14

Londres

Notting Hill

«Invoca. Invoca. Invoca, hijo mío. Ábrela».

Shisui abrió los ojos. Su padre. Sus últimas palabras eran como un maldito despertador. Tan grabadas como un mantra, tatuadas a fuego en su piel. ¿Por qué? ¿Qué quería decirle?

Día tras día oía aquella frase. Una orden imperativa.

Una súplica llena de confianza.

Tanteó con la mano buscando a Tema, pero ella ya no estaba a su lado. Se incorporó y desvió la vista hacia Eon, esperando encontrárselo acurrucado bajo las mantas. Tampoco estaba.

El olor a café que salía de la cocina se filtró en el salón.

¿Café? Tema estaba utilizando la cafetera italiana de diseño que había en la cocina, cuando él en la vida la había utilizado y la había comprado más por la estética que por otra cosa. Se moría de ganas de verla en acción. A ambas.

Escuchaba risas, música, palabras dulces y ruiditos de asombro infantiles. Y todos venían del mismo lugar. Se dirigió hacia aquel pequeño recoveco familiar y único que se había creado en su propia casa; y lo que vio le dejó mudo. Sin palabras. Eon no se soltaba de la pierna de Tema. Ella tarareaba y él se reía y movía la cabecita siguiendo el ritmo.

—Eon, ¿qué sigue ahora? —Mientras untaba las tostadas con mantequilla y mermelada cantaba—: Cuz we belong together now. Forever united here somehooooow. You got a piece of me, and honestly, my life would suck withoooout yoooou... —Señaló a Eon y este se echó a reír, enseñándole sus diminutos colmillos y apoyando su mejilla contra su muslo, como un adorable cachorrito falto de mimos y cuidados—. Toma, pequeño. Esta es para ti. ¿Quieres probar?

Eon aceptó la tostada con timidez y le dio un mordisquito.

Shisui se apoyó en la puerta, sin saber si debía entrar o no. Y ahí, sí, en ese momento, se enamoró por completo de Tema. No porque se pertenecieran; no porque estuvieran destinados, ni porque no sobrevivirían el uno sin el otro. No porque fuera su cáraid.

Se enamoró de ella, sencillamente, porque Tema era todo amor. Amor reprimido, amor bondadoso, amor altruista y generoso. Y habían querido matar ese amor, enterrarlo mediante el miedo y los secretos. Su misma inteligencia, el respeto que infundaba a los demás, a todos aquellos que temían parecer demasiado estúpidos al hablar con ella, habían creado un muro de protección a su alrededor. Era introvertida por naturaleza, pero si le daban una oportunidad, podría dar una lección de honestidad a todos. Y ahí estaba su mujer, cantando con voz ronca, haciendo reír al muy recuperado Eon, que mordía la tostada con apetito, mientras ella servía las rebanadas en un plato.

Ella y el niño crearon una imagen de portada y se convirtieron en una fotografía en movimiento que querría enmarcar para siempre.

Un hogar. Un auténtico hogar.

Joder, se estaba emocionando. Querría amanecer con ella entre música y risa. Querría hacerle el amor todos los días, a cada momento que tuvieran libre. Querría saber por su boca lo que le gustaba y lo que no, lo que le asustaba, lo que le inquietaba. Todo. Él se convertiría en su caballero de brillante armadura y alejaría todos sus demonios a espadazos. Porque Tema se lo merecía: se merecía que lucharan en su nombre.

Ella podría haberse llenado de rencor hacia él; podría relegarse a una esquina, encerrarse en su habitación y limitarse a trabajar; podría no haber ido al RAGNARÖK ni enfrentar a ninguno de los de su clan que la odiaban; podría haber dejado de lado a Eon y Daimhin, a Riku y a Nori y, en cambio, les había ofrecido su amistad y su cariño en cuanto ellos le habían dado la oportunidad, cosa que no había hecho con ningún adulto todavía. Y podría haberlo mantenido a raya a él, haberle negado todo y, aun así, ella se lo había entregado, reconociendo abiertamente lo que deseaba.

Por todo eso pero, sobre todo, por todo lo que todavía Tema no se atrevía a enseñar al mundo, estaba perdido, absoluta e irrevocablemente enamorado de ella. Ella era su mitad, la que lo devolvía a la vida, y la que le demostraba que los prejucios, los que habían tenido contra ella, él y todos, eran solo la razón de los tontos.

Caminó hacia ellos, movido por el magnetismo que ambos irradiaban.

Tema se había recogido el pelo en una coleta alta. Tenía la cara limpia y lavada. Y todavía llevaba ese conjunto negro que lo había puesto tan cachondo.

Se tragó el nudo que tenía en la garganta.

Tema dejó los platos sobre el islote y acercó los taburetes para que pudieran comer los tres. Tres. Shisui observó, hecho un flan, que la joven contaba con él y estaba tan concentrada en sus labores que no se había percatado de su presencia.

Entonces levantó la cabeza y observó cómo caminaba hacia ella. Lo veía casi a cámara lenta. La joven se quedó sin respiración cuando vio que se dirigía hacia su persona con tanta decisión. ¿Qué le pasaba?

Se plantó ante ella, la cogió por la cara y pegando su nariz a la de ella dijo al son de la canción:

Cuz we belong together now. Forever united here somehow. You got a piece of me, and honestly, my life would suck withooooooout you. Mi vida apestaría sin ti, nena.

Y la besó. Le dio un beso de esos que la dejaban a una con los ojos vueltos. Sus brazos se quedaron lánguidos a cada lado de su cuerpo, y disfrutó de sus labios y de la pasión y la ternura que le estaba dedicando. Los besos de verdad eran así. Una mezcla de vida, luz y chispa eléctrica. Y si no lo eran, entonces, no valían.

Se quedaron los dos mirándose fijamente, sin parpadear. Shisui le pasó la mano por la coleta y después la deslizó por su espalda, acariciándosela lánguidamente.

—¿Eso es un beso Vanir de buenos días? —preguntó mareada. Quería que la besara otra vez.

—No. Es un beso de vanirio loquito por los huesos de su cáraid.

