CAPITULO CUATRO

Pero Julián no se levantó de la mesa de la cocina hasta que sintió que alguien lo tocaba por la espalda y lo despertaba, al levantar la cabeza se encontraba un poco perdido. Poco a poco logró reconocer donde se encontraba y como había llegado allí, recordó el malestar que había precedido al sueño. Reconoció a David mirándolo fijamente con cautela, sus ojos oscuros parecían preocupados.

—¿Te encuentras bien? –Escuchó que le preguntaba, pero Julián tardó en responder su mente flotaba mientras sus ojos estaban estáticos en las figuras del mantel reviviendo los recuerdos muy breves en su mañana.

—¿Qué hora es?

—Son las doce–Le respondió. Ninguno de los dos se movió. - ¿Qué pasó?

—No sé, me comenzó un dolor de cabeza –Dijo el, se llevó los dedos al cabello negro y luego a la nuca, pensando. Había pasado algo en la mañana, pero no sabía que. –Me senté un rato, y creo que me dormí.

—No fue mucho tiempo, creo –Dijo David con voz suave y tranquila- ¿Cómo te sientes?

David se inclinó un poco más hasta colocarse de cuclillas y atender a la mirada de Julián que se encontraba cabizbajo, recordando. Tenía una expresión apesadumbrada y cansada y eso a David no le hacia ninguna gracia, tanto la cercanía y como no encontró signo de rechazo por parte del otro se atrevió a buscar los dedos de sus manos, fue en ese entonces que Julián giró los ojos hacia el rostro de David.

—¿Puedo pedirte algo? –Le preguntó seriamente Julián. David frunció un poco el ceño y se inquietó.

—¿Qué es? No me mires así, me asustas.

Julián no dijo nada a la primera, estaba pensando en cómo ordenar las ideas, no sabía de donde se le había ocurrido aquella petición, pero luego de pensarlo un momento más lo encontró razonable.

—¿Podemos abrir el deposito? –Preguntó al fin. David arqueó ambas cejas lentamente pero no dijo una respuesta, lo que ocasionó que el silencio entre ambos se expandiera y fue insoportable. Julián se apresuró a agregar – Escuchame…solo ábrelo tú, extrae cualquier cosa, por pequeña que sea, y dejame verlo.

—¿Por qué…?

—Tengo una idea… que quizá me ayude a recordar. –Le interrumpió, pero pronto David arrugó un poco los labios, sus dedos se tensaron sobre los de Julián, bajó los ojos- Escuchame…

David levantó la mirada fija en su rostro, serio. Julián creyó que desistiría por un momento, pero apretó los dedos de David entre los suyos como un soporte.

—Quizá esto me ayude a recordar.

—¿Por qué querrías recordar eso? –Cuestionó David secamente. De repente su rostro cayó en el regazo de Julián que ni tiempo le dio a replicar algo – Estoy cansado…estoy cansado de verte sufrir por eso.

Las cejas de Julián se arquearon hacia arriba y una imagen horrible manchada de rojo pasó delante de sus ojos, dejándole el fantasma de un escalofrío en su espalda. ¿Qué era eso? Tenía que saberlo, pero también le asustaba averiguarlo.

—Pero…

—¿Por qué insistes tanto en ese maldito deposito? –Preguntó David, no podía ver muy bien la expresión de su rostro, mas también su voz la encontró plana. - ¿Cómo se te ocurrió esa idea?

Julián realmente no lo recordaba.

—Solo lo pensé. –Le respondió honestamente. Vino a la aquella posibilidad de repente.

—No lo sé…-Admitió David acomodando la cabeza en el regazo del otro. Julián por fin lo miró, tenía una expresión dolorida. – No quiero …

—Será algo pequeño, algo que no me haga daño.

David guardó silencio pensando. Por un momento no dijo nada y se mantuvo inmóvil en aquella posición, Julián aguardaba pacientemente, con los dedos entrelazados. Poco después, David se movió, se levantó lentamente con un rostro en una expresión que fue difícil de interpretar, ya que no tenía algún sentimiento especifico. Julián se levantó también, pero David se alejó negando con la cabeza.

—No, espera, escuchame… -Insistió Julián. David lo miró un instante con las cejas arqueadas en preocupación. – Quizá esto me ayude. No te estoy pidiendo que me muestres todo, solo lo que sepas que no me hará daño.

Vio como David suspiraba profundamente y se apoyó del mesón de la cocina de espaldas a la ventana.

