20
Se despertó tan insultantemente irritada que no se atrevió a moverse. Todavía tenía la sensación de que él estaba ahí metido, marcándola en su interior. Iba a estar deliciosamente escocida, pensó.
Latía algo bajo su oreja. Era el corazón de Shisui. El corazón que le había entregado durante la noche y que ella había aceptado. Frotó su nariz contra su pecho y miró hacia el exterior de la cristalera.
Todavía era de noche. Intentó levantarse, y entonces se dio cuenta. Claro que sentía que él estaba dentro. ¡Es que no había salido! Oh, y ni siquiera estaba del todo relajado. Caray, aun así intimidaba. El vanirio era un superdotado.
—¿Estás mejor, nena? —Shisui la miraba con ojos oscuros cómplices y divertidos. Se incorporó, obligándola a levantarse con él y a quedarse sentada sobre su erección.
Se hallaban en una cama chill out de la piscina. Los cojines blancos seguían húmedos de sus cuerpos chorreantes, así como el esponjoso colchón.
—Tienes que estarlo —sugirió él—. Te has corrido tantas veces que ya he perdido la cuenta.
Tema levantó una ceja rubia. Debería sentirse avergonzada por esas palabras pero, para su alegría y total satisfacción, no fue así.
—No me avergüenzas —le aseguró con las mejillas rojas.
—Claro que no —Shisui le robó un beso y pegó su frente a la de ella—: eres una desvergonzada, ¿lo sabías? —imitó su voz—: «Por favor, por favor no pares... No te salgas... no...».
Tema lo empujó por los hombros e intentó salirse de él, pero el druida le apresó las nalgas y la fijó en su sitio.
—¿Adónde crees que vas? —arqueó las caderas y sonrió—: Dame los buenos días.
Ella negó con la cabeza y suspiró.
—¿Más? Me duelen las ingles y creo que tengo una rampa en el trasero.
—Sitíchean... —le masajeó la nalga—. ¿Te duele aquí?
Ella dio un respingo ante el pellizco sutilmente doloroso, y él aprovechó para moverse en su interior de nuevo.
Tema amarró su pelo negro con los dedos y se movió encima de él.
—Esto es una locura —musitó mirándole a los ojos—. No puedo decirte que no...
Él se echó a reír y la besó mientras la tumbaba en la cama y se colocaba encima de ella para hacerle el amor lentamente y darle los buenos días a su manera.
Bip. Bip.
Una hora después, sus iPhone recibieron un mensaje, y los dos se levantaron de la cama a la vez. Estaban sudorosos y hartitos el uno del otro. Pero no olvidaban lo que había sucedido ni en qué lugar se encontraban. La guerra se había desatado en pleno Londres y sentía curiosidad para ver cómo habían manipulado la información de los medios Konan, Tsunade y compañía.
Shisui sabía que Deidara le había dado ese espacio de tiempo para que se ocupara de su Tema. El líder vanirio conocía el efecto que provocaba esa droga y le había ordenado que fuera a por ella para calmar el dolor de su cáraid. Pero no podían estar haciendo el amor eternamente; así que, en cuanto solventaran el conflicto entre ellos, debían volver a la acción.
Se levantó gloriosamente desnudo para coger el iPhone que había dejado en la espaciosa recepción. Miró el mensaje:
De: Consejo Wicca
Venid al RAGNARÖK inmediatamente. Tenemos visita.
Tema se incorporó en un codo y lo miró con decisión. ¿Era el vórtiz?
—Nos vamos, nena.
—¿Es la alarma del vórtiz? —Se levantó caminando hacia él a toda prisa—. ¿Ya se ha activado?
—No, todavía no —contestó él enseñándole el mensaje—. Pero han llegado la valkyria y el vanirio samurái.
Si no eran ellos, ¿qué otra visita esperaban?
Tenía un Mercedes Benz 300 SL y ni siquiera lo sabía. Shisui se lo había comprado, junto con algunos otros juguetitos de cuatro ruedas que esperaban en su garaje subterráneo, pacientemente, a que los sacaran.
Estaban preparados para salir, y aunque todavía era de noche, prefirieron ir en coche, ya que, si durante el día tenían que ir a algún sitio, necesitaban un caparazón para que los rayos del sol no les hirieran.
—¿Pero de verdad esto es mío? —preguntó aturdida.
Él puso sus manos en sus caderas, cubiertas con unos tejanos impecables y la besó en la nuca. Le gustaba mucho el estilo de Tema. Llevaba una camiseta blanca que tenía estampada las palabras «Divide y Vencerás». Era un lema que utilizaban los científicos para hablar de algoritmos y divisiones atómicas. Pero también era el lema de los alquimistas, aquellos que lograban dividir la materia y simplificarla hasta encontrar la auténtica piedra filosofal. Para Tema, la piedra filosofal sería una partícula de antimateria. Y ella la había logrado haciendo divisiones atómicas. Sí, era una alquimista contemporánea y esas camisetas le quedaban como un guante. Tenten, Karin y Konan tenían un sentido del humor muy retorcido. Pero aquel estilo iba tanto con Tema que no podía rebatirles nada. La científica tenía muchas otras camisetas sin mensaje pero, por lo visto, le gustaban esas.
