Hora 5:00 - En la cubierta de botes

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El marco para ese gesto de extrema dulzura era el más impensable.

El Mauretania continuaba lanzando bengalas de señalización cada cinco minutos.

En la espesa oscuridad de la noche, esas luces en el cielo parecían casi hermosas de ver.

El casco que se hundía lentamente todavía estaba completamente iluminado como si la fiesta en su interior nunca hubiera sido interrumpida.

En cubierta los músicos continuaban a tocar ritmos animados como si no les importara lo que estaba sucediendo a su alrededor.

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Terence y Candy temblaban abrazados.

El aire frío penetraba inclemente bajo sus pieles. Estaban completamente empapados.

Con el rabillo del ojo el joven notó a través de la ventana de la Veranda Café que estaba vacía, un abrigo que alguien había dejado mientras escapaba. Corrió para cogerlo y se lo ofreció a Candy para cubrirle los hombros.

Con paso veloz alcanzaron a los demás pasajeros que se apiñaban alrededor de los botes con la intención de abandonar lo más rápido posible el barco que cada vez estaba más inclinado.

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Las operaciones del embarque de la primera clase se habían ralentizado.

Aún cuatro barcas quedaban por descender.

La proa elevada sobre el nivel del mar, hacía más complejo colocar los botes en el agua. Las cuerdas de soporte se habían vuelto demasiado cortas y los oficiales estaban haciendo todo lo posible para evitar que los botes volcaran en el mar llenos de gente.

En varias ocasiones los botes salvavidas llegaron al agua balanceándose visiblemente en el vacío o golpeando violentamente el casco entre el alboroto y los gritos aterrorizados de su carga humana.

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Candy miró fijamente desde la barandilla las figuras vacilantes y aterrorizadas acurrucadas mientras esperaba en la fila su turno frente a dos oficiales que estaban a cargo de revisar las listas.

Cada bote podía acoger hasta cuarenta pasajeros.

Los lugares disponibles permitirían el rescate de todas las mujeres y los niños, pero no de todos los hombres que estaban en cubierta. Muchos tendrían que aceptar quedarse a bordo esperando con dignidad que la proa también se hundiera.

Tal condición ineludible había contribuido a las reacciones más diversas y sorprendentes entre aquellos ricos caballeros. Había quien lloraba como una mujercita suplicando ser incluido en las listas, quien intentaba corromper con dinero a los miembros de la tripulación y quien paseaba aparentemente tranquilo continuando a charlar con los cigarros en los labios. O quien jugaba a las cartas escuchando con interés la ejecución de los músicos.

Algunos habían renunciado voluntariamente a usar los chalecos salva vidas.

En el vacío espacio central un sacerdote estaba recitando en voz alta y fuerte el rosario rodeado por una masa de gente que acompañaba sus rezos con una letanía estremecedora de lamentos y sollozos.

Algunas cuerdas habían sido atadas a la parte superior de los polipastos. Los más temerarios se estaban deslizando por la borda creando así una inquietante cadena humana.

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Los dos jóvenes se inclinaron hacia adelante para observar la popa ahora completamente sumergida.

Era un espectáculo monstruoso ver aquel coloso agonizante hundirse en los abismos cada minuto más.

Inesperadamente Terence en aquel momento escuchó que alguien lo llamaba a sus espaldas.

-``¡Adrian… eres tú! ¡Estás bien!´´ exclamó girándose repentinamente corriendo para abrazar al amigo que creía ya perdido.

-``He logrado escapar por el corredor lateral izquierdo. El derecho estaba completamente inundado, vosotros habéis escapado a tiempo...´´ les contó aún con el rostro desconcertado.

-``¿El capitán Stevens… está contigo?´´ le preguntó Candy notando su expresión sombría.

-``No Candy… tenía una pistola… se disparó en las sienes frente a mis ojos para obligarme a ponerme a salvo. Ha sido terrible...´´.

Ambos por instinto lo estrecharon comprensivos.

-``Él quería hacerlo Adrian… ya lo había decidido...´´ - lo consoló Terence acariciandole fraternalmente los cabellos -``¡No ha sido culpa tuya, no podrías haber hecho más para detenerlo!´´.

Pocos momentos después, su atención fue brutalmente llamada por una voz dura y potente.

-``Señorita Andrew, es su turno, póngase en la fila. ¡usted tiene su lugar en el último bote!´´ le dijo a Candy el oficial en jefe Morgan, que se estaba encargando directamente de las operaciones de selección.

