19

Tema se quedó en el salón de su nueva casa de Notting Hill, sentada sobre el sillón orejero, con las rodillas recogidas y la barbilla sobre ellas. Kakashi le había dado una botella de hidromiel de las que tenía Shisui en la cocina, en su botellero, y la chica estaba bebiendo como una tabernera.

Nunca había bebido. En las rondas de tequila con Ameyuri ella solo bebía agua. Nunca se había emborrachado. Nunca había tenido colmillos y jamás fue rechazada. Bueno, siempre había una primera vez para todo.

El berserker de ojos amarillos la había llevado hasta allí porque Shisui así se lo había ordenado; pero esa mujer era un auténtico peligro en su estado y tenía que adormecer sus sentidos. Una psicópata hiperactiva quería poseerla, una psicópata sexual, pero Tema luchaba contra ella e intentaba mantener la calma, aunque le doliera todo el cuerpo, aunque los pechos se le hincharan y le palpitara la entrepierna... Ella luchaba.

Y Kakashi, que no dejaba de admirarla, tampoco dejaba de mirar por la ventana, inquieto por ver llegar al vanirio.

El berserker sentía las hormonas de Tema bailotear a su alrededor, y se estaba poniendo nervioso. Él era un hombre y ella una chica hermosa y muy, muy, excitada... Pero, al parecer, la científica no le hacía ningún caso. Tenía los ojos verdes y amarillos clavados en la puerta de la entrada, esperando a que el vanirio regresara.

—¿Lo han deishconectado ya? —preguntó Tema sorbiendo a morro del hidromiel Vanir D' Melis, al ver que Kakashi no dejaba de mirar su iPhone—. Yo... mi teléfono —señaló la planta de arriba—. A mí no me cabía en eishto —«eishto» era el body negro de Ms Marvel.

—Sí. Lo acaban de hacer. Él viene hacia aquí.

—¿Han matado a Kisme, alias «hijoputa»?

Kakashi asintió con la cabeza, en silencio.

—El muy deisssshgraciado se iba a inmolar... ¿Porpor qué lo hacen? ¿Por qué venden su alma asín?

Buena pregunta, pensó Kakashi. Pero demasiado fácil de contestar.

—Porque la conciencia no es fácil de sobrellevar. Pesa demasiado. Así que, mejor ser un «hijoputa». ¿No crees?

Tema deslizó sus ojos por su cuerpo, sin contestar a su pregunta. El alcohol hacía su efecto, y la tranquilizaba vagamente.

—El eiissshtimulante lleva... frodisíaco, ¿cierrrrto? —su voz sonaba derrotada.

—Cierto. ¿Estás pensando en morderme? —preguntó oteando la calle oscura y solitaria.

Tema se estremeció y negó con la cabeza. Ese hombre era el Capitán América más sexy y enorme que había visto nunca; aunque, tal y como estaba, bien podría tirarse a cualquier cosa que se meneara. Pero no lo haría. Su cuerpo solo necesitaba a uno. El único que no la quería a su lado.

Soltó una carcajada.

—¡Eishto es tan grrracioso! ¡Nunca me había embourrachado!

—Oye, científica —se giró y la encaró—. Hidan se ha llevado el trozo que quedaba de Iridio. Shisui ha deshecho parte de la estatua, pero lo poco que han apresado, ¿será suficiente?

Tema se encogió de hombros.

—No sé cuánto pesa el trrrozo que se han llevado, pero eissspero que no. De todos modos, no harán nada hasta que el porrrtal se active totalmente y —señaló el teléfono del berserker—, se supone que el prrrograma que ha inssshtalado el hacker en nueishtros teléfonos tiene una alarma para advertir el deisshpertar del vórtice. No aabrirán el porrrrtal haishta entonces. ¿Puedo haceirte una pregunta?

—La harás igualmente.

—El qué? ¿Qué haré? —preguntó súbitamente confundida—. ¿Qué eishtaba diciendo?

—Que me vas a preguntar lo que te dé la gana, aunque yo te diga que no.

Puesí —contestó levantando la botella a su salud—. Cuando vi a Hidan, tú también peircibiste a Hummus. El modo en que lo miraishte... Fue straño. Como si hubiera algo pendiente entre voissshotros —otro sorbo más largo que el anterior.

Kakashi achicó los ojos y se pasó la mano por la cabeza rapada. Tema era observadora como requería su profesión, y también era buena en detectar el lenguaje verbal hostil.

—Da igual —exclamó Tema levantándose del sillón orejero y poniéndose una mano sobre el pecho izquierdo. Le dolían los pezones y quería que alguien se los mordiera—. Porrr Dioish... —se acercó a él, adorablemente abandonada, dejando su rigidez y su altivez a un lado—. ¿Tú no tieneish carai?

