CAPITULO DOS

Cuando David cerró la puerta tras de sí, escuchó como se abría la puerta de metal del jardín, Julián se preguntó ¿Cómo sería el jardín? O si tendrían gallinas. Se asomó por la ventana al lado de la puerta y encontró algunas ramas de un gran arbusto florido bloquear algo la visibilidad. No escuchó ningún animal caminar cerca de la ventana, tampoco vio a alguno. No sabía por qué el sonido de unas gallinas se le hacía tan familiar, pero le había inquietado y pronto se sintió melancólico y triste.

Abrió la puerta de la casa y echó un vistazo afuera. Solo un jardín algo descuidado y algunas macetas de flores que al parecer alguien tenía planeado sembrar en unos agujeros al borde del sendero, al lado derecho tenía una enorme palmera cargada de cocos aun verdes, bajo de ella había una silla de mimbre con las patas enterradas en la tierra y el césped.

Salió unos cortos pasos hacia el jardín y visualizó que la casa estaba rodeada por unas rejas de metal negro, había un arbusto de cayena que salía como una cascada hacia la acera, pero se veía bien cuidado, lleno de muchas flores rojas, enormes. Todo aquello, aunque desordenado, lo encontró algo muy hogareño y se sintió un poco ajeno a eso mismo.

Entró a la casa y dejó la puerta abierta para que la luz iluminará el interior. Se paró para visualizar su espacio; la sala era grande, tenía lindos muebles de cuero negro, una mesa de vidrio sostenía el teléfono y los adornos a su alrededor y algunas fotos. Fue nuevamente hacia la pizarra y leyó todas las cosas que allí había, algunas le llamaron la atención, como las llaves, la comida, los artículos de higiene personal y sus posesiones.

Por curiosidad, revisó los cajones que venía en la sala, y no encontró nada de interés incriminatorio contra David, lámparas, baterías, alguna que otra libreta, bolígrafos, lápices, un cúter, otras cosas menos interesantes y que no vio interés real.

Se paseó por la cocina y luego recordó lo hambriento que estaba, se obligó a comer en silencio mirando los detalles de la decoración y experimentó cierto sentimiento de soledad y angustia… sintió ganas de vomitar, pero retuvo todo porque de verdad no podía quejarse de la comida, estaba muy rica y vomitarla sería un desperdicio.

Lavó los platos y miró por la ventana de la cocina, encontró al patio, y más vegetación. Estaba realmente alto el cesped…Sintió deseos de cortarlo y ese pensamiento se le hizo familiar. Lo había pensado antes, ¿Por qué no lo había hecho? … ¿lo pensó ayer? ¿hace una semana? ¿lo olvidó?

Volvió a ir a la habitación y abrió los cajones, no había nada extraño en ellos y encontró hasta más fotos. También buscó en el armario y el baño; dos cepillos, dos toallas, dos jabones y dos champús, los olió por mera curiosidad, uno era de manzana y el otro era de maracuyá. Miró la cama, solo había una cama, como sospechaba, había ropa suya en un lado del armario, zapatos de diferentes tallas, suponía que los que le quedaban eran los suyos, los otros le quedaban grandes.

Hizo un gesto al ver la cama desordenada, frunciendo un poco el ceño. Apretó los labios y comenzó a ordenarla. Cuando terminó salió de la habitación y se dio cuenta que no tenían un televisor, ni radio, el silencio de la casa era tal que le resultaba un poco inquietante. Buscó en el pizarrón estos artefactos, pero se sorprendió al ver que no estaban, releyó de nuevo y no, nada.

Le preguntaría a David, pero la idea no le gustó mucho al mirar el teléfono. Hizo una expresión de disgusto, y sintió rabia por él, se va y lo deja solo. Mira que era un cuidador pésimo.

Se echó en el sofá, pensar demasiado sobre esto le hizo doler la cabeza y volvió levantarse y caminar por los pasillos, se encontró con el cuarto de baño, hay ropa en la canasta, la examina, pero sin tocarla, luego da un vistazo a la lavadora y lee lo que dice en el reloj y las etiquetas, consigue el detergente y el suavizante cerca de la canasta, introduce algunas prendas en la lavadora y la pone a andar con un estremecimiento en la máquina. Hay un tendedero no muy lejos, hay ropa allí, más que todas franelas. No sabe si son suyas o de David, pero al estar secas las recoge con ira dentro de su cuerpo.