—Claro que sí, Huesitos. Te gustaba tu antiguo escarabajo; y pensé que ya que sientes predilección por las cosas viejas, al menos, que sean elegantes —le dio las llaves y la invitó a entrar—. Conduces tú.
—¿Así que siento predilección por las cosas viejas? —levantó las dos cejas y lo miró como si fuera un mosquito.
—Yo tengo dos mil años y me has dicho que te gusto tanto... —canturreó, bromeando con ella.
Ella puso los ojos en blanco.
El Mercedes era gris oscuro y tenía el tapizado interior de piel roja.
El volante era liso y suave al tacto. Las puertas eran estilo alas de gaviota, de las que se abrían de abajo arriba.
La científica apretó las llaves en sus manos.
—Es un coche precioso, pero... No sé si es bueno que me estés comprando cosas continuamente.
—¿Por qué no? —preguntó él, apoyándose en el techo de ese precioso vehículo. Tema pensó que lo iba a abollar y lo miró inquisitivamente—. Es un coche muy resistente. Está blindado, nena, y tiene un chasis multitubular...
—Podría acostumbrarme a esto —murmuró contrariada, sin hacer caso a las especificaciones técnicas del druida—. A que me compren cosas...
—¿Quién no? —replicó Shisui guiñándole un ojo—. Vamos —palmeó el techo y esperó a que ella quitara el seguro de las puertas. Una vez dentro, solo pudo admirar su nuevo deportivo. Sí, era suyo. Iba a aceptar el regalo. ¡Uy, vaya, no le había costado nada! Shisui le había instalado un ordenador de abordo, lector de CDS, GPS... Era como una nave espacial.
—Druidh —dijo metiendo la llave en el contacto y dándole al acelerador.
—¿Sí, preciosa? —preguntó cruzado de brazos y sonriendo. Sabía que Tema acababa de adoptar al Mercedes.
—Agárrate bien.
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.
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El RAGNARÖK estaba en silencio, a excepción de las televisiones de plasma que emitían los partes informativos ingleses, repitiendo las imágenes de los helicópteros colisionando y de la gente corriendo por la rotonda en plena histeria colectiva. Aseguraban que la estatua de iridio se había roto y que el siniestro se había cobrado unas cuantas víctimas.
Tema y Shisui escucharon la noticia con interés.
Los guerreros se estaban reorganizando en sus compartimentos, preparándose para entrar en acción.
—No dicen nada de los vampiros ni de los seres con pelo y garras... —apuntó Tema asombrada.
—No. Konan y Itachi son excelentes en la manipulación mental.
—¿Y nosotros no? —Tsunade apareció tras ellos y los miró sin ocultar su crispación.
Tema se incomodó al verla. No sabía si esa mujer seguía juzgándola o no.
—Maru Tsunade, no seas tan susceptible.
Tsunade le sonrió y después clavó los ojos en Tema, buscando algo en su piel, algo que no hallaba. La científica aguantó estoica su escrutinio. ¿Qué estaba haciendo? La Maru de Dudley frunció el ceño y miró acusatoriamente al druida. Después suavizó los ojos y se dirigió a la rubia.
—Vamos adentro. Tenemos mucha prisa y algo muy importante de qué hablar.
Ellos la siguieron hasta el reservado de reuniones. Allí estaba el Consejo Wicca al completo; acompañado de Homura y de una mujer de pelo rojo y orejas puntiagudas, y un japonés vanirio con una katana colgada a la espalda. No les conocía.
Tema los estudió a ambos: la mujer era sexy y explosiva y vestía toda de negro, como él; sus ojos celeste parecía que miraban a todos por encima del hombro y, a su lado, el vanirio, serio e impasible, estaba pendiente de todos sus movimientos, de todas sus necesidades. Marcaban territorio el uno en el otro, como una perfecta unidad.
Eran pareja, claro. En su cuello tenían un tatuaje. Ese era el comharradh del que le habló Karin, el sello de las parejas vanirias, el que tenían la híbrida y Deidara en el interior de la muñeca: Era el símbolo de las almas que se anudaban definitivamente. Entonces, cayó en la cuenta. Era el sello lo que estaba buscando Tsunade hacía un momento.
—Shisui, Tema —les saludó Deidara—. Estos son Mei y Madara. Han venido desde Escocia urgentemente porque tienen noticias importantes para nosotros.
Mei y Madara los saludaron con un gesto de sus cabezas.
—¿Eres una valkyria? —preguntó Tema, maravillada al ver sus orejas puntiagudas.
—Sí, guapa —contestó la del pelo rojo, resuelta y orgullosa de su condición.
—Vaya... ¿Y vienes del Asgard?
Mei frunció el ceño y le dijo a Madara en voz baja:
—Esta nació ayer.
—Casi —contestó Tema, escuchando perfectamente lo que Mei había dicho—. Hace poco que soy vaniria.
