Disclaimer: La historia es de mi pertenencia, en ella sólo utilizo sin ningún fin de lucro, a los personajes de My Hero Academia, cuyo creador es Kōhei Horikoshi. Está prohibido re-suban esta o cualquier otra de mis historias, o adaptarlas.
Día 06: AU Espía /agente
Summary: De pronto todo fue borrado, su relación turbulenta, sus prejuicios y pasado tormentoso, todo era irrelevante menos la estática entre ellos en ese momento.
Sin betear. La canción que inspiró este one-shot es Dancing with a stranger de Sam Smith & Normani
Dancing with a Stranger
.
Estaba harto del silencio de su departamento; de su cama vacía y del frío de la soledad. Bakugo no era alguien que gustaba de salir de fiesta ni a perderse en bares -al contrario, detestaba esos ambientes- pero no podía tolerar quedarse en su hogar. Poco tiempo pasaba ahí debido al trabajo, pero se le había otorgado los días de descanso que había pospuesto por más de un año.
"Necesitas tiempo para ti, despejar tu mente y saber que vas a hacer". Bakugo quería patear la cara de su superior, pero si lo hacía, solo estaría dando la razón a eso.
Condujo por mucho rato, lo que quería era alejarse de aquellos lugares que traían a su mente recuerdos que no quería tocar. Así, llegó hasta un barrio de poca reputación. La noche era fría y aun así abundaba la gente en las calles. En esa avenida en particular, repleta de bares, clubes nocturnos y más establecimientos llenos de alcohol y perdición Bakugo se adentró.
Tenía una sola meta: olvidarse de todo. Beber y beber hasta no recordar su propio nombre, y con suerte el de ella. Si era posible salir acompañado de alguien, perderse en la piel de alguien más, o por qué no, meterse en una pelea que le permita sacar su frustración.
Se sentó en la barra, dándoles la espalda a todos ahí dentro. Bien pasadas dos horas no estaba lo suficiente ebrio como habría querido.
—¿Mala noche?
El barista inició la misma tonta pregunta que debía hacerle a todos los idiotas. Bakugo no respondió, sólo ordenó otra bebida y centró su atención a la barra.
Que miserable debía de verse, ¿eh? Pensó amargamente. Lo peor era que no solo se veía, lo era.
—Sabes, no es el fin del mundo.
—¿Qué cosa? —espetó.
—Lo que sea que te suceda, no es el fin del mundo. Trabajo, familia, dinero o amor... mientras estés vivo, puedes superar cualquier obstáculo.
—Qué estupidez.
¿Qué iba a saber ese estúpido barista de lo que le atormentaba? Para empezar no había nada que él no pudiera hacer, no había nada que le atormentara...
Y es con ese pensamiento que la imagen de alguien en específico resurgió de entre su maldita memoria.
Joder.
Dio un gran trago a su bebida, terminándola de golpe.
Suficiente.
No había ido a ese antro de mala muerte a pensar en esa mujer.
Así, se levantó y caminó entre la masa de personas bailando sin censura. El baile no era algo que a él le gustara, simplemente no era de su interés, pero fue ahí con el motivo de perderse, y eso haría. El lugar era grande, tenía dos niveles, pequeñas mesas y asientos distribuidos alrededor, y un centro de baile bastante amplio. El olor a cigarrillos -entre otras sustancias- y alcohol se mezclaba junto al sudor, el calor de estar entre tantas personas bailando le estaba comenzando a ahogar, sobre todo el golpe de alcohol en su sistema. Se movía entre las personas, tan absortas por las sustancias, la adrenalina del baile y la perdición de la música, mientas que él recorría el lugar esperando que alguna chica se acercara a él, y si era de su interés, podría pasarla con alguna de ellas.
Pero los planes se veían interrumpidos.
Para Bakugo fue difícil hacerse de la vista gorda fingiendo no ver a las personas intoxicadas, pero no podía evitar sentir su sangre hervir cuando vio que una chica evidentemente intoxicada era guiada por dos hombres lejos de la pista.
Al carajo, apresuró su paso entre la multitud, hasta llegar a una puerta con acceso restringido. Ahora las cosas se ponían peor, pensó, pues una repugnante idea se le vino a la cabeza. Los lugares como ese, antros populares de dudosa procedencia eran fachadas para cubrir negocios sucios. La explotación sexual y la trata estaban siempre a la orden del día, y ver ahora cómo se llevaban a una chica inconsciente tras el establecimiento le confirmaba que ese antro era uno de esos. Por un instante dudó entre esperar y llamar a su equipo (planificar y desmantelar ese local como se debía) o ir tras ellos en ese momento.
