18

Waterloo Road

IMAX

El IMAX de Londres, concretamente el que había en la calle Waterloo, era un anfiteatro circular espectacular. Estaba ubicado en una rotonda en la que confluían la calle York, Waterloo, Tenison y ST Stamford.

Lo rodeaba un jardín ascendente y se había construido a un nivel superior que las carreteras y las autopistas que lo rodeaban. No obstante, debido a la magnificencia del evento, habían vallado la rotonda, y en su interior habían colocado las carpas en las que se iba a celebrar la fiesta de MARVEL. Los londinenses iban a acabar de Iron Man y Thor hasta las mismísimas narices.

El IMAX estaba cubierto por unos paneles reflectantes que emitían imágenes. En ellos se veía el cartel de la película y el patrocinio de MARVEL en la fiesta temática.

Shisui se sentía como una auténtica mierda. Esa era la realidad.

Hablarle de ese modo a su pareja había estado muy mal; él nunca debió decirle esas cosas pero, a lo mejor, su ataque, su ofensiva, daba resultado esa misma noche, y él al final, podría tener su sello en su piel. Uno como el de Deidara, Itachi, Dan... Los envidiaba en secreto. Se sentía feliz por ellos. Pero también él codiciaba aquella marca que lo proclamaba como un ser realmente amado y no solo deseado.

Dos mil años sin sentir nada era demasiado tiempo. Y, ahora, después de probar a Tems, ya no se conformaba con el cariño y el deseo. Todas las mujeres lo deseaban, pero él quería más. Quería lo otro también. El plato grande. El amor.

Y Tema no podría amarlo hasta que se diera cuenta de cuánto amaba él todo de ella. Incluso esa parte oscura y dominante que no quería sacar a relucir. Ah, pero lo haría. Lo haría porque él había dado en la llaga. Y la científica tenía un amor propio de cojones. Esa noche, o lo enviaba a la mierda, definitivamente, o decía alto y claro ¡aquí estoy yo, cigoto! De momento, no dejaba que entrara en su cabeza, la muy arpía. Sabía protegerse muy bien.

Sonrió ante aquel pensamiento.

La joven creía que las miles de mujeres que se había llevado a la cama significaban algo para él. Pues no. ¿Era un cabrón? Seguramente sí. Pero cada una de las mujeres a las que había satisfecho, era una búsqueda desesperada por encontrar a Tema.

Hasta que ella lo encontró a él.

Las luces de los helicópteros, que surcaban el cielo y alumbraban la rotonda y la multitud disfrazada que salía del cine. Lo enfocaron levemente. Estaba apoyado en una farola, esperando el momento en el que esa figura de iridio y osmio hiciera presencia.

—Se va a liar una bien gorda, colmillos.

Shisui miró por encima del hombro y saludó con un gesto de la cabeza a Kakashi, que en esos momentos era Capitán América.

—Soy Thor para ti, chucho —contestó cruzándose de brazos y agarrando la imitación de Mjölnir con fuerza.

Kakashi observó su atuendo e hizo una mueca con los labios al mirarle la cabeza. Llevaba un casco plateado con dos alas doradas en las sienes que se alzaban hacia arriba.

—Supongo que al ser hijo de Odín hay que tenerte un respeto. La pena es que parezcas un hortera con esas mallas azules y las botas doradas. ¿Y esa capa roja? ¿Se la has quitado a Superman?

—Y me lo dice un tío que tiene unas alas de mariposa en la cabeza. Las mías son más grandes —sonrió vanidoso—. Igual que mi polla.

—A ti te desterraron por creído gilipollas, ¿me equivoco?

—Y a ti te congelaron, ¿verdad? Oye, ¿y todavía eres virgen?

Kakashi sonrió y estudió su escudo con la estrella blanca en el medio.

—¿Sabes lo que saldría si Thor deja embarazada a una Thortillera? Tendríais una Superthortilla. No dejes nunca embarazada a Tema.

El chiste hizo gracia a Shisui; pero lo miró de refilón, perdonándole la vida.

—Tema no es tortillera, te lo aseguro.

—Lo sé. Apestáis a sexo heterosexual los dos —confesó sin ningún ápice de vergüenza—. La científica tiene las hormonas tan disparadas que está a punto de hacer que un montón de hombres se colapsen a su alrededor.

Shisui se giró y lo encaró. No le gustaba que otros husmearan a Tema. Ella era suya, no tenía por qué olerla el berserker de los ojos amarillos.

—Chucho, vete a cazar comunistas y déjame tranquilo. ¿Qué coño haces aquí? Tú debes de estar en el otro lado, joder.

—Tema me gusta —añadió resuelto, ignorando si ofendía o no con sus comentarios—. ¿La has visto con el traje? —le preguntó picajoso.

No. Shisui todavía no la había visto. Las chicas estaban en otra zona, vigilando a la avalancha que salía del cine. Aquella fiesta tenía la pinta de ser una discoteca improvisada, con podios y zonas vips. Puede que en un momento dado necesitaran la distracción que los bailoteos de Tenten o el descaro de Karin podían provocar al personal. La joven Cazadora y la híbrida estaban preparadas para cualquier cosa.

Pero no. No había visto a Tema, ya que, para no levantar sospechas, habían llegado al IMAX los unos separados de los otros.

Ahora solo quería cubrirla con una sábana y llevársela de las miradas de los demás. Pero no podía. Ella quería estar ahí e intentar ayudar. Y él tenía que dividir su atención entre controlar al personal, que iba todo disfrazado sin excepción, y cuidar de su cabreada y despechada cáraid.

—La científica no se toca —le amenazó con el martillo—. Te lo advierto, Kakashi.

Kakashi sonrió y sus ojos amarillos cambiaron a negros.

—Ella ha cambiado. Y tú también —confesó el berserker—. Antes, estar a tu alrededor era como estar con un espectro. Podías fingir con los demás, podías mentir y afirmar que todo iba bien... El cachondo de Shisui —espetó, pasando la mano por su escudo—. Pero nada iba bien. No sentías ni una puta cosa. Eras como un fantasma.

El vanirio levantó la barbilla, se recolocó el casco alado y cuadró los hombros.

—¿Y tú cómo sabes eso?

—Soy un ser empático —se encogió de hombros; y al hacerlo el hombro herido lo fustigó. Colocó su mano sobre la herida—. En cambio, ahora eres todo emoción. Como un volcán visceral y emocional que no sabe cuándo ni cómo explotar. Ella te ha devuelto el corazón y la sensibilidad en los huevos.

Shisui rechinó los dientes. Joder con el chucho. Tenía toda su atención ahora.

—Y tienes a la cachorra completamente acojonada —añadió mirando a través de la multitud—. Tema tampoco sentía, tampoco disfrutaba de lo que la rodeaba. Tenía miedo de todo. Pero ahora solo te teme a ti.

