21
Homura Mitokado observaba con gesto incrédulo la pantalla de la telemetría que indicaba que Eon estaba en Wiltshire. Itachi y Konan no podían creer lo que veían sus ojos. El punto intermitente se había detenido en Frome, que estaba a caballo entre Glastonbury, uno de los posibles cónclaves donde se activaría el vórtiz, y Amesbury, el otro más que probable vórtiz.
El líder berserker se pasó la mano por la cara y se frotó el inicio de la barba corta que siempre le gustaba llevar.
—¿Amore? —preguntó Koharu poniéndole una mano en la espalda. Ella no sabía interpretar muy bien lo que veía en la pantalla. Tantas luces, líneas, puntos intermitentes... Prefería que su mann le explicara las cosas—. ¿Qué pasa?
Homura levantó la mirada y observó a la pareja vaniria.
—¿Qué coño hace ahí? —dijo Itachi con un gruñido—. ¿Cómo un niño de tres años se ha ido de aquí sin enterarnos? La telemetría indica que no le late el corazón.
—Por la Diosa —susurró la sacerdotisa afectada por aquellas palabras.
—No quiere decir que esté muerto. Eon... O Heimdal, quien sea, se desconecta. Sufre ataques de inconsciencia y se queda en coma, como muerto. El corazón se le detiene, pero... por alguna extraña razón, sigue vivo.
—¿El corazón no le va y sigue vivo? —repitió Koharu horrorizada.
—Si es un dios y está utilizando ese cuerpo como tapadera —explicó Homura para tranquilizar a su mujer—, puede manipularlo a su antojo. La pregunta es... ¿Cómo ha salido?
—Las chicas aseguran que no han visto a nadie salir de aquí —confirmó Koharu—, a excepción de Kakashi, Tenten y Obito, cuando han regresado de la reyerta del IMAX de Waterloo.
El berserker se ató su larga melena chocolate en una cola baja. Cogió su iPhone, decidido a hacer una llamada. Había mandado a Obito y a Kakashi a Wiltshire para que vigilaran la zona; y si había algún movimiento extraño, debían avisar a los clanes para que se movilizaran.
¿Sería posible que Heimdal hubiera establecido contacto? ¿Lo sabría? ¿Cómo demonios se había atrevido?
—¿A quién vas a llamar, leder? —Hotaru entrelazó las manos y se llevó la punta de los dedos a los labios. ¿Por qué Homura se veía tan nervioso?
El Hummer de Kakashi había aparcado en Frome, Somerset. Un precioso pueblo inglés construido alrededor del río que llevaba el mismo nombre. Las casas de estilo victoriano, unas pegadas a las otras, de diferentes colores y con todo tipo de flores en los balcones, conferían al pueblo un estilo gótico muy especial y, a la vez, lleno de encanto. Muchas de esas casas se habían utilizado para el comercio y el consumo, y ahora eran restaurantes y cafeterías con maravillosos escaparates. A uno le apetecía pasear por ahí, impregnarse del olor a panadería recién abierta y caminar imaginándose con un traje de chaqueta, un sombrero de copa, un bastón y una hermosa mujer con el pelo recogido y un vestido de época de esos que levantaban los pechos desafiando a la ley de la gravedad. La mujer de ojos color carmesí, pelo morado oscuro y largo, y rostro de pillina incorregible, a poder ser.
Kakashi sacudió la cabeza. La imagen de esa valkyria lo perseguía hasta en sueños. ¿Cómo podía ser? Fácil. Naori era de él.
—Naori... —repitió su nombre en voz baja, para comprobar que era real, que no se la había imaginado. ¿Cuándo volvería a verla?
No obstante, no era momento de pensar en ella.
Después de haber atendido a Tema y dejarla con Shisui, un grupo de berserkers entre los que se hallaban él y Obito como líderes, se había dirigido al RAGNARÖK a coger todo tipo de cargamento para dejarlo preparado en los emplazamientos de Glastonbury y Amesbury, las dos zonas que competían para que se abriera el vórtiz definitivo.
Kakashi tenía hambre y necesitaba llenar el estómgao. Desde el día anterior no había comido nada; por eso salía de Cheap Street, la calle más concurrida de Frome, con un montón de bolsas de cartón a rebosar de cafés y bollería.