El golpear al guardia de la puerta y adentrarse fue respuesta suficiente. Esta no era su área de trabajo, pero no iba dejar pasar que hirieran a un inocente frente a sus narices.
Siguió recto el pasillo y abrió puerta por puerta buscando. La desesperación estaba a punto de envolverlo, pero es cuando escucha ruidos sofocados, insultos y sollozos que supo estaba cerca.
Tocó la puerta, sabiendo que no tenía un arma consigo y debía actuar rápido y audaz.
Para cuando uno de los tipos abrió, Bakugo arremetió un golpe duro en su cara, logrando inmovilizar a uno por unos instantes. Se apresuró dentro y fue rápido esquivando el golpe de otro tipo que estaba ahí. Dio unos pasos atrás, comprobando que solo eran esos dos y la chica tirada en el piso. Se apresuró contra el sujeto frente a él, un golpe en el estómago con su rodilla, luego arremetió contra su rostro. Necesitaba ser rápido y discreto, si hacía más ruido o atraía a más de esas escorias no podría hacer mucho. Tomó sus armas, se deshizo del cartucho y lo desechó lejos. Estaba más ocupado dejando inconsciente al sujeto número dos, que no escuchó la puerta abrirse de nuevo. Es hasta que ese click del arma siendo cargada que se da cuenta de su error. No puede moverse, pero sabe que alguien está detrás de él, apuntándole.
No tuvo siquiera tiempo de abrir la boca cuando un disparo suena.
El hombre detrás de él cae, flojo y sin vida junto a él. Bakugo resiente esa caída ajena, como si fuera un golpe a su cuerpo.
—Eres un idiota.
Su corazón acelerado y su respiración goleando con fuerza en su pecho, apenas si puede mover su rostro un poco a la izquierda, donde la chica que hasta hace unos momentos se veía más que noqueada está de pie, su mano sin temblar sostiene un arma, la que terminó con aquel que estuvo por matarlo a él.
Su voz resonó en su mente, despertándolo de su estupor. Miles de emociones golpearon su cuerpo
—Mira lo que me hiciste hacer... ¡Arruinaste todo!
No había estado en los planes de ella aceptar esa misión. Realmente, ella debería estar descansando en algún lugar paradisíaco o al menos teniendo una cena decente, había estado trabajando por mucho tiempo y sus semanas de descanso no eran asignadas aún.
Esa era la segunda noche que iba a ese lugar, estaba harta de ese antro lleno de tipos indecentes y muchachas liberales. Ochako quería terminar con eso de una vez, que alguien fuera tras ella y la llevara tras el establecimiento para comprobar todo y poder desmantelar ese lugar de mala muerte. Estaba cansada de usar tacones y vestidos cortos pegados a su cuerpo, no solo se sentía torpe y algo inútil -no podía moverse con agilidad- sino que se sentía realmente expuesta.
Se encontraba bailando entre tantos otros, tratando de mezclarse con aquellos que de verdad se divertían. No era la mejor bailarina, lo sabía bien, torpe cómo era con el baile, su antiguo novio tampoco era de los que le gustaba ese ambiente. Lo más que Ochako podía hacer era mover sus caderas al ritmo de la música, o eso trataba. Sonreía coqueta, guiñaba su ojo a cualquiera que se viera mayor o con aspecto sospechoso, trataba de mostrarse como alguien seductora, necesitaba atraer la atención de alguno de esos tipos y que la llevaran a donde necesitaba.
Alguien se acercó a ella, le ofreció una bebida y la tomó gustosa, dando vueltas por el lugar, derramando el líquido aunque le vieran y fingiendo ser golpeada por su efecto.
Alguien diferente se acercó por detrás, y ella tiene que llamar a todo su poder por no noquear al extraño que posa sus manos en sus brazos desnudos; ella tiene que fingir estar desorientada y ser débil. Una presa.
Sabe que alguien más llega, le hablan pero ella balbucea sin sentidos y pierde el equilibrio, luego ambos la llevan lejos de la pista.
Van por un pasillo desolado hasta adentrarse más y ver muchas puertas. Ochako no puede evitar el encogimiento de su estómago, sabe en lo que se está metiendo pero no puede ser controlada por sus emociones, debe ser dura y aguantar.
Uno de ellos la deja caer sobre un colchón, y les escucha conversar.
Esta debe estar bien por hoy.
—Llamaré para decirles. ¿Verificaste?
