Con este capítulo comienza la segunda parte de la historia titulada, en oposición a la primera, 'El frío abrazo de la noche'.
Pronto entenderemos mejor en qué consiste la idea de este particular 'crossover'. En realidad, no habrá entrada de personajes de otras historias, pero será un crossover de "contexto". Quería insertar a nuestros queridos protagonistas en una situación que pondrá a dura prueba su amor pero les aseguro una avalancha de emociones que, espero, les conquistará. ¡Disfruta la lectura!
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Parte 2
``El frío abrazo de la noche´´
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Hora 3:05 - El miedo y la vergüenza
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-``¿Qué fue eso?´´ gritó Candy atemorizada, levantándose bruscamente del pecho de Terence.
-``No lo sé...´´ - le respondió él tenso -``Es como si el Mauretania hubiera sido abofeteado violentamente por un lado. Temo que haya sido un accidente...´´.
En aquel momento empezaron a escucharse los ruidos de los otros pasajeros que salían escapando de los camarotes cercanos.
-``¡A la sala de recepción! ¡Corred! ¡Ha habido una colisión! ´´ gritaban todos en la confusión general.
-``¡Rápido Candy, vístete! Vamos al punto de encuentro. ¡Ten cuidado con los vidrios, están por todas partes en el piso!´´.
Con el corazón que le latía locamente, se pusieron a toda prisa sus ropas.
-``¿Tienes zapatos bajos? ¡Tal vez tengamos que correr!´´ - la presionó Terence premuroso -``¡Y trae contigo tu bolso con tus documentos!´´.
Mientras abrían afanados la puerta, la chica se aferró a su brazo con un aire perdido.
-``¡Terence, tengo miedo!´´.
-``Aguardemos un poco antes de tenerlo, amor. ¡Primero asegurémonos de lo que realmente ha pasado!´´.
Corrieron juntos hacia la multitud entre el sonido de las sirenas de alarma que cada vez se escuchaban más ensordecedoras y llegaron a la sala de recepción elegida para reunir a los pasajeros de primera clase en caso de problemas de seguridad.
El aire que se respiraba estaba cargado de nerviosismo.
Todos se encontraban ahí apretados en la gran sala que sólo algunas horas antes había acogido sus rostros relajados y radiantes en la fiesta. Algunos todavía estaban vestidos de manera impecable, otros usaban sus ropas de cama. Señores en bata y zapatillas de dormir caminaban de un lado a otro nerviosamente junto a gente vestida con smoking o con abrigos y sombreros, listos para una eventual fuga del barco.
Todos se miraban a los ojos con tono interrogativo. Sin obtener respuestas.
La ausencia de noticias aumentaba la incerteza sobre el grado de peligro que estaban corriendo en aquel momento. El personal abordo se limitaba, de hecho, a hacer fluir a los pasajeros en las áreas menos concurridas, asegurándose de mantener genéricamente la calma, pero se habían cerrado en una completa reticencia sobre la causa del violento estruendo que había seguido poco después de que se habían detenido los motores. Sólo decían que esperaban indicaciones del capitán para dar la respectiva información.
Pero los minutos fueron pasando inexorablemente. Aquel silencio insoportable se estaba convirtiendo en una muda declaración de gravedad. Y la ausencia entre ellos de las figuras de mando parecía como una admisión de imperdonable culpabilidad.
La tensión que se veía en todos los rostros empezaba a jugar extrañas bromas a los nervios. Algunas mujeres empezaron a gritar histéricamente.
-``No podéis pretender que estemos aquí de pie por horas, abarrotados como ratas… ¿Dónde está el capitán? ¡Que venga a decir lo que ha pasado!´´.
El personal de la sala no lograban contener las protestas encendidas.
Los niños lloraban buscando protección entre los brazos de sus seres queridos.
Con un contraste estridente en todo aquel ruido, Candy vió distinguidos caballeros que seguían leyendo tranquilamente sus diarios.
Finalmente, en el caos más ingobernable, apareció en lo alto de la escalera la figura grave y desolada del capitán Stevens, seguido por un gran número de oficiales que continuaban a hablar entre ellos.
-``¡Señores, señoras, os ruego vuestra atención! Debo daros, desafortunadamente, una noticia desagradable. ¡Hace unos cuarenta y cinco minutos el Mauretania ha impactado violentamente contra un iceberg!´´.
Una exclamación colectiva de incredulidad y de desconcierto acompañó sus palabras.
Intentando regresar la calma con un gesto elocuente de brazos, Stevens empezó a proporcionar los detalles del accidente con aire apacible.
