CAPITULO TRES

Como había dicho David se quedó en casa el día siguiente, y fue un alivio que Julián recordara lo que habida ocurría el día anterior, un alivio y una tortura el recordar lo que había dicho aquella nota en el papel del patio. Parte de la mañana David estuvo hablando por teléfono, lo encontró sentado en el cuarto de lavado hablando, le hizo una seña para que se moviera y poder recoger la ropa mientras este solo decía "si, no" "ayer …" "No seas bruto" y más oraciones que Julián no entendía y no sabía si tenían alguna importancia.

Dejó el teléfono antes de las diez de la mañana y le preguntó a Julián que estaba en la cocina comiendo su desayuno, porque se había cansado de esperarlo, David se sentó y lo acompaño a comer en un corto silencio, era tan raro comer junto a él, no había mucho a donde mirar sino a ellos dos, mirar a David comer era en ese momento algo con que ocuparse para no pensar en lo que le atormentaba. Comía sin mucha ansiedad, pero terminó primero que él. Se levantó para limpiarlo, allá se fue la única cosa que Julián podía observar.

—¿Esas llamadas…son de tu trabajo?

—Sí. Erika llama siempre. Es mi asistente. –Respondió. Julián arqueó una ceja, pero esto era algo que David no podía ver, pues que estaba ocupado limpiando la mesa de la cocina con un paño húmedo.

—¿La conozco?

—No, pero ella sí a ti. La empresa sabe de ti, de hecho. Son algo…condescendientes conmigo por eso. -Relató, y se volvió a sentar en la mesa, esperaba que Julián terminara de comer.

—¿Ah sí?

David asintió.

—Sip. Debería escribirte esto, siempre digo que lo voy a hacer, pero se me olvida luego- lo escuchó comentar y eso le hizo reír a Julián, sonrió, era tan irónico, David también sonrió. – La empresa es minera, sí sé que te lo estas preguntando y no, no tengo un romance con Erika.

Julián casi escupe su café ante lo último, debía de admitir que sintió que le estaba leyendo el pensamiento. David se lo tomó con humor.

—Puede que no tengamos mucha intimidad desde hace un tiempo, pero no estoy tan desesperado. –Eso último fue peor, Julián se le enrojecieron las orejas y David parecía genuinamente divertido.

—Basta, por favor, estás haciendo esto a propósito. –Replicó Julián evadiendo la mirada.

—No… -Dijo sin convicción alguna, tomó de su taza de café, amargo, oscuro como siempre- nada de eso. Solo te estoy informando. No quiero un esposo celoso en este día.

—No soy tu esposo. –Replicó Julián.

—Oye, pasaron cosas que me impidieron comprar el anillo. - Repuso David con aire juguetón.

Ah, otra vez como si le hubiera leído el pensamiento, Julián miró su mano. No tenía un anillo y él tampoco, esta conversación ya había tenido lugar, pero recordaba que tenía una joyería, quizá era un collar, no estaba seguro. Sus ojos fueron cautelosamente hacia los oscuros de David.

—Te amo, aunque no te pueda llevar al altar.

Julián lo miró con el ceño fruncido, pero internamente tenía mucha vergüenza. Iba a preguntar por qué no podía llevarlo al altar, pero luego comprendió todo. No era muy lindo todo esto que estaba pasando. Aun así, eso no lo libraba de sentir vergüenza… No le respondió y la conversación parecía destinada a morir.

—Vi que limpiaste el jardín. Quedo muy bien…-Le comentó girando la mirada hacia la ventana. – y lavaste la ropa…

Ah, sí, lo había hecho, no sabía porque lo había hecho, lo pensaba y no le agradaba la idea, suponía que se había dejado llevar, quería realizar cualquier cosa para no quedarse absortó en sus pensamientos. Julián bajó la mirada, los dedos del otros encontraron sus uñas y comenzaron jugar con ellas, con la mirada en la ventana.

—Creo que sería bueno cortarte las uñas… -Le comentó y sus ojos se encontraron- Están muy largas.

Julián se las miró y realmente sí, estaban muy largas, definitivamente no era su estilo tener las uñas así, la del dedo anular estaba rota y ni cuenta se dio por que no sintió nada, pero antes de hacer eso, terminó de comer y poner todo en el lava vajillas, no sabía por qué no había caído en cuenta que tenían una lava vajillas. David se levantó de la mesa y dijo que estaría en la habitación.