—Estaba sola, nadie se dará cuenta,
No se acercaban a ella, la dejaban ahí, y por lo que decían ella entendía que no era su objetivo violentarle ahí. Era como pensaba: trata.
Esto sólo será un trabajo muy pesado, pensó con mucha desesperación. Quizá debí hacerle caso a mi novio y casarme con él en lugar de seguir activa.
Ex novio, se corrigió a sí misma. Sobre todo se reprendió, no era momento de pensar en ese idiota, pero no podía evitarlo. Incluso sabiendo que había refuerzos afuera del local e incluso un par de infiltrados dentro, Ochako sentía en su interior un miedo que no podía eliminar, y era en momentos así, de peligro e inseguridad, que a su mente venía ese que no podía olvidar.
Si no fuera un agente tan entrenado pudo haber respingado ante la interrupción y luego pelea que se desencadenó sin previo aviso.
Maldición.
Todo el plan se iba a bajo, gracias al buen samaritano. Luego, la puerta fue abierta de nuevo, alguien llegaba y el hombre que fue a "salvarle" no estaba enterado. Todo se había complicado, era inaudito. Esperó unos instantes donde el nuevo intruso no se diera cuenta, ella estiró la mano y tomó el arma de aquel que estaba inconsciente junto a la puerta, la sujetó con fuerza en su mano y giró su rostro un poco, aún tirada en el piso. Vio como el intruso sacaba un arma y apuntaba al rubio que intentó salvarla.
Espera, espera... no podía disparar ahí, todo se vendría abajo. Sus ojos pasaron del delincuente al rubio rescatista y todo se fue a al diablo. En cuanto el arma de aquel cargó, que Ochako no fue dueña de sus acciones, su cuerpo controlado por sus emociones, el terror le invadió y presionó del gatillo, derribando a aquel que apuntaba su arma al rubio.
El impacto en el hombro sacudió más de un pensamiento en ella. Incrédula de lo que había hecho, de lo que estaba sucediendo, se levantó de inmediato, sus piernas medio tullidas pero eso no importó. No podía creer lo que estaba viendo.
El enojo, la frustración y sobre todo la preocupación le llenaron, habló sin quererlo.
—¡Eres un idiota! ¡Mira lo que me hiciste hacer!
Él le voltea a ver, y sabe -con la misma certeza que ella tuvo- que reconocimiento golpeó en él como esa misma bala casi lo hace.
De todos los lugares, de todas las personas... ¿Por qué tú? ¿Por qué aquí?
—¡¿Uraraka?!
Poco a poco todo iba cayendo en él. Se levantó de inmediato, su mirada incrédula le miraban a ella de arriba a abajo, luego alrededor, y por último a las personas tiradas, y al posible muerto.
Ella vio como la ira le iba rodeando, dio pasos hacia ella pero se detuvo a medio metro. Incluso así no podía acercarse por completo, entendía esa barrera entre ellos.
—Cuánto tiempo, ¿eh?
Le dio una sonrisa irónica, la situación no era para nada de risa.
—¡¿Qué demonios...?! Tú…
—Oh, Katsuki, corta el rollo, ¿sí? Has arruinado el plan de infiltración. Vayámonos de aquí.
Ella sujeto la muñeca de él, y este de inmediato dio un tiro a su mano, deshaciendo el agarre. Por unos segundos tensos se vieron a los ojos, tantas cosas no resultas entre ellos amenazaban con brotar. Ella suspiró cansada.
—Escucha, tenemos que irnos de aquí de inmediato.
Ella no hizo por sujetar su mano, pero le indicó con la cabeza la puerta.
Salieron de la habitación y se encaminaron deprisa por otro pasillo, mientras ella le explicó el porqué estaba ahí. Habían desapariciones constantes por esa zona de jóvenes, habían planeado una redada pero necesitaban pruebas para hacerlo. Ochako había sido asignada para adentrarse al lugar como carnada, estar desde adentro para luego detener y desmantelar ese lugar. Todo iba bien hasta que apareció él.
—¡¿Cómo demonios iba a saber?! —siseó— sabes que esto no es trabajo de mi unidad.
Ambos pegaban sus cuerpos a la pared, tratando de ser lo más sigilosos, no conocían el lugar y necesitan salir antes de que les vieran.
—Eso se lo explicaras a mi superior.
No importaba como lo explicara, sabía que obtendría más que una mirada de desaprobación de jefe de unidad cuando se enterase que su ex novio había sido el que irrumpiera provocara todo ese caos.
