CAPITULO SEIS
—¿De verdad piensas que podrás quedarte hoy solo? Preguntó David, hablaba desde la puerta del jardín. Quería asegurarse de que estuviera completamente cómodo con ello. Julián estaba en el interior de la casa, y asintió.
Sus ojos azules se pasearon por el rostro de David y sonrió.
—Estaré bien. –Aseguró, luego miró al jardín- esto esta descuidado. Me entretendré un rato. Además, las cortinas dan lastima.
David resopló.
—Bien. –Dijo- ¿Necesitas que te traiga algo más? –Preguntó de último.
—Limones. –Le dijo Julián distraídamente. David asintió y se despidieron con un beso discreto y corto; un toque de labios, luego David atravesó la puerta de metal negra y se desapareció por la acera.
Permaneciendo por unos momentos en el umbral de la puerta, Julián la dejó abierta, no le gustaba cerrarla, menos en las mañanas cuando el sol podía entrar hacia la sala…había otra razón, pero no la recordaba ahora.
Caminó hacia el cuarto de lavado y preparó la lavadora. Fue a cada ventana que tenía cortinas y las quitó, también las de la cocina y la de la sala, las separó, las de colores oscuro las metería después, primero las de la ventana de la sala. También retiró los manteles de la cocina y alguno que otro paño. Se concentró en el cuarto de lavado por un instante mientras la lavadora andaba con su respectivo ruido y vibración. Mientras marchó a su habitación y miró el baño pensando en limpiarlo, luego pensaría un poco en el jardín.
Pero todo esto tuvo que esperar un tiempo más cuando escuchó que alguien llamaba desde la puerta del jardín, Julián salió al umbral de la puerta y vio a una mujer de cabello negro y vestido de verano esperando. Se acercó con cautela por que no la recordaba, pero ella aseguraba que sí.
Le mostró un broche y algo en eso espantó a Julián, su rostro se crispó y le dio un manotazo al objeto, este cayó en la hierba.
—¡Oye! ¿Por qué hiciste eso? Si tú me lo diste-Reclamó ella buscando para recogerlo, Julián tuvo un lapsus mental. ¿Por qué había hecho eso? Fue muy maleducado de su parte - ¿Qué te pasa hoy? Solo vine por unos limones.
—Lo siento. Lo siento. –Le dijo rápidamente, sintió una punzada en su nuca, un malestar – No sé por qué hice eso. Pero yo no tengo limones.
—Claro que sí, tienes un limonero del otro lado.
Julián la miró sin entender con una incipiente confusión naciendo de su interior …él estaba seguro que no tenía un limonero.
—¿Te sientes bien hoy? ¿pasó algo?
—Estoy bien-Dijo el rápidamente. Era cierto, se sentía bien hace un momento, estaba de buen humor y contento, pero ahora no sabía cómo expresar esta sensación de amenaza que ella le provocaba – solo…No tengo limones. Disculpa. ¿podrías volver en otro momento?
—¿Pasó algo malo? Lo siento, quería venir antes, pero estuve enferma en estos días. No quería importunarte.
—Ya. –Julián hizo una mueca de dolor en su rostro- No importa. No, no pasó nada, solo no tengo limones.
Ella lo miró con cierta preocupación en su rostro, Julián se sintió culpable de tratarla así, pero todo cambió cuando la expresión de la dama se tornó fría y lejana.
—Bien…-Dijo ella insatisfecha, se acercó a la puerta, Julián se acercó para abrirla, pero ella la tomó antes- Vendré después. Más te vale que lo anotes, no quiero que te asustes.
Julián frunció el entrecejo, ella lo miraba gélidamente con una expresión que a él no le gustaba, quería preguntarle a que se refería, pero no tenía el valor, algo le decía que no debía de retenerla por más tiempo. Ella se marchó, Julián no se asomó para confirmarlo, retrocedió unos cortos pasos y miró en rededor por su jardín. Pensó en si se estaba confundiendo. No tenía un árbol de limones.
