Hora 20:00 - A cena con los recuerdos
.
.
Su mirada se cruzó por un momento con la del capitán quien le sonrío admirado, diciéndole algo que seguramente tenía que ver con ella al oficial que estaba a su lado.
Después de unos segundos también este último, de hecho, se giró dirigiéndose hacia ella como si la estuviera esperando.
Con una jovial y agradable sonrisa el joven se le acercó y se presentó.
-``Buenas noches, Señorita Andrew, yo soy Adrian Foster. Me encargaré personalmente de que su cena sea agradable. Permítame acompañarla a su mesa´´ dijo ofreciéndole su brazo sin dejar de hablar.
-``Ha sido todo preparado para usted como nos lo han pedido...´´.
Candy contuvo la respiración.
La pequeña mesa reservada en una esquina apartada de la sala, estaba preparada en un modo extremadamente refinado para dos personas. Un bouquet de flores amarillas estaba sobre un gran sobre de notables dimensiones del cual reconoció inmediatamente el fino papel.
-``¿Qué significa esto oficial Foster? ¿Porque hay dos lugares?´´ preguntó sin poder esconder su voz cautelosamente eufórica.
-``Esto lo sabrá cuando lea el contenido de este sobre, Candice. Yo de vez en cuando vendré a sentarme con usted para platicar un poco pues Terence ha querido que no fuera molestada por comensales parlanchines. Estaré con usted en un segundo en cuanto así lo desee, si llegara a necesitar de mí… ahora la dejo… Me tomaré el atrevimiento pero reconozco que el renombrado actor definitivamente tiene buen gusto. ¡Usted es una mujer encantadora, Candice! ¡Y por favor… llameme solo Adrian!´´.
-``¿Porque lo dice, Adrian, usted lo conoce? ¿Ha hablado con él personalmente?´´ preguntó Candy notando el tono amistoso con el que el joven hablaba de él.
-``¿Quien no lo conoce, Señorita Andrew? Sin embargo, debo admitir, que tiene razón. He conocido a Terence hace ya algunos años durante uno de sus tantos viajes en este trasatlántico y nos convertimos en buenos amigos. Él mismo me ha pedido de hacerla sentir completamente cómoda con nosotros en esta travesía´´
Mientras Adrian se alejaba con un ligero saludo con la cabeza, la chica liberó un suspiro nervioso.
Se sentía un poco desilusionada.
Por un momento había esperado que Terence se le apareciera de frente al improviso con su sonrisa desarmante y sus ojos divertidos. Era como si bajo su piel hubiera advertido su presencia con ligeros escalofríos pero insistentes.
-``¿Te gusta jugar conmigo, verdad Terry?´´ murmuró de buen humor mientras empezaba a abrir el sobre sellado con cera.
Contenía otra nota breve, algunos recortes de diarios y una fotografía.
Sin esperar, desdobló el papel y leyó su nuevo mensaje.
``¿Te estás sintiendo consentida, Candy? ¡Acostumbrate a mis sorpresas porque te acompañarán durante todo el viaje! ¿Sabes que había reservado una cena para los dos solos después de la premiere de Romeo y Julieta? Aquella vez me hubiera gustado pedirte que te quedaras conmigo… como sea… Te hubiera hablado de Susanna y hubiéramos encontrado juntos un modo para ayudarla sin tener que renunciar a nosotros. El destino ha elegido para nosotros un resultado trágicamente diferente para nuestra noche privada pero he querido que tuvieras un poco de aquella atmósfera que no hemos tenido oportunidad de respirar.
Ah... el menú es exactamente el mismo… se que te encanta la crema bávara de chocolate y los macaron de fresa...´´.
-``Terence… si no te conociera tan bien, pensaría que estás jugando conmigo. ¡Sin embargo… me parece que tú en verdad me estás... cortejando!´´.
Aquellos eran tonos del todo nuevos para ella.
En todas las cartas que le había escrito en el pasado sin duda se había demostrado premuroso y gentil pero siempre atrincherado detrás de su ironía ligera, sin aventurarse jamás abiertamente en frases demasiado románticas. Si, era justamente verdad… El Terence seguro de sí mismo y exageradamente arrogante se bloqueaba como un niño tímido y torpe cuando se trataba de dar voz a sus sentimientos más profundos hacia ella. Al fin de cuentas, jamás le había dicho explícitamente que la amaba aunque si toda su vida y sus comportamientos habían sido más que una evidente declaración de su ardiente pasión y de su tierna voluntad de protegerla.
Un camarero que estaba terminando de servir la mesa interrumpió sin querer sus fantasías.
