—De modo que despejando el periodo de rotación del planeta 2 da como resultado: T2 = 3,3 años.

—Excelente señorita Borgobello, está aprobada. Puede retirarse —le devolvió una expresión satisfecha.

—Gracias Dr. Katsumoto, Hasta luego —puse mi mochila sobre el hombro y me retiré de la sala.

Hoy tenía examen oral de la materia Mecánica celeste así que estuve casi todo el día de ayer terminando de repasar mis libros y anotaciones. Ayer había pensado en volver al árbol, pero no pude, realmente no había encontrado el tiempo para hacerlo.

Ya era el mediodía y yo recién llegaba a mi casa, si bien rendí la materia temprano a la mañana, había tenido que antes pasar por la farmacia a comprar algunos productos de uso personal y también, tuve deseo de consumir algo dulce así que pase por una heladería de marca muy reconocida y compre para llevar a mi casa. Esos helados en específico no se conseguían en Argentina, podría contarlo como una ventaja más de ahora vivir en el primer mundo, no me quedaba otra opción más que aprovecharlo.

Mi Mamá se encontraba en la cocina preparando el almuerzo para nosotras dos, mi papá, raramente viene a almorzar ya que a esta hora él se encuentra trabajando. Solo le di un breve saludo porque literalmente corrí al patio, ansiosa, con un único objetivo en mente, no iba a comer sin antes haber vuelto ahí, las ansias que tenía de saber no me dejarían hacerlo.

—Bien, esto es peor de lo que pensaba —hablé en voz alta.

El árbol no tenía ni una pizca de nieve encima, permanecía inmaculado, como si lo que sucediese en el exterior no pudiese afectar de ninguna manera su propia naturaleza. No había podido notarlo la otra noche seguramente debido a la oscuridad, pero ahora, a plena luz del día tal detalle no pasó desapercibido para mí.

Lo ignoré, luego podría averiguar el porqué de su estado, seguramente tendría alguna explicación lógica, como todo.

Saqué el cristal de mi mochila y me concentré en él, lo sostuve en mi mano y me acerque al árbol, cautelosa, tratando de buscar si había más de este por el lugar.

Fruncí el ceño. Estaba a punto de darme por vencida, pero de repente, todo cambió.

Todo cambiaría para siempre

Mi alrededor era brillante, de manera súbita, era como si todo tuviese vida propia. La vista de lo que me rodeaba, la vegetación, la flora, el mismo cielo... era magnífico y yo podía sentirlo tanto que el sentimiento me hacía sentir hasta agobiada.

Mire al árbol, nada brillaba más que él, y lo peor de todo es que cada vez lo hacía aún más, tanto que ya no podía mantener mi mirada en él porque me molestaba, me provocaba ardor en los ojos.

Si bien estaba maravillada con el espectáculo, pronto el miedo dió paso en mi. Algo acá andaba mal y yo no sabía que era, ni siquiera se me podía ocurrir ni una mínima, ni absurda explicación a todo lo que estaba pasando.

Intenté levantarme de la posición en la que me encontraba. Sin darme cuenta, en algún momento de mi conmoción me había caído al suelo. Sin embargo, no pude… no podía ni pararme. Me sentía sin energía. Vacía. Cómo si el lugar hubiera absorbido mi existencia. El simple acto de mantenerme con los ojos abiertos ya era muchísimo y no sabía cuánto más podía aguantarlo.

Había algo más aquí, quería irme porque no sabía lo que pasaba y eso me aterraba, pero a la vez quería quedarme. Nunca había sentido tal sensación en toda mi vida, era una repentina especie de éxtasis dentro de mi, como si algo se estuviese desarrollando de repente en el interior de mi cuerpo, este algo se extendía de mis pies hasta la cabeza y alcanzaba a sentir esto, como un fuese un fuego en mis entrañas.

—Mierda —susurré. Logrando salir del trance que había tenido recién, ahora, con un pensamiento más racional decidí que esto debía de terminar ahora.

—¡Mamá! —grité en dirección a la entrada de la casa. Tenía la esperanza de que ella podría ayudarme.

Mis esperanzas duraron poco.

Ya era demasiado tarde. Ella no pudo llegar a tiempo y lo peor de todo es que no tenía ni la más mínima idea de lo que ocurriría después.

Así como todo se había iluminado súbitamente hacía un rato, en unos segundos todo se apagó y lo último que vi antes de cerrar mis ojos y dejarme llevar por la oscuridad fue el rostro lleno de angustia de mi madre.

—Lo siento Mihrimah, cariño —gimió desesperada mientras me miraba con los ojos llenos de lágrimas. Desbordando un sentimiento lleno de súplica.


Abrí mis ojos pesadamente, me costó un montón adecuar mi visión a la iluminación repentina del lugar.

No trate de levantar la cabeza de dónde estaba acostada aún, está me dolía un poco además que sentía el cuerpo sumamente dolorido, pesado y débil. Mi garganta también la sentí muy seca.

Si... había estado durmiendo me di cuenta, pero eso no tenía sentido para mí. Los recuerdos ahora habían vuelto a mi mente y logré recordar absolutamente todo, desde la luz que rodeó mi mundo de repente y los ojos llorosos de mi madre que me despidieron de ese.

Seguramente había perdido la conciencia en el patio o quizás... solo había estado soñando y todo eran imaginaciones mías, pensar tanto en algo en específico puede llevarte a que sueñes con ello.

Me senté de repente y me di cuenta, espantada, de que no reconocía en absoluto la habitación en donde estaba, ni siquiera lograba reconocer la especie de "cama" en donde había estado dormida hasta recién.

¿Futón se llamaba que no?

—Señorita, está despierta, gracias a todos los dioses usted está bien.

Vi la figura a mi derecha que me hablaba, era una señora, bajita y pálida. Esta llevaba puesto unos pantalones rojos anchos y algo blanco arriba, me hacía recordar a la prenda superior de mi karate-gi,el traje con el que hago karate, pero más fina. Era una vestimenta que podría describir como tradicional de japón pero no sabría decir cómo es su nombre.

—¿Dónde estoy y qué está pasando?¿Quién es usted? —pregunté tratando de no parecer chocante, pero los nervios que sentía se ponían en evidencia en el tono de mi voz.

—Mi nombre es Kaneko y soy la miko de este pueblo. Unos niños que estaban jugando la encontraron inconsciente en las raíces del gran árbol y se asustaron —me miró a los ojos fijamente y siguió hablando. —Usted debe entender que debido a su apariencia física pensaron que era una especie de demonio. Y como corresponde a mi deber, fui a comprobar si efectivamente se trataba de uno. Pero rápidamente me di cuenta que eras todo lo contrario.