Se movió de allí, comenzaba a dolerle la cabeza, pero resistió y fue a un lado del jardín. El césped estaba alto y quizá debía de limpiarlo, sí, debía de limpiarlo. Cortar todo. Del lado derecho solo encontró césped, el muro blanco del vecino y la ventana de la cocina, había otra ventana, cerrada, estaba cubierta con periódicos, no recordaba esa habitación, pero no le prestó atención para ir a lado izquierdo. Encontró la ventana de la sala, la habitación de invitados, pero era un gran espacio vacío.
No podía haber algún árbol allí.
Frunció el entrecejo.
Cuando entró a la casa experimentó una sensación muy rara, fue mucho más consiente del silencio a su alrededor, suponía que la lavadora había terminado su ciclo, pero cuando la abrió para sacar las cortinas se dio cuenta que las de colores estaban ligadas con las blancas, por suerte ninguna soltó color y se manchó, pero eso lo puso algo nervioso, recordaba haberlas separado. Las retiró y logró extenderlas en los alambres que colgaban en un espacio arriba cerca de la pequeña ventana donde entraba el sol.
Se preguntaba por qué no la extendía afuera. Ahora no quería aventurarse a salir. Luego de ello terminó de colocar las piezas restantes para lavar, echó el detergente y reinició el ciclo luego se fue a buscar su bloc de notas para registrar lo que había acontecido, pero no lo encontró donde lo había dejado junto al teléfono. Lo buscó por toda la sala. ¿Dónde? ¿ donde lo había colocado? ¿Dónde? Movió el mueble y buscó en el librero. Incluso se aventuró de buscarlo en la habitación y en la cocina, pero no lo encontró, pensó en llamar a David solo para descartar una confusión, pero no tuvo tiempo de hacerlo para cuando escuchó un sonido del cuarto de lavado, la lavadora se estaba desbordando. Corrió rápidamente hacia aquella habitación cuestionándose si había vertido demasiado detergente o la colocó en el ciclo correcto, él sabía que sí, lo recordaba, cuando la apagó y esta cesó sus movimientos, abrió la tapa y encontró pedazos de papel flotando sobre la superficie, Julián admiró con horror la cubierta de cartón de su bloc de notas contaminando las cortinas. Las hojas se habían desprendido, la tinta se había disuelto y pegado a las telas. Julián retiró aquel desastre, extrajo las prendas de la lavadora una vez terminó de exprimirlas, se quedó muy quieto mirando la tela manchada y llena de papel adherido con incredulidad. El no…no…
Ya no tenía donde escribir, pero en ese momento no era consciente de que eso no le importaba. Experimentó cierto sentimiento ajeno y distante, desprendido de aquel objeto ahora destrozado, como si no fuera algo suyo y por tanto no se le daba la importancia que merecía. Pronto sintió rechazo ante la idea de tocar las hojas, o de querer recuperarlo. Recogió todos los papeles en pedazos, sacó algunos de la lavadora y los echó a la basura. Luego limpió la lavadora en un ciclo corto y observó como el agua sucia salía de la tubería, esta actividad lo dejó inmóvil frente a la lavadora por unos cuantos minutos.
Algo lo sacó de aquel estado, creyó escuchar pasos detrás de él, sus hombros se sacudieron como víctima de unos escalofríos y se giró hacia la puerta; miró el pasillo, silencio. No había nadie, giró los ojos hacia cada lado, la pared y el pasillo que salía a las habitaciones y la cocina. Julián entornó la mirada, luego miró las cortinas y sintió lastima por ellas y se sintió mal, culpable por no prestar suficiente atención. Las sacudió juntos con estos pensamientos de culpabilidad y volvió a meter las demás prendas en la lavadora para un nuevo ciclo. Miró dentro de la lavadora y la cerró para colocar el reloj, luego salió del cuarto de lavado y fue a la cocina, pensaba en cocinar. Serían las once muy pronto.
