Hora 18:40 -Un agradable encuentro

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En aquel momento una escena conmovedora calmó su cólera.

En el amplia terraza una señora ya anciana, probablemente de más de setenta años, estaba correteando graciosamente las hojas de su cuaderno que una ráfaga de viento fuerte había esparcido en el aire. Parecía que hacía una extraña danza para recuperar el mayor número de páginas aferrándolas en el piso antes de que una nueva ventizca se las arrebatara caprichosamente de las manos.

Aquella figura curva pero decididamente obstinada en lo que hacía le inspiró una inmensa ternura. Sin esperar más se apresuró a acercarse y se ofreció a ayudarla.

-``¡Señora, no se esfuerce así… ¡Ya la ayudo yo!´´ le dijo corriendo siguiendo aquellas hojas rebeldes.

Recuperó la mayor parte. Sin embargo, muchas de las páginas habían ido a parar a las olas mientras otras tantas habían sido transportadas por la brisa más allá de la cubierta, hacia los niveles inferiores donde se encontraban las cabinas de segunda y tercera clase.

-``¡He hecho lo mejor que pude pero no he logrado recuperar todas, lo siento!´´ se disculpó sinceramente contrariada, devolviéndole un montón de papeles arrugados con una escritura casi ilegible.

-``No se preocupe´´ le respondió dulcemente la mujer,

-``De todas maneras ha sido muy gentil… Había intentado por casi diez minutos atrapar estas páginas pero hasta ahora nadie se había detenido a ayudarme. ¿Increíble, verdad? Usted ha sido la única… ¡Gracias!´´.

Candy correspondió su sonrisa gentil.

-``¿Había escrito cosas personales?´´ le preguntó premurosa intentando consolarla.

La mujer le dedicó una mirada de conformación.

-``Muy personales… eran mis últimas poesías. Pequeños pedazos de mi corazón… Sabe, señorita, yo escribo. Me llamo Emily. ¿Y usted?´´.

-``¿Una poetisa? ¡Un placer conocerla, Emily! Yo soy Candy, y soy especialista en Pediatría´´.

El apretón de mano de la señora era firme con respecto a su aspecto frágil.

-``¡Un médico! Felicidades es un trabajo de verdad loable, querida. Y no se sienta mal por mi, todas mis poesías están bien conservadas dentro de mi cabeza, como mis recuerdos. Lograré volver a escribirlas en cualquier momento. Y además… lo que escribimos no nos pertenece realmente… tiene vida propia y toma nuevas sustancias cada vez que llega a los demás. Me gusta imaginar que alguna de ellas hayan ido a homenajear al océano… o que hayan ido a contar mis emociones a personas menos afortunadas logrando dar un poco de tranquilidad… Tal vez alguien de allá abajo, que ha partido con pocos céntimos para reconstruir una vida en Inglaterra, las está leyendo en este momento y está soñando un poco con mis palabras. Me sentiría en verdad muy feliz...´´.

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Candy observó con interés a aquella mujer.

Tenía un rostro vivido, marcado por arrugas y profundas ojeras, inclementes signos de una edad avanzada. Pero, no lograba explicarse racionalmente el porqué le parecía tan bella.

Y era justamente así… tenía uno de aquellos rostros que el tiempo sólo es capaz de arañarlo pero no cambiarlo; Tal vez su secreto eran aquellos ojos serenos que hablaban de una conquistada paz con ella misma.

Percibiendo su curiosidad, Emily le comentó.

-``Por lo que veo, ambas viajamos solas, Candy, ¿verdad?´´.

-``Digamos que si...´´ le respondió la chica apretando entre sus manos Romeo y Julieta.

-``Apuesto que irá para reunirse con su amor en Inglaterra… se nota desde lejos, ¿sabe? Las personas enamoradas crean un aura luminosa alrededor de ellos´´.

-``Así es… estoy yendo a Inglaterra para reencontrarme con él… ¡después de diez años, Emily!´´ se sorprendió al confesarlo sin siquiera pensar, mientras se sonrojaba vistosamente.