Me acercó un cuenco con agua a lo cual acepté con gusto, realmente tenía mucha sed, le agradecí educadamente cuando me lo tendió a mis manos.

—¿Miko? —repetí el extraño término que me había dicho—. Disculpe pero yo desconozco la palabra y...¿estoy en una aldea? —dije con una cara de completa confusión. Realmente no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando. Yo había estado en mi casa según lo que recordaba. Una casa que estaba en el centro de Tokio por lo que habría estado muy lejos de estar en algún área rural o apartada de la ciudad.

Demonio... recordé que también había dicho esa palabra y empecé a asustarme ¿Me habría secuestrado una especie de secta religiosa que se encontraba alejada de la sociedad?

—Soy una miko —repitió—. Significa que protejo a la aldea de demonios y espíritus malignos, ayudo a llevar a cabo las ceremonias matrimoniales y sirvo también como curandera cuando nuestra gente se enferma —explicó algo extrañada—, Me parece raro que no sepas de esto, detecto una fuerte presencia de Reiki en ti, pensé que quizás tú también eras una miko —dijo mientras me miraba con un toque de decepción en su mirada—. Pero al ver lo que llevas puesto, tu apariencia y la forma extraña en que hablas mi idioma me doy cuenta que es probable que vengas de tierras muy lejanas.

Yo llevaba puesto un jean azul oscuro, un sweater y un tapado negro por encima mientras que en los pies tenía puestas unas botas de cuero negro. Por otra parte, sí, de Buenos Aires a Tokio había mucha distancia de por medio. Y lo del idioma… Bueno, puedo hablar y entender japonés, pero no como nativa, y es porque no lo soy, tengo mi acento.

—Si, soy nativa de Argentina, pero hace unos cuantos meses me mude de mi hogar y así llegué aquí, a Tokio. Mi nombre es Mihrimah —tras su breve explicación, me di cuenta que seguro me hallaba en alguna especie de tribu japonesa que se quedó en el tiempo, si, eso lo explicaría todo.

— Argen...tina —trató de repetir la palabra—. Disculpa pero desconozco el lugar y no es por contradecirte pero no estamos en Tokio, aunque tampoco sabría dónde es eso.

—Oh, Argentina, es un país que se encuentra en el extremo sur de América —dije mientras alzaba los hombros restándole importancia, entendí que si esta era alguna especie de aldea remota, era entendible que no supiese de otros lugares alrededor del mundo, había algo más importante aquí de lo que me había dicho y no era un asunto menor como para pasarlo por alto.

—¿A que se refiere con que no estamos en Tokio? —intrigada, alcé una ceja.

—Bueno estamos en Edo —hizo una pausa—.

Mmm... bajo el dominio del shōgun Ashikaga Yoshizumi, bueno al menos el que es humano… —dijo como si de alguna manera eso sirviera para que me ubicara en donde supuestamente estábamos.

—¿Shogunato? ¿acaso eso no se abolió hace siglos? —dije aún más confundida si eso era posible. La cabeza me iba a explotar.

Kaneko me miró como si fuese un bicho raro.

De repente mis neuronas al fin hicieron conexión y llegué a una conclusión que pensé que era imposible, al menos hasta hoy.

Me levanté de donde estaba sentada y salí rápidamente de la pequeña habitación hacia el exterior. Yo quería…no, necesitaba ver que había afuera.

Lo que encontré al salir me desconcertó aún más. La sangre bajó de mi rostro y me sentí empalidecer ante la visión que tenía en frente.

—¡¿Pero qué mierda?! —salieron mis palabras naturalmente en español.

Esto no era posible. Todo a mi alrededor estaba mal. La gente vestía ropa antigua y humilde, había un olor extraño y todas las casas eran rústicas. De hecho, el suelo era de tierra.

Todos estaban mal menos yo.

¿O yo era la que estaba mal?

Aunque debo decir que jamás había visto el cielo tan azul y limpio hasta hoy.

—Señorita creo que quizás usted debe haber perdido la memoria, actúa y dice cosas muy graciosas —se burló de forma amigable con una pequeña risita—. No se preocupe, una joven hermosa y amable como usted es bienvenida a la aldea y más poseyendo tal reiki. Estoy segura de que con el entrenamiento adecuado ningún demonio se atreverá a amenazar esta aldea de nuevo —dijo de manera triunfante.

—Muchas gracias por su hospitalidad, no sabe lo que significa para mí no quedarme sola aquí —dije sintiendo como mis ojos se llenaban de lágrimas.

La realización del desastre en que me encontraba y la gravedad del asunto me atemorizaron. Me sentía completamente desamparada e innentendida en este lugar.

Volvimos a entrar a la pequeña choza. Kaneko me explicó que ahí es donde llevan a los enfermos hasta que se curan. Agarré mi mochila, lo único que había podido traer de mi tiempo conmigo.

Bien, tenía dos libros de la universidad, mi perfume nuevo, algunas lapiceras y resaltadores. También ví que ahí seguía mi bolsa con los productos que había comprado en la farmacia, era un paquete de 4 jabones, un desodorante y una pinza de depilar nuevas. Tenía algunas otras cosas sin importancia guardadas allí pero logré encontrar lo que quería, mi celular.

—Sin señal —blanquee los ojos.No sé qué esperaba, era obvio. Para ser sincera tenía la esperanza de desmentir todo lo que había estado pasando si llegaba a ver mi celular conectado a alguna red pero me doy cuenta que no. Definitivamente estaba atrapada aquí.

Al menos tendría música para escuchar unos cuantos días más hasta que se me acabase la batería. Jamás me imaginé que un cargador solar me podría servir, hasta hoy, claro. Di un suspiro. ya es tarde para lamentarse.

—Mihrimah-san —llamó—acompáñame al pueblo voy a presentarte a los aldeanos.

—Gracias Kaneko-sama —tomé mi mochila y me acerqué a su lado para empezar a seguirla.

—¿Te puedo presentar como mi nueva aprendiz para ser una miko? Sería tu trabajo en este pueblo —preguntó suplicante—, de lo contrario la única manera de que una mujer joven sin familia como tú gane dinero es casándose con alguno de los hombres del pueblo. Las mujeres no podemos trabajar de otro modo y no podrás mantenerte—explicó.

