Hora: 19:00 - El gigante cansado

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No tardó mucho en llegar.

La larga fila de cabinas estaban ubicadas en el primer piso debajo de la cubierta y a través de una breve escalera se llegaba fácilmente al largo y elegante corredor interno donde estaban los numerosos salones reservados a la estrecha élite de primera clase, la sala de música, la sala de fumadores y la sala de lectura.

Desde el corredor se accedía a cubierta D, en la cual el paseo vespertino ya había empezado. El amplio espacio acondicionado con bancas y mesas le dió la bienvenida con un arcoiris de colores, sombreros y sombrillas art deco y rumores de alegres charlas le cosquilleaban los oídos.

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El Mauretania era un enjambre de vida y de sueños.

Por doquier a su alrededor familias ruidosas y parejas de enamorados caminaban o descansaban disfrutando del último calor del moribundo sol para gozar de la vista del océano antes de que se sintiera la humedad de la noche.

Candy se acercó a la barandilla para admirar el ocaso. Su alegre sombrero a cloché con visera ligeramente ancha le permitía observar el fascinante escenario sin advertir aquel cegador fastidio en los ojos.

Aquel pulsar vivo de la luz sobre la superficie perfectamente plana e inmóvil del agua sintetizaba una imagen perfecta de las emociones que estaba sintiendo en aquel momento.

Había vivido hasta ahora años de aparente serenidad, dedicándose a ayudar a los demás; esforzándose por ofrecer lo mejor de sí misma al prójimo para aturdir el sufrimiento desgarrante que padecía su corazón. Después de su separación había regresado al hogar de Pony.

La señorita Pony y la hermana María la habían ayudado a unir las piezas de su alma enferma, animandola para que se ocupara del cuidado de los huérfanos y de su educación para obligarla a salir de la apatía y el riesgo de caer en la anorexia.

Lentamente su fuerza interior había regresado y sus ojos de nuevo se abrían a las sonrisas.

¡Cuánta paz le había regresado aquel lugar tan querido para ella!.

Y el cariño siempre presente y tranquilizante de Albert y de sus premurosos amigos habían contribuido de manera respetuosa para que volviera a encender las esperanzas por su futuro.

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Así, día tras día. había madurado en ella una nueva aspiración.

Había sentido la necesidad de retomar su trabajo… y de estudiar…

Había regresado a Chicago y había conseguido un trabajo como enfermera en el Hospital St Andreas´s; después de algunos meses se había suscrita a la Universidad en la Facultad de Medicina, insistiendo ante su familia para ella sola mantener sus estudios con sus propias fuerzas.

Habían sido años de mucho trabajo y cansancio pero extremadamente gratificantes.

La doctora Candice Ardley apenas se había graduado con los máximos honores y había decidido especializarse en Pediatría para permanecer en contacto con los niños, por los cuales sentía una vocación particular. Por un juego de la suerte, las exigencias de sus estudios la habían llevado a mudarse al Medical Center en la Universidad de Nueva York los últimos dos años.

Nueva York…

Sus destinos parecían, al menos por una vez, acercarse fortuitamente pero, justamente en aquel periodo, había leído en los diarios sobre la enfermedad de Susanna Marlow y de su inevitable transferimiento a Inglaterra, donde la desafortunada chica se sometería a algunas terapias a la vanguardia para su mal incurable.

Después de casi un año Candy había escuchado de su prematura muerte.

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En todo ese tiempo su existencia había transcurrido bajo la insignia del compromiso total con su trabajo. Incluso había hecho nuevas amistades, sobre todo cuando había empezado su entrenamiento de la especialización, y los admiradores no le faltaban seguramente, pero ella jamás se había permitido bajar ni un momento la guardia.

Es así como se sentía.

Como un mar calmado y plano… Ni una mínima onda agitaba su superficie, a pesar del ímpetu y la energía que su corazón encerraba y controlaba.

Sin embargo aquellos últimos días una nueva emoción había calentado su piel y nuevos matices de colores habían empezado a reflejarse en los sinceros y puros espacios del verde de sus ojos…

Reconocía que aquella nueva energía que sentía pulsar en cada célula no era para nada ``nueva´´. Era el cálido sol que había escondido detrás de aquel espeso velo de nubes creado por su espíritu de sacrificio y de sus sentimientos de culpa.