La cafeína les daría el estimulante necesario para seguir en pie. ¡Los dioses no habían inventado el café, y solo en eso eran superados por los humanos!
Dando un sorbo a su extralargo, llegó al Hummer y abrió las puertas con el mando automático. Dejó los paquetes en los asientos de atrás y acabó de tomarse la bebida apoyado en la puerta del piloto, mientras observaba los cielos, llenos de nubes. Esa maldita semana había hecho un tiempo de pena.
De hecho, el clima acompañaba el estado del conflicto en el Midgard. Se decía que en unas horas se abriría un vórtiz en Inglaterra. Si Hidan y Hummus llegaban al vórtiz y hacían impactar el haz del acelerador, abrirían una puerta perfecta que les llevaría al Asgard. Y, sin guardián, no habría nadie que protegiera el reino de los dioses.
No lo podían permitir. Todo se acabaría.
La música de Still Standing de The Rasmus de su iPhone lo sacó de sus pensamientos. Lo tomó del bolsillo trasero de su pantalón oscuro y contestó:
—Dime, leder.
—Kakashi, ¿ya habéis redado los cónclaves?
—Sí —dio otro sorbo a su café—, hemos movilizado a los guerreros en las dos zonas. Hemos minado la zona con detonantes, por si la situación se nos va de las manos.
—Bien. ¿Dónde estás ahora?
—Me he acercado a Frome para comprar provisiones y reponer fuerzas para las guardias.
La línea se quedó silenciosa. Kakashi entrecerró los ojos amarillos y su instinto berserker se despertó.
—¿Sucede algo, Homura?
—Joder, sí. ¿Estás con tu Hummer?
—Sí.
—Kakashi, escúchame bien. Eon no está en el RAGNARÖK.
—¿Cómo que no está? ¿El pequeño pelirrojo? —Pero si ese niño solo tenía tres años. ¿Dónde estaba?
—Sí. Ayer por la tarde Itachi introdujo a todos los guerreros rescatados de Newscientists un transmisor médico de telemetrías para comprobar su estado físico y mental y que no volviera a pasar lo vivido con Goro. El transmisor tiene un GPS y nos está dando la señal exacta de donde está Eon.
—Bien, ¿y dónde está? —Dejó el café sobre el capó y apoyó la mano libre en su cadera.
—En Frome.
Kakashi no supo qué decir. Abrió y cerró la boca alternativamente. ¿En Frome?
Se dio la vuelta y clavó los ojos en el maletero. Ellos habían tomado lo que necesitaban de la sala de armas y material informático del RAGNARÖK. Habían cargado las cajas en los coches y se habían ido.
—Espera un momento —dijo el berserker de pelo platino caminando lentamente hacia su maletero. En el maletero tenía tres cajas. Una de ellas no la había abierto, y era la que estaba abajo del todo, soportando el peso de las otras tres, que ya estaban vacías. Kakashi retuvo el iPhone con el hombro, mientras procedía a sacar las dos primeras enormes cajas, y clavó los ojos en la que quedaba. Era una caja profunda, de un metro de largo por otro de ancho. En esa caja había dos portátiles militares, recordó. Kakashi sacó la caja y la dejó en el suelo. Abrió los pestillos de seguridad, y levantó la tapa.
—¡Joder! —exclamó cerrándola de golpe.
—¿Kakashi? ¿Kakashi? ¿Está ahí? —preguntaba Homura.
—¡Claro que está aquí! —se pasó la mano por la cara con frustración—. ¿Qué hace este crío aquí? ¿Por qué...?
—Kakashi, escúchame atentamente.
—Te escucho —detuvo su retahila de golpe.
—Por nada del mundo dejes a Eon. Quiero que te lo lleves, que lo protejas y lo resguardes hasta que nosotros te digamos lo que debes de hacer.
—Un momento, Homura. ¿Quién coño es este crío? ¿Cómo se supone que debo cargarlo? Es un vanirio... ¿no? —Fijó sus ojos amarillos en la tapa de madera. No comprendía nada—. No tengo impermeables protectores para su piel y...
—Eon no es un vanirio. Ha tomado la apariencia física de uno de ellos, pero... No, no es un vanirio. ¿Está despierto?