De pronto la mano de él tapó la boca de ella, y la primera reacción de Ochako fue quejarse, pero el rostro -muy cercano al de ella- le detuvo. Él hacia un gesto de silencio, sujeto de su muñeca y la condujo con más urgencia hacia adelante. A lo lejos ella pudo distinguir el sonido de pasos acercarse. Miró con urgencia alrededor, no reconocía el lugar pero con cada paso hacia adelante que la música comenzaba a retumbar más: debían de estar cerca del club de nuevo. Bakugo jaló la puerta de salida, sólo para encontrarse con un guardia igual de sorprendido. Ochako sonrió fingiendo pena, lista para usar el típico "nos perdimos", pero su sonrisa quedó congelada cuando Bakugo lo que hizo fue golpear el rostro de ese guardia.
—Eres un bruto —ella se quejó cuando, después de otros golpes, dejaron atrás al inconsciente guardia—. ¿No conoces el significado de sutil?
Bakugo le miró de reojo, molesto. —Como si no lo supieras.
Este hombre le desesperaba. Si dejaba que siguiera haciendo lo que se le antojaba... bien, iban a tener mucho con que lidiar. Ella miró por todo el lugar, aún abarrotado de personas en la pista, todo era igual que cuando se marchó. Encontró tras la barra a su compañero, pero no debía acercarse ahí. Quizá su misión había fallado, pero seguro enviarían a alguien más, no debía arriesgar la posición de su otro compañero.
—Debemos salir de aquí.
Jaló la camisa de Bakugo, si urgencia era notoria. A su izquierda pudo ver como otros guardias parecían dirigirse a ellos.
—Andando.
—Espera —el pánico le llenó, Bakugo de verdad estaba siendo un idiota, no estaba teniendo tacto al salir de esa situación—. ¡Qué esperes!
—¡¿Qué?!
Estaban en medio de la pista, ella miró hacia atrás y vio a más de un sujeto salir de la misma puerta que ellos hace unos momentos, miró también hacia las salidas, pero encontró otros más ahí.
—Tenemos que abandonar el lugar sin levantar sospecha. Rápido, quítate la chaqueta.
—¡¿Qué?!
—¡Hazlo!
Ella misma arrancó los tirantes de su vestido y subió un poco más del mismo hacia su cintura, dejando más piel a la vista. Soltó su cabello y comenzó a desordenarlo. —Agáchate.
—¡¿Uh?!
Cansada de ese idiota, sujetó de su camisa y lo obligó a inclinarse hacia ella. Desarreglo su camisa, su cabello y por último, pasó su mano por su propia boca, embarrando su labial en su boca, y luego acercó su mano llena de lápiz labial y la pasó por la boca de él. Ignorando lo sorprendido en su cara, Bakugo podría fingir que tuvo una escapada física con ella.
—Me pondré esto.
Dijo al momento que pasaba sus brazos dentro de la chaqueta de él, intentó ignorar la calidez y el olor conocido de la prenda. Luego, le miró directo a los ojos, intentó lucir sería, y dijo con voz agitada.
—Tenemos que aparentar. Rodéame con tus brazos.
No era momento de dudar, mucho menos de sentirse incómodos y extrañados, en ese momento ella estaba de misión, y si bien él no, fue culpa suya que todo se fuera abajo. La prioridad era como dijo, salir inadvertidos.
Era eso, es eso, Ochako recitaba en su cabeza, queriendo centrarse en su trabajo y no el peso de su cuerpo en ella, no en la conocida sensación que llenaba su ser ante la cercanía de este hombre.
Llegaron a la salida, donde todo se sentía más pesado. Sentía como si todos les observaran y nadie les creyera, Ochako pensaba en su situación y lo que podía hacer, y una idea desesperada venía a su mente.
Debe de haber otra manera, debe de...
—Oi, Uraraka.
No es su nombre recitado por la voz tan familiar lo que le dejó atónita, miró al hombre que le tenía sujeta, y solo fue capaz de procesar la cercanía que se iba eliminando entre sus rostros. Sintió el aire escapar de su sistema cuando Bakugo inició el beso. Todo sucedió tan de prisa y tan de repente, que lo único que entendió era que su cuerpo estaba reaccionado al acto físico. Eran sus manos sujetando los hombros de Bakugo, era su fuerza la que insistía en atraerlo más a ella, su boca la que se movía con urgencia sobre la de él, el inconfundible calor que comenzó a cubrir su cuerpo y la urgencia que danzaba al compás de la música, de su cuerpo amoldándose al de él y su deseo de fundirse con él.
