Los Saotome… 2.0
Capítulo IV
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Ranma se levantó cerca de las cinco de la mañana a pesar de aún sentir cansancio, de todas maneras, no es como si pudiera tener un sueño del todo plácido sin su mujer.
Convertirse en padre había sido una de las experiencias más temibles por las que había tenido que pasar, para Akane había sido lo mismo, no solo por la situación en sí, sino también por las circunstancias poco comunes, irregulares y hasta peligrosas en las que habían nacido sus cinco hijos. A veces se preguntaba si esas situaciones hacían que amara más a esos chiquillos desastrosos.
Salió de su habitación y fue a la de su hijo mayor, su primer milagro, el primer heredero de las dos dinastías del combate libre, nombrado por Genma desde el día que le anunciaron a la familia el embarazo, Kenma, en honor a la tradición de nombres similares de los Saotome.
Tras la negativa de Akane a tener hijos pensó que nunca iba a suceder y había pasado, tan terco desde la concepción como solo su padre podía ser, había logrado burlar la protección del método implantado en el cuerpo de Akane, su hijo mayor era del menos del 2% de bebés que nacían por fallos de esas cosas.
Akane estaba muerta de miedo, tenía una inseguridad forjada desde hace muchos años que ni Ranma había logrado quitar, y de pronto, con un bebé en camino, ella le había hecho prometer que estaría a su lado en todo momento, cosa que no sucedió.
Desde el campeonato de artes marciales anterior a la concepción de su hijo, Ranma había estado recibiendo, primero invitaciones para representar a un empresario multimillonario, era algo así como un patrocinio, pero las condiciones habían sido muy extrañas, así que no había aceptado en ninguna ocasión. Luego había recibido advertencias para que no venciera a un hombre especifico, que luego supo, era el peleador de aquel empresario, pero obviamente había hecho caso omiso al enfrentarlo en la primera ronda. Posterior al torneo, se había enterado de qué se trataba el asunto, el millonario no era más que un líder mafioso de alto alcance en Japón que era asiduo a las apuestas, y al vencer a su peleador, lo había hecho perder millones de yenes en apuestas, así que por meses había recibido amenazas para pagar una deuda de cantidades estratosféricas que ni siquiera le correspondía.
Al principio había tratado de ignorarlo, luego había tratado de manejarlo él para no preocupar a nadie, sobre todo a su esposa, pero al final, cuando Akane cumplió 7 meses de embarazo, le dieron un ultimátum que ya no podía ser ocultado, o trabajaba para ellos en batallas clandestinas o su familia se moría. Pensando las cosas fríamente, sabía que, si él accedía, su familia estaría a salvo, pero Akane estaba demasiado vulnerable, así que por su seguridad había decidido enviarla a China, ahí la recibiría Lychee y su esposo Kirin.
El problema con aquello era que el príncipe Kirin estaba en una especie de guerra que incrementó, para su mala suerte, luego de la llegada de Akane. Ellos se habían encargado de ponerla en un lugar sobre tierra donde se suponía estaba segura, pero los mafiosos habían encontrado el rastro, supuestamente para tenerla vigilada no para hacerle daño, pero la mujer de Saotome, antes de que la encontraran había huido a través de China durante sus últimos dos meses de embarazo terminando dando a luz en un hospital de campo en Guangxi. No suficiente con los eventos de los meses anteriores, las enfermeras del lugar casi cambian a su hijo por la hija de otra familia que no quería una tercera heredera en su familia; de nuevo Akane había intentado huir, pero al no hablar el idioma y con las enfermeras dando fe del origen de los bebés, la policía china había intervenido. Ranma había quedado libre al terminar sus "deudas" e irónicamente había recibido el rastro de su esposa de los hombres de la mafia, quienes además habían movilizado a Saotome por la ciudad hasta que dieron con ella y le habían dado protección legal. Había llegado justo a tiempo para evitar más desastres.