—No me molesta para nada. Si lo que dice usted es cierto me complacería convertirme en una miko—contesté rápidamente.

Ella me dió una sonrisa. Aprobando mi decisión

—Aparte no creo que toleraría estar casada con ningún hombre de la aldea —murmuré.

Y que sea de esta época. Comparado con el año 2020, esta sociedad debiera ser ultra mega machista y los hombres claramente insoportables para mí. No había tenido tiempo de pensar en eso aún pero de hecho creo que trataré de evitarlos.

Kaneko tomó mi brazo izquierdo y me guió hacia el centro del pueblo para que conozca el lugar.

Me presentó con los habitantes para evitar así confusiones nuevamente y no me relacionen en el futuro con un "demonio". Lo tomé como alguna tonta creencia antigua, claramente no existían tales cosas pensé incrédula.

—Podrá parecer tonto lo que voy a preguntarle Kaneko-sama pero...¿Podría decirme en que año estamos? —le pregunté ansiosa de una respuesta.

—¡Oh! Por supuesto querida. Estamos en el otoño del año 1502. Nuestro emperador es Kashiwabara Tenno —respondió neutral—. Mmm.. Él no me gusta mucho —murmuró.

¿1502? Sentí que se me bajaba la presión. Esto es horrible, estoy en un periodo histórico terriblemente atrasado en todos los sentidos, nefasto y ni hablar para mi que soy mujer.

Perdón Mamá… Papá… seguro están muy preocupados por mi y yo también, no sé si lograré sobrevivir aquí.


Pasaron 9 semanas.

En 9 semanas me apegue a Kaneko tanto que solo confiaba en ella aquí. No tenía a más nadie en este lugar y la señora me había estado cuidando y educando cómo si fuera su hija.

Kaneko también me estuvo entrenando de manera intensa todo este tiempo. Descubrí que el poder que había sentido ese día en el árbol era lo que se identificaba como Reiki, era algo muy poco común y que se poseía de manera natural. Cuanta más cantidad tenía la Miko más poderosa y hábil era. Ella también me reveló que nunca había conocido a nadie que tenga tanto Reiki en su interior como yo.

Aprendí como proyectar mi poder. También, de manera limitada, en algunas armas. Sinceramente no me costó mucho aprender y algún día, podría expulsarlo al exterior completamente, lo que haría mis ataques más poderosos y dañinos. Sin embargo he de admitir que los campos de energía no son mi fuerte, Kaneko me tranquilizó diciendo que había mikos que tardaban mucho tiempo en realizar uno por primera vez y había otras que jamás habían podido hacer uno, pero esto era debido a su bajo Reiki. Cosa que no aplica a mi estado.

Además, conseguí un traje de sacerdotisa. Una costurera del daimyō, el jefe la gran familia de esta región, vino a tomar mis medidas personalmente para hacerme uno por lo que tuve una buena atención de parte de la familia al poder. Kaneko me reveló que esto era porque las mikos en las aldeas de esta región eran escasas y sin mucho poder, por lo tanto tal atención a mi comodidad fue porque no querían que me vaya y consiga otra aldea para servir. Además, había sido necesario ya que las chihayas que me ofrecían los aldeanos eran algo pequeñas y cortas para mi, especialmente el pantalón. Eso es porque las mujeres aquí son bajas de estatura. Medían 150 cm a 160 cm máximo de estatura y comparados con mi 174 cm de altura había una diferencia notable, de hecho era más alta que la gran mayoría de los hombres del lugar.

Kaneko también me enseñó cómo se debía asistir los eventos del templo del pueblo y a ayudar a los preparativos para ceremonias nupciales y su danza típica la cual, era bastante fácil de realizar o al menos lo es comparado con danzas que sé hacer.

Sin embargo lo que fue más duro para mí fue caer en cuenta que de hecho los demonios a lo que se refería Kaneko eran reales.

No eran los demonios que a mí se me habían venido a la mente en principio, esos con cuernos y que servían al diablo según la religión cristiana. Eran literalmente demonios mitológicos, propios de la Literatura japonesa.

Todos ellos eran reales, lo son.

Aunque de hecho hasta ahora solo vi algunos que otros, pequeños y bastante asquerosos, "nada por lo que preocuparse" me había dicho Kaneko.

—Bien, quítate la venda de los ojos, hoy lo hiciste mucho mejor que ayer —sentí su voz satisfecha a mi derecha.

Kaneko me había estado enseñando a sentir la presencia de las cosas y los seres vivos. Era muy importante para poder detectar el peligro cuando se acerque y para también poder diferenciar presencias humanas de las demoníacas.

—Gracias, por un momento pensé que no lograría saber distinguir la energía que emanaba los objetos —hice una mueca—, no quiero decepcionarte, has puesto muchas esperanzas en mi Kaneko-sama —admití mirándola ahora de frente.

—Lo harás bien querida, una vez que termine tu entrenamiento nadie en su sano juicio se atreverá a amenazarte querida —puso una de sus manos en mi cabeza y me hizo una pequeña caricia reconfortante en ella.

Luego de un rato, salimos del templo y empezamos a caminar por el pueblo mientras observábamos los diferentes puestos ambulantes que había en las calles.

—Dime ¿Volviste al árbol sagrado? —preguntó ella con curiosidad.

—Solo fui dos veces más —suspiré—. Pensé que tal vez allí habría podido encontrar alguna respuesta a lo que me pasó, pero nada sucedió—expliqué decepcionada.

—El árbol sagrado es sabio, por algo te trajo hasta aquí —levantó su mano y se acomodó el cabello detrás de la oreja—. Después de todo, ese es el árbol que la mismísima Gran Midoriko-sama plantó para nosotros, por eso tiene tanta energía espiritual en él.

—¿Quién es Midoriko? —ese nombre... no estaba segura de haberlo escuchado alguna vez antes, pero algo dentro de mí se sintió extraño cuando lo escuché.

—Doscientos años atrás, Midoriko fue la sacerdotisa de este pueblo. Y fue la sacerdotisa más poderosa que existió en todo Japón — explicó con sabiduría.

—Me parece impresionante y me siento intrigada por ella ¿Te importaría contarme más de su historia? —le pedí.

Kaneko procedió a contarme toda la vida de Midoriko, desde su nacimiento en este pueblo, como hija de unas de las familias poderosas del lugar, como desde pequeña había sentido el poder dentro de ella, la batalla de los siete días que mantuvo con los numerosos demonios y por último la creación de la perla de shikon.