Eso él ya lo sabía. Su listilla no sabía lidiar con el despertar de sus sentidos y con reconocer que él le gustaba tanto que estaba a punto de entregarle su corazón.

—No la presiones más —ordenó Kakashi.

—Tengo que hacerlo —zanjó él secamente—. Mira dónde estamos. Seguramente esta noche peleemos, nos pondremos en peligro y nadie sabe lo que nos va a suceder. ¿Seguiremos vivos? ¿No lo haremos?

—Las nornas sabrán lo que dice su tapiz.

—Las nornas pueden seguir hilando tanto como quieran. Yo decido mi propio destino. No ellas. Tengo prisa. No me quiero perder...

—Tienes miedo de que uno de los dos muera sin haberos dicho lo que de verdad sentís el uno por el otro. Estás necesitado de cariño, deseando que te acepten, que ella lo haga. Estás tan pillado... —apuntilló afinando la voz—. Mi personaje pasó cincuenta años congelado. Pero... Dos mil años muerto es demasiado tiempo.

Shisui abrió la boca y luego la cerró de golpe. Kakashi soltó una carcajada.

—¡Vaya putada, tío! ¡Si en el fondo eres un romántico!

Shisui apretó los puños y tuvo ganas de arrancarle la cabeza rapada de pelo platino de un martillazo. El berserker se reía de su aflicción.

—¿La A blanca que llevas en la frente es de «anormal»? —le preguntó provocador.

Kakashi le dedicó una perfecta sonrisa de dientes rectos y brillantes, disfrutando de su malestar.

—Te deseo suerte —le hizo un saludo militar con dos dedos—. Ojalá solucionéis vuestro problema, porque es muy incómodo estar a vuestro alrededor, tío —se hizo sitio para caminar entre la gente y dirigirse hacia su posición, pero el druida lo detuvo amarrándolo del antebrazo.

—¿Por qué no cicatriza tu herida? —preguntó con retintín.

—¿Qué herida? —sus ojos se volvieron amarillos.

—La de tu hombro. Veo una especie de fuga en tu campo etérico y sale de tu hombro. ¿Por qué? Los berserkers os regeneráis como nosotros.

Kakashi retiró el brazo de un tirón.

—No lo sé.

—Yo podría ayudarte —se ofreció humildemente—. Ya sabes, no te voy a pagar por esta consulta amorosa, pero podría restablecer esa herida.

—¿Con tus nuevas dotes de peluquero? —preguntó sin inquina.

—Con mis dones de druida, perro. Si quieres, claro.

Kakashi movió el hombro herido. No era una herida aparatosa pero sí incómoda.

—Es una herida sin importancia. Ya cicatrizará. Aun así, gracias... DocThor —sonrió alejándose de él y mezclándose entre el gentío—. ¡Ah, por cierto! —le gritó mientras se camuflaba con la gente—. Tema se va a dar cuenta de que la estáis utilizando como cebo. No es precisamente tonta, ¿sabes? Atará cabos y se dará cuenta de que está aquí para ver si Hidan se muestra y va a por ella.

Claro que lo sabía. Y contaba con que se diera cuenta y estallara. Shisui entrecerró los ojos. ¿Quién le había hecho esa herida y por qué no quería sanarla? Al parecer, todos tenían secretos vergonzosos. Él estaba desesperado por obtener la rendición de Tema. Kakashi, en cambio, quería seguir manteniendo una herida abierta en vez de cerrarla.

El secreto mejor guardado era el nunca revelado.

Tema se tocaba el antifaz negro que llevaba amoldado a la parte superior de las cejas y a los pómulos. Estiró con elegancia la punta de sus guantes de cuero negro que le llegaban cinco dedos por encima del codo. Su body negro de cuello alto y sin mangas, con un rayo amarillo en el centro del pecho, se pegaba a su cuerpo como una segunda piel. Al menos, podía llevar aquel extraño pareo rojo que le cubría las nalgas y no la exponía tanto como ella se imaginaba. Llevaba el pelo rubio suelto, y unas increíbles botas negras con tacón que le llegaban hasta medio muslo.

Konan Kamiruzu, que era Wonderwoman, se colocó a su lado y la miró de arriba abajo.

—Te queda muy bien el traje, novata.

Tema puso los ojos en blanco. Todo el mundo la llamaba novata. Mataría a Daimhin.

Konan estaba espectacular. Era una belleza exótica y deslumbrante. Esa mujer estaba embarazada, admitía hablar con su feto, y se hallaba ahí dispuesta a luchar.

—¿Por qué no te quedas en el RAGNARÖK? —preguntó Tema, visiblemente preocupada.

Konan parpadeó confusa al detectar el desasosiego de Ms Marvel.

—¿Estás angustiada? ¿Por mí? —Konan no salía de su asombro.

—Tienes a un niño en tus entrañas. No entiendo qué haces aquí.

—Itachi, Tsunade, Dan y yo nos encargaremos de inducir mentalmente a los humanos que hay aquí, en caso de que la intervención sea necesaria. Los controlaremos.

—Pero... Pero te pondrás en peligro.

El rostro de Konan se suavizó. Tema era una vaniria, tenía colmillos y era la pareja de su cuñado. Se estaba esforzando por encajar; y admiraba su determinación y que no se escondiera.

—Tu hijo... Aodhan es importante para el clan y para el Ragnarök, ¿verdad? —Karin le había hablado de ello.

—Sí. Así es.

—Entonces, ¿por qué te expones?

—Porque me he pasado toda la vida recluida. Me han sobreprotegido y me he hartado. Y soy una guerrera, está en mi naturaleza —puso sus dos manos sobre su vientre plano—. Aodhan lo sabe; y él me dice que tengo que estar aquí. Me protege —sus ojos cafe eléctricos se tiñeron de calidez y amor incondicional—. Y Itachi no permitiría jamás que me sucediera nada.

—Eso espero. Me... Me pone nerviosa pensar que hay una guerrera embarazada entre nosotros.

—Tranquila. No me va a pasar nada —Konan carraspeó y tragó saliva—. Tú procura no exponerte demasiado. Abre bien los ojos y busca a Hidan entre la multitud. Ya sabes lo que nos toca hacer a los demás. No te metas en peleas, y observa. Nos avisas de cualquier movimiento. Traerán a Iron Man en un helicóptero. Nosotros manipularemos a los presentes y les haremos creer que la entrega de la estatua está sucediendo con normalidad.

—Sí, señora. Ya sé lo que tengo que hacer.

Konan sonrió. Tema odiaba las órdenes porque estaba acostumbrada a darlas.

—Yo me quedo con ella —Daimhin apareció tras ellas como una adorable Supergirl.

