CAPITULO CINCO
Cuando Julián abrió los ojos, no reconoció el lugar donde estaba, no le dolía nada, pero no podía moverse, solo podía moverlos ojos; a la izquierda estaba una pared y a la derecha estaba una vía, y arriba una bolsa con un líquido transparente que le suministraban por medio de un catéter en su mano, también había una silla junto a la cama, una mesa con una lámpara, un reloj (no podía ver la hora), la puerta, un baño y algunas otras cosas más sin importancia. Intentó moverse, pero se sentía muy muy pesado, aunque no había dolor. Eran los litros de analgésicos que le habían suministrado que experimentaba cierta somnolencia por eso volvió a cerrar los ojos y entró en un estado de relajación total, lejos de las imágenes impidiendo que la incertidumbre hiciera sus respectivas preguntas…
Volvió a abrir los ojos, no siendo consciente de cuánto tiempo había pasado desde que los cerró, bueno, tampoco recordaba si los había incluso abierto alguna vez. no le dolía nada, pero no podía moverse, solo podía moverlos ojos; a la izquierda estaba una pared y a la derecha estaba una vía, y arriba una bolsa con un líquido transparente que le suministraban por medio de un catéter en su mano, también había una silla junto a la cama, una mesa con una lámpara, un reloj (no podía ver la hora), la puerta, un baño y algunas otras cosas más sin importancia, volvió a mirar hacia la pared, y luego hacia la derecha y allí, había una persona. Estaba sentada en la silla, Julián no sabía si la había pasado por alto, pero ahora estaba sentado inmaculadamente. No escuchaba ningún sonido e intentó hablar o decirle algo, pero no podía hablar; entornando la mirada creyó poder determinar sus facciones, estaba oscuro, era de noche y hacia frio.
—Todo esto es tu culpa. –Escuchó decir, al parecer la persona se refería a él – porque eres un maldito orgulloso.
La voz se le antojaba familiar, Julián hizo un esfuerzo por mirar hacia aquella figura sentada, pero la luz era escasa y no podía ver bien las facciones de su rostro o las formas de su cuerpo, no fue fructífero, intentó hablar, pero la voz no le salía, su boca estaba seca. La silueta de aquella forma era también un poco incomprensible, no sabía muy bien como estaba sentado o hacia donde mirada, no distinguía los brazos por más que intentara averiguarlo. Julián intentó calmarse por que se movió y el no podía huir, estirando sus extremidades, podía jurar que eran mucho más largos de lo que deberían, dos brazos aquí y allá. Julián se agitó hundido en el colchón de esa cama, esa cama que olía a tomillo y a algo tostado…
—Todo esto es tu culpa. –Volvió a escuchar. Julián sintió que sus dedos temblaban en la medida que eso se movía hacia él. Se puso de pie, no era tan alto, pero no podía ver su rostro, por alguna razón Julián no se podía mover. – porque no puedes aceptar un no como respuesta.
Quería preguntar quién era, porque esa voz la había escuchado antes, pero cuando por fin se acercó lo suficiente, sintió que algo se desprendía de aquella figura, cayó en su mano, era un líquido caliente. Cuando pudo ver su rostro Julián se hundió en la almohada y sus labios temblaron ante de siquiera pensar en algo. Emitió un sonido agoníco. Su corazón dio un salto dentro de su cofre y comenzaba a doler, nervioso.
—Pero te mereces estar así. Mira nada más, das lastima. –Aquella figura hizo una expresión de repudio con los labios. - ¿Por qué eres tan orgulloso? ¿Por qué no puede aceptar que no?
Se llevó las manos al rostro ese rostro que era idéntico al de Julián, era él, pero estaba bañado en sangre, gruesas y espesas gotas se deslizaban desde el nacimiento de su cabello hacia su barbilla, Sus manos pararon en su garganta y lo asfixiaban, Julián no podía luchar, pero intentó gritar y al hacerlo, abrió los ojos y gritó.