—Ah... —La valkyria sonrió—. Pues bienvenida al caos.
—Gracias —contestó, Tema.
—En fin. No tenemos tiempo para presentaciones —argumentó Mei—. La información que os voy a dar solo la sabemos mi samurái y yo —colocó el puño cerrado sobre la mesa—. Si alguien más tuviera esta información en mente, lo más probable es que Hidan, Hummus o Zetsu, vete a saber, acabarían haciendo una redada y descubriéndolo. Y creedme, no nos interesa en absoluto.
—Como sabéis —intervino Madara—, desde portal de Colorado entraron en el Asgard y robaron tres tótems.
—Sí. Lo sabemos —aseguró el druidh.
—Pero también sabéis que Heimdal —continuó Madara—, el hijo de Odín, descendió a la Tierra y está oculto entre nosotros, ¿verdad?
—Sí —repitieron todos.
—Hummus no solo quería llevarse los tótems —explicó el samurái de ojos negros—, quería robarle a Heimdal el cuerno Gjallarhorn, el que convoca a todos los guerreros de Odín a luchar en el Ragnarök. Es un cuerno de marfil, oro, titanio y mercurio, muy bonito —señaló—. Hummus quiere utilizar el conocimiento de Heimdal para abrir todos los reinos del Asgard, incluidos los reinos oscuros. Por eso intentó secuestrarlo y arrebatarle el cuerno, pero no lo logró; aunque consiguió coger un trozo del tótem. —Miró a la valkyria y esta abrió los dedos de la mano para mostrar el trozo de marfil.
—¿Por qué tienes tú ese trozo? —preguntó Deidara entrelazando sus dedos.
Madara y Mei procedieron, con una compenetración envidiable, a explicarles toda la historia sobre Seiya, la profecía de los Futago, sobre quién se suponía que era Mei y sobre lo que intentaron hacerle en Gannet Alpha; cómo Seiya le incrustó el trozo de marfil en la palma de la valkyria para que ella, con su don de la psicometría, pudiera hallar al hijo de Odín en la Tierra.
—Seiya me mordió y me quedé inconsciente —continuó la valkyria—. Pero Madara lo mató antes de que pudiera decir nada de lo que había visto en mi sangre. Después de recuperarme, gracias a mi vanireinherjar, invoqué mi don. Y esta vez sí que vi donde se encontraba Heimdal. No le quise decir nada al Engel sobre lo que yo sabía porque la información es muy delicada y nos están persiguiendo continuamente. Y... la situación en Escocia es muy crítica —sus ojos esmeralda se opacaron.
—Te entendemos perfectamente, Mei —dijo Konan admirando el temple de aquella mujer—. Agradecemos que hayas venido personalmente a comunicarnos lo que has visto.
—¿Qué fue lo que viste? —preguntó Deidara.
—Bueno —suspiró cansada—. Te vi a ti, Deidara, con una capucha negra, y a tu pareja Karin, por eso supe que Heimdal se encontraba en la BlackCountry con vosotros. Pero había muchísima gente a su alrededor, y no creí conveniente dar la voz de alarma, porque los demás no tenían que saber que él estaba aquí. Toda la gente, incluido él, prestaba atención a ese pelinegro —señaló a Shisui—, pero tenía la cabeza rapada entonces. Estabas mordiendo en la teta a la neófita, y la tenías colgada de una madera —sonrió a Tema—. Ahora te he reconocido.
Tema agrandó los ojos. No comprendía nada.
—Lo que estoy insinuando es que yo vi lo que Heimdal estaba viendo en ese momento —especificó la valkyria.
—Joder —Shisui se pasó las manos por el pelo—. ¿Heimdal está aquí?
—Sí. Pero eso no es todo... Después de localizarlo, al día siguiente intenté ubicarlo de nuevo para asegurarme de que no se había movido del lugar y de que seguía ahí. Y ya no pude encontrarlo. Había desaparecido.
Shisui y Tema fruncieron el ceño a la vez. ¿Cómo podía desaparecer? ¿Lo habían matado?
—Pero, y esa es la razón por la que estoy aquí ahora mismo, esta noche he vuelto a encontrarlo —confesó Mei con ojos victoriosos—; por eso hemos venido urgentemente, pues el grupo de acción con el que estaba Heimdal esta vez era mucho más reducido; y preguntando directamente a esas personas podríamos averiguar de quién se trata.
—Dinos, Mei —Homura achicó los ojos y se inclinó sobre ella—. ¿Dónde está?
—Sigue aquí. Lo sé porque estaba en una charca de esas de piedra, como las que tenéis ahí afuera.
—Los Jacuzzis naturales —especificó Madara.
—Sí, y después dirigía los ojos a las letras plateadas que hay en la pared en las que pone: RAGNARÖK. Estaba acompañado de una mujer morena con ojos negros. Pelo largo...
Homura se envaró y Karin carraspeó.
—¿Morena? ¿Morena cómo, exactamente? —preguntó la híbrida.
—Pues morena, de piel bronceada... Y había una mujer de pelo blanco y largo con ella...
