10
Shisui caminaba de la mano de Riku y Nori. Los gemelos de Obito eran tan adorables que nadie les podía negar nada. Habían cogido una pataleta porque querían ver la cueva secreta de la doctora Frankenstein, como él les había explicado. Los niños tenían los ojos abiertos como platos, con aquella ilusión y ese especial hormigueo en el estómago, mezcla de miedo y de curiosidad.
Shisui tenía una conexión especial con los niños desde siempre. En cuanto lo veían y ellos le miraban, conectaban, y se convertía siempre en el principal cómplice de todas sus jugarretas.
Antes, jamás se hubiera imaginado que pudiera llevar de la mano a dos pequeños berserkers; pero, al unirse los clanes por un bien común, las diferencias entre ellos habían dejado de ser insalvables.
No podía sacarse de la cabeza a Tema. Habían pasado un par de horas desde que Daimhin se la había llevado y, desde entonces, un nudo de agonía había empezado a formársele en el estómago. La separación física entre las parejas vanirias no era fácil de llevar, y más cuando todavía permanecía el deseo insatisfecho en ellos, tanto en él como en ella.
Tema nunca podría negar que lo deseaba. No después de lo que había pasado en la ducha y, ni mucho menos, con una respuesta tan receptiva de su cuerpo a sus caricias.
Lo deseaba. Era tan normal y natural como respirar. Y aunque él anhelaba con locura poder sucumbir a esa atracción física, no lo haría hasta que ella le implorara. Lo tenía muy decidido. Tema debía dar el primer paso para reclamarlo. Era ella la que no se creía que eran pareja. Era Tema la que se reía de la vinculación de las cáraids. Era Tema quien tenía miedo de amarlo o de depender de él. Pues sería también Tema quien exigiera su unión. Y mientras que ese momento no llegara, ambos se centrarían en sus objetivos. Shisui miró a la cabecita rubia de Nori. Llevaba dos coletas con una goma roja, una más alta que la otra, un vestido de colores y unas botas granates. Sus ojazos negros lo miraron y sonrió enseñando sus mellas.
Agitó el dibujo que tenía en su mano libre y exclamó:
—La doctora no nos comerá si le gusta el bidujo, ¿a que no?
Él se aguantó las ganas de reír y negó con la cabeza. Tema no devoraba a los críos. De hecho, tenía ganas de verla en acción con ellos. ¿Cómo sería?
—La doctora no come, corazón.
—Sí que come —repuso Riku, moviendo la cabeza arriba y abajo y haciendo que su pelo negro se moviera de un lado al otro—. A los niños perdidos no les gusta, y eso es porque se come a los niños —concluyó con su lógica de cinco años.
Los niños perdidos eran los miembros de los clanes que habían rescatado en CapelleFerne. A ellos se les habían añadido más recién llegados de Chicago, del helicóptero que Madara y Sakura habían interceptado. Tenten y Karin consideraron que sería un buen nombre para presentarlos a los niños de los clanes, de manera que no fuera ni demasiado agresivo, ni demasiado traumático para ellos. Un niño inocente nunca entendería lo que les habían hecho y todo lo que habían sufrido a manos de Newscientists; así que el mejor modo de hablar de ellos era ese: niños perdidos, como la leyenda de Peter Pan. Ahora, esos niños, y no tan niños habían regresado a casa, cada uno con sus cicatrices, pero a salvo de los demonios.
Riku y Nori eran dos minipersonas increíbles; cada uno con un don maravilloso y ambos importantes e imprescindibles para la profecía del Ragnarök. Gracias a Nori podría arrinconar a Tema y presionarla para que le dijera exactamente todo lo que sabía. El dibujo que la pequeña berserker llevaba en la mano era mucho más importante de lo que los demás habían pensado mientras lo hacía. Shisui le había dicho cómo tenía que dibujar cada cosa, porque esa imagen en movimiento que Tema tenía grabada en la cabeza era esencial y le había asaltado cada vez que había bebido de ella. Tenía un significado.
Con ese pensamiento en mente, colocó la palma de la mano en el lector de reconocimiento. Las puertas se abrieron, y lo que vio le dejó anonadado y sin palabras. Su cáraid estaba trabajando descalza, moviéndose con resolución por toda la sala, haciéndola su lugar de trabajo. A su lado, la hija de Tsunade la seguía y escuchaba atentamente todo lo que ella le explicaba.
—Mira, ¿ves todo lo que he reunido aquí? —preguntaba Tema a la joven señalando una serie de objetos sobre la mesa de exploración—. Todo esto me servirá para medir los neutrones, los protones y los electrones: luz de arco, tubo de rayos X, batería de alto voltaje, gotas de aceite y el microscopio —enumeraba mientras señalaba cada objeto.
—Ajá —contestaba Daimhin con interés.
—Es un procedimiento que se llama Millikan.
Shisui vio el momento justo en que Tema inhaló su olor y se dio cuenta de que él estaba en la sala. La científica se dio la vuelta y sus ojos colisionaron. Los de ella tan verdes que Shisui tuvo que tragar saliva por la impresión.
La mujer apenas respiraba mientras lo observaba. Ni siquiera era consciente de que se lo estaba comiendo con los ojos, acción que complació al vanirio en demasía. Le encantaba ver que ella no tenía modo de camuflar lo que despertaba en todo su ser.
Después, sus ojos cayeron sobre los dos pequeños que, automáticamente se ocultaron tras las piernas del druida. El gesto de Tema se suavizó y sonrió con autenticidad. Le gustaban muchísimo los niños, pero nunca había podido disfrutar de ellos, bien por su trabajo o bien porque no conocía a nadie que tuviera y que fuera tan atrevido como para dejar que ella los cuidara de vez en cuando.
Sin duda, la imagen de ese ejemplar masculino, tan increíblemente hermoso y musculoso, con dos pequeños cogidos de sus manos la volvió literalmente loca. Algo se deshacía en su interior, algo que también suavizaba las esquinas de sus aristas personales.
—¿Te sientes cómoda aquí, Huesitos? —preguntó Shisui, entrando en su espacio laboral y haciéndose amo y señor de él.
—Todo está perfecto, gracias. Me sorprende tener un lugar así solo para mí. No me falta de nada...