Tema sonrió al verla. Casi les igualaba en altura. Tema y Konan eran igual de altas; a Daimhin le faltaba dos dedos para alcanzarlas. Delgada, de suaves formas, atlética y con unas espléndidas abdominales; su top de manga larga azul y con el escudo rojo y amarillo con la S grabada en el medio; la falda era roja y extracorta, con el cinturón dorado; llevaba una botas rojas hasta las rodillas y tenía su recién recuperado pelo rubio sujeto con una pequeña diadema roja brillante. La capa ondeaba a su alrededor, como una auténtica heroína. Daimhin iba de intrusa, porque era un personaje de DC Cómics y no de Marvel. Pero eso ya daba igual.

—Supergirl y Ms Marvel —comentó Tenten, disfrazada de Viuda Negra, buscando a Obito con sus ojos castaños.

—Sabéis que yo soy vuestra líder, ¿verdad? —Tema habló con petulancia.

—En tus sueños húmedos, guapa —contestó Tenten echándose a reír—. Seguro que nunca has visto a tanta mujer bonita por metro cuadrado y tus rayos X se lo están pasando pipa.

Tema arqueó una ceja rubia y le echó una vistazo a través del antifaz.

—Lo que mis rayos X están detectando es demasiada silicona —confesó viendo a todas las modelos contratadas por la productora para hacer las delicias del personal—. Y Scarlett Johanson tiene mucho más pecho que tú, Tenten.

—Cierra la boca, Cyborg.

El ego y el orgullo de la científica se puso a dar palmas, y miró a Daimhin con simpatía.

—Vaya, vaya... Daimhin. ¿Me vas a hacer compañía?

—Alguien tiene que cubrirte las espaldas, novata —Daimhin se encogió de hombros y oteó a la multitud: todos hombres que las rodeaban embobados.

—¿Y tu katana? —preguntó Konan.

—Oculta tras mi capa —contestó la joven.

Karin, en el papel de Electra, alejaba a todos los hombres con una mirada desafiante de sus ojos carmín. Las chicas llamaban la atención masculina, y era inevitable.

—El helicóptero llega en dos minutos —informó apretando el comunicador de su oído—. Lo custodian cuatro helicópteros más de seguridad. Dejarán la figura en la plataforma central. Ojos avizor, chicas. Y a vuestras posiciones.

Itachi, que iba disfrazado de Spiderman, saludó a todas, se colocó tras Wonderwoman y le susurró al oído:

—Dan y Tsunade ya están listos. Arriba, pantera —entrelazó sus dedos con ella y se fueron a una esquina, retirada de los demás, para dar un salto y alzarse por las nubes.

Un impresionante Batman, ahuyentó a los machos disfrazados de Greenlanterns, Spiderman fofos, Supermans con entradas y Lobeznos sobrehormonados. Cubrió a Tenten, protegiéndola de los ojos de los demás y le dijo:

—El puto piercing me está matando, nena. La máscara me va pequeña.

Tenten sonrió a su Obito y le acarició la mandíbula.

—Lobito, estás impresionante de murciélago.

Obito tiró de ella y se la llevó de allí, rezongando y gruñendo divertido. Tenían que rodear la zona y cubrir todas las entradas y salidas. Se oían las hélices del helicóptero aproximarse al IMAX. Tema miró alrededor, nerviosa, esperando ver a Shisui. Le habían dicho que iba de Thor, pero ella no lo había visto todavía.

Después de su discusión en las nubes, se había ido tan afectada y mal que no quiso verlo en lo que quedaba de tarde. Cerró su mente a su intrusión mental y la alejó de ella.

En realidad, el vanirio la había destrozado con sus palabras. Ella fingía estar bien y tenerlo todo bajo control, pero su estado anímico distaba de ser el idóneo.

Shisui la había herido como nunca nadie lo había hecho. Le había dado donde más le dolía. Sabía que era una persona fría, que le costaba expresar sus sentimientos, que no sabía cómo hacerlo, y se había metido precisamente con eso. Pero la imposibilidad de hablar de sus emociones, no quería decir que no sintiera nada. Sentía. Sentía más de lo que podía, y por eso sus acusaciones la habían rajado como cuchillos.

Pero tenían un plan que seguir: Karin había dado las órdenes a las guerreras. Y Deidara a los guerreros; y todos tenían órdenes precisas. Ella intentaría localizar a los enemigos entre la multitud, pero allí había miles de personas, y todos disfrazados a raja tabla.

No era fácil. Se concentró, dispuesta a alejar la desolación del rechazo del druida, y decidida a ayudar a su clan.

—Novata —Carrick apareció al lado de su hermana. Era Cíclope. Vestía de azul y amarillo, con un mono ajustado que marcaba su cuerpo fibrado. Las gafas futuristas y amarillas con el cristal rectangular negro le daban un aspecto desafiante y muy serio—. No te alejes de nosotros.

No lo iba a hacer. Sabía luchar, pero no controlaba su cuerpo tanto como lo hacían ellos. Todavía no. Por eso los dos hermanos serían sus guardaespaldas. Y, al parecer, Tsunade estaba de acuerdo con ello, ya que permitía que sus dos hijos recuperados estuvieran junto a ella, defendiéndola y apoyándola.

De repente, se escuchó un fuerte clamor. Los paneles que cubrían el IMAX se apagaron. La mutlitud rugió, todos inmersos en sus papeles de superhéroes.

En ese momento nada les preocupaba. Ni los conflictos en su planeta, ni la crisis, ni siquiera que muchos de ellos no pudieran llegar a final de mes. Nada tenía importancia cuando vivían sus sueños y estaban inmersos en la realidad que les gustaría experimentar.

Tema los miró con lástima y también con comprensión. Todos tenían derecho a vivir sus sueños, ¿por qué no? Y nadie debía decirles cómo hacerlo. Así que los admiró por disfrazarse, por reírse de la sociedad que no los comprendía, por ponerse el mundo por montera y soltar unas cuantas carcajadas. Pero todos querían ser superhéroes, y sin embargo, no eran lo suficientemente valientes como para encarar a los villanos. Por eso su mundo iba tan mal.

Un foco central alumbró la plataforma metálica en la que iría la famosa estatua del escultor Christian Bolsö.

Un regalo a Londres.

El regalo le iba a salir muy caro.

La música atronadora emergió de los potentes altavoces. Where have you been.

Daimhin y Carrick se miraron el uno al otro, como dos asesinos a sueldo que no iban a permitir que nadie se acercara a la científica.

I ́ve been everywhere,

Looking for someone

Someone who can please me

Love me all night long

—Mira bien, Ms. Marvel —susurró Daimhin—. Hidan tiene que estar por aquí. Si te ve, vendrá a ti.

