Mensaje de la autora
Queridos lectores, disculpen la interrupción temporal de la publicación. He tenido un problema de salud y me vi obligada a descansar la vista durante unos días. Reanudo ahora y espero seguir dando muchas emociones con esta historia. ¡Disfruta la lectura!
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Hora 22:40 - Fuga bajo cubierta
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El ascensor se movió comenzando lentamente a descender.
Antes de llegar al piso donde estaban situadas las salas comedores, que tenían la misma ubicación de las de primera clase, Terence oprimió el botón que lo detenía.
-``Creo que este sea el último momento a nuestra disposición para un beso lejos de las miradas curiosas...´´ dijo acercándose a Candy implorando por sus labios una vez más.
Después de algunos minutos una pareja de ancianos vió salir a dos jóvenes emocionados con los ojos brillantes y las mejillas sonrojadas, jugueteando y tocandose alegremente. Su actitud despreocupada y alegre llenó de ternura la mirada de los cónyuges.
Era su quincuagésimo aniversario de matrimonio…
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Al entrar al amplio salón Candy y Terence fueron acogidos por un ruido ensordecedor.
La cena ya había terminado y las mesas habían sido retiradas hacia las paredes para dejar espacio a una improvisada pista de baile.
El lugar estaba lleno más allá de su capacidad. Muchos pasajeros de tercera se habían infiltrado sin control uniéndose a aquel ruidoso festejo.
La rígida separación entre las clases sociales que regía el Mauretania, como en cualquier otro trasatlántico de lujo, era referida sobre todo a la primera clase, protegida incluso físicamente por barreras y barandas en su sofisticado y distante esplendor, las otras clases se mezclaban sin particulares contrastes. La distinción entre segunda y tercera era puramente de carácter económico.
Pero igual así aquella sala comedor de segunda estaba dotada por un mobiliario digno y de notable confort, que difícilmente se podría encontrar en barcos no tan grandes y con nombres menos reconocidos.
Sobre todo resaltaba un hermoso piano de cola situado en el palco en el cual un joven pianista particularmente talentoso estaba deleitando a su público con melodías de blues junto a un anciano trompetista y una cantante de color de voz potente y suave.
-``¡En el charlestón el swing, el folk y el blues… las clases se dividen también en géneros sociales!´´ exclamó irónico Terence apreciando el ritmo de la óptima ejecución de la célebre Dear, On a night like this.
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sugerencia musical: Fletcher Henderson - Dear, On A Night Like This
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Se acercaron al bar abriéndose camino entre la multitud y pidieron dos chocolates calientes.
Era finales de mayo pero la temperatura particularmente rígida de aquella noche en mar abierto hacía del calor de esas bebidas muy agradable después del frío que habían pescado afuera.
Las personas los observaban curiosos.
Sus ropas finas sin duda llamaban la atención en aquel lugar; pero ninguno se atrevió a acercarse. Parecía que no habían reconocido al famoso actor de teatro por algunos años expatriado en busca de nuevas glorias en el viejo continente.
A decir verdad, junto a la barra la atmósfera era mucho eufórica.
Había más de un pasajero ebrio; algunos incluso estaban discutiendo instigados por la borrachera.
La zona libre había empezado desde hace pocas horas y, sin el límite de proteccionismo, se habían acercado a la barra a por bebidas alcohólicas, muchos casi abusando de su consumo, finalmente permitido sin prohibiciones.
Para evitar situaciones desagradables, Terence le sugirió a Candy de encontrar un lugar para sentarse, acompañándola con una mano sobre su hombro.
-``¡Ven, vamos a saborear nuestro chocolate en aquellas mesas apiladas allá al fondo!´´.
De manera definitivamente poco convencional pudieron terminar su consumo, disfrutando de la mágica melodía que se propagaba en la sala. con los pies colgando acompañaron el ritmo que se volvía cada vez más entusiasta.
Mientras tanto la banda de blues tocaba las mejores piezas del repertorio comercial de Leroy Carr, Mamie Smith y Lonnie Johnson.
Era imposible resistirse al llamado de la danza.
-``¿Vamos nosotros también a la pista?´´ preguntó Candy dejando la taza y bajándose de la mesa de un salto.
-``¿Cómo podría decirte que no si me lo pides con esos ojitos?´´- le respondió él acercándose a su oído -``¡Habrás entendido que podrías obtener todo de mi! Estoy irremediablemente perdido, ya...´´.
Terence se quitó de un tirón el corbatín y, dejando sobre la mesa la chaqueta del elegante smocking, se apresuró a alcanzarla al centro de la pista.