Shisui achicó los ojos añiles, dejándole claro que sabía que le hacía falta algo para seguir trabajando. Ese algo que no quería revelar por miedo a que lo utilizaran de forma contraproducente. Pero eso debía cambiar. El tiempo se les echaba encima y debían, por todos los medios, entender qué era lo que la científica sabía sobre los portales y, sobre todo, qué relación había con lo que veía el pequeño Riku. Porque había una relación.
—La estoy ayudando, druidh —explicó Daimhin impresionada y un poco incómoda por la tensión entre ellos.
Shisui sintió que la barda parecía violenta, y modificó su actitud y también su pose ante ellas.
Tema lo captó todo, y eso hizo que se abriera un agujero a sus pies. Ella caería, y caería poco a poco, y lo haría por él; por un hombre que, viendo el temor de una mujer joven, podía reprimir su temperamento para no asustarla más.
—Te estoy muy agradecido, Daimhin —asintió como un caballero.
La chica se tocó el pelo nerviosa, con un gesto de coquetería, mirando de refilón los zapatos que había dejado bien colocados sobre uno de los taburetes blancos que ocupaban la sala.
Tema izó una incrédula ceja rubia. Le parecía inverosímil que incluso Daimhin, con todos sus traumas, pudiera sentirse cautivada por el sex appeal de Shisui.
—Tema, te presento a los gemelos, Riku y Nori —anunció el pelinegro.
—Te he hecho un bidujo —dijo Nori enseñándole la hoja y alzándola hacia ella. La chiquilla, con sus mofletes rojos, ni siquiera se atrevía a mirarla.
Tema se apoyó en sus rodillas, agachándose hasta la altura de Nori. Le dio un golpecito con el índice en la nariz y le dijo:
—Se dice dibujo, cielo. —Tomó el regalo concentrándose en la pequeña.
—Ah... —La miró de reojo mientras se agarraba con fuerza al tejano de Shisui—. ¿Me vas a comer ahora?
La científica miró a Shisui, a Daimhin, a la pequeña rubia y después seguidamente a Riku que, de vez en cuando, le echaba miradas furtivas, pero sin esconderse tras las piernas del druida. ¿Se pensaban que ella era un ogro? No le extrañaba nada, después de todo, había estado con los malos.
—Mmm... Depende, pequeña. ¿Sabes a chocolate?
Nori frunció el ceño.
—¿A fresa? —continuó Tema. La pequeña negó con la cabeza, más relajada, y una sonrisa empezó a emerger en sus labios—. Ah, ya lo sé... ¡Sabes a canela! —Alzó los ojos hacia Shisui y una corriente eléctrica circuló entre ellos. Los ojos de él se oscurecieron de deseo y los de ella chispearon con desafío. Aprendería a ser coqueta, como todas las demás.
—Sabo a piña —dijo la niña resuelta y echándose a reir.
—¿Sabes a piña? —Puso un dedo sobre su barbilla y se quedó pensativa—. Bueno, creo que tengo nata en esa nevera de ahí —le señaló un frigorífico congelador de átomos—. ¿Qué te parece si te unto de nata y empiezo a comerme esa naricita que tienes? —le pellizcó la nariz con las falanges del índice y el corazón.
Nori se moría de la risa.
—Entonces, ¿eres buena? —preguntó de repente, acercándose a ella y mirándola con atención, deseando que su respuesta fuera positiva—. No te pareces a una bruja que coma a niños.
—Nori no sabe a piña. ¡No digas eso, Nori! —se quejó Riku, dando un paso adelante para que la científica también le prestara atención—. Tenten nos ha dicho que no nos acerquemos —gruñó en voz baja, tirando de su hermana y pensando que lo hacía con discreción—. Dice que le salen cuernos en la frente y escrupe fuego por la boca.
Tema tuvo ganas de soltar una carcajada. ¿Cómo podía ser que existieran criaturas como esas, que no fueran humanas, y que otras personas intentaran hacerles daño y manipularlas genéticamente? Esos críos rebosaban bondad.
—¿Tenten ha dicho eso? Yo hago magia. No me como a los niños como vosotros —replicó Tema, haciéndose la importante y removiendo el pelo negro del pequeño berserker.
Shisui observó que su mujer se incorporaba y miraba una vitrina llena de probetas de colores. En la balda inferior había una colección de láseres de fotones de luz de muy baja potencia que utilizaría para estudios atómicos de baja escala. No eran dañinos y seguro que a los gemelos les gustarían.
En ese tiempo que había estado familiarizándose con la sala, Daimhin y ella pusieron todos los aparatos en marcha y les habían tenido de sobra para que la vaniria enseñara a su novata parte de sus recién adquiridos poderes.
Durante una hora, habían ejercitado sus dones telequinésicos. Tema no había necesitado mucha práctica para controlarlos. La científica se alimentaba de la sangre de un druida, de un mago poderoso y, además, era una mujer que entendía los conceptos y el funcionamiento de las cosas de modo diligente. Daimhin, asombrada, no había dejado de felicitarla por sus logros, y repetía una y otra vez que era increíble lo rápido que controlaba sus dones.
—¿Os gustan las espadas de luz? —les preguntó Tema, haciendo que las puertas de cristal de la vitrina se abrieran sin que nadie las tocara. Después, dos pequeños punteros láser de mango cromo y goma negra levitaron y cruzaron la sala pasando por delante del rostro del druida, y deteniéndose sobre sus palmas. Tema miró a Shisui y sonrió orgullosa de sí misma. «Has visto lo que soy capaz de hacer, «listillo?»—. Tomad —se puso de cuclillas y les dio un puntero a cada uno.
Shisui, impresionado y cautivado por la luz que reflejaba el rostro de su chica mientras usaba sus poderes, desvió la vista hacia Daimhin y esta hizo una mueca con los labios.
—Ya te lo he dicho, druidh. Ella me echa un cable y yo se lo echo a ella.
—¿Le has enseñado tú a hacerlo?
—No me ha costado nada. Es una novata muy aplicada —afirmó con maligna diversión—. Es muy inteligente.
—¿En serio? —refutó él, levantando la comisura de su labio. Los niños observaban los objetos que habían flotado por la sala y que ahora podían tocar con sus propios deditos.
—¿Qué son? —Riku abrió los ojos moviendo el mango de un lado al otro.
—¿Sabes quién es Luke Skywalker?
Los ojos negros del niño chispearon y su boca se abrió formando una enorme «o».
—¡Yo soy Luke Skywalker, en serio! —exclamó eufórico.