No gustaba de estar en la habitación con él, pero no sabía si tenía otra opción, era la única persona en la casa, el único contacto humano, la idea de estar solo en la sala tampoco era atractiva.

Suspiró pensando mientras caminaba hacia la habitación, pasó por el pasillo del cuarto de lavado y miró hacia el pasillo, la puerta blanca, el deposito. Estuvo un momento allí, pero luego caminó hacia la puerta marrón de la habitación, se asomó antes de entrar por completo, David estaba sentado en la cama, con la mirada concentrada en sus manos y el corta uñas. Estaba cortándose las uñas muy apaciblemente.

Clack. Clack.

Allá iban, cayendo sobre un pañuelo sobre su regazo.

Clack. Clack, Clack.

Se preguntó si él tenía un corta uñas, pero cuando iba a regresar a la pizarra para saber dónde estaba su corta uñas, David levantó la mirada.

—El mío se rompió. –Le comentó abruptamente - Este es el tuyo, ven.

—¿Cómo que se rompió?

—Se le rompieron los tornillos estos de aquí y se le fue todo –Explicó con pereza. Se miraba los dedos de las manos, y de nuevo Clack, clack. Julián lo observó y no pudo evitar mostrar que sus ojos siguieran esa actividad en los dedos de David. Tenía dedos… ¿bonitos? Ladeó el rostro. –Dame….

Vio que le pedía su mano.

—Puedo hacerlo yo. –Julián hizo una ademan de tomar el corta uñas, después de todo era suyo, pero David estiró la mano lejos de él. -¡Oye!

—Dame tu mano. Lo hago yo. –Dijo. Había cierta exigencia en los ojos oscuros, Julián apretó la boca y le dio la mano derecha, en consecuencia, sonó como un suave aplauso en la palma del otro – Ah, eres tan terco.

—Puedo hacerlo yo.

—Sí, lo sé. –Soltó David, su voz sonó suave y tranquila, luego Clank, clack, clack, cortó algunas uñas en total quietud.

Julián estuvo inmóvil. No pensaba debía hacer otra cosa mientras este le cortaba las uñas, no quería sentir dolor, él y el dolor no se llevaban muy bien que digamos, o eso recordaba. David se apreciaba muy concentrado en su trabajo y él de alguna forma lo imitó mirando lo que hacía. Aunque sus ojos estaban fijos en una tarea así, su mente divagaba y pensaba o comenzaba a pensar que divagar era algo peligroso… no sabía que podía encontrar.

David ya había cortado los tres dedos y ahora iba por el cuarto. Solo cuando estuvo así, quieto observando, podía admirarlo bien; tenía un aire raro. Estar muy cerca de él le hacía sentir…era difícil de explicar aquella sensación, como familiar, pero también intrigado y por tanto cauteloso.

No percibía ningún sonido a su alrededor lo que hacía que todo se apreciara con mayor nitidez. La respiración de David, el clank clanck al cortar las uñas, el color de sus ojos como caramelo quemado, sus pestañas negras…

—Siento que me vas a abrir un hueco en la mejilla –Le comentó de repente mientras continuaba con el pulgar. Julián intentó mostrarse indiferente, entornó la mirada.

—Lo siento, pero no hay mucho a donde ver… -Le dijo, David dejó ir su mano y sus ojos se encontraron, había algo en los ojos del hombre que lo acorralaba. Este hombre lo conocía más que si mismo, el verse atravesado por esa mirada se le antojaba muy…inquietante.

—Dame la otra.

Julián le asomó la izquierda. De nuevo; clank clank, clank, ah, una uña saltó hacia el piso. David ya no lo miraba, muy concentrado en su trabajo. Se quedaron en silencio y cuando terminó deslizó las manos de Julián hacia su costado, poco tiempo después el teléfono de David sonó, dejó el cortaúñas y atendió allí mismo.

Julián se miraba los dedos.

Seguro era Erika. David se echó en la cama, tirándose hacia atrás perezosamente.

—No. Quizá la próxima semana. Está bien. Dáselo a Marcos para que haga el presupuesto… sí. Visitalos… -Así hablaba, se rascó la frente pensando.

Debía de admitir que David sabía lo que estaba haciendo con sus dedos. Sus uñas estaban decentes. Lanzó una mirada hacia David acostado en la cama y miró sus dedos, uñas cortas. No tan reducidas, pero muy limpias.