Kakashi abrió la caja de nuevo. Eon estaba hecho un ovillo, con un chándal gris que le iba un poco grande. El nacimiento de su pelo teñía su cráneo de rojo. Sus cejas, finas y diminutas, le daban un aspecto entrañable. Kakashi se puso en cuclillas y colocó el índice y el corazón sobre su vena aorta, en el cuello.
—No le late el corazón. No respira...
—Está bien. Creemos que él mismo se induce los comas para que no detecten su energía divina. Por eso ha tenido tantos vahídos. Para que Hummus no lo localice.
Kakashi sacó los colmillos. Hummus le repateaba el estómago y él también sentía cosas extrañas cuando el jotun estaba cerca. Cuando se enfrentó a él en CapelleFerne, el lobezno le dijo cosas que no le gustaron nada. Lo llamó niño perdido y le dijo que Homura sabía quiénes eran sus padres.
Homura se lo había negado rotundamente. Hummus solo quería confundirlo, le había asegurado. Pero el líder berserker, aunque tenía todos sus respetos y toda su lealtad, sabía muchas más cosas de las que admitía. Y Kakashi ya no se fiaba de nadie.
—¿Energía divina? ¿Entonces?
—Kakashi, Eon es Heimdall. Y tenemos que enviarle de vuelta al Asgard. Si lo logramos, no tendremos que preocuparnos de los portales hasta el día señalado.
Kakashi se envaró y se quedó de piedra.
—¿Lo sabías? ¿Sabías quién era Eon desde el principio?
—No, joder.
El berserker de pelo platino alzó el rostro al cielo y gruñó, deseando tirar el teléfono al otro lado de la calle. No se creía nada.
—Leder.
—Sí.
—Yo cargaré con Heimdall. Pero cuando todo esto acabe, tú y yo hablaremos largo y tendido. Siempre tienes sorpresas, joder.
Homura solo le dijo:
—Mantente localizable. Te necesitaremos en el vórtiz indicado en el momento en que se active definitivamente. —Quiso añadir algo más, pero al final dijo—: Protege a Heimdal como si fuera algo tuyo.
Cortó la comunicación.
Kakashi miró el teléfono. ¡Qué cabrón! Al leder siempre le gustaba dejar a los demás con la palabra en la boca.
Agarró al pequeño dios, lo cargó en brazos y guardó las cajas de nuevo en el maletero. ¿Qué debía hacer? ¿Se ocultaba? ¿Huía a la zona del bosque? Frome estaba justo en medio de Glastonbury y Amesbury.
—Nos quedaremos aquí —le dijo a la cara de ojos cerrados del pequeño—, hasta que nos avisen. ¿Te parece? —Volteó los ojos—. No hace falta que contestes.
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En el RAGNARÖK, Tema había recibido la ayuda de todos para acabar de preparar el acelerador. Solo le faltaba la fuente de energía y más cantidad de iridio. Hidan tenía más opciones pues contaba con el material necesario y eso la cabreaba profesionalmente. El vampiro hijo de perra partía con ventaja. Era como una carrera espacial, pero adaptada a las puertas intergalácticas.
Sin embargo, con lo estricta que había sido ella en relación a su trabajo, ahora se encontraba con que una valkyria, un vanirio samurái, dos Marus del consejo Wicca, una superviviente de CapelleFerne y un druida, que le había robado la mortalidad y el corazón, la estaban ayudando. Y lo hacían muy bien.
—Apartaos un momento —ordenó Tema encendiendo el interruptor. El haz de luz del puntor colisionó en el plato, con el mismo éxito que lo había precedido la primera vez.
La científica miró a Shisui con orgullo.
—El ataque de Goro no ha sido fructífero. El acelerador funciona.
Los presentes respiraron más tranquilos. Al menos, tenían un acelerador que podían usar.
—Pero —apuntó Tema—, no podemos cantar victoria todavía. El sistema es muy precario. No se cómo funcionará al salir de aquí. Si no tenemos una fuente potente en el exterior no adquirirá la fuerza necesaria. Y en caso de que la adquiera, necesito más iridio para estabilizarlo o la puerta se cerrará en un instante.
Karin le puso una mano sobre el hombro y la apretó con indulgencia.
—Prefiero tu actitud de «soy la mejor y esto es imposible que falle»—le guiñó un ojo—. Nos da más tranquilidad.