Tal vez ahora había un motivo para permitirle a aquel sol salir de nuevo al descubierto, sin miedo. Ella no esperaba otra cosa para calentar la profundidad del mar de amor que inundaba su alma.

Se sentía lista. En realidad, se había sentido lista desde siempre con él.

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Emocionada por estos pensamientos, abrió de golpe el libro.

Otra frase subrayada: ``... Mi corazón, como el mar, no tiene límites, mi amor es tan profundo como el mar: mas te concedo más poseo, pues los dos son infinitos...´´.

Sonrió, ruborizándose ligeramente.

Era un silencioso y misterioso diálogo el que había recomenzado espontáneamente entre ellos a través de aquella líneas.

Los gritos alegres de un grupo de niños cerca de la primera chimenea de popa la hicieron despertar de sus pensamientos. Sobre cubierta los camareros en librea estaban empezando a servir los aperitivos. Las personas comenzaban a fluir hacia ese punto recogido del barco.

Aún estaba decidiendo si se acercaba o no a la alegre multitud, cuando sintió que la tomaban del brazo con firmeza.

-``Candice, nos encontramos de nuevo… Venga a tomar conmigo una copa, le presentaré algunas amistades interesantes. Es un poco deprimente que una joven guapa y brillante como usted viaje sola...´´.

La sonrisa forzada de Anette Franklin, la afilada pluma de la famosa revista Vogue, nunca le había gustado.

Esa periodista gritona y atrevida, que le habían presentado Annie y Archie recientemente en una fiesta, le infundía un poco de temor. Le recordaba a una barracuda, lista para atacar por la espalda hasta a sus más queridos amigos con tal de obtener una buena noticia de última hora. Aquel tipo de persona doble cara y sin escrúpulos no podían parecerle tan ajenos a ella que tenía una forma de ser tan honesta y franca.

Por educación Candy respondió con cortesía pero sin interés por su invitación, como lo había hecho la noche anterior cuando se habían encontrado mientras el barco zarpaba del puerto de Nueva York.

-``Gracias, Annette, es muy gentil en ofrecerme su compañía. Pero para ser sincera, no creo que sea triste viajar sola en un barco. Al contrario, es extremadamente relajante y te hace sentir en paz contigo mismo. Debería intentarlo alguna vez´´.

Annette entendió el sarcasmo, dándose cuenta de haber sido un poco insolente e intentó corregir su ligereza.

-``Oh querida Candice, no lo tome en serio… ¡No era mi intención sentenciar su vida personal! Archie y Annie saben cuanto la aprecio… solo quería decir que me encantaría que se uniera a nosotros para pasar un poco de tiempo. Este es el sitio ideal para divertirse y conocer gente nueva… ¡Y dejémos de una buena vez de tratarnos tan formalmente!´´.

No tenía ganas pero la actitud amistosa de la mujer la obligó a unirse a su grupo.

Entre sus amigos había tanto periodistas como críticos de moda, algún escritor y un famoso fotógrafo que trabajaba, como ella, para un importante periódico de la Gran Manzana.

La atmósfera de su plática era definitivamente frívola y relajada.

-``No lo parece, pero todos estamos aquí por trabajo...´´ explicó la periodista de cabellos corvinos y muy cortos. riendo gustosa mientras saboreaba con desenvoltura su Bloody Mary helado.

-``Dentro de pocos días se llevará a cabo en el barco un importante desfile. ¡Paul Poiret, el genial y escandaloso ``dictador´´ de la moda francesa presentará su nueva e imperdible colección! Ha sido elegido este sugestivo ambiente también para la sesión fotográfica de sus modelos. Pasado mañana empezarán las sesiones, incluyendo, me parece, también a los pasajeros. Notarás seguramente, Candice, que han venido muchas señoras y señoritas de ``primera clase´´ para presenciar este evento mundano en primera fila… Aquella señora vestida de rojo al fondo es Vanessa Bloomberg, gran coleccionista de arte y, si mis ojos de águila no me engañan, aquella refinada señorita con la sombrilla de seda rosa es Priscila Rockefeller, la nieta pequeña del magnate. Y muchos más pesos pesados de la joven Nueva York y porqué no, del Viejo Mundo, que deambulan por las espléndidas cabinas old france del trasatlántico´´.