El hombre se detuvo para mirar a Terence por un largo momento.

-``¡Señor Graham… venga usted también!´´.

En cada bote había sido embarcado un pequeño número de hombres. habían sido elegidos entre las personalidades más importantes que estaban a bordo.

Se trataba de políticos, magnates de la industria, embajadores, diplomáticos y banqueros. Pero estaba también el famoso diseñador y el escritor premio Nobel de la literatura. La estrella americana del teatro shakespeariano, también conocida en el viejo continente, no podía faltar en ese elenco de elegidos.

Pasando frente a los diferentes rostros masculinos, que lo miraban verdes de la más violenta envidia, Terence sintió una punzada dolorosa en el estómago.

''¿Qué derecho tenía para vivir más que los demás?´´ pensó por una fracción de segundo.

Aquellos eran todos ricos pasajeros de primera clase. La créme de la créme de la sociedad estadounidense y europea. Sin embargo… no todos estaban destinados para contar con un lugar para ellos al seguro.

Aquella cruel selección ponía a prueba de manera terrible el peso del estatus social.

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Agachando la mirada al piso, el famoso actor se acercó a su compañera y la atrajo a sí con fuerza.

Poco a poco la fila empezó a avanzar, lenta y ordenadamente, a lo largo de la barandilla.

La tripulación estaba llenando la penúltima barca cuando vieron llegar a cubierta una multitud de gente proveniente de las partes inferiores, que parecía enloquecida. Eran los pasajeros sobrevivientes de segunda y tercera que habían logrado llegar a lo proa.

Algunos de ellos, al ver los últimos botes, intentaron ocuparlos.

-``¡Quedaros atrás o disparo! ¡Ya no hay botes para vosotros!´´ los intimidó furioso Morgan agitando la pistola en el aire con gesto amenazante.

Sus amenazas no sirvieron para calmar a la muchedumbre. Incluso el comisario a bordo tuvo que intervenir dando dos disparos, mientras la tripulación se acercaba a los pasajeros en fila, ofreciendo como defensa los propios cuerpos juntos unos con otros como un largo muro.

-``¡Daros prisa! ¡Apresurad las embarcaciones!´´ gritó Morgan incitando a los encargados del amerizaje a actuar con más velocidad y fluidez.

El momento de los buenos modales había terminado.

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Mientras avanzaban, Candy vió de nuevo a Annette Franklin en la rampa de embarcación. Estaba intentando calmar a Charlotte quien estaba teniendo un ataque de pánico.

-``¡Yo no subiré en aquel bote!´´ - gritaba la modelo como una desquiciada -``¡Tengo pánico del agua! ¡Prefiero morir!´´.

-``No seas estúpida...´´ le repetía su amiga periodista abofeteandola para hacerla entrar en razón.

Sin embargo, de repente, la mujer se zafó de sus brazos y escaló el muro de la proa, lanzándose al vacío. Su cuerpo se estrelló en la superficie del mar en medio de gritos angustiados de dolor.

Fue una escena desgarrante. En el rostro de Annette se dibujó la angustia.

Continuaba a cerrar atónita los puños vacíos posando sus ojos derrotados en los rostros de los pasajeros que habían sido atraídos por sus gritos.

Sumergida por aquel ruido retumbante, se dejó caer al piso llorando como una niña. tenía una expresión sincera de compasión y sufrimiento.

Cada malicia había desaparecido de su hermoso rostro cubierto por el maquillaje que se había deslavado por el llanto. Parecía tan frágil e indefensa sin sus corazas.

Esa era la más verdadera imagen que Candy había visto en aquella mujer.

Hubiera querido acercarse a ella y consolarla pero no podía romper la fila.

Se limitó a mirarla de lejos, esperando que se volteara hacia su dirección. Cuando sus miradas se encontraron por pocos segundos, lograron intercambiar asintiendo con la cabeza un saludo amigable.

Fue la última vez que las dos mujeres se vieron.

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A pesar del trágico evento, los oficiales no perdieron la compostura ni por un instante.

No había tiempo ni siquiera para las lágrimas.

Annette fue levantada del piso sin demasiada premura ayudándola a subir al bote número siete.

No sin dificultades, también aquella barca logró llegar al mar.

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-``¡Adelante el último grupo!´´ gritó Morgan.

Candy se giró hacia Terence.

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