Shisui entrelazó los dedos con ella, la retiró del grupo y la acercó a su cuerpo.
—No sé como va a salir esto, pero tengo que decírtelo, Tema: ¿Sabes lo que supone para mí saber que estás aquí, rodeada de mis amigos y de mi familia? Que quieres formar parte de esto... Quiero arrancarte la ropa ahora mismo —bajó el tono de voz y disfrutó de su incomodidad.
—Ah. Bueno... Yo quiero ayudar. Quiero, yo... —murmuró bajando la mirada y sonrojándose. Qué difícil era soltar la lengua sin el hidromiel—. Yo no quiero que os pase nada malo. Nada. Me gusta lo que sois como clan. Os protegéis los unos a los otros, os ayudáis en lo que podéis... —se encogió de hombros—. Y tocáis lo que os da la gana sin mi permiso y me movéis las cosas de lugar. Y debería estar tomándome un tranquilizante, porque soy muy obsesiva con esas cosas, pero... Me... Me encanta.
—Dioses... Tema, yo... —Shisui ronroneó, la tomó de la cara para besarla, pero los interrumpieron.
Riku y Nori venían de la mano de Deidara Kamiruzu, Homura Mitokado y Koharu. Nori arrastraba a un conejo de trapo por la oreja, y tenía el rostro húmedo por las lágrimas. Riku la miraba preocupado y también acongojado. Pero ambos pequeños, la brújula y la que soñaba con Lokito, tenían a todo el clan pendientes de ellos.
Riku se acercó a Tema y la tomó de la mano, tirando de ella para llevarla hasta el balcón a través del cual verían las pantallas de la Nasa, y Nori le dio el dibujo que había hecho a Deidara.
—Enséñale al druidh lo que he visto —pidió cogiendo la mano de Tema. Si Riku lo hacía, ella también. ¿Qué tenían todos los niños con la científica? Era como una especie de imán.
El pequeño moreno levantó la mano y señaló el panel de la Nasa.
—Es ese —aseguró. Bostezó y se apoyó en la pierna de la joven. Todavía tenía los ojos pegados. Pero su tío Obito le había dado la orden de que, en cuanto soñara de nuevo con la Tierra y sus puntos de luz, se fijara en el punto más grande de todos. Lo había hecho; y por eso quería decírselo a Tema.
—Un momento, Riku —tomó el mando remoto del bolsillo trasero de su pantalón y con el zoom acercó la imagen de la pantalla—. Señálame ahora qué punto es.
Riku lo hizo de nuevo.
—Ese, el que está a la derecha.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Bingo. Tema acarició la cabeza de Riku, y se giró para mirarlos a todos.
—Es el vórtiz de Amesbury.
—¿Qué zona de Amesbury? —preguntó Deidara.
—La matriz del vórtiz, donde más energía hay, se ubica bajo la iglesia Cristo el Rey. Ellos ya conocen esos cónclaves; así que en cuanto vean que la balanza entre los dos puntos de Glastonbury y Amesbury se decanta a favor del segundo, irán allí directamente. Dirigirán el haz al edificio.
Homura cogió su teléfono y dijo:
—Voy a avisar a mis guerreros. Que los que estén en Glastonbury vayan a Amesbury y rodeen la iglesia. Kakashi está con Eon.
—Gracias a Dios... —exhaló la joven liberando el peso de sus hombros.
—Gracias a Odín. Eon huyó esta madrugada y aprovechó el viaje que hicieron Kakashi y Obito para recoger provisiones para la ofensiva. —Explicó el líder berserker con voz seca—. Se introdujo en una de las cajas de armas e informática y esperó a que lo sacaran de ahí.
—¿Está bien... Heimdal?
—Está... desactivado. En cuanto el vórtiz esté en su punto álgido, Tema, le diré a Kakashi que traiga al dios. Estarás protegida permanentemente. Se desatará la guerra —aseguró el berserker—. Tú ocúpate de hacer funcionar el acelerador y abstráete de lo que te rodee. Tienes que guiar a Heimdall de vuelta a casa. Es imprescindible e imperativo.
—De acuerdo —asintió Tema—. Lo intentaré.
—No. No lo intentarás, científica —la coartó Homura—. Lo harás. Porque detestas fracasar y, porque si esto falla, la Tierra se irá a la mierda. Moriremos todos.