—Sí, y Tenten es Leia y tío Obito es Han Solo —le contó Nori mucho más cómoda, observando apenada los pies descalzos de la física—. Y yo soy Meygan.
—¿Quién es Meygan? —como buena friki había visto Star Wars, pero no sabía quién era ese personaje.
—Es una Bratz —contestó Riku aburrido.
—¿De verdad? —repuso Tema, mostrando interés por Nori.
—Sí —afirmó la pequeña sin dejar de estudiar los pies desnudos de Tema—. ¿A ti también te crecen los pies y te sudan mucho?
Shisui soltó una exclamación ahogada, y a Daimhin le temblaron los hombros de la risa.
—¿A mí? —Tema movió los dedos de los pies y sonrió—. No.
—A los niños berserkers les pasa eso —le contó Shisui—, por esa razón a veces van sin calzado. Te ven descalza y piensan que es por eso.
—¿Cómo va esto? —preguntaba Riku moviendo el aparato de un lado al otro.
—A mí me bustan tus zapatos que llevabas —Nori los buscó por toda la sala hasta encontrarlos sobre el taburete donde Daimhin los había dejado—. ¡Esos! —Los señaló—. Cuando has llegado te los he visto. Yo estaba escondida.
—¿Te gustan? Ahora son de Daimhin. Se los he regalado.
Las rodillas de Shisui cedían ante la actitud de Tema. No solo intentaba trabajar para ayudarles, sino que además, estaba con la hija de Tsunade, permitiendo que se quedara con ella en el laboratorio; y encima, trataba a Riku y a Nori con un cariño que le calentaba la sangre y ponía su motor en marcha. Tema... Su ratita era toda una caja de sorpresas.
—¿Ah, sí? —Nori estaba sorprendida—. ¿Me regalarás unos a mí también?
Madre mía. Tema regalaría a esos renacuajos todo lo que tuviera. Se había enamorado perdidamente de ellos.
—El mío no va —Riku continuaba enfurruñado con el puntor.
—Te he dicho que hago magia, ¿verdad? —Tema tomó el mango cromo de Riku y presionó el botón de encendido. Un haz de luz verde y de un centímetro de grosor salió del extremo del puntor e impactó en el techo, iluminando la sala con una tenue luz esmeralda.
—¡Wow! —gritó Riku dando saltos y moviendo las piernecitas como si corriera, pero sin moverse del lugar—. ¡Wow! ¡Dame! ¡Ahora yo!
Riku se hizo con su nueva espada láser y eso provocó que Nori quisiera probar su puntor, de una luz más rosada, y jugaran a la Guerra de las Galaxias en una sala donde pronto se construiría un acelerador de partículas.
Surrealista, pensó Tema.
—No os apuntéis a los ojos —avisó entretenida, desdoblando el dibujo que había hecho Nori con mucho cuidado.
La científica no se lo podía creer. Los niños estaban jugando delante de ella, haciendo todo tipo de ruidos con sus bocas, dando saltos inhumanos de un lado al otro del salón... Qué sensación más extraña de normalidad.
Shisui fijó la vista en el dibujo que ella todavía sostenía en la mano y que aún no había mirado.
La astrofísica abrió el papel con una sonrisa, esperando encontrarse con un sol enorme lleno de flores con caras divertidas. Dibujos típicamente infantiles, claro. Pero nada más lejos de la realidad; no se trataba de eso ni por asomo.
El dibujo era como una broma de mal gusto.
Eran ella y Ameyuri, dibujadas con una perfección que apenas se diferenciaba de una fotografía en blanco y negro. Estaba sonriendo, con una camiseta que tenía el número 77 en negro, relleno con las letras QR en gris oscuro, como si fuera una marca, estampadas en el frente. Ameyuri le estaba dando ese sobre con las palabras High Sky Boys Club.
Ameyuri parecía cambiada. Estaba más fea, con un extraño peinado a lo afro que nunca llevaba. Y no tenía apenas pecho; aunque era verdad que carecía de formas femeninas, pero no tanto como para estar completamente plana; su rostro ya no era dulce ni sexy, al contrario, lucía algo deformado y ojeroso.
Aquel dibujo era su imagen: la asociación de ideas que había creado en su cabeza como un criptograma. Una imagen en la que ella guardaba toda la información sobre sus descubrimientos pero que, debido a su cotidianidad, ni siquiera el mentalista más acérrimo podría haber desentrañado.
Y Shisui se la había robado.
Si había algo que aprendió con Hidan para protegerse de las intrusiones mentales de cualquier ser poderoso era a engañar a la mente. Los recuerdos y las experiencias estaban clasificadas en la cabeza como meros fotogramas. El cerebro era como un archivador multidimensional. Cuando quería viajar al pasado recurría a las imágenes congeladas y les daba al play.
Ella había tenido demasiada información, muy exclusiva y peligrosa. Necesitaba protegerse incluso de lo que ella sabía, pero más importante era preservar su conocimiento hasta asegurarse de que aquellos para los que trabajaba iban a darle un uso adecuado a su revelación. Aunque trabajaba en Newscientists, tenía colegas demasiado ambiciosos y codiciosos. Y, en realidad, aunque había creído ciegamente en Hidan, ni siquiera se había fiado de él lo suficiente como para abrir su particular caja de Pandora y mostrarle el secreto mejor guardado de la historia de la humanidad. Y la verdad era que había hecho un buen trabajo. Prueba de ello era que en Chapel Battery, Hidan la había mordido y golpeado, exigiendo que le diera esa preciada información.
Y bien sabía que no la habían descubierto. Por eso, ese portal de cortísima duración en Colorado se cerró inesperadamente. Pero esta vez, Shisui había dado con la clave y la iba a poner entre la espada y la pared.
—¿Qué... —se aclaró la garganta—, qué es esto?
—Dímelo tú —El druida se sentó sobre la mesa de exploración y se cruzó de brazos—. Daimhin, ¿te puedes llevar a Nori y a Riku, por favor?
Daimhin asintió. Se disculpó con Tema musitando algo en voz baja, y cogió a los dos pequeños espadachines de la mano.
—¡Adiós! —Nori se despidió de ella agitando su manita libre—. ¿Te ha gustado el bidujo? —le preguntó mientras se abrían las compuertas.
—Muy bonito, cariño. Lo pondré en la nevera —la pequeña no podía saber cómo le había afectado la ilustración.
Nori sonrió feliz y las puertas acorazadas se cerraron tras ellos.