Tema recibió esas palabras como un jarro de agua helada. ¿Por qué no se había dado cuenta? No creían que fuera a luchar; tampoco tenía grandes dones como para presentar batalla y ayudarles. En teoría solo estaba ahí para detectar a Hidan o a cualquiera de la organización en la que había trabajado.

Pero la verdad era que la usaban como señuelo.

Miró a su alrededor. Los berserkers y los vanirios que estaban ahí miraban hacia donde ella estaba, no cuidándola, sino controlando quién se acercaba a ella.

Shisui también lo sabía.

La ira la barrió por dentro y provocó que temblara.

La multitud empezó a dar palmas al ritmo de la música mientras el helicóptero con el Iron Man de iridio hacía acto de presencia. Sostenía la estatua con unos cables negros, y esta estaba cubierta por un manto negro y plateado.

Para cuando el helicóptero, rodeado por los de seguridad, se posicionó sobre la plataforma, la gente ya estaba completamente loca, haciendo todo tipo de gestos con las manos, vitoreando a su ídolo de metal.

Por Dios, el ser humano estaba loco.

Tema vigilaba a todos. Pero en caso de que Hidan y los demás estuvieran ahí, ¿cómo iba a reconocerlos? ¿Su olor? Si llevaba desodorizante iba a oler una mierda. ¿Por su aspecto? Si tenía una máscara, ya la habían cagado. Ella y todos.

A su parecer, allí podía haber cien vamprios; y ahora gracias a la terapia Stem Cells y a los disfraces no iban a detectar a ninguno. Le entró la ansiedad y se puso nerviosa. Miró a todos y cada una de las personas que la rodeaban. Sintió miedo, ellos podrían ser cualquiera. Carrick se acercó a ella y, voluntariamente, cosa que nunca hacía, le puso una mano sobre el hombro. La tocó.

—Tranquila —le dijo—. Estamos contigo.

Ella asintió y se concentró de nuevo.

¿Por qué hacía eso? ¡Ellos la querían como carnaza para la bestia! La habían puesto ahí en medio para ver si venía Hummus, Hidan, Kisame o cualquiera de ellos en su busca.

El helicóptero se quedó suspendido sobre la plataforma durante unos segundos. Entonces, sucedió algo increíble. Dos de los cuatro helicópteros de seguridad se lanzaron contra los otros dos restantes, y colisionaron, explotando en el aire.

El helicóptero con la estatua esquivó las explosiones y salió a toda prisa, dirección a algún lugar que nadie conocía.

Tema abrió los ojos como platos y se llevó las manos a la boca.

El pánico se apoderó de los asistentes y empezaron a correr los unos contra los otros, chocándose y pasando por encima de los cuerpos que quedaban en el suelo.

—¡No pueden caer! Los helicópteros van a matar... ¡No pueden caer sobre la gente! —gritó mientras los señalaba estupefacta. Y en ese momento, una figura de un guerrero de capa roja, armadura metálica y casco plateado y un martillo en las manos, levitó entre las naves en llamas. Cerró los ojos, y un viento frío y poderoso en forma de tornado, se llevó los helicópteros y los alejó de la zona en la que había la gente.

Where have you been

All my life

All my life

Where have you been all my life

—¡No te preocupes por ellos! —gritó Daimhin—. Mis padres, la Elegida y el sanador están asegurándose de que nadie salga herido. ¡Los están guiando para que salgan de aquí!

Pero Tema no miraba a la gente. Tema solo tenía ojos para Shisui. Thor, el dios del Trueno, estaba trabajando para proteger a los humanos.

Shisui, el druida, quería que Hidan la encontrara. Su supuesto cáraid..., y algo en su interior, en cuanto lo vio, estalló en mil pedazos. Era tan hermoso. Y lo quería. Pero él a ella no. Sino, ¿por qué iba a exponerla como un trozo de carne con ojos?

Él abrió los ojos y su brillo oscuro y mágico se clavó en ella.

Tema tragó saliva y sus ojos se llenaron de lágrimas sin derramar.

Bum. Bum. Bum.

Su corazón enloqueció. Pero poco pudo hacer para seguir admirando su perfección. Shisui hizo como si no la viera y se lanzó a por el helicóptero que había huido. A él se le unió Daredevil, que no era otro que Deidara Kamiruzu.

Ambos iban a recuperar la estatua.

Ella quería seguirlo. Anhelaba ayudarlo. Demostrarle... ¿Qué pretendía demostrar? ¡Lo que quería era patearle su bonita cara por no explicarle las cosas! ¿Tanto habría costado decirle lo que querían de ella? «Tema, queremos que Hidan te vea. Y que se acerque a ti. Y entonces, ¡zas! Lo apresamos y todos contentos».

Dio un paso adelante, decidida a volar junto a él; pero un grupo formado por varios Hulk con colmillos se interpusio en su camino. Daimhin sacó su katana, y Carrick inclinó la cabeza hacia un lado.

Ahí estaban los vampiros.

Tema levantó la mirada. Había algo que no iba bien. Sentía la presencia negativa y oscura del mal a su alrededor. Y no era por los nosferatus.

Se trataba de algo putrefacto, algo mucho más negro que cualquiera de esos chupasangre.

Dio una vuelta sobre sí misma y se encontró con un humano; uno corrompido disfrazado de Iron Man que venía a por ella con un cuchillo en mano. El individuo intentó cortarle en la cara.

—¡Mierda! —Se agachó y esquivó el navajazo; pero cuando iba a responderle con una patada en el estómago, una flecha iridiscente se clavó en la frente del zombi.

Miró por encima de su hombro y halló a Tenten lanzando flechazos a todo el que se moviera. ¿Qué pasaba? ¿Los humanos también iban en contra de ellos? Parecían poseídos.

—¡Magia seirdr! —exclamó Tenten—. ¡Posesiones! ¡Todos contra todos, novata! ¡Abre bien los ojos!

Las flechas de Tenten tocaban el alma. El humano estaba paralizado en el suelo, echando espuma blanca por la boca.

Carrick y Daimhin se encargaban de los vampiros con una frialdad y una precisión apabullante. Eran impresionantes guerreros y, por lo que sabía, su instrucción empezó hacía poco, justo después de rescatarlos.

Ella se levantó lentamente del suelo. También podía luchar, no tenía por qué esconderse. Algo sabía. Se lanzó a por un vampiro; le dio un rodillazo en la cara y clavó sus dedos en su tráquea. Ellos lo hacían así, ¿no? Y ella sabía muchísimo de anatomía. Por eso tenía también la licenciatura en Medicina. Se la extirpó con fuerza, y este cayó al suelo desplomado. Conocía la teoría de todo, ¿por qué no podía ponerlo en práctica?

Se había salpicado con la sangre putrefacta del vampiro. Tenía las mejillas manchadas y el top moteado con gotas rojas.

La guerra se desató sin cuartel.