Kenma dormía con una pierna dentro de las cobijas mientras el resto de su cuerpo se encontraba destapado, y como la calefacción estaba encendida, el niño, en medio de sus sueños, se había quitado la pijama y ahora dormía en sus calzoncillos amarillos favoritos, que, a estas alturas, después de días sin bañarse debían oler como el infierno. Con una sonrisa en el rostro, Ranma se acercó, lo tapó debidamente y le dio un beso en la cabeza antes de salir de la habitación.
El cuarto de Ren, en comparación al de sus hermanos, estaba ordenado, lo cual contrastaba con la manera tan peculiar de dormir del niño, ahora mismo, la cabeza la tenía hacia el lado de los pies, de los cuales, uno colgaba de la cama. Sin remedio Ranma rio por lo bajo recordando el tiempo que le había tomado a Akane dejar de dormir así.
Ren, su segundo hijo, su nacimiento también se había producido lejos de él y gracias a lo mismo que afectó a Kenma, los torneos clandestinos de los mafiosos. En esta oportunidad Akane se había mantenido oculta en Japón y por supuesto que Ranma no iba a ir en contra de esos delincuentes para no afectar a su familia, aun cuando lo obligaran a seguir participando en ello aunque ya no tuviese "deudas", pero cuando le dieron una misión de matón fue cuando dijo "No", a sabiendas que comenzaba una carrera contra el tiempo para escapar y encontrar a Akane. Su solución fue secuestrar a la hija del jefe, solución poco ortodoxa, pero la orden inmediata de dejar en paz a Akane había sido emitida; sin embargo, para cuando eso sucedió, ya la habían acorralado, casi alcanzado. Imaginarla a ella, en medio del bosque, cuidando a Kenma que acababa de cumplir el año de edad, dando a luz refugiándose en una vil cueva como en los más duros entrenamientos, era algo que aún le causaba pesadillas algunas noches.
Luego de aquella odisea, después de llegar a un pacto con los mafiosos y salir de los círculos clandestinos gracias a la ayuda de Sumire, que en lugar de secuestrada había sido casi un ángel de la guarda, se había liberado de la influencia de todos esos delincuentes.
El nombre de Ren lo había elegido Nodoka, por su significado sobre la flor del loto y sobre darse en la adversidad, que, al igual que con Kenma, su nacimiento había sido accidental, la vida siempre encontraba maneras de ponerlos en jaque, aunque siendo sinceros, la culpa había sido de ellos por creer en esas habladurías que pasan de generación en generación sobre la lactancia y el no embarazo, además claro, del indumento físico de protección que usaron que llevaba añales guardado en un cajón y que utilizaron esa noche. Ranma sonrió con socarronería, recordaba a la perfección la noche en que Ren había sido procreado, pero esa era otra historia.
Al igual que con su hijo mayor, lo acomodó en la cama, lo tapó y le dio un beso en la cabeza antes de salir de la habitación.
Al caminar por el aún oscuro pasillo, no pudo evitar rememorar la sorpresa que se habían llevado Akane y él, cuando el test casero inmediatamente después de usarse había marcado el positivo de los gemelos. Abrió la puerta y los vio dormir, una posición muy normal para como dormían los dos anteriores.
Igual que sus hermanos, su nacimiento no había sido planeado, pero en esta ocasión, Ranma culpaba a Akane, eso era algo que solo por molestarla jamás se lo dejaría de recordar a pesar de que, si por él fuera, hubiesen tenido otros diez niños más. Después de los fallidos métodos "anti-bebés" anteriores, pensaron que las pastillas eran una buena alternativa, el único inconveniente era que su esposa debía tomarlas por instrucción a la misma hora todos los días, y a sabiendas de lo perfeccionista que era Akane jamás lo iba a dejar pasar, sin embargo, tener a dos bebés de los cuales, uno era ya un torbellino, era la excusa perfecta para la desaparición del frasco.
- ¿No lo viste?¡Lo tenía aquí Ranma! – dijo Akane frustrada señalando la mesita de noche.