Kakashi parpadeó y la miró como si fuera algo divertido y especial.

—Los berserkers no tenemos cáraids.

—Aaaahhhh... ¿Tenéis perris? ¿Chuchis?

Kakashi le dedicó una sonrisa y negó con la cabeza.

—Tenemos kones.

—Y, ¿poir qué un tío como tú no tene? —Hizo un escáner visual de su persona.

—Porque espero a la única. Igual que el druida te ha esperado a ti.

—¡Ja! —exclamó dando vueltas sobre sí misma. El pareo rojo de Ms Marvel se enrollaba en sus esbeltas piernas—. ¿Y la eishperas como hizo él? ¡Bemeficiándose a todo lo que tiviera tetas? ¡Yo no sioy la única para Thorrr! Creo... Yo creo que no hay una mujier en Londreis que haya mentanido las piernaish ceirradas cuando él ha paishado por su lado... ¡Y el caibrón se lais ha tirado! ¡Estoy tan taaaannnn enfadadaaaa! —canturreó secándose las lágrimas de los ojos. Lloraba como una Magdalena y no lo podía evitar—. Y ha dicho... ¿sabeish qué?

Kakashi negó con la cabeza, afectado por verla llorar.

—¡Que me va a boirrar con tippex! —hizo un puchero. Se quedó en silencio y dio otro sorbo largo al hidromiel—. ¡Eh, mira! —se detuvo y le dirigió una sonrisa ladina—. ¡Mira eishto! ¡Payphone! —gritó con fuerza— . ¡Más volumen! —Al momento, la canción de Maroon 5 se empezó a escuchar en toda la casa, a altos decibelios. Tema cerró los ojos y empezó a menear las caderas siguiendo el ritmo de la música—. ¡I'm at the payphone trying to call home...! Eiste hombre tiene casas inteligentes paira dishimuliar que su cerebro es asín de pequeñito —juntó el índice y el pulgar y le guiñó un ojo al berserker.

Kakashi se aproximó a ella, decidido a quitarle la botella, pero Tema dio un salto y se agazapó en el techo, boca abajo, como un murciélago. Lo señaló con el dedo y negó con el índice.

—El Hidromiel eish mío. Tú no tocarrr, pequeño Padawan.

Kakashi saltó y se colocó en el techo de igual modo. Quedaron los dos de pie a la inversa. Ella se rio y el berserker sonrió a su vez, comprendiendo su dolor y sintiéndolo como suyo.

—Siento cuánto te duele. Lo lamento, pero todo se arreglará.

Tema miró hacia otro lado. Su pelo rubio caía hacia abajo como una cascada; el pareo rojo hacía lo mismo y las puntas sobrepasaban sus hombros.

El Capitán América, increíblemente prieto metido en aquel mono azul, alargó el brazo para arrebatarle el alcohol.

—Ahora dámela.

—¡Nop! —Tema se dio la vuelta y Kakashi la rodeó con los brazos para cogerle la botella.

Tema bebió de ella. No podían quitarle su elixir, era lo único que adormecía el dolor de su cuerpo. La droga la estaba matando y Shisui no venía, ni tampoco la aceptaba como había dicho... Pero ella sí que lo quería. Lo quería. Lo había decidido. Bueno, en realidad esas cosas no se decidían; se sentían o no se sentían. Y ella, al ver lo mal que estaba en ese momento, supo que había caído en ese hoyo del amor. Y que Shisui no la dejaba salir; incluso le echaba tierra encima.

—Ya has bebido suficiente.

—¿Poir qué no sssshhhiento nada cuando tú me tocaish? No hueles a cañela —gimió perdida por las emociones.

Kakashi estuvo a punto de soltar un exabrupto cuando ella se dio la vuelta y se pegó a él para olerlo a la altura del pecho y rozarlo con la nariz. El berserker de Homura alzó los ojos y clavó la mirada en el druida, que los miraba rabioso, muriéndose de celos.

Kakashi se apartó de golpe y levantó las manos en señal de indefensión.

—Necesita que estés con ella —le aseguró, intentando poner paz.

Tema inclinó la cabeza a un lado y su pelo rubio se movió a su alrededor con parsimonia. Su ojos de hada herida parpadearon y se centraron en su persona. Thor estaba allí, en el recibidor; de brazos y piernas abiertas, no se movía del sitio. Pero la miraba. Cómo la miraba...

—Vete, Kakashi —gruñó el druida.

El berserker bajó del techo de un salto y cayó sobre sus pies, como los gatos. Al pasar por el lado de Shisui, sonrió y le dijo:

—Toda tuya. Tienes una pareja muy divertida.