Y mientras ella y los demás peleaban, solo pensó en que eso no serviría de nada si Kisame, Hidan y Hummus conseguían el iridio y el osmio antes que Shisui y Deidara. El centro electromagnético estaba a pocas horas de activarse en toda su plenitud; y Newscientists no iba a perder el tiempo. Lo necesitaban ya si no querían perder la oportunidad de abrir un portal permanente. Heimdall no estaba en el Asgard, y si entraban allí.. ¿quién iba a detenerlos?

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Shisui y Deidara alcanzaron al helicóptero, que esta vez sobrevolaba la zona del Hyde Park. Deidara se sacó el antifaz de Daredevil y dejó su melena rubia al viento. Sus ojos azules divisaron el interior de la cabina de vuelo.

Los dos pilotos eran una pareja de vampiros. Habían asesinado a los pilotos militares y pretendían hacerse pasar por ellos. Estaba todo orquestado. Los helicópteros colisionados habían levantado la humareda en el ambiente y provocado la confusión y la histeria en los participantes del evento. Los nosferatus y los lobeznos actuaban mejor en medio del caos, y eso lo habían conseguido. Pero no contaban con que ellos estuvieran ahí.

—¡Shisui! Suelta la maldita estatua y llévatela de aquí —ordenó el líder del clan vanirio—. Yo me encargo de estos dos.

Los vampiros sonrieron y dispararon a Deidara con balas de luz diurna. Este las esquivó, dio un par de volteretas en el aire y aterrizó de cuclillas sobre el cristal de la cabina. Alzó el puño y atravesó el cristal, para agarrar del pescuezo al vampiro que pilotaba y sacarlo de la butaca de pilotaje.

El vanirio le enseñó los colmillos y gritó como un animal. Hundió el puño en su pecho y arrancó su corazón podrido y palpitante, lanzándolo tan lejos como pudo.

El nosferatu cayó en picado y, mientras lo hacía, su cuerpo se desintegró en el ambiente.

Shisui, por su parte, desataba las cuerdas metálicas pero, al hacerlo, sus manos se quemaron. Miró sus palmas y después estudió los cordeles que sostenían el Iron Man de iridio. Los habían rociado con ácido. Sostuvo la estatua por la base; pesaba unos quinientos quilos de iridio y osmio hibridado, pero estaba hueca por dentro.

Al horizonte, levitando en el cielo, un grupo de unos veinte vampiros vestidos de negro esperaban la recepción de la estatua. Pero al ver que el helicóptero daba tumbos y que un tío disfrazado de Thor la intentaba liberar, se dirigieron hacia ellos, dispuestos a atacar a Shisui.

Deidara entró por la puerta derecha de la cabina y dio una patada en la cara al copiloto. El vampiro lo atacó, olvidándose de los mandos de la aeronave. El keltoi le hizo una finta hacia a la izquierda, eludió la garra afilada del no muerto, y le asió la muñeca para partírsela con un movimiento seco. Después lo sujetó de la nuca, sacó su puñal distintivo keltoi y se lo clavó en el corazón.

Entró en la cabina y tomó el control de los mandos.

Los vampiros se les echaron encima.

—¡Vuelan más rápido que nosotros! —gritó Deidara—. ¡Haz algo, maldita sea! ¡No pueden hacerse con el iridio!

Shisui pensó cuál era la mejor opción. Veinte vampiros contra dos vanirios sería una lucha digna de ver; pero no estaban en igualdad de condiciones, ni mucho menos. Podían llevarse el metal.

Shisui cerró los ojos y musitó poniendo la mano sobre los pies de Iron Man:

—Ni nosotros, ni vosotros, cabrones. Blàths an teine. La calidez del fuego. Deshace lo sólido y lo convierte en líquido —murmuró concentrándose en sus dones. El poder de decretar, la cualidad de actuar sobre la materia. Manipulación cuántica.

Al decretar su orden, la estatua del superhéroe empezó a deshacerse, convirtiéndose en líquido y escurriéndose como un helado a través del cielo. Parecía que llovieran gotas de acero negro.

Los vampiros le atacaron y le mordieron, pero él no podía dejar de mantener el contacto con el iridio si quería que siguiera deshaciéndose. Aguantando el dolor de las acometidas, dejó que ese poder suyo, que hasta ahora no había puesto en marcha, saliera a la superficie. Su piel se calentó, su cuerpo empezó a arder y sus ojos se aclararon. Sí, la sangre de Tema le había regalado una fuente de energía interna que no sabía para qué servía. Pero la iba a utilizar.

Ceò tiugh! ¡Fina ceniza! —gritó—. ¡Sois ceniza!

Los vampiros se apartaron de él, pues destilaba una energía que los estaba arrasando, les chupaba la vitalidad y hacía que sus rostros se volvieran cerúleos. Algunos intentaron huir, pero no pudieron; el magnetismo de Shisui los atraía.

Deidara miró anonadado lo que estaba sucediendo. Los cuerpos de los vampiros se deshacían por arte de magia, conviertiéndose en polvo, en ceniza y desapareciendo en el cielo. El keltoi buscó con sus ojos a Shisui. Su amigo druida seguía en contacto con la figura, deshaciéndola, intentando que no quedara nada de ella para que no tuvieran tiempo de abrir ningún portal.

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Tema golpeaba igual de fuerte que Daimhin y Carrick. Pero no había ni rastro de Hidan ni de su querido padre adoptivo por ningún lado. Tenían que dar con ellos, ¿acaso esa no era su función?

Se impulsó sobre los talones y dio un espectáculo a los asistentes: vampiros, lobeznos, humanos poseídos y humanos histéricos. Un espectáculo digno de una película de Los Vengadores. Querían ficción y efectos especiales; pues ella les iba a dar una buena dosis. Se elevó por encima de todos y dirigió su mirada desafiante hacia todos lados.

—¡Tema! —gritó Supergirl elevándose y colocándose a su lado.

—Ve abajo, Daimhin —le ordenó secamente—. ¡Ayuda a tu hermano! Hidan tiene que verme y con tanto barullo es imposible que se fije en mí.

—Pero, Tema...

—¿No se trata de eso? —espetó furiosa—. ¡Soy un maldito señuelo, niña! ¡Ve abajo y deja que haga mi trabajo!

Daimhin frunció el ceño y negó con la cabeza.

—¡No puedo!

—¡Daimhin! —le gritó—. ¡Haz ahora mismo lo que te digo o te juro que nunca más volveré a hablarte! La orden fue tan clara y precisa que la chica apretó los labios, asintió con la cabeza y bajó de nuevo para mezclarse con la multitud.

Tema miró al frente e hizo un barrido entre el público. Los encontraría. Se acordaba de su estatura exacta y de su pose. Hidan era un hombre que guardaba la calma y Kisame era un palmo más bajito que él. Una mano la rodeó por el tobillo y tiró de ella hacia abajo.

