El pequeño grupo reunido en ese campo santo se despidió con pesar de aquel hombre que en vida había compartido con ellos momentos buenos y malos y al cual habían amado profundamente.
Un hombre elegantemente vestido de negro y con toda la tristeza reflejada en el rostro se acercó a la tumba y pronunció un sentido discurso de despedida.
Entre los dolientes, una joven mujer de cabello corto lloraba con tal pesar que su tristeza hacia doler el corazón de quién la escuchaba.
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-Necesito ir al baño antes de ser trasladada-gimió la chica al guardia que la custodiaba.
El hombre la miró de soslayo y, muy a su pesar, devolvió la atención a su celular.
Shampoo flexionó la pierna derecha y sus torneados muslos se exhibieron entre las sábanas de hospital.
El policía inspeccionó el pasillo, asegurándose de que ninguna persona estaba cerca, antes de entrar finalmente a la habitación y cerrar la puerta tras de él.
-Qué pasa? Necesitas ir al baño urgentemente, muñeca?
La chica asintió en respuesta. El hombre se acercó a la cama y deslizó un dedo sobre la pierna expuesta.
-Por favor, oficial-rogó con voz dulce.
-Y a cambio que recibo yo?-preguntó acercándose peligrosamente a sus labios.
Ella sonrió con malicia y acto seguido le clavó en el cuello una aguja con un fuerte sedante que una hora más temprano le había robado a un joven enfermero, más o menos de la misma forma.
El hombre abrió espantado los ojos pero en el mismo instante se desplomó sobre ella, inconsciente.
-cerdo asquero-dijo al tiempo que tomaba la llave de las esposas en el cinturón del noqueado policía.-No tengo tiempo para lidiar con imbéciles como tú-murmuró liberando su mano derecha finalmente.
Se apresuró a vestirse con la ropa que encontró en la mesita junto a la cama en la que estuvo esposada durante tres días.
Un jeans negro simple, sin bolsillos, y una camiseta blanca cubrieron su cuerpo. Ató su cabello violeta en un moño alto y se puso los lentes claros del policía, Mousse se podía leer en la placa del hombre.
-Demonios, es pleno invierno, necesito un abrigo-meditó antes de escabullirse por el pasillo.
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Akane viene a sentarse junto a mi cama con un libro en las manos.
-Vas a leerme un cuento, quieres ponerme a dormir?. Tan temprano?
-No exactamente-rie ella-Quieres que lo lea en voz alta?-me dice mientras acaricia mi cabello con dulzura.
-Bueno ser el héroe en la historia tiene sus beneficios, no?
-Presumido-me responde y deja el libro sobre sus piernas para darme un beso.
Si por mí fuera estaríamos así para siempre. Pero ella se aleja con la excusa de ir al baño.
Tonta, como si no supiera que aún se pone nerviosa cuando sabe que estamos solos.
No sé por qué demonios tengo que quedarme en el hospital tanto tiempo, pero me encanta que ella cuide de mí.
-Akane, por qué tardas tanto. Tendré que ir a buscarte-digo para mí mismo levantándome de la cama.
Al salir notó una presencia extraña que me observa desde la penumbra del pasillo que lleva a las escaleras.
-Ranma Saotome, más te vale no ignorarme esta vez.-Shampoo aparece frente a mí con un arma en las manos.
Joder!
-Oye, cálmate, ya tienes suficientes problemas, no seas estúpida.
Ella hace un ruido, similar a una risa pero totalmente tétrica.
-Sí, bueno. Ahora mismo no te conviene insultarme, a menos que quieras que mate a tu noviecita.
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Shampoo camina tras de mí sin dejar de apuntarme y diciendo puras tonterías.
La azotea del hospital está cubierta de una delgada manta de nieve.
-Bonito, no crees Ranma?. Un lugar hermoso para el amor.-sigue diciendo esa loca.
-Bien, ya estamos aquí, ahora deja que Akane se vaya-digo volteando para verla- Ella ríe sonoramente. Ríe hasta casi ahogarse como una completa psicópata.