Un pensamiento oscuro vino a él, una imagen que le hizo inquietar su interior. La reprimió ferozmente, antes de que sus orejas se enrojecieran. Por suerte David no le estaba mirando no quería lidiar con preguntas. Nuevamente, vino a él otra imagen, mas estática; era un collar con una J.

El pensamiento se le hizo familiar, como cuando ya hubiera pensando en ello, estuvo por un momento en silencio, mirando las paredes de la habitación, estaban pintadas de azul rey.

Rey.

Cuando David colgó, dejó el teléfono en la mesa junto a la lámpara, estirando una de sus manos y luego parecía acomodarse a un lado.

—Oye –Llamó Julián, de inmediato David lo miró en silencio, esperando lo que sea que tuviera que decir - ¿Tengo un collar?

—…Depende.

—¿Eh?

—No usas cualquier cosa –Le explicó David- Tienes rosarios.

—¿Un collar con una J? ¿Te suena de algo?

—Ah, no. Ese es mío.

—¿Cómo que es tuyo?

David se encogió de hombros sonriendo, se acostó de lado con una mano apoyada en su cabeza y su codo en la cama.

—Es tu inicial ¿sabes? La j. –Le explicó tranquilamente. – Tu tenías una d. que se deformó.

Julián experimentó o creyó escuchar el sonido similar a una viga doblándose y rompiéndose, un estremecimiento le hizo cerrar los ojos. David no dijo nada, quizá no se había dado cuenta.

—Fue un regalo de aniversario. –Concluyó David. – Aun lo tengo, pero no lo uso mucho…solo en casos especiales. Una vez se me quedó atorada una cadena en la empresa y creeme que no quiero repetir eso.

Julián hizo mala cara. Per David aquello parecía serle gracioso, sonriendo.

—Puedo preguntar ¿Cómo es tu trabajo? ¿Para qué te llaman?

—Es una empresa minera. Extraen oro. –Le dijo, suspirando- Soy el jefe de máquinas, así que autorizo cuales equipos se usan y cuáles no. Cuando uno se daña o se debe de cambiar me llaman y así, muchas otras cosas…

—¿Es bien pagado?

David asintió con la cabeza lentamente.

—¿Quieres ver mis tarjetas bancarias? ¿Quieres algo?

—No. No. –Se apresuró a decir Julián. Vio como David tomaba una de las almohadas y la abrazaba de tal forma que estaba cómodamente acostado. Sonriendo dijo.

—Calma…no estás trabajando. ¿A quién le piensas pedir? Somos una pareja después de todo. –Julián hizo un gesto con las cejas, no le gustaba mucho como sonaba eso, o más bien le tomaría tiempo asimilar tal cosa, pero …dudaba

—Antes dijiste…que tenía una pensión… -Le recordó a David, este no alteró la expresión de su faz, y asintió.

—Sí, pero la depositan en mi cuenta. –Advirtió. – Sabes, no creo que te recuerdes de tus claves ¿o sí?

Julián pensó, la verdad, no había contemplado el hecho de que tuviera una cuenta bancaria hasta que David lo mencionó, mierda, esto era un completo desastre que lo hacía sentir deprimido.

—Creo que comenzaré con comprarte un corta uñas…-Le dijo David, sonriendo. Quería aligerar el ambiente.

—Yo tengo un corta uñas. –Le corrigió el moreno. David arqueó ambas cejas – creo que tú deberías comprarte uno.

—¿Quieres regalarme uno? –preguntó David jocosamente

—¿Qué? ¿Por qué?

—¿Por qué no?

Julián lo observó estupefacto. Un poco perdido, si esto era un juego, no sabía que papel podía pintar. Suspiró profundamente y se miró las manos quedándose en silencio pensando severamente en por que no.

—Oye, Julián, calma, es solo una broma – David se movió, sentándose muy cerca de él, al parecer aquella no era la reacción que buscaba.

—No. Nada. Compralo si quieres. –Dijo Julián sin pasión. No le interesaba, después de todo, pensó, era solo un miserable cortaúñas. Se encogió de hombros sin mirarle.

—¿Qué? ¿Estás enojado conmigo?

—¿Qué? –Julián ahora lo miró incrédulo – No, no, que va.

—¿En serio? Lo siento. –David hizo un puchero.