—¿Qué mierda crees que estás haciendo, novata?

Oh, no. Capitán América al rescate.

—¡Suéltame, Kakashi!

—Muerta no nos sirves ni a nosotros ni a ellos.

A ella le tembló la barbilla. Kakashi era demasiado fuerte y la estaba forzando a descender, hasta que lo consiguió.

—¡Déjame en paz! —Intentó liberarse, pero no pudo.

—Escúchame —gruñó Kakashi en su oído—. Shisui no quiere que mueras, ¿me oyes? No quiere exponerte como un maldito perrito caliente. ¡Te estamos protegiendo por algo! ¡Sino, ya te habríamos dejado atada a un poste de luz para que Hidan fuera a por ti!

—¡Y una mierda!

Un vampiro chocó contra ellos, pero Kakashi lo apartó con el escudo del Capitán y lo lanzó diez metros por los aires. Tema se quedó en blanco y parpadeó un par de veces, sin apartar la mirada de un punto unos veinte metros más hacia su derecha.

—¡Eh, reacciona! —la zarandeó Kakashi—. ¿Qué coño estás miran... ?

Kakashi miró hacia el mismo lugar. Al berserker se le aclararon los ojos y gruñó como un salvaje. La piel se le erizó y cubrió a Tema con su cuerpo. Él ya había tenido esa misma sensación antes. En las cuevas de CapelleFerne. Entonces tuvo un encontronazo con Hummus.

—Es él. El lobezno está ahí —aseguró Kakashi.

—Y Hidan —aseguró Tema sin apartar la mirada. Lo sabía. Sabía que el de al lado era él porque todo su cuerpo se había puesto en guardia. En una tarima, un poco más alzados que el resto, había un tipo disfrazado de Muerte y otro de Loki, cómo no.

Loki era Hummus.

La Muerte era Hidan.

Tema sintió un fuerte pinchazo en el cuello y empezó a perder movilidad motriz. Se le durmieron los brazos y se agarró a Kakashi asustada.

—Kakashi... —susurró relamiéndose los labios. El berserker la cargó sobre el hombro, dispuesto a salir de ahí con ella. La científica no podía caer en manos de los jotuns. Pero justo cuando se iba a ir, les rodearon un grupo de humanos poseídos que obedecían a Hidan y a Hummus.

Carrick se cruzó en su camino y, con la ayuda de la katana de Daimhin, alejaron a los humanos.

Tenten se lió a atravesarlos con sus flechas. Obito, a cortar cabezas de lobeznos con su oks; y la híbrida, a usar sus poderes telequinésicos y a lanzar todo tipo de cristales rotos que encontraba por el suelo húmedo de bebidas y alcohol. No fallaba. Los dirigía al corazón de los nosferatus y de los lobeznos. Pero habían tantos...

—¡Kakashi! —gritó la híbrida—. ¡El estimulante! —Y le señaló la riñonera que lucía en la parte trasera de su traje—. ¡Inyéctaselo! ¡Os necesitamos a los dos! —Y de ese modo no podían disponer de ninguno de ellos.

Kakashi la dejó en el suelo, sacó la jeringa de su pequeña riñonera y se la clavó en la nalga a Tema, que gimió indefensa ante el aguijonazo.

La científica abrió los ojos y esperó paciente a que su cuerpo respondiera al estímulo. Daimhin, Carrick y Kakashi la rodearon mientras ella se levantaba renqueante y se ponía las manos en la cabeza, desorientada.

Loki y la Muerte seguían ahí, y tenían los ojos clavados en ella y en Kakashi.

Pero, entonces, Loki se puso una mano en el oído, como si recibiera un mensaje a través de un intercomunicador. Le dijo algo a la Muerte y ambos bajaron de la tarima y huyeron. Dos berserkers se interpusieron en el camino de ambos, con los oks en mano. Pero Hummus esquivó el primer hachazo y, aprovechando la fuerza de su impulso desgarró el cuello del berserker; Hidan atravesó el pecho del otro con una espada curvada que tenía atada a la espalda.

Tema intentó correr hacia ellos, señalándolos. ¡No podían escapar! ¡¿Y la estatua?! ¡¿Y Shisui?! ¿Qué estaba pasando? Kakashi la agarró del codo y la inmovilizó a su lado, igualmente concentrado en Hummus y en Hidan.

—No. No te muevas de aquí —alzó sus ojos amarillos al cielo, y divisó entre las nubes a los cuatro vanirios que, concentrados, controlaban las mentes de los humanos implicados alrededor—. Está pasando algo.

Tema cogió aire y respiró con nerviosismo. Su pecho subía y bajaba descontrolado. ¿Qué era lo que le habían inyectado?

—¡No dejes de moverte, Tema! —la apremió Kakashi—. Si lo haces, el veneno te provocará alucinaciones y te causará un choque anafiláctico.

La científica obedeció al berserker de ojos amarillos, ¡como para no hacerlo! ¿Qué estaba sucediendo?

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—¡Shisui! —gritó Deidara—. El radar del helicóptero está detectando un misil que se dirige a nosotros. ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Nos persiguen con otra aeronave!

—¡No puedo deshacer toda la estatua! —replicó él—. ¡Necesito unos minutos más! ¡No tengo suficiente...! ¡Plas!

Shisui abrió los ojos y se quedó sin respiración. Inclinó la cabeza y vio la punta de una espada curvada que le atravesaba el pecho desde la espalda. Escupió sangre y miró hacia atrás para encontrarse con el rostro de La Muerte, cuyos ojos eran sospechosamente claros.

—Hi... Hidan… —gruñó perdiendo el contacto con el iridio y sosteniendo el filo cortante de la lija metálica. Le estaba cortando las manos y sangraba profusamente.

—Tema está a punto de decir adiós. Ella y todo el que se encuentre en el IMAX —susurró el vampiro—. Me acaban de decir que has matado a veinte vampiros, pedazo de cabrón. Pero yo voy a acabar con todos tus amigos. Todos, druida —murmuró en su oído—. Ya no os necesitamos para nada. El vórtice se abre, tenemos el iridio —miró el medio tronco que quedaba de aquella estatua—, y tú vas a morir en cuanto la puta lo haga —cortó el cable de un espadazo y sostuvo la estatua entre sus brazos.

—¡Shisui! —Deidara dejó los mandos y saltó en busca de Hidan, que huía volando con Iron Man. Su amigo druida caía como un peso muerto con una espada atravesada en el pecho y luchaba por sacársela. Dejó que Hidan se escapara y fue a por su brathair. Lo cogió en el aire y le ayudó a extraer el sable.

—¡Hijo de puta...! —gruñó taponándose la herida y escupiendo sangre—. El IMAX...

—¿Qué pasa?