Un sonido en la sala llamó su atención y salió hacia esta, miró la puerta y el jardín, se gira, pero logra distinguir una silueta pasar por la puerta, Julián frunce el ceño, ¿habría alguien? No escuchó la reja negra. Miró el teléfono y fue rápidamente hacia este para hacer una llamada. Marca y luego de tres repiques, escucha que un hombre contesta.
—¿Hola?
Pasan dos intentos en que el hombre insiste. Julián parpadea.
—David.
—¿Todo bien?
Julián duda y olvida el porqué de la llamada.
—¿Podrías traerme otro bloc de notas? –Pregunta. Hay un silencio del otro lado de la línea, David parece pensar.
—Sí, Claro. –Dice finalmente. Julián asiente. - ¿Algo más?
—No. Creo que no. –Dice Julián, y cuelga antes de que David se despida, pero luego se arrepiente porque alguien acababa de cruzar hacia el cuarto de lavado. Alguien, hay alguien en la casa. ¿Cómo ha entrado? Estas preguntas no se las hace Julián cuando avanza por el pasillo y tarde se da cuenta que tiene un cuchillo en la mano.
La sensación es familiar, conoce ese cuchillo, lo ha usado antes, en la cocina y …en algo más, no sabe qué. Pero se queda pasmado mirando el instrumento en su mano, no recuerda cuando lo tomó. ¿Había tomado un cuchillo? ¿Desde cuándo lo tenía? Por un momento quiere entrar en pánico, sus piernas tiemblan, el pasillo se vuelve más amplio y profundo como la entrada al infierno inminente.
No puede quedarse en el pasillo eternamente y preferiría no hacerlo, pero tampoco quiere entrar a este y averiguar lo que estaba pasando, pero debía hacerlo, no podía tener a alguien en su casa ¿era su casa? ¿o era casa de David? Su mente era un lio. Quería dejar el cuchillo, pero con la amenaza de alguien mas no lo veía prudente, no, no podía, tenía que tenerlo, se defendería en caso de que algo malo ocurriera. ¿Por qué sentía que esto ya había ocurrido?
Su cabeza comenzó a perjudicar su visión, sintiéndose mareado y helado. Caminó sigilosamente hacia la puerta del cuarto de lavado, no podía escuchar nada y se sintió sumergido en un espacio amplio y misterioso, por un breve instante se sintió despersonalizado de aquella casa, como si no le perteneciera y por tanto desconocía que era aquel lugar. Al lado del umbral, no entró al cuarto de lavado, allí adentro no se encontraba ningún ser vivo, Julián se sintió un poco más aliviado, pero logró mirar hacia la puerta blanca, que …por ese momento no recordaba haberse percatado de su existencia desde que despertó ¿Por qué? … ¿Qué era?
Alguien se escondía allí, creía estar seguro de ello, miró el picaporte con insistencia, era tal que pensaba podría abrirse en cualquier momento y al instante de que eso ocurriera el estaría listo para … ¿para qué?...
Se mantuvo en aquella posición, inmóvil y paciente en la espera de que algo ocurriera, pero nada de eso pasó. El picaporte no se movió y su interior comenzaba a aquietarse, convenciéndose cada vez más que aquello era solo una fantasía. Se percató que aún tenía el cuchillo, lo apretaba con fuerza y se preguntó ¿Cuándo lo había tomado?
El tiempo en que permaneció allí de pie es imposible saberlo, pero se encontraba vigilante, solo cuando escuchó el chirrido de la puerta, que ocurría cuando esta se cerraba, lo hizo salir de aquel estado casi catatónico, algo de luz volvió a su rostro y por tanto la preocupación, se deslizó dentro del cuarto de lavado y rápidamente ocultó el cuchillo entre las prendas de ropa. Poco tiempo después escuchó los pasos de alguien acercándose, David apareció en la puerta, para ese momento Julián miraba dentro de la lavadora.