—La perla de shikon volvió a estar entre nosotros de nuevo hace unos años, pero lamentablemente esta se encuentra rota y solo se pueden conseguir sus diminutos fragmentos —me dijo con seriedad.

La observé callada, animándola a que continúe.

—Lamentablemente muchos demonios están en su búsqueda —reveló—. Es una lástima que el alma de nuestra querida Midoriko se encuentre en tal situación.

—¿Cómo era esa perla Kaneko-sama? —pregunté.

—La perla era una piedra preciosa redonda, de un color rosado brillante y puro como lo era el alma de ella —me explicó—. No hay nada igual a ella. Sus fragmentos siguen compartiendo el mismo carácter. Es imposible confundirlo con otras clases de piedras.

Acaso… ¿El fragmento que había encontrado en el árbol de mi casa era uno de esos? ¿Era acaso parte del alma de Midoriko lo que estuvo en mis manos hace tres semanas? Quizá eso explicaría cómo es que llegué aquí.

Lleve una mano al pecho. Dónde tenía escondido el fragmento debajo de la tela de mi traje.

Era una conexión. Después de semanas había logrado dar con una pista.

—Vaya, no sabía acerca de esto, me parece bastante interesante lo que me acabas de contar —dije tratando de aparentar normalidad en mi voz, pero la verdad es que esta nueva revelación de Kaneko me sacudió un poco.

¿Por qué el fragmento había estado en mi casa? ¿Por qué decidió traerme justamente a mi tan lejos al pasado?

—Espero que uses esta historia como inspiración Mihrimah-san y sigas entrenando de forma perseverante. Si te esfuerzas, estoy segura que podrás ser legendaria, lo veo en ti y los ojos de esta mujer jamás se confunden —dijo con una expresión totalmente convencida en su rostro.

—Tengo a la mejor maestra, sería raro que eso no sucediera —le seguí el juego y le di una sonrisa brillante.

Volviendo al santuario, Kaneko se fue a su habitación y yo a la mía.

—Realmente no tienes idea de hasta qué punto estoy agradecida contigo Kaneko-sama —susurré mientras la veía de espaldas alejándose para irse a dormir.

Estaba agotada. Quizá mañana me pondría en trabajo de enseñarle a las mujeres del pueblo acerca de su higiene y anatomía, desmentir algunos mitos que las hieren. Yo realmente quería ayudarlas lo más que pudiese y como miko sé que tendré más influencia en ellas que si fuera una mujer normal.


Hacía 20 minutos que me había despertado. No me levanté, no me moví de mi lugar. Me encontraba mirando el techo de mi habitación mientras lloraba de la manera más silenciosa que me era posible.

Después de mucho tiempo, soñé con mis padres, especialmente mi madre. Eran solo recuerdos pero fue lo suficiente como para que yo volviese a pensar acerca de mi vida. La pérdida.

Por segunda vez había dejado todo atrás abruptamente, sin yo quererlo… pero ahora perdí más cosas que antes, mi familia, amigos, mi carrera, comodidades, mis hobbies, No quedaba nada más para mí aquí, de no ser por la señora Kaneko, no sé qué habría sido de mi.

Antes había tenido esperanza, pero ya no.

Y me había empezado a acostumbrar. Lo que más tenía estaba sucediendo.

No quiero olvidarme de todos ellos ni de mi hogar, mi patria… pero con el paso del tiempo era inevitable que eso sucediera.

Me encuentro en un periodo de la historia tan desordenado, ignorante, terriblemente cruel, marcado por las guerras y las enfermedades…

Espantosamente machista. A las mujeres aquí ni siquiera se les enseña a escribir y leer y por las cosas que me contaron algunas mujeres del pueblo, cuando iba a bendecir sus hogares o atender sus partos, sus maridos dejaban mucho que desear respecto a su trato con ellas, a no ser que estuviesen muy enamorados de su esposa ellos la tratan como algo insignificante, como si su ganado tuviese más valor.

Sus esposas eran de su propiedad, un objeto, que encima comparado con casa y su ganado eran hasta más insignificantes.

Pero no tenían otra elección. Hasta los 15 años aquí, si eras mujer tenías dos opciones. Conseguir marido para que te proteja de otros hombres y te de tus necesidades básicas o eras una prostituta.

A menos que claro, hubieras sido "bendecida" para ser una miko.

En el tiempo que estuve aquí también conseguí algunas experiencias en relación a eso.

Había pasado que algunos jóvenes y también hombres del pueblo que eran hasta mayores que mi padre hablaban conmigo para luego decirme que si me casaba con ellos no tendría que preocuparme más de servir como sacerdotisa.

Podría quedarme en la "comodidad" de la casa cuidando a nuestros futuros hijos. Me repugnaba profundamente sus intenciones. Pero siempre me contenía para no insultarlos por lo que me conformé con mentirles de que ahora no podía, no al menos hasta que termine mi entrenamiento de miko, pero la verdad era que jamás consideraría casarme con ninguno de ellos

No pasaría a ser su propiedad, la de ningún hombre, ¿Quienes se pensaban que eran? no había manera de que me humillara de esa manera.

Me levanté del futón y le dije a Kaneko que iría a tomar un baño. Si bien los baños feudales eran muy incómodos, nada evitaría que yo siguiera disfrutando de ellos diariamente a pesar de lo raro que le parezca a la gente de aquí que con suerte se bañaba un vez al mes.

Las enfermedades abundaban en esta época y yo haría lo posible por ser lo más higiénica posible y así mantenerlas alejadas de mí.

Porque si las cosas iban mal, irían terriblemente peor si contraía la peste. No habria escenario peor ya.

Terminé de peinarme el cabello. Me coloqué mi chihaya y me puse perfume.

Hoy saldría al pueblo. Tenía ganas de comer algo de fruta, así que iré a ver qué tienen para ofrecer los puestos de venta ambulante.

—¿Me acompañas a comprar? —pregunté.

—Lo siento querida, hoy no me siento para nada bien. Creo que me quedaré en el santuario a descansar —contestó Kaneko.

—Está bien, prepárese unas hierbas medicinales y descanse, nos veremos en un rato —me despedí.

—Espera —me detuvo—, antes de volver dirígete a la casa del señor Masujiro, me dijo que tu Kodachi estaría lista para hoy —me entregó un papel con las indicaciones para llegar.

Kaneko dijo que para continuar mi entrenamiento era necesario tener mi propia arma, para así proyectar mi poder de forma segura y concisa en un objeto para atacar, serviría en la tarea de purificar a demonios de manera más eficiente. Pidió una Kodachi porque era más fácil y liviana de manejar que una katana.