—Hidan ha dicho que van a morir todos —y eso solo quería decir una cosa. Había una bomba escondida en algún lugar e iba a detonar inmediatamente.

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Tema daba patadas voladoras a diestro y siniestro. Codazos en barbillas, puñetazos en estómagos, patadas en rodillas... Ahí donde golpeaba se oía un crujido. Por el amor de Dios, estaba frenética. Necesitaba la lucha de verdad, el cuerpo a cuerpo; el veneno, o lo que fuera que le habían inyectado, hacía que sudara profusamente, que le hormiguearan las manos y que su piel despertara a otro tipo de sensibilidad, demasiado descarnada, demasiado salvaje.

Kakashi degollaba el cuello de un vampiro con el filo del escudo mientras Daimhin se agachaba para hacerle la cama a un humano con cara de loco. Una vez en el suelo le golpeó en la frente con el mango de su katana y lo dejó inconsciente. Lo levantó y se lo mostró a Tenten, para que la joven arquera le atravesara con una de sus flechas iridiscentes. Al parecer, había algunos humanos que eran estupendos receptáculos para ese tipo de entes oscuros que los poseían. Tenten era la encargada de devolverlos a su lugar, y de guiar a las almas perdidas al origen.

Carrick, con aquellas gafas futuristas de cristal rojo y ese pelo rapado tan claro, parecía un vengador del futuro. No cogía rehenes. No perdonaba a nadie. Con la expresión uniforme, un rictus sereno sin tics, mataba, golpeaba o degollaba como le parecía.

Tema levantó la mirada y vio que podía utilizar la tela blanca de la carpa. Tenten, Obito y la híbrida estaban rodeados y, aunque sabía que ellos podían salir de ahí solos, decidió ayudarlos. Mediante su telekinesia, arrancó la tela blanca de una de las carpas más pequeñas que estaba rodeada de humanos desquiciados, los cuales huían en avalancha, dirigidos por los elegidos y los padres de Daimhin y Carrick.

Jodida locura.

Tema hizo levitar la tela blanca y la dejó caer sobre el grupo de vampiros y lobeznos que estaban acechando a la Cazadora, al noaiti y a la híbrida.

La híbrida miró a su alrededor para ver de donde había caído esa ayuda del cielo. Sus ojos y los de Tema conectaron. Karin sonrió e hizo un movimiento con su cabeza que podría haber sido tanto un saludo como una afirmación.

Tema miró de reojo la carpa que había dejado desnuda y en los huesos, con su estructura metálica blanca a ojos de todos. Pero lo que nunca se imaginó fue que aquella elección al azar revelara el paradero de uno de sus traidores más odiados.

Kisame Hoshigaki, su padre adoptivo, el cabecilla de los experimentos de Newscientists y uno de los fundadores de la secta Lokasenna, se hallaba atado al palo central de la carpa, con los ojos vendados y vestido de ejecutivo, como si aquella fiesta no fuera con él. Totalmente fuera de lugar.

Tema se quedó paralizada al verlo.

Kisame era el hombre que la acogió cuando los vampiros y Hidan acabaron con la vida de su familia. Se encomendó a él inocentemente, pensando que Kisame podría cuidar de ella; que a su lado podía sentirse segura. Aunque su relación no había sido nada emocional, sino más bien profesional, siempre pensó que él era de su familia.

Pero se había equivocado, para variar. En realidad, él la estaba utilizando. Estaba usando aquella inteligencia superdotada que la naturaleza le había dado para usarla en su favor. Tema Sabaku dejó de existir bajo sus miedos, sus traumas y su control. Y mediante su batuta nació Tema Hoshigaki, una mujer que no sabía quién era y que temía cualquier cosa que inmiscuyera las palabras deseo y afecto.

Él la había convertido en el robot emocional que era. Él y Hidan.

Rechinó los dientes; y toda la impotencia que sentía, toda la indignación que ahora experimentaba, explotaron creando una onda de expansión de despecho a su alrededor. Se alzó, volando como una auténtica Ms Marvel y corrió hacia él, pisando las cabezas de los enemigos que encontrara a su paso, esquivando sus manos, sus zarpas y sus colmillos, gritando de rabia y dolor a cada taconazo que daba.

Había sido todo tan injusto.

Tan horrendo.

Tan malo.

Aunque estaban en medio de una contienda, la música no cesaba. Loreen y su Euphoria animaban cada golpe.

Tema se desesperó. Por culpa de ellos había hecho daño a Shisui. Por culpa de ellos, ahora, ese increíble clan de guerreros inmortales estaba en peligro; por su culpa, por jugar a ser Dios, el mundo estaba a punto de vivir un apocalipsis que iba a arrasar la existencia de la Tierra y del ser humano.

Se encaramó a la barra en la que estaba Kisame atado. Lo rodeó como una depredadora y clavó sus increíbles ojos, que rebosaban ansias de venganza, en los de él, vendados con una cinta negra.

Tema se la arrancó de un tirón. Kisame parpadeó y miró a su alrededor, intentando enfocar la vista hacia el hermoso rostro salpicado de sangre que tenía ante él.

—¿Temari? —preguntó sorprendido.

—No. No soy Temari —le dio un puñetazo en toda la cara que hizo que la parte trasera de su cabeza golpeara contra el poste. Le rompió la nariz, provocándole una hemorragia—. Soy Tema, cabrón manipulador. ¡Malnacido! —le dio otro puñetazo que le partió el pómulo.

Kisame escupió dos dientes y gruñó de dolor. La miró de reojo.

—La niñita está enfadada —murmuró relamiéndose los labios ensangrentados—. Tienes las pupilas dilatadas, los colmillos relucientes y expuestos, preparados para morder... Ya no eres humana.

—¿No me digas? —Clavó su rodilla en su estómago, dejándolo sin respiración y con los ojos fuera de órbita. Hundió los dedos en su pelo y tiró de él con fuerza.

—Lo sabía —se echó a reír—. Sabía que detrás de esa fachada de científica incorrompible, había una mujer violenta y cruel. Tan fría, tan metódica... ¿De verdad crees que ese hombre te quiere?

La rubia no le quiso hacer caso, pero las palabras de Kisame daban donde más le dolía.

—¿Y tú qué sabes? —¿Por qué estaba atado ahí?

—Mucho más de ti de lo que tú te crees. Te conozco. Sé quién eres. Ese vanirio no te va a querer precisamente por lo dulce y buena que eres. Porque tú no sabes qué son esas cosas. Estás helada por dentro, Temari.

—¡Cállate!

—Oh, vaya... ¿Estás enamorada de él? —preguntó fingiendo pena—. Pobre niña huérfana que nadie quiere...

—¿Te han abandonado los vampiros, Kisame? —preguntó dándole un tirón—. ¿Sabes que voy a matarte?

El humano la miró con desdén.