Justo en aquel momento, los músicos empezaron a tocar baladas folk veloces propias de bailes de grupo. Hombres y mujeres se dispusieron unos de frente a los otros y empezaron a seguir los ritmos insistentes.
Cada bailarina danzaba con su caballero por pocos segundos, después las parejas cambiaban rápidamente de acompañantes en una carrera frenética que parecía el galopar de un caballo.
Era una danza divertida pero Terence, que no se sentía del todo tranquilo. Continuaba a buscarla con los ojos entre las personas, sin perderla ni un segundo de vista.
Candy estaba divertida por su comportamiento protector. Era una mujer completamente capaz de cuidar de sí misma pero el hecho de que él continuara a querer protegerla de todo y de todos no le desagradaba. Era un aspecto de su forma de ser y de manifestar su amor que la hacía sentir preciosa.
También ella continuó a buscar sus ojos todo el tiempo, tranquilizando su mirada ansiosa.
Cuando finalmente se volvieron a unir, él la estrechó a sí con particular fuerza para confirmar la posesión exclusiva de su cuerpo.
En aquel momento la coreografía imponía a las parejas de empezar a girar, tomados de las manos con los brazos cruzados.
Los dos jóvenes siguieron los movimientos de las otras parejas aunque no conocían aquella danza.
Tomados de las manos empezaron a girar cada vez más veloz.
Aquellas vueltas infantiles los hacía sentir más ligeros, casi como si sus pies se elevaran del piso.
Mientras todo a su alrededor se decoloraba en un segundo plano sin relevancia, ambos lograban percibir sólo la vista de sus rostros sonrientes y de sus cabellos flotando en el aire.
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Sólo después de algunos minutos la banda ejecutó su primer secuencia más lenta permitiendo a los bailarines un momento de respiro.
Terence atrajo a Candy contra sí, continuando a acercarse más allá de lo que permitía la etiqueta en los bailes de pareja.
Ella no rechazó su peligrosa cercanía.
Había tanta gente en la pista que sus atenciones eran de seguro inadvertidas por la masa.
La tensión entre ellos se incrementó vertiginosamente en unos segundos.
Por segunda vez en poco tiempo la chica volvió a sentir el calor hirviente de su cuerpo a pocos milímetros del suyo. la ligera fricción de sus caderas le enviaba señales inequívocas de sus ganas.
Se sentía feliz y excitada como no lo había estado en toda su vida.
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Terence la volvió a mirar con aquella mirada que la confundía.
No podía explicarse ella misma la intensidad de las emociones que él era capaz de transmitir con aquellos ojos crepitantes como carbones encendidos. Percibía por su fuerte agarre en sus caderas el nerviosismo que lo invadía.
´´Candy, mi adorable Candy… me miras con aquellos ojos interrogantes...´´ - pensó él en aquel momento - ``Seguramente habrás comprendido lo que estoy pensando pero yo… no puedo revelartelo abiertamente… No puedo decirte que no puedo controlar más lo que siento. Tengo un fuego adentro que me está devorando el alma. ¡Te deseo amor mío… con cada mínima pulsión de mi cuerpo!
La larga espera me ha hecho incapaz de dominar mi hambre de tí. Mientras te abrazo puedo sentir las líneas suaves de tu cuerpo maduro. Me estás aturdiendo con tu sensualidad… Jamás había sentido antes una sensación tan violenta como deliciosa. Lo eres todo para mí… eres mi vida misma… pero sé que no puedo obligarte a correr a la locura como quisiera mi deseo.
Sin embargo... tu… continuas a sonreirme de aquella manera… Casi me parece que quieres… también tú… lo mismo...´´.
Bruscamente se detuvo.
-``¿Qué es lo que pasa, Terry? ¿Te sientes bien?´´ le preguntó Candy sorprendida por su gesto decidido.
-``No es nada...´´ dijo él dando un largo respiro y acariciándole dulcemente el rostro.
-``Ya no tengo ganas de bailar. ¡Vamos a sentarnos un rato, hay un lugar cerca de la ventanilla!´´.
Ella siguió sus pasos apresurados sin decir más.
Dos sillas vacías estaban cerca de la gran ventana circular que veía al exterior, casi al nivel del mar. Las luces del trasatlántico se reflejaban débilmente en la superficie del agua haciendo visibles las ondas provocadas en el mar calmado al pasar del casco.
Bajo sus pies percibían el ligero temblor provocado por las turbinas. Estaban directamente en línea de aire respecto a la sala de calderas.