—Bien, volveré en unas horas y luego me pondré a meditar —dije—. Usted descanse, no quiero que empeore- le di una sonrisa a una decaída Kaneko y salí en dirección al centro del pueblo.

Antes de salir, tomé unas cuantas monedas para poder pagar. Era extraño, pero a pesar de que la gente aquí, apenas y tenía lo básico como para seguir viviendo, Kaneko por el contrario tenía el suficiente dinero, Mon, para mantenernos a ambas.

Seguro era por su buena relación con el daimyō. no le di más importancia y salí.

En el mercado compré duraznos y unas cuantas naranjas. Ahora me dirigía a casa del señor Masujiro, quedaba algo lejos, pero no importaba, tenía tiempo de sobra para ir.

Llegué a la puerta de una gran casa y le di tres golpecitos para llamar al dueño. Mientras esperaba fuera, noté que las casas de esta zona eran más bonitas de las que había cerca del santuario.

La puerta se abrió y salió un hombre mayor de adentro. Este era bastante alto y se notaba que cuidaba su apariencia a pesar de su edad. Observé que llevaba puesto un kimono de color azul oscuro que parecía más fino de lo que había visto puesto en otros hombres de la aldea.

El observo mi rostro con expresión confundida, como tratando de adivinar si me había visto de otro lugar, luego vio la ropa que yo vestía y sonrió.

—Señorita Mihrimah ¿Que no?, Kaneko me habló mucho de usted. Sin embargo no sabía que vendría usted en vez de ella.

—Debo decirle que la señora Kaneko se encontraba indispuesta hoy, por eso vine yo personalmente —expliqué.

—Esta bien, entonces entra.

El señor Masujiro me guió hacia la sala de invitados de la casa y me hizo esperar allí.

—Mihrimah-san —llamó una vez que volvió—. Esta es para usted—me entregó la kodachi dentro de una hermosa funda de cuero.

Saqué el arma de su funda y procedí a observar la kodachi, esta es preciosa, tenía un acabado delicado en el mango y note que estaba forjada de forma precisa en la filosa hoja.

—Muchas gracias señor, no podría haber imaginado un arma más bella que esta —agradecí.

—Fue un placer hacerla, espero que le sirva para su entrenamiento —dijo con orgullo mientras observaba su creación.

Luego de eso nos dirigimos hacia la puerta de la casa. Era hora de volver al Santuario.

—¿Señorita puedo hacerle una pregunta? Si no es molestia —pidió.

—Para nada, dígame qué quiere saber.

—¿Qué edad tiene?

Oh con que eso era. —Tengo 19 años señor —respondí.

Me dió una sonrisa cálida.

—Tengo un hijo de 25 años. El ya está en edad de contraer matrimonio. Es educado y un hombre respetable —dijo retomando la conversación- Y es alguien a que no le molestaría que su esposa sirva como Miko aún estando casada con él. Puede darse el lujo de contratar criadas para el hogar así usted siga con sus obligaciones.

Aquí vamos de nuevo.

—Muchas gracias señor, me halaga que piense que yo podría ser una buena esposa para su hijo —dije con sinceridad. Realmente me había gustado que no hubiera pensado que yo debía abocarme por completo a mi marido y hijos estando casada—.Pero por el momento tengo que terminar con mi entrenamiento, no puedo comprometerme —dí la misma excusa de siempre.

—Lo sé, y sé que se volverá en una miko respetable en el pueblo como lo es Kaneko-sama —dijo mientras abría la puerta de la casa—. Pero me gustaría que lo considerase en unos meses cuando usted ya esté totalmente entrenada, no hay muchos hombres que dejarían que su esposa siga cumpliendo sus deberes de miko estando con ellos —me guiño el ojo en un gesto cómplice.

—Está bien señor. Prometo que si en unos meses decido casarme, su hijo será el primero a quien tendré en cuenta para unir nupcias —lo tranquilicé.

Procedimos a despedirnos educadamente y me dirigí de nuevo al santuario.

El señor Masujiro fue un hombre realmente agradable, si yo hubiese sido una mujer de la época, hubiese aceptado con gusto la propuesta de conocer a su hijo. Pero no lo era.

Iba caminando perdida en mis pensamientos cuando de repente la gente del pueblo se empezó a amontonar a mi alrededor.

—Señorita Mihrimah por favor ayúdenos hay un grupo de demonios poderosos que están entrando al pueblo —identifique la voz suplicante de un aldeano a mi izquierda.

—Y vienen acompañados de humanos, seguramente están siendo poseídos por ellos —sentí gemir a alguien entre la multitud.

—Esta bien, los sigo, guienme hacía ellos —dije de manera determinada. Debía parecer lo más seria posible para no alterar aún más a la gente.

—Hay que llamar Kaneko-sama para

—No —interrumpí al aldeano que sostenía un arma—. La señora Kaneko se encuentra muy débil hoy y no debemos molestar su descanso.

Aunque daba la fachada de estar muy segura en lo que hacía, la verdad es que estaba muy nerviosa. Si era verdad lo que decían, en unos minutos yo estaría cara a cara por primera vez con demonios de rango superior, no con simples ciempiés asquerosos.

Agarré mi kodachi con fuerza, No… No. No decepcionaré a Kaneko, yo lo haría bien, tenía que hacerlo. Ahora todo dependía de mí.


Había pasado un mes aproximadamente desde que el grupo se había fusionado junto al de Sesshomaru.

Las primeras semanas no habíamos encontrado ningún indicio que nos hubiera podido llevar a la ubicación de la reencarnación de Midoriko.

Los choques entre Inuyasha y Sesshomaru aunque más leves, cada vez eran más numerosos debido a lo tenso que se había puesto el ambiente.

De hecho Inuyasha realmente empezó a creer que todo esto era una broma producto de las alucinaciones de la "vieja bruja".

Sin embargo, hace una semana habíamos recibido información de un comerciante que se hallaba viajando de la provincia de Kanto al sur. Según él, en el lugar había una joven sacerdotisa que había aparecido de la nada en el árbol sagrado del lugar.

Imagina nuestra sorpresa cuando nos contó que ese árbol lo había plantado la mismísima Midoriko hace 200 años atrás y no solo eso, el pueblo en donde se hallaba eran las tierras en donde ella había nacido.