-``¡Oh sí… la maison Poiret ha elegido el marco perfecto para encarnar el lujo y el refinamiento de las telas que dictan tendencia este año!´´ prosiguió la bellísima modelo Charlotte Duval, una tipa larguirucha y ligeramente snob que miraba continuamente a Candy con una mirada poco amigable y retadora desde que Annette la había presentado.

-``Se dice que este evento ha sido fuertemente requerido por la Cunard, la compañía constructora, para el relanzamiento de la prestigiosa imagen del Mauretania después de su agitado regreso al servicio civil. ¿Lo sabéis todos, no? Este viejo coloso ha sido por años confiscado por el gobierno inglés y ha sido habilitado durante la guerra para transportar militares. Cuanto habrá pasado… Pensad que durante la campaña de los Dardanelos ha sido repintado con motivos abstractos para camuflarlo de las tropas enemigas; por lo contrario más tarde, fue pintado totalmente de blanco para acoger el símbolo y las actividades de rescate de la Cruz Roja. La pintura actual y la renovación del mobiliario lo han hecho muy elegante. ¡Lo han hecho volver a una nueva vida, diría… Su regreso del infierno… derecho al paraíso! Y creo que han tenido buen ojo… ¡El barco ahora es aún más bello que antes y estas valiosas iniciativas ciertamente engrandecen su nombre!´´.

Candy observó con más atención la imponente estructura que la hospedaba mientras seguía distraídamente la onda incesante y casi fastidiosa de sus palabras.

No había observado el barco con atención hasta ese momento.

Ni siquiera la primera vez que había viajado en él lo había hecho.

El dolor desgarrante por la muerte de Anthony le había impedido encontrar las energías para recorrerlo con ojos de turista, apreciar su hermosa arquitectura y disfrutar de los ofrecimientos de los infinitos servicios que el barco ofrecía a sus huéspedes.

Era una enorme y luminosa ciudad flotante.

Cuántas veces había recorrido ese trayecto sobre el Atlántico desde entonces…

De hecho, era justamente sobre ese barco, donde todo inició.

Ciertamente no había sido una casualidad que Terence le hubiera comprado ese billete.

A pesar de sus escudos y de sus glorias, esa joya de la ingeniería náutica, emblema del orgullo nacional británico y símbolo de tecnología avanzada y el lujo ostentoso, había tenido que enfrentar durante en su existencia pruebas muy duras.

Más de una vez, había leído, que había logrado escapar del acecho de los submarinos alemanes, que por el contrario, habían logrado hundir su ``barco gemelo´´, el Lusitania, y recientemente un enorme incendio había devastado la parte adyacente de la cubierta E, imponiéndole un temporal retiro al servicio.

Viejo, querido Mauretania…

¡Se sentía tan cercana a aquel gigante cansado recostado sobre el océano!

También ella, desde aquella primera vez en la que había apoyado sus pies sobre aquella misma cubierta para pasar su breve verano de felicidad, había vivido sus guerras.

Había superado sus obstáculos y buscado nuevas fuerzas para resurgir prepotentemente en su vida.

Y ahora de verdad había llegado para ambos el momento de resurgir.

-``¿Candice… Candice? ¿Me estás escuchando?´´ le preguntó Annette al verla tan absorta.

-``Te decía que tenemos un tiquete más para el desfile. Si gustas podríamos pasar a por ti a tu camarote. Nosotros los de la prensa siempre tenemos los mejores lugares y… por una amiga de Archie y Annie haría esto y más… aunque, ahora que lo pienso mejor, no creo haberte visto jamás con ellos en los desfiles… ¿No me dirás que no estás interesada?´´.

``¡Me interesa un comino todo ese mundo banal y vanidoso!´´ le hubiera gustado gritarle en su bello rostro maquillado con extremo cuidado según los últimos dictados de maquillaje de la época, Kajal y sombras negras con mascara para alargar las pestañas y los labios rojo fuego, perfectamente a tono con el tailleur oscuro de corte masculino que la hacía parecer apenas salida de un atelier de Coco Chanel.

Fue por la joven pareja de amigos que no lo hizo. Sabía que la pasión por la moda era la inocente debilidad de ellos. De hecho, pensándolo mejor, este aspecto más superficial en su modo de ser era también el detalle principal que tenían en común.

-``Te lo agradezco Annette, asistiré gustosa al desfile. No sigo a la letra las imposiciones de las temporadas de los diseñadores, si a esto te referías, pero desde luego no desdeño apreciar la belleza de sus creaciones´´.