—¡Eisho es! ¡Huye, cobairde! —exclamó Tema dando un sorbo desinteresado al hidromiel y mirando de reojo a su vanirio.

—Vete, Kakashi —repitió, con las riendas de su autocontrol que pendían de un hilo.

El Bengala se encogió de hombros; le dirigió una mirada de apoyo a Tema y huyó de la casa, antes de que las feromonas le asfixiaran.

Shisui sabía que lo que sentía eran celos. Injustificados, porque Tema era suya. Pero verla con Kakashi no le gustaba. También sabía que la amalgama de sensaciones destructivas que pinchaban a la altura del pecho se debía a la humillación que experimentaba el vanirio cuando su pareja de vida le rechazaba públicamente, como había hecho Tema en el IMAX. «¡Yo no te quiero!», había gritado ella a los cuatros vientos.

Joder; había desconectado el explosivo, y apenas se podía concentrar en ello por lo mucho que le dolía el corazón. Aquella mujer podía destruírlo con un No. Además, su fuente de energía era la sangre de Tema. Estaba agotado por el poder que había utilizado; pero ahora necesitaba que ella lo alimentara otra vez. Le dolían la espalda y el pecho. Hidan lo había ensartado bien. Pero había fallado a propósito el muy cretino. Lo había hecho pensando que alguien habría localizado a Kisame a esas alturas y lo habría matado. Y, entonces, Tema y todos los humanos y amigos que tuvieran allí, habrían muerto o resultado muy heridos. Y él habría muerto también de pena; en un agónico y deplorable adiós.

Tema lo habría hecho. Habría matado a Kisame con sus propias manos si él no se lo hubiera impedido. Su guerrera, pensó orgulloso.

Era un druida, conocía todas las artes mágicas de la naturaleza; los ciclos de la vida y el efecto que tenían las leyes universales en su realidad. Esa era la consecuencia de haber provocado a Tema en las nubes, de haberle insinuado que podría ser que no fueran pareja. Sabía que su acción conllevaría una reacción. ¡Y ahí estaba! En forma de Ms Marvel colgada del techo; tan bonita que dolía verla, con su larga melena dorada cayendo hacia abajo, las mejillas rojas y la cara llena de churretes por las lágrimas que él le había provocado. Su barbilla, con el hoyuelo marcado hacía adorables mohínes. Su body negro tenía un rayo dorado en su pecho. Un rayo como el que había caído sobre él cuando la vio por primera vez en el Ministry. Sus ojos tan extraños y mágicos lo miraban carentes de confianza.

No creía en él. No confiaba en él.

Caminó hacia ella. Con su capa de Thor ondeando a cada paso y su pelo negro suelto. Esa misma noche, se había pasado las manos por la cabeza y había hecho que su pelo creciera porque a Tema le gustaba más así. Su armadura agujereada todavía chorreaba en sangre.

—Siento comunicarte que tu padre adoptivo ha muerto.

—Me aleigro. Ya eira hora. ¡No deish un paso más!

La botella de Vanir D'Melis salió volando en dirección a su sexy cabeza. Shisui la cogió al vuelo, le dio la vuelta y bebió un largo sorbo.

—¿Estás borracha, cielo? —el líquido ambarino le acaloró por dentro y la mirada de Tema le hizo arder por fuera.

Ella no contestó. Cerró y abrió los dedos de las manos y lo miró como un animal salvaje a punto de ser cazado. Con miedo, pero también dispuesta a atacar para luchar por su vida, por la conservación de su alma, por el derecho de amar y ser amada.

—¡No te... No vengas! —gritó acuclillándose en el techo.

—Nada puede alejarme de ti, Tema. Nada. ¿Cuándo lo vas a entender? —subió los dos escalones que daban al salón. Sus botas plateadas y tuneadas golpeaban el parqué con fuerza—. No quiero verte nunca más cerca de Kakashi. Jamás.

Tema apretó los dientes y siseó como una gata salvaje.

Eisho te da igual.

—¿Eso crees?

—¡¿Y tu tippex?!

—¿Quieres que lo utilice? ¡Podría tacharte de mi vida así de fácil! —la provocó él chasqueando el pulgar y el corazón. El último arreón y tendría el resultado final a toda su ofensiva.

Ella cogió aire, herida por la afirmación. Los pulmones se le oprimieron y los ojos volvieron a llenarse de lágrimas, que se deslizaban por el antifaz negro, caían por su frente y se colaban entre su pelo rubio. Shisui no podía eliminarla así como así. Era imposible que esa relación pudiese borrarse de ese modo cuando ella sentía tanto por él. No se lo quería creer.

Sus ojos se aclararon por la ira y la rabia que hervía en su interior.