—Que no estoy enojado contigo, bobo-Le reclamó el otro directamente- Puedes comprarte uno si lo necesitas. No me importa. De todos modos, lo olvidaré. –Aquello salió de sus labios antes de que pudiera detenerlo y admiró como David hacia un gesto de dolor.

Se miraron en silencio y Julián apretó los labios, desvió la mirada hacia la puerta del baño. Sus ojos le ardían. Sentía muchas frustraciones por su estado, pero no se dio cuenta de ello hasta que esas palabras salieron batiendo las puertas de sus labios. David no emitió sonido alguno, cosa que agradeció en lo más profundo de su alma porque si decía algo de esto, estaba seguro que iba a decir otra cosa inapropiada.

—Ok. Me lo compraré. –Le respondió, lo sintió moverse, pero o sabía muy bien de hacia dónde.

—Excelente, me parece muy bien.

Escuchó a David reírse repentinamente, el sonido era tan rico y cálido que lo dejó abrumado por un momento.

—Ah, carajo, eres tan orgulloso. –Sintió que se abalanzaba sobre él y lo apretaba en un abrazo. El agarre era fuerte, pero suave. No tuvo fuerza para resistirse a su juego porque sentía que era cómodo y segundo, si luchaba pensaba que iba a arruinar algo, y no quería que su malestar subiera aún más y sintiera ganas de llorar –Eso nunca cambia contigo.

—Ah. Callate y suéltame que me aplastas –Le rebatió sin convicción apretado en ese abrazo con los brazos pegados a su pecho. Cerró los ojos cuando se sintió apretado. David se recargó de él, estaba caliente, sí. Quizá, necesitaba un abrazo.

Julián se quedó muy quieto. Pronto todo su cuerpo se relajó y el agarre se tornó más suave y muchísimo mas agradable. David era tan cálido y olía bien. Como a tomillo y café molido; no era su aroma favorito que digamos, pero se le antojaba muy relajante, ahora sentía que las lágrimas se le salían de las esquinas de los ojos, pero Julián era terco y orgulloso, y luchó por retenerlas apretando los parpados, aquella acción no podía pasar desapercibida por David que se encontraba muy cerca y muy atento a sus reacciones.

—Ven, acuéstate. –Le invitó y se movieron, un poco, con dificultad al inicio, porque Julián no quería poner de su parte, no podía concentrarse en acostarse y conservar los ojos cerrados y retener las lágrimas al mismo tiempo, pero de alguna forma, sospechaba que gracias a la fuerza y paciencia de este hombre a su lado se logró acostar golpeando la cabeza suavemente de la almohada.

David parecía verdaderamente divertido.

—Todo esto por un cortaúñas. –Le dijo y sintió que pasaba los dedos por los mechones de cabello de su frente. Julián abrió los ojos con mucho cuidado cuando pensó que no iba a brotar nada.

—¡No es por el cortaúñas, bobo! –Le replicó. Pero toda la fuerza de este aparente regaño se deslizó lejos de sus dedos y por tanto Julián se desinfló- Te causo muchos problemas, no fuiste a trabajar hoy, ni todo este tiempo, y seguro muchas otras cosas más.

—Ah, pero dijiste que quería que me quedara contigo.

—Eso fue antes de saber todo eso. Además, estaba fuera de sí.

David sonrió lánguidamente.

—Ah, pero ¿qué le vamos a hacer? Me necesitas –David se encogió de hombros. Parecía relajado, todo lo que tenía que decir lo dijo el día anterior y parecía estar en paz con el mundo y consigo mismo. – Me quedaré el tiempo que haga falta, no sé qué más decir.

—¿Por qué haces todo esto? ¿Cómo sé que no te cansaras de mí y te iras un día?

David lo miró como herido, pero pronto se recompuso suavemente.

—Por qué te amo. No me cansaría de ti ¿Por qué es tan difícil de entender? –El mismo se hacia esta pregunta con rostro preocupado. – Es decir…no podría dejarte solo, a la deriva, me importas mucho.

Julián lo vio pensar, David tenía una expresión grave.

—No te voy a dejar.

—¿…y Erika?

—¿Qué pasa con Erika? ¿Qué? …espera, no –David se echó a reír – no puede ser que estés celoso por ella ¿no la has visto?

—¿Qué? ¿Qué tiene?

—No es mi tipo. Definitivamente, además es muy mayor, tiene un hijo, Julián.

—¿Cuando eso ha sido impedimento para alguien?

—¿Me estás diciendo que tu si lo harías con una mujer mayor, casada y con un hijo?