Tema inhaló profundamente.
No habría modo de protegerse. El druida era muchísimo más poderoso que ella y quería algo que ella tenía. ¿Cómo se iba a defender? No podía.
Era su secreto mejor guardado. Un secreto que había tardado mucho tiempo en perfeccionar en sus sinapsis. En cubrirlo como un pensamiento sin importancia para que a nadie pudiera llamarle la atención.
Pero a ese hombre, que parecía un felino al acecho y que la miraba sin parpadear, no se le escapaba ningún detalle.
La había cazado, y ahora la obligaría a hablar.
La compuerta por la que habían salido Daimhin y los gemelos se abrió y entraron Itachi y Konan.
Cuando Tema los vio, admiró la excelente pareja que hacían. Tan diferentes el uno del otro: ella rubia y él moreno; él alto, corpulento y bello, y ella tan sensual... Hermosos los dos, sin duda, y sincronizados incluso en su modo de caminar. La palabra «simbiosis» acudió a su cabeza.
Sin embargo, Itachi le inspiraba mucho respeto. Los dos hermanos se parecían, pero tenían estilos distintos. Seguramente, la personalidad de Itachi iría mucho más con ella que la de Shisui. Itachi era un hombre de ciencia, un sanador decían. Pero sus dedos habían matado a Ameyuri con una facilidad pasmosa. Su pelo largo y negro estaba recogido hacia atrás con una diminuta cinta, y sus facciones masculinas se marcaban a la perfección. ¿Por qué estaba él ahí? ¿La iban a torturar?
¿Y qué iba a hacer Kill Bill? Esa mujer irradiaba tanta seguridad en sí misma que le ponía la piel de gallina.
Konan miró sus pies desnudos y arqueó una ceja azul. Tema arqueó la suya y se midieron como en un duelo de vaqueras.
—He visto a Daimhin con tus zapatos en la mano —la vaniria coló sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón negro y se apoyó en la mesa metálica central.
—¿Qué hacen ellos aquí? —preguntó la científica a Shisui—. No me gusta trabajar con espectadores.
El aludido no contestó.
—Mi hermano me ha dicho que puede necesitar mi ayuda en caso de que no colabores —precisó Itachi.
Un jarro de agua fría no la habría impresionado más. Shisui había invitado a Itachi para asegurarse de que ella iba a decir la verdad y a revelarlo todo. Entonces, ¿él no dudaría en torturarla para que le dijera todo lo que sabía? ¿Aunque hubiera afirmado y reafirmado que era su estúpida cáraid? ¿Así se trataban las parejas de vida?
Solo necesitaba tener las cosas un poco más claras, maldita sea. Y a la primera de cambio, ya la arrinconaba. No debería sorprenderle porque el día anterior ya la había mordido delante de todos, avergonzándola y humillándola delante de todo su clan.
—Explícame de qué va ese dibujo, Shisui —exigió el druida.
—¿Y si no lo hago?
Shisui se encrespó por su respuesta. ¿Es que esa mujer no entendía lo importante que era su información para ellos? Itachi y Shisui se comunicaron silenciosamente.
—¿Permitirás que él me haga daño? —preguntó nerviosa y ofendida por aquello—. Ya os he dicho que os ayudaré. Solo necesito poner mis ideas en orden y...
—Entonces, hazlo —ordenó Shisui, incómodo por la sensación de traición que estaba experimentando Tema—. No quiero hacerte daño, nena. No puedo...
—No me llames nena —conminó ultrajada, fulminándolo con los ojos verdosos.
—Lo que mi hermano quiere decir es que nos urge saber lo que tú sabes —aclaró Itachi en tono forzadamente conciliador—, porque es el único modo de entender cuáles pueden ser los siguientes pasos de Hidan y los demás. Los estamos cercando poco a poco y no podemos permitir que abran otro portal para su uso, ¿entiendes? Si nos dices cómo lo abrieron y qué pautas siguieron, puede que logremos adivinar sus movimientos y encontrar un modo de resquebrajar sus planes. Queremos proteger la Tierra, atharneimhe. Sabes que no te engañamos.
Tema escuchó atentamente al sanador. Intentó alejar la sensación de sentirse vendida por Shisui y disfrutó del cambio de actitud de Konan y el druida después de oír el apodo que le había puesto Itachi. ¿Se suponía que estaba mal que él la llamara así?
Konan miró de reojo a su pareja y Shisui frunció el ceño.
—¿Lo sé? ¿Sé que no me engañáis? —repitió ella, ignorando a los otros dos y dialogando solo con el hermano de su carcelero—. Tú estás dispuesto a acuchillarme con tus dedos igual que hiciste con Ameyuri. ¿Por qué debería confiar en ti?
—Porque será el único modo de que te liberes y entiendas que puedes fiarte de alguien por una vez en tu vida —contestó Konan, toqueteando el mismo microscopio túnel que había llamado la atención de Daimhin.
—Mi cáraid tiene razón. Ya la has cagado enormemente antes. Si lo haces esta vez, ¿qué importaría otra equivocación más? —Itachi movió los hombros y crugió el cuello hacia un lado—. Pero decide rápido, porque si no lo haces, puedo hacerte mucho daño y devolverte cada uno de los golpes que infligiste a mi brathair; y te aseguro de que me muero de ganas de hacerlo. Los puntos Sipalki te abrirán la mente, la sangre dejará de regar a tu cerebro y creerás que te va a estallar la cabeza. No lo soportarás y, al final, nos dirás todo lo que queramos. Te hemos dado la oportunidad de que seas tú quien lo haga, y mi hermano te ha dado días suficientes para que se lo cuentes todo. No lo has hecho y tenemos prisa. Ahora decide: por las buenas o por las malas.
El desánimo y el pesar invadieron el alma de Tema. No podía relajarse. Ni ahí ni en ningún lugar. Shisui estaba impertérrito, permisivo con la idea de que Itachi le hiciera daño, y eso le dolía muchísimo. Y Konan no parecía muy en desacuerdo.
Estaba sola otra vez. ¿Había tenido la sartén por el mango en algún momento? No. Nunca. Abatida, dejó el dibujo en la mesa central. Se recogió el pelo en un moño alto mal hecho y lo fijó atravesando un lápiz en él.
