Hora 5:30 -En las aguas heladas
.
.
El vórtice creado por el desplazamiento de la enorme masa de agua atrajo a Terence en una violenta succión. Por larguísimos instantes no pudo poner alguna resistencia ante aquella tremenda furia.
Después, tan pronto pudo, intentó salir a la superficie moviendo de manera desarticulada sus piernas y brazos en un desesperado movimiento instintivo.
Se empujò hacia arriba con todas las energías que le quedaban, luchando rabiosamente para no sucumbir a la muerte.
Finalmente, cuando sentía ya su cerebro aturdido, sacó la cabeza en la superficie, tomando aire con dificultad por toda el agua que había tragado.
Creía que se ahogaría.
Inmediatamente empezó a mirar a su alrededor llamando a Adrian.
No lograba verlo en aquella oscuridad inquietante y tampoco podía escuchar su voz, cubierta por una terrible sobreposición de lamentos y gritos aterrorizados.
Sentía alrededor de él a las personas ahogándose jadeantes pidiendo ayuda pero sabía que, si quería tener una mínima oportunidad de salvarse, tenía que nadar sin dudar, hacia los botes iluminados.
Tomó un largo respiro y empezó a moverse en el agua congelada.
Al principio tuvo que abrirse camino entre los cuerpos agonizantes y escombros, superando nudos de náufragos que se apiñaban intentando subir a los objetos que flotaban.
Había de todo en el agua, desde mesas hasta camas desgarradas. Una miríada de objetos pequeños y grandes se encontraba a su paso guiado por la tenue luz que irradiaba en la superficie del mar de los botes a lo lejos.
En aquellos momentos de terror absoluto, la lucha por la supervivencia inducía a los instintos más bestiales. Algunos hombres con una violencia inaudita defendían, como fieras su territorio, partes del casco o de barcazas que les ofrecían un momento de respiro ante el cansancio y al frío, empujando con patadas a quien intentaba acercarse. A Terence le pareció ver a una treintena de rostros aplastados como sardinas en el inflable volcado que habían perdido en la popa una hora antes.
El hielo del mar abierto por lo tanto empezaba a penetrar en su carne.
En cada braceo, sentía el impacto de sus latigazos en la piel con dolores insoportables. Parecían cuchillas que se hundían en una barra de mantequilla.
Si hubiera podido, habría gritado también él por el dolor pero su mente no le permitía perder la concentración.
.
Nadó, aunque exhausto… nadó cada vez más fuerte.
Quería solo alejarse de aquel lúgubre y atróz concierto de lamentos.
.
De repente, sintió en su cuello el brazo de un hombre buscando un apoyo.
En su intento desesperado por respirar, este mismo le había saltado encima intentando mantenerse a flote mientras lo hundía en el agua. Terence se encontró por un momento frente a sus endemoniados ojos que lo miraban delirantes antes de volverlo a hundir con su peso.
Intentó de todas maneras deshacerse de aquel agarre brutal pero, por cuantos esfuerzos hacía, no lograba liberarse. Bebió varias veces, luchando furiosamente, sintiendo los latidos de su corazón acelerarse alocadamente. Hasta que, con un puñetazo en pleno rostro, lo apartó de sí con un grito exasperado.
El hombre dio de tumbos entre los escombros por algunos segundos, antes de desaparecer ruidosamente entre las olas mientras el joven retomaba horrorizado su huida.
La sal del agua se fundía con sus lágrimas…
,
No debía y no podía rendirse.
Intentó no pensar y no escuchar.
Concentró su mente solo en su frenético y monótono movimiento de brazos y piernas, aturdiendo sus miedos para no permitirles paralizarlo.
.
En la oscuridad que lo envolvía, se esforzó de poner a foco los pequeños puntos luminosos que se veían a lo lejos. Su última esperanza de sobrevivir.
No estaban muy lejos pero él sentía que ya no tenía reservas de energías, mientras los calambres provocados por el esfuerzo físico empezaban causarle salvajes dolores en los músculos.
.
``¡No te rindas, Terence! ¡Continua!´´.
.
Le pareció escuchar su voz justamente mientras la oscura desesperación empezaba a minar su determinación. Aquella era justamente su dulce voz no podía equivocarse…
Como en aquel teatro de segunda categoría ella estaba ahí, junto a él, suplicándole de no echar al viento su vida.
.
¡Como hubiera querido abrazarla!
Hermosas imágenes empezaron a pasar frente a él, tomándolo de la mano empujándolo entre las olas, metro tras metro.
Sus carcajadas animadas y sus sonrisas que aligeraban su alma…
.
``¿Mis pecas? ¡Me gustan mucho mis pecas! y últimamente he estado pensando cómo conseguir más. Estás celoso porque tu no tienes ni una peca...´´
,
``Terence Granchester, mi nombre es Candy Andrew, no Tarzán pecosa, ¿entiendes?´´
.
``No puedes fumar aquí… Esta es mi segunda colina de Pony… Dame ese cigarro, a cambio te daré mi armónica...´´
.
``No soy yo quien ha caído entre tus brazos, Terry. Eres tú quien se tumba donde quiera como una roca...´´
.
``¡Terence, que bello estar aquí, junto a la chimenea! Parece que sea la noche de navidad´´.
.
Hasta aquellas últimas palabras susurradas:
``Yo… no quiero que te vayas...´´.
,
-``Candy...´´.
.
.
¡Aviso a los lectores! Dado que estos capítulos son muy cortos, hoy también publicaré otro. ¡Disfruta la lectura!
.
¡Gracias de todo corazón a quienes me están leyendo y a quienes quieren dejarme un muy apreciado comentario!