—No sé. No sé si pueda. –Le confesó con una expresión en conflicto. David se mordió lo labios, se sentía muy presionado. Los ojos de Julián estaban sobre él y se acercaba aprisionándolo en el mesón. – No… no quiero.

Sus labios temblaron antes de atreverse a agregar algo más cuando sintió que Julián los cubrió con los suyos, fue un contacto muy suave y cariñoso, pero lo suficiente como para obligar a David a inclinarse hacia el buscando más.

—No va a ocurrir nada malo. –Le aseguró Julián una vez el beso había finalizado.

—Tu…¿Qué sabes? No lo recuerdas –Le replicó mirando sus ojos, sus rostros estaban muy cerca, se admiraban uno al otro. – No sabes cómo te va a afectar ver todo eso y no quiero estar allí para tranquilizarte. Tú no sabes…-Sus ojos se comenzaban a volver vidriosos.

—Pero quiero saber…

—No seas necio… -Le replicó David al borde de las lágrimas. Tomó ambos lados del rostro del hombre y volvió a unir sus labios en un beso desesperado y hambriento. Julián apenas se sintió capaz de seguirle le ritmo de su exigencia. Todo su cuerpo se calentó y rígido sintió el contacto del cuerpo del hombre sobre él, tórrido y suave, cuando hubo separado jadeó -Eres un necio orgulloso y te amo. Pero no me obligues a hacerlo. Ya hemos tenido esta conversación y no sale nada bueno de ese lugar.

Julián admiró su expresión dolida. David parecía estar al borde del llanto, algo dentro de esa expresión no le gustó para nada a Julián, que se mantuvo en silencio, incapaz de saber si exigirle más, si presionar algo más, sentía que sí, de insistir, David tendría alguna especie de crisis. Mas otra cosa había llamado la atención de sus pensamientos, era el calor de su cuerpo y la sensación de los labios sobre los propios que lo mantuvo en ese lugar, pegado a él. Julián apoyó la cabeza de su hombro, era cómodo aquel calor, y aunque tenía inquietud en su interior por lo que había iniciado todo aquello también se daba cuenta que su cuerpo tenía otra intranquilidad de la cual no se había fijado en días y quizá por todo lo que su cabeza parecía querer vociferar, su mente estaba inquieta, tanto no se percató que su cuerpo tenía su propia sed.

Por un breve momento ninguno de los dos hizo movimiento alguno. David descansó las manos en la espalda de Julián que se había inclinado hacia su pecho. Julián no se encontraba particularmente arrepentido, pero tampoco quería causar más sensaciones dolorosas entre ellos, ahora menos que sentía calor en todo el cuerpo, sin embargo, la idea de exponer su incipiente necesidad le avergonzaba, con aquel abrazo, el contacto humano se le antojaría suficiente.

Luego de aquietar sus pensamientos, se movió lento, se enderezó frente a David, que levantó la mirada sobre sus ojos azules. Entonces Julián cedió, asintió con la cabeza, y decidió dejar el tema del depósito hasta allí… pero solo lo hizo para poder alejarse lo suficiente de David. No quería estimular nada en su cuerpo, pero al momento de alejarse el otro no se lo permitió, deslizó las manos cálidas por sus brazos y lo detuvo antes de que se alejara más.

—No te vayas…-Le susurró muy suavemente. Julián que quedó en su sitio y buscó algo más en sus ojos con cautela, solo allí recordó que lo había besado primero y que no tenía ningún motivo claro para hacerlo. – No me dejes.

—No te voy a dejar –Respondió Julián de forma suave, casi fue imposible detener esas palabras de sus labios, aquel hecho le hizo sentir caliente el rostro y su cuerpo se paralizó como descubierto de lo que decía. David se sonrió suave y apaciblemente, Julián no pudo hacer nada cuando de nuevo sus brazos lo envolvieron en el calor de su cuerpo. Todo él se sintió muy extraño, su corazón dio un salto en su pecho, expuesto por que podía sentir el de David.

El fantasma del beso volvió a su mente, pensaba era la primera vez desde que lograba recordar que se besaban, pero estaba seguro que no era así, y que su cuerpo lo sabía porque entonces no podía explicar por qué sentía tan cómodo o porque al parecer quería volver a sentir sus labios contra los suyos, por un instante dolía esa sensación, como una necesidad insatisfecha y por tanto demandante. Julián quería conformarse con solo permanecer abrazados así por un momento, pero cuando David besó la corona de su cabeza y lo apretó en sus brazos sintió una sensación muy extraña en su corazón.