-`` La velocidad de crucero no nos ha permitido evitar el impacto, a pesar de haber virado tan pronto como vimos los contornos de la enorme columna que se nos echaba encima literalmente. El hielo ha tocado la popa de estribor rasgando las placas provocando algunos huecos bajo la línea de flotación´´.
Tenía una expresión fúnebre mientras explicaba de manera precisa la situación. Imponiéndose una calma aparente para no alimentar el terror irracional.
Debió haber llorado porque sus ojos estaban mojados e hinchados.
-``Lo siento, de verdad… Este es el momento que ningún comandante del barco quisiera jamás vivir en su carrera. Os ruego perdonar mi tremenda e insoportable ligereza. Lo digo con el corazón en la mano, ¡Estoy sinceramente destruido! ¡Mi empeño personal será aquel de haceros volver a todos sanos y salvos a casa! ¡Por el amor del cielo, no os dejéis llevar por el pánico, os lo ruego!
Os aseguro que la situación está bajo control. El Mauretania ha sido construido para enfrentar adecuadamente accidentes de travesía como este. Procedimos a asegurar el casco tan pronto como el agua comenzó a invadir los compartimientos, cerrando las compuertas de los sectores A, B y C donde el impacto abrió las fugas. A pesar del agua que se ha introducido, durante la inspección del personal que investigó meticulosamente todos los sectores, no se encontraron situaciones que pongan en riesgo la navegación. La compañía constructora asegura que el barco puede perfectamente mantenerse a flote incluso con tres de los compartimentos intermedios inundados, como es este caso. Alguno de vosotros habrá escuchado un fuerte estallido poco después del impacto. Ha sido causado por la explosión de una de las turbinas, que han causado un incendio, controlado por la furia del agua misma que entró al instante. Sin embargo, los fogoneros y los maquinistas están haciendo todo lo posible para mantener el vapor bajo presión y evitar que se repita otro episodio de este tipo.
Actualmente nos estamos dirigiendo a velocidad lenta hacia Nueva York, donde llegaremos a primera hora en la mañana. Cuando estemos cerca del puerto, bajaremos los botes salvavidas para permitiros llegar ilesos a tierra firme. Sería demasiado riesgoso intentar las maniobras de atraque en estas malas condiciones.
Y ahora… Os pido de regresar, si es posible, con serenidad a vuestras cabinas, donde seréis avisados de cada condición. Soy consciente que para muchos de vosotros este despertar improviso y violento y este brusco cambio de planes os hayan inducido a un estado de agitación difícilmente conciliable con el reposo y por este motivo he decidido mantener abiertas todas las salas comedor. Podéis consumir en las mesas cualquier cosa que os apetezca y escuchar las presentaciones de los músicos que tocarán hasta que lleguemos a nuestro destino. ¡Si tenéis necesidad de algún apoyo o información, podéis preguntar sin ningún problema a los miembros de la tripulación!´´.
El final de su discurso fue acogido por un silencio sepulcral.
Los ojos de los pasajeros veían a los rostros de quienes estaban cerca buscando señales de relajación ante la tensión.
El capitán bajó la mirada.
Un sentimiento de vergüenza le atravesó el pecho provocándole un inmenso dolor.
Todos aquellos que estaban ahí en ese momento lo observaban sarcásticos recordando las palabras de su brindis inaugural de algunas horas antes.
¡Ninguno de los presentes de cierto olvidaría aquel viaje!.
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Mientras el grupo de uniformados abandonaba nuevamente las escaleras, un bullicio liberador volvió a difundirse por doquier.
La situación estaba bajo control, había dicho Stevens. No había ningún motivo para dejarse llevar por ansias sin sentido. Siguiendo su consejo, varios decidieron regresar a la sala comedor donde la música había empezado a tocar fuerte y cautivante.
Pronto se volvieron a escuchar risas y charlas.
-``Todos deberíamos pedir el reembolso a la Cunard, señores´´ exclamó un señor que ni siquiera se había quitado su sombrero de copa de la cabeza.
-``¡Nos está imponiendo un retraso de al menos dos días!´´.
Algunos oficiales incluso se habían visto obligados a saltar su turno de descanso para permanecer en la sala junto a los pasajeros para restablecer la tranquilidad. Con una sonrisa fingida, atendían las animadas conversaciones o se ofrecían para acompañar a la enfermería a las muchas personas que se habían sentido mal por el susto.