—¿Qué haces? -David se había detenido un momento a mirarlo. Julián deslizó su mirada desde el interior de la lavadora.
—Lavo –Respondió- pero ya terminé. ¿Qué hora es?
—Ya será medio día. –Le indicó David mirando con las cejas arqueadas.
—¿Qué? –Julián se alejó de la lavadora y fue hacia en el umbral, ambos se miraron y Julián entornó la mirada hacia sus ojos, esos ojos oscuros, extraños - ¿Tienes hambre? ¿quieres ayudarme a cocinar?
David entrecerró la mirada, asintió poco después. Ambos se alejaron del pasillo y fueron hacia la cocina. David le dijo que los blocs estaban sobre la mesa del teléfono, Julián desvió la mirada hacia la sala, pero por alguna razón no podría recordar lo que le había dicho o incluso no sabía si lo había llamada, no quería levantar mas preguntas y solo asintió con la cabeza. No quería preguntas que no podía responder. Algo le dijo que no debía hacerlo.
Hicieron el almuerzo y Julián se encontraba algo distraído, tratando de recordar lo que había realizado hace unos momentos, pero le fue imposible y eso lo angustió internamente ¿eso había pasado antes? Estaba nervioso, tanto así que no tenía apetito y comió lo más lento posible.
—¿Qué pasa? ¿Te sientes bien? –Le cuestionó David que lo miraba atentamente en la mesa. Julián negó con la cabeza.
—No siento bien. Creo que me voy a enfermar-Le indicó. Las cejas de David se arquearon, quiera decir algo, pero Julián se levantó de la mesa, metió su comida en el microondas y se fue a la habitación. David no lo detuvo en cambio poco después de terminar de comer lo siguió y lo encontró echado en la cama con los ojos abiertos.
No había mentido, se sentía mal.
Julián sintió los dedos pasar por su cabello.
—¿Quieres que me quede contigo?
—No…no, ve a trabajar. –Insistió el. – No te detengas por mí. Me quedare aquí.
David le dedicó una mirada, no muy convencido, Julián no dijo nada más, estaba muy concentrando en mantener su ansiedad a raya, pero era difícil porque temía preocupar a David y que por tanto lo viera explotar, no sabía por qué se sentía tan ansioso, como la anticipación a un gran peligro.
—Llámame si quieres que regrese ¿está bien? –Dijo el hombre, se inclinó sobre él y algo terrible se retorció en su estómago vacío cuando depositó un corto beso en su mejilla.
Julián solo asintió, con los ojos cerrados, simulo dormir. David estaba genuinamente preocupado, por ello tardó en salir de la habitación, en levantarse de la cama y retirarse, depositó un último beso en la mejilla de Julián antes de hacerlo y….
La pintura no era la gran cosa, pensaban los que allí normalmente pasaban, era un café viejo, pero a él le gustaba, la había visto antes en algún lugar, allí no, claro, pocas veces tenía la oportunidad de detenerse en medio viaje a tomarse un café, gustaba de realizar viajes enteros y detenerse en raras ocasiones para ver las estrellas en la carretera (si iba solo) o porque tenía la oportunidad de tomar un café como ahora, tenía una cita al día siguiente, pero el cuadro, oh, ese cuadro, era hermoso y se detuvo por un momento a admirarlo. Ese cuadro lo había visto en algún otro lugar; estaba completamente seguro, preguntó por este, y si estaba a la venta. Ricardo tenía razón, era autentico.
El dueño del local no tenía intenciones de venderlo, lo había comprado unas pocas semanas, porque el cuadro anterior se encontraba muy deteriorado y pensaba que un cuadro de árboles frutales le sentaría muy bien a su local en plena carretera. El cliente insistió muchas veces para poder comprarlo porque decía que le encantaba, pero el dueño del local se negó; en cambio le contó donde lo había comprado, en un puesto del mercado en la ciudad más próxima, al parecer a un precio bastante razonable. El cuadro no tenía firma, pero se contaba que el pintor había muerto recientemente y que esta era una obra que jamás había visto la luz.