—Entonces, aceptamos beso de tornillo como saludo matutino —sentenció, levantando una ceja rubia y limpiándose las manos en el pantalón.

—Acepta lo que te dé la gana, nena. —Le agarró la muñeca y la besó en la palma de la mano—. Te besaré así siempre que quiera. ¿Qué hay para desayunar? —Cogió a Eon en brazos y lo alzó por encima de su cabeza— . ¿Cómo estás, campeón? ¿Te recuperas rápido, eh?

Eon lo miró agradecido. De algún modo, sabía que él lo había ayudado. La energía de ambos había conectado.

Tema se dio media vuelta y soltó una risita ilusionada e infantil.

Por Dios. El corazón le latía descontrolado. Se llevó una mano al estómago y se sostuvo con la otra en la encimera. ¿Se estaba enamorando? ¿Estaba encaprichada?

Desayunaron los tres juntos, en un ambiente relajado y alegre. Eon tenía mucha mejor cara que la noche anterior, y Tema se asombraba de su rápida recuperación. Shisui había creado algo en su campo cuántico, una especie de protección contra la atracción magnética de los metales. Eon tenía metal en la sangre: y el metal atraía al metal. Cuanto más expuesto estuviera a ese tipo de radiación, peor se pondría. De ahí que Shisui creara aquella burbuja para el niño. Y cómo lo admiraba por eso... No había nada más sexy para ella que un hombre inteligente.

—Hoy toca trabajo, Tema —le dijo el druida ,mirándola por encima de la taza.

—Lo estoy deseando —aseguró emocionada. Necesitaba ponerse a trabajar, comprobar cómo de fiable era su acelerador y el modo de revertir su poder.

—Cuando acabemos de desayunar, nos iremos. Eon vendrá con nosotros.

—Respecto a Eon... —Lo miró muy seria y acarició la cabeza afeitada del pequeño. Ya le empezaba a salir el cabello pelirrojo—. Tengo una pregunta: está solo, ¿verdad?

Shisui desvió la vista hacia el pequeño, que devoraba la leche con cacao, y luego la detuvo en la ansiosa mirada de Tema.

—Sí. Fue rescatado de Capelleferne.

—Ya... Pero no tiene a los padres por aquí, como Daimhin y Carrick, ¿me equivoco?

—No. No los tiene. Seguramente, sus padres murieron bajo esas celdas. Hubo niños que nacieron allí.

Trabajaba sobre un infierno, pensó Tema. Menos mal que ya había salido de ahí.

—¿Y los niños se van a quedar en el RAGNARÖK para siempre?

—Vivirán juntos, de momento. Estarán bien acompañados, no estarán solos.

—Ya, pero... Si nadie se hace cargo de Eon... ¿Podría hacerme cargo yo de él?

Shisui dejó la taza de café sobre el islote y apoyó la barbilla sobre sus manos entrelazadas, mirándola con fascinación.

—¿Te gustaría hacerte cargo de él, Tema?

La mujer observó al pequeño con tanta dulzura que no hizo falta que respondiera y, aun así, lo hizo:

—Se merece otra vida. Merece que lo cuiden y lo quieran, Shisui. Y a mí me gustaría hacerlo.

El anhelo de querer y ser querida se reflejó en esas palabras. Ella necesitaba dar tanto amor como anhelaba recibirlo.

Shisui sonrió y le acarició la coleta rubia. Él no quería cargar con un niño tan pronto. Necesitaba disfrutar de Tema tanto como pudiera. A solas. Pero la joven estaba demasiado emocionada con la idea, y no podía decirle que no.

—Claro que puedes hacerlo, Tema. Si quieres, hoy mismo se lo podemos decir a Karin y Konan.

—¿Hay que pasar por ellas? —preguntó a regañadientes. No quería deberles nada. Ni tampoco quería que fueran ellas quienes decidieran si darle o no el mejor regalo de su vida. Cuidaría a Eon. Él sería de ella. Solo de pensarlo, se emocionaba. ¡Ser mamá! En cuanto había visto al pequeño, se lo quiso quedar. Pero, entonces, sus planes de tener un hijo a los treinta y cuatro, se habían ido al garete... Bueno, bien mirado, tampoco pensaba que a los veintiséis la convertirían en vaniria. Así que, ¿por qué no?

—¿Quieres ser la mamá de Eon?

—Sí. Me gustaría —contestó resuelta.

—Entonces, yo seré el papá. El niño necesita un padre.

Ella agrandó los ojos y negó con la cabeza.

—No, no. Espera, yo no quería forzarte a esto.

—¿Forzarme? ¿Quién dice que me estás forzando a nada? Me encantaría formar parte de vosotros. Lo que es tuyo es mío.

—Es mi decisión. No tienes por qué formar parte de ella.

—Esa es una respuesta muy incorrecta; pero solo porque estás muy guapa por las mañanas, lo pasaré por alto.

¿En serio? ¿De verdad el playboy de Shisui quería cargar con un crío de apenas tres años? Una cosa era aguantar a un niño unas horas, sanarlo y hacerle tres o cuatro carantoñas; pero la otra, más diferente, era tenerlo de por vida. ¡Venga ya! Si hasta hace un mes y medio ese hombre se estaba tirando a dos mujeres bajo el Tower Bridge. Shisui era un ligón empedernido, un mago que encandilaba a todo el mundo, tal y como la estaba encandilando a ella. Y nada le gustaría más que creer en que él estaría ahí a su lado, en todo momento, y que compartirían muy buenos momentos juntos, pero no iba a constriur castillos en el aire.

Un viento frío que provenía del cuerpo del druida la barrió y la dejó tan helada como las palabras que lo siguieron:

—¿Prejuicios, Huesitos?

—Constato hechos —parpadeó muy digna—. Los que he visto en tu sangre. No te acuso de nada, no te lo tomes a mal, pero no creo que sirvas a tiempo completo. Se trata de ser fiel, tanto a mí como al crío. Y he visto todas las mujeres con las que te has ido a la cama... ¡Miles! — exclamó enfadada por ello—. ¿Cuántas? ¿Cuántas habrás dejado embarazadas? Puede haber muchos Eones por ahí sueltos —se cruzó de brazos y lo encaró con decisión.