David casi se cae de la silla en el momento que Julián despertó como un salto en la cama, y entonces lo vio agitarse para huir, pero no podía moverse con sus extremidades tan pesadas, David se acercó para poder recostarlo.
—No…-Balbuceó- Déjame…hm no. Ay.
—Cálmate, fue una pesadilla, no pasa nada- Replicaba el otro. Julián dejó de moverse por que se sentía en extremo débil, se dio cuenta que tenía una vía en su mano, le dolía la cabeza, por el brusco movimiento. Julián se quedó quieto y volvió los ojos agotados hacia el hombre.
—¿Quién eres tú?
Pronto apareció una mujer en la habitación, era bastante mayor, mayor que él, claro, con cabello rojizo, al parecer teñido, de contextura robusta y ojos negros.
—Ah, se despertó. Ya… regreso.
Julián la miró irse por donde vino.
—¿Quién es ella? ¿Quién eres tú? ¿Qué es eso? –Preguntó rápidamente intentando también recuperar el aliento.
—Tuviste un accidente hace unas semanas. Pero ya estas mejor. Julián, calma…
Julián no le dijo nada, estaba fulminándole con la mirada furioso, sentía presión en su cabeza y se la tocó, tenía una venda y al tocarse la nuca esta palpitó. Desistió de hacerlo.
—¿Quién eres tú? –Le preguntó agarrando las sábanas. - ¿Dónde estoy?
—Estas en …tu casa.
—Esta no es mi casa.
—Es tu casa, solo que no lo recuerdas.
Julián lo miró con cierta sospecha.
—¿Qué?
—¿No puedes recordarlo? –Cuestionó David, mirándolo con interés. Julián negó con la cabeza.
—Le traje agua. –Anunció la mujer con un vaso de plástico- aquí tienes. ¿te ayudo?
Julián la miró y no la reconoció. No la reconoció de nada, miró el agua y la tomó, estaba sediento, tenía los labios agrietados y seca la garganta. La bebió despacio pero muy alerta. David lo miraba con ojos cansados.
—Gracias, pero esta no es mi casa y no sé quiénes son ustedes.
—Cálmate, te lo explicaré- Dijo David tomando el vaso vacío. – Te explicaré todo.
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Verónica estaba muy entusiasmada porque había podido conseguir el empleo en la administración pública. Así que para su primer día se levantó muy temprano, se alisó el cabello, comió un buen desayuno, alimentó a su gato, se lavó muy bien el rostro para maquillarse y peinarse, luego se vistió con la ropa que había preparado el día anterior, y pensó que sería buena idea usar aquel broche con la perla rosa que había logrado comprar a un precio irrisorio, era una ganga, no podía haber sido más perfecto.
Ella estuvo lista antes de las siete de la mañana y entraba a su trabajo a las ocho de la mañana, se encontraba ansiosa, pensaba este era un trabajo importante, trabajaría con el gobernador, bueno, no con el gobernador, pero si estaría casi a ese nivel. Conocería a gente importante que quizá fueran buena influencia para su carrera administrativa. Verónica tenia ambición y también era simpática. Pensaba podía ser un trabajo de provecho.
Se obligó a esperar unos minutos antes de salir a tomar el bus correspondiente, el recorrido pareció largo, miraba por la ventana imaginándose como sería su escritorio. Le gustaría tener un escritorio propio no tan pequeño como el de su antiguo empleo. Fantaseó con la idea y pronto llegó a su destino. Un gran edificio pintado de un color verde, algo desgastado. Varios funcionarios entraban y salían de las grandes puertas, ella subió las escaleras para entrar al edificio, le tocaba el piso veinte si no mal recordaba, allí se encontraría con Recursos humanos para que le diera el correspondiente Tour, un joven de cabello castaño y ojos oscuros la recibió, el procedimiento de explicación fue bastante tranquilo, algo que ella ya había visto, un contrato por seis meses, luego una renovación por seis meses más y luego quedaría fija…
Vacaciones, prestaciones sociales y el seguro médico. Todo en orden, irán al piso que le correspondía. Muchas personas en el pasillo, funcionarios, secretarias, secretarios, analistas, personal del aseo, había un olor particular en el aire como a periódicos, Verónica fue llevada al piso catorce el área de obras públicas, ah, cuanto papel, personas ocupadas atendiendo al teléfono. Fue llevada a su escritorio, estaba cerca de la ventana al final de una de las hileras de escritorios, le gustaba por que parecía amplio y estaba enmarcado por divisiones delgadas de madera blanca. Tenía un ordenador, archiveros y además también una lámpara de escritorio. Era su pequeño santuario en aquel trabajo.