—¡No me mires así! ¡Estoy cansado! ¡¿Qué?! —le gritó él abriendo los brazos—. ¡Míranos! ¡No tenemos tiempo, Tema! ¡En unas horas se abrirá un vórtice en Inglaterra y nadie sabrá si seguiremos vivos! La guerra no hace prisioneros, nena.Y el amor es algo difícil de encontrar. Deberías valorarlo. Valorarnos. Joder, ¡intento hacerte ver que nos pertenecemos, que te... te necesito!

—¡Mientes! ¡Vanirio hijo de pera!

—¡No! —espetó él colocándose enfrente de ella, cogiéndole la cabeza invertida con desesperación y ternura—. ¡Te he tratado muy bien!

—¡¿Cuándo?! —apartó la cabeza y lo empujó—. ¡¿Cuando me dejabas medio desnuda ante el clan y me mordiaish?! ¡¿Cuando me convertíaish a la fuerza?! ¡¿Cuando me follabas entre las nubes y me decíash que a lo mejor te habías equivocado conmigo?!

—¿Y lo he hecho, nena? —se arrancó la capa roja del cuerpo, y quedó frente a ella como un guerrero vikingo del Asgard—. ¿Me he equivocado? —Ambos se miraron el uno al otro. Furia de titanes—. ¿Eh? —agarró todo su pelo rubio y tiró de él hasta acercar el rostro de Tema al de él—. ¿Estás cabreada? ¿Te he hecho daño?Demuéstramelo.

Tema intentó escapar de su amarre. Cerró los ojos con fuerza, y retiró la cara frunciendo los labios.

—No necesito tippex —susurró el vanirio sobre su mejilla—. ¿No lo ves, mo sitíchean? Te necesito a ti —la zarandeó agarrándola por los pelos—. ¡A ti! Que te muestres ante a mí. Que me reclames. Quiero todo el sexo duro que me puedas dar. Todo, Tema. Sé quién eres, sé lo que eres, cuánto ansías el control. Te lo doy, mo dolag. Cada deseo, cada suspiro de pasión, cada orgasmo, cada palabra cariñosa; todo es mío. Me perteneces. Solo demuéstrame que te vuelvo tan loca como tú a mí y dejaré de presionarte. Entrégate a mí.

Ella abrió los ojos, consternada. ¿Qué había dicho? El dorado de sus ojos se comió el azul y sus pupilas se dilataron.

—¡Háblame, Tema! ¡No te quedes callada! ¡Haz...! —La miró a sus preciosos ojos y suplicó contrito—. ¡Hazme algo, joder! Necesito sentirte. Enséñame que no eres un robot ni un corazón helado.

Por Dios. El Polo Norte se desharía con las palabras de ese hombre, con su sinceridad. Shisui el ligón, el druida, el hombre más poderoso del clan vanirio, de verdad quería que lo quisieran. Que ella lo quisiera y lo aceptara.

¿Era verdad? ¿La quería a ella?

La fiera reprimida en su interior arañó su piel, luchando por salir a la superficie. Y ella, tal y como estaba, ya no tenía modo de mantenerla a raya ni encerrarla. La devoradora quería salir, y Tema decidió darle carta blanca, espoleada por las declaraciones del vanirio.

¿Cómo no iba a sincerarse ella? Lo intentaría.

Le tomó de la cara y lo acercó a ella, del mismo modo en que él lo hacía, como si de verdad pelearan. Hundió sus dedos en su pelo y tiró de su cuero cabelludo.

—¡¿De verdad me quieres a mí, o quieres mi sangre?! —gruñó mordiéndole en la barbilla sin delicadeza—. ¿Sabes lo que me estás haciendo? No me puedes engañar más.

Shisui abrió la boca y lamió sus labios.

—Lo he esperado desde hace siglos, Tema. Te llevo esperando demasiado tiempo. Sí, sé lo que estoy haciendo.

—Pídeme perdón por lo que me hais dicho, por toido lo que me hais heicho... —le ordenó agarrando más pelo entre sus dedos.

Shisui sonrió y asintió.

—Perdóname.

Tema tragó saliva y lo observó con atención, valorando si era o no era sincero.

—Ahora, reclámame si te atreves, nena —sonrió, sexy hasta decir basta. Intentó apartarse, jugando con ella al gato y al ratón. Él era el ratón. Tema dejaba de ser su ratita, y se convertía en la depredadora mayor de todas las especies. Una vaniria descontrolada y muerta de deseo—. Te huelo, el veneno es muy malo... Deja que te lo chupe —él acercó su cuello a su boca, pero Tema lo retuvo de los pelos y negó con la cabeza.

—No.

—¿No?