—¿De verdad crees que he sido tan descerebrado como para no usar protección con ellas?

—Bueno, si dicen que los hombres pensáis con la polla, será por algo, ¿no? Además, el pene no tiene manos para ponerse una fundita.

Él abrió la boca como un pez y se quedó sin palabras. ¿Qué concepto tenía esa mujer de él? ¡Él no tenía la culpa de atraer a las mujeres!

—¿No soy demasiado bueno para ti? ¿No soy demasiado bueno para Eon?

Tema parpadeó sorprendida por el dolor en las recriminaciones del vanirio. Se descruzó de brazos y negó con la cabeza.

—Yo no he dicho eso...

—¿Y tú? ¿Qué me dices de ti? ¡Desde que caíste en mis manos tienes en mente la idea de acabar con tu vida si esta realidad no te acaba de convencer! ¿De verdad te crees tan capacitada para tener bebés pensando de esa manera? ¿Para qué quieres a Eon si piensas así?

Ella se ofendió y se levantó del taburete porque se estaba poniendo cada vez más nerviosa.

—¿Debo suponer que ya no quieres arrebatarte la vida? ¿Serías fiel a Eon? ¿Por él sí que te quedarías? No pongas esa cara de me han pillado, porque lo he sabido en todo momento. ¿Por él sí y por mí no? Porque espero que, si te quedas con Eon, sea para siempre, ¿entiendes? Siempre es una palabra que hasta ahora no estaba en tu diccionario —escupió con rabia—. Me he acostado con miles de mujeres, Tema. Antes de conocerte. Ya lo sabes y sabes por qué.

—Sí. Menuda excusa —agitó los brazos—. Me buscabas desesperadamente.

Shisui apretó la mandíbula.

—No te he ocultado nada.

—Shisui, reconócelo. De entre los Uchiha, el más serio y responsable siempre ha sido tu hermano. Tú has brillado por otras cosas, pero no precisamente por esas.

—Itachi y yo somos diferentes. Pero eso no me convierte en un playboy descocado. Soy el druidh de los vanirios, joder. —Se levantó del taburete y se fue de la cocina refunfuñando—: Y soy responsable. Ah, y si tanto te gusta Itachi, olvídalo. Él ya tiene mujer y, además, está embarazada.

—A mí no me gusta tu hermano, no digas estupideces. ¡Y me alegro por Konan! —le gritó. Así que la peli-azul de ojos castaños esperaba un bebé... Interesante. No se le notaba nada—. Solo he señalado algo obvio, Shisui. No creo que debas ofenderte.

El vanirio se detuvo en el umbral de la puerta y la miró por encima del hombro.

—¿Tú te ofendiste cuando creían que eras una asesina?

Tema detuvo su retahíla en seco. Avergonzada, se dio cuenta en seguida del error que había cometido. Estaba juzgándolo como habían hecho con ella.

—Pues eso. A veces eres demasiado honesta, Huesitos. Tienes el tiento de un cactus —se largó de la cocina, dolido por sus palabras.

Tema y Eon se quedaron sentados, observando cómo Shisui se iba cabreado. El niño la miró a ella con consternación.

Tema no solo estaba arrepentida por lo que le había dicho, sino además, esperaba poder beber de él esa mañana.

Pero, por lo visto, no habría toma matutina.

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El trayecto hasta el RAGNARÖK fue tenso y silencioso. Tema estaba sentada en el asiento trasero con Eon. Y Shisui apretaba tanto el volante que parecía que quería arrancarlo de cuajo.

Ninguno de los dos tuvo ganas de romper el hielo. Shisui se cuidó de proteger sus pensamientos, y Tema hizo lo mismo.

Eon dormía apoyado sobre las piernas de la astrofísica, que le acariciaba el cráneo con suavidad. La joven pensaba en lo que le había dicho al druida y cada vez se sentía peor por ello. Lo había acusado de ser infiel y de no tener madera de padre, solo por ser como era: sexy, playboy y un ligón empedernido. Bueno, ¡pero es que no le gustaba eso! Despertaba una inseguridad en ella con la que no se sentía nada cómoda y no sabía lidiar con ello. Pero eso no justificaba lo que había salido por su boca, cada vez más incontrolable.

Shisui la miró disimuladamente por el retrovisor. Su capullo interior se sonreía al verla tan afligida por lo que le había dicho. Pero él, su vanirio digno, no iba a permitir que su pasado manchara su presente. Tema no sabía que nunca se había corrido con ninguna mujer. Mantenía la erección, pero nunca eyaculaba, porque su cuerpo no la reconocía como suya. En cambio, con ella era todo explosivo y fuera de control. Las emociones les abrasaban y sus cuerpos entraban en una especie de frenesí que no podía dominar.

¿Esa mujer tan inteligente de verdad se pensaba que podría hacer el amor con otras como lo había hecho con ella?

Pobre ratita perdida. Le iba a dar una lección.

Pero es que estaba tan guapa que no sabía ser cruel con ella; aunque tenía ganas de serlo. Llevaba unos tejanos de pitillo negros y unos zapatos rojos con plataforma estilo pinup, de la marca Iron Fist. Al final, sin quererlo, Konan, Karin y Tenten habían dado con su estilo. Shisui se sonrió al verlos; no solo porque tenían un tacón bastante pronunciado y porque eran rojos, sino porque tenían piedrecitas incrustadas en tono rubí oscuro que simulaban calaveras. Eran zapatos inspirados en los cómics de El Castigador, porque la calavera era la misma. Como los del día anterior. Además, estos tenían una cremallera negra lateral cuyo dibujo era también otra calavera plateada. Que una chica tan guapa y sexy como Tema llevara ese calzado era muy contradictorio. Pero, al parecer, ella se sentía muy a gusto con ellos. Y al final, iba con su personalidad: sexy, desafiante y esquiva.

La chaqueta de cuero negra de cuello alto y corte entallado le daba un aspecto todavía más peligroso.

Cuando llegaron al exclusivo local del Jubilee Park, Tema cubrió a Eon con un pequeño chubasquero plateado. A las siete de la mañana, la Black Country se llenaba de niebla espesa. Aun así, la joven quiso ser precavida con el pequeño, todavía convaleciente.