No había forma de que esto fuese una coincidencia. Por esa razón se decidió que se debía ir de inmediato hasta Kanto, Edo antes de que Naraku lo hiciera y desde entonces estuvimos en camino hacia al pueblo.

—La aldea se encuentra a unos pocos minutos, prepárense —nos informó con voz firme Sesshomaru.

En un movimiento nervioso, acomode mi cabello y ajusté aún más la bufanda a mí cuello.

—¡Demonios, son demonios! Preparen sus armas y llamen a Kaneko-sama —se escuchó un grito dentro de la multitud de aldeanos asustados.

—Patéticos —escuché susurrar a Sesshomaru a lo lejos.

Miroku y yo tratamos de hablar con algún aldeanos para informar que veníamos en paz y que no queríamos hacer ningún daño, pero la presencia de alguien como Sesshomaru alteró a todos y no nos creyeron. Ellos estaban convencidos de que habíamos sido "corrompidos" por él.

—Inuyasha detente. Si sacas la tessaiga perderemos toda posibilidad de que la gente nos escuche —dije cuando vi que puso su mano en el mango de la espada.

—¡Feh! Como sea, pero si esa mujer intenta purificarnos no dudaré en atacar Kagome —se quejó.

Sesshomaru se detuvo. Informó al grupo de que esperarían que la sacerdotisa viniese a ellos. No quería adentrarse más al pueblo y sinceramente yo tampoco, por lo que ví, eran mucho más hostiles a los demonios que los aldeanos de las demás aldeas que habíamos visitado antes.

Supongo que al haber sido el hogar de Midoriko era normal que existiese tal rechazo

De pronto ella lo sintió, sintió un fuerte Reiki acercándose y al ver la expresión de Inuyasha se dió cuenta que él también lo hizo. Aunque Sesshomaru seguía teniendo su misma cara inexpresiva, sabía que él también tendría que haberlo sentido.

Sesshomaru e Inuyasha se pusieron en la delantera al grupo, y ahí fue cuando todos la vimos.

Una joven preciosa, de ojos grises impresionantes se paró delante de nosotros, ella nos miraba seriamente. Su mirada intensa nos evaluaba a cada uno.

Finalmente estábamos cara a cara.


En ese momento nadie lo sabía y él tampoco vio la necesidad de hablar pero Sesshomaru, se dio cuenta que su alma, el Reiki que sentía delante de él, y que lo venía sintiendo desde hacia varios kilómetros era el mismo que había sentido alguna vez hace 200 años atrás.


No estaba ni siquiera un poco preparada para lo que ví.

Delante mío había un grupo de viajeros bastante extraño. Eran una exterminadora, un monje, un pequeño demonio zorro, otra miko y un híbrido también había una niña pequeña con ellos y un demonio kappa. En el fondo logré identificar otros dos demonios más aunque no reconocí su especie.

Pero lo que más me llamó la atención por lejos era la figura alta y blanca que tenía delante mío.

No solo lo sentía tan poderoso que estremeció hasta lo más profundo de mis entrañas. Si no que era el modelo masculino más bello que yo había visto en mi vida.

Era divino, casi celestial.

Nadie pensaría que fuera un demonio a simple vista. Él parecía un ángel.

Es alto. mucho más que yo. Tiene un cabello blanco platinado muy largo y lo lleva completamente suelto. Su vestimenta consta de un kimono de color blanco que lucía bastante costoso y fino y por encima de este lleva una gran armadura.

Dios y su rostro… es tan perfecto que duele.

Me di cuenta de lo que era, era más que un simple demonio fuerte. Detrás de esa apariencia tan blanca y angelical había un poderoso taiyoukai. Así me lo había explicado Kaneko.

No solo eso, además note que el medio demonio a su lado aunque inferior tampoco debía ser subestimado.

Eran la misma raza.

Yo no tenía ninguna posibilidad. Me sentí angustiada. No era tonta, no me quedaba de otra más que conversar con ellos y tratar de convencerlos de irse, con suerte, sólo habrían estado de paso y de casualidad se toparon en su camino con este pueblo.

—¿Qué es lo desean? —mi voz sonó más segura y firme de lo esperaba. Bien.

Había llegado a la conclusión de que si hubiesen querido hacer algún tipo de daño, este ya estaría hecho. No parecían ser seres irracionales.

—Señorita, hemos venido a hablar sobre algo de suma importancia para nosotros —habló el monje del grupo.

—¿Cuál es tu nombre, monje? —pregunté antes de todo

—Soy Miroku.

—Bien. Miroku ¿Qué es lo que buscan aquí? —pregunté en voz alta. Mi rostro era una perfecta máscara de seriedad.

—Venimos a hablar con la miko que despertó en el árbol sagrado de este pueblo —explicó el monje y el único hombre humano.

Yo lo miré desconfiada. Esa miko de la que hablaban era yo ¿Porque yo atraería la atención de estos individuos? No tenía sentido.

Sin embargo, no pase por el alto la fuerte punzada en mi pecho que me hacía sentir una muchacha que se encontraba algo oculta a mi vista detrás del híbrido.

Una sensación similar a la que me producía el fragmento de la shikon en mi pecho.

Seguramente había llegado el rumor a otros pueblos de que yo era extranjera ¿Quizás buscaban que le enseñe algún idioma? Si ellos eran un grupo de comerciantes seguramente estarían buscando la manera de comunicarse con otros comerciantes extranjeros que llegaron a la isla. La barrera del idioma seguramente había dificultado esa tarea.

—Yo soy la miko a la que buscan —fruncí el ceño —No veo que es lo que yo podría darles, ni tampoco el porqué debería hacerlo.

—Señorita, por favor, venimos en paz. Solo buscamos su ayuda —miré a la joven que salía de atrás del medio demonio— Soy una miko también y puedo asegurarle que los demonios de este grupo no le harán daño de ninguna manera a la gente de la aldea ni a tí. Solo queremos charlar —suplicó.

¿Quién era ella?¿Sería posible que fuese alguien como yo?

—¿De dónde sacaste esa ropa? Quién eres? — no había lugar a la confusión, la ropa y zapatos que esa miko llevaba no era ni más ni menos que vestimenta moderna. De repente, la esperanza que pensé que ya no tenía cabida en mi volvió abruptamente.

Nadie aquí tenía esa ropa. Ninguna mujer de esta época la vestiría. Solo yo.

Y ella también.

— Me llamo Kagome, en cuanto a la ropa… es algo difícil de explicar supongo —llevó una mano hacia su frente algo nerviosa.