Ella negó de un lado al otro. Sus ojos gatunos llamaban mucho la atención rodeados de aquel antifaz negro. Acercó su boca a la suya, y lo besó sin medir su fuerza. Coló la lengua entre sus labios, empujó a través de sus dientes y apresó su lengua entre sus comillos. Succionó como si mamara de ella y Shisui colapsó. Era el beso más erótico de su vida. Tema lo chupaba como si se tratara de su pene.

Ella parpadeó. Invertida como estaba, veía su nuez y el lento palpitar del corazón en su garganta tan masculina. La desinhibición era peligrosa, pero ya nadie podía detenerla. Necesitaba enseñarle a Shisui lo que él hacía en su cuerpo, en su sangre y en su alma. Soltó su lengua, rascándola con los colmillos y saboreando las gotas de sangre que dejaba a su paso. Gimió de placer al saborearlo.

—Ven arriba —ordenó ella tirando de su pelo y obligándole a que levitara. Estaba demasiado cómoda colgada del techo y no quería moverse.

La nuez de Shisui se movió compulsivamente y su animal interior gritó: ¡Aleluya! Esa era Tema. Esa era su mujer. Dominante, controladora, pero muy apasionada. Así la quería; porque solo una mujer así podría combatir con su monstruo interior.

Tema nunca lo supo, oculta como estaba, reprimida en su sensualidad y su sexualidad; no sabía que su personalidad era dominante. Era poderosa, inteligente y estaba acostumbrada a mandar. Le gustarían los juegos de dominación solo si ella era la que marcaba las pautas. Él dejaría que lo dominara pero, después, las cartas se intercambiarían, porque el druida también era un ser dominante para con su entorno.

Sería una batalla interesante.

Así que, obedeciendo el tirón de pelos de su pareja, levitó hasta que apoyó las manos en el techo. De ese modo, su paquete, más duro que una vara de hierro, quedaba en frente del rostro invertido de Tema.

La joven se relamió los labios y hundió el rostro en la entrepierna de Shisui. Inhaló y cerró los ojos. Olía a hombre, a almizcle, a canela y a Shisui. Su olor estaba en todos lados y se declaraba una adicta irremediable a él. Maldita sea; le había hecho tanto daño con sus palabras que todavía temblaba de resentimiento. Pero, esta vez,parecía ser sincero con ella.

Él cerró los ojos y clavó los dedos en el techo.

Tema levantó las manos, desabrochó el cinturón metálico de color oro y bajó las mallas azules y el slip azul más oscuro. Los quitó de golpe y su impresionante y grueso miembro salió disparado hacia arriba. Era suyo. Shisui era de ella. No sabía lidiar con sus celos, pero aprendería y, mientras tanto, lo marcaría a él para siempre.

Lo dejó completamente desnudo de caderas hacia abajo.
Tenía hambre. Lamió sus rodillas, sus muslos musculosos, sus cuadríceps y el interior de sus ingles.

—Oh, nena... —murmuró con voz ronca—. Me vas a matar.

Tema apresó sus nalgas con las manos y las amasó, disfrutando de lo duras que estaban. Ese hombre era todo potencia y fuerza física. Pero también inteligencia y corazón. Sí. Un gran pack de testosterona. Presa de los temblores de la droga y deseosa de enloquecer al vanirio, abrió la boca y lamió la cabeza de la erección, que ya goteaba y estaba húmeda.

—Joder —él dio un brinco, puso una mano sobre su cabeza para guiarla, pero Tema lo mantuvo en su lugar clavándole las uñas en el trasero como advertencia.

—Las manios en er techo —ordenó, mirándolo a través de sus testículos—. Nunca he hecho eisto... —se centró en su pene, abrió más la boca y lo introdujo como pudo en su interior. Era grande y no le cabía; pero estiró los músculos de la boca tanto como le fue posible y empezó a succionarlo en su interior.

Él cogió aire y se mordió el labio inferior. Cada vez que visualizaba los colmillos de esa mujer, goteaba sobre su lengua. Lo estaba mamando, y lo masajeaba como una auténtica experta. Vio el cielo cuando le cogió los testículos con la otra mano y jugó con ellos.

Tema saboreaba la canela en él. Su piel era suave y estaba caliente. Pero la dureza tras la piel la noqueaba. Ida, y totalmente excitada por lo que le estaba haciendo, empujó más hasta que el prepucio atravesó su campanilla, y lo alojó en el interior de la garganta. Las vanirias no morirían por asfixia, y se sentía tan poderosa que incluso quería tragarlo con más intensidad.

Y durante largos minutos lo martirizó.

Shisui murmuró una imprecación e impulsó las caderas hacia adelante.

—Relaja la garganta, nena —aconsejó sin aire.

Ella no lo hizo, y empezó a chupar con más fuerza, al tiempo que magreaba sus bolas, y acariciaba sus nalgas con la otra mano.