—No soy tu maldita señora de servicio-Gruñe y se larga a la habitación y la tira sobre la cama, luego vuelve a salir y regresar al cuarto de lavado, se detiene al ver una puerta más adelante. La ve, está cerrada, camina hacia esta y toma la manilla, pero no gira, está cerrada con llave. Regresa a la pizarra y busca las llaves, las encuentra cerca de la puerta de entrada en la canasta, y vuelve a la puerta blanca, intenta con todas las llaves, ninguna abre la puerta, la lavadora termina su ciclo y se detiene, Julián no lo hace y vuelve a probar con las llaves de nuevo, tira las llaves donde las encontró y revisa si hay más, pero todas parecen estar allí, hay una muy pequeña, no cree que sea esa. Vuelve a la puerta blanca con un cuchillo pequeño e intenta forzar la cerradura sin mucho éxito, seguro ha intentado hacer algo como eso porque el sentimiento es conocido. Luego se desata la violencia e intenta derribar la puerta, también enojado porque está solo y David lo dejó.

No consigue abrirla y tira el cuchillo por el pasillo, ¿Por qué no puede abrir la puerta? Es David, esto es su culpa, si no se hubiera ido, quizá estaría más calmado y esto no estaría pasando…. Siente ira, y lágrimas salen de sus ojos, se asoma hacia el piso solo para ver si puede advertir algo en esa puerta, pero siente algo húmedo en su cara, es agua, enjabonada, se da cuenta que la lavadora está desbordándose, se levanta y va al cuarto de lavado, intenta apagarla, lo hace, pero el piso está inundado y él está mojado, tiene que limpiar todo, que desastre.

Quería dejarle este desastre a David como una venganza, pero no sabe por qué no fue capaz, estaba llorando cuando limpiaba todo, luego volvió a poner a andar la lavadora y que retirara el agua. Se quedó en el cuarto de lavado y se limpió el rostro mientras tendía las camisas en el tendedero. Luego se sentó en el piso y descansó, se sentía adolorido, triste y abatido. Inútil.

—Creo que hoy estoy peor que nunca… - Se llevó las manos al rostro y de repente recordó que tenía que cocinar y que era posible que David regresara al medio día, eran las diez. Recordó que ayer había preparado un guiso con berenjenas, arroz y ensalada, lo recordaba por que le gustaba la mayonesa en la ensalada de tomates, pepino y lechuga… intentó recordar más, David lo felicitó con un beso… Arrugó la nariz.

Apagó la lavadora y regresó a la cocina para ver dentro del refrigerador, había una nota pegada a uno de los recipientes, era su letra o eso creía, estaba algo rara.

"Calienta esto para el almuerzo, haz la ensalada, la mayonesa está en la puerta. Julián."

Comida recalentada, encantador. Lo metió la microondas y dentro de este estaba otra nota con su letra.

"Si David dijo que vendría al mediodía calienta dos"

—No lo dijo. -Arrancó la nota, metió su recipiente y vino a él la imagen de sí mismo escribiendo esto ayer, ah, sí, había sido él. Se llevó la mano a la nuca y la sensación lo aterró, era como una especie de visión, podía ver como unas manos tenían el papel y luego veía lo que estaba escribiendo, fue apenas unos segundos ese recuerdo y luego de vuelta a la realidad.

Cuando el microondas por fin se detuvo retiró la comida y la colocado con mucho cuidado en un plato, estaba echando humo y la volvió a meter en el microondas para hacer la ensalada, lo que ocurrió fue muy extraño, su cuerpo se movió solo, como si pudiera recordar donde estaba cada cosa sin necesidad de realmente ver a donde iba su mano, en ocasiones se detenía y luego recordaba que iba a extraer de los estantes superiores, en eso obtuvo la sal y el vinagre, también la mayonesa y tomó un cuchillo, al parecer tenía un cuchillo favorito, estuvo probándolo varias veces en sus dedos, como buscando la posición de sus dedos en él, sintiendo el material, era una sensación tan extraña pero conocida para él, cuando comenzó a cortar los tomates la sensación se agazapó como bajando la guardia y luego desapareció, pronto terminó y untó todo con mayonesa para poder llevarlo a la mesa y también su plato, era demasiada ensalada, se había dejado llevar con el cuchillo.