Se metieron en la cabina roja; Shisui introdujo el código y descendieron al subterráneo. En la entrada, Deidara conversaba con Itachi y Konan, y estos, cuando los vieron llegar, los miraban intrigados; la Elegida parecía descansada al saber que seguía viva. Y Itachi, aunque estaba preocupado por la noticia que le acababan de dar, miraba con orgullo y picardía a su hermano.

—Y yo que pensaba que íbamos a ser los más madrugadores — exclamó el druida.

Deidara se giró y los encaró sin más dilaciones.

—Ha pasado algo.

Shisui se tensó y se acercó a ellos.

—¿El qué, líder?

—¿Recibiste el mensaje?

—Sí. Los dos —miró a Tema, y esta asintió muy seria.

—El Engel y los suyos han recuperado a Seier y han volado los laboratorios de trabajo que tenía Newscientists en el bosque de Galloway. Han descubierto que, además de las clonaciones, las hibridaciones y los grupos de esclavos de sangre que están utilizando, han creado una especie de terapia de rejuvenecimiento con células madre de vanirios y berserkers; y de ese modo frenan su descomposición y mejoran físicamente. Incluso mantienen sus dones.

—Porque el cerebro no envejece ni se deteriora —dijeron Itachi y Tema a la vez.

Ambos se miraron y asintieron, reconociéndose como dos eruditos en la materia. Parecía que aquel recelo inicial iba desapareciendo poco a poco.

Shisui apretó los dientes y gruñó. «Entre los Uchiha, todos sabemos que Itachi es el más serio y responsable», recordó celoso. Y Tema miraba a Itachi con una admiración que no le dirigía a él. Empezaba a cansarse de eso.

—¿Y qué podemos hacer nosotros para detenerles?

—Investigar y matarlos a todos —contestó Itachi llanamente.

—Seguir haciendo lo que hacemos. Pero eso no es lo importante —dijo Deidara—. Una de las valkyrias que acompaña a Naruto y su pareja, vienen hacia aquí. Al parecer, hay algo importante que nos quieren decir, y solo ella sabe de qué se trata. Vendrá en persona a explicárnoslo.

—¿Cuándo?

—Entre hoy y mañana estarán aquí.

A Shisui no le parecía tan importante esa información y sin embargo, valoraba mucho más lo que habían logrado el Principito y su ejército. Él solito se estaba encargando de recuperar los tótems. Gran revelación había sido Naruto.

—Oye... —Deidara miró a la astrofísica, que dejaba a Eon en el suelo y le quitaba el chubasquero plateado. El crío en seguida se agarró de su pierna, controlando atentamente a Deidara y a la otra pareja que parecían juzgar a su protectora—. Temar...

—Tema. Llámala Tema —lo corrigió Shisui. El líder de los vanirios frunció el ceño, y estuvo a punto de soltar una carcajada. Se aclaró la garganta.

—Eon se está recuperando —Itachi sonrió a su hermano—. Lo sabía, Shisui. Le haremos unos análisis para ver cómo va su intoxicación.

—¿Necesitas ayuda con tu acelerador..., Tema? —preguntó Deidara.

La astrofísica negó con la cabeza.

—Ya tengo a Daimhin. Se lo pediré a ella.

—Tsunade se lo ha prohibido —la interrumpió Konan, incómoda.

Tema se afligió ante la respuesta. Daimhin le gustaba; ellas se entendían. ¿Por qué esa gente se lo ponía tan difícil?

—Si necesitas ayuda, yo podría hacerlo —la Elegida se ofreció con humildad.

Tema la miró de arriba abajo. Sabía que Konan estaba embarazada y no era un buen lugar para ella. Los láseres podrían resultar peligrosos y la radiación cuántica podría no ser buena para el feto.

—Creo que podré sola —dijo levantando la barbilla. No la querían demasiado, pero no importaba. Era una profesional y tenía un trabajo que hacer allí—. Gracias de todos modos. Pero es mejor que solo yo sepa cómo se crea el aparato y cuál es la fórmula correcta. Cuantas más personas la sepan, más riesgo habrá de que los demás puedan descubrirla.

—¿No te fías de nosotros? —preguntó Deidara levantando una ceja rubia.

—No se trata de eso. Pero si lo sabéis, habrá más riesgos de que vayan a por vosotros, y no es necesario. En fin, no puedo perder el tiempo —miró a Deidara—. Intentaré tener el aparato construido para hoy.

—Oh. De acuerdo —asintió Deidara con asombro—. Shisui me dijo que necesitabas iridio para ello. Te he dejado una caja preparada en tu sala, espero que tengas suficiente con eso.

—Ya te lo diré.

—Y, por cierto —se llevó la mano al bolsillo—. Trabajas para nosotros y supongo que te gustaría cobrar por ello. Aquí tienes tus honorarios —le dio un sobre blanco.

Tema tenía mucha curiosidad por ver cuánto creía ese hombre que ella cobraba por su trabajo. No pretendía pedir nada a cambio porque quería hacerlo por ellos, por la injusticia que ella misma había cometido en contra de Shisui y, sobre todo, por vengarse de Hidan y Kisame. Lo haría gratis y lo haría encantada. Pero la pequeña fiera vaniria, la rebelde interior, quería darles una lección a todos, así que abrió el sobre y miró el cheque. Arqueó las cejas y sonrió.

Deidara y Shisui se miraron el uno al otro, sabiendo que ella estaría impresionada, pues le estaban remunerando muy bien. En cambio, la joven rubia dijo:

—Voy a probar un acelerador que puede abrir una puerta al Asgard. A este cheque le faltan muchos ceros —le puso el sobre en el pecho y se lo devolvió—. Con vuestro permiso —miró a Shisui de reojo y pasó de largo. Eon no se quiso separar de ella y la acompañó todo el trayecto, mientras ella murmuraba—: Collach ri ealladhà. Parece un chiste.

—Joder —susurró Deidara con una sonrisa de admiración—. ¿Y esa es tu pareja? —le puso una mano en el hombro—. Te acompaño en el sentimiento.