Esto es mío.

Solo tuyo, preciosa. Me voy... Me voy a correr. No voy a durar nada.

¿No?

Tema clavó las uñas en sus nalgas, rotó la lengua sobre su pene y tragó con la garganta.

Shisui echó la cabeza hacia atrás, apoyándose con las manos en el techo para no golpearse la cabeza con él. Se corrió como un semental. Y Tema no desaprovechó ni una gota de su semen. Se lo quedó todo para ella. Tragó y tragó, sumida en el placer de él, inmersa en lo que acababa de hacerle.

Soltó su erección con un lametazo y lo rodeó después con los dedos, besándolo y excitándolo de nuevo.

Sabes tan bien. Y tengo tanta hambre...

Él le abrió las piernas, y apoyó sus muslos en sus hombros. Retiró la parte del body negro que le cubría el sexo y hundió la nariz en su entrepierna.

—Ven aquí, Ms Marvel —gruñó abriéndole los labios inferiores con los pulgares. Tema, sin dejar de acariciarlo con la mano, apoyó la mejilla en su muslo robusto; y dejó que él le hiciera lo que quisiera.

El druida hundió la lengua en su interior, sacándola y metiéndola, moldeando su parte más íntima, resiguiendo sus formas; se concentró en su clítoris, y lo succionó durante largos minutos, hasta dejarlo hinchado y expuesto.

—Me encanta cómo respondes a mí —murmuró colando los pulgares en su interior, preparándola para lo que vendría después. Sacó la lengua y golpeó su botón de placer sin piedad, mientras utilizaba los pulgares para ensancharla—. Eso es. Tiembla para mí.

—Mmm... —sollozó ella.

—Sí, mmm —abrió la boca y cubrió toda su vagina con sus labios. Mordiéndola delicadamente, y lamiendo todo lo que formara parte de esa zona tan sensible. Estaba tan húmeda y tan excitada, que toda su boca sabía a fresa y a mujer—. Eres deliciosa...

—Oh, Dios...

—Ahora verás. —Clavó los colmillos entre sus labios al tiempo que introducía la lengua en su interior y succionaba con intensidad.

Tema se corrió y, avivada por su mordisco, giró la cabeza, apretó su pene con fuerza con los dedos y lo mordió, chupando como él hacía con ella.

Bebiendo el uno del otro, cayeron poco a poco al suelo, desmontados, destruidos y desmadejados, pero sin dejar de tomar de su esencia.

Tema se quedó encima de él, con las piernas abiertas y su sexo en la boca de Shisui y el de él en la de ella. Corriéndose, inmersos ambos en un orgasmo que los resarcía y los hundía uno en el otro.

Pero la joven no se detuvo, seguía chupándolo y temblando sobre él.

Shisui tuvo ganas de golpearse el pecho a lo KingKong, eufórico por la respuesta de ella.

—Voy a comerte un poco más —dijo él—. Ven encima de mí, nena.

Tema levantó lo cabeza y lo miró por encima del hombro. No había ni una pizca de duda en su mirada.

El druida retiró la tela y rasgó el body negro por la parte de abajo. No quería que nada se interpusiera entre su lengua y el festín que Tema tenía entre las piernas, tan liso, brillante y rosado que se iba a correr de nuevo con solo mirarlo.

—¿Ya no te sientes tan borracha? —le preguntó, colando sus enormes manos entre las tiras de su body roto y subiéndolas hasta sus pechos. Los cubrió y los amasó como si fuera un panadero—. Mi sangre te está quitando el pelotazo, nena.

Ella se mordió el labio inferior y después lo lamió con la lengua. Antes, la palabra nena le parecía vomitiva. No le gustaba. Pero cuando la pronunciaba él de un modo tan oscuro y sexy, no podía hacer otra cosa que apretar las piernas. Negó con la cabeza.

—Ese antifaz me está haciendo polvo, ¿sabes? —gruñó deslizando las manos por todo su cuerpo y dirigiéndolas a su trasero. Ella tenía el cuerpo tan sensible que las caricias le dolían. Solo necesitaba que él, su pelinegro mágico, se centrara en ese punto espiritual que hacía que todo tuviera sentido. Tema agarró sus manos y se las subió por encima de la cabeza, entrelazando los dedos con los de él, inmovilizándolo.

—Eres mi esclavo —gruñó mostrándole los colmillos.

¡Por todos los dioses celtas! Shisui quería ponerse de rodillas y dar gracias al cielo. Tema estaba tan desinhibida que daba gusto escucharla.

—Haz conmigo lo que desees, sitíchean —sonrió y miró su vagina expuesta—. Acércame eso, por favor. Voy a venerarte como te mereces.