Al notar el rubor violento sobre sus mejillas, le preguntó cordialmente si se sentía bien, mientras colocaba sobre el plato de porcelana, Royal Doulton de rigor, las ricas viandas que acompañaban los aperitivos.
-``¡Se lo agradezco… estoy muy bien! Todo está excelente, no hay ningún problema…" le respondió ella intentando asumir una expresión aséptica. Pero el resultado de sus esfuerzos no la satisfizo para nada.
¿Cómo podría esconder lo que estaba sintiendo si no lograba disimular ni siquiera con un extraño el fuego que le quemaba el pecho?.
Después de haber saboreado todas aquellas delicias que su recuperado apetito apreció con mucho agrado, no pudo contener más su curiosidad y volvió a tomar el sobre para extraer los artículos de los periódicos, que se encontraban acomodados con un elástico.
La onda de recuerdos empezó a fluir como un torrente impetuoso frente a sus ojos.
-``Así… me harás llorar...´´ balbuceó acariciando su rostro feliz y satisfecho mientras la observaba desde los halagadores comentarios de sus primeros éxitos teatrales.
Aquella fotografía… le había llamado la atención mientras escogía en el puesto de diarios algunos libros que llevaría para sus pacientes más pequeños en el hospital. En aquel modo sorprendente e inesperado había recibido por primera vez noticias suyas después de haberse marchado de Londres.
¡En verdad había logrado realizar sus sueños, convirtiéndose con su talento y tenacidad en la estrella naciente de Broadway!.
Candy había llorado tanto de alegría por aquel artículo.
Presa de un frenesí incontrolable, tomó un segundo recorte ligeramente consumido de los lados.
En la parte libre de la página estaba escrito con tinta gruesa:
``¡Esta es una fotografía de la escena de mi debut en Chicago con El Rey Lear! Me he enterado sólo después de la presentación que tú habías estado ahí para verme y para animarme.
Cuando salí entre la multitud que se agolpaba junto al carruaje para festejarme me pareció escuchar tu voz que me llamaba afligida. ¡Sentí un chispazo! ¡Busqué ansioso entre las admiradoras que nos abrazaban para hacerse notar pero no logré encontrar tu rostro! ¡Cuanto me he odiado por no haberme esforzado más!.
Y aquella noche que pasé en los escalones del hospital donde trabajabas… hemos estado sólo a un paso... ¡He pensado tantas veces que hubiese sido de nosotros si hubiéramos logrado vernos aquella noche! Pero aquella vez me fué suficiente ver tu maravillosa sonrisa mientras corrías hacia el tren, que una vez más nos estaba separando, para encender de nuevo la esperanza en mi…
¡La vida nos ha reservado desgarrantes despedidas pero también breves, intensos intercambios de miradas!´´.
Candy conocía bastante bien aquellos artículos.
Desde que se había enterado de su carrera había empezado a recoger y conservar celosamente todos los anuncios y las primeras páginas que hablaban de él. Todas sus fotos y entrevistas. Sin embargo, después de su separación, no había soportado la desesperación y había entregado a Albert aquellas cartas vistas y revistas. No toleraba poder ceder a las ganas de volver a buscar sus ojos una vez más. Era una tentación irresistible y dolorosa conservar aquella caja.
Y después… en el periodo de su decadencia, cediendo al alcohol en su debilidad y abandono por algunos meses al palco escénico, el mismo Albert había intentado esconder todas las noticias escandalosas que hablaban de él.
Pero ella había leído casualmente aquellos insultos provenientes de las mismas personas que tan sólo pocos meses antes lo habían alabado con la consagración de joven estrella. Había recortado también aquellos y le pidió a su amigo de colocarlo con los demás y de continuar a juntar por ella los próximos que publicarían en el futuro.
¡Estaba segura, como después sucedió, que nuevas páginas llenas de gloria serían dedicadas de nuevo a Terence Graham!. Lo había sentido con certeza en su corazón cuando había visto a su atormentado amor renacer de sus cenizas en aquel deficiente teatro en Rockstown, dando así un golpe a su vena auto destructiva y reencontrando las fuerzas de luchar por sus propios sueños.
Esa había sido la última vez que había visto aquella caja verde…
Pero su rostro no… no había sido capaz de no volverlo a ver… no había logrado mantener fielmente la promesa hecha a sí misma y a Susanna. Después de haber luchado por mucho tiempo contra su conciencia (rechazando incluso la invitación que le había hecho Eleanor Baker para asistir a su reencontrado éxito en el papel de Hamlet) al final lo había visto.