—Que te follen, Dei —Shisui se puso las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón militar. Esa actitud le volvía loco, le encantaba que no tuviera miedo de nada. Solo de él y de depender de sus cuidados. Y sí, esa era su cáraid.

Konan apretó los labios y le dijo a Itachi:

—¿Por qué no puedo ayudarla yo? Esa chica es muy estirada —miró a Itachi con resentimiento.

—Porque la serpiente está trabajando con aceleradores de protones y un error puede resultar fatal. Y tú, mo ghraidh, estás encinta —la besó en la mejilla—. No quiero que estés ahí. Y ella ha pensado justo en eso.

—Tema es una increíble científica, pero tiene mucha conciencia, más de lo que os imagináis. No permitiría que Konan se pusiera en peligro —la defendió Shisui, orgulloso de que ella fuera suya.

La Elegida se quedó mirando el lugar por el que había desaparecido la astrofísica. Le alegraba saberlo. Puede que Tema fuera una buena chica, después de todo. Y había puesto en su lugar a su hermano, cosa que le hubiera divertido si antes no la hubiera rechazado para ayudarla. Pero, si en realidad, Tema lo había hecho porque se preocupaba por ella, puede que llegara el momento de que le dieran una oportunidad.

Tema cogió el escáner de códigos QR que iba conectado al Mac y pasó el dibujo cuadrado por el lector, el mismo que había guardado con tanto celo en el HSBC y que, una vez abierto, la llevaría al mundo de los quarks, los protones y las puertas dimensionales. Por fin podría ver la información que necesitaba. Ahí estaba la fórmula final. Todos sus años como astrofísica cuántica se veían reducidos a una simple fórmula y a un mapa de construcción.

El lector emitió una luz roja parpadeante y, al momento, en la pantalla de su Mac de veintisiete pulgadas apareció el resultado. Aquello que se había negado a ver para preservar la información se abría ante ella como una especie de arcoíris.

Tema se sentó en la butaca y sonrió a Eon, que miraba la pantalla como si estuviera viendo unos dibujos animados.

—¿Has visto, Eon? Qué bonito es... Es como un cuadro de dibujos vectoriales. —Miró el reloj digital de su muñeca, uno que estaba entre todas las bolsas que le habían traído. Era un iWatch, un concepto de reloj único con la correa roja que todavía no había salido a la venta; y no entendía cómo ellas le habían conseguido uno—. Te toca comer, renacuajo. Y Shisui me ha dicho que, de momento, te quiten las dosis de hierro. Debes mantener una dieta baja en oxalatos para que la intoxicación remita —le dio un golpecito en la nariz—. Por supuesto, no tienes ni idea de lo que te digo, ¿verdad? No importa. Tú haz que me escuchas. —Cogió su bolso negro y metió la mano hasta sacar una bolsa con el desayuno del pequeño. Yogures, zumos de manzanas, gelatinas y unas barritas de cereales de arroz blanco.

Quería a la chica del pelo rapado. El día anterior había estado muy a gusto con la presencia de Daimhin, y ahora volvía a estar sola.

Con su fuerza, sus dones telequinésicos y su velocidad, podría construir el acelerador más rápido de lo que se imaginaba, pero un par de manos más la ayudarían a acabarlo antes.

—Buenos días, novata.

Tema se dio la vuelta y abrió los ojos con sorpresa.

—¿Daimhin?

La joven entró en la sala blanca y sonrió a Tema. Se había puesto sus Manolos, un tejano stretch y una camiseta negra de tirantes. Con la cabeza rapada y lo alta y esbelta que era, se presentaba como una adolescente inquietantemente bella.

Iba a compañada de otro guerrero alto y rubio, muy fibrado e igual de rapado que ella. Carrick. Sus ojos eran exactamente los mismos.

—Konan me ha dicho que tu madre no te dejaba venir —Tema miró al joven con un poco de desconfianza, y él hizo lo mismo con ella.

—Mi madre ha olvidado que desde ayer soy mayor de edad. No puede prohibirme nada. Ah... Te presento a mi hermano: Carrick.

Carrick no la saludó, pero hizo un ligero movimiento de cabeza, dejándole claro que la tenía en cuenta. La mirada de ese chico era mucho más profunda y rabiosa queda de los otros, pero no era a ella a quien odiaba. Era un resentimiento hacia la vida o, incluso, hacia su propia existencia.

—Él me ha dicho que quería venir a ayudar. Y pensé que tú agradecerías la ayuda —repasó su atuendo y fijó la vista en sus zapatos rojos y tuneados—. Aunque mis padres no están muy de acuerdo con ello.

—Se preocupan por vosotros —explicó Tema conciliadora.

—Por eso los queremos tanto —Daimhin no apartaba sus ojos del calzado de la científica.

—No voy a molestarte —añadió Carrick—. Tú dime qué necesitas que haga y lo haré.

Tema inclinó la cabeza y estudió al joven. Sabía lo que le pasaba. Eran los efectos de los traumas graves.

—¿Demasiados fantasmas, Carrick? —preguntó con suavidad.

El rapado parpadeó y arrugó el ceño.

—La novata no tiene ni un gramo de delicadeza en su lengua, ya te darás cuenta —le explicó su hermana con un gesto de su mano que restaba importancia a sus palabras—. Por eso me gusta. No te va a tratar como un lisiado ni nada de eso.

—No es mi intención parecer desagradable —Tema se defendió sin entender a qué se refería.

Carrick resopló y sonrió sin ganas.

—Bien, porque estoy de la compasión hasta la polla. Suficiente tengo con lo que cargo.

Tema lo comprendió a la perfección. Seguramente, Carrick sufrió lo mismo que Daimhin en Chapel Battery. Mucho más, y con más ensañamiento, si era el tipo de protector que indicaba la pose que adoptaba con su hermana. Los brazos a cada lado de su cuerpo, unos centímetros más adelantado que ella, y una mirada que era un radar que detectaba bombas enemigas. Y la medía a ella, valorando si era o no era de fiar.

—Me irá bien tu ayuda, Carrick. ¿Vas a intentar matarme en algún momento? No intentarás clavarme una probeta en cuanto me dé la vuelta, ¿no?