—No estoy diciendo eso, me refiero a que eso no es impedimento para ser infiel.

—No soy infiel, mira, me ofende que pienses que te seré infiel ¡y con Erika! –David dijo exaltado, por un momento Julián sintió una punzada de culpa, pero luego desaparecía cuando David sonrió.

—¿Por qué?

—Primero porque soy homosexual, Julián. No me gustan las mujeres. –Le explicó claramente divertido – Me gusta el sexo contigo y no creo que pueda disfrutar el sexo con nadie más.

Repentinamente, Julián se sintió atravesado con una espada, sus mejillas se calentaron de golpe y su pecho sufrió un estremecimiento. La válvula de sangre comenzó a latir velozmente, perseguido por el sentimiento de vergüenza.

—No creo que tampoco me gustaría estar con nadie más. –Le aclaró más adelante – No es por que tengas un impedimento, una condición, tenga deseos de dejarte, abandonarte como si fueras un juguete que le falta una pierna ¿Entiendes?

Julián intentó observarlo con el rostro sonrosado, solo un poco. Asintió con la cabeza.

—Sí, es agotador, pero ¿Qué le voy a hacer? Superaremos esto y todo será mejor que antes.

—¿De verdad crees eso?

—Recordaste lo que pasó ayer ¿no?

—Bueno sí.

—Y recuerdas el collar, y también estas celoso por Erika.

—No estoy celoso por Erika. –Se apresuró a negarlo.

—Estas celoso por Erika, nadie esta celoso por algo que no quiere y tú me quieres. -Continuó David divertido.

—No estoy celoso.

—Y tal vez en el transcurso de este día puedas recordar más cosas. –David lo ignoró.

—David –Julián se animó a verlo fijamente, llamándolo. Sus dedos que estaban algo pegados en su pecho tocaron su mandíbula y lo obligaron a mirarlo- No estoy celoso.

—Aja…sí. Como no creerte. – Le refutó e inesperadamente le dio un beso a su sien. Julián se paralizó en ese instante, aunque el beso fue corto e inocente, fue suficiente para aturdirlo y calentar su rostro aún más. – Ya, ya, ya, nada malo va a pasar, y no me voy a ir a ningún lado.

Julián no dijo nada, aun luchando por su combustión interna, pero, aunque las palabras de David tenían el ánimo de consolarlo no sabía porque se sentía tan invalido y triste. Ocultó su rostro caliente en la almohada, aun en aquel abrazo y no dijo nada, no podía decir algo, no sabía que decir y que hacer, solo esperó a que su cuerpo le obedeciera y pudiera relajarse.

Al día siguiente, Julián se quedó nuevamente solo en casa, por suerte recordaba una o dos cosas del día anterior de modo que la mañana trascurrió tranquila, David sugirió que atendiera el jardín o que leyera, también podía escribir lo que pasó el día anterior en un block de notas, pero Julián se vio reacio a la idea en su interior y algo detrás de su cabeza prefirió no leer ese block.

Estuvo en el jardín unas pocas horas, dándose cuenta que del otro lado de la casa tenía un árbol de limones pequeños, tenía limones pequeños. Que extraño, no recordaba ese árbol de nada, y David tampoco mencionó algo al respecto, seguro pensaba que no era algo tan importante. Al regresar a la entrada se encontró con alguien en la reja del jardín. Julián dudó un momento en acercarse, pero esta persona estaba parada en la espera de alguien, cuando sus ojos se encontraron le sorprendió que tuviera ojos azules como él, su cabello negro largo y liso.

Era pues una joven chica con un vestido de verano, por alguna razón su apariencia se le antojo muy particular y familiar, como si la hubiera visto antes, esta le sonrió y le saludó alegremente.

—Soy yo, Alex, Julián Vine por los limones –Le dijo, Julián frunció el ceño y giró la cabeza hacia atrás un poco mirando el lado de la casa donde estaban el limonero. – Seguro lo has olvidado, siempre te pido limones.

Julián la observó en silencio, pero con un gran barullo dentro de su cerebro, no comprendía nada, no recordaba a ninguna Alex, pero por alguna razón-que quizá olvidada- no la sentía como una amenaza. Se miraron por un momento más y pronto se sintió mareado y triste por su discapacidad, pero Julián era orgulloso, no se dejaría ver vulnerable. Retrajo sus pensamientos en lo más profundo y decidió pensar en frio, pero ella volvió a hablar.