—¡Joder! —gritó Homura poniéndose de pie y mirando a Koharu.
La sacerdotisa abrió los ojos estupefacta:
—¿Estás segura de lo que dices? —preguntó Koharu.
—Completamente —contestó la valkyria—. Mi don no falla.
—¿Qué... qué pasa? —Tema estaba asombrada por la reacción tan visceral que había tenido lugar allí.
Tsunade se llevó la mano a la boca y dijo.
—Heimdal estaba con Koharu, la kone de Homura —precisó—, y con una de las tres sacerdotisas ancianas. Koharu se encarga de cuidar a los niños y anoche se quedó con ellos, así que... Entonces, ¿Heimdal estaba ahí, en el RAGNARÖK? ¿Por qué no se había mostrado? ¿Por qué no les había pedido ayuda? ¿Era un niño?
—Pero no puede ser... —refutó Koharu—. Ayer decidimos tomar un chapuzón con algunos críos, porque estaban un tanto intranquilos y...
—¿Quiénes, kone? Nómbramelos —exigió Homura.
—Muchos... Mmm... Jared, Riku, Eon, Nori, Enok...
—No es suficiente —Mei negó con la cabeza—. La clave está ahí, Heimdal es uno de ellos. Recuerda, Koharu.
—Se tomaron un chapuzón y... Y después Dyra y yo nos quedamos con... Oh, por la Diosa —Koharu palideció y miró a Tema y a Shisui—. Si viste eso tal y como dices... Cuando salimos del jacuzzi..., solo Eon estaba con nosotras.
El druida entrelazó los dedos con Tema, que se había quedado helada.
¿Que ese niño renacuajo de pelo naranja y ojos azules era Heimdal? ¿Pero qué locura era esa? ¡Si era un crío inofensivo y enfermo!
—¿Creéis que Heimdal es Eon? —replicó Shisui—. ¿En serio? Es imposible. Ese niño está enfermo y...
—De hecho, ayer sufrió un nuevo vahído —argumentó Koharu—. Después de salir del Jacuzzi. Lo llevamos a la habitación con los demás niños, y se quedó ahí dormido.
—¿Otro vahído? Si yo le hice una protección cuántica... —murmuró contrariado—. No creo que sea Heimdal.
—Sé que es Heimdall —señaló Mei—. Lo es. Mi don de psicometría es exacto, vanirio.
Shisui se frotó la cara con la mano y atrajo a Tema hacia él.
—Que lo traigan —ordenó el druida.
Koharu se levantó con Homura y fue a buscar a Eon.
—Pero, Shisui... —protestó Tema—. Estamos hablando de Eon... Ese crío no habla, no dice ni una palabra. Está débil. ¿Cómo va a ser hijo de un dios?
—Bueno, Heimdal no habla —argumentó Mei acariciando el marfil de su mano—. Él es... Muy fino de oído; dicen que incluso puede oír a las hormigas caminar y tiene una vista de lince. Pero no es conocido por su don de palabra. Sin embargo, su cuerno hablará por él en el día señalado. No le hace falta hablar —se encogió de hombros sin darle importancia.
Tema resopló y se apartó de Shisui, caminando de un lado al otro. ¿Por qué sentía esa ansiedad? Ella adoraba a Eon. Le encantaba ese niño.
—¿De dónde fue rescatado Eon? —preguntó Shisui, visiblemente afectado.
—Llegó con los niños de CapelleFerne —explicó Konan, igualmente sorprendida.
—Tsunade —el druida se acercó a ella y le puso una mano en el hombro—, trae a Daimhin y a Carrick. A ver si ellos nos ayudan a entender esto.
—¿Por qué tanto drama? Es algo muy bueno que tengamos localizado a Heimdal —apuntó Mei mirándose las uñas—. Si él regresa al Asgard y vuelve a ser su guardián cerrará todas las fugas y las puertas por las que haya entrado Hummus. Y de nada servirán los vórtices ni los aceleradores. Heimdal no permitirá que nadie entre esta vez; pero para ello, tiene que estar allí y cerrar todas las fugas.
¿Podría ser? Tema encaró a Mei, afectada por esas últimas palabras. ¿Podría ser que Eon estuviera con ella porque sabía que estaba montando el acelerador? ¿Que ella sería la llave para que él regresara al Asgard? Pero Eon era tan cariñoso, tan bueno... Tan de azúcar. ¿Cómo un dios tan poderoso iba a tomar el cuerpo de un vanirio enfermo y necesitado de protección? ¿Y por qué sabiendo lo de los portales no había dicho quién era? Ah, claro. Que no hablaba. ¡Pero había otros medios!
Según indicaban los paneles de la Nasa, la energía electromagnética de Inglaterra se estaba concentrando en el vórtice cerca de Wiltshire. No obstante, todavía no estaba activado del todo.
—Tema —Shisui la tomó de los brazos, girándola hacia él y exigiendo toda su atención—. Preciosa, concéntrate. ¿Puede ese microacelerador que tienes en tu sala abrir un portal hasta el Asgard?