—No eres rival para mí. Sería demasiado fácil.

Tema asintió. Una respuesta un poco ambigua, pero la aceptaría como pacto de no agresión. Mientras tanto, Daimhin sonreía al mirar las calaveras de sus zapatos.

—Olvídalo —Tema se desabrochó la cremallera de la cazadora y se dio media vuelta—. No te los pienso regalar.

—¿No? Había que intentarlo —la chica chasqueó la lengua y se encogió de hombros. Seguidamente, se dirigió a darle un abrazo cariñoso a Eon—. ¿Se ha vuelto a desmayar?

—Desde que lo trató Shisui, no.

—Bien. ¿Esto es lo que tiene que comer?

—Sí.

Carrick acarició la cabeza del pequeño y Eon lo miró con curiosidad.

—Entonces, novata —dijo Daimhin—. ¿Por qué no empezáis a hacer magia con todas las piezas que tienes ahí mientras yo doy de comer al pequeño pelirrojo?

Tema sintió adoración por Daimhin. Era una joven mamá, una mujer adolescente más sabia y madura que muchas mayores de veintiséis, como ella. Y cuidaba de los demás. Le gustaba cuidar de los otros. Deseó que un día alguien la pudiera querer con la misma fuerza y atención que ella había prodigado a los demás.

—Eso mismo haré. Y aquí, la que da las órdenes soy yo, skinhead —la señaló con un dedo y se dirigió al equipo de música táctil en la pared. Miró a Carrick, a sabiendas de que el chico estaba ahí porque quería ocupar su mente con otras cosas que no fueran los recuerdos vividos en aquel infierno, y le preguntó—: ¿Cómo de alta la música, Carrick?

El vanirio la miró de reojo y contestó:

—Dale caña, novata.

Tema puso el equipo musical a toda pastilla, y el What doesn ́t kill you makes you stronger de Kelly Clarkson puso ritmo a su trabajo.

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—Shisui, eres como una unidad electromagnética —dijo Itachi asombrado por lo que decía la gota de sangre que se hallaba en el crisol de su microscopio. Se encontraban en la sala de análisis de la planta inferior del RAGNARÖK—. Las células de nuestro cuerpo son unidades electromagnéticas, y las tuyas están a un rendimiento superior, muy, muy superior a la media de los vanirios, tío. Son potenciales campos magnéticos. Los electrolitos de tu sangre trabajan a un doscientos por cien.

Deidara y Konan los miraban con interés mientras se bebían el café de Starbucks que traían las humanas a primera hora de la mañana. Era un ritual. Muffin y café, y así los días empezaban con buen pie.

El druida se quedó mirando a su hermano. Sí, se sentía poderoso. Seguramente debido a esa alteración en su campo electromagnético. Y eso se lo daba la sangre de su pareja. Tema era su fuente de poder.

—¿Cómo te sientes? —Itachi se sentó frente a él y le miró las pupilas.

—Perfecto. Excepto por lo que te dije ayer: creo que si me descontrolo o algo me pone realmente violento, podría explotar y volar todo por los aires. He estado meditando, intentando controlar esa energía interna que tengo. Me siento como Hulk.

—¿Te vas a transformar en un feo de color verde? —preguntó Konan divertida, soplando sobre el café humeante.

—Qué graciosa —Shisui se levantó y le quitó un cacho de la Muffin de chocolate que tenía en la mano—. No deberías comer eso, hermanita mía —le dio un mordisco—. No queremos que a Aodhan lo pesen nada más nacer y en la báscula ponga «continuará».

Konan se echó a reír y se tocó la lisa barriguita.

—No hagas caso a tu tío, cariño. Se cree tan guapo que a veces hasta se disculpa.

Él le guiñó un ojo y se bebió el café de golpe.

—Me voy con mi fascinante, reservada e insoportable cáraid.

—¿Con... Tema? —preguntó Deidara—. ¿No había otro apodo?

Shisui miró a Deidara con hastío.

—Cómeme el capullo, líder.

—Me parece un nombre un poco curioso —lo ignoró por completo y siguió con sus pullas—. Por cierto, lo que me recuerda, Konan.

—¿Sí, Deidara? —dijo ella dando un sorbo al café.

—¿Qué «tema» darás en clase hoy?

Konan escupió el café, y Itachi se partió delante de su hermano.

Shisui puso los ojos en blanco.

—No te lo tomes a mal, brathair —dijo Itachi—, pero reconocerás que la chica no ha entrado con tan buen pie como para ganarse el título honorífico a «Tema Zimpatía».

Konan se dobló sobre sí misma ahogándose en sus propias carcajadas.

—Está bien, chicos —Deidara levantó una mano y se limpió las lágrimas de la risa—. Vamos a tener un poco... un poco de... —le faltaba el aire—, de «tematica».

—Qué cabrón —murmuró Shisui con una sonrisa—. Que os den a los tres.

Iba a salir de la sala, cuando en ese momento entraron Karin y Kakashi con cara de preocupación.

Deidara siempre se tensaba cuando Karin y el berserker de pelo platino y ojos amarillos estaban tan cerca. Él vestía con ropas de entrenamiento, y ella iba más casual. Se llevaban muy bien y eran buenos amigos, y eso era algo que Deidara tenía que tragar, aunque no le hacía ninguna gracia. Pero sabía, al final del día, que era él quien se la comía y no el chucho que la había pretendido.

El rubio de ojos azules se acercó a su chica y le dio un beso en los labios. Ella le acarició la mejilla y saludó a todos con aquel especial carisma que tenía.

—¿Qué ha pasado? —A Deidara no le hacía falta adivinar que algo había sucedido.

—Estábamos viendo las noticias antes de empezar a preparar las rutinas de hoy cuando han emitido una noticia de última hora —explicó ella.

—El banco de HSBC de Coventry ha sido asaltado hace un par de horas —narró Kakashi—. Ha habido varios muertos, y todas las cámaras de seguridad han acabado destrozadas. No han podido registrar nada de lo sucedido.

A Shisui le recorrió un sudor frío por la nuca y la espalda.