-``¡Mira cómo avanzamos, me parece que el Mauretania ha apretado el acelerador esta noche!´´ constató Terence intentando cambiar el argumento para evitar preguntas incómodas.
Un anciano señor sentado un poco cerca con un pequeño en sus brazos que bien podía tener unos cuatro años se acercó a ellos con la silla al escuchar aquellas palabras.
-``Tiene razón, amigo… también a mi me parece que hemos superado la velocidad standard esta noche. Creo que estamos yendo más allá de los 27 nudos… Permítame presentarme, me llamo John Freymond, soy un ex capitán. Claro, jamás he dirigido naves así de colosales, pero he adquirido una muy buena experiencia en travesías transoceánicas a lo largo de mi carrera. Creo que la Cunard tiene todo el interés de llevar al máximo los motores. El querido Maury es una bellísima joya superada por el tiempo… Una nueva generación de trasatlánticos más potentes y avanzados desde el punto de vista tecnológico avanzan inexorablemente y acortan inevitablemente su vida futura. El alemán Bremen, su pesadilla, le ha quitado la Banda Azul. Pero Maury está buscando después de su revisión recuperar su primacía. No va sólo en el nombre de la Cunard sino de Gran Bretaña entera, con mayor razón ahora que la guerra ha terminado… Tal vez vosotros no lo sepáis, pero en esta tranquila noche estamos en una plena y áspera competición internacional. ¡Hay demasiados intereses económicos puestos en juego con el prestigio marítimo… Terence!".
-``¿Usted… sabe quién soy?´´ le preguntó en aquel momento, intuyendo su tácito reconocimiento.
-``Terence Graham es un nombre prestigioso, señor. Siempre me ha gustado el teatro y espero que usted pueda regresar a Nueva York algún día. ¡Broadway ha perdido su estrella más brillante a mi parecer!´´.
-``Yo le agradezco por los halagos y… por la discreción… capitán Freymond´´ le dijo Terence.
-``Creo que no he sido el único en reconocerlo esta noche. Es muy bien sabido que usted no es el tipo de hombre que rechaza ``ensuciarse las manos´´ con el contacto de gente de un nivel inferior. Creo que no son pocos aquellos que están en esta sala ahora los que han asistido a algún espectáculo suyo de beneficencia. No sé si lo sabe, señora, pero su caballero es conocido por su lucha a favor de ofertas teatrales accesibles para todos. En varias ocasiones se ha dedicado personalmente a una idea de cultura que no sea un elemento de discriminación social, como lo ha sido hasta ahora. ¡Yo aprecio mucho su empeño, Terence!´´.
-``Bueno, así me avergüenza, capitán´´ - comentó el actor -``Sólo he presionado al director Robert Hathaway, con quien tengo una relación amistosa, para que al menos una vez al mes el Winter garden Theatre, donde nos presentabamos en Broadway, fuera abierto al público menos pudiente con espectáculos gratuitos. Desde siempre he creído que la emoción de una obra teatral no tiene que representar un privilegio solo para los ricos. Creo que han mantenido esta costumbre incluso después de que me marché ́ ́.
Aquella aclaración no sorprendió a Candy. Siempre había apreciado la delicada sensibilidad de aquel chico de modos aparentemente bruscos y desinteresados.
Qué contraste entre su forma libre y altruista de pensar y las rígidas mentes cerradas y racistas de muchos aristócratas hijos de familia de origen menos prominente que la suya.
Su cultura, su vivacidad intelectual y sus firmes principios le encantaban tanto como su impresionante físico…
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Candy se acercó en aquel momento a la carita del niño quien había escuchado con atención toda la conversación.
-``¿Eh pequeño, no pretendes ir a dormir esta noche? ¿Cómo te llamas?´´.
El niño, tomado por sorpresa por la inesperada pregunta, se escondió entre los brazos del capitán sin responderle.
-``Joeffry, tesoro, ¿Qué es lo que haces? ¿Escapas ya de las mujeres?´´ -exclamó el viejo John riendo de gusto -``¡Vamos, no seas tímido!´´.
Después dirigiéndose él mismo a la chica le explicó que el pequeño no tenía a nadie más que a él como su abuelo en el mundo; había perdido hacía casi un año a sus padres.
-``Esta noche le he prometido que estaríamos despiertos hasta tarde por los festejos inaugurales del viaje, pero desde mañana irá a la cama temprano, ¿Verdad, Joeffrey?´´.