Comió en silencio y sintió la casa más grande e incómoda en ese breve momento, como no tenía nada más que hacer o al menos eso no lo recordaba se tomó su tiempo y reflexionó mientras miraba aquí y allá sobre los objetos de la cocina. Miró por la ventana del lavabo cuando limpió los platos y arregló todo, quizá debía de cortar un poco el monte del patio, pero necesitaba esas grandes tijeras, no sabía bien con que lo cortaba.

Primero sacó la ropa de la lavadora y la tendió con mucha diligencia, no era la señora de servicio, pero si comenzaba algo debía terminarlo y hacerlo bien, al menos recordaba que no era un mediocre.

Luego de darle una última mirada a la puerta blanca, se fue hacia el jardín, y en el encontró el césped muy alto, se adentró por el camino de piedra y se impresionó al ver que cerca del muro crecían tímidamente unas orquídeas, se acercó un poco más dentro de la vegetación y una sensación nueva lo abrigó cálidamente, había dos orquídeas pequeñas creciendo allí, inmóviles, mas allá reconoció unas plantas de orégano y culantro. No sabía si el las había sembrado, pero tenía esa sensación de pertenencia algo diluido, quizá si era obra suya o de David, o de ambos, estuvo un momento allí, embriagándose de aquella sensación agradable y se empapó de ella,

Reconoció otras flores grandes y blanca en un arbusto más adelante, no recordaba esas flores, y pensó que él no las había plantado, se movió más por el jardín y caminó hasta la parte posterior de la casa haciendo un rodeo, encontró el muro que dividía su terreno con el del vecino pensaba, en lo alto del muro se inclinaba una grandes ramas de al parecer era un árbol de mangos que tenía una carga aun verde, luego a su izquierda yacía la vegetación alta, y sintió mucho calor, era espeso y allí estaba la ventana de la cocina, se asomó por esta y si, podía ver la mesa del comedor y la sala. Solo por curiosidad avanzó un poco más, y encontró una ventana, que suponía era la del baño de su habitación y la de David, luego caminó y caminó un poco más, sintió calor y comenzó a sudar, y encontró una ventana, pero estaba bloqueada, al parecer por un enorme cuadro, no sabía que había dentro, pero sospechaba era la habitación de la puerta blanca, se pegó mucho a la ventana intentaba ver de alguna forma su interior y también abrirla, pero este también estaba cerrado con el seguro.

Pensó en romperla, pero eso era un poco descabellado, un poco loco, no, retiró esos pensamientos de su mente y se recompuso, él había venido a limpiar este lugar no a romperlo…se detuvo un momento ¿a limpiarlo? Pero si no era una maldita señora de servicio, se dijo a sí mismo, pero estaba aburrido, no tenía ni televisor ni radio ni nada para entretenerse, además la casa estaba sucia. Suspiró cansado, como si hubiera peleado consigo mismo con estos pensamientos por demasiado tiempo.

Buscó las tijeras que había encontrado en un pequeño cajón en el cuarto de lavado. El proceso fue largo y tedioso, pero en él logró de alguna forma relajarse y no pensar, solo tenía que cortarlo y cortar hasta que todo quedara parejo y que cuando lavara los platos pudiera ver el muro blanco donde colgaban las hojas del árbol vecino, se concentró en este pensamiento y cuando terminó se quedó allí para limpiar la hierba cortada, la rastrilló hacia una esquina, pero repentinamente algo llamó su atención, entre la hierba había una hoja de papel, bastante arrugada casi como una bola, no la había notado antes y no sabía que era pero no había encontrado basura ni desechos en la parte trasera del jardín, y esto era un poco disonante, de modo que la tomó y la abrió, no le costó mucho hacerlo, estaba al revés así que la enderezo y leyó, o eso intentó por que la letra era un poco desastrosa, como si alguien escribiera muy rápido y chueco…estaba escrito con un marcador negro de punta cuadrada y esta apenas y tenía tinta.