—He estado enferma estos días por eso no he podido venir a visitarte ¿Qué tal estas? ¿Cómo esta David? Seguro está trabajando…-Su voz continuó saliendo de sus labios y entrando por los oídos de Julián, pero sin estar seguro de donde guardar esta información nueva. - ¿Puedes…regalarme algunos limones?

La última pregunta hizo reaccionar a Julián un poco inseguro. Ella pudo ver la inseguridad filtrada en sus ojos y en su cuerpo y habló más suavemente para decirle.

—Tranquilo. No tengo nada. Solo soy una vecina que conociste hace unos meses atrás. –Julián asintió- Sé que no recuerdas mucho, pero mira, tengo esto.

Extrajo algo de su bolsillo y se lo asomó, era una especie de broche, tenía una estrella blanca. Julián la observó por largo tiempo, experimentando una sensación muy extraña y particular, como un deja vu.

Pronto sintió algunos signos en el rostro de la chica como familiares y asintiendo, abrió la reja, aunque no se encontraba completamente seguro de hacerlo…pero luego sintió que su mente comenzaba a trabajar sobre la marcha con algunas imágenes. Poco apoco comenzaría a bajar la guardia.

Alex, como se hacía llamar la mujer, no era muy alta, tenía zapatillas blancas que parecían ser más alpargatas, tenía consigo una pequeña bolsa de plástico, para tomar los frutos, imaginaba. Julián la miraba con reserva antes de ir hacia el limonero.

Aunque parecía haber sido reconocida a medias, la mujer decidió ser paciencia y guardar silencio. Siguió a Julián hacia el limonero, se acercó con familiaridad y tomó los frutos con mucha seguridad. Julián solo miró en silencio, ordenando los recuerdos relacionados con ellas.

Pero al parecer ella no podía permanecer en silencio.

—¿Cómo estas estos días? Te veo más tranquilo. –Ella sonrió como si eso la tranquilizara a ella. - ¿Te acuerdas de algo?

Julián movió la cabeza pensando.

—Algunas cosas. David me ayuda, pero no puede estar todo el día conmigo, sabes… bueno, trabaja- Le respondió torciendo por un momento los labios, luego pensar demasiado lo hizo sentir cansado, tratar de recordar le tomaba un profundo esfuerzo, como si estuviera bloqueado, nadando contra una corriente muy fuerte.

—Ah, Sí, eso veo. –Dijo ella haciendo una expresión triste con las cejas negras – oye ¿has hecho los ejercicios de respiración que te comenté?

—Apenas y te recuerdo. ¿Cómo podría hacer tal cosa?

—Sé que lo anotaste en algún lado.-replicó ella.

—Seguro lo olvidé, como suelo olvidar todo –Le replicó de mala gana. Alex apretó los labios como arrepentida.

Estuvieron un momento en silencio, luego Julián hablo;

—¿David, sabe de ti? –Le preguntó repentinamente.

Alex negó.

—¿Qué me regalas limones o los ejercicios de respiración? –Cuestionó ella.

—Ambos.

—No.

—¿Por qué? –Cuestionó Julián con los ojos entornados. Alex se encogió de hombros.

—No sé, tu no se lo has dicho nunca. Piensas que es mejor no molestarlo por esto, es decir, solo vengo a pedir limones – Ella sonrió y algo en su sonrisa le resultó muy familiar, algo inquietó el corazón del hombre que torció los labios – No es nada del otro mundo.

Julián quiera pensar que era así, ella parecía sincera y realmente deseaba creer en sus palabras, pero la inquietud continuaba allí, punzando. Luchó contra esa inquietud, no quería dejarla pasar, pero no se dio cuenta que sus manos estaban temblando.

—Sí… Dime ¿Cómo te relacionas conmigo? –Preguntó.

—Solo soy tu vecina. Vivo a siete casas de aquí. –Le explicó. De lo más tranquila mientras continuaba recolectado los pequeños limones. - Nos conocemos hace como un año, más o menos. No te preocupes, tampoco es que venga aquí todos los días.

—Pero sabes de mi discapacidad. –Le expresó lacónico.

—Bueno si, me la contaste el primer día, dijiste que era por si acaso no me recordabas, pero me distes ese broche de estrella y de alguna forma te hace bajar la guardia.

Julián arqueó las cejas. Sí. Era verdad. Ese broche le había dado una sensación familiar, como si fuera algo que hubiera visto antes.