Ella se inclinó hacia adelante y acercó su sexo a la lengua, los dientes y la boca de Shisui. Mientras la probaba y la succionaba, no le soltó las manos en ningún momento. Era tan maravilloso sentir que una tenía el poder. Shisui le doblaba en peso y tamaño, pero era ella quien mandaba. Los roles se habían intercambiado. Sus cuerpos reaccionaban el uno al otro porque se pertenecían, pero era ella quien decidía cómo y qué le hacía.

Su cabeza era un hervidero de pensamientos perversos que Shisui estaba liberando. No se consideraba ni sádica ni dominante, pero las ideas que le pasaban por la cabeza eran tan atractivas... No obstante, sabía que el ejemplar de macho viril que tenía comiéndole el fresón era tan dominante o más que ella. Oh, y eso la encendía más. Mucho más.

La lengua de Shisui entró tan profundo que tuvo que gritar y lloriquear como una desesperada, culebreando sobre él. Observó el tatuaje de la serpiente negra y roja que rodeaba todo su musculoso brazo. La cabeza quedaba sobre el dorso de su mano y los ojos verdes la miraban como diciéndole: «¿Ya has despertado?».

Tema tembló ante los insistentes lametazos. Tenía la zona muy sensible debido al mordisco, pero le daba igual. Necesitaba eso. Necesitaba el dolor y el placer.

—Yo soy la serpiente —susurró con la voz entrecortada.

Shisui sonrió y habló sobre su clítoris.

—Eres mi serpiente. Tú eres ella. Una mujer que se ha enrollado en mi cuerpo y en mi alma. Un símbolo de sabiduría e inteligencia. Mi pareja eterna, la única que quiero, Tema.

—Sí. Me gusta.

—Me alegra.

—Yo me tatuaré a Panorámix, el druida de Astérix, en tu honor. —Le estaba tomando el pelo.

Él le azotó la nalga y ella le enseñó los colmillos, desafiantes.

Tema se incorporó, le soltó las manos, pero enredó los dedos en su pelo negro, disfrutando del tacto y de la suavidad de sus mechones, y fijándolo en el sitio para que no se moviera.

—¿Te lo has dejado largo por mí, druidh?

—Por supuesto, nena —Oh, qué cachondo le ponía verla en plan nazi—. Por ti. Todo lo que haga a partir de ahora será por ti. Por nosotros.

Ella inclinó la cabeza a un lado y los ojos se llenaron de lágrimas, vidriosos y rebosantes de esperanza. ¿Tendría ella esa oportunidad? ¿Podría amarla? ¿La quería ya?

Shisui gruñó y hundió la lengua en su interior, provocándole un nuevo orgasmo.

Ella colapsó sobre él y dejó caer la cabeza hacia atrás; mostraba su garganta dibujando un arco perfecto, meciéndose sobre su boca, tirando de su pelo negro y gritando liberada.

—No puedo, Shisui... No lo aguanto. Necesito más —gimió ella llevándose una mano a su sexo dolorido y frenético por la droga.

Shisui se incorporó y la cogió en brazos para llevarla a la piscina de agua climatizada que entraba parcialmente al salón.

Ms. Marvel se retorcía sobre él, pero dejaba que la cargara.

Tema no era muy diferente de su personaje. Ms. Marvel era una mujer que fue manipulada por el hijo de Inmortus y la llevó al Limbo; la malvada Rogue absorvió sus poderes y le robó la memoria, dejándola en coma; después, el doctor Charles Xavier la ayudó a recuperar esa parte de ella perdida, pero no así sus emociones, con lo que Ms Marvel sentía cosas ajenas a ella. Por eso decían que era fría, porque no podía empatizar con sus sentimientos.

Tema había sido manipulada por Hidan y Kisame, y la llevaron a Newscientists para que utilizara sus dones a su favor; el malvado Murasame la hechizó para que no viera la verdadera naturaleza de las personas que la rodeaban; y ella misma creció en una especie de crisol falto de emociones reales.

Hasta ahora. Hasta que él la encontró y la convirtió en vaniria, abriéndole los ojos a aquella increíble realidad llena de emociones y sentimientos que la dejaban desnuda por dentro y por fuera. Pero les haría frente. Porque era una jodida valiente.

—Ponme música, Shisui —pidió frotando su cara contra su hombro—. Me gusta.

El druida apoyó la mejilla sobre su coronilla.

—¡Sweet harmony! —gritó el vanirio.

Tema sonrió indulgentemente y él se inclinó buscando sus labios.

—Bésame, Tema. Dame un beso de esos que me cruzan los cables.

Era tan dulce... Shisui era tan... tan... él. Zalamero, cariñoso, atento y tan sexy que no había manera de apartar los ojos de él.