Se acomodó muy bien y en los primeros días hizo algunos compañeros, comían juntos y charlaban. Verónica estaba soltera y no tenía hijos y por esa razón al parecer se pensaba que no tenía nada más que hacer y pronto su jefe encontró la manera de entregarle más trabajos, en ocasiones salía muy tarde del edificio, ella no tenía automóvil, así que tenía que ir en bus público a casa.
Muy pronto encontró ciertas fallas en su trabajo, y que seguro escalar para volverse un funcionario público no era del todo sencillo, la burocracia hacia todo más lento o no lograba hacerse. Los impuestos eran destinados a otras áreas que ella por desgracia no manejaba.
Algo que le gustaba era la pequeña panadería que había abajo en uno de los locales del edificio donde podía escaparse un momento a tomarse un capuchino o un latte de vainilla. Gozaba de hacerlo y podía hacer algunas llamadas importantes como hablar con sus padres o desahogarse de las tonterías del trabajo con alguna de sus amigas. Fue cuando pudo colgar que sintió que alguien la estaba observando. Volvió la mirada a todos lados, era una sensación muy inexplicable, pero estaba segura que alguien las estaba observado, lo encontró no muy lejos de ella y ahora menos lejos por que el hombre se acercaba a ella.
Creía haberlo visto antes pasar por los pasillos del edificio y se preguntaba si era un analista o algún contribuyente o jefe de otro departamento, pero esto no encajaba mucho, se veía joven y tenía lindas pecas en el rostro dándole un aspecto inocente y de mancebo.
—¡Buenas! –Le saludó…luego parecía entrar en una especie de duda, pero rápidamente se recuperó. Verónica lo miró y aunque no era un hombre feo, debía de estar muy equivocado si planeaba coquetear con ella.
Había tenido un día de mierda, y además de mucho trabajo pendiente, ahora comprendía por que los funcionarios públicos parecían siempre estar de mal humor, era como un síntoma adquirido en el trabajo.
—Hola. –Saludó Verónica secamente. Cuando miró los ojos del hombre se sintió extraña, como si este supiera algo de ella o como si …le lamiera el alma.
—¿Trabajas arriba? –Le preguntó. Ella asintió. – Yo también, de momento. En dirección de Impuestos.
—No puede ser. –Le dijo Verónica. Incrédula- Eres muy joven ¿cuántos años tienes?
—Ah ¿Cuándo aparento?
—No sé, como 23 o 25
—Bueno, entonces tengo 25-El hombre rio, Verónica concluyó que su risa era muy rica. – Te he visto antes. Eres nueva.
Ella asintió. Luego Él se quedó en silencio mirándola, y entornó la mirada como pensando en que decirle.
—Sí. Lo soy. ¿De verdad estas en la Dirección de Impuestos? ¿Cómo llegaste allí?
—Hum, digamos que estudiando y postulándome a ese puesto.
—No bromeas. Ese lugar solo están los Doctores o los Magister. Sabes allí delegan a donde ira el dinero y toda esa cosa. Que por cierto es terrible, muchos proyectos están detenidos por esperar por sus firmas…
El hombre asintió en silencio apretando los labios, como avergonzado.
—¿Tú, firmas?
—Ah, sí. –Dijo descuidadamente- en ocasiones necesitan mi firma, pero no para grandes cosas, solo firmó los informes finales y los contratos, es todo. Realmente tienes razón, es todo muy lento…
—Ah, me gustaría estar en su puesto. Hay varias cosas que siento que se podrían mejorar. –acusó ella categóricamente. El hombre sonrió con cierta picardía.