La mirada que intercambiaron Homura y Tema fue digna de estudio.
—Me encanta trabajar sin presión —refutó Tema sarcástica.
—En realidad, leder —Koharu riñó a Homura con sus ojos negros—, lo hará porque ninguno de nosotros tenemos idea de cómo abrir un portal hacia el Asgard —la defendió—. Tenéis suerte de que Tema haya caído en vuestras garras en este momento preciso, ¿no os parece?
La aludida sonrió a Koharu. Dios, adoraba a esa mujer y no la conocía de nada.
—Como sea —refutó Homura, que odiaba que lo corrigieran—. Tiene que funcionar.
—Nori ha localizado al practicante de seirdr —anunció Deidara agitando el papel que tenía en la mano—. No hay mucho que sacar de la imagen...
Mostró a todos el dibujo de Nori. A Tema le ponía la piel de gallina ver cómo dibujaba esa cría. Parecía que las ilustraciones salían como imágenes en 3D.
El dibujo reflejaba un hombre de espaldas anchas y pelo largo, en una especie de calle ascendente. Parecía un mercadillo, con tiendas de panes caseros, frutas y verduras. Tras una de las paradas, había un local en el que se mostraba un cartel en el que que ponía: Alex Scott, Hairdressing.
Tema arrebató la hoja de las manos del líder vanirio. Ella sabía qué calle era. Ameyuri le había hablado de esa peluquería... Una de sus «amigas especiales» se cortaba el pelo a lo chico ahí. Decía que tenía buenas estilistas.
—¿Huesitos? —Shisui se inclinó sobre la hoja, intentando averiguar qué era lo que había visto su pareja.
—Esta es la calle Catherine Hill —miró al druida—. ¿Qué hace ese hombre en Frome?
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Hummus sonreía. Había salido de Glastonbury respondiendo a la señal de su tótem. La hoja de su puñal Guddine ardía, y eso era muestra de que había otro puñal Guddine cerca de donde él se encontraba. Siguió el rastro, observando la punta del puñal como si fuera una varilla de zahorí que buscase agua en las inmediaciones. El único puñal Guddine que había visto en el Midgard, además del suyo, era el del berserker broceado de pelo blanco y ojos amarillos: el niño perdido.
Y eso quería decir que él estaba ahí.
Hummus jamás infravaloraría a sus enemigos, por eso sabía que si el berserker se encontraba en ese pueblo, era porque ellos manejaban la misma información sobre el vórtiz. O se abría en Amesbury o se abría en Glastonbury y, entre medio de ambas localidades, se hallaba Frome.
Se sorprendía de que Kakashi fuera tan poco inteligente como para acarrear un tótem divino encima y no saber que los tótems desprendían señales electromagnéticas; y que los puñales Guddines, además de ser una de las pocas armas que herían a aquellos que tenían sangre divina, tenían la peculiar característica de que se llamaban los unos a los otros como imanes: auténticos localizadores.
Ahora, el puñal ardía; las incrustaciones de piedra negra se removían como si fueran la piel de una serpiente y el filo cortante de la hoja brillaba como hierro candente. Estaba a punto. A punto de lograr lo que él quería. Abrirían el vórtiz, con el iridio lo mantendrían estable; y él podría entrar al Asgard y horadar las puertas que no había podido abrir de los demás mundos; los necesitaba a todos para el Ragnarök. Con los elfos oscuros, los enanos malolientes, los gigantes y los muertos de Hel nadie podría detenerles. Y lo más importante: sin Heimdal de guardián, sin que pudiera utilizar su cuerno para avisar a Odín y a Freyja, ¿quién vendría a proteger a los humanos? Nadie.
El Midgard sería de Loki, y los reinos del Universo sucumbirían a su poder. Pero, para ahorrarse problemas, necesitarían hallar al hijo de Odín y matarlo. Y, por ahora, no había señal del guardián mudo. Pero lo encontraría. Todas las ratas acababan saliendo de su madriguera, y los predadores siempre las aniquilaban.
Acarició la serpiente dorada metálica que rodeaba su muñeca; un pequeño recuerdo que había robado de la sala de los Elfos de la Luz en la que se hallaba Seier. Esos brazaletes eran mortíferos, una de las armas de sus principales enemigos, los elfos oscuros, y las tenían en su cámara de tesoros como trofeo. Hummus acarició la serpiente de oro y esta se movió cobrando vida. Jugaría al gato y al ratón con él, y después le lanzaría su esclava.