—¿En qué año naciste? —pregunté. No quería darle más vueltas al asunto, estaba desesperada por respuestas.

Kagome me miró, de repente su expresión se puso algo seria y pareció meditar su respuesta por algunos segundos.

—En el año 1985

Perfecto.

—Ella es una miko —declaré rápidamente al grupo de aldeanos que estaban detrás mío—. Ellos no mienten. Pueden ingresar, por el momento, al pueblo.


Los había guiado en silencio a una de las chozas del pueblo, de hecho era exactamente la misma en donde me había despertado por primera vez.

Todos estaban sentados en cuclillas a mi alrededor a excepción del Daiyōkai del grupo que se encontraba parado y un poco más alejado que los demás.

—Señorita Kagome yo nací en el año 2000- miré a su dirección —desperté hace poco más de un mes aquí. Imagine mi sorpresa cuando me di cuenta que había pasado de vivir en el año 2020 al año 1502, el periodo Sengoku. Jamás imaginé viajar tan atrás del tiempo —expliqué.

—¿Es posible? —interrumpió la exterminadora —Jamás hubiésemos imaginado que la miko que habíamos estado buscando todo este tiempo venia del futuro al igual que Kagome.

—¿No intentaste volver? —preguntó el monje.

—Volví varias veces al árbol sagrado del pueblo con la esperanza de regresar a mi tiempo, pero no sucedió absolutamente nada —suspiré. Me había resignado desde hacía mucho.

—Osea que estuviste aquí todo este tiempo sin volver —se sorprendió Kagome—. El pozo que conecta mi futuro a esta época si me permite volver cada vez que necesito buscar más suministros —explicó—. Quizás… la próxima vez que vaya podrías intentar pasar conmigo.

—Eso sería genial Kagome, muchas gracias —contesté emocionada a su proposición. Nada me gustaría más que hacer eso.

—Oh qué falta de modales de parte nuestra. No nos presentamos —se dio cuenta con vergüenza Kagome

—Mi nombre completo es Kagome Higurashi — empezó con presentarse ella.

—¡Feh! Soy Inuyasha y el más poderoso de todos aquí —dijo de forma altanera. El medio demonio me hizo sonreír. Era extraño porque era más que visible que eso no era cierto, supongo que está tendría cierta rivalidad con el Daiyōkai del fondo.

—Soy Sango —se presentó la exterminadora. Interrumpiendo mi línea de pensamientos

—Me presento nuevamente, soy Miroku y estoy a su servicio bella joven —el monje extraño a diferencia de hacia un rato me dió una mirada lasciva y sostuvo ambas manos mías entre las suyas.

Yo arqueé una ceja. Disgustada ante el exceso de contacto y confianza del monje.

—Soy Shippo —el pequeño demonio zorro se presentó también.

—Mi nombre es Rin —me sonrió la pequeña niña del grupo.

—Jaken y soy el sirviente a cargo del gran amo y señor Sesshomaru —dijo con mucho orgullo el demonio kappa.

Faltaba sólo uno para presentarse, y era el que más me causaba curiosidad.

Yo miré hacía donde él estaba parado, buscando su atención.

—Sesshomaru —anunció con voz profunda. El dirigió su mirada hacia mí, como esperando algo.

Miré a sus ojos dorados confundida. No sé qué quería que diga, lo cierto es que su forma imponente y su mirada me hacía sentir pequeñita y débil. Haciendo que deje de pensar con claridad.

—Di tu nombre, miko —pidió él.

—¡Oh cierto! Lo siento —murmuré avergonzada.

Mire a mi alrededor y tragué saliva antes de continuar.

—Mi nombre es Mihrimah, Mihrimah Borgobello y soy oriunda de un país llamado Argentina —dije en voz alta, presentándome a todos aunque mi mirada siguió manteniéndose en el.

No había forma a excepción de Kagome que supiesen dónde estaba Argentina ni mucho menos el continente de origen, ya que este ni siquiera existía aún, y los colonizadores españoles seguían pensando que se trataba de las indias y no de un nuevo continente.

—Kagome… ya explícale de una buena vez porque vinimos a buscarla. El olor nauseabundo de estos aldeanos me está volviendo loco — Inuyasha se quejó mientras llevaba una mano a la nariz para taparla.

—Mihrimah-san —llamó Kagome buscando mi atención—A estas alturas ya debes haberte dado cuenta que nuestra llegada a este pueblo no fue una mera casualidad y por lo tanto tampoco lo es la tuya.

Kagome procedió a contármelo todo sin pausas. Desde sus llegada hace dos años aquí, de como ella, su protectora, había roto la joya de shikon en Pedazos terminando así esparcidos en todo Japón. Me habló acerca de Naraku, el adversario principal de esta historia. Este era un medio demonio nacido del odio que buscaba la perla para volverse así en un demonio completo y que había causado un gran sufrimiento en la mayoría de los miembros del grupo.

Empecé a entender a qué venía esta historia cuando me contó de su encuentro con la profeta el mes pasado.

Resulta que yo, una mujer que hasta hace un mes vivía en la comodidad que ofrecía el futuro y que también hasta hace poco no creía ni en demonios, brujas y espíritus, era la reencarnación de la miko más poderosa que vivió en Japón. Me estaría costando mucho creerlo.

—Según la profeta, tu, Mihrimah, eres la única que será capaz de eliminar la joya para siempre así nadie más sufrirá a causa de ella —apretó sus manos—. Por favor, debes venir con nosotros- suplicó.

Medité por unos segundos su petición. Creía en la historia de Kagome, no sé cómo explicarlo pero esta joven que tenía delante mío me transmitía confianza.

De lo que no estaba segura es de mi misma, ¿Soy realmente la reencarnación de Midoriko?¿Seré capaz de hacer lo supuestamente debía?.

—¿Cómo pueden estar tan seguros de que yo soy su reencarnación? —pregunté ansiosa.

—Tu lo eres —sentí la fría voz de Sesshomaru al fondo.

Camino hacia mí y bajó su cabeza a la altura de la mía, buscando mis ojos e hipnotizandome con los oro de los suyos.

Lo miré vacilante, sin saber el porqué estaba tan seguro de su afirmación.

—Yo nunca me equivoco —continuó con lo anterior de forma neutral.

Lo ví volverse de nuevo hacia donde estaba, no pude despegar mis ojos de él en los pocos segundos que tardó en volver de nuevo a su lugar.