—Imposible. No... No tengo suficiente iridio que lo estabilice, ni la fuerza ampérica necesaria para... para poder activarlo...
—¿Qué necesitas? Dímelo, nena. Si Eon es Heimdal, tenemos que enviarlo al Asgard antes de que Hidan y Hummus abran el portal. Hay una oportunidad para nosotros. Pero si no llegamos antes que ellos, sin su guardián, el Asgard está vendido.
—¡Necesito iridio! —replicó ella impotente. Eon era Heimdall... ¿Lo era? ¡¿A qué mierda jugaban ahí?!
Shisui la abrazó y le acarició el pelo, y ella agradeció un poco de seguridad en aquella locura.
—¿Iridio y qué más? —Tema estaba tan sorprendida y afectada como él.
—Y... Una fuente de alto voltaje para la polarización —se secó las lágrimas de los ojos. Eon iba a ser de ella... ¿Por qué no se lo podía quedar?—, para... para que interactúen los campos eléctricos... y...
—¿Una fuente de alto voltaje? —preguntó Mei con voz más suave al ver el malestar de la científica—. ¿Cómo de potente?
—La máxima potencia. Hablo de kilowattios —contestó ella.
Koharu y Homura aparecieron de nuevo sin Eon.
Shisui y Tema los miraron, y lo que percibieron no les gustó nada.
—Eon no está en su cama —dijo Homura—. No sabemos dónde está. Lo están buscando por todo el RAGNARÖK, pero no damos con él.
—¿Un niño de tres años ha desaparecido? —murmuró Madara irritado—. ¿Qué tipo de seguridad tienen aquí?
Homura habló con Deidara para preparar un equipo de recuperación. No sabían dónde estaba el pequeño, pero tendrían modo de hallarlo.
—Después de lo de Goro, ayer por la tarde insertamos a todos los miembros de los clanes unos transmisores médicos de telemetrías —reveló el sanador—, para que nos informen en cada momento sobre su estado físico y mental. Cuando el cerebro se empieza a corromper, la sangre cambia de composición: se vuelve más ácida y espesa. Los transmisores nos revelarán si hay o no hay más guerreros rotos. El transmisor lleva un sistema de localización vía satélite y eso nos puede ayudar a encontrar a Eon... Heimdal —rectificó.
—Entonces, activa su transmisor y dinos donde está —ordenó Shisui sin concesión.
Tema salió disparada, con un nudo en la garganta. Si se tenía que poner a llorar como una descosida, lo haría a solas, no con todos mirándola. Shisui salió tras ella y la alcanzó en la puerta de entrada de su sala, su lugar de trabajo, su pequeño santuario; blanco, impoluto y con todo tipo de herramientas y aparatos que ella sabía manipular. Sin rastro del ataque sufrido el día anterior.
—Tema —El druida la siguió al interior. No soportaba sentir el descontrol de la científica. Sabía cuánto cariño había tomado a Eon en muy poco tiempo, como para que ahora le dijeran que no era un niño y que además había desaparecido. Joder, incluso a él le sentaba mal—. Mírame. —La tomó del brazo y la giró hacia él.
Ella no quería hacerlo. Si se centraba en el acelerador y lograba ponerlo en marcha, a lo mejor recuperaría la normalidad y la calma. Si ocupaba su cerebro, con datos y fórmulas que podía manejar, podría dejar de sentir ese vacío en su estómago... Pero se imaginaba a Eon, dios o no, solo por ahí, con ese cuerpo delgado, pequeño y vulnerable... Y le entraban los mil demonios. ¿Y ella qué había estado haciendo mientras Eon se ponía enfermo de nuevo y desaparecía? Emborracharse y follar como una loca. Eso había hecho.
—¡Eh! —Shisui la tomó por la barbilla, irritado con sus pensamientos—. ¡Corta ahora mismo lo que estás pensando! No mancilles lo que hemos vivido esta noche, nena. No lo hagas —le advirtió—. Eon ha desaparecido y lo encontraremos. Pero nada de esto es culpa tuya, ni mía.
Tema no lo creía. Cuando mataron a su madre y a su hermana; cuando las violaron y torturaron ante sus ojos, ella no pudo hacer nada para evitarlo. Solo retirarse mentalmente del infierno que estaba presenciando, y ocultarse en su cabeza, haciendo variables del número Pi. Se alejó del dolor y no las salvó. No hizo nada para...
—¡Tema! ¡Nena, no hagas esto! Eras una niña. No podías hacer nada. Nadie puede en esas circunstancias, cariño. —Le limpió las lágrimas con los pulgares—. ¡A veces suceden cosas que escapan a nuestro control! No las vemos venir.
—¿No? ¿Tú no eras druida? ¿No has visto venir que Eon no era normal? —sabía que estaba siendo injusta con él, pero no podía reprimirse—. ¿Qué es lo que hace tu magia exactamente, además de hacer crecer el pelo?
Shisui sonrió con frialdad, herido por su acusación. Qué zorra era cuando quería.