Siguió el temblor del arma afilada y la dirección del puñal y se desvió hasta Cheap Street. Seguramente, el guerrero de Homura Mitokado ni siquiera era consciente de lo que tenía encima.
Kakashi desprendía una energía especial, era como un niño perdido en medio de una caza de brujas, como un pececillo rodeado de tiburones. Se lo dijo la última vez que lo vio, y se lo diría cuando lo encontrara esta vez, porque tenían un tema pendiente; lucharía contra el niño bonito de Homura Mitokado; y por haber sido un auténtico grano en el culo durante todo ese tiempo, mataría a su guerrero más preciado.
Había llegado la hora de saldar cuentas. Kakashi sería la cabeza de turco.
Un relámpago iluminó los cielos encapotados y las primeras gotas de lluvia precipitaron, preparando la antesala de un día glorioso para los suyos.
Kakashi encendió el parabrisas del coche. La lluvia arreciaba con fuerza y los truenos y los relámpagos iluminaban los cielos.
La alarma de la aplicación satélite que había creado Deidara todavía no se había activado. Kakashi agarró la pantalla, le dio a la aplicación, y al momento surgió un mapamundi con dos puntos en Inglaterra con varios círculos concéntricos iluminados de color amarillo. Amesbury o Glastonbury. Alcanzando su cuota de energía más alta, uno de los dos cónclaves se activaría en breve, y él estaba entremedio de los dos.
—Casi lo tenemos —le dijo al pequeño—. Tío, si eres Heimdal de verdad, ahora mismo te vas para casa.
Se llevó la mano a la cinturilla trasera del pantalón. El puñal de Naori le ardía y vibraba como un puto teléfono móvil. Se inclinó hacia adelante, con Eon encima, muerto plácidamente, y cogió la preciosa arma por el mango. Las piedras brillantes, blancas y rojas ,se movían alrededor de la empuñadura, como si de repente tuvieran ganas de hacer ejercicio.
Un halo rojizo rodeaba el acero plateado... Los ojos amarillos de Kakashi se dilataron. No tenía ni idea de lo que significaba aquello, pero salió del Hummer, puesto que no le daba buena espina.
Arrancó el cinturón de seguridad del copiloto y se ató a Eon a la espalda, como si llevara un auténtico fular portabebés, y estiró el brazo hacia adelante, con la hoja rojiza de la daga señalando al frente.
El brazo hizo un semicírculo perfecto y acabó señalando el lado contrario al que se había dirigido, imitando un excelente movimiento de esgrima.
—Joder, ¿qué demonios...? —murmuró siguiendo la punta del cuchillo, que no dejaba de temblar. Las piedras preciosas del mango se movían y le raspaban el interior de la piel de la mano.
En ese descampado solo estaba él aparcado. No había nadie más.
Pero, repentinamente, a unos cincuenta metros, vio un hombre de pelo largo que medía al menos dos metros. Vestía todo de negro con ropa holgada como él. Joder... Hummus.
Y recibió otro whatsapp.
De: Homura Mitokado.
Hummus está en Frome. Ven hacia Church Abbey. Riku nos ha dicho que el portal se abre aquí. Dateprisa.
Mierda.
Kakashi se transformó delante de Hummus.
El lobezno arqueó las cejas y sus ojos negros brillaron divertidos cuando lo vio.
El berserker solo pensó que tenía a Heimdal con él y que no podían encontrarlo. Pero Hummus hizo lo propio, realizando la conversión en lobezno; más pelo, más colmillos, más garras y más grande que su enemigo; saltó por encima de un coche que entraba a Frome y, con sus más de dos metros en transformación, unas zancadas gigantes, todo músculo y potencia, fue a por ellos.
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Tema y Shisui iban juntos en el pequeño Mercedes 300 SL, liderando la fila que formaban los dos Cayenne negros, el Hummer y un pequeño trailer con el acelerador.
Estaban a punto de llegar a Amesbury.
Homura había mandado a sus berserkers que salieran de Glastonbury y todos se dirigieran al otro cónclave. El plan era destrozar el acelerador de ellos y, de algún modo, extraer el iridio para instalarlo en el suyo propio.
