La puerta del salón se abrió de repente. Shampoo lo miró y caminó hacia él con un gesto imposible de describir.
-No me casaré-dijo-No me casaré-repitió entonces con una sonrisa en los labios.
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Caminando al altar, frente a sus familiares y amigos. Su vestido blanco era hermoso, el velo cubriendo su rostro, las flores en su mano. Pero todo la asfixiaba, era tan, demasiado...cualquier cosa menos lo que ella quería.
Nada en esa boda tenía que ver con ella, ni siquiera el hombre que le sonreía desde el altar.
Ugh, por alguna razón solo sentía deseos de golpearlo cuando le sonreía. Nada de él le agradaba a decir verdad. Aun así estaba yendo rumbo a casarse con él.
Cuando finalmente estuvo de pie a su lado y el juez empezó a decir quien sabe qué, ella lo miró a los ojos y se llenó de valor para confesar lo que tenía guardado, atorado en el pecho.
-No te amo-le susurro mientras el juez seguía recitando artículos.
-Lo sé. No me importa. Puedes amarme después.-le respondío, usando el mismo tono y sin siquiera molestarse en mirarla, ignorándola.
-No, nunca lo haré.-añadió, un poco más fuerte.
De repente la presión en su mano derecha era demasiado fuerte, dolorosa incluso. Ese tipo estaba apretando su mano como si quisiera romperla.
Entonces en esa milésima de segundo cuando el delgado y anciano juez de prominente nariz y cabello canoso le preguntó:aceptas por esposo a...su mente por fin se aclaró. No podía casarse, ni forzada ni con un completo desconocido, manipulador, obsesivo y al parecer, también violento.
No podía hacerlo.
No quería.
-No, no acepto!-gritó, mitad frustración mitad dolor físico.
El juez la miró desconcertado. Sus padres se levantaron de sus asientos. Sus amigas armadas con sus celulares, interesadas por primera vez en capturar el momento. La familia y amigos del novio, apenas unas cuantas personas, permanecieron en silencio, esperando, aparentemente, el inminente desenlace. El encargado de la música siguío tocando como si la ceremonia no se hubiese detenido.
Su prometido fingío sonreír y se apresuró a desacreditar sus palabras.
- Lo siento, solo esta un poco nerviosa- se disculpó mientras ajustaba más el agarre- no es así, querida?.
-No, no es así. He dicho muy claramente que no me casaré, jodido idiota- el ramo de rosas rojas golpeó el rostro masculino. Su mano fue liberada de inmediato. Ni siquiera entendió lo que pasaba hasta que escuchó el grito ahogado de su madre. La mano del hombre de pie frente a ella se levantó tentativamente en un golpe.
- Qué cree que esta haciendo?- la voz de su padre rugió en sus oídos- ni siquiera se atreva a tocar a mi hija o le aseguro que será lo último que hará.
Shampoo aprovechó el momento para arrancar el velo que llevaba puesto. Lo arrojó al suelo y sosteniendo el esponjado vestido blanco echó a correr hasta la entrada.
A su espalda un creciente murmullo, voces maldicientes y detentes y un sin fin de gritos que no le interasaba escuchar. Abrió la pesada puerta y se encontró de frente con los ojos más azules, sinceros, amorosos y seguros que había visto en toda su vida.
-No me casaré-dijo casi saltando sobre él-No me casaré-repitió con una sonrisa en los labios
-Qué es todo ese alboroto?-quiso saber el chico, levantando sus gafas.
-Bien ah... no lo sé...yo, creo que este es el momento en que te robas a la novia y escapas con ella lo más lejos posible.
-Si eso justamente estaba pensando hacer.- Mousse extendió la mano hasta alcanzar la suya. Luego ambos corrieron tan rápido como le permitía el odiosa vestido blanco.
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-Estoy preparando...-las palabras de Mousse se ahogaron en sus labios.-...un té-se obligó a terminar de decir.
Shampoo, de pie en el baño, miraba sonriendo su reflejo. Del lindo traje y velo no quedaba rastro. Ella solo estaba usando su camiseta verde, y solo Kamisama sabe, como podía lucir tan bien con esa única prenda.
-No me gusta el te, Mousse.-haciendo un puchero se acerco a él, se sostuvo a su cintura mientras lo miraba con la barbilla apoyada en su pecho.
-Entonces que quieres que te prepare?
-Tenemos chocolate?
-Creo que si. En realidad no estoy seguro, dejame ver.
Se acercó al gabinete de la pequeña cocina, revisó uno a uno pero solo encontró un sobre vacío de chocolate, que él mismo se había tomado esa mañana.
-Quédate aquí, iré a comprarlo. Necesitas algo más?
-Ropa-señaló Shampoo
-De acuerdo.-respondió el chico de lentes claros mientras se calzaba los zapatos-regreso enseguida
Shampoo lo despidió con un beso en la entrada del apartamento y se quedó ahí hasta que lo vio perderse en el pasillo, hacia las escaleras.
Regresó dentro y se dejó caer sobre el pequeño sofa gris de la sala. Extendió las piernas desnudas y estiró los brazos hacia el techo.
Recordó la primera vez que estuvo allí, meses antes. La primera vez que se arriesgaba a seguir a un hombre a su apartamento. Que afortunado que ese hombre fuese Mousse.
A decir verdad sabía que no estaba bien, que era una mala decisión y que quizás después me iba a arrepentir. Debería haber estado intentado recuperar el sentido común que claramente había perdido, parar en ese mismo instante ese error, pedir, suplicarle que me disculpara y salir corriendo de ese departamento. Pero en medio de sus caricias lentas y suaves, de sus besos, me di cuenta que era mucho más fácil pensarlo que hacerlo. Por mucho que mi cerebro aterrado me pedía salir de allí, sus manos seguían moviéndose de forma curiosa sobre mi cuerpo de la misma forma en la que yo buscaba sus labios hasta quedarnos sin aliento. Alargué mi brazo para enterrar mis dedos en su sedoso cabello azabache, sintiendo la suavidad entre mis dedos mientras dejaba que la calidez de su aliento me inundara.
Aún estoy recordando nuestra primera vez cuando escucho que llaman a la puerta. Han pasado apenas unos minutos desde que te has ido e imagino que haz olvidado tus llaves y corro a abrir sin antes preguntar.
Error.
Dos hombres vestidos de negro sonríen y se abalanzan sobre mí, que al verlos, he intentado cerrar nuevamente la puerta pero no lo he logrado.
Uno de ellos me sujeta de ambos brazos mientras el otro humedece un pañuelo con algún tipo de líquido que no distingo.
Forcejeo y le doy un cabezazo al que me sostiene. El tipo chilla y me suelta para cogerse la nariz.
Aprovecho e intento huir pero no lo consigo. El otro gorila me sigue y me cubre el rostro con el pañuelo.
-Tu ex te manda saludos-susurra en mí oído el hombre que me sostiene.
No siento nada más y mis ojos se cierran cansados. Estoy siendo secuestrada.