El cliente siguió su camino, elogiando el café que allí se servía. Al retomar el camino hizo algunas anotaciones sobre ese lugar y el cuadro. Cuando llegó al pueblo indicado, buscó los vendedores ambulantes, pero ese día el mercado se encontraba cerrado. Maldijo su mala suerte, paseó un momento por los locales cerrados y los toldos vacíos sintiendo el calor inclemente del sol sobre su cabeza. Desistió de su búsqueda por un momento y fue al hotel donde se hospedaría. Todo en orden, en su habitación se acostó y durmió unas horas indeterminadas para luego tomar un baño, tardó en salir, su teléfono celular vibró en la cama. Suspiró cuando salió de la ducha y se dio cuenta de las doce llamadas perdidas que había tenido.
Devolvió la llamada apenas se puso los pantalones.
—¿Dónde estás?
—Ya llegué al hotel ¿Qué sucede? Te dije que te llamaría
—¿Sabes que encontré?
—No soy adivino, a ver, dígame
—Encontré el cuadro de las Calas rojas camino a la 45. En una posada. ¿Te suena?
El hombre abrió sus ojos verdes y se sentó en la cama.
—Pues claro, ese cuadro lo hice yo.
—Muy lindo, por cierto. –Comentó el hombre al otro lado de la línea.
—¿Preguntas donde lo obtuvieron?
—Sí, me dijeron, ya te mando la dirección por texto ¿Qué encontraste tú?
—Los árboles frutales.
—Oh. Ese que colgaba en la cocina …-Recordó el hombre al otro lado de la línea. – Adoraba ese cuadro, quería comprárselo. Pero dijo que no.
—Lo sé, me contó. Lo encontré en un café camino a este pueblo.
—Hmm…esta de camino aquí- el hombre pensó- Seguiré por el perímetro por si necesitas algo, te avisaré en cuanto encuentre algo ¿sí?
—Excelente, muchas gracias Ricardo.
—Estamos para servirle, Patrón.
El hombre sonrió.
Colgó y él se echó en la cama. A los pocos momentos volvió a sonar, un mensaje de texto con la prometida dirección.
Arribó al lugar a las siete de la noche y pidió una habitación para tres días, si no tenía éxito en su búsqueda tendría que dejarle esto a los profesionales. El cuadro estaba en el vestíbulo de la posada, era un cuadro pequeño, de calas rojas, el fondo era totalmente negro dándole una ilusión de profundidad, las pinceladas eran bien cuidadas y el tallo largo flotando sin jarrón. Estuvo por mucho tiempo admirando el cuadro, recordando cuando lo pintó, eso había sido hace mucho tiempo, cuando quería andar de pintor, ahora lo recordaba como un sueño, una fantasía, jamás firmaba sus cuadros, en su mayoría los había guardado o regalado, tenían un significado especial, y le evocaban bellos momentos que jamás volverían, le traían tristezas y también muchas satisfacciones.
Deambuló por largo rato en la calle, comió de un puesto de pastelitos, se sintió a gusto y bienvenido, querían saber de dónde venía y les respondió que, desde la capital, no era tan lejos, pero si era muy raro que alguien de la capital fuera a parar por mero gusto a ese lugar, ciertamente esperaban más de los pueblos cercanos a los que se le tenía acostumbrado ir y venir pasando mercancía.
El dueño del puesto ambulante era muy simpático, era un joven emprendedor llamado Santiago que quería reunir para ver si se mudaba de ese lugar, pues decir que pronto este pueblo moriría y que nada había que hacer aquí. La gente prefiera las ciudades más grandes y además allá había mejores empleos, el hombre escuchó todo aquello con algo de tristeza y también felicidad, sentimientos encontrados. Hablaron un momento más y le preguntó sobre que había venido a venir hacer a este pueblo olvidado por dios, él dijo que venía por que se implementaría un plan de la gobernación para recuperar espacios turísticos y bueno supervisar a los alcaldes en su gestión, el joven se lo creyó todo y de inmediato manifestó sus quejas respecto a la administración pública del lugar.