—¿te lo di?

Ella asintió y de alejó del árbol, sus pies hicieron un ruido al pasar el césped y la tierra

—Sí. Oye… es una buena forma de recordar, asociándolo a las cosas. –Ella comentó con aire optimista- es un excelente recurso ¿lo has intentado con otra cosa?

—hay fotos… -Le respondió, pero internamente no parecía n ser muy efectiva con él. Estuvo en silencio por un instante más y Alex le clavó la mirada entornada. – No tengo muchas pertenencias.

Pensó en el depósito cerrado. Bueno, suponía que allí estaban sus pertenencias, pero estos objetos no podían ser algo bueno para él, si el mismo había obligado a David a encerrarlo, y tampoco era totalmente malo si no tenía el valor para quemarlas o deshacerse de ellas. Sentía internamente mucha inquietud de lo que pasaría si entraba a ese cuarto, pero a la vez no queria hacerlo aun sabiendo que podía entrar en una nueva crisis.

—¿Cómo qué no? ¿entonces de donde sacaste este broche?

Julián se encogió de hombros, no sabía sinceramente.

—Seguro fue lo que quedó del depósito –Le dijo descuidadamente, mirando hacia la pared de la casa. – No sé.

Había revisado la casa para buscar algo que incriminará a David en alguna especie de secuestro, pensando que lo estaba engañando, pero no encontró nada, el estaba limpio y por tanto era verdad que eran pareja y tenía años juntos, ahora, no sabía si eso era información que podría divulgar… ¿acaso Alex lo sabía? Quizá estaba pensando demasiado las cosas…

Pero odiaba no estar seguro de nada, ni de donde estaban sus propios pies, todos estos pensamientos lo llenaban de una frustración venenosa.

—Bueno…no pongas esa cara, muchacho, está bien, quizá poco a poco puedas recuperar algunos recuerdos si ves una o dos cosas… -Le dijo ella, meneando la bolsa con los limones.

Julián hizo un gesto con la boca, esta conversación no le generaba nada de bienestar, poco después se miró las uñas, cortas y bien cuidadas, y recordó el día anterior, las palabras de David que lo aquietaron en su interior…deseaba conformarse con esas palabras, quería creer en ellas, pero Julián era ambicioso.

—¿Recuerdas …los ejercicios de respiración que practicamos hace unos meses?

Julián deslizó los ojos hacia ella, mirándola lacónico. Luego el recuerdo vino a él suavemente, aligerando la expresión en su rostro.

—Ah, sí. Me recuerdo –Se llevó las manos a la cabeza haciendo un esfuerzo por pensarlo- Si… lo recuerdo ahora.

—Ah ¿ves? Eso es una buena señal- ella sonrió mostrando los dientes, Julián se sintió un poco más esperanzado, poco a poco comenzaba a recordar una vez que ellos dos se sentaron en la sala, sobre el sofá en silencio solo realizando uno ejercicios de respiración.

Julián recordaba que los hacia cuando se sentía demasiado perturbado, pero por alguna razón dejó de hacerlo, una razón que no recordaba. No insistió en ello.

—Quizá…si le preguntas a David si puede sacar algunas cosas del depósito puedas asimilarlo poco a poco –Le explicó ella acercándose – solo cosas pequeñas, que puedas asimilar.

Julián arrugó un poco el entrecejo, de repente la idea de preguntar aquello le causaba mucho miedo, no por David en sí, sino por cómo podría descubrir si realizaba aquella acción. El accidente al parecer había sido algo realmente muy traumático, no podía recordarlo y pensaba…realmente que era mejor no recordar esa parte tan horrorosa.

La nuca comenzó a dolerle y este dolor corrió rápidamente por el cuello y la columna. Asintió cortamente. La mujer lo miró con cierta compasión, luego le tocó las manos brevemente con un gesto de apoyo.

—Yo ya me tengo que ir, debo hacer el almuerzo –Le dijo y luego de una corta despedida Julián la acompaño a la entrada. La vio pasar por la reja e irse.

El sol estaba en su cenit y no se había dado cuenta que estaba sudando, la piel le picaba. Entró a la casa y se sintió más fresco, su piel estaba caliente, así que fue a la cocina y tomó un vaso de agua. De repente sintió nauseas, se sentó en la silla cayendo de un sentón esperando que el malestar cediera para poder preparar algo de comer.