—¿Y tú, Tema? ¿No eres la persona más inteligente del planeta? ¿Por qué no has resuelto el enigma de Eon? No me ataques gratuitamente. Sé que estás preocupada, nena... —acercó su rostro al de ella—. Pero vamos a solucionar esto juntos. No me vas a dejar de lado.
—Perdón.
La voz de Daimhin interrumpió la discusión. La joven entró vestida con su camiseta blanca de tirantes, sus pantalones negros ajustados, con los Manolos y la katana a la espalda, y un rimmel muy oscuro en los ojos. Vaya, Daimhin estaba encontrando su estilo «Ángel de la muerte». Su glorioso pelo rubio lucía recogido en dos trenzas.
—Mi madre me ha dicho que queríais preguntarme sobre Eon.
Shisui soltó la cara de Tema, a la que no sabía si besarla o zarandearla, y se centró en Daimhin.
—¿Cuánto hace que conocéis a Eon?
Daimhin parpadeó y se relamió los labios.
—Fue de los últimos en llegar. Él no pasó mucho tiempo en CapelleFerne.
—¿De los últimos en llegar? —repitió Tema con la piel de gallina.
—Sí, eh... Había muchos niños allí, ya lo has visto —se explicó la vaniria—. Pero a Eon lo vi por primera vez dos días antes de que nos rescataran. Como no hablaba y era tan silencioso, le pusimos ese nombre... Como los eones... los espíritus, ¿sabéis? —preguntó incómoda.
Shisui cerró los ojos e hizo cuentas. Sí, las fechas cuadraban con la del robo de los tótems y la apertura del portal. Se sentó en el taburete y meditó sobre lo acontecido. ¿Sería cierto que lo habían tenido delante de las narices y no se habían percatado de ello?
Daimhin y Tema se miraron la una a la otra; y la de las trenzas se acercó a ella y le dijo en voz baja:
—Novata, Eon va a estar bien —le pasó la mano por la espalda cariñosamente—. Acabo de oír lo que decíais... Lo siento por escuchar. Yo... no sé si es o no Heimdal, pero si lo es... Has tenido a un dios enganchado a la pierna todo este tiempo. Te vas a convertir en toda una leyenda —lo dijo con sinceridad y sin dobles intenciones.
Tema se echó a reír entre lágrimas, aunque no las tenía todas con ella. Pasó el brazo por encima de los hombros de Daimhin y le dio un beso en la cabeza.
—Eh, no te pongas empalagosa —repuso la hija de Tsunade, sin apartarse del abrazo.
—Cállate, Supergirl —contestó Tema.
Daimhin era toda luz. Y la adoraba. Habían personas a las que no les hacía falta mucho para ganarse a otras. Daimhin era una de esas personas; y Tema sabía que la iba a querer y a respetar nada más verla. Igual que lo supo cuando vio a Eon. La conexión con él fue tan fuerte y auténtica que lo quería tener a su lado siempre. Pero esa opción ya no era factible.
—Eon es Heimdal —resolvió Shisui levantándose de la silla—. Lo es.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo sé. Creo que todo cuadra... Nos necesita, por eso se ha quedado con nosotros. Putas las nornas y su telar... Pero ha huido por alguna razón. Se ha ido de aquí por algún motivo.
—¿Qué tienen que ver aquí las nornas? —preguntó Tema, exasperada.
—¡Todo! —Shisui se rio de sí mismo—. Siempre tienen que ver, Tema. Siempre. El destino es una entidad viva. Hila y deshila a cada acción y decisión que emprendemos.
—Explícate —pidió, poniendo todos sus sentidos en su argumentación.
Shisui sacó su puñal distintivo con el sello de Awen, y rozó la hoja con los dedos. Anduinedruidh. El hombre druida, rezaba su hoja.
—Hace dos mil años los dioses me arrebataron las emociones. Me dejaron muerto y mi magia desapareció —se sentó sobre la mesa de pruebas y siguió concentrado en la manufacturación de su puñal—. Mi vida no ha tenido nada de especial hasta que me secuestraste en el Ministry —miró a la científica—. Hace ya un mes y medio de eso. Por alguna razón, la vida de los clanes ha cambiado en este tiempo. Tú conoces la alineación planetaria que habrá dentro de poco; sabes que es un evento único, y que una energía que llegará del cosmos abrirá todos los portales de la Tierra, y aquello que hasta ahora los humanos no han visto, entonces será revelado. En este tiempo, antes de que esa alineación se dé, han pasado muchas cosas: Deidara puede caminar bajo el sol; hay un híbrida vanir y berserker que resulta ser la nieta del líder de Wolverhampton; la amiga de Karin, Tenten, es la famosa Cazadora de Almas, y su pareja, es el noaiti del clan berserker, que justo después de recuperar a Tenten de la muerte, recibió una profecía de las nornas, que indicaba paso a paso lo que debía suceder para que las cartas se pusieran a nuestro favor en el Ragnarök; la profecía habla de Riku y Nori, sus sobrinos y lo importante que son para nosotros; habla de unos elegidos, Konan y Itachi, que traerán un alma nonata que puede ayudar a proteger el Midgard, y Konan ya está en cinta de Aodhan; mataron a Naruto, pero ha regresado como líder de los einherjars, comandando a las valkyrias que tanto nos están ayudando; y, de repente, la profecía habla de un magiker, que es un mago, un druida, que tiene que expulsar el veneno de su corazón. Y la humana conocedora de nuestro mundo nos debe ayudar —se levantó y quedó en frente de las dos chicas—. Está claro. Las nornas ponen el tablero de ajedrez, pero nosotros movemos las fichas.