Ella le besó mientras se internaban en la piscina paso a paso. Las luces azuladas iluminaban el agua. Le quitó las botas y acabó de sacarle el body y el pareo, lanzándolas fuera del agua climatizada.

Ambos se quedaron el uno enfrente del otro; ella totalmente desnuda, excepto por el antifaz, y él todavía con la parte superior de la armadura de Thor. La luz de la piscina teñía sus pieles de un tono añil claro.

Tema le arrancó el atrezo plateado y lo lanzó a la otra punta del salón.

—Así... —Deslizó el índice por sus abdominales—. Sin nada entre tú y yo.

Estaban gloriosamente desnudos ahora. Él era enorme. Un guerrero celta de verdad.

—No —dijo Shisui retirando su antifaz—. Ahora sí estás desnuda, Tema. Ahora me muestras tu verdadera identidad.

Ella parpadeó inocentemente.

—Lo que ves, no siempre es lo que es, Shisui. Todos tenemos máscaras.

—Lo sé, nena. Pero ya te las he quitado todas, ¿verdad?

Ella se mordió el labio y lo miró con los resquicios del dolor sufrido.

—¿Y a las demás también? ¿Con las demás hacías estas cosas? No lo llevo nada bien... —negó avergonzada—. Estoy con una especie de Casanova. No me gusta lo que hiciste con ellas.

—Con ellas no disfrutaba, Tema. No sentía nada. Porque no eran tú, ¿comprendes eso?

—Es muy desagradable esta sensación. —Se puso la mano en el pecho y lo miró desconsolada.

—¿Tus celos? A mí me encantan, mo dolag. Me demuestran que te importo y que me quieres solo para ti. Quiero demostrarte lo diferente que eres de ellas. Dame la oportunidad de quererte.

Exhaló, rendida a su belleza, y dio un paso para hundir su cara en aquel pectoral tan definido.

—Mi pequeña hada —murmuró cautivado por su comportamiento—. Haces que me tiemblen las rodillas —su mano abarcó la cabeza de la joven y la acarició.

—Me gustas tanto... —murmuró lamiendo la sangre que se había secado de su herida del pecho—. Tanto que me aterra, Shisui...

—¿Te gusto?

—Sí.

—¿Y eso es malo?

—No lo sé... Adoro esta sensación —lamió su tetilla y disfrutó de su dureza—. Adoro que reacciones a mí así. Lugar en el que te toco —coló una mano entre sus cuerpos y abarcó parte de su erección, lo que podía—, lugar que se pone duro. Me enloquece... —susurró apretando las piernas y llevándose la mano a su entrepierna para darle calor—. Y esto me duele mucho...

El druida la abrazó y flexionó las rodillas.

—Rodéame con las piernas. Voy a quitarte ese dolor, ban priunnsa.

—Sí... —Ella le obedeció y se abrió completamente a él. Cuando sintió los dedos de Shisui entrando en ella, se echó a llorar por la hipersensibilidad—. Esto tiene que desaparecer... —se quejó—. Yo no podré vivir así...

—Chist. —Shisui la colocó en posición y entró en ella, llenándola hasta el límite y golpeando en el cérvix, queriendo sobrepasarlo también. La mantuvo en su lugar y notó cómo ella se corría en sus brazos. No había nada más hermoso en el mundo que aquella hembra explotando y deshaciéndose en sus brazos. La abrazó con fuerza y, rendido a su perfección y a todo lo que ella le daba, dijo—: A mí no solo me gustas. Yo te quiero. No tienes que contestarme ahora, Tema. No tienes que decirme nada —caminó con ella ensartada y la apoyó en la pared de la piscina—. Solo te digo lo que hay. No puedo engañar a mi corazón, ni tampoco lo puedo callar. —Adelantó las caderas y la penetró con más fuerza. Ella abrió los ojos y lo miró a caballo entre el miedo y la incredulidad—. Ya no me puedes apartar. Ya no, Tema.

Ella negó con la cabeza, superada por sus palabras y por el calor que desprendían sus cuerpos.

—Shisui yo... no quiero apartate... Pero...

—Bien. Suficiente, mo ghraidh. Ahora calla, que me toca mandar a mí, nena.

La sacudió como un auténtico salvaje, arrollándola y creando una marea de olas en el agua de la piscina. Ella se abrazó a él y cedió a su dominio. La estaba sometiendo, y también le gustaba. Le gustaba todo de Shisui. Que mandara, que tuviera iniciativa, que fuera tan poderoso y listo y que atesorara tanta ternura y magia en su corazón.

Era mucho más que atracción física. Era más de lo que la palabra gustar podía abarcar. Ya no lo podía negar. Solo debía encontrar el valor de expresarlo sin miedo a que él desapareciera de su vida.