-``Si él ha vivido en su corazón todo este tiempo no hay necesidad de reencontrarlo porque en realidad no lo ha perdido, niña mía. Como le decía, creo que los recuerdos son la parte más viva de nosotros. ¿Alguna vez ha intentado enterrar con todas sus fuerzas algunos recuerdos que tenía particularmente? Por cuantos esfuerzos podamos hacer, estos permanecen siempre a flote descaradamente, inoportunos y prepotentes cuando menos nos lo esperamos… porque los llevamos bajo la piel… enraizados entre las líneas de la epidermis. Son ellos los que deciden cuándo y dónde presentarse ante nuestros ojos. Nosotros no tenemos ningún control sobre la fuerza de nuestra emotividad. ¡Es un hecho que nos desestabiliza pero también maravilloso! Yo he perdido de manera dolorosa a mi esposo hace dos años. A nuestra edad deberíamos aceptar la muerte como un hecho inevitable, en la naturaleza de las cosas… A pesar de eso… me he sentido desesperada por mucho tiempo porque no es fácil aceptar que realmente se ha perdido el amor; es la cosa más insensata y cruel que pueda ocurrir en la vida. Después, poco a poco he empezado a comprender que aquella persona estaba en todas partes, alrededor y dentro de mi. Tengo una vida llena de recuerdos con él que me hacen compañía en cada minuto de mis días. Estoy sola pero no me siento como tal. Cada día me despierto sintiendo el calor de sus labios sobre los míos como fue hace cincuenta años.

Ahora me dirijo a Londres, para reunirme con una vieja amiga de la infancia que me ha invitado a su país de origen para abrir juntas una escuela de escritura. Me espera un nuevo aspecto de mi vida que me toca colorear. A mis setenta y cinco años, ¿lo puede creer? Si, pequeña, ¡No hay edad que nos impida luchar por una ilusión de felicidad!´´.

Candy sintió la necesidad de agradecerle. Sus palabras habían sacudido el lastre de temores que hacían pesadas sus esperanzas.

No podía más negarselo a ella misma… Tenía un deseo descontrolado de sentirse nuevamente protegida entre los brazos de su Terry.

-``¿Emily, le gustaría acompañarme en la cena? Podría contarme un poco sobre su vida… ¡sería un placer para mí escucharla!´´.

La señora se negó con una sonrisa abierta y afectuosa.

-``No esta noche, Candy, me ha venido un terrible dolor de espalda. ¡Creo que he obligado a mis vértebras a un excesivo esfuerzo al agacharme de aquella manera! Pero seguramente nos encontraremos en los próximos días. ¡Esta noche… la dejo cenar con sus recuerdos!´´.

Mientras estaba por marcharse, la poetisa tuvo un pensamiento fugaz. Se giró hacia ella y le ofreció lo que quedaba de sus escritos.

-``Por favor, tome una o al contrario… ¡deje que ella la escoja a usted! Tanto tendré que escribir todo desde el principio´´.

Agradecida por su ofrecimiento, Candy extrajo casualmente una página.

Cuando se quedó sola en cubierta, se sentó en la banca más cercana para leer la poesía escrita a mano con una caligrafía suave y elegante.

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No pudo ni siquiera empezar cuando escuchó que una voz masculina de barítono la llamaba a sus espaldas.

-``¡Señorita Andrew! ¡Que gusto verla de nuevo, soy el capitán Stevens! ¿Se acuerda de mi? ¡Nos hemos conocido hace unos cuantos años sobre este mismo barco. En ese entonces era el primer oficial´´.

La chica se volteó intentando buscar en los rasgos del rostro de aquel amable hombre el rastro de algún recuerdo lejano.

Theodore Stevens parecía de verdad envejecido, de hecho. Pero sus gentiles ojos verdes seguían siendo los mismos adornando su delgado óvalo rodeado por una espesa barba.

Candy le estrechó cálidamente la mano.

-``¡Me acuerdo de usted, capitán! ¡También yo estoy contenta de volverlo a ver y de constatar que el Mauretania le haya regalado una brillante carrera!´´.

-``Para ser sincero, yo me he tardado un poco en reconocerla, Candice...´´ - admitió él -``Cuando mi amigo George nos ha presentado era poco más que una niña… Permítame acompañarla al interno. Creo que la cena será servida dentro de poco. Ya estoy escuchando la orquesta que empieza a afinar los instrumentos en la sala comedor´´.

En aquel momento ella se dio cuenta que eran los únicos en retrasarse para entrar.

Ahora tendría poco tiempo para prepararse.

Una vez que llegó al pasillo principal, se despidió del capitán y empezó a correr para llegar cuanto antes a su cabina.