Sintió sus besos descender de su cabello a su sien y mejillas, no teniendo fuerzas para detenerlo cuando llegó a sus labios y logró posarlos sobre los suyos, unos escalofríos recorrieron su nuca. David emitió un sonido de suma satisfacción cuando Julián le permitió entrar en sus labios, apretó el abrazo, pegándose al calor de su cuerpo. Julián se aferró a sus hombros en busca de apoyo para seguir su ritmo que, aunque lento, era profundo y ambicioso. Sintió las caricias en su espalda y como se movía sus dedos hacia su cintura y lo presionaba más contra su cuerpo. El fervor del cuerpo juntos se elevó sumado al calor del medio día en la cocina.

Julián apoyó las manos hacia atrás encontrándose con la mesa y solo en ese momento se dio cuenta que David había estado empujándolo en su caminar suave y discreto, se detuvieron y separaron sus labios. Mirándose a los ojos Julián logró entornar la mirada.

—¿No pensaras en…

—Ja. No. No si no quieres…aquí.

Las cejas de Julián se crisparon un momento, hubo cierta perturbación su mente y esto lo avergonzó un tanto, pero su cuerpo se vio inundado en una sensación candente y fogosa, como si encendieran una llama en su pecho. Bajó un poco la mirada, pensando que hacer o que sentir…o si permitirse sentir el entusiasmo de aquel fuego.

David al parecer comprendía su situación, le volvió a abrazar suavemente antes de besar su mejilla cálida y rosada de vergüenza.

—Comamos primero y luego podemos pensar en que hacer…

.

.

…Lo desquiciaron imágenes muy confusas y por tanto lo llenaron de una creciente angustia hasta que pudo abrir los ojos. Estaba sudando a pesar de no hacer calor y se sintió hundido en una superficie acolchada. Algo le atenazaba el cuerpo, en una cama duerme junto a alguien. Julián intentó incorporarse, tranquilizando su respiración. Su cuerpo se siente pesado y pronto vienen a las imágenes más claras de lo que había acontecido, se tocó el cuerpo, el cuello y pecho, tenía ligeras zonas de dolor, pero muy leve, se levantó lentamente, y miró a su alrededor intentando retener lo que habida pasado, como había comenzado y como había terminado allí.

Logró tambalearse hacia el baño y observó la imagen en el espejo, hum, bueno, no parecía especialmente malo lo que veía, pero aún se encontraba muy confundido. Se lavó el rostro, pensó, pensó furiosamente, pero no recordaba que había pasado con él, solo sabía que su cuerpo había recordado lo que era estar con alguien, tenía marcas de amor en su piel, y pronto ciertas imágenes vinieron a su mente, lo abochornaron, pero allí no había nadie para mirar su vergüenza, de modo que permitió que se manifestaran nuevamente, sin embargo, el calor de su cuerpo se escapó de la piel cuando no hubo aparente placer en los recuerdos. Una terrible sensación se arremolinó en su estómago, se sentó en la tapa del inodoro por que sentía que en cualquier momento iba a caerse, tenía que calmarse, se obligó a hacerlo, pero las imágenes venían a su mente como una ametralladora inmisericorde, apenas podía recordar cómo responder, sudor frio baja por su espalda, debajo del pijama de algodón.

Miró a su alrededor, con la puerta cerrada, buscó algo, pero allí no encontró absolutamente nada para su proceder, de modo que luego de mojar su rostro con el agua fría, apagó la luz cuidadosamente y de igual forma abrió la puerta del baño para salir. Observó la cama, él aún seguía allí, así que se deslizó con cautela hasta salir por el pequeño espacio de la puerta hacia el pasillo, aguantó la respiración cuando su espalda se deslizó por el umbral y casi saltó hacia el exterior, estaba oscuro y silencioso. Logró ver la luz de un lugar encendida, y fue hacia ella, pensaba podía encontrar algo allí, algo útil. Era la cocina.

Deslizándose con silenciosos pasos desnudos entró y primero buscó superficialmente, intentó abrir un cajón, pero este chillaba, así que desistió, no podría buscar en los cajones, ni abrir los muebles. Su cabeza le dolía como un nido de alfileres en su cerebro, tenía ganas de llorar, sus ojos ardían, y su cuerpo comenzó a dolerle.