Se había acabado todo. Y no quería sentir más dolor físico. Llevaba días aguantando todo tipo de castigos; y si había una sola posibilidad de vengarse de los vampiros y de Hidan, aprovecharía esa única carta que le ofrecían los vanirios. Itachi tenía razón, si se equivocaba de nuevo, ¿qué más daba? Otra cagada más en su historial.
Daba igual. Le iban a sacar la información de todos modos, ¿no?
—Es una imagen asociativa, un mapa mental —explicó con voz llana y sin vida.
—Continúa —la animó Shisui exhalando el aire, destensándose lentamente. Odiaba presionarla así—. Y hazlo de un modo en que lo podamos entender todos.
—Claro, lo olvidaba. Tú no eres tan inteligente como tu hermano, ¿verdad, playboy? Se nota —añadió con veneno—. Él tiene la frente más ancha que tú.
Konan apretó los labios sin saber muy bien qué hacer, si reírse o escandalizarse.
Shisui le dirigió una mirada asesina.
—Por favor, sigue —pidió Itachi, carraspeando entretenido.
—Voy a empezar por el principio, para que aquí el cigoto no se pierda.
—No te pases, bruja —advirtió el druida con un gruñido. Respétame.
¿Como tú a mí? Contestó dolida.
—Durante mi etapa en Newscientists trabajé con muchos y muy buenos astrofísicos —jugó con las esquinas del dibujo, ignorando a su supuesta pareja—. Yo era muy consciente de la información que estábamos manipulando sobre las puertas dimensionales y, aunque confiaba en Hidan, Ameyuri, Delta y todos los demás, no me fiaba de la ambición de mis colegas. Lideraba los proyectos sobre la bilocación de los quarks y cómo influía eso en nuestro concepto de los universos. Me habían inculcado la idea de que los vampiros eran seres en realidad extraterrestres, de otra dimensión, y cabía la posibilidad de poder llegar a esa dimensión a través de un mapa intergaláctico. Es decir: abrir una puerta a otro mundo diferente al nuestro —susurró todavía maravillada por la importancia de aquellas palabras—. Poco a poco fuimos desarrollando un sistema parecido al de un acelerador de protones, con la diferencia que intentamos disminuir los riesgos y anulamos la variante que podía dar lugar a la destrucción del planeta.
—¿Los aceleradores de partículas son todos peligrosos?
—Tienen un riesgo —explicó mirando en todo momento a Itachi, y negándose a mirar a Shisui o a Konan—. En teoría están creados para entender la materia de la que está creada el universo, si existen otras dimensiones y si hay o no hay antimateria. Para ello, se aceleran los protones casi un cien por cien más rápido que la velocidad de la luz a través de un túnel. El problema es que eso puede crear un agujero negro mucho mayor.
—Naruto estuvo en Chicago, y detuvieron la posible colisión del martillo de Thor en el acelerador de partículas del Fermilab en Geneva —dijo Itachi cruzándose de brazos—. Los jotuns intentaron poner en marcha el acelerador y sabían lo que iban a provocar al hacer impacto... Quieren destruir el mundo.
—Pero dudo que la intención de ellos sea esa —murmuró Shisui, intentando hilar los cabos sueltos—. Loki quiere este planeta para él. Quiere esclavizar a la humanidad, no quiere destruir su particular vergel.
—¿El martillo de Thor tiene algún tipo de energía electromagnética? —preguntó Tema, un poco perdida.
—¿Estás de broma? —Konan arqueó las cejas azules y se rio—. El martillo de Thor puede convocar tormentas, incluso puede crear maremotos y terremotos. Es la herramienta de un dios.
Tema aleteó con las pestañas.
—¿Y se supone que yo tengo que saber eso? Por favor, si hasta hace unos días creía que érais extraterrestres que veníais del planeta Krypton o de Vampirolandia.
—¿Tus cómics no te hablan de eso? —inquirió la Elegida puntillosa.
Tema se aclaró la garganta, y asesinó a Shisui con los ojos. El druida era un bocazas.
—El impacto del martillo de Thor en el lugar adecuado abría una puerta definitiva —el sanador las interrumpió—. Y eligieron el Fermilab, aunque este pudiera dejar la mitad del planeta sumido en la nada —murmuró Itachi cavilando—. Pero Naruto, sus einherjars y sus valkyrias les jodieron la misión. Después, Hidan y Hummus se dirigieron a Diablo Canyon con martillo en mano dispuestos a abrir otro portal, o a destruir el mundo, ya puestos.
Tema asintió con la cabeza.
—Diablo Canyon... El planeta entero está lleno de zonas altamente electromagnéticas propicias para utilizar su energía y abrir puertas dimensionales –señaló frotándose la barbilla—. Diablo Canyon es una de ellas, pero es muy peligrosa porque hay una central nuclear ubicada en su eje.
—Detalle que a los jotuns no les importó —inquirió Konan.
—Incluso tengo pruebas de que la combinación de una serie de variantes abren esas puertas de manera espontánea, dependiendo de la actividad que tengan. Si decís que había un activador como ese martillo... — afirmó impresionada—. Ha sido un milagro entonces que no lo lograran.
—No ha sido un milagro —contestó Shisui reclamando la atención de la científica—. Ha sido por el trabajo y el sacrificio conjunto de muchos de nuestros guerreros. Ha muerto gente buena por ello. Ya te lo he dicho, Tema. Defendemos a la humanidad y perdemos nuestras vidas por ello.
Tema bajó la vista hacia el dibujo. No era su culpa que muriera la gente, y le daba rabia que se dirigiera a ella en ese tono.
No te estoy culpando, maldita sea.
Olvídame.
—La pregunta que aquí nos concierne es si lograron abrir un portal en Colorado con el que pudieron llegar al Midgard, ¿por qué después no volvieron a utilizarlo para seguir con sus propósitos? —Konan se posicionó al lado de Itachi—. Ya saben cómo entrar; ya saben lo que hacer. ¿Por qué decidieron luego que ese portal o ese artefacto no era bueno? ¿Solo querían robar los objetos?
—Querían los objetos para asegurarse la victoria en el Ragnarök —Shisui se pasó la mano por la cabeza. ¿Por qué sino?—. Mjölnir, Seier y Gungnir —enumeró—. Los tres tótems más poderosos. Creo que quien subió al Midgard, ese tal Hummus...
—¿Hummus? —repitió Tema consternada. Ella no lo conocía demasiado, pero lo había visto alguna vez por Newscientists.
