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Escocia

Hidan se miró al espejo.

La terapia Stem Cells que habían creado funcionaba. Los cuerpos de los vampiros que no habían entrado en descomposición podían regenerarse y dejar de consumirse tal y como hacían en el momento en que empezaban a abusar de la sangre. De este modo, los vampiros podrían adaptarse mejor a la sociedad, y convertirse en un clan estético y sibarita y no decrépito como siempre habían sido.

La terapia Stem Cells estaba teniendo éxito con los vampiros de Chicago y Escocia. Y sucedería lo mismo a niveles generales. Los vampiros se integrarían en los círculos de más poder, tal y como ya hacían, pero esta vez no provocarían rechazo; porque al ser humano le atraía lo hermoso, y esa targeta de presentación era más aceptable y atractiva.

Su piel rejuvenecía, ya no era translúcida. Su pelo volvía a ser negro, y no entrecano. Sus ojos seguían siendo excesivamente claros, pero no lo suficiente como para parecer los de un invidente. Ya no. Sin embargo, seguíría siendo un vampiro. Y, debido a ello, todos sus dones se habían ido al carajo.

Frey le dijo que dependería de él seguir manteniendo su poder. Con el tiempo, descubrió que el dios le había tendido una trampa. Frey ya había visto la sed de sangre en él, el ansia de poder del que no se arrepentía. Pero sabía que había sido instruido por un filidh original, uno completo y poderoso al que no le había importado desafiar las leyes del rey. ¿Por qué debía respetarlo si era más poderoso que todos los reyes juntos? Siendo humano ya pensaba así. Pero cuando lo transformaron en vanirio y recibió más dones de los que jamás pudo imaginar, su creencia se reafirmó: nunca, jamás, se sometería al ser humano. El tiburón se alimentaba de los peces menores, no al revés. Y él era un tiburón.

Por eso, cuando Loki lo visitó en sueños, no dudó en irse con él.

Su decisión fue irrevocable, y estaba orgulloso de pertenecer al bando al que pertenecía. Porque era mucho más divertido ser un hijo de puta, que intentar comportarse honorablemente durante toda la eternidad. Igual que el desaparecido Kakazu.

No obstante, estaban a un paso de obtener la venganza deseada. Loki renacería de sus cenizas. El universo se aliaba para empezar un fin de ciclo, un final de los tiempos, la oportunidad perfecta para abrir el portal definitivo y dar la bienvenida al Jotunheim. Y debían aprovechar la ocasión. Pero los vanirios y los berserkers, y ahora esas zorras que lanzaban rayos, y esos guerreros alados, les estaban jodiendo todo el plan. La lucha era encarnizada, y todo movimiento en falso acarreaba consecuencias que no se podían arreglar.

Primero habían sido Daibutsu y Orochimaru. Después Murasame y Remon. La Elegida y el puto sanador se habían cargado a Danzō y Kakazu. Bajas considerables, sobre todo la de Murasame, un auténtico brujo seirdr que les había ayudado mucho, y la de Remon, una falsa luz para las almas, que habría destrozado el plan de la reencarnación, y habría hecho que toda alma que llegara al plano de la Tierra no tuviera nada de buena ni de bondadosa. Durante ese tiempo habían volado varias sedes de Newswcientists, echado por tierra sus laboratorios de clonación, su proyecto del Memory, sus planes de hibridación y aniquilado a varios de sus líderes vampiros y lobeznos.

Aun así, la guerra era una jugada de ajedrez, y siempre podía haber muertes; pero todo seguía una estrategia. Si fallaba un plan, habría otro preparado.

Todo estaba cuidadosamente planeado. Habían trabajado durante años con Newscientists, investigando sobre la creación de los portales. Ya tenían el aparato preparado. Tema había dado sus frutos, finalmente.

Pero el acelerador dejó de funcionar y cerró el portal antes de tiempo; incluso antes de que Hummus pudiera dar el aviso a todos los clanes del Jotunheim, incluyendo a los elfos oscuros y los demonios de fuego. Ellos deberían haber descendido con Hummus, pero el recipiente solo había podido llevarse los tres tótems sagrados de los dioses. Hummus no consiguió matar a Heimdall, el guardián del puente dimensional Bifröst, tal y como hubiese querido; ni tampoco se había podido llevar su preciado cuerno, aquel que avisaba a todos los guerreros del Asgard y del Midgard a luchar en nombre de los dioses y de los humanos. Resultado: Heimdall estaba desaparecido, y Gjallarhorn también.