Había mucha sangre. Sangre sobre su cabeza, todo dolía, todo era rojo y horrible. Se sostuvo de la mesa de la cocina para no caer al piso y hacer un escándalo, reprimió sus sentimientos, concentrándose en que tenía que encontrar eso, eso…

Salió de la cocina hacia la sala, pero allí estaba oscuro y no admiraba bien las formas, entonces retornó sobre sus pasos y contó quince pasos antes detenerse en el umbral del pasillo. Sintió miedo al ver por aquel pasillo, se llevó las manos al rostro, más adelante estaba el dormitorio de donde había salido, sintió más terror de este último. Observó el pasillo y un peso se asentó en su garganta y bajó pesadamente hacia su estómago.

Apoyado de la pared se inclinó, creyó escuchar algo venir del dormitorio y se metió rápidamente hacia la oscuridad del pasillo, se detuvo en seco cuando sintió su cadera golpear con un adorno en una pequeña mesita, era una botella y dentro tenía unas flores de utilería. Julián las miró por un momento en silencio, aunque podía escuchar su sangre correr por sus oídos, el dolor de su cabeza y el palpitar de todo su cuerpo, había algo en aquellas flores que llamó su atención y en silencio creyó haberlas visto antes. Eran de un color blanco y tenían arena en el interior, una arena fina de playa.

Un pensamiento vino a él, tan rápido y lo embistió tan de pronto que no pudo detenerse a analizarlo.

Tomó el florero y sacó las flores, las colocó a un lado, dando una mirada por el pasillo, pero no había cambiado nada, miró la arena y la vertió en la superficie con mucho cuidado, pronto cuando distinguió un destello se detuvo, sus dedos temblaban por eso le fue un suplicio sostener la llave. Eso. La había escondido allí antes, no recordaba cómo, no recordaba cuando, pero sabía que lo había hecho, recordaba que era él.

La llave era de un color plateado, pequeña y sin nada, ni una inscripción. ¿Qué mas habría? Buscó más en la arena, pero no encontró nada, ni una indicación. Miró hacia el pasillo, existían dos puertas, una de ellas estaba cerrada, la otra estaba abierta. No sabía si existían mas puertas, pero…

Se movió hacia la puerta abierta y miró por esta, era un cuarto de lavado, había una lavadora y ropa, olía a detergente y cloro, luego ropa tendida en una estructura de alambre. Insertó la llave en la cerradura de la puerta, pero esta no era. No giraba y aquello lo desesperó, pero no podía alterarse más o su cabeza iba a estallar. Pronto se paralizó en su sitio cuando experimentó una presencia detrás de él, era sutil y no sabía cuánto tiempo podía haber estado allí, pero al volver no había nada, solo él, y el pasillo, su cuerpo se movió solo, y pensó en dar seis pasos hacia la derecha, donde estaba aquella puerta cerrada, era blanca y aunque no tenía nada extraño, sentía una terrible incertidumbre. Esa puerta, la puerta, la puerta, pensaba.

Una sensación oscura se arremolinó en su estómago, sintió nauseas, sudaba, le dolía, le dolían los dientes, pero pronto fue consciente de que estaba apretando en demasiado la mandibulada, él lo sabía, sabía que era la llave de esa puerta. Tenía que abrir la puerta. Tenía que hacerlo, así se deslizaran las lágrimas de los ojos.

¿Por qué sentía tanto miedo de ello? Había algo dentro, seguro era algo horrible, mejor no la abría, no. Tenía que. Había escondido la llave por algo, ¿de dónde la había sacado? ¿fue él? ¿Por qué? ¿Por qué esa puerta era tan importante? Él podría regresar. Tenía que abrirla. Ábrela, Ábrela, grita una parte en su interior, agujas se clavaban en su cerebro y exigían que no, no podía abrirla, no podría regresar si lo hacía. Tenía que salir de ese lugar, debía huir de esa casa.

Algo muy terrible ocurría.

Nada malo está ocurriendo.

Tengo que escapar, dejame ir.

No temas, no hay nada que temer, estas a salvo

No. No, dejame en paz. Ayuda, alguien…

Julián, estas a salvo.

Dejame ir.

Por favor, no me dejes.

No.

No me dejes.

Click, lentamente la cerradura giró y la puerta se abrió, Julián soltó la llave rápidamente de la cerradura como si tuviera veneno, su cuerpo se movió solo, esto era horrible, era terrible ¿Por qué no podía controlar su propio cuerpo?...pero la puerta estaba abierta, estaba oscuro adentro como la boca de un animal salvaje, algo lo esperaba adentro, mostraba sus dientes afilados, Julián no se movió, no hizo ruido alguno aunque él no lo creía así, su respiración era pesada e incómoda, lagrimas gruesas se deslizaron por la esquina de sus ojos. Quería huir, escapar, deseó estar soñando.