- Kenma agarra todo lo que alcanza. – sonrió el hombre mientras mecía a un Ren de tres meses y acariciaba el negro pelo de Kenma, ahora agotado después de todo el día utilizando su reciente descubrimiento: las piernas también sirven para correr.
- Ranma, falta un minuto para las 21:00, necesito encontrarlas ya. – evitó elevar la voz para no perturbar la paz de sus dos niños, que con esfuerzo habían dormido. Ella se encontraba metida bajo la cama, buscando.
- Busca en el cesto de la ropa sucia, a Kenma le gusta jugar ahí. – dijo sin moverse de su posición, como si no le importara, en realidad no le importaba.
Akane corrió hacia el baño y Ranma observó el reloj, las 9pm exactas, minutos después, oyó el grito de victoria de Akane, pero para ese entonces ya eran las 9 con 5.
A ese retraso de cinco minutos en la ingesta de pastillas le achacaban el embarazo múltiple, era mejor que pensar que sus dos niños pertenecían a la minoría de infantes nacidos por fallas del medicamento, aunque tampoco sería raro para la vida de ellos. En el caso de Ranma, nunca se cansaría de decirle a Akane que era su culpa.
En el nacimiento de los gemelos tampoco había estado presente Ranma pero al menos no había estado involucrada una banda delictiva; se suponía que faltaban poco menos de dos meses para el alumbramiento cuando su esposa comenzó a sentirse mal, al hacerle una valoración médica en la clínica el diagnóstico había sido, además de la baja presión de Akane, que uno de sus hijos estaba enredado en el cordón umbilical del otro (revoltosos desde siempre), por lo que era necesaria una cesárea de emergencia. Ranma, que se encontraba en Shimane haciendo convenio con un dojo local, había dejado todo botado para regresar con su mujer, pero para cuando llegó, sus hijos ya habían nacido.
Saotome se acercó a Yohei y le acarició la cabeza, luego miró a Kaito y se estiró hasta que le alcanzó la cabeza con la otra mano, eran tan iguales físicamente que a Ranma le había costado un poco más que a su esposa diferenciarlos, los días en que alimentaba dos veces a un mismo niño, las veces que tenía que volver a colocar el pañal al darse cuenta que ya había cambiado a ese y le faltaba el otro cuando comenzaron a moverse por todos lados... esos niños eran dos huracanes que en definitiva arrasarían con el mundo si se lo proponían, ¿Quién se imaginaría que habían estado casi un mes en incubadora luego de nacer prematuros? Nadie.
El nombre de los dos niños había sido escogido por Soun, quien resentido por que los dos anteriores los habían elegido sus consuegros, se había pasado todo el embarazo de Akane estudiando nombre tras nombre, y para el parto aún no había decidido. No fue hasta que, el día que dejaron pasar a la familia a verlos a la sala de incubadoras, Soun salió llorando, casi gritando de felicidad "¡Abrieron los ojos! ¡Abrieron los ojos! ¡Son azules también!" Nadie creyó realmente aquello para un par de bebés prematuros hasta que lo vieron con sus ojos, entonces Soun, que se había aprendido nombres con sus significados de memoria, gritó de nuevo señalando por fuera del vidrio "Kaito" luego señaló al otro "Yohei". Ambos nombres hacían referencia al mar, en señal del color azul intenso de sus ojos que se apreciaba con claridad, incluso aún más pronto de lo que se pudo apreciar, en su momento, cuando nacieron sus hijos mayores. Dándoles un beso a ambos, se retiró de la habitación.
Ranma fue por el pasillo y con cariño acarició el pato color celeste que Akane había colgado luego de quitar el pato amarillo, que incluso había estado dispuesto durante el primer periodo de su matrimonio, antes de mudarse a la habitación más grande. Abrió con cuidado apreciando a su bebé, destapada y con la mitad de la manta colgando de la cuna, además uno de sus pies estaba por entre los barrotes que desde hace mucho eran saltados por la niña cada que le daba la gana.
- Pequeña traviesa... - dijo acomodándola debidamente y tapándola. - Intenté ignorarlo, pero eres otro caballito ¿Cierto? - se inclinó y besó su mejilla.