En Chicago, habían intentado activar a Mjölnir y crear vacíos dimensionales en la Tierra. Pero un guerrero alado y rubio y esa escupe rayos hija de Thor le habían frustrado los planes: una vez en Chicago, la otra en el Fermilab de Geneva y después, otra más, en Diablo Canyon. Khani, el líder de los vampiros de Norteamérica, había muerto.

Sin embargo, habían secuestrado a la valkyria con el don de la psicometría. Seiya, uno de los vanirios rebeldes que se había pasado al lado oscuro sin renunciar a su naturaleza, recibió astralmente órdenes precisas por parte de Loki: su cáraid era una de las valkyrias que descendían para recuperar los tótems robados. Y su sangre, la sangre de Mei, le permitiría manipular la espada de la victoria, Seier; y con él liderando los ataques, nada podría vencerles. Además, Seiya quería que Mei le dijera donde se ocultaba Heimdall, ya que, aunque Hummus no había podido arrebatarle el cuerno, sí que había logrado extraer un trozo de su marfil. Seiya solo tenía que convertir a Mei y despertar ese lado oscuro que Loki afirmaba que tenía. No obstante, el hermano gemelo de Seiya se había interpuesto entre ellos. La valkyria lo había elegido a él en vez de al hermano corrupto. Y en una batalla apoteósica en el mar del Norte que había acontecido el día anterior, Seiya había muerto.

Ahora solo quedaban Hummus, Kisame, Zetsu y él como líderes natos de los jotuns en el Midgard. Pero tenían recursos todavía, y los iban a agotar para que la balanza se inclinara a su favor en la batalla final.

Su teléfono sonó y lo cogió sin perder de vista su reflejo en el espejo.

—¿Señor? —Una voz suave y aguda emergió al otro lado de la linea—. Soy Goro.

Hidan sonrió. Bingo.

—¿Tienes más noticias, Goro? —Era uno de los informadores que le avisaba de los movimientos de los clanes. Lo había hecho la noche anterior, cuando avisó de que Shisui, el druidh keltoi, había convertido a Temari ante el Consejo Wicca. Hidan había ordenado mentalmente a sus vampiros neonatos que viajaran a Dudley, así que había ordenado a un grupo de los suyos a hacer el trabajo sucio. Él no se podía desplazar porque estaba acabando de perfilar el ataque de Zetsu en Escocia. Quería, como mínimo, acabar con Shisui. Y, si no podía, dejarle lo suficientemente lisiado como para llevarse a la científica, y que la joven le explicara exactamente qué había pasado para que el acelerador se apagara inesperadamente. Cuando pillara a la zorra, iba a darle un par de lecciones. Se relamió los labios y apartó su ira para escuchar las palabras de Goro.

—Así es. La mujer sigue viva y ya ha hecho la conversión.

—¿Y el equipo que envié ayer noche?

—Todos muertos, señor.

Hidan hizo rechinar los dientes.

—Está bien. ¿Algo más?

—Sí, señor. El acelerador no funcionó porque le faltaba un estabilizador.

—¿Cómo dices?

—La cantidad correcta de iridio, señor. La mujer dejó la fórmula definitiva del acelerador en un banco de seguridad. El HSBC de Coventry.

El vampiro se dio la vuelta. Con el móvil pegado a la oreja, caminó por una de las habitaciones del castillo de Zetsu y se plantó frente a la ventana, que ofrecía unas vistas formidables de la noche de Edimburgo.

Iridio. La joven apoderada, su protegida, le había engañado incluso antes de que él la traicionara. «Chica lista». La chica siempre había sido demasiado inteligente para su bien.

Avisaría a Kisame y hablaría con los pocos astrofísicos que le quedaban. Obviamente, ella era mucho más competente que ellos, pero tres cerebros inteligentes también podían trabajar como uno superdotado. Los pondría a funcionar esa misma noche. Mientras tanto, él viajaría a Londres y daría un golpe sobre la mesa. Si Shisui, el niño guapo del clan keltoi, pensaba que iba a llevarse el pastel con tanta facilidad, lo tenía muy crudo. Shisui y él habían sido muy buenos amigos cuando eran humanos; de hecho, se llevaban tan bien que llegó a pensar que acabaría posicionándose de su bando.