—Eso es imposible. No puede ser casualidad —dijo Deidara poniéndose en alerta.

—Nadie más sabía el secreto de Tema. Nadie —aseguró Shisui—. Nunca ha habido ningún problema allí; y, después de que ella nos dijera lo de su caja de seguridad, ¿hoy mismo lo desfalcan?

—¿Cómo se han enterado? —preguntó Konan preocupada.

—¿Dónde está Tema? —Kakashi miró al druida. La ansiedad lo estaba recorriendo y el berserker empático sabía por qué, estaba intuyendo lo mismo que él.

—En su laboratorio. Con... —Shisui salió disparado de la sala, con el miedo en el cuerpo y una sospecha abierta sobre algún miembro del clan. ¿Quién? No lo sabía, pero había algo muy claro: el enemigo había trabajado desde dentro y todavía seguía ahí; porque nadie, excepto Itachi y Konan sabían del código QR, y ellos no habían dicho nada. Si los jotuns no habían encontrado nada en la caja de seguridad, ordenarían al traidor que sonsacara la información directamente de la fuente. Y la fuente era Tema.

—¡Vamos! —le apresuró Kakashi.

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La astrofísica observaba el acelerador con ojos maravillados.

Su creación. Su bebé. El niño de sus ojos había tomado forma y ahora solo necesitaba que lo encendieran. Como en realidad era un acelerador de baja energía, no había necesitado mucho iridio para estabilizarlo.

Toda pieza estaba en su sitio. Los componentes de generadores, los dipolos, los multipolos, los blancos para que colisionaran las partículas, y los detectores que visualizarían las partículas generadas en el impacto. Una construcción metódica y perfecta que hubiera necesitado meses de supervisión, pero ya no. Como vanirios, y ella en especial como vaniria superdotada, podía asegurar el éxito de un micro acelerador en un par de horas, que era lo que había necesitado para llevar su invento a cabo.

Carrick y Daimhin le habían ayudado mientras Eon jugaba con los crisoles de colores y se comía todas las barritas de cereales que encontraba a su paso.

Hacía cinco minutos que les había mandado a por café y algo comestible, pues el ejercicio, aunque trivial, les había despertado el apetito. Aunque ella estaba hambrienta desde que se había despertado, y al no beber de la vena de Shisui, los efectos de su abstinencia se pronunciaban más.

Eon se acercó a ella y la cogió de la mano, y los dos se quedaron mirando el aparato que había sobre la mesa de prácticas y análisis. Tema puso el micro acelerador en marcha.

—Fíjate —se agachó, rodeó su cinturita con un brazo y señaló el proyector del acelerador—. De ahí sale un haz de luz tan potente que impactará en ese plato de cristal —señaló el blanco—. Y, después, ese grupo de detectores, mis pequeños mini Atlas —les había puesto ese nombre en honor a uno de los detectores más conocidos construidos para la detección de partículas—, nos dirá qué es lo que se está creando. Si crea un patrón uniforme de antimateria, tendremos la solución para crear una puerta dimensional segura. —El potente haz de luz salió controlado a través del puntor del tubo acelerador, impactó sobre el blanco y creó una partícula de luz perfecta, cuya energía quedó subyugada y controlada sobre la superficie del plato—. Oh. Sí —susurró Tema, emocionada por el buen funcionamiento de su creación científica—. Oh, sí... Eso es. Fíjate —se levantó y caminó con él para mirar de cerca aquel cúmulo dorado y esférico de moléculas perceptibles compuestas por antiátomos, positrones, antiprotones y antineutrones. En definitiva, un vacío dimensional llamado antimateria que podía abrir una puerta a cualquier parte del universo conocido, siempre y cuando se dirigiera al lugar adecuado.

Los ojos se le llenaron de lágrimas de emoción. En ese momento recordó su graduación y la falta que le hicieron su madre y su hermana. Recordó las horas de vida invertidas en su trabajo, todo el tiempo que ella había sacrificado por sus estudios, y reconoció que no había sido tiempo perdido. Tema Sabaku, y no Tema Hoshigaki, había logrado controlar la fuerza de un acelerador de partículas y había anulado la capacidad de destrucción del aparato gracias al elemento estabilizador: el iridio. Los aceleradores podían crear materia oscura y destruir la tierra. Era una gran verdad, pero si se controlaban bien y se utilizaban para descubrir otros universos, en vez de averiguar el origen de ese en el que vivían, se podría avanzar mucho más en la ciencia, en la Física Cuántica y en la historia de la humanidad, no valorándonos como única civilización, sino como una de las muchas razas planetarias que podrían existir.

Y ahora, después de todo, después de ver que su invento era fiable al cien por cien, tenía que encontrar el modo de revocar todo ese poder, de originar una fuerza contraria.

Eon se apoyó en ella y dio otro mordisco a la barrita.

—Mmm... —dijo el niño.

—Eh —exclamó sonriente secándose las lágrimas—, ¿te gusta? ¿Ya no estás tan cansado?

Eon negó con la cabeza. Las compuertas de la sala se abrieron y Tema se levantó entusiasmada para recibir a Daimhin y Carrick:

—¡Mirad qué maravilla! —se calló cuando vio que no era ninguno de ellos dos quien entraba.

El individuo que tenía enfrente era un cabeza rapada adulto. Vestía con ropa de capoeira azul oscura, tenía las manos tras la espalda y sonreía de un modo que no transmitía ninguna confianza.

Eon se puso delante de Tema y le enseñó los colmillos al hombre.

Tema frunció el ceño y colocó al crío detrás de ella.

—¿Qué haces aquí? —preguntó la joven.

El guerrero moreno y asiático, lleno de cicatrices y de mirada oscura clavó la vista en el acelerador.

—No puedes entrar aquí —profirió ella alarmada—. La pantalla táctil de la entrada solo reconoce a las personas con acceso permitido. Tú no eres...

—Es obvio que te equivocas —la interrumpió el guerrero con voz ártica. Cerró la compuerta y la bloqueó presionando el teclado interior de la sala.

Tema seguía los movimientos de ese hombre con creciente confusión. ¿Quién era él para modificar las claves de la compuerta? ¿Cómo sabía cómo hacerlo?