Quien llegara antes y fuera más tenaz ganaría aquella carrera.
O devolvían a Heimdal a su lugar, o impedían que Hidan y Hummus abrieran el portal. Aunque la lucha por los portales permanecería hasta que el guardián del Asgard regresara a su lugar y cerrara todas las fugas. Y no podían estar persiguiéndose por todo el mundo cerrando todos los vórtices de la Tierra. No era una salida viable ni sana, pensó Shisui.
La única solución que veía él era devolver al dios a su lugar. Eso les cerraría aquel frente. No había otra opción. Y sería el modo de joder a Hidan de verdad.
Tema tenía un codo apoyado en la ventana, y se rozaba los labios con el índice, mientras conducía ansiosa por la carretera. Hacía un momento habían dejado atrás Basingstoke, y ahora visualizaban el cartel de bienvenida a Andover. La siguiente localidad sería Amesbury, y allí se decidiría todo: todo por lo que había luchado, todos sus años invertidos en sus estudios; los quarks, los protones, las otras realidades... Y, aun así, nada la ponía más ansiosa que saber que habría un enfrentamiento, un todos contra todos, un vida o muerte. Shisui lucharía también, la defendería mientras instalaba el acelerador; todos la protegerían, y ella solo tenía que dirigir el haz a la matriz del vórtiz, a esa iglesia de piedra, y esperar a que Shisui consiguiera el iridio y la potencia suficiente como para crear un choque de protones y antiprotones descomunal y controlado.
—¿Temes por mí? —preguntó el druida poniéndole una mano en la rodilla.
¿Temer? No. Estaba a punto de sufrir un taquicardia pensando en que algo pudiese herir a su hombre hermoso. Pero no temía. No. Por supuesto.
—Eres muy egocéntrico... —contestó suavemente—. Pero temo por ti. Sí —tragó saliva y lo miró de reojo—. ¿Contento?
—No, Tema —replicó él mirando al frente—. Tu miedo no me pone contento.
—¿Crees que... Crees que Eon y Kakashi estarán allí?
—Eso espero. Vamos a abrir el portal, nena. Y ellos no pueden fallar.
Tema se exasperó y le miró irritada.
—¿Por qué estás tan seguro de que vamos a abrirlo? ¿Qué sabes tú que yo no sé?
—¿Yo? —subió y bajó los hombros—. Sé que quiero verte feliz —contestó sin subterfugio alguno, con toda la sinceridad de su corazón—. Sé que te preocupa mucho que piensen de ti que has fracasado. Y odio que te sientas mal. Por eso voy a hacer lo posible para que los dos clanes, incluso los dioses, te estén eternamente agradecidos. Tú has sido una ayuda divina para nosotros, Tema. Tu mente privilegiada va a ayudarnos a cerrar el Asgard hasta el día señalado, de modo que solo tengamos que preocuparnos de lo que tenemos en la Tierra. Has sido mi luz. Nuestra luz.
Tema negó con la cabeza. Sentía un pinchazo extraño en el corazón, una opresión; una sensación que hacía que le entraran ganas de llorar y reír a la vez. Shisui no temía expresar sus sentimientos. Él hablaba sobre ellos con total libertad; y ella se encontraba desarmada y desamparada ante tanta sinceridad.
Sentía tantas cosas y tan locas por él... Pero no se lo diría. No le diría lo que sentía. Porque si no se lo decía, eso lo mantendría vivo. Y no había nada más importante para ella que que Shisui estuviera a salvo.
—Shisui... ¿Qué... en qué estás pensando? —preguntó asustada. No le gustaba nada lo que estaba sintiendo respecto a las emociones del druida—. No me gusta cómo hablas.
—¿Y cómo hablo, mo cáraid? —la tomó de la barbilla y le giró la cara hacia él.
—Estoy conduciendo... Yo —intentó retirar la cara para centrarse en la autovía—, necesito mirar la carretera. Nos vamos a matar.
—Eres vaniria, puedes conducir como te dé la gana. Y si provocas un accidente y nos matas a todos, moriríamos juntos, amor. ¿Eso te haría feliz?