—¿En serio? –Inquirió- ¿crees que puedes hacerlo mejor que yo?
—No mejor. Pero si tengo una o dos ideas.
El hombre se rio a carcajadas.
—Oye, no te rías. Hablo en serio, habla con el jefe por lo menos para aumentar el salario de los analistas. –Le regañó ella. El hombre por fin había terminado de reír, asintió.
—Bien, bien, ya sea por donde va todo –Le dijo el, incorporándose – Bueno, hablaré con él.
—¿De verdad? –Inquirió ella, había dicho aquello sin ninguna intensión seria, más que de liberar un poco de su tensión. El hombre asintió- ¿En serio?
—Sí. Claro. Quizá así las cosas vayan más rápidas ¿no? –Le dijo. Ella no dijo nada- Bueno, -el hombre miró su reloj- ya tengo que entrar, mi secretaria debe estar montándome cacerías.
Vio al hombre levantándose de la silla.
—Ok, nos vemos por los pasillos.
—Si…-El hombre dijo al verla, sonriendo, luego miró de nuevo su reloj, Verónica también lo hizo era un reloj muy fino. Suponía que este hombre tenía mejor sueldo que ella, y no era para nada feo. – Por cierto, que bonito broche… ¿eso es una perla?
Ella fue expulsada de sus pensamientos de una patada. Se miró el broche que tenía.
—Si… bueno, no lo sé, me salió muy barato.
—¿Sí? –El la miró extrañado - ¿Puedo verlo?
—¿Qué?
—Pues el broche.
—ah. Si
Ella se lo quitó del chaleco y el hombre la tomó con mucho cuidado, le dio la vuelta en sus dedos, el diseño era muy lindo y casi delicado, como una curva y en el final de la curva colgaba una perla rosada. Era similar a una clave de FA.
—Esto me hace recordar una historia.
—¿Sí?
—Sí. ¿Sabes cómo recolectaban las perlas antes…? –Ella negó con la cabeza- Bueno, pues los indios tenían que bucear para recolectar las almejas en el fondo del mar caribe, de lo más inhumanos, muchos indios murieron y bueno, casi los aniquilaron los de la isla de Cubagua en Venezuela.
—¿Si? -Le cuestionó ella, la expresión en su rostro de contorsionó en desagrado.
—Sí. –Respondió el, dándole vueltas al broche – hacían joyerías como esta o se las llevaban a los Reyes Católicos.
Verónica arrugó la expresión de su rostro.
—¿Dónde la compraste? –Preguntó él – Creo que quiero una para mi novia.
Aquella hizo que todas las fantasías de Verónica se fueran a los más profundo de la tierra… ¡Tenia novia! ¡ahh! Debía de imaginarlo solo con mirarlo el reloj o sus lindos ojos. Ella intentó evitar que se notara su decepción.
—En un puesto en el mercado del centro, cerca de una floristería; La Cala, se llama la floristería, allí.
El hombre arqueó las cejas.
—Muy bien. Creo que tengo el regalo para su cumpleaños.
—¿Le vas a regalar un broche barato? –Inquiero ella indignada.
—No… Le regalaré una perla autentica. Es real. Seguro te lo vendieron pensando que era de fantasía. Pero no.
—¿Cómo sabes eso?
—Tiene pequeñas imperfecciones, es fría, y dura. Además de áspera.
Verónica lo miró estupefacta.
—Si fuera de fantasía seria perfecta –le dijo, entregándosela- ¿entonces las venden en un local frente a la floristería La cala?
—Si. Si. –Afirmó Verónica. El hombre le entregó el broche. Ella la examinó con más detalle maravillada.
—Muchas gracias… Me has ayudado con esto –Le dijo el hombre, sonrió de oreja a oreja, miró hacia la puerta y su expresión se transformó en miedo – ay, no, allí esta…
—¿Quién?
—Mi secretaria…-El hombre giró la cabeza lejos de la puerta. –Creo que ya me tengo que ir ¿parece malhumorada?