—Sí. Ese tipo entró en el Midgard, se hizo pasar por Freyja y robó los tótems —dijo Konan seriamente.
¿Que Hummus se hizo pasar por Freyja? ¿Pero qué demonios era ese hombre? ¿Un travesti?, pensó Tema.
—Como iba diciendo —continuó Shisui—, creo que su intención era conseguir algo más, y no lo hizo porque el portal se cerró inesperadamente. Y ahora, por fin, volvemos al punto de inicio. ¿Qué sabes tú sobre eso, Tema? ¿Qué fue mal en ese portal?
Tema sonrió sin ganas.
—Manipulé el acelerador que iban a utilizar —contestó finalmente—. No estaba muy segura de lo que iban a hacer, ni tampoco de su repercusión en nuestra realidad. Como era la jefa del proyecto, yo sabía perfectamente cuales eran los planos iniciales para la construcción del acelerador y cómo debían proceder con el experimento. Pero había algo en mí que no quería seguir adelante, porque no sabía si era o no era una buena idea ser tan curioso. Quería matar a los vampiros, quería exterminar el planeta del que creía que venían; pero tenía miedo de que al abrir esa puerta, hiciera daño a la humanidad. Toda acción conlleva una reacción, ¿no es así? Y yo temí esa reacción.
—¿Qué hiciste? —preguntó Itachi con asombro—. ¿Les boicoteaste?
—Dejé la fórmula incompleta y añadí al proyecto una pequeña resistencia, una protección para cortar el cetro de energía del acelerador. Eso detendría el flujo con rapidez y el portal se cerraría prematuramente. Lo construyeron tal y como yo dije, y eso fue lo que sucedió. Por eso se cerró.
Konan sonrió, pero ocultó su gesto. Tema era una mujer muy inteligente y les había ayudado inconscientemente. Puede que, después de todo, Shisui tuviera una cáraid en condiciones.
—Les jodiste el plan —Itachi chasqueó la lengua—. Un punto para ti, serpiente.
Shisui seguía estudiando a su chica con tanta atención que parecía que la estaba absorbiendo.
—Pero eso no es todo. Tú sabías algo más, ¿verdad? —la presionó—. Dinos ya lo que es. Ayer nos atacaron en Dudley. Era un grupo de vampiros suicidas. No sé si fue o no casualidad, ni para quién iba dirigido ese explosivo, o si te estaban buscando para llevarte ante Hidan y que él te abriera la cabeza para sonsacártelo todo. Ellos ya deben saber que si falló algo en Colorado fue por culpa de su astrofísica jefe. Te estarán buscando. Dinos lo que es de una puta vez.
Tema miró su propio reflejo en el papel.
—Descubrí la posibilidad de abrir un portal permanente y dirigirlo a cualquier parte del espacio. Cualquiera —repitió—. El proyecto original tenía el inconveniente del tiempo de duración que podía estar ese atajo interdimensional abierto. Ese fue el que utilizaron en Colorado y, además, yo lo manipulé para que se estropeara incluso antes de tiempo. Pero encontré el modo de crear un puente estable, y casi fijo, aprovechándome de la energía natural de los cónclaves de la tierra y añadiendo un elemento estabilizador, que era lo que le faltaba al acelerador. Pero no quería que nadie lo supiera, por esas dudas que mi conciencia me planteaba. Algunos astrofísicos podrían robar la información y hacer auténticas barbaridades con ello. No sé... —musitó insegura—, dudé de la bondad y de la naturaleza de mis colegas.
—¿Dudaste sin más? —preguntó Shisui, puntilloso. Solo tenía que presionarla un poco más para que admitiera que empezó a dudar justo en el momento en que lo conoció. Ella sabía que lo que le hacía en Chapel Battery no estaba bien. Ella sentía cosas por él, incluso antes de saber que las sentía.
—¡Sí, dudé! —exclamó cansada—. Yo ya no sabía qué me pasaba y decidí proteger esa información... Me habían enseñado a proteger mi mente de vuestras supuestas intrusiones, pero pensé que nunca sería suficiente contra vosotros. Así que decidí codificar la resolución de mi proyecto en mi cabeza para proteger mi descubrimiento de todos. Lo anclaba cada día, trabajaba con esta imagen que veis aquí —señaló el dibujo—, día sí y día también. Y creé un mapa mental con algunas claves. Quien leyera mi mente no le prestaría mucha atención, porque parece una imagen sin importancia, pero... —Alzó los ojos verdes y clavó la vista en Shisui—. Pero me han pillado.
—Bien. Háblanos de esta imagen y descifra las claves que hay en ella.
—De acuerdo; pero que quede claro que ni siquiera yo sé cual es la fórmula final del experimento. Lo dejé todo preparado y lo guardé en una caja de seguridad. Pero disfracé esa información en mi cabeza y creé una IBO.
—Idea básica ordenadora —explicó Itachi con mucho interés—. Es la base de los mapas mentales —adujo sonriendo y mirándola con admiración—. Tuviste que trabajarla mucho para que no se hicieran grietas en ella.
Tema sonrió con vanidad y asintió.
—Sí. Lo hice.
—¿Cuál es el centro definido de la imagen?
Shisui y Konan se miraron el uno al otro sin comprender el tipo de conversación que estaban teniendo entre ellos sus respectivas parejas.
—Mi habitación y yo, ¿ves? —Pasó el dedo por su dibujo—. A partir de ahí agrupé la imagen y trabajé con varios subcentros; pero lo más importante ahí es lo que yo llevo puesto. En la imagen tengo esta camiseta con el número setenta y siete en negro y en grande, y tiene las siglas QR impresas en su interior.
—No conozco esa marca —Konan se miró las uñas, incómoda con el colegueo entre Itachi y la serpiente.
—Porque no es una marca —aclaró la rubia orgullosa de sí misma—. Si seguís la imagen, veréis que esta mujer con pelos a lo afro... Que nunca los ha tenido así, por cierto... —repasó a Shisui, sabiendo que él la había querido dibujar así de fea.
—Era tu amante, ¿no? —preguntó la vaniria desafiándola con aquellos ojos castaños llenos de electricidad—. No la recuerdo tan horrenda.
—No era así —miró de reojo a Shisui—. Y no era mi amante. Era solo alguien en quien yo confiaba. Ameyuri me está dando un sobre con una frase grabada en él: High Sky Boys Club.
—No es ningún club. No existe —la interrumpió Shisui.
