-Deja que se quede unas semanas conmigo y luego yo mismo la convenceré de volver como tu asistente.

Ranma se remueve inquieto en su lugar. El vaso de cristal vacío lo mece con el dedo índice sobre mi escritorio.

-Ranma, estas tomando tu medicación? Fuiste a la terapia estas semanas?

-Sí-responde después de unos segundos.

-Entonces, no crees que sería mejor si dejas de beber tanto?

Guarda silencio. Se levanta y camina hacia el minibar. Deja el vaso junto a las botellas y se acaricia el cabello con la mano.

-Bien, sólo unas semanas, mientras se le pasa el berrinche.


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Alguna vez han disfrutado de las fiestas de su empresa? Yo no. Son horribles!.

Aunque me aburre a morir la "fiesta" en sí no puedo evitar observar el comportamiento de los invitados, como alguien bebe en exceso y termina discutiendo con cualquiera o en algún rincón oscuro una pareja se oculta para besarse sin ser vistos.

Es divertido de una forma extraña, o no?. Tal vez soy sólo yo.

Lo gracioso es, por lo general, tanto uno como otro se arrepienten al siguiente día. Como yo, ahora mismo.

Después de seguir a Ranma Saotome a su oficina esa tarde (por qué lo seguí?!), cometí un error tras otro y otro y otro error.

-Así que, vas a negar que me defendías hace un rato?

-Yo no...No te defendí, sólo...ay, ya basta, si lo hice o no que más da. Fue sólo una discusión tonta, ya te lo dije.

Ranma sonríe, muy levemente, y se recuesta en su silla de cuero negro con un aura de arrogancia que detesto.

Cruzo mis brazos y suelto el aire en mis pulmones. No quiero seguir discutiendo con él, ni siquiera tendría que haberlo seguido hasta aquí. Supongo que es la fuerza de la costumbre.

Sal de aquí ahora mismo, me digo a mí misma.

Tan pronto como me doy la vuelta noto un detalle que se me escapó al entrar en su oficina.

Mi escritorio sigue aquí, con todo igual a como lo dejé aquel viernes cuando perdí su ticket y tuve que salir con prisas tomando desordenadamente las cosas que creí necesarias. Giro hacia él nuevamente con la duda en mi rostro.

-Qué?-suelta con una sonrisa

- Por qué mí escritorio sigue aquí?

Duda un segundo antes de responderme con suficiencia.

-Cometes demasiados errores, Tendo, siempre tienes que estar donde pueda verte.

Idiota, acaso soy una máquina para ser perfecta?.

-Si, pues no soy tu asistente así que no es necesario...

-Según quién, no eres mí asistente?-me interrupe Ranma, se pone de pie y empieza a caminar directo hacia mí, despacio, como un león enjaulado.

Retrocedo torpemente hasta chocar con la puerta cerrada de la oficina. Mi corazón de repente se salta un par de latidos.

Oh, por Dios, no es cierto. Ranma, qué piensas hacer? Acaso, vas a besarme? Aquí, ahora? No, no estoy lista, no te acerques más!

Mi cerebro desesperado intenta pensar y reaccionar pero simplemente mi cuerpo está congelado por su mirada azul marino.

-Nunca dije que aceptaba tu renuncia, Tendo, sólo te di vacaciones.-dice apenas a dos pasos frente a mí.

No puedo verme pero estoy segura de que mi rostro refleja mi incredulidad.

-Decepcionada, Tendo?-Sonríe, más mueca que sonrisa y regresa a su escritorio.

Lo estoy, en muchas formas, de hecho.

Se sienta y señala la puerta con su bolígrafo negro.

-Trae lo que tengas de donde estas, te quiero de vuelta a más tardar mañana.

-Es broma?-respondo cuando por fin puedo hacerlo

-Parece que bromeo?


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-Como lo siento, Akane, pero en verdad no pude hacer nada. No quería que perdieras tu empleo o que la empresa perdiera a una empleada tan valiosa como tú.

Ryoga sigue intentando convencerme de que en su engaño no hubo maldad.

Dios, estoy tan molesta con él, ni siquiera sus lindos ojos verdes pueden hacer que me tranquilice ahora mismo. No quiero volver a trabajar con Ranma y al mismo tiempo me inquieta tener que hacerlo, desde esa noche en la Isla mi cabeza está demasiado confundida.

-Déjalo, ya me las arreglaré como pueda-digo poniéndome de pie.

Mañana volveré a está oficina como asistente de Ranma Saotome. De haber sabido lo que haría, probablemente no habría aceptado.

Debí huir mientras pude.

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Al atardecer todos nos reunimos en el salón de fiestas de la empresa para la despedida de nuestra querida Sakiko, de 35 años, ojos negros y cabello innecesariamente largo, que ha renunciado para poder casarse.

En fin, Ukyo me sonríe y agita su mano para saludarme desde la mesa del Bufet al entrar yo. A su lado está Shampoo que le ha dado un codazo a nuestra amiga en común.

Por lo general me limitaría a ignorarla pero hoy no, hoy tengo ganas de sacudir mi mundo. Y su cabeza de paso. Devuelvo la sonrisa y me acerco a ellas, Shampoo me mira molesta y Ukyo, que al parecer ha olvidado nuestra disputa más temprano intenta mediar la conversación.

-Akane, te estábamos esperando-dice al tiempo que me ofrece una bebida.

-Estaba recogiendo mis cosas de la oficina del señor Hibiki-le contesto.

-Eres una hipócrita Akane, seguro fuiste de chismosa y de rogona con Ranma!-escupe Shampoo.

Hoy, hoy de todos los días, no tengo ganas de aguantarla.

-No fue así. Pero-hago una pausa dramática y me arriesgo por que creo que puedo-admite que estas celosa porque él me prefiere a mí.

-Cállate, eres una hipócrita, una rogona y una maldita mosca muerta!-grita Shampoo mientras Ukyo sonríe al chico que intenta llegar a los bocadillos pero al oírnos se retira.

-Tú eres la única que es una puta mentirosa. Y una ofrecida además. Estas molesta por qué no te funcionó tu teatro, eso es todo.

-Chicas, ya cálmanse-sugiere Ukyo.

-No te metas Ukyo, esto es entre ella y yo-respondo, aunque sé que por segunda vez en el día somos el centro de atención.

-Señoritas-la voz a mi espalda no es otra que la de la homenajeada de hoy. Por supuesto a continuación nos pone en nuestro sitio, o nos comportamos o nos vamos.

De algo estoy segura: no seré yo la primera en marcharse.