿Y qué estabas haciendo en Tokio?
Amigo 2: Oye, ¿y no estabas en Osaka?
Rin: No, en Nagoya.
Amigo 1: Ah, ¿se murió entonces lo que estabas estudiando?
Rin: Es que estaba en la universidad, pero es que ya se acabó.
Amigo 2: ¿Y tú volviste al gimnasio?
Rin: Un poco, estoy cuidando automóviles, porque quiero juntar dinero y así pagarme los estudios acá en Tokio.
Amigo 1: Oye, vamos a tomar un trago para celebrar el encuentro, vas a pagar el piso como corresponde.
Rin: Lo que pasa es que si el sensei me pilla aquí me puede echar-nya.
Amigo 2: ¡Oye, pero si la calle es libre!
Amigo 1: ¿Cómo va a decir que te cobran si le cuido?
Rin: No, pero igual, es que son los que entran al gimnasio.
Amigo 2: Estás cambiada.
Rin: Ay bueno, vamos.
DE MADRUGADA
Sra. Hoshizora: Oye, ¿estas son las horas de llegar?
Rin: ¿Y qué tiene? *Cierra a portazo* ¿Hay comida?
Sra. Hoshizora: Oye, ¿y a ti qué te pasa? No me digas que anduviste tomando por alguno que faltaba.
Rin: Ay señora, estoy bien.
Sra. Hoshizora: ¿Bien? ¡Mira cómo llegaste! ¿Con quién anduviste tomando?
Rin: ¿A dónde estaba tomando?
Sra. Hoshizora: Seguramente estuviste tomando con tus amiguitos. *Huele el hálito de su hija* Oye, si no anduviste tomando entonces, ¿por qué estás así?
Rin: ¿Qué hora es?
Sra. Hoshizora: Las tres de la mañana. Ya, anda acostarte un rato mientras te caliento un poquito de ramen. ¡Ya pues!
Rin: Me duele la cabeza. Ya déjame sola, si yo puedo.
En realidad Rin no había bebido, sino que era víctima de una crisis de su enfermedad que ya hacía estragos con su personalidad.
Sra. Hoshizora: Rin. Rin, mira la hora que es, vaya a llegar atrasada.
Rin: ¿Qué hora es?
Sra. Hoshizora: Un cuarto para las nueve, está listo el baño.
Rin: No voy a ir a clases.
Sra. Hoshizora: ¿Qué dijiste?
Rin: No quiero ir.
Sra. Hoshizora: Ay Rin, usted nunca falta a clases. ¿Qué le pasa?, es por lo de anoche.
Rin: No voy a ir más a la universidad.
Sra. Hoshizora: Rin-chan, por favor, no diga leseras. Ahora no estás en Nagoya, ¿o le falta algo?
Rin: Es que no tengo ganas, ¿me puedes entender o no?
Sra. Hoshizora: Cómo no voy a entender, hija. Estás estudiando lo que quería, ¿no? Además, está todo pagado.
Rin: Vaya a ver si le debo la universidad el dinero.
Sra. Hoshizora: Rin-chan, por Dios, estás hablando puras tonterías.
Rin: No estoy hablando tonterías, mamá, no voy más a la universidad. ¿Me oyó-nya? Ahí cierre la puerta que voy a seguir durmiendo.
Rin no tenía claridad ni conciencia, en este estado decidió no continuar sus estudios universitarios dejando una vez más una estela de incertidumbre en su madre, este era sin duda el comienzo real de su patología desconocida para ella, pero en realidad se trataba de una manifiesta esquizofrenia que lejos de un tratamiento adecuado y oportuno tenía un pésimo pronóstico.
Sra. Hoshizora: ¿Sí?
Amigo 1: Buenos días. ¿Está Rin?
Sra. Hoshizora: ¿Para qué sería?
Amigo 1: Anoche dijo que nos pasáramos a buscar.
Sra. Hoshizora: Ah, si que andaban con ustedes anoche, ¿y se dieron cuenta cómo lo trajeron?
Amigo 1: No la trajimos, se vino sola.
Sra. Hoshizora: Ah, no se hagan de chistosos tampoco.
Amigo 2: ¿Y qué le pasó?
Sra. Hoshizora: Oiga, Rin no está muy bien. ¿Ah? Y si ustedes se consideran sus amigos no le deben dar trago.
Amigo 1: Oiga, pero sin Rin no tuvo nada.
Sra. Hoshizora: ¿Y entonces qué vinieron?
Amigo 1: Ay, vamos a terminar discutiendo. ¿Dónde está?
Sra. Hoshizora: Está durmiendo.
Amigo 2: Dígale que el maestro lo busca.
Sra. Hoshizora: Oigan, ustedes son sordos se hacen, no les dije que está durmiendo.
Amigo 1: Pero si dijo que si está durmiendo que lo despertara. ¿Podemos pasar?
Sra. Hoshizora: Por supuesto que no, y tampoco lo voy a despertar. ¿Oyeron?
Amigo 1: Vamos socio, aquí no hay onda, viremos mejor. ¡Rin, nos vemos adonde mismo!
Esos chicos se alejan del vecindario por presión de la madre de la "gata" y tal vez, no volverían a verla por un tiempo.
No se pierda el desenlace del volumen de esta historia...