-``Entonces, si no le molesta Candice...´´ intervino Cliff Rymond, escritor ensayista de indudable agradable aspecto que parecía uno de los más sensatos del grupo -``Podría ir a por usted a su cabina. Me sentiría honrado de compartir con usted el lugar a mi lado… ¡aunque sí un tal esplendor en primera fila arriesga seriamente de robar cámara a las modelos en la pasarela!´´ dijo besándole gentilmente la mano.

Mientras Charlotte lo veía lívida de celos, Candy se retrajo de él de prisa, buscando las palabras adecuadas para rechazar gentilmente su invitación. Sentía un escalofrío agudo en su espalda… como si se sintiera observada silenciosamente de lejos…

¡Quien sabe como hubiera reaccionado Terence si hubiera estado ahí para ver como aquel completo desconocido la cortejaba!.

Después de un momento de pena, Charlotte se acercó a James atrayéndolo hacia ella de modo posesivo para alejarlo de la cercanía de su rival.

-``Oh Cliff, ¿pero no has entendido que la señorita Andrew prefiere su adorada soledad? Tendrás que conformarte con mi compañía para superar este rechazo, tesoro. Así podrás concentrarte mejor para tomar apuntes para empezar tu nuevo libro. Es interesante la visión que propones sobre la necesidad que tienen hoy las casas de moda de utilizar nuevos instrumentos comerciales para llegar a un público internacional. La crisis se siente también en los sectores lujosos lamentablemente y en la Poiret están haciendo muy bien apostar por este tipo de eventos vastos. Para atraer la atención del público femenino sin embargo hubieran podido, según yo, esforzarse un poco más e invertir aún más en la promoción, invitando tal vez a asistir a alguna personalidad famosa como señuelo. Muchos es lo que hacen ahora. Claro, un famoso divo del cine… o del teatro… un Rodolfo Valentino, por ejemplo o un Terence Graham… Yo personalmente, preferiría por mucho al segundo, aunque si recientemente se ha alejado de Estados Unidos. Me parece definitivamente mucho más viril...´´ insinuó liberando una risa maliciosa que provocó que las mejillas de Candy se incendiaran.

-``Aunque siendo sincera, si estuviera en la cama con uno de los dos… ciertamente no perdería tiempo torturándome en la indecisión ...´´.

¡Eso ya era definitivamente demasiado! Escuchar que hablaran de él de aquella manera tan descarada y desinhibida le había hecho sentir dolor de estómago. Le hubiera gustado taparle la boca a aquella coqueta con un modo poco educado, como merecía su patético comentario, pero una vez más se aguantó las ganas de hacerlo. Todos los demás, por el contrario, reían divertidos por su comportamiento sarcástico y libertino.

Annette notó rápido su ceño fruncido.

-``¡Candice… discúlpanos! ¡Te hemos hecho sentir avergonzada!´´ la tranquilizó continuando a reír.

-``¡No debes estar acostumbrada a los comentarios impertinentes de las ``chicas malas´´ como nosotras! pero en nuestro ambiente, es bien sabido, no somos tan puritanas… Sin embargo, te prometo, que contendremos nuestras afiladas lenguas si quieres acompañarnos a la sala de fumadores. ¡He conseguido unos excelentes cubanos!´´.

Finalmente una oportunidad para escabullirse servida en bandeja de plata.

-``Lo siento, Annette, pero tengo que despedirme. No tolero el olor del humo, disculpad. Iré a pasear un poco más antes de que sirvan la cena´´.

Con pasos decididos se apresuró para alejarse mientras seguramente se convertía en el objeto de sus pesados cotilleos

-``¿Cómo es que hacen Archie y Annie para soportar a toda esa gente vacía?´´ se preguntó mientras avanzaba con paso digno y furioso hacia la popa del barco.

El ocaso ya había bajado su telón sobre el día y la luz empezaba a desvanecerse de minuto a minuto.

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¡Gracias de todo corazón a quienes me están leyendo y a quienes quieren dejarme un muy apreciado comentario!

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Respuesta para Lizethr . Hola. Solo puedo responderte aquí. Estoy bien y estoy muy feliz de compartir esta historia también traducida por mi querida amiga Angela Piccoladolcecandy. No es un one shot sino una historia dividida en dos partes donde los nombres de los pequeños capítulos siguen el paso de las horas de una sola noche (más o menos ...). Espero haberte intrigado.