Nadie conocía su secreto. Cuando se había mudado a Nueva York, había asistido tres veces a sus espectáculos. Protegida por la oscuridad cómplice de la sala, había dejado fluir libremente sus lágrimas sobre sus mejillas, lamentándose amargamente por el amor que habían elegido conscientemente negarse para toda la vida.
Como aquellas veces, sus esmeraldas empezaron a empañarse por gruesas estelas saladas.
Con una mueca en su boca, intentó bloquear su inoportuna reacción instintiva y contenerse por los desconocidos que de vez en cuando le dedicaban miradas curiosas.
De ninguna manera quería que alguno la viera llorar mientras, sentada sola en la mesa, volvía a saborear los recuerdos agridulces de su vida.
En aquel momento volvió a pensar en las palabras de Emily: ``¿Alguna vez ha intentado enterrar algunos recuerdos que tenía particularmente? Por cuantos esfuerzos podamos hacer, estos permanecen siempre a flote descaradamente, inoportunos y prepotentes cuando menos nos lo esperamos porque los llevamos bajo la piel… enraizados entre las líneas de la epidermis...´´.
De repente, sacó la gran fotografía que ocupaba toda la superficie del sobre. La punta había quedado pegada de una esquina por el exceso de pegamento que había sido utilizado al momento de cerrarlo y tuvo que esforzarse para sacarla con fuerza y delicadeza para evitar que se rompiera.
Fue una gran sorpresa para ella volver a ver aquella imagen que había sido tomada oficialmente a los estudiantes del Real Colegio San Pablo pocos días antes de la Fiesta de Mayo para actualizar el anuario del instituto. El papel era de pésima calidad y algunas partes tan borrosas que no se podía reconocer la identidad de los sujetos retratados pero el rostro de ellos se veía muy bien. El de ella sonriente y luminoso, como siempre y el de Terry, distraído, con la cabeza girada totalmente hacia la derecha, donde casualmente ella estaba sentada. Parecía que la observaba con adoración.
Al reverso de la fotografía había otra descripción.
``Esta creí que la había perdido. La he encontrado hace algunos meses mientras ponía en orden algunas viejas cartas. ¿Has notado, Tarzán, como te veía? ¿Era posible que tú no te dieras cuenta de cuanto me gustabas?
¡Me he enamorado de ti perdidamente desde la primera vez que posé mi mirada en tu sonrisa sincera y sobre tus adorables pecas en la cubierta B de este mismo barco!
Pero en ese entonces era solo un jovencillo torpe y en cólera con el mundo, aún incapaz de revelar sin miedo la intensidad de mis propios sentimientos.
Aquel día he dejado hablar la voz de mi instinto impetuoso y celoso…
¡Recuerda Candy, yo no te he robado un beso durante la Fiesta de Mayo! ¡Solo he dejado que nuestros cuerpos se dejaran llevar por las desconcertantes emociones que nuestras conciencias no tenían el valor de reconocer!
El breve verano que hemos pasado en silencio y tímidamente unidos ha dado un sentido verdadero a toda mi vida después.
PS. Obviamente las flores sobre la mesa son narcisos… ¿Cómo olvidar que en Londres has caído entre mis brazos en aquel prado floreado… Aún recuerdo perfectamente el perfume de tus cabellos… más dulce y más delicado que su fragancia´´.
Un momento antes de que sus ojos cedieran por completo al llanto, Adrian le ofreció gentilmente la mano.
La orquesta había empezado a tocar y la gente en la sala se había levantado en masa de sus mesas para bailar frente al escenario sobre la pista oval coronada por la majestuosa cúpula de cristal que le daba al salón una atmósfera suspendida y etérea.
-``¿Me concede el honor de este baile, señorita?´´
.``¡Claro Adrian!´´ le respondió contenta por la invitación.
Candy estrecho su brazo correspondiendo a su sonrisa solar que le recordaba vagamente a la de Albert. Necesitaba callar su turbamiento y bailar era la manera más apropiada de desahogar su más que evidente tensión.
Mientras las románticas notas de la célebre pieza ``The first kiss´´ hacían eco en la sala exaltadas por la excelente acústica de la estructura de cristal.
''The first kiss I gave you opened the doors of Heaven to me...´´ repetía el estribillo cantado con voz aterciopelada del solista.