No quería separase, había extrañado por tanto tiempo ese tacto, su sabor y su calor... pero así como inició llegó a su fin. Bakugo mismo separó su rostro del de ella, igual con el aliento entrecortado, su pecho subía y baja, su rostro acalorado y sus ojos brillando con esa chispa de deseo que había encendido en ella.
—Será mejor que continuemos esto en otro lugar.
Desorientada, sólo atinó a asentir, pasando sus ojos hacia aquellos que les veían, entre ellos la seguridad de la puerta. Bakugo pasó su brazo sobre el hombro de ella, y la mujer procuró mirar a sus pies, siguiendo al hombre fuera del lugar. No fue hasta caminar un par de cuadras lejos que ambos se separaron.
Se mantuvieron en silencio, pero el pesado y tenso ambiente entre ellos era intolerable. Bakugo acomodó sus ropas y limpió el labial de su boca mientras ella rebuscaba en su bolso su celular y comenzaba marcar a sus superiores.
Uraraka trató de no verle, pero sentía la mirada de él sobre su cara.
—Mira que no salió para nada esperaba.
Su intento por aligerar el ambiente no funcionó, se atrevió a mirar su rostro, Bakugo se veía contrariado. Ella también lo estaba, y luego ese beso... bueno, es cierto que donde hubo fuego...
— Puedes irte ya, esperaré a que vengan a recogerme —aunque se lo dijo, él le miraba intensamente. Ella se removió un poco, luego recordó que tenía su chaqueta puesta—. Lo siento, déjame-
—No lo hagas. No te la quites, hace frío, y prácticamente estás desnuda.
Ella iba a decir gracias, por el gesto, junto con un par de comentarios groseros por lo último que dijo, cuando Bakugo señaló hacia adelante.
—Ahí está mi auto, yo te llevo.
—No es necesario.
No, lo último que ella necesitaba era estar dentro del auto con él, a solas.
Bakugo resopló con hastío.
—Escucha, Uraraka, no estás en condición de esperar a que vengan, y en cualquier momento uno de ellos saldrá a buscarnos. Así que deja de perder el tiempo y sígueme.
—Eres un idiota.
Le trataba como a una inútil y débil chica.
—Cierra la boca… —hizo una pausa, luego lentamente dijo—: Simplemente no quiero que te pase nada.
Bakugo no le daba la cara, pero había en su voz un tono bajo, ella pensó que era verdadera preocupación, y algo más, algo más profundo y urgente.
Él comenzó a caminar y ella le siguió, fue hasta que llegaron a su auto que ella sujetó de su mano, impulsada por sus sentimientos, había algo que quería decir. Muchas cosas, en realidad, pero ahora no era el momento. En esa noche, se conformaría con decirle lo siguiente.
Bakugo le miró sorprendió, esperando a que le aclarara la situación. Ochako mordió su labio, luego le miró directamente a los ojos, y trató de no dejar ver más de lo que debía. No estaba segura de poder lidiar con sus sentimientos y consecuencias, aun. Así que sólo se limitó a decir en voz baja,
—Gracias, Katsuki. Por tratar de salvarme.
A pesar de que él no sabía en un inicio que se trataba de ella, Ochako siempre admiró su moral y su valor hacia la justicia. Sabía muy bien que sí hubiera sabido desde el principio que era ella, habría sido más cuidadoso, pero seguro más preocupado.
Los segundos se sintieron eternos, hacía tanto tiempo que no se habían visto, mucho menos estado así de cerca, y con lo que acababa de ocurrir, que era como si tuvieran los sentimientos a flor de piel.
Una sonrisa cansada por parte de él,
—Soy yo quien debe darte las gracias. Me salvaste, Ochako.
Y fue hace tanto tiempo que ella no había escuchado su nombre en voz de él, y ni así le fue difícil reconocer la sinceridad de él, y sobre todo la intensidad de sus palabras, del peso de su mirada que a ella le provocaba una sensación de debilidad en las piernas y un repiqueteo en el pecho.
De pronto todo fue borrado, su relación turbulenta, sus prejuicios y pasado tormentoso, todo era irrelevante menos la estática entre ellos en ese momento –como siempre lo fue-. Como guiados por los deseos de su cuerpos, se acercaron una vez más, pero más lento, casi temerosos. Ella se levantó sobre sus puntas mientras que él se inclinaba un poco. Ochako pasó sus brazos sobre el cuello de él y Bakugo sujetó su cintura, atrayéndole más. Podía sentir su aliento sobre su rostro, podía sentir el calor recorrerle y no pensó más que en entregarse a él.
Era lo que más quería en ese momento.