—Sabes que estás en el bando equivocado. Tanta inteligencia desperdiciada...

Tema lo sostuvo por el cuello, echó el puño hacia atrás y estiró los dedos como si se trataran de una daga. No quería oír su voz nunca más. No sentía nada por él. Absolutamente nada.

Se suponía que ese hombre la había adoptado. Pero jamás la había amado, nunca la quiso. Solo anhelaba su cerebro. Nada más. Se sorprendió al darse cuenta de que ni siquiera iba a derramar una lágrima por él.

—Adiós, Kisame. Que Loki te reciba con los brazos abiertos y te la meta por el culo —susurró a punto de atravesarle el pecho con la mano.

Kisame cerró los ojos y murmuró:

Loki far flaerdar tima... Loki lleva el tiempo del engaño.

—¡Quieta!

Una mano enorme con una serpiente en el dorso la detuvo por la muñeca.

Tema abrió los ojos sorprendida y miró a Shisui de arriba abajo. El guerrero estaba sangrando por el pecho. El protector metálico estaba agujereado y la armadura teñida de rojo. Ya no llevaba el casco alado y su pelo largo y negro, como a ella le gustaba, le llegaba a la altura de los hombros.

Su olor, su sangre, su presencia... hicieron que entrara en un bucle donde solo existía él; pero la vaniria en ella no entendía por qué la detenía. Kisame era el enemigo.
Quiso soltarse de su amarre, pero el druida apretó sus dedos alrededor de su muñeca como tenazas de hierro.

—¡Quieta, Tema! ¡Está atado aquí por alguna razón! Lo han dejado ellos como cebo.

—¡Igual que tú me has dejado a mí! —le gritó golpeando la armadura con fuerza, a la altura de la herida.

—Mira, maldita sea —Shisui desgarró la camisa de ejecutivo de Kisame y encontró una malla recubierta de esponja de color crema. Tras ella, había varios explosivos conectados mediante un cable que se internaba dentro del pecho, al corazón. Directamente al órgano motriz—. ¡Hidan me ha atacado pensando que no íbamos a llegar a tiempo, que no encontraríamos el explosivo! ¡Me ha dicho que iban a morir todos! Deidara ha rastreado la zona con la aplicación de su teléfono a través de los rayos X de los satélites y no ha encontrado nada por culpa de esta espuma que aísla el explosivo. Pero te he visto...

Sí, la había visto entre la multitud. Se sentía débil y mareado debido al gasto de energía que había realizado para deshacer parte del iridio, convertir a los vampiros en cenizas y sobrevivir al sable de La Muerte. Pero a ella, a Tema, siempre la vería, siempre sabría donde estaba. Su pelo rubio y aquel porte sereno eran fáciles de localizar. Su olor a fresón lo mataba. Incluso cuando golpeaba y estaba dispuesta a matar, no perdía la calma. Lo hacía todo con auténtica rigurosidad.

—¿Me has visto? —repitió ella, enfadada con él por muchas razones, pero preocupada también porque sangraba como un cerdo—. Devuélveme la mano. ¿Y qué si me has visto? ¡¿Te has preocupado por mí?!

Él apretó los dientes y frunció los labios.

—Para ser superdotada, no piensas mucho. Lo han dejado a la vista a sabiendas de que iríamos a por él. —La soltó y la apartó a un lado. Se agachó llevando la mano tatuada a su pecho herido y le levantó los pantalones. El cable salía del cuerpo de Kisame y se internaba en la base de la tarima—. Joder han creado un cierre. Un circuito cerrado. Se detona si apartas al mierda este de la tarima o si lo matas y detienes su corazón.

Tema se abrazó a sí misma, presa de los temblores que le provocaba la droga y sintiéndose culpable por lo que hubiera sucedido si lo hubiera matado tal y como deseaba.

—Llama a tu hermano para que desactive este trasto —ordenó ella con voz cortante—. Él es más inteligente que tú.

Shisui se tragó la pulla pero replicó:

—Yo inventé los explosivos, listilla. Por eso decían que los pictos hacíamos magia.

Kakashi la tomó del brazo y la urgió a que se moviera.

—Vamos, novata, sigue peleando; lo estás haciendo muy bien. —estudió a Shisui, que lo miraba con cara de pocos amigos al ver cómo tocaba a Tema—. Le he dado un estimulante, druida. Le han dado en el cuello con un dardo paralizante. Necesita moverse... La pelea está casi controlada y la droga puede hacerle daño si no la expulsa.

—Entonces, llévatela de aquí. No puedo pensar con ella alrededor. Kisame tiene un explosivo en su cuerpo y tengo que desconectarlo o morirá mucha gente.

Tema lo encaró humillada.

—¿No puedes pensar si yo estoy cerca? ¿Te molesto, druida? ¡¿Te habría importado algo si Hidan hoy me hubiese llevado con él?! ¡¿Si me hubieran matado?! —le recriminó superada por las emociones—. ¡A lo mejor no tendrías que utilizar el jodido tippex! ¡Odio que seas mi cáraid! ¡Odio lo que me has hecho y en lo que me has convertido! —le gritó con los ojos llenos de lágrimas. Ms. Marvel no lloraba, pero ella no era una superheroína. Era una mujer que estaba enamorándose de un hombre que la había manipulado—. ¡Tú me convertiste y tú tendrías que acarrear conmigo! ¡Yo... ! ¡Yo... no te quiero!

Shisui se levantó y la encaró, intimidándola con su cuerpo. Él tampoco era Thor, pero era igual de amenazante. Los ojos de obsidiana del druidh brillaron vejados por la acusación pública. Los preciosos ojos de Ms Marvel, rodeados por el antifaz de goma negra que tan sexy le quedaba, hablaban de dolor y de una sinceridad descarnada. Pero su cuerpo cantaba sobre hogueras, fuego, y una necesidad primitiva de que la tocaran.

No podía seguir mirándola sin cargársela al hombro y hacerla suya como se merecía.

—Apártala de mi vista —ordenó Shisui a Kakashi, dándose media vuelta y centrándose en Kisame. Era eso o ceder al ruego y a la desesperación de su pareja. Y el explosivo primaba—. Llévatela a mi casa.

—¡Te lo he dicho, Temari! ¡Este hombre te ha utilizado! —exclamó Kisame con la cara ensangrentada e hinchada.

Shisui escuchó el gemido desgarrador de Tema y se acusó por ser él el motivo de su desolación. ¿Eso le había dicho Kisame? ¡Qué equivocado estaba! ¡Y qué tonta era ella si se lo creía! Aunque él mismo era responsable de sus dudas.

Se centró en el explosivo, pero antes dejó inconsciente a Kisame. El aparato se activaba si el corazón del humano dejaba de palpitar.

No decía nada de activarse si se echaba un sueñecito.