Entre la multitud que empezaba a disminuir, Candy vio el rostro de Annette que miraba asombrada y maliciosa a ella y al guapo joven que continuaba a tomarla protectivamente de los hombros, que su identidad seguramente no le había pasado desapercibida. Pensó que la periodista había obtenido en aquella difícil situación no justamente tranquila, un candente material para sus escandalosas exclusivas sensacionalistas.
Empezó a imaginar lo que habría podido decir. Para llegar a su camarote, de hecho, no podrían evitar pasar junto a ella. Sería necesario enfrentar su atrevimiento sin intimidarse.
Dio un paso hacia su dirección pero sintió junto a ella a Terence que de repente se giraba y cambiaba dirección tomándola de la mano.
-``¡Ahí está Adrian, ven, vamos con él!´´ le dijo alejandola en el último segundo de aquel inevitable encuentro con la ``barracuda´´.
Adrian se estaba acomodando nervioso el cuello de la camisa.
Apenas había empezado su turno de reposo cuando todo ocurrió. Sus ojos alertas mostraban los signos de un evidente cansancio físico.
Al ver al amigo que se abría camino para ir a su encuentro, se le acercó recibiendolo con una palmada tranquilizante en su hombro.
-``Terence… Seguidme, entremos un momento en la otra sala mientras termino de acomodarme la chaqueta. ¡He salido de prisa de mi cabina en cuanto escuche las alarmas vistiendome en el trayecto!´´ le dijo haciendo camino hasta la angosta cabina vestidor que estaba ahí cerca.
Mientras se alejaban, la ``barracuda´´los miró con una sonrisa paciente.
-``¿Pero se puede saber cómo es que ha ocurrido, Adrian? ¡Cómo es posible no advertir una montaña de hielo! ¿Podemos estar seguros de que el capitán nos ha dicho toda la verdad? ¡Parecía muy angustiado!´´ preguntó Terence sin rodeos tan pronto como estuvieron los tres a solas en la habitación.
Adrian lo miró fijamente. Una triste verdad quemaba desde el fondo de sus ojos y no tenía intención de ocultarsela.
-``¡Es una asquerosa situación, Terence! ¡Este accidente debía y podía evitarse!´´.
-``¿Qué quieres decir? ¿el capitán ha cometido algún error?.
-``¡Chicos… ha sido obligado a cometerlo… y no se ha atrevido a rebelarse! La compañía de navegación nos ha impuesto permanecer constantemente sobre los 27 nudos para recuperar nuevamente la Cinta Azul que le ha siempre pertenecido en el pasado, incluso sabiendo muy bien los riesgos que tal conducta insensata podría significar para la tutela de los pasajeros. Se sabe que en esta zona del Atlántico no es raro encontrar iceberg, sobre todo cuando las temperaturas empiezan a ser inestables como en este periodo...´´.
-``¿Estás diciendo que si hubiéramos ido más lento habríamos podido verlo a tiempo?´´ lo presionó Terence.
-``¡Estoy diciendo que hubiéramos podido elegir una ruta menos tensa y hacer antes la maniobra de desviación! Stevens ha creído que acelerando al máximo habría dejado atrás al iceberg, manteniéndolo a una debida distancia… pero se ha equivocado. Nos hemos confiado demasiado en la potencia de las viejas turbinas Parsons que han sido apenas revisadas… ha calculado mal los tiempos y los riesgos del impacto. ¡Porque, Terence, nosotros ``sabíamos´´ que un iceberg de impresionantes dimensiones se dirigía en nuestra trayectoria!´´.
-``¿Como?´´ gritaron conmocionados Candy y Terence al mismo tiempo.
-``Esta tarde hemos recibido el primer aviso del barco Liberty´´ - confesó a media voz el joven oficial rubio.-``Que ha sido transmitido con mucho retraso al mando, porque fue distraídamente acumulado entre los tantos mensajes privados de los pasajeros. Se hacía referencia a la presencia de un ``grueso pedazo de hielo´´. Y alrededor de las once el marinero de turno ha recibido el último marconigrama por parte del mercantil Santa Joanna que se había quedado atrapado entre los témpanos a poco más de seis millas de nuestra trayectoria a causa del hielo. Nos han avisado también de haber visto un ``enorme iceberg´´ dirigirse hacia nuestra ruta. Cuando el marconista ha subido corriendo al puente de mando para entregar el mensaje, ha recibido la orden de no difundir la noticia y de regresar inmediatamente al telégrafo. Hubo un intercambio de opiniones bastante encendidas con el teniente Gordon y el señor salió de la cabina furioso hacia la proa...´´.
Mientras hablaba los chicos recordaron dando un nuevo significado a aquella discusión que sin querer habían asistido pocas horas antes.