El hombre tuvo que tragarse todo con cierta amargura ahora. Si, el pueblo apenas tenía algo de pintoresco, pero lamentablemente el no había venido a eso. Como una excusa de su mentira le pidió que le nombrara algunos lugares para poder asistir el día de mañana y el joven no se dio a esperar, pero era muy disperso, así que estuvo hasta las once de la noche allí, escuchando casa cosa de ese pueblo. La vieja del pueblo que había enviudado y tenía el jardín más bonito, la familia que siempre abusan del volumen de su radio, los novios que rompían y a los días regresaban, los que nunca salían de casa, el discapacitado del pueblo a quien nadie se le acercaba por que hablaba solo, los vecinos que tenían seis hijos, la maestra que le dio clases a todas las personas del pueblo, el hombre interesó por todos ellos y pensaba en hacer un tiempo para solo admirar donde Vivian.
Al día siguiente se fue al mercado donde el hombre de la posada le había dicho había comparado el cuadro, pero no encontró a nadie vendiendo pinturas y a quien lo hacía no tenían ni idea de quien podía ser el vendedor de aquella pintura de Calas Rojas. Caminó por el mercado y se maravilló de encontrar un arpa tradicional blanca, pero no tenía cuerdas, hablando con el mercader se enteró que el arpa era muy vieja y que sus cuerdas estaban deterioradas a un nivel irrecuperable, había ordenado unas cuerdas nuevas que se las pondría la próxima semana. El hombre quería el arpa, pero el mercader le dijo que necesitaba esperar las cuerdas, al hombre no le importó y la compró casi por un veinte por ciento más.
El mercader que era un hombre de palabra, le dijo que se la vendería pero que le permitiera ponerle las cuerdas primero, luego de arreglar algunos detalles (ya que el instrumento de verdad era muy viejo y lo había adquirido recientemente, no había finalizado todas las reparaciones) y seria toda suya. El hombre no podía quedarse por una semana allí, pero aceptó, luego resolvería como venir a buscar o decirle a Ricardo que le hiciera el favor. Aceptando se fue de allí.
De regresó a la posada llamó a Ricardo y le informó sobre la transacción, emocionado porque esa arpa era una pista muy importante también le comentó y que no encontró al vendedor de las pinturas, quizá el hombre habría mentido, como había mentido el vendedor del broche de perlas, porque cuando fue a la Floristería de la Cala, no encontró a nadie vendido broches de perlas. Era como si, se hubieran esfumado de la faz de la tierra. Su búsqueda no había sido para nada fructífera, sin duda tendría que dejar esto a los profesionales y aceptar la ayuda de aquel insufrible que se creía un héroe.
Julián miró dentro del depósito y no encontró nada. Alex le había dicho que lo abriera, pero no había nada que ver allí. Julián ahora estaba más que confundido, se adentró en él, y admiró la ventana, afuera el patio, la pared blanca y el césped. El cuarto estaba vacío y bien limpio, no tenía ni tela de arañas, bueno si, algunas por allí, pero muy altas en el techo. Estuvo por largo rato allí caminando en círculos mirando el piso intentando encontrar algo, pero no lo hizo. No había nada, y pronto sintió que Alex le había engañado.
Salió y cerró la puerta con la llave que estaba en el llavero junto a la puerta. Se sentía un estúpido. David no había mencionado ese depósito antes por que no era importante ¿verdad? ¿Por qué tenía que creerle a Alex? Ni si quiera sabía quién era, una vecina, sí, cualquiera puede decir eso.
Suspiró y decidió salir al jardín, tomar aire por que en la cocina se sentía asfixiado, pero cuando salió al jardín, allí en la reja negra estaba David mirándolo