—Pues sí, te anda buscando –Dijo Verónica, ella sonrió. El hombre tuvo que irse rápidamente por la otra puerta, y por suerte no fue visto. Todo esto ocurrió muy rápido y Verónica estaba muy atenta viendo la perla de su broche.
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Julián se despertaba y caminaba por la casa a un paso lento y suave, había mucho silencio, no quería caminar, pero David insistía en que lo ayudaría a acostumbrarse y estirar las piernas. Le aconsejaba salir al jardín y sentarse bajo la palmera que brindaba una buena sombra, en ocasiones lo hacía, o solo se sentaba en el mueble y escribía en el bloc de notas que David le daba o leía alguna de las novelas viejas del librero, pero no por mucho tiempo porque le hacía doler la cabeza. David yacía en casa y lo ayudaba en todo lo que podía, Julián lo examinaba con profundo análisis.
Decía que era su cuidador y que, si necesitaba algo podía pedírselo a él, pero no todo era así, confiaba en que Julián hiciera sus propios asuntos, sin embargo, lo ayudaba en la cocina y cuando estaba en el jardín. Debían curar la herida en su cabeza dos veces al día, pero Erika decía que Julián tenía una sanación admirable y que pronto estaría bien, las heridas eran los de menos porque Julián no podía recordar lo que había pasado en ese accidente. Le preguntaba a David, este parecía realmente angustiado de recordarlo diciendo que era un milagro que aun estuviera vivo. Luego le enseñaba la cicatriz que David se había hecho en la clavícula, poca cosa para lo que Julián tenía en su nuca.
David era amable y atento, pero Julián sospechaba de él, era demasiado abnegado como para ser su cuidador, no sabía si lo habían contratado o si sus padres tenían algo que ver. Pronto quiso saber sobre sus padres y se lo pregunto, pero una sombra de tristeza pasó los ojos del hombre.
—Tu madre murió de cáncer antes de que entraras a la universidad… -Le explicó, Julián apenas y pudo procesar esa información, las palabras cáncer, cáncer, palpitaba en su mente una y otra vez hasta el infinito – No te llevas bien con tu padre, desde…que iniciaste la universidad.
—Eso no es posible…-logró susurrar Julián con los sentimientos golpeándole la puerta. Sintió ganas de llorar.
David apretó los labios y sus ojos se volvieron cristalinos.
—Quiero decir… tuve un accidente donde casi nos morimos y no se ha preocupado por saber si sigo vivo –Replicó Julián indignadísimo, pero procuró no manifestarlo, las emociones fuertes le golpeaban la cabeza y lo hacían sentir mareado.
—Tu padre se volvió a casar y ahora está en España. -Le respondió.
—Estas mintiendo.
David negó con la cabeza con una expresión dolida. Afirmaba que decía la verdad, por un momento Julián se sintió atravesado por una espada.
—Está mintiendo. –Le reafirmó.
—Si no me crees podemos llamarlo. –Le replicó.
—No quiero llamarlo. –Le objetó y un sentimiento de odio se ajustó en su corazón. Se llevó las manos al rostro y creyó recordar algo, pero era esquivo, intentaba atrapar aquel pensamiento, ese recuerdo, pero no era tan fácil. – El me odia.
—No, no te odia. -se apresuró rápidamente David.
—Todo esto es mi culpa.
—¿Qué? No, no digas eso.
Julián recordaba esas palabras en su mente, no sabía quién se las había dicho, pero rondaban en su cabeza como un lobo a un cordero. Asintió con la cabeza y se llevó las manos a los ojos.
—Todo esto es mi culpa, porque soy un terco.
—No…No es así. Escuchame. Julián.
Julián no dijo nada, pero fue incapaz de seguir hablándole, se giró y se alejó de él, herido. David quería detenerlo, quería abrazarlo y llenarlo de besos, pero solo lo vio caminar del pasillo hacia la sala de allí al jardín, cuando no vio más su figura suspiró pesadamente.