—Yo ya no soy humana —repuso, Tema.
—Pero lo fuiste. Y ahora eres una de las nuestras —contestó Shisui—. La cuestión es que debemos hacer algo; y hasta ahora no sabíamos qué era —aseguró—, pero Eon entró en escena hace un par de días y puede que nos aclare todo.
Tema y Daimhin parpadearon las dos, empezando a comprender por dónde iban los tiros.
—Eon —continuó Shisui— llegó a CapelleFerne un par de días antes que se produjera el rescate. Descendió obligado tras el ataque de Hummus y tuvo que cambiar su imagen. Ahora, ¿dónde podía ocultarse un dios para que nadie se imaginase donde estaba? ¿Dónde pasaría desapercibido? Vamos, cerebrito. Lo sabes tan bien como yo —la animó Shisui.
Tema se rodeó con los brazos y afirmó pensativa con la cabeza.
—Él mismo se puso en la boca del lobo... —Caviló la astrofísica— . ¿Quién se iba a imaginar que ese niño era Heimdal y que estaba en los túneles con los niños perdidos? Había tantos...
Daimhin rechinó los dientes y sus ojos se enfurecieron. Heimdal, el hijo de Odín, había visto las perrerías que les hicieron... Y no hizo nada.
—Se realizó el rescate y Eon fue liberado. Pero Heimdal venía enfermo y se quedaba inconsciente a menudo. Sufría vahídos, desconexiones mentales, las cuales todavía no sabemos a qué se deben. Pero sí que teníamos constancia del metal en su sangre. Mei nos ha dicho que el cuerno de Heimdal está hecho de marfil, oro, titanio y mercurio. Justo los tres metales que encontramos en la sangre de Eon. ¿Casualidad?
—Por supuesto que no —resopló Daimhin disgustada.
—Entonces —prosiguió Shisui—, tú y yo entramos en escena. Eras mi cáraid, mi pareja de vida, la mujer que me devolvería las emociones, y con ello, mis dones. Te transformé. Tú eras la científica más brillante de Newscientists y sabías cómo abrir un portal permanente; abrirlo y cerrarlo a tu antojo, aunque todavía no habías puesto tus conocimientos en práctica. Con mis dones recuperados, Itachi nos trajo a Eon y me pidió ayuda y yo... Yo... —se quedó en shock y sonrió.
—Tú le hiciste una protección cuántica, supuestamente, para que se recuperara; y decretaste que era invisible, que nadie lo podía ver. Inaccesible —continuó Tema colocando todas las piezas—. ¿Por qué? ¿Por qué Heimdal pidió eso?
—Porque necesitaba estar oculto a ojos de los demás mientras tú probabas el acelerador para abrir el portal —concluyó el druida—. Van tras él, ¿recuerdas?
Los dos se miraron, con los ojos brillantes y muy abiertos.
—Y porque Hummus puede localizarlo —aseguró la voz grave del vanirio samurái, que había aprecido tras ellos silencioso como un fantasma.
Madara entró, con Mei cogida de la mano, que curioseaba todo lo que había en esa sala. Necesitaban hablar urgentemente con la novata.
—Disculpad la intromisión. —Los ojos rasgados de Madara eran muy sinceros y se veía incómodo por la situación—. Pero nos han dicho que tú —aludió a Tema—, eres capaz de abrir una puerta para Heimdal.
—¿Tú trabajas aquí? —preguntó la valkyria con cara extrañada. La miró de arriba a abajo y se quedó prendada de sus zapatos de calaveras— . No tienes aspecto de mujer de ciencia.
—Gracias —contestó Tema poniendo los ojos en blanco.
—Y te voy a robar los zapatos.
—Graci... ¿Qué? ¡No! —exclamó la vaniria observándola como si estuviera loca.
Mei se encogió de hombros, peinándose el pelo rojo con los dedos. Sus orejitas puntiagudas se movieron y los ojos esmeraldas se tornaron rojos en un nanosegundo, aunque luego retomaron su color natural, preciosos, por cierto. Tema achicó los ojos, y pensó que se lo había imaginado.
—Es Einstein con pechos —respondió Daimhin defendiendo a su amiga—. Yo quería ver a una valkyria —murmuró maravillada acercándose a la del pelo rojo—. Vaya... Eres...
—Voy a cobrar por cada miradita —aseguró Mei—. Cincuenta libras y te enseño donde tengo un piercing.
—¿En serio? —Daimhin abrió los ojos como una niña de cinco años, emocionada por verlo.