—Es verdad, no existe —aseguró Tema—. Todo lo que veis en esta imagen son claves mentales. Y tienen que ver con mi descubrimiento. Aquí está toda la verdad.
—Dínosla —se impacientó Itachi.
—El agente estabilizador que le falta al acelerador y que abre el portal, es el número setenta y siete en la tabla periódica. Con él se romperá la barrera de Kelvin y quedará abierta mientras esté en funcionamiento. El setenta y siete es el iridio. Es el metal más pesado conocido; forma antiprotones y, como es resistente a la corrosión, es ideal para trabajar con aparatos eléctromagnéticos. Añadiendo este elemento como base angular del acelerador tenemos sin duda un portal permanente.
Los tres oyentes la escuchaban fascinados. Era como asistir a una clase maestra de física. Shisui, sin embargo, al margen de haberla empujado y amenazado para que ella revelara lo que sabía, tenía un calentón descomunal. Su sexy pareja, con su pelo recogido en ese moño del que se escapaban suaves mechones dorados; con aquellos extraños ojos de hada, dorados y verdes; con su sencillez para hablar de temas tan complicados, lo estaba matando.
—La fórmula final y concluyente está guardada en una matriz de puntos. No la vi en ningún momento, por eso soy incapaz de montar nada ahora —señaló la mesa central vacía—. Lo hice para asegurarme de que ni siquiera yo podría ser tentada por ello. La grabé en un código de barras de respuesta rápida o, como es conocido comúnmente: un código QR —señaló las siglas grabadas en el interior del número setenta y siete—. Una vez abra el código QR tendré el plano del acelerador y la cantidad exacta de iridio que necesitaré para mantener el portal abierto. Creo que funcionará perfectamente. Lo que no entiendo es por qué os podría interesar a vosotros abrir un portal ahora.
—A nosotros no nos interesa —aclaró Itachi—. Los dioses intervendrán cuando sea el momento, no podemos abrir su mundo así como así. No queremos abrir un portal. Queremos aprender a cerrarlo. Y necesitamos que tú nos ayudes.
Tema se cruzó de brazos y echó un último vistazo al dibujo.
—Entonces, necesito la fórmula para encontrar una nueva que pueda contrarrestar la apertura, o sea, que la cierre. He decidido que no es buena idea jugar a ser dioses. Aunque sean vuestros dioses los que hacen y deshacen como les da la gana con nosotros. ¿Sabéis? No lo entiendo —afirmó disgustada—. Decís que los dioses intervendrán cuando sea el momento. ¿Ahora no lo es? ¿Y Loki sí que puede entrar al trapo, a sus anchas? —preguntó Tema—. Es un poco injusto, ¿no creéis?
—Nosotros nos regimos por otras leyes, por otros valores. Salvaguardamos y protegemos. No revelamos nada ni hacemos las cosas inconscientemente. Debemos mantener las puertas cerradas, ¿comprendes? Solucionar aquello que provoca Loki.
—Sí que lo comprendo —gruñó—. Pero no lo comparto del todo... Yo creo que es mejor que nadie sepa sobre esto. Ni siquiera yo. Mi ego científico me obliga a probarlo y a abrir un portal solo para vanagloriarme —se sinceró sin remordimientos ni vergüenza—, pero mi moralidad no me deja continuar.
—¿Dónde está ese código QR, ratita? —Shisui la miraba más tranquilo.
—En el High Sky Boys Club. El banco de seguridad HSBC.
El druida se echó a reír haciendo negaciones con la cabeza.
—Una caja de sorpresas, sí señor. ¿De dónde?
—En Coventry.
Tema le miró de reojo, todavía disgustada por el echo de que enviara al matón de su inteligentísimo hermano Itachi para presionarla. Y encima tenía a la pantera de ojos cafes controlándola y estudiándola de arriba abajo.
—¿Qué probabilidades hay de que los demás hayan llegado a tus mismas conclusiones, nena?
—No lo sé. No son tontos, precisamente. Buscarán algo para estabilizar el portal y entenderán que debe ser un agente externo el que haga esa función. Pero seguirán sin tener la fórmula adecuada. Solo la sé yo —se corrigió rápidamente—, en cuanto la vea, claro.
Shisui sacó otra hoja del bolsillo trasero de su pantalón y la desdobló, colocándola en frente de Tema.
—¿Y qué me puedes decir de esto? Es lo que ve Riku en sueños. ¿Tiene que ver con vuestros portales?
Tema clavó los ojos en el mapamundi que tenía enfrente. Había varios puntos marcados en algunas zonas y coincidían exactamente con los centros electromagnéticos que ellos habían estudiado durante años. Potenciales portales en la tierra.
—¿Cómo ha sabido Riku esto?
—Es su don. Magia —añadió Shisui—. Ya sé que no crees mucho en ella, pero vas a tener que empezar a hacerlo, o tu incredulidad te impedirá ver las cosas con objetividad.
Que un niño de cinco años, que se creía Luke Skywalker, fuera un detector exacto de vórtices electromagnéticos en el planeta era algo surrealista. Y que una niña, que decía que era una Bratz, pudiera dibujar de ese modo y ver a los practicantes de un tipo de magia relacionada con Loki, era del todo aterrador. Pero aquella era su nueva realidad, y estaba inmersa en ella. Después ya descifraría sus dones en términos científicos pero, por ahora, no podía hacer más que asombrarse. Y también maravillarse, ¿por qué no?
—Riku tiene marcados cuatro puntos con más fuerza que el resto —observó Tema—. Son los mismos que hemos estado vigilando desde hace algunos años, esperando el momento exacto para trasladar allí un acelerador y absorber su energía para abrir el portal con mucha más fuerza y a más velocidad. Veo que ha señalado un punto de Groenlandia, otro aquí en Inglaterra, uno más en Norteamérica y otro importante en España. Estos portales se activan solos, se retroalimentan y son básicos para que una acelerador funcione y abra una puerta. No sé cómo lo hacen —aseguró confusa—. Pero es así. Cuando se cerró el vórtice de Colorado, automáticamente, esa energía se trasladó a otro punto de la Tierra, donde ahora, en estos momentos, se está creando un nuevo vórtice electromagnético. Lucius no desperdiciará la oportunidad de trasladar un nuevo acelerador allí y utilizarlo.