—A….ayudame, soy yo, estoy atrapado en…-Luego la última parte no podía entenderla, la escritura se iba de un lado, hacia abajo y luego nada, volvió a leerla y miró hacia la ventana de la cocina, pensando que alguien le estaba observando desde allí, solo entonces se dio cuenta que sus dedos comenzaron a temblar, soltó el papel como si tuviera veneno y se alejó usando el rastrillo de apoyo.

Respiró, pero sintió que se abalanzaba sobre el un ataque de pánico, no, no, no, debía ser alguna otra cosa, no. No quería pensar en cosas extrañas no cuando su cabeza no estaba bien. Reprimió aquella angustia, y volvió a la casa, el sol lo hizo sentir mareado, se sentó en el sofá, estaba sudando, se sentía sucio y cansado. Se acostó, cerró los ojos y deseo quedarse dormido, no. No, se levantó, si dormía podía olvidarlo todo, no…

Miró el teléfono en la mesa, debía llamar a David, no, no debía, estos dos pensamientos bailaron en su mente y se arañaron para saber quién era el correcto, al final, concluyó por llamar a David, pero sus manos se detuvieron cuando llevó el auricular al oído. ¿Qué le iba a decir? ¿Por qué llamaba? No tenía una razón clara, más que se sentía tremendamente abrumado por esa nota, pero no sabía si decirle sobre la nota, no confiaba del todo en él, quizá también quería un poco de contacto humano, esta casa era muy silenciosa, solitaria y …no la conocía bien. Tenía miedo de esta casa enorme y lo que en ella contenía, la historia que albergaba, los recuerdos que podía tener en su mente.

Quería que David estuviera allí con él, tenía miedo. ¿Por qué tenía miedo? También estaba furioso, ¿Por qué lo dejaba solo? ¿no se supone que eran pareja? ¿Por qué dejas solo a tu pareja? Julián gruñó.

No era su pareja.

Ni loco se humillaría pidiendo ayuda de esa forma, Julián era orgulloso y terco. Volvió a poner el teléfono donde estaba y respiró hondo, debía respirar, respirar le hacía bien, le recordaba que estaba vivo en un maldito infierno, se acostó en el sofá, y se quedó allí, si tuviera algo que ver, o leer, estaba seguro que podría calmarse, pero no lo lograba, quería que David estuviera aquí.

Lo maldijo un montón de veces, solo para concentrar su mente en algo diferente a su temor inexplicable…

Respirando profundamente por un momento, pronto el calor abandonó su cuerpo y estuvo por un instante inmóvil, intentó adentrase en su mente de nuevo, aun temeroso de lo que pudiera encontrar y cerrando los ojos quiso detener el tiempo… pasaron unos minutos así, lentamente, el silencio lo abrazó con sus frías manos de imparcialidad. Al no moverse y entrar en un estado de relajación su cuerpo rápidamente se tornó laxo y pesado por el trabajo previo, iba a dormir, y descansar de esta terrible realidad, cuando su corazón dio un salto en su tórax, casi impulsándolo hacia arriba, pensó que su pecho se arqueó de forma imposible, pero al incorporarse lo atribuyó a una fantasía, se paró de un brinco y luego escuchó que alguien golpeaba la puerta, fue un golpe seco y fuerte en la madera.

Giró la vista hacia la entrada abierta, no había nadie allí. Se asomó con su cuerpo temblando hacia el jardín y no había nadie que pasara por frente de la casa, de hecho, no había absolutamente nadie, pasó un auto nada más. Se giró y miró al interior de la casa…amplia y silenciosa

—¿Hola….? –Llamó entrando a la cocina. Luego fue a su habitación y allí, por extraño que parezca se sintió seguro, estaba completamente consiente que estaba solo en esa casa.

Al pasar por el cuarto de lado no vio absolutamente a nadie, luego la habitación de invitados que estaba a medio hacer, y se preguntó ¿por qué no había reparado en el ella? No importaba. Fue que tomó el teléfono y llamó a David.

—¿Aló?

—David, soy yo, ven a casa rápido, ahora.

—¿Por qué? ¿Qué pasa? –El hombre parecía alarmado - ¿Qué pasó?

