De acuerdo, eso fue muy, pero que muy, incómodo. Ver a mi jefe medio desnudo, fue muy incómodo.

De repente me siento acalorada, como si el sol se hubiese ocultado en mis mejillas, mi cuello y otras partes de mi cuerpo.

Camino a través del pasillo hasta escucharlo cerrar la puerta. Suelto el aire que he estado reteniendo y hecho a correr escaleras abajo. Por qué demonios tenía que venir a traerle la cena?. Dios, no sé por qué me preocupo por si come o deja de comer. A él ni siquiera le importó si yo almorzaba o no, pero aqui estoy preocupada por que no se acueste sin comer. Estúpida Akane, siempre dando más de lo que recibes.

Pateo una piedra mientras camino de vuelta a la camioneta donde Nevi y Miky me esperan.

-Pequeña, has vuelto rápido-le escucho decir a Miky mientras cierro la puerta.

-Oh, mi jefe estaba descanzando, le di lo que compramos y volví de inmediato.

-Ya veo-dice y noto como golpea la pierna de Nevi que le sonríe de mala gana y pone el auto en marcha de inmediato.

Finjo dormir en el asientl trasero de regreso al hostal para evitar cualquier pregunta suya o terminar confesando por mí misma mi encuentro con Ranma de hace minutos. Llevo la ventanilla abierta y el aire fresco de la playa me golpea suavemente el rostro pero aun así sigo acalorada.

Las imagenes de su cuerpo siguen acosando mi mente y no tengo idea del por qué no puedo solo reiniciar mi cerebro para olvidarlo.

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Me levanto temprano, con menos ganas de lo normal, para ir al hotel donde se hospeda Ranma. Tomo el desayuno de huevos revueltos y café negro que sirven en el comedor del hostal, vuelvo a mi habitación, lavo mis dientes y entonces me doy cuenta de que vine hasta aquí sin más ropa que mi uniforme de oficina. La rubia que sigue acostada en la cama junto a la mía desvía los ojos del enorme libro en sus manos, me mira y sonríe.

Ayer por la noche cuando vine con papá no quedaban mas lugares disponibles. Ella amablemente se ofreció a compartir su habitación. Le devuelvo la sonrisa y en mi pésimo inglés, mas mímica que palabras, le pido ropa prestada. Ella asiente sonriendo y me indica con gestos su mochila. Tomo una vestido de tiras con estampado y le agradezco antes de entrar al baño.

No tengo ropa interior y no me da tiempo de ir a comprarla. Me doy una ducha rápida, seco mi cuerpo y me meto casi a la fuerza en el ajustado vestido. Cielos, esto es horrible. No creo haber usado ropa así frente a Ranma antes. El vestido es un poco corto, el escote es demasiado abierto y por mas que intento acomodarlo no cede.

Estoy frustrada y molesta, pero no tengo mas opciones. Afortunadamente alcancé a tomar mi abrigo rojo, lo había olvidado por completo. Lo tomo de la silla en la que estaba y me lo pongo ágilmente. Con la tela roja cubriéndome me siento finalmente vestida.

Salgo del hostal a toda prisa y abordo el primer taxi que veo. Mi cabello aún esta húmedo, pero voy tarde, tarde según el psicópata de mi jefe, que ya debe estar hechando humo. Le indico que me lleve al hotel Q y el auto se dirige ahí en solo minutos. Pago la tarifa, bajo corriendo con mis tacones negros mientras intento arreglar mi cabello, me anuncio en recepción como la noche anterior y me congelo con la respuesta que escucho.

-El señor Saotome acaba de salir-me dice el chico de lentes claros con una educada sonrisa.

Me quedo pasmada unos segundos. Salgo nuevamente corriendo para intentar tomar un taxi y alcanzar a mi jefe. Conozco el lugar al que él irá.

-Tendo, dese prisa!-oigo su voz, sus gritos más exactamente, al otro lado del estacionamiento. Sonrío tontamente y agito mi brazo derecho a modo de saludo.

Él me mira como si definitivamente no tuviera remedio y da la vuelta para estacionarse frente a mí.

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Ella se fue, se fue y yo no he podido dormir. Llevo horas dando vueltas por todo el hotel. Fui al gimnasio, la piscina, el bar. Ni el ejercicio ni el alcohol me han dado tranquilidad. Sigo recordándola junto a mi cama, con la mirada baja y el rostro sonrojado.

Fue solo eso lo que pasó, apenas unos segundos, pero mi cerebro sigue desde el mismo momento en que la vi en mi puerta maquinando un montón de escenarios caóticos en los que terminamos enrollados en mi cama o rodando por el suelo, jadeando y gimiendo de placer.

Maldita imaginación.

No puedo sacarla de mi mente. Esto es un desastre y apenas llevamos unas horas aquí. No sé como voy a hacer para mirarla a los ojos mañana, sin que todas estas ideas locas salten sobre mí.

Puedo imaginarlo con una aterradora claridad: ella desnuda en mis brazos, sus ojos café mirándome llenos de deseo. La imagino debajo de mí, nuestros cuerpos sudados, sus uñas pintadas de verde clavándose en mi espalda mientras gime y grita mi nombre...

Dios.

Tengo controlarme.

Ella debe estar por volver, será mejor que me concentre.

Tomo una ducha larga con agua helada en medio de la madrugada y desempaco mi maleta. Escojo un sueter manga larga rojo, jeans y zapatillas negras, de cualquier forma las reuniones matutinas son todas informales. Me pongo el jeans, calzo las zapatillas y me detengo antes de meter los brazos en el sueter.