Pero el druida le dio la espalda y se quedó con su hermanito Itachi, Ise, y Deidara.

Cuando lo tuvo en sus manos en Chapel Battery lo torturó y lo forzó para que le cediera el don. Solo tenía que ofrecérselo voluntariamente mediante sus palabras; ambos sabían que aquello era posible, pero el druida se negó mientras veía cómo torturaba a la que parecía que era su cáraid por derecho propio.

Hidan había aprendido las artes druídicas en los bosques britanos. De hecho, él había recibido su don porque el filidhs de los bosques que lo instruyó, uno muy ambicioso, se lo legó voluntariamente antes de morir. Como vanirio era muy poderoso pero, cuando empezó a beber sangre, el dios Frey lo castigó anulando su don por completo. Esa sería su penitencia por pecar aquella noche. Por eso, hacía siglos que ya no tenía su poder filidh. Pero Shisui se lo podía dar, él era un vanirio todavía. Sin embargo, el cabrón orgulloso no había cedido ni un ápice.

—Está bien, Goro —Sonrió. Ya no le hacía falta, Temari. Sabiendo lo que sabía sobre el iridio, bien podría matarla. Pero eso sería muy fácil. Ahora la perra era el salvavidas de Shisui. Si se traía a la rubia con él, Shisui la seguiría, porque no podría vivir sin ella. Pero eso no era divertido. Prefería que Shisui se convirtiera en vampiro por la desesperación de ver morir a su pareja: era más trágico y dramático.

Sí. La mataría, pero antes intentaría sonsacarle toda la información sobre la fórmula final del acelerador, porque no tenía ganas de perder tiempo en pruebas fútiles.

—¿Tienes las balas de luz diurna?

—Sí, están escondidas, señor.

—¿Sabes ya dónde os ocultan?

—No, señor. Estamos en Inglaterra, pero no sé el lugar exacto. Hemos salido para entrar en contacto con el exterior, pero no hemos visto carteles ni nada por el estilo. Ahora mismo estamos en un bosque. Había un hombre acampando a un par de kilómetros y...

—Bien. Mañana acaba con la científica, Goro. Conviértela en un colador, pero quiero que le extraigas antes toda la información. Envíamela inmediatamente. Yo estaré en Inglaterra en breve.

—Como desee, señor.

—Loki está orgulloso de ti, Goro. Te guardará un lugar en su paraíso. Bjarkan ́s laufgroenstr lima. El abedul tiene ramas de verdes hojas.

—Loki far flaerdar tima. Loki lleva el tiempo del engaño.

Goro cortó la comunicación. A los vanirios desesperados, a aquellos que habían sido quebrados mediante la tortura, el hambre y la sodomía se les podía comprar con la libertad. Si se entregaban a Loki, el sufrimiento desaparecía.

Ese guerrero roto era uno de ellos. Una vez había sido un hombre honorable, pero el dolor lo había anulado, comiéndose toda la benevolencia que pudo tener tiempo atrás. Ahora, Goro era una marioneta, un suicida que haría cualquier cosa por acabar con su agonía y convertirse en un siervo de Loki.

Hidan marcó un número de teléfono y esperó a que descolgara.

—Espero que me molestes para algo útil, Hidan. Intento percibir a Heimdall, y me resulta jodidamente difícil si me incordias. Necesito concentración.

Heimdall era muy importante. Si era cierto que el hijo de Odín estaba en la Tierra, lo principal era encontrarlo, robarle el cuerno y matarlo. Sin guardián en el Asgard, y sin cuerno que pudiera dar la voz de aviso a los guerreros de Odín en el Ragnarök, la guerra estaba ganada. Pero también era importante lo que iba a decir, porque él era igual de imporante que Hummus.

—Hummus, tengo noticias —le haría saber. Haría saber a ese engendro de la magia seirdr que lograba más resultados de lo que él pudiera hacer con su poder.

El hijo de Loki era un divo.