-``¿Se siente mejor ahora, Candy?´´ le preguntó Adrian cuando notó que su expresión parecía más relajada -``¡Terence quería hacerla sonreír con sus atenciones, no ciertamente provocarle ríos de lágrimas!´´
-``No se preocupe Adrian, no estaba por llorar. Es sólo que no pensaba en aquellos momentos desde hace ya tanto tiempo… y jamás he sido muy buena dominando mis emociones… Dígame la verdad, Terence le ha pedido de ser mi ángel guardián, ¿Verdad?´´
-``Si, es así...´´ respondió él sintiéndose descubierto -``Un simpático y fascinante ángel guardián en uniforme oficial. No podía resultar mejor, ¿No cree? Y por si acaso… llegara a cambiar de idea respecto a nuestro amigo en común… estaría listo a proponerse como sustituto… ¡Usted es aire fresco en medio de tantas bellezas ficticias y presuntuosas!´´ le dijo bromeando con una mirada cautivadora.
-``¡No me sorprende que vosotros dos os habéis convertido en buenos amigos! ¡Tenéis el mismo mordaz sarcasmo!´´ comentó ella recuperando completamente su seguridad.
La pareja continuó bailando entre la divertida multitud.
Al terminar la pieza, el joven oficial se acercó a su oído para susurrarle:
-``Él me ha pedido decirle al terminar esta melodía que ``la próxima vez no aceptara bofetadas´´. No tengo la mínima idea a qué se refería con esta frase pero imagino que usted ha comprendido perfectamente´´.
Claro que había comprendido.
¡Su primer y único beso había sido una pelea de box!.
Se había arrepentido tantas veces por aquella reacción espontánea. Terence la había cogido por sorpresa aquel día, apresurando definitivamente los tiempos y los modos de su acercamiento, que apenas estaba lentamente comenzando. Pero él era así, no conocía las medias medidas. Los celos ciegos que desataba en su alma cada vez que ella se obstinaba en hablarle de manera totalmente inoportuna de Anthony, lo habían obligado a romper impetuosamente los márgenes de su paciencia.
Con aquel gesto impulsivo, que en aquel momento le había parecido tan brutal, había querido gritarle que era él su presente, con todo su apasionado amor que ella se obstinaba ciegamente en fingir que no percibía y que tanto le había costado declarar a su carácter esquivo y reservado. Hubiera querido arrancarle de su corazón con sus propias manos el recuerdo de aquel desafortunado chico que Candy no lograba del todo olvidar.
En aquel beso estaban todas sus inquietudes, sus celos y sus desmesuradas ganas de amar. Sólo después, con la cabeza fría, había reelaborado y entendido sus razones.
¡Sin embargo, cuanto había sido dulce y tierno aquel posesivo abrazo adolescente!.
Y aquella cabalgata impactante y catártica en la que le rogaba levantar la mirada hacia su futuro y aceptar que todavía podía reservarle una perspectiva de felicidad…
Que tendría solo que tomarla… pues estaba a pocos centímetros de ella.
Pero en aquel momento no… no era capaz de aquella necesaria lucidez.
Lo había agredido, echándole encima sus propios miedos y dudas de aquel gesto que, por el contrario, había ya despertado dentro de ella instintivamente. Porque ya desde tiempo atrás había empezado a apreciar la sensibilidad de su corazón.
Si tan solo no la hubieran atemorizado los escalofríos que le provocaba cada vez que se acercaba a él… Recordaba muy bien aquellas sensaciones de deseo y de incomodidad que le ofuscaba el cerebro y la hacían vibrar como una cuerda de violín cuando aquel chico encendía su mirada o rozaba solo ligeramente su piel, acercándose peligrosamente a sus defensas descubiertas.
La atracción que había siempre sentido por él se había convertido en una feroz herida sangrante en el curso de los siguientes años.
Se arrepentía amargamente que a causa de su timidez y su inexperiencia no le hubieran dejado ningún recuerdo de su cuerpo para poder acariciar secretamente en su intimidad escondida del mundo.
Esta vez no levantaría fortalezas a su asalto. Lo acogería entre sus brazos, donde siempre hubiera querido recibirlo, siguiendo sin inhibiciones las pulsaciones aceleradas de la sangre en sus venas.
Porque ante aquella frase era ya evidente que sus intenciones no podrían estar equivocadas de ninguna manera.
Su Terry quería regresar con ella para amarla finalmente, con aquella intensidad que no le había sido permitido y que ahora ella no quería de ninguna manera limitar.
¡Cuánto deseaba volver a saborear de nuevo el dulce sabor de sus labios, ser acogida cálidamente por el fuego de su pecho jadeante, ahora maduro, de hombre!.
.
Al terminar la exhibición la multitud se acercó a la mesa donde ya se habían servido las copas para el brindis de buenos deseos. El capitán Stevens estaba abajo del palco para dar el discurso habitual de bienvenida.