Definitivamente David no había sido contratado por sus padres y tampoco era un enfermero porque siempre recibía llamadas en mitad del día y hablaba de cosas que Julián no entendía, no era un enfermero por que no dormida en la cama de invitados, resultaba algo raro dormir con él en una cama, pero debía de reconocer que entendía el por qué o al menos lo entendía hasta que lo olvidaba, se escandalizaba y luego le explicaba, David olía bien y era muy cálido, hablaban de cualquier cosa cuando se iban a dormir. David tenía el sueño pesado eso supo Julián una vez que se quedó dormido primero que él y Julián se dio la tarea de examinar su rostro. Tenía una leve sospecha del por qué encontraba belleza en su rostro. David sabía algo, pero al parecer no quería decírselo o se encontraba muy temeroso de su reacción.
Todas estas cosas, Julián las anotaba en el bloc de notas que tenía a su disposición y cuando todo se tornaba muy confuso David le convencía de leerlo y la mente se le despejaba para volver a sentirse seguro. Pronto ese bloc de nota lo colocaba en su lugar visible, había días en que si lograba recordar ciertas cosas del día anterior y los días anteriores, David parecía estar muy ilusionado con ello, pero Julián no podía evitar pensar que todos estos momentos felices no eran nada comparado con las toneladas de sufrimiento que había hecho pasar a David y que no recordaba.
Al pasar de las semanas, la herida en su cabeza fue menos grado de importancia, ya no le dolía la cabeza ni sentía mareos, pero y aunque Julián no lo supiera aun parecía sentir cosas en esa casa. Escuchaba pasos o veía siluetas en las ventanas o en el jardín, pero al día siguiente no había por que preocuparse puesto que no lo recordaba, cuando las veía iba directamente hacia David, en ocasiones no le decía nada, solo llegaba a donde estaba o se quedaba cerca, le preocupaba aquello, pero era incapaz de recordarlo poco después de modo que estos comportamientos eran más constantes de lo que le gustaría saber. David, solo veía que Julián ahora estaba más cercano a él, y aunque eso le gustaba lo trataba con sumo cuidado, no quería excitar al otro o alterarlo. Julián siempre aparecía como si le gustaría preguntar algo, pero callaba.
Julián seguía a David al cuarto de lavado y como no tenía nada más que hacer se sentaba cerca en un taburete a verlo meter la ropa en la lavadora y ajustar el ciclo, luego hablan de algo, de Erika o de su hijo o de cualquier cosa como las noticas que David había escuchado y que Julián de seguro olvidaría.
Mientras más pasaban los días, más fuerte era la punzaba en la cabeza con aquella pregunta para Julián, pero resistía de hacerla y se resistía de hacérsela a el también. No quería pensar de esa forma, pero como era algo que no quería olvidar, se apresuró a escribirlo una tarde.
"creo que me estoy comenzando a enamorar de él, pero él no lo sabe y no debo decírselo"
Leer esa frase que se encontraba algo escondida en el borde del margen de una de las hojas, siempre le causaba una marea de sentimientos encontrados y luego de leerla, encontraba belleza en la figura de David de alguna forma inexplicable, y eso le hizo sentir tanto sucio como también un poco confundido. La frase la había escondido por que en algún momento pensó que no debía de sentirse así tan seguido. No era saludable, y no quería confundir sus sentimientos…pero ciertamente era muy difícil; por que dormían juntos, comían juntos, hablan siempre, en ocasiones salían a hacer las compras y regresaban juntos, limpiaban juntos, se comentaban cosas juntos y hacían casi todo juntos.
Como una pareja.
Julián se preguntaba qué tipo de relación tenían realmente, jamás lo había intentado tocar o insinuársele de alguna forma, no recordaba que lo hubiera hecho, pero Julián no podía recordar aquellos detalles, más confiaba en lo que escribía en el bloc de notas y allí no encontró nada incriminatorio, solo aquella frase escondida y vergonzosa que más hacia incriminarlo a él.