Así como él "culpaba" a Akane por el nacimiento de los gemelos, su esposa lo "culpaba" a él por el nacimiento de Aimi, tras más de tres años en los que se habían cuidado meticulosamente a prueba de errores, la de ojos chocolate había decidido que definitivamente no habría más herederos, pero Ranma no estaba del todo convencido, aun así, con un poco de desgana, aceptó la decisión.
Akane había consultado con varios doctores en el tema y la decisión de hacerlo permanente fue elegida, pero al de trenza no le gustó para nada tras informarse y leer algunas de las posibles consecuencias (que eran mínimas) del procedimiento, y con todo el dolor de su corazón (y su "amigo"), le comunicó a su mujer que él se haría el procedimiento que era muchísimo más sencillo en un hombre, menos tiempo de recuperación y casi nulas secuelas.
El doctor le había advertido a Ranma sobre el tiempo que debía seguir cuidándose con otros métodos anticonceptivos, pero apenas pasó el tiempo de recuperación a Akane se le ocurrió "premiar" la valentía de su esposo y al artista marcial se le había olvidado por completo el detalle del tiempo. Luego de aquella noche de pasión, Saotome se había regodeado mentalmente ante la posibilidad flotante, al final si algo sucedía podía echarle la culpa al doctor por "no advertirlo".
Akane estaba tan furiosa cuando comenzó a tener síntomas de un embarazo que no le había hablado durante semanas, y cuando confirmó el resultado en un laboratorio lo había golpeado hasta el cansancio, mientras repetía una y otra vez "No es contigo bebé, a ti te amo cariño, ¡Es contra tu estúpido padre!".
El embarazo de su hija había sido tan tranquilo que Akane desde el principio declaró su presentimiento de que sería una niña y nadie había cuestionado aquello, todos con la idea de que por fin nacería una heredera. Todo aquel tiempo Ranma estuvo contento, presumiendo cada que podía que gracias a su descuido pronto tendrían una niña en la familia, además, tomó precauciones desde meses antes para poder estar en el nacimiento de su última hija.
Una noche cerca a la fecha del alumbramiento, Akane se había acurrucado contra él, diciéndole cosas tan profundas como cursis y Ranma, aunque no lo reconociera se había sentido tan extasiado de la emoción que se le habían humedecido los ojos. Esa madrugada había despertado con una sensación de humedad, en la obscuridad intentó despertar a su esposa y al ver que no reaccionaba, apurado, encendió la luz. Akane estaba casi literalmente en un charco de sangre.
El susto de ver aquello incrementó al llegar al hospital, el parto fue realizado de emergencia, y en pleno acto, había salido una doctora a decirle "Lo siento, es la señora o la bebé, debe decidir ahora" Por supuesto que él se había quedado tullido del miedo.
- Ranma. - su madre lo había tomado de los hombros. - Tú sabes lo que Akane querría ¿Verdad? - Él por fin asistió lentamente.
Sin poder evitarlo Ranma cargó a su hija, juntando su frente con la de ella, esa había sido la decisión más difícil de su vida y había vivido con la culpa durante un buen tiempo. Cuando la bebé nació, Akane se había salvado de milagro y tardó dos semanas en despertar de la inconciencia, tiempo en el cual Ranma no había querido acercarse a la niña, no porque no la quisiera, pero era algo más allá de él, al final de cuentas, esa niña había nacido por su descuido del que se había estado jactando durante meses, por su culpa sus hijos pudieron haberse quedado sin madre… todo por su culpa.
Cuando Akane por fin despertó y preguntó por su bebé, una enfermera había hecho el favor de llevarla a la habitación, antes de que la sacara de la cuna móvil, Ranma le había pedido hacerlo él; entonces Saotome la había tomado entre sus brazos por primera vez, la única vez que había dejado que su esposa lo viera llorar sin vergüenza, era tan bonita, la única carita que no se parecía a él, sino a su mujer.
- Ranma, no hemos decidido un nombre. – dijo Akane a penas la tuvo en sus brazos.