—La profeta dió a entender algo como que Sesshomaru había conocido a Midoriko cuando ella aún vivía —explicó Kagome— así que suponemos que la esencia de tu Reiki debe ser igual a la de ella por lo que Sesshomaru estaría en lo cierto en decir que eres tú.

—Eso confirma que tú lo eres, querida.

De repente entró por la puerta la señora Kaneko, interrumpiendo mi conversación con Kagome.

—Kaneko-sama—dije sorprendida—, no debería estar aquí,usted debe descansar —le reclamé preocupada.

—De eso nada. No había manera de que yo no viniese a ver qué es lo que estaba pasando y más sintiendo la fuerte presencia demoníaca que entró a nuestra aldea —dijo mientras daba miraba de reojo a Sesshomaru.

—¿Estás segura de que debería aceptar ir con ellos? — pregunté tocándome un mechón de cabello de manera nerviosa.

—Hay algo que no te conté del día que te encontré en el árbol sagrado —quito la mano de mi cabello y la agarró- Traías con ella un fragmento de la perla, pero cuando lo ví no pude agarrarlo, este simplemente parecía rechazar mi contacto cuando se encontraba en tus manos —explicó.

—¿Osea que supiste todo este tiempo que lo guardaba conmigo? —saque el fragmento de entre mis ropa.

Ella asintió con la cabeza. —El fragmento no iba a dejar que lo tocase cuando estaba contigo, porque es contigo con quién debe permanecer. Eres tú, tu alma ella, la joya.

Yo estaba muda, las palabras no salían de mi boca, simplemente no se me venía nada a la cabeza que poder replicarle.

—Desde ese día supe que eras distinta. Que el universo te haya puesto en este lugar precisamente, el árbol de Midoriko, solo podría significar que estabas destinada a algo grande — me miró con orgullo mientras me dió una suave caricia en la coronilla de mi cabeza. Cómo siempre lo hacía.

—¿Crees que estoy lo suficientemente lista como para irme? —pregunté.

—Oh, siempre estuviste lista, yo solo te di un pequeño empujón. Lo que necesitas ahora es salir, ganar experiencia.

—¿Eso significa que lo que siento en la mochila de Kagome en realidad son los fragmentos de la perla de shikon?¿Del alma de Midoriko?mmm… ¿mi alma?

—Espera entonces sentiste mis fragmentos todo este tiempo ¿y no me dijiste nada? —preguntó escandalizada Kagome.

—No estaba segura en su totalidad y aparte estaba algo nerviosa —murmuré avergonzada—. Además habría sido descortés de mi parte preguntarle a una desconocida acerca de las pertenencias de su mochila —sonreí.

—Debes preparar tus cosas para partir. Te acompañaré al santuario mientras ellos esperan aquí, no quiero que los aldeanos se pongan más nerviosos de lo que ya están y cometan alguna tontería —dijo Kaneko.

—Bien, pero deseo bañarme antes de irme —sentencie. No era una petición, no había manera de que yo no me bañe una noche si lo podía hacer—. Quizás las chicas también podrían venir conmigo si desean asearse —miré en dirección a Kagome y Sango.

—No te preocupes Mihrimah-san, nosotras ya lo hicimos hoy en una de las paradas antes de venir hacia aquí, pero agradecemos tu amabilidad — dijo Sango.

—Gracias, no te preocupes, te esperaremos aquí mientras tú te preparas —me dijo amablemente Kagome.

—Si quiere yo podría hacerle compañía en el baño señorita, estoy seguro que…

Sango agarro la cara del monje Miroku y empezó a pellizcar sus mejillas

—Usted nunca aprende verdad —lo regañó mientras sus mejillas rojas ardían furiosas

—Pero... Sanguito yo solo… quería ser amable con la señorita —trato de explicar con esfuerzo el monje.

La conversación terminó con una cachetada en la cara de Miroku después de que él puso su mano sobre el trasero de Sango.

—Nunca aprenderá —dijo al aire de manera resignada Shippo.

—Monje no volverás a tener esa conducta vergonzosa en frente de Rin —Sesshomaru dirigió una mirada filosa en dirección a él

—Sí señor —respondió de inmediato. Miroku lucía aterrorizado.

Sonreí divertida. Este grupo tenía una rara combinación de personalidades, quizás no estaría tan mal después de todo. Aparte, de ser posible podría ir yo o si no pedir a Kagome que me traiga suministros del futuro. La idea sonaba muy bien para mí.

—Gracias. Volveré en un rato, prometo no tardar.

Salí de la choza junto con Kaneko y fuimos juntas hacía el Santuario. Decir que estaba nerviosa por este nuevo cambio de planes era poco, pero estaba interesada en ver cómo se desarrollarían las cosas de ahora en adelante.

También tengo interés en conocer más al numeroso grupo.

Especialmente cierto demonio frío de escasas palabras.


~

Miko: doncella del santuario unasacerdotisasuplementaria.Es probable que a las Miko alguna vez se las viera como una especie de chamanes.

Reiki: Poder espiritual. Energía interior que poseen las mujeres humanas consideras como Miko.

Yōkai:(lit. espectro, espíritu, demonio)son una clase de criaturas pertenecientes al folclore japonés. Algunos tienen partes animales, partes humanas o partes de los dos.

Daiyōkai: "Gran" demonio.

Edo: antiguo Tokio.

Shogunato: fue el gobierno militar establecido en Japón con breves interrupciones entre finales del siglo XII hasta la restauración Meiji de1868.

Shōgun: Era el título de los dictadores militares de Japón durante la mayor parte del período que va desde 1185 a 1868. Nominalmente nombrados por el Emperador , los Shōgun eran generalmente los gobernantes de facto del país.

Ashikaga Yoshizumi: fue el undécimo shōgun el shogunato Ashikaga que reinó desde 1494 hasta 1508 durante el periodo Muromachi de Japón.

Daymiō: fueron poderosos magnates japones,señores feudales que, desde el siglo X hasta principios del periodo Meiji a mediados del siglo XIX, gobernaron la mayor parte de Japón, de sus vastas tierras hereditarias.

Mon: fue la moneda de Japón desde el periodo Muromachi en 1336 hasta principios del periodo Meiji en 1871.Las monedas denominadas en mon fueron fundidas en cobre o hierro y circulaban junto a lingotes de plata y oro denominados en shu, bu yryō con 4000 mon = 16 shu = 4 bu = 1 ryo.

Go-Kashiwabara Tennō: fue el 104 emperador de Japón, de acuerdo al orden tradicional de sucesión. Reinó del 16 de noviembre de 1500 al 19 de mayo de 1526.