Sus preferencias sexuales…pensó en ellas y estaba seguro que le gustaban las mujeres, pero hacia tanto tiempo que no tenía contacto continuo con una mujer o con alguien más que no fuera David. Lo obsesionaba ese pensamiento, por eso era mejor no evocarlo, pero y aunque sus pensamientos fueran ignorantes, su cuerpo no lo era.
—Ya está. –Dijo revisado la herida de su nuca, movió un poco su cabello negro antes de cubrirlo- Todo sano. ¿Te duele?
Julián no podía ver su rostro ya que se encontraba sentado de espaldas a él, llevó las manos a la nuca, tocando ligeramente.
—No mucho. Pero a veces me causa escalofríos el frio.
—Creo que por dentro sigue blanda. –Opinó el otro tocando también y sus dedos se encontraron un momento. –No te toques mucho…-Pidió y capturó a mano ajena con suavidad. Julián sintió los dedos acariciar su palma.
—Gracias… -Dijo lo más tranquilo que Julián podía permitirse en ese momento. Ambos estaban en el dormitorio, sobre la cama. – Me siento mejor.
Julián se giró para poder verle y hablarle, aunque esto primero no le convencía del todo. David guardaba todos los utensilios en el pequeño botiquín que habían comprado la semana pasada de color azul. Julián observaba sus dedos, tenía uñas algo largas, pensó en recortarlas, había logrado ubicar el corta uñas en su cajón de la mesa de noche. El también se miró sus propias uñas y estaban algo largas…
—¿Quieres cortarlas? –Le preguntó el otro. Lo estaba observando cuando terminó de meter todo y abrió el cajón. Julián no se negó. Iba a tomar el cortaúñas, pero David se ofreció a hacerlo.
—Puedo hacerlo yo –Le respondió Julián, pero por alguna razón no quiso resistirse ofreciendo sus manos, pronto comenzó a cortar, Clack, Clack, clack…
Julián se mantuvo muy quieto solo viéndolo sus dedos y algo en su cabeza cayó, como si un pensamiento se deprendiera de su lugar y lo obligara a perseguirlo, memorias había allí, pero no podía dilucidar lo que significaba ese sonido. Giró un poco la cabeza, pensando, o tratando de atrapar este pensamiento escurridizo. David estaba muy concentrado separando sus dedos para poder proceder… no tenía caso no podía sacar nada de allí.
Clack, clack, clack,
Uñas volando.
De repente aquella actividad resultó ser muy relajante y mantuvo su mente inquieta, tranquila en la espera de terminar. Cuando se solicitó su otra mano Julián levantó la mirada.
Suspiró.
—David…
—¿Hm? –
—¿Puedo preguntarte algo?
—¿Qué es?
—¿No tienes novia?
—No. No tengo novia. –David no se inmutó ante esa pregunta y eso le hizo pensar a Julián que en algún momento ya se la había hecho, pero no recordaba haber escrito algo así en su bloc.
—¿Te he preguntado esto antes?
—No de esa manera.
—¿De qué manera?
—Humm…-David levantó la mirada de sus manos y lo miró directamente a los ojos, Julián enderezó un poco el cuello alejándose- ¿No has recordado esa parte?
—¿Qué parte? –Inquirió un tanto nervioso. Pero luchó por que no se notara, sin embargo, los ojos oscuros del hombre parecían poder penetrar sus defensas como si conociera cada minúscula parte de sí.
—Ah. Ya…Lo sospechas, pero estas tanteando el terreno. –David hizo un gesto pensativo con los labios, entonces, Julián supuso mas o menos a lo que se refería, entrando en un estado de vergüenza. Sintió como colocaba sus manos sobre las suyas en sus muslos, tranquilo, limpias y cortas.
Julián admitía que se sentía muy expuesto y eso no le gustaba para nada. David se mantuvo callado mirándole, como si esperara algo, había cierta intriga en el color de sus ojos, una expectativa que Julián no estaba seguro si podía cumplir.
—¿Qué crees que sospecho?
—No lo sé, tu dime. –Replicó David y se miró las propias uñas, estaba tan tranquilo y sereno que Julián pensó que no se lo estaba tomando en serio, pero ignoraba que algo similar podía haber ocurrido en otro momento.