Era una constante en su vida llegar siempre con retraso. No lo hacía por voluntad pero tampoco podía definirse casualidad.

Entró agitada en la habitación y corrió para ponerse el vestido que le había regalado Terence. Después de prisa se colocó las elegantes zapatillas decolletes con tacón de carrete y correas en el tobillo modelo ``Mary Jane´´ (un ``must para ocasiones especiales´´ le había dicho Annie cuando se las regaló).

Sin contar con tiempo suficiente para acomodar el peinado, decidió soltar sus cabellos y peinarlos al natural para que cubrieran sus hombros semidesnudos por el ligero escote barco, que embelleció con un discreto broche.

Solo al final, decidió mirarse al el espejo.

El resultado la dejó definitivamente satisfecha.

-``Elegante sin ser demasiado llamativo. ¡Gracias Terence, es perfecto!´´.

Mientras decía estas palabras en voz alta no pudo evitar recordar todas aquellas veces en las que se había preparado con extremo detalle para asistir a alguno de sus espectáculos, esperando, sin éxito, de poder tener la posibilidad de pasar un poco de tiempo con él después de la exhibición. Tantas veces había fantaseado sobre el efecto que podría causar a sus ojos vestida de aquella manera.

¡Terence la había siempre visto poco femenina!.

Ahora seguramente quedaría sorprendido al notar la femenina explosión de sus formas y la seguridad que había adquirido con aquel tipo de vestidos.

Antes de abandonar la cabina de prisa la joven mujer cogió su bolso, que casualmente parecía coordinado con el vestido, sacó una cajita de colores.

-``Aquí estarás segura. ¡Te leeré antes de dormir!´´ dijo colocando con cuidado la página que le había dado Emily bajo el cuidado de su ``Caja de la felicidad´´.

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La llevaba siempre consigo sin separarse jamás.

El gentil regalo que le había dado su querido Stear antes de partir a la guerra que lo absorbería con su violencia ciega, aquella caja que la acompañaría hacia su futuro con Terence, Había dejado de funcionar justamente cuando su vuelo se había desastrosamente interrumpido, estrellándose contra la frustración de sentimientos de culpa hacia Susanna y de sus vida sin más esperanzas.

Ella no había querido que la repararan porque reflejaba exactamente el estado de su corazón ``atascado´´.

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En el silencio absoluto, Candy llegó a la imponente escalera de impecable estilo barroco inglés que llevaba a la suntuosa sala de recepción conectada a la cubierta A,B y C, frente al área del restaurante de primera clase.

En aquel chispeante deslumbrante de las luces provenientes del gran candelabro con veintiuna lámparas que iluminaban el ambiente como si fuera de día. Sus ojos vagaron inciertos buscando el ingreso hacia la sala comedor, en la que tenía su lugar reservado, mientras sus dedos acariciaban frenéticos el mármol blanco y helado del pasamanos en su descenso ansioso.

Se sentía extrañamente turbada.

-``¡Lo sabía, ahora terminaré perdiéndome!´´.

Con las prisas, de hecho, había dejado el mapa del barco en su camarote y la tarde anterior no había tenido tiempo de asistir a la cena porque se había quedado dormida por el cansancio sin siquiera probar bocado, así en aquel momento, no sabía por dónde ir. Fue la música de cuerdas la que llamó su atención atrayéndola hacia el breve corredor derecho. El capitán había dicho que la orquesta deleitaría a los pasajeros por una media hora antes de que sirvieran la cena aquella noche. Tendría que ser con seguridad aquella sala.

-``¡Espero que nadie note mi terrible retraso!´´ se dijo mientras se escabullía, intentando pasar inadvertida.

La alegre confusión que reinaba en el gigantesco ambiente la ayudó en su propósito. Los ojos de todos los pasajeros estaban fijos en el palco donde los músicos se estaban ya exhibiendo entre los aplausos al ritmo persuasivo de melodías swing muy atractivas.

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¡Gracias de todo corazón a quienes me están leyendo y a quienes quieren dejarme un muy apreciado comentario!

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Respuesta para la lectora 'guest' que me preguntó cómo comprar mis libros: las historias que publiqué aquí son 'fanfiction' escritas por diversión y amor de la historia original de Keiki Nagita sin otro propósito. No soy escritora de profesión y nunca he escrito libros. ¡Un saludo con mucho cariño!