—Solo ven ¿quieres? –Julián habló a regaña dientes. Miró nerviosamente hacia el pasillo y luego de ese silencio detrás de la línea, escuchó un suspiro.

—Ya voy para allá. Espera un momento ¿está bien? No hagas una locura.

Julián respiró y asintió con la cabeza, pero como David no podía verlo, dijo un Sí.

Entonces, David colgó y Julián volvió a estar solo, solo con sus pensamientos rotos.

Cuando David llegó a la casa, Julián salió inmediatamente de la cocina a su encuentro y reprimió el impulso de embestirlo, pero David, al parecer si pensaba que iba a agredirlo cuando paró en seco. Julián tenía una mirada penetrante en su rostro, y sus ojos grandes y azules estaba muy brillantes.

—¿Qué pasó? –Le preguntó dejando sus llaves en la canasta, Julián las miró y luego miró a David con cierta hostilidad y luego miedo.

—Hay alguien en la casa. Escuché que alguien golpeó la puerta. –Le dijo. David arrugó el entrecejo.

—¿En serio? –El hombre avanzó hacia el mueble y buscó quitarse los zapatos bajo la mirada analítica de Julián- No es posible, estamos nosotros solos.

—Yo escuché que alguien golpeó la puerta.

—¿Cuál?

—Pues, la puerta, no sé, la puerta. –Bramó rápidamente. Se llevó las manos a las sienes, mira nada más, hablando como un loco, David aun lo miraba- David, escucha, intenté abrir una puerta y no encontré la llave.

—¿Qué puerta?

—La blanca del fondo.

—Ese es un deposito.

—¿Lo es? –Julián se acercó unos pasos a él. David ladeó el rostro y soltó un suspiro pesado y lento.

—Sí, lo es. Es un deposito.

—¿Por qué está cerrado?

—Primero porque casi no lo usamos y segundo porque prometimos dejarlo cerrado. –Indicó categóricamente.

—¿Prometimos?

—Sí. Me dijiste que metiera allí todo lo que no te gustaba. Las fotos de tus padres, la radio, y el televisor, también algunas fotos del accidente. –

—¿Por qué te pediría algo como eso? –Cuestionó Julián con voz ronca.

—Por que estabas muy bajoneado con todo aquello –David hizo una pausa- …no soportabas nada de lo que allí esta, luego me dijiste que yo tendría la llave y no me mires así, sé que vas a decir; pero no tenías el valor de quemarlo todo.

Julián hizo una mueca de desagrado, desagrado de sí mismo.

—Escucha, lo del accidente fue difícil ¿ok? Fue algo horrible y jodido, si yo podía evitarte el sufrimiento constante de confundirte más de lo que ya estabas, pues lo haría.

—Eso no es justo, yo quiero saber lo que hay allí, tal vez pueda…

—¿Qué? ¿ayudarte a recordar? ¿y revivir tus traumas? No. No es saludable y creeme que no quiero que te acuestes llorando, no de nuevo –David se levantó rápidamente y casi corrió hacia el pasillo a su habitación, Julián lo siguió y lo llamó. – No quiero tener esta conversación, Julián por favor, ¡pensé que algo te había pasado!

—Ah, claro que sí, te fuiste y me dejaste solo en esta mierda y ni siquiera sé dónde estoy parado-Le dijo con una voz amarga, baja y siseándote -

—Eres Julián Jiménez tienes 26 años, mi novio, profesor y estamos viviendo juntos desde hace unos cinco años-

—¡Sabes que eso no es …! ¡Eso no es a lo que me refiero, infeliz! ¡Te fuiste y esperabas que me quedara aquí, pintado esperándote como si fueras que! ¡No conozco esta casa! ¡Ni a los vecinos! No tengo ni una puta radio y ni recuerdo mi un jodido pasatiempo. ¡no sé nada!

—Pero Julián… –David interpeló con desespero- He estado en casa todo este puto tiempo ¡que querías que hiciera! No te culpo por no recordarlo ¡pero necesito trabajar, mi amor! ¡Soy el ingeniero de la jodida planta! ¡Cómo voy a no trabajar!