Traje hasta aquí a Akane, pero ella, a diferencia de mí, no sabría que vendría por lo que no tiene ropa para cambiarse.

Dejo caer la pieza sobre la cama y deambulo por la habitación pensando en cómo arreglar este problema. La Isla tiene un centro comercial modesto, pero abrirán a las 10 de la mañana. Nuestra primera reunión es con el gobernador para tomar el desayuno, exactamente a las 7:30.

Demonios, no puedo llevarla vistiendo el uniforme que usó ayer.

Tomo el celular con intención de llamarla pero me doy cuenta de que apenas son las cinco de la mañana. Ella odia con todas sus fuerzas que la despierte temprano. Lo hice un par de veces y siempre llegó a la oficina con cara de pocos amigos y me sirvió el café sin azúcar esos días.

Así que decido dejarlo a su criterio. Estará aquí a mas tardar las 6:20, estoy seguro de que encontraremos una manera de arreglarlo.

Son las 7:11 y Akane aun no aparece. Quizás esta molesta por lo que pasó anoche. La idea se instala en mi mente y me hundo en el asiento de mi auto.

En realidad, no pasó nada. No tendría por que molestarse. Es decir, fue ella quien entró sin darme tiempo a cubrirme. Me reincorporo a tiempo para verla correr con el pelo mojado y un vestido corto que deja demasiado expuesas sus piernas.

Esta usando su abrigo rojo en un intento triste por cubrirse pero el viento y la prisa que lleva alejan la tela roja de su cuerpo igual que una bandera izada.

Dios, no sé si amo sus intentos por cubrirse o odio que intente hacerlo. Ese vestido le queda demasiado bien.

Tomo mis lentes oscuros del tablero del auto y la veo salir acomodándose el largo del vestido. Supongo que quiere subirse a un taxi para alcanzarme.

Ni de broma.

Grito su nombre y ella levanta la mano sonriendo como si tuvieramos suficiente tiempo para deleitarme con su sonrisa.

Pongo en marcha el auto y paso a recogerla frente al hotel. Suerte que estoy usando mis lentes oscuros, obtengo una vista increíble y fascinante de ella mientras sube al auto.

-Lo siento, señor. Estaba intentando encontrar algo que ponerme.-dice al tiempo que se abrocha el cinturón y cubre sus piernas con la laptop.

-Esa es su excusa, Tendo-me obligo a decir en mi tono casual.

-Lo siento, señor...

Jodido idiota, como quisiera golpearte hasta que pidas clemencia. Voy revisando el correo de mi jefe, tomándo nota de sus respuestas y agendando sus citas de la semana mientras él sigue lloriqueando por mi tardanza.

Diez minutos después estamos en la gobernación de la Isla, donde tendremos una reunión para hablar sobre la campaña publicitaria que desean hacer. Agradezco que nuestra primera reunión sea un desayuno y me entrego a los placeres alimenticios sin prestar mayor atención.

Escucho un sonido poco conocido mientras me sirvo en el bufet que nos han preparado que me hace mirar en su dirección. Es el sonido de la risa de mi jefe. Desde que lo conocí no creo haberlo escuchado reirse más de dos veces. Esta es apenas la tercera y me deleito con el sonido. Me atrapa mirándolo y me regala una imagen clara de su sonrisa. Siento que debo atesorar esa imagen pues no sé cuando la vuelva ver.

Estoy pensando eso cuando escucho el desagradable tono de voz de la heredera de la licorera K, Kodachí Kuno.

25 años, largo y abundante cabello negro (como su alma), ojos grises, sosten talla D, pantalones talla 7 y una lengua afilada y venenosa.

Una completa bruja, desde mi punto de vista y una bomba sexy según la población masculina encuestada.

Dice apenas dos palabras y ya está colgada del cuello de mi jefe restregándose contra su cuerpo.

Ugh, que desagradable. Me siento en el extremo opuesto de la mesa y tomo un bocado de mi desayuno. No sé lo que es, de golpe he perdido el apetito y el gusto por la comida.

Asistimos a un sin fin de reuniones durante el resto del día y estoy tan cansada y acalorada por estar usando el abrigo en este clima cálido que termino amarrándolo a mi cintura, mientras espero en el asiento trasero a que mi jefe y su estúpida acompañante vuelvan de comprar unos refrescos.

Kodachi Kuno insistió en acompañarlo para que él no esté "solo" mientras esta en la Isla.

Bruja odiosa, no estaba solo, estaba conmigo hasta que apareciste tú y tu impertinencia.

Fui desplazada al asiento trasero del auto y me convertí en menos que un expectador de su conversación. Invisible, total y completamente invisble.

-"Tu asistente se ve cansada. Deberías enviarla a su casa"

-"No puede irse, sabes que el ferry y los vuelos no regresan hasta el lunes"

-"Entonces devuélvela al hotel para que tengamos un poco de intimidad".

Ranma me da una mirada de vez en cuando a través del retrovisor pero he decidido ignorarlo. Si no fuera mi jefe, ya lo habría golpeado hasta cansarme.

Estamos de nuevo en la carretera quién sabe a dónde y hace rato he preferido cerrar los ojos y ponerme los audífonos a seguir escuchando sus estupideces por que siento que estoy a punto de golpear a Ranma y a su amiguita.

No sé como pero termino dormida en el asiento trasero.