—Bueno, esto sí que es interesante —Shisui por fin entendía por dónde iban los tiros—. Si sabemos donde se abre el vórtice, veremos claramente, donde se dirigirán, Hidan y los demás. Intentarán abrir el Asgard de nuevo.
—Pero no es tan fácil —explicó Tema—. El problema es que son muy caprichosos e imprevisibles y, según pude observar, se comportan de un modo más activo dependiendo de las oleadas de energía electromagnéticas que lleguen a la tierra. Comprobamos que se despiertan y emergen cuando hay una alineación planetaria como, por ejemplo, la que hubo años atrás con Júpiter, Mercurio y Marte. Por alguna razón, la actitud de los planetas y su gravedad afecta a estos lugares.
—¿Y ahora están activos? —Shisui podía adivinar de qué puntos se trataba.
—Están en un proceso que llamamos recipiente. Esperan la recepción de energía. Y esa recepción podría estar al caer en unas cuantas semanas. Por ejemplo: abrieron la puerta en Colorado porque la zona es altamente electromagnética y, entonces, era el punto idóneo y más activo para hacer impactar ahí el haz del acelerador; pero no siempre está en ese punto álgido. Es como si la misma Tierra jugara al escondite. Los puntos se van activando y desactivando a su antojo, y algunos son más potentes que otros. En diciembre se espera una alineación planetaria brutal y única. Cuando estos lugares lleguen a su punto álgido de energía acumulada solo necesitarán la ayuda de un activador para que abran portales por sí solos. ¿Pero hacia donde irán sus puentes? —preguntó a nadie en concreto—. Dependerá de quién y cómo lo manipule y quién llegue primero.
—Pero ahora mismo dices que podría estar preparándose un nuevo vórtice, ¿verdad? —Shisui miró su reloj digital.
—Eh, sí...
—Entonces, estos son puntos esenciales a vigilar a partir de ahora —Shisui se guardó el papel de nuevo y animó a Konan y a Itachi para que abandonaran la sala—. ¿Hay algún modo de conseguir esa información o de pronosticar cuál es el punto electromagnético más activo en la actualidad? Porque si se pudiera, ya sabríamos donde abrirían un nuevo portal.
—Los satélites nos dan la información de lo que sucede al momento. Pero no tienen modo de pronosticar el lugar, porque la energía electromagnética es caprichosa. Pero si ese niño, Riku, es un radar, él os podría ayudar mejor, incluso, que los satélites —observó el dibujo con atención—. Su precisión es asombrosa.
—Bien. Ha sido una clase muy productiva, profesora —Shisui hizo una reverencia.
—¿Seguro? ¿Has entendido algo de lo que te he dicho o te has quedado encallado en el momento de «Buenos días, la clase de hoy va de portales»? —preguntó provocándolo.
—¿De verdad ha habido clase? Pero si eres rubia... No has salido más allá del portal de tu casa —replicó con malicia y cara de asombro—. Además, te estaba mirando el culo todo el rato —contestó Shisui con una sonrisa fría.
Itachi y Konan, que miraban entretenidos los intercambios verbales de la pareja, se dieron media vuelta.
—¿No nos vas a necesitar más? —preguntó Konan.
—No, gracias, cuñadita —contestó Shisui sonriendo a Tema.
—Nos vemos en un rato, Shisui —dijo Itachi—. Voy a avisar a Naruto sobre lo que hemos descubierto.
—Nos vamos —Konan alzó la mano y sonrió a Tema por encima del hombro—. ¿No te han gustado los zapatos?
—Me encantan —contestó la científica—. Pero me gustan con más tacón.
Konan entrecerró los ojos y alzó la comisura de su labio. Tema hizo lo mismo. Bueno, no habían fumado la pipa de la paz, pero tampoco estaban con el hacha de guerra, pensó la rubia. Se giró para encarar al druida y recriminarle que la asustara trayendo a dos matones para intimidarla; pero, antes de decirle nada, Shisui la agarró de la mano y tiró de ella para salir de la sala.
—¡Oye! —gritó a trompicones, queriendo liberarse de su mano—. ¿Qué haces? ¿Adónde me llevas?
—Tenemos cosas que hacer. Cuanto antes tengas la fórmula, antes crearás algo contra la apertura de los portales. ¿Verdad?
—Hum, sí, claro, pero...
—Después, nos vamos a tu nueva casa. Y por la noche, recibiremos a Itachi.
Ufff, demasiada información.
Ordénala en tu cabecita, nena. Seguro que puedes.
—¡Voy descalza! —Se quejó ella, cruzando todo el RAGNARÖK, prácticamente llevada a remolque por Shisui—. ¡Y nos está mirando todo el mundo! ¡Y no me llames nena!
El druida se echó a reír y saludó a todos con toda normalidad, una que desmentía que estaba sacando a rastras a una rubia descalza, posiblemente, una de las personas más inteligentes que habitaban la Tierra.
Tema no tenía ni idea de que a él nunca le había importado lo que dijeran los demás. En cambio, a Shisui sí que le importaba lo que ella pensara de él, y no sabía si de verdad creía que era un zopenco o lo decía solo para enfadarle.
—¡Ni siquiera me habéis dado las gracias por ayudaros! —protestó ella, molesta por su falta de consideración—. ¡¿Tienes idea de los años de investigación que he invertido en este proyecto?!
—¿Qué proyecto? —contestó con fingido aburrimiento, abriendo la cabina que los subiría de nuevo al Jubileé Park—. Ya te he dicho que es como si me hablaras en chino. —Sonrió a las cuatro humanas que lo miraban embelesadas desde la mesa de la recepción. Les guiñó un ojo a todas, y ellas hicieron como que se desmayaban.
Tema rechinó los dientes y palideció. No soportaba que tonteara con las demás; lo cierto era que, cuando veía que lo hacía, le entraban ganas de llorar y de pegarle. Definitivamente, no le gustaba. Estaba enfadada con él, para variar, y tenía alguna dificultad para ceder a la idea de ser su pareja, pero eso no quería decir que pudiera hacer lo que le diera la gana con las demás mujeres mientras estaba con ella.
Tema se concentró en la bola circular que hacía de lámpara de mesa. Apoyó la frente y las palmas en el cristal del elevador y miró a las chicas con una sonrisa un poco malvada.
«Soy una vaniria ahora, y vosotras no». ¡Zas! La luz de la lámpara reventó y el ruido asustó a las cuatro humanas, que le decían de todo menos bonita. Ella también sabía ser maligna.