—¡Pero yo te necesito! ¡Necesito que estés aquí! ¡Necesito…necesito…-Hizo una pausa…no podía hablar y respirar al mismo tiempo! Se apoyó de la cama, pero al solo tocarla cedieron sus piernas

¡Un ataque de pánico! David se giró y fue hacia él, y le tomó de las manos.

—Tranquilo. Julián, está todo bien.

—No está bien, no, no mientas… no….uhg…no está bien-Decía e intentaba respirar, sus mejillas se enrojecieron y sus ojos se llenaron de lágrimas- No, no….no puedo respirar.

—Calma. Calma, respiraciones profundas…-David le arrulló arrodillado, teniéndolo en sus brazos- Lo siento, perdón ¿está bien? No debí dejarte solo hoy, lo siento.

—Alguien…estaba aquí. Tenía miedo…alguien …

—Solo estamos tu y yo. Tranquilo, y estoy aquí. No va a pasar nada.

—Alguien… Tengo miedo, no pude recordar nada…-Julián lloraba amargamente, pasaron algunos segundos para que pudiera recuperar una respiración, pero a costa de no poder hablar. Se distrajo un poco con las caricias de David que lo atrapaba entre sus brazos y encontró algo de tranquilidad en dejarse caer como un peso muerto en él.

Luego se quedó muy quieto y una ola de agotamiento lo embistió en ese momento. Se sentía cansado, pesado y adolorido, una sensación muy particular y sabía que no era la primera vez que se sentía así, y también sospechaba que no era la primera vez que David lo calmaba, era claro puesto que sabía cómo hacerlo.

—Todo va a estar bien… ya, está bien.

—¿Cómo …puedes decir eso? ¿Cómo sabes eso?

—Porque lo estará. –Le aseguró David, le dio un cálido apretón y besó su sien. –Lo siento, tenía que ir, tengo que trabajar. Tengo que hacerlo para poder ayudarte, te amo ¿sí? Pero también quiero que puedas estar bien, que comas y todo eso, y con tu pensión no nos va a alcanzar. No te digo esto para que te sientas culpable, solo quiero …solo no quiero que pienses que te estoy abandonando o algo ¿comprendes? Jamás lo haría, nunca lo haría.

Julián no dijo nada, David olía muy bien, se quedó en ese momento inmóvil, preso de sentimientos turbios, poco claros en su mente y corazón.

—Estoy cansado. -Dijo Julián y era verdad. – tengo hambre. Sueño, me siento agotado.

—Eres como un gato. -Se quejó cariñosamente David mientras pasaba largas y mansas caricias por su espalda- yo aquí, declarándome a usted y eso es lo que recibo.

—Nadie te manda a dejarme solo aquí –Le repuso el otro. David no dijo nada y se alejó de él un poco. Solo entonces Julián se vio obligado a enderezarse y separarse. Sintió los ojos de David sobre los suyos, sentía su rostro húmedo, así que se limpió rápidamente las lágrimas y se negó a verlo.

—Ya dije que lo siento ¿No me va a perdonar? –

Julián meneó la cabeza e hizo una mueca con la boca. Estuvo por un momento así pensando que, si lo veía, seguro David estaba haciendo algún puchero o mirándolo herido y él no sabía si iba a poder soportarlo.

—¿Te vas a ir mañana?

—Supongo que no podré hacerlo.

—¿No te dirán nada en el trabajo? ….-Julián preguntó con la vista gacha.

—Sí, es probable…

—¿Por qué sigues haciendo esto? ¿No te trae problemas?

—Por qué te amo.

Julián parpadeó sin verlo y sintió algo caliente bajar por sus mejillas. Se limpió el rostro. Mierda, se sentía tan expuesto, vulnerable y pequeño. ¿Cómo podía decir algo así tan fácil?

—¿Tienes hambre? ¿ya comiste? –Julián asintió frenéticamente. – Ven, vamos a hacer la cena. Luego nos damos un baño…apestas.

—Ahh. Déjame ayudarte. –Entonces lo tomó de la cintura y el torso y lo levantó suavemente, muy suavemente, como quien le acaricia la cabeza de un pájaro. Lo sentó en la cama. David suspiró y lo miró, Julián también lo hizo y estuvieron así un rato hasta que las piernas le respondieron.