-Akane? Ella no está aquí, tonto. La vi salir de tu habitación mientras yo intentaba escapar. Iba distraída en el teléfono. La dejé ir y preferí escabullirme para buscarte.
Trago en seco y ella hace una pausa mientras desata su cabello que cae como cascada sobre sus hombros.
-Pero como no puedes dejarla ni un minuto por su cuenta saliste antes de que yo pudiera entrar a verte, mi amor.
-Vaya que estás loca!-escupó las palabras sin pensar ni considerar el arma en sus manos.
-No te esfuerces en disimular, me salvaste, Ranma y eso fue por qué tú también me amas.
-No es así, no te equivoques. Te saqué para que pagues por lo que has hecho.
Ella me mira y aprieta los labios. Rasca un lado de su cabeza con el arma y luego sonríe.
-Camina hacia allá-me ordena volviendo a apuntarme pero yo no me muevo.-Hazlo!-grita ella-Si digo que hagas algo, hazlo!
Me doy la vuelta y camino hasta el límite del techo del hospital. La brisa fría me golpea el cuerpo. Mi brazo derecho, inmóvil por el vendaje que recibí, es la parte mejor cubierta de mi piel. La tela delgada del pantalón de pijama hospitalario se pega a mi cuerpo con el viento que azota.
-Sube-me ordena.
Hago lo que me pide y por mi lado derecho noto como ella hace lo mismo a unos metros de mí.
-Si te disparo ahora, te prometo que caeremos juntos-murmura.
Joder. Loca de mierda!.
-Oye-intento distraerla de lo que sea que esté pensando hacer.
-Te amo, Ranma, a mi manera pero lo hago-dice casi llorando sin dejar de apuntarme.
Ryoga y Akane llegan en ese momento y yo me trago mis emociones para no alertar a Shampoo.
-Por qué ella y no yo?-está vez pone el mango del arma cerca de su cabeza, apuntando al cielo.
Ryoga aprovecha el momento y la derriba. El arma vuela y cae desde la azotea al pavimento.
La testaruda mujer forcejea con él un poco más pero termina siendo inmovilizada por Ryoga.
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-En serio tienes que hacer una fiesta en un momento como este?
-Hay mucho que festejar, Ranma no seas un aguafiestas. Además es nuestro primer cumpleaños como pareja, juntos, o no?
-Juntos? Con la mitad de la empresa dirás!-susurra y yo ruedo los ojos fastidiada.
-Solo son unos cuantos amigos, amargado-lo regaño y él se apoya en el refrigerador dándome una mirada extraña.
-No sé cómo lo harás, pero quiero que se vayan rápido de mi casa.
-Nuestra casa-lo corrijo-Y no, no van a irse, papá y los chicos quedaron de venir y todavía no ha llegado, así que te aguantas y sonríes.
-Pero Akane-se queja haciendo un puchero igual que un niño. Un niño de 1.82 de estatura.- Había planeado esta noche para nosotros dos, maldita sea, no me hagas esto!.
Mientras mi tonto novio me abraza en la cocina de nuestro recién estrenado apartamento en una súplica egoísta, escucho mi celular resonar.
-Espera-digo intentando alejarme de él, que por supuesto no me deja. Con sus labios en mi cuello atiendo la llamada. La voz al otro lado me informa de algo que provoca que se me caiga de la mano el vaso de cristal.
No sé cómo llegamos al hospital, pero no es hasta que veo a papá que siento que el corazón me vuelve a latir.
Micky sufrió un infarto mientras terminaban un show privado en un hotel de Tokio. El doctor acaba de avisar, justo antes de que llegáramos, que a pesar de sus esfuerzos no ha sido posible reanimarlo.
Ya que él no tuvo hijos, había colocado mi nombre como contacto en caso de emergencia. A pesar de que papá y los chicos estaban con él, el personal del hospital me contactó pues ninguno de ellos figuraba como "familiar".
Por eso, yo tuve que llenar todo el papeleo, como su hija.