Los ojos soñolientos del pequeño asintieron avergonzados; después, de repente, se encendieron de alegría al ver que se acercaba a ellos una camarera que ofrecía en una enorme bandeja chocolates de tantas formas diferentes que eran una maravilla tan solo verlos.
-``¡Os ofrezco primero a vosotros antes de que sea asaltada por la multitud! ¡Toma lo que quieras, pequeño!´´ dijo cordialmente la mujer.
Acercando su rostro al de Terence, lo saludó como si lo conociera muy bien.
-``¡Encantada de volverlo a ver 'con el rostro descubierto', señor Graham! Aquí, de hecho, no creo que encuentre periodistas indiscretos...´´ le confirmó cómplice guiñandole un ojo.
Terence correspondió el saludo con un gesto de la cabeza y se volteó hacia Candy para presentarla.
-``Candy, ella es la señora Cartway, ¡la mejor cocinera del Mauretania! Fue ella quien organizó tu cena. Cuando viajo en este barco siempre me consiente con un servicio especial en mi camarote, ¡así evito pasar noches aburridas platicando con gente que no me interesa!´´.
-``¡A menos que no decida tomar un poco de aire y lo encuentre en la sala comedor con los más extraños disfraces!´´ exclamó jovial la mujer estrechando la mano de Candy.
-``¡Pero… debe admitir que yo siempre lo reconozco!´´.
-``¡Caramba, es verdad! ¡Tiene una intuición increíble, hubiera podido ser una investigadora o trabajar para la policía! ¡Ha puesto a prueba más de una vez mis dotes actorales!´´
Ante sus palabras el grupo entero rompió a reír de alegría.
No tuvieron tiempo de saborear los chocolatitos porque se pararon sin previo aviso frente a ellos una manada de jovencitas que habían reconocido al bello chico que unos minutos antes se había distinguido en la pista de baile junto a su preciosa compañera.
-``¡Es justamente Terence Graham!´´ empezó a gritar histéricamente una de ellas.
Su exclamación llamó la atención de la multitud, curiosa por la notoriedad de aquel nombre.
En pocos segundos, se encontraron rodeados por una masa de rostros desconocidos y fervorosos que aclamaban ese mismo nombre.
Candy sabía que eso era un inconveniente de la fama de Terence. Tendría que aprender a soportarlo. Su hombre era venerado y deseado por legiones de admiradoras y era fácil intuir que tanto entusiasmo no era debido sólo al hecho de su evidente talento.
Educadamente Terence intentó responder el saludo de la multitud.
Odiaba aquellas situaciones pero había aprendido que el éxito es un bien efímero y que, nos guste o no, los artistas deben todo a su público. Por eso se detuvo a firmar algunos autógrafos y a platicar con sus fans más entusiasmados, dejándose abrazar por aquel cariño.
Hasta buscar la primera buena excusa para escabullirse con Candy en una manera no tan dolorosa. Aduciendo que un improviso dolor de cabeza le exigía regresar a su cabina para descansar del estrés lavorativo acumulado en la intensa temporada que apenas había terminado, el astro abandonó de prisa la escena, seguido por su misteriosa como encantadora señora.
El último saludo fue del capitán Freymond y por Joeffry. El pequeño se acercó a ellos furtivo y dejó caer en las manos de Candy algunos chocolates diciéndole en voz baja:
-``¡Los ha guardado mi abuelo para vosotros antes de que los demás se los terminaran. Buenas noches!´´.
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Una vez fuera del comedor, Terence dejó escapar un profundo suspiro.
-``Te ha fastidiado todo este tumulto a nuestro alrededor ¿Verdad?´´ le preguntó acariciándole el brazo.
-``¡No, no te preocupes! ¡Sabré defender mi territorio con las uñas y con los dientes si es necesario!´´ le respondió ella sonriendo.
-``Ahora será mejor que... te acompañe a tu camarote. ¡Casi es medianoche y no está bien que una señorita ande merodeando todavía por el barco... aunque se festeja por doquier! Y además… estarás cansada después de todas estas emociones...´´.
-``Que imagino aún no han terminado a juzgar por las excusas que estás buscando y por tu mirada astuta, ¿verdad?´´ le preguntó Candy tirando de él juguetonamente.
-``¡Jamás he subestimado tu inteligencia, amor! ¡Pero no tengo intención de satisfacer tu curiosidad antes de tiempo!´´ fue su enigmática respuesta.
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¡Gracias de todo corazón a quienes me están leyendo y a quienes quieren dejarme un muy apreciado comentario!