Con la copa en su poderosa mano, que hacía estridente contraste con su complexión no tan robusta, empezó a hablar con voz tranquila, presentando a sus compañeros de travesía.
-``El Mauretania, como siempre, tiene el honor de dar la bienvenida a bordo a vosotros y vuestras familias en un viaje que, espero, no olvidareis fácilmente. ¡Mi fantástica tripulación y yo estamos a vuestro absoluto servicio para regalaros un magnífico sueño que podréis contar!´´.
El aplauso alegre de los pasajeros no le permitió terminar su última frase.
Para la alta sociedad de la ``belle epoque´´la experiencia de un viaje transoceánico sobre un renombrado trasatlántico era, de hecho, un modo glamuroso para ostentar la propia condición de riqueza. Una flor en la solapa para exhibir en los salones a la moda.
Estar ahí en sí tenía un valor calificante del propio rango de personas que ``valen´´.
Entre risas y charlas ensordecedoras que nuevamente la rodeaban, Candy tomó su copa mientras Adrian le hizo un signo de brindis acercando ligeramente la suya.
Después el oficial se giró hacia la orquesta en el escenario avisandoles en voz baja:
``¡Es el momento! ¡Proceded!´´.
Después de pocos minutos de aquella invitación fugaz, uno de ellos empezó a tocar una dulce melodía con una simple armónica en su boca. Parecía un acompañamiento discreto a aquel alegre momento de convivencia colectiva pero Candy reconoció desde las primeras notas el pedazo que tanto amaba Terry tocar para ella con la armónica que ella le había regalado en Londres para animarlo a dejar de fumar.
¡Otro recuerdo en su memoria! Anne Laurie. ¡La ``balada de Tarzán con pecas´´, se divertía en llamarla así!.
Sin percatarse inmediatamente de su procedencia, la chica se giró nerviosamente para cerciorarse de quién estaba tocando.
Una vez más, sintió una extraña sensación de excitación bajo su piel.
Tan pronto como vio al músico de avanzada edad que estaba terminando su presentación, corrió hacia él para preguntarle.
-``Por favor, ¿Sería tan amable de decirme como se llama esta melodía?´´.
El hombre la vio con mucha curiosidad, como si se esperara esa pregunta.
-``Señorita, creo que sea una pieza conocida pero no recuerdo el nombre. Yo solo he recibido esta partitura para tocar con la armónica después del discurso del capitán… También me ha sido dicho de entregar esta nota a la chica rubia que se me acercara después de haber escuchado… ¡Supongo que esa chica es usted! ´´ le dijo entregándole un sobre más.
Esta vez Candy casi sintió temor de abrirla. Sentía inexplicablemente dentro de ella que aquel sería el último mensaje para ella.
Con los dedos temblorosos mantuvo abierto el papel leyendo mientras una sonrisa liberadora tomaba forma inesperadamente en su rostro.
``¡Esta noche he querido refrescar nuestros recuerdos en tu mente! ¿Has sentido un poco de nostalgia por mi, Candy? ¿Me has echado de menos tanto como yo a ti en todos estos años y continúo a echarte de menos en una manera insoportable incluso en estos momentos? Finalmente nuestra larga espera ha llegado a su fin...´´.
-``¿A su fin?´´ repitió llevándose la nota al pecho presa de una emoción incontrolable.
-``¿Terence entonces en verdad estás aquí? ¿En dónde estás? ¿Porque no vienes hacia mi?´´.
Mientras miraba a su alrededor buscando en vano sus profundos zafiros entre la multitud de ojos desconocidos que llenaban el salón, se cruzó con aquellos negros como el ébano de Adrian que la miraban con bondad.
-``¡Adrian, sé que usted lo sabe! ¿Dónde está?´´.
-``Creo que él mismo se lo ha revelado esta noche. ¡Escuche la voz de sus recuerdos!´´.
Candy apretó en ese momento la copa semi vacía entre sus manos mientras la música aumentaba de volumen y la pista de baile se llenaba una vez más en un rumor ensordecedor.
sintió un ligero mareo, como si le faltara el aire en aquel ambiente.
E inconscientemente se giró hacia la puerta de salida.
Un momento… Una sensación lejana…
-``¿Adrian, puede decirme donde se encuentra la cubierta B, por favor? Necesito tomar un poco de aire´´.
El chico le indicó el breve corredor que tendría que recorrer, colocándole su mantón para que no cogiera un golpe de frío.
.
.
.
¡Gracias de todo corazón a quienes me están leyendo y a quienes quieren dejarme un muy apreciado comentario!