-``El capitán ha decidido no cambiar ruta y no reducir la velocidad´´ - continuó Adrian -``Como norma se procede a disminuir la velocidad sólo en caso efectivo de avistamiento o en caso de espesas brumas. Pero esta noc he ofrecía una visibilidad casi perfecta y para facilitar la actividad de los miradores le ha sido ordenado al vigía que cerrara las escotillas en el castillo de proa. Se esperaba, ansiosamente, que apareciera a lo lejos aquel gigante de un momento a otro. Pero algo ha ido mal, lamentablemente. El mar increíblemente tranquilo no ha permitido percibir la ondulación de las olas al chocar con la masa de hielo, que hubiera anticipado por mucho los tiempos del avistamiento y así, los vigías vieron su silueta cuando ya el iceberg estaba demasiado cerca. ¡Maldita sea! ¡Nunca habíamos visto antes el océano sin olas!´´ maldijo el joven con desilusión.
-``¿Adrian… estás seguro que estamos fuera de peligro?´´ le preguntó Terence preocupado.
-``¡No hay nada que temer si la situación permanece como ahora. Nada importante ha sido comprometido… sólo el prestigio de la Cunard! ¡Pero a qué precio Terence! Stevens no os ha dicho todo… En la explosión en la sala de calderas han muerto más de cincuenta hombres. Han tenido un infame final… ¡Primero asados vivos por las llamas y después sumergidos por un muro de agua!´´.
-``¡Que horror!´´ dijo Candy aterrorizada.
El oficial respiró para no ceder a las lágrimas y se dirigió a ellos con un tono extremadamente serio.
-``Terence… obviamente esta conversación debe permanecer exclusivamente entre nosotros. Os he hecho partícipes de un secreto que pocos sabemos...´´.
-``No te preocupes, amigo. Te dejamos en tus ocupaciones ahora. nosotros regresamos al camarote´´.
Salieron de la sala tomados de las manos sin hablar.
En la sala de recepción ya no había nadie. Casi todos habían decidido proseguir la noche en el área del restaurante. Annette había renunciado a aquella exclusiva.
En todo el trayecto ambos no lograron apartar de su mente las últimas palabras desgarrantes de Adrian.
Aquellos muertos en verdad eran pobres víctimas inocentes de la avidez humana sacrificadas en el altar de las ganancias.
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Estaban por volver a entrar en el camarote de Candy, cuando un nuevo caos llamó su atención. Provenía del fondo del corredor donde se encontraba la enfermería.
-``¡Doctor Patterson, no puede hacer esto! ¡Hay un hombre que se encuentra mal allá abajo! ¡Podría estar grave!´´ continuaba gritando histérico un chico al médico a bordo.
Candy reconoció inmediatamente aquel rostro alargado y aquellos cabellos rizados color zanahoria. Era una de las personas con las que habían intercambiado algunas palabras en el salón de segunda clase. Un empedernido admirador de Terence. Si no recordaba mal, su nombre era Rick.
-``¿Qué es lo que está pasando, doctor?´´ preguntó la joven acercándose.
Sus palabras hicieron que el chico volteara de golpe hacia ellos.
-``¡Oh sois vosotros! ¡ Tal vez podéis hacerlo entrar en razón! John Freymond se ha sentido mal después del accidente. ¡Ha caído al piso tocándose el pecho!´´.
-``¿El capitán Freymond está mal?´´ repitió Terence preocupado por él.
-``Si, y no sabemos qué hacer… ¡He subido para pedir ayuda pero los doctores ``no tienen tiempo´´ para nosotros los pasajeros de segunda clase!´´ dijo Rick furioso.
-``No es así´´ - intentó explicar el doctor Patterson -``También en primera clase muchas personas se han sentido mal. El personal médico es limitado señores. Tan pronto terminemos los controles aquí bajaremos a los pisos inferiores para dar la debida ayuda y abriremos para todos un consultorio´´.
-``Pero... doctor Patterson´´ - lo interrumpió Candy -``¡Debería considerar la gravedad del caso del capitán Freymond probablemente ha sufrido un paro cardiaco! ¡Es una persona de edad avanzada, no puede negarse a atenderlo!´´.
-``Señorita, lo siento mucho. Nuestra actividad está disciplinada por rígidas proceduras. ¡No podemos por ningún motivo hacer excepciones, sobre todo en momentos de confusión como estos!´´.
Candy sintió que le hervía la sangre de las venas.