—Me llamo Goro —el guerrero se giró y la apuntó con una pistola—. Y Hidan te manda recuerdos. —La disparó. Tema cogió a Eon en brazos y de un salto se ocultó detrás del acelerador, pero no fue lo suficientemente rápida como para que la bala no se incrustara en su nalga. A duras penas logró quitar la fuente de energía del aparato, y el rayo de protones cesó la emisión. Lanzó un convulso alarido mientras abrazaba con fuerza a Eon y lo cubría con su cuerpo. Miró a su alrededor. Necesitaba escapar de ahí, pero no podía, la única salida estaba bloqueada. El trasero le dolía, le quemaba de dentro hacia afuera. La bala se había introducido en el músculo y actuaba como si fuera ácido.

Eon temblaba en sus brazos.

—Tiene que dolerte científica —dijo Goro, caminando a paso lento hacia ella y rodeando la mesa de prácticas—. La luz diurna de las balas te está quemando por dentro, ¿cierto? Pero te aseguro que no es nada comparado con lo que me hicieron a mí.

Tema necesitaba salvar a Eon. Ese tipo iba a matarlos a los dos, y Eon era un ser inocente. Ella tendría pecados que purgar, pero el pequeño no.

—¡Deja que se vaya el niño! —gritó hacia el techo.

—¡No! ¡No! —intentaba gritar el pequeño con la fuerza de sus diminutos pulmones.

—¿El niño? —Goro dio un salto sobre la mesa y se acuclilló delante de ellos—. Ah, no... El niño se queda.

Tema le dio una patada en la cara y Goro salió propulsado hacia atrás. Se estampó contra la pared pero mientras lo hacía, apuntó de nuevo a la joven que, esta vez, buscaba un sitio mejor en el que esconderse, pero estaba vendida por completo. No había escapatoria.

—¡Eon, escóndete debajo de la mesa! —el impacto de otra bala en el estómago la hizo trastabillar y caer de espaldas al suelo. Se hizo un ovillo. La luz de las cápsulas la estaba matando y poco podía hacer para paliar la agonía. ¿También podía morir por las balas? Esa inmortalidad era un poco relativa.

Goro se detuvo frente a la pantalla del Mac y memorizó todo lo que había en el monitor.

—¿Puedo enviarle esto por correo a mi señor Hidan? —hizo crujir el cuello y se sentó en la butaca—. Él agradecerá esta información, aunque ya sabe la parte más importante. Cuando le lle...

Tema lo cogió por los hombros y lo tiró al suelo. Las heridas eran mortales, y la luz en su interior estaba causando estragos; sin embargo, no iba a morir poniéndole las cosas tan fáciles. Le dio varios puñetazos en la cara, pero Goro se reía, como si en realidad lo estuviera acariciando.

El vanirio desequilibrado clavó los dedos en la herida de su estómago y los retorció. Ella gritó y sollozó, pero no cesó en sus golpes hasta que notó algo largo y afilado que se colaba entre sus costillas. Algo tan condenadamente cortante que la dejó sin respiración. Se desplomó en el suelo, ahogándose.

Goro tomó asiento de nuevo y prosiguió con su labor informática. Tema sentía que se le escapaba la vida. Eon la miraba bajo la mesa con los ojos como platos, asustado y en shock. No podía ser. No podía morir así.

Shisui. Shisui.

Quería verlo de nuevo. Quería que la abrazara, que la alimentara y que le hiciera experimentar el amor otra vez. Pero, si moría, no podría conseguirlo y les daría la victoria en bandeja a Hidan, Loki y sus jotuns. La joven se centró en el acelerador. Goro seguía tecleando, abriendo el correo. Tema concentró su poder en algo que pudiera extraer y utilizar contra el traidor.

¡El blanco! El blanco era cortante y liso en su forma. Visualizó que los tornillos del soporte que lo sostenían se aflojaban hasta que el accesorio quedaba suelto.

Tema inspiró con fuerza. Goro estaba a punto de enviar el mensaje con la captura de pantalla de la lectura del código QR.

O ahora o nunca. La vaniria novata exhaló y el blanco salió disparado con una fuerza asombrosa, y rodó hasta cortar la garganta del vanirio, que se llevó las manos al cuello, y cayó de forma antinatural hacia atrás. La sangre salía a borbotones del corte horizontal.

La valiente mujer se arrastró como pudo por el suelo hasta llegar a Eon. Aunque las cámaras estaban insonorizadas, se oía la débil voz de los gritos de Daimhin y Carrick.

—¡Tema! ¡Tema! ¡Novata! —gritaban.

Tema cubrió a Eon con su cuerpo y este se hizo un ovillo con ella.

Goro se arrodilló en el suelo, con los ojos sanguinolentos abiertos como platos y la garganta completamente abierta, mirándola incrédulo, apuntándola de nuevo con la pistola de balas de luz artificial.

Tema no pensó en ella. Cubrió a Eon todo lo que pudo, para evitar que no le diera a él.

—Vas a morir —dijo Goro.

—Tú también —repuso ella sin poder respirar. Invocó mentalmente el plato volador asesino. Se estaba debilitando; no le quedaban muchas fuerzas. Lo que tenía en su interior la mareaba y la estaba dejando sin conciencia. Pero tomaría un último impulso. Hizo levitar el blanco hasta acabar de cortar por completo la cabeza de Goro.

¡Zasca! El tronco sin vida del infiltrado se desplomó hacia adelante.

Ella, temblorosa, besó la cabeza de Eon y observó el cuerpo sin vida del traidor. ¿Se había acabado? Cerró los ojos, pues ya no tenía fuerzas para mantenerlos abiertos. Y, entonces, las puertas de la sala se abrieron por la fuerza bruta de cuatro manos bronceadas y grandes. Una de ellas con la cabeza de una serpiente en su dorso. Tema vio a Kakashi, el del pelo platino, mirar el cuerpo degollado de Goro; y después se encontró con la cara de Shisui a milímetros de la suya.

Todo se volvió oscuro. No pudo sentir nada más, excepto los brazos protectores de su guerrero, que los cogía a ambos y se los llevaba a morir al cielo.