—¡No! Morir no me haría feliz —No. Ya no. Hace unos días lo creyó la mejor salida, pero todo había cambiado—. ¿Sabes qué me gustaría de verdad?
Shisui la besó en los labios, tan profundamente y con tanta fuerza que la magulló. Cuando la soltó, la científica se pasó la lengua por las comisuras y le dirigió una mirada acerada.
—¿A qué ha venido eso?
—A que me apetecía. A eso.
Los ojos de la joven se llenaron de calor y sacudió la cabeza para salir del encanto del druida.
—Lo que de verdad me gustaría sería que todo esto acabara. Las persecuciones, la lucha, la guerra, el estar inseguro... Me gustaría la paz. Un mundo en paz.
—Pides cosas imposibles. ¿Acaso crees que sin dioses, sin Loki ni Odín, el ser humano estaría en paz? —Reflexionó retirándole el pelo de la garganta, rozándole la piel con la nariz—. Esta especie es competitiva y está llena de ego y de miedo. Los dioses no tienen la culpa de que haya habido guerras mundiales, de que se hayan permitido dictaduras; no tienen nada que ver con los campos de concentraciones, ni con que medio mundo muera de hambre y nadie haga nada; ni Odín ni Freyja son responsables de la indiferencia de los demás. El ser humano es culpable de todos sus cargos, sobre todo de su ignorancia y de su involución.
—Pensaba que habías montado esos centros espirituales para guiar a las personas hacia la iluminación. ¿No ha funcionado?
Shisui sonrió. Su Tema era muy observadora. Y le empezaba a conocer muy bien.
—No. No va a funcionar nunca. La gente va ahí, se relaja, hace yoga, estudia sobre la psicología evolutiva de las personas —besó suavemente la piel en la que latía su vena—, pero cuando salen de ahí siguen siendo igual de egoístas. No entienden que si quieren mejorar tienen que tomar la decisión a tiempo completo. Pero es tan difícil ser bueno... —murmuró lamiendo su garganta.
Tema gimió. Shisui hilaba como una araña, y ella caía en sus redes. Tan fácil. Tan subyugante. ¿En qué se había convertido? En una mujer inteligente que se moría porque ese hombre la tocara, la mordiera, la succionara y abrazara a cada momento.
–¿Tú eres malo, Shisui? —preguntó con voz temblorosa, cerrando los ojos ante la caricia de su lengua.
—Soy el más malo de todos —gruñó mordiéndole la piel—. Por eso hacemos tan buena pareja. Los villanos se pertenecen.
Shisui necesitaba su sangre, necesitaba beber. Desde la noche anterior se había protegido ante la intromisión mental de Tema. Y la joven ni siquiera se había dado cuenta porque, sencillamente, no lo había rozado con la mente. Ella no quería ese tipo de vínculo, y no hacía a los demás lo que no quería para ella; aunque eso supusiera violar uno de los lemas de los cáraids, los cuales necesitaban ese tipo de comunicación entre ellos. En cambio, ahora lo agradecía. Saber que Tema no quería meterse en su cabeza, le facilitaba las cosas.
La mordió y bebió de ella, sin importarle las débiles quejas de Tema.
Shisui necesitaba beber porque su sangre le otorgaba el don. Era como gasolina para su motor; y cuando bebía de ella, toda su esencia, todo su poder despertaba, y se iba haciendo una pelota en su interior hasta que estallaba como una supernova. Era como un pez que se mordía la cola. Bueno y malo a la vez.
Si acumulaba demasiado poder, se podía volver loco; porque empezaba a ver borroso, se sentía mareado y voluble. ¿Cuándo había desaparecido esa sensación? Después de una pelea en la que se había desgastado mucho. Y, sobre todo, después de hacer el amor con Tema. El sexo era un catalizador para esa acumulación energética, y le ayudaba a liberarla. Era como si la joven fuera una esponja y chupara parte de ese desasosiego y ese poder descontrolado. Y la científica era tan buena en eso...
Pero ya no temía a su don. Si lo tenía era por una simple razón y esta vez iba a explotarlo. Había llegado su hora; y por eso se estaba bebiendo a su mujer, porque sabía que iba a darlo todo por los demás.
Pero, ante todo, lo daría todo por ella, una super heroína atípica que sabía a fresa, y era tan ignorantemente dulce y honesta que lo desarmaba.