-``¡Entonces esto significa que tendré que ir yo! Soy médico, Rick. ¡Si el capitán no rechaza ser atendido por una mujer, podéis contar conmigo!´´.
Buscó, encontrando, la mirada de aprobación de su Terry. Después los tres se alejaron, dejando al médico a bordo parado viéndolos desde la puerta de la enfermería.
-``¡Vamos amigos, espero que no sea demasiado tarde para John!´´ los exhortó Rick abriéndoles el camino con la respiración entre cortada.
Cuando llegaron a su cabina, encontraron al capitán Freymond inconsciente. Candy se apresuró a tomarle el pulso y se aseguró que siguiera vivo. Su rostro sudoroso tenía una palidez desconcertante.
-``¡El corazón está en fibrilación!´´ - exclamó tensa -``¡Rápido Terence, ayudadme a colocarlo en el piso! ¡Tengo que intentar restablecer la actividad cardiaca con un golpe precordial antes de practicar el masaje!´´.
Sin tardar un segundo más, colocaron a John boca arriba en el piso. Candy con valor y con su puño cerrado dió un golpe fuerte y seco a la mitad del esternón. Repitió la operación otras dos veces ante las miradas impresionadas y de viva admiración de los hombres presentes.
Apenas verificó que el corazón había vuelto a bombear regularmente la sangre, empezó a buscar con una calma profesional el punto de compresión. Empezó decidida desde el borde inferior del arco costal, subiendo con dos dedos juntos hasta llegar al punto preciso donde las costillas se unen con el esternón. Al encontrarlo, colocó sus pequeñas palmas una sobre la otra, después de haber practicado las insuflaciones necesarias para oxigenar la sangre. Practicó la compresión repetidas veces, alternando las últimas dos operaciones varias veces controlando las funciones vitales al final de cada secuencia, sin importarle el cansancio y los esfuerzos empleados. Hasta que liberó una sonrisa de complacencia.
-``¡Se está recuperando! El daño por fortuna ha sido poco. Esperemos a que la respiración se regularice, así podremos llevarlo al consultorio. ¡Tendrán que aceptarlo ante este ataque cardiaco!´´.
Tan pronto como terminó de hablar sintió detrás de ella que ya contaba con público. Se giró repentinamente y constató que se habían reunido alrededor de ellos una gran cantidad de personas curiosas y preocupadas.
Candy sonrió con ligera ironía.
-``¿Que pasa? ¿No habéis visto antes a una mujer médico hasta ahora? No somos bichos raros aunque sí, por ahora, no somos muchas...´´.
-``¡Hombre o mujer poco cambia… usted ha sido en verdad eficiente doctora! ¡El capitán le debe la vida!´´ le dijo Rick ofreciéndole su mano. Su gesto fue acompañado por un largo aplauso.
Recargado en la puerta, Terence la observaba con una expresión de pura adoración.
Con el mismo vestido de noche portado elegantemente incluso con aquellos zapatos bajos podría pasar como una chica cualquiera pero ella no era como las demás. ¡Se lo continuaba demostrando minuto a minuto, sorprendiendolo increíblemente cada vez!.
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-``Gracias señorita Candice´´ logró decirle el capitán en aquel momento con voz débil.
-``Señor Freymond, intente estar calmado y no hablar´´ le aconsejó ella premurosamente ayudándolo a sentarse.
Pero el hombre no le hizo caso y se esforzó para continuar. -``¡Yo… me sentí mal en cuanto golpeamos el iceberg! Ya había previsto que corríamos riesgos avanzando a esa velocidad… ¿Pero en qué es lo que piensan cuando ponen en peligro la vida de las personas con tanta ligereza? Y quien se doblega ante los intereses económicos se vuelve igualmente culpable, lo siento si lo digo. Yo he renunciado a mi último trabajo, renunciado incluso a mi liquidación, por negarme a someterme a las imposiciones malvadas de los constructores...´´.
Candy se puso de pie con el índice apuntando hacia él.
-``Entiendo su coraje pero yo le sugiero calmarse y ser obediente...´´ le dijo con un tono de advertencia que no admitía réplicas. -``¡Esta es una ``orden´´, capitán!´´.
-``Le conviene obedecerla, capitán Freymond´´ - le aconsejó Terence bromeando para disminuir la tensión -``¡Esta bella señorita sabe imponerse cuando quiere!´´.
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Solo pasaron pocos minutos después de aquellas palabras para que toda la perspectiva de sus vidas cambiara al improviso.
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¡Gracias de todo corazón a quienes me están leyendo y a quienes quieren dejarme un muy apreciado comentario!