Pero aquello era irrefrenable, al yacer frente a esa puerta, sus pensamientos lo empujarían al interior, quería entrar a la boca de aquel animal, era lo que había venido a hacer por eso ocultó la llave, por eso sabia los pasos, por eso estaba allí. Tenía que hacerlo, debía hacerlo. Pero no quería hacerlo, estos dos pensamientos en su mente le causaban un profundo dolor. Se apoyó del umbral de la puerta, con profundo asombro se encontró a sus pies moviéndose hacia adelante, tenía que hacerlo antes de que fuera demasiado tarde, la sensación era apremiante, y sintió ganas de vomitar.

Se sumergió en aquella oscuridad y creyó escuchar sus propios gritos, pero la sensación se sentía irreal y por tanto aterradora, la situación lo superó a pesar de que no podía ver absolutamente nada, el estar dentro de aquella oscuridad, dentro de aquel lugar le hizo revivir un profundo terror, esta despavorido por algo que aún no sabía, pero existía. Algo había sucedido. Tenía miedo de recordar.

En el centro de esa habitación no podía ver absolutamente nada. Pero sus pies tropezaron juntos a una estructura, era de madera, sus manos lo tocaron desesperadamente como un ente peligroso, en la superficie estaba un pequeño cofre, o eso pensaba, pero no sabía que era a ciencia cierta, debía de tranquilizarse, no había nada que pudiera hacerle daño, se repetía, estaba a salvo, nada le saltó encima.

No estaba herido.

Luz, necesitaba encender la luz ¿la necesitaba? Se giró y caminó hacia la puerta, quería tantear la pared para buscar algún interruptor, pero solo alcanzó a tropezar con algo, el ruido lo obligó a quedarse quieto, en silencio, retrocedió y sus dedos se encontraron con algo.

Encendió la luz y quedó tenso en el sitio. Allí frente al umbral de la puerta, había un enorme espejo, porque de que otra forma podría estar mirándose, era él. Estaba allí, Julián se llevó las manos a la cabeza, estaba delirando, no podía ser posible. Este ser lo miraba a los ojos con una expresión acusadora, eran sus ojos azules, fríos y arrogantes que lo calvaron en ese lugar.

¿Qué estás haciendo?

La voz era familiar pero también desconocido puesto que no era la suya. Julián parpadeó fuerte y de dio cuenta que la imagen cambió drásticamente, ahora estaba un hombre, en pijama, con el cabello desordenado y una expresión complicada en su rostro. Sus ojos oscuros junto con aquella expresión no le brindaban confianza. Extendió su mano hacia su brazo y lo arrastró fuera de ese lugar. Julián se resistió, pero parecía inútil, aquel hombre tenía mucha más fuerza que él. Lo llamaba por su nombre, lo conocía, pero Julián no lo conocía a él.

—No, ¡suéltame! ¡Suéltame! –Vociferó. El hombre le tomó de los brazos, dolía, pensaba le rompería los huesos.

—¿Por qué eres tan terco? Incluso si te duele, vas justamente al camino de espinas. –Escuchaba que le decía, pero Julián no tenía idea de lo que estaba hablando, luchó contra su agarre, mientras lo arrastraba lejos de la puerta, Julián intentó volver la mirada hacia el interior iluminado, pero no podía hacerlo, él no se lo dejaba. – Julián, calmate, no puedo ayudarte si no te calmas

—¿Quién eres tú?¡Dejame! ¡Dejame ir! ¿Cómo sabes mi nombre?

Forcejean. Julián logra liberarse de él, se retuerce como un gusano en sus brazos, corre por el pasillo oscuro, tropieza contra el mueble y el florero, pronto el hombre sigue detrás de él, toma el florero e impide que se rompa, hay arena bajo sus pies, Julián se mueve, dispuesto a salir de esa casa, esa casa esta maldita, tiene algo horrible para él, seguro lo han secuestrado, no recuerda esa casa. Quiere ir a casa.

Esta oscuro y tropieza con el mueble de la sala, pero logra incorporarse, aunque es demasiado tarde, el hombre ya está sobre él. Sabe que Julián no se va a detener, es terco y orgulloso, tiene esa habilidad de ser un indomable, pero el hombre tiene el florero de vidrio en su mano. Lo toma del hombro con sus fuertes dedos, no necesita girarlo para hacerlo, el vidrio impacta contra su cabello oscuro de Julián y se rompe en su cabeza. El líquido baja por su cabello, frio, mareo, luego nada.