—No. Es una tontería. -Julián se movió dispuesto a levantarse e irse de la habitación, pero David rápidamente lo impidió tomándole de la muñeca.
—No huyas de mí. No le des larga a esta conversación, estoy seguro que ha estado en tu mente por mucho tiempo.
—No es verdad-Logró responder Julián, aunque mentía, claro- y espero que no esté espiando en mis cosas.
—No. Pero te conozco bien, se cuándo algo te está molestando. –Interpeló el otro suavemente- dime que sucede.
—No me sucede nada. –Respondió secamente Julián.
—Ajá… -Las cejas de David se arquearon incrédulo mirándolo. Julián evadió la mirada. Quiso deshacerse del agarre de David y este no se resistió, pero Julián no buscó otra forma de alejarse de él. - Eres de verdad un terco.
—Deja de decirme eso.
—Pero es verdad.
—Lo sé, pero no me lo digas. –Le exigió. Luego suspiró como sintiéndose absurdo, ciertamente le pasaba algo, era aquella frase leída en el bloc, si no la hubiera leído no estaría en esta situación y podría ignorar ese nerviosismo repentino al estar tan cerca de él.
—Ok, no te lo digo –Concilió David con gesto de paz. – pero al menos dime que te pasa. Si no me lo dices, me tendrás muy preocupado.
Julián emitió un sonido de molestia, pero pensaba en si decírselo verdaderamente o no.
—¿Por qué te preocuparías?
—Por qué te quiero. Por eso. –David lo dijo con bastante naturalidad, fue algo tan sencillo y sincero que Julián balbuceó por un momento y la corriente nerviosa de aquel sentimiento se tornó mucha más agudo y punzante. - ¿Por qué otra cosa sería?
—¿Qué estás diciendo? –Inquirió el confundido hombre, confundido, nervioso y avergonzando porque sentía que se estaba exponiendo sin decir nada. Sus ojos se levantaron sobre los de David con evidente timidez y en ese momento lo sintió acercarse hacia su rostro y sus labios sobre su mejilla caliente y rosada.
Julián reprimió un gemido desde el fondo de su garganta y su corazón le golpeó un pecho, la reacción fue casi instantánea inclinándose un poco hacia adelante, pero luego fue consiente de esa acción y se retiró con los ojos errantes en cualquier lugar menos en el rostro de David, porque le daba vergüenza, pero también aquello era algo muy agradable y trató de controlar su euforia interna, definitivamente no ayudó en nada que David se acercara de nuevo hacia él y besara la comisura de su labio con extrema cautela.
El cuerpo de Julián se quedó muy quieto, el beso era cálido y amable, sintió que los dedos de David se apoyaban entre los suyos, los nervios le obligaron a apretar los dedos de las manos, cuando giró unos centímetros hacia él, sus ojos lo atraparon y sus labios se juntaron suavemente antes de acercarse más y fundirse en un beso más seguro y completo. La emoción superó las expectativas de su cuerpo y gimió en el beso antes de inclinarse hacia él y atraerlo con una de sus manos en sus hombros. David se inclinó y lo obligó a tenderse en la cama entre beso y beso, pero no fue más allá. Jugaron a besarse por largo tiempo, respirando solo cuando David le besaba las mejillas o la sien. Muy suave y solo entonces Julián se dio cuenta de lo sediento que se sentía de amor.
—No quiero olvidar esto. –Le confesó mientras le depositaba besos en sus pómulos. Luego se abrazó a su cuello. David no dijo nada, no en ese momento abrazándose a él y sintiendo el calor de su cuerpo muy cerca.
—Te amo. –Escuchó aquellas palabras salir de sus labios. Julián volvió a sentir un golpe en su pecho, era su corazón reaccionando, David volvía abrirle la herida del amor. - Te amo.
Julián asintió. Nuevamente sus labios le besaron el rostro y la sien. Se apretó a su cuerpo embriagándose de su aroma y calidez, gimió de gusto cuando los labios se encontraron nuevamente.
