Besos
En el momento en que me besaste por primera vez, supe que había terminado todo, que de ahora en más estarías siempre en mi mente.
Inuyasha veía con receló cada vez que él se acercaba, no era para menos, ese lobo pulgoso, como solía llamarle, no perdía ocasión para demostrarle y gritar lo mucho que la amaba, que un día sería su mujer.
Kagome nunca lo tomó enserio, era el típico chico que parece demasiado bueno, aunque siempre le había parecido muy atractivo, sin duda ella no tenía ojos más que para Inuyasha, y sabía que los dos lo tenían claro, sin embargo parecía que eso no le hacía perder la esperanza de que algún día le hiciera caso.
Fue en ese momento, una ocasión en que Inuyasha se había ido detrás de Kikyo, era una noche cualquiera, no había nada que hacer, ese día se habían quedado a descansar en una posada, los muchachos se encontraban dormidos y ella, bueno, simplemente no podía dormir pensando en lo que estaría haciendo Inuyasha.
Salió a dar un pequeño paseo por los alrededores, las luciérnagas y la Luna iluminaban el camino, el viento fresco golpeaba en su cara, se detuvo frente al lago, donde las luciérnagas parecían estar danzando.
- Kagome -escuchó su nombre.
Volteó a ver quién la llamaba, pero aún sin haber volteado, sabía bien quién era.
- Koga -dijo suavemente, no imaginó que lo vería en aquel lugar.
No sabía qué es lo que pasaba en ese momento, si era el hecho de que Inuyasha se había ido con Kikyo, las luciérnagas, la Luna, el lago... no tenía idea, pero algo, algo la había llevado a caminar hasta estar a escasos centímetros de Koga.
Koga parecía confundido, si bien su corazón estaba desbocado al tener así de cerca a Kagome, sin nadie más que los interrumpiera, su cabeza era otra historia, no sabía qué hacer, qué es lo que ella quería.
Kagome vaciló un momento, parecía que se quería echar para atrás... sin darle oportunidad, el brazo de Koga se movió tomándola de la cintura, un escalofrío recorrió a ambos.
- Ko..Koga -susurró Kagome, no sabía qué estaba pasando, pero su corazón de pronto le latía a mil por hora, no era que nunca lo hubiese tenido cerca, pero era la forma, esa forma de tocarla y de verla, era diferente.
No logró pronunciar más nada, los labios de Koga se habían posado sobre los suyos, le faltaba el aire, las rodillas parecían flaquearle. Koga tomó su rostro con una de sus manos, y la siguió besando, oh cómo había deseado besarla desde aquél momento en que la conoció.
Kagome cerró los ojos instintivamente, la mente se le nublaba, Koga la estaba besando, se estaban besando. Al fin sin aliento, separaron sus labios, mientras la mano de Koga se aferraba con fuerza a su cintura, se vieron al fin, sin saber qué decir, qué hacer, qué había pasado.
- Kagome -escuchó su nombre una vez más... pero se escuchaba lejano.
- Kagome
- Kagome
Abrió los ojos con sobresalto, qué había pasado.
- Al fin despiertas hija, baja a desayunar o se te hará tarde para la escuela -dijo feliz su madre de tenerla unos cuantos días en su casa.
- Sí -fue lo único que atinó a decir-, fue un sueño -se llevó sus dedos a los labios-, se sintió tan real -suspiró abochornada, cómo había soñado algo así. De cualquier forma agradeció haberlo soñado ahí en su casa y no cuando estuviese junto a sus amigos, menos aún con Inuyasha que ni siquiera dormía.