Madara puso los ojos en blanco.
—Es broma, Madara —le dijo divertida al ver su reacción. Le encantaba provocarlo, ¿cuándo iba a aprender?—. Madara tiene razón —La valkyria sonrió cuando él la miró de reojo—. Los hijos de los dioses se reconocen entre ellos. Y Newscientists tiene a alguien que puede hacer eso. Sabían que Sāra, mi nonne preciosa, era hija de Thor. Lo pueden sentir.
—Por eso Eon buscaba la protección que tú le podías dar —dijo Tema encarando a Shisui—, porque él sabía que podías ocultarlo.
—Pero la protección pudo desaparecer ayer por la noche —murmuró el druida—. Me hirieron y perdí mucha energía. El escudo protector que le hice iba ligado a mi energía cuántica. Al estar débil y perder tanta, su escudo, posiblemente, se debilitó.
—Probablemente —apuntó Madara—, Hummus lo ha estado asediando.
—Sí —susurró Shisui—, esa sería la energía agresiva que sentía alrededor de Eon, parecida a la magia seirdr. Intentaba chupar su energía vital.
—Pero Eon se encontraba ayer noche en el RAGNARÖK y pensó que si el escudo desaparecía; su ubicación sería revelada —sugirió Daimhin— . Y temió ponernos en peligro, por eso se fue.
—Sí, eso sería más típico del bueno de Heimdal —apoyó Mei, manipulando un cristal de color azul.
—Pero sigue estando débil —protestó Tema—. Es un vanirio y la luz del día...
—No es un vanirio —refutó Shisui—. Ha tomado esa apariencia, pero creo que Eon, o sea Heimdal, puede caminar bajo la luz del sol.
—Sufre vahídos —repuso Tema, desorientada.
—¿Y si se los provoca él mismo? —pensó Shisui—. ¡Puede ser! Se queda como en coma; a lo mejor, si hace como que está muerto y su cerebro y su cuerpo se desconectan, Hummus no lo puede detectar.
Madara entornó los ojos, tomando como válida la suposición de Shisui.
—Si su protección ha desaparecido —opinó el samurái—, Eon debe de estar en algún lado, sin conocimiento. De lo contrario, le rastrearán.
Shisui afirmó con la cabeza. Trabajaría en su cúpula cuántica desde la distancia. Súbitamente, una alarma sonó en toda la instalación.
Tema salió escopeteada, dirigiéndose al salón central. Todos la siguieron, y se apoyaron en la barandilla que hacía de balcón, y a través del cual se podía ver todas las pantallas satélites de la sala.
—Se están rebasando los límites —musitó con inquietud—. El vórtiz se está preparando para activarse. Deberíamos... —miró a Shisui—, deberíamos hablar con Riku. Si él ve antes cuál es el punto exacto del portal nos puede dar un margen de tiempo que puede resultarnos muy valioso. Yo intentaré dejar listo el acelerador —se mordió el labio con nerviosismo—. Pero debemos encontrar a Eon, y necesito más iridio, Shisui, o no podré estabilizarlo y... Después está el riesgo de las tormentas eléctricas. Los portales crean tormentas eléctricas alrededor... Los humanos podrían ponerse en peligro.
—¿Los aceleradores crean tormentas eléctricas? —repitió Mei mirando a Madara con interés—. Mmm...
Shisui se acercó a su mujer.
—Chist —él puso ambas manos en sus mejillas—. No te preocupes por lo que pueda o no pueda provocar la puerta. Vamos a encontrar a Eon. Tú prepara el acelerador y yo hablaré con Homura. Despertaremos a Riku.
—¿Necesitas ayuda, alquimista? —preguntó Tsunade apoyada en la compuerta de su sala. En su rostro se reflejaban las ganas de ayudar. Ya no había recelo ninguno. Karin y Deidara la acompañaban.
Tema se aclaró la garganta. ¿La querían ayudar? Ella no estaba acostumbrada a trabajar con tanta gente; de hecho, siempre había sido muy individualista, pero, al parecer, ese clan no tenía ni idea de lo que era la intimidad. Hacían las cosas en equipo.
¿Quería decir que ella ya formaba parte de ellos?
—No hacen falta tantas manos, pero...
Karin entró sin hacer caso a sus excusas.
—Relájate un poco, novata. Dinos qué necesitas para que este trasto funcione —tocó el medidor de amperios.
Qué manía tenían todos con tocar las cosas, pensó sin malicia.
—Está bien —Tema asintió finalmente—. Vamos a revisar que todo esté correcto. Pero... ¿Y el iridio? —preguntó a Shisui desesperada—. Hidan seguramente tiene más iridio que nosotros.
—Sí, se llevó toda la cabeza de Iron Man —le sonrió con dulzura, ocultando un secreto en sus ojos negros, y revelando a la vez lo mucho que la quería y la adoraba.
Tema tragó saliva y tuvo un extraño presentimiento.
—¿Shisui?
—Yo me encargo del puto metal, nena. Tú deja el acelerador preparado para trasladarlo al vórtiz. Todo va a salir bien.