- Se llamará Aimi. – dijo con una sonrisa pintada en la cara.
- Me gusta, me gusta mucho. – le hizo una seña para que se acercara a besarla.
Volvió a colocar a la niña en la cuna tapándola debidamente y salió de la habitación.
Ya en su dormitorio comenzó a planear su nueva estrategia, después de su momento sentimental, era tiempo de que esos caballitos entendieran que él era el verdadero caballo salvaje, nadie le iba a ganar.
A las seis en punto, salió listo de su cuarto con su gi de entrenamiento puesto, solo lo usaba cuando tenía que impartir clases a sus estudiantes, por lo demás, aún prefería usar su conjunto chino, pero esta ocasión ameritaba la vestimenta.
Entró a la habitación de Kenma y abrió las cortinas, el sol comenzaba a despuntar y aunque sintió un poco de pena, ya que él mismo odiaba que lo despertaran así, tomó las mantas de su hijo y las jaló con fuerza, haciendo que el niño fuera a dar hasta el piso.
- ¿Qué… - aun medio dormido intentó preguntar desde el suelo el menor.
- El baño está listo, te quiero en el dojo en 10 minutos para tu entrenamiento.
- Pero no entrenamos en estos dí…
- ¡Arriba! ¡Ahora! ¡Diez minutos! – le repitió con autoridad y señalando la puerta. Kenma aun sin entender nada, se levantó del suelo con rapidez y salió corriendo al baño.
- ¡Está fría! – lo oyó gritar desde el baño.
Quince minutos después Kenma llegó al dojo donde ya lo esperaba su padre.
- Llegas tarde. Solo por eso te quedarás al final a correr media hora más.
- ¡Pero...
- Nada de peros, correrás como previo hasta que den las 07:00.
- Papá yo...
- No soy tu papá. - le recordó con burla como en cada entrenamiento
- Maestro... - dijo entre dientes antes de ponerse a correr por el perímetro interno de la propiedad.
- ¡Por cada vez que te vea detenerte se te añadirán cinco minutos más al final! - no recibió respuesta. - ¡No te oigo! - le gritó.
- ¡Si maestro!
Casi una hora después fue a despertar a Ren con el mismo procedimiento, en este caso su hijo incluso llegó un minuto antes de los 10 estipulados, justo a las 07:00.
- ¡A correr! - lo mandó
- ¿Cuánto tiempo? - preguntó moviendo sus piernas
- Hasta que yo lo diga - señaló, sabía que Ren cumplía con lo que se le ponía, pero de alguna manera siempre intentaba tener el control, intentando ser autónomo y eso no servía para los entrenamientos cuando se supone que debes confiar en tu maestro.
- Pe...
- ¡Sin peros! ¡Ahora! - Ren hizo mala cara, pero no discutió. - ¡No te oigo!
- ¡Si, maestro! - sin más comenzó a hacer el mismo camino que Kenma quien llegó al dojo con la respiración ligeramente agitada, pero parecía con más ánimo que al principio, siempre entusiasmado por entrenar.
- ¿Y ahora qué? - cuestionó frente a Ranma estirando sus brazos
- Harás una hora de katas de nivel uno, cada una la mantendrás al menos 7 minutos.
- ¡¿De nivel uno?! ¡Yo no soy nivel uno! ¡Eso déjalo para...
- ¡Silencio! - levantó la voz y el niño, ofuscado, guardó silencio. - ¡Harás lo que se te ordene! Quiero cada kata perfecta, y si en medio de una de ellas rompes la posición, son veinte lagartijas al final, por cada una. ¿Entendido?
- ¡Si maestro! - no le quedó de otra y comenzó con aquello. A mitad del ejercicio descubrió que era más difícil de lo que parecía aguantar siete minutos en la misma posición.
Ranma salió del dojo antes de las 07:50, fue al cuarto de los gemelos y los despertó a ambos con la misma táctica.
- En el dojo en diez minutos, los dos. - a sabiendas de que siempre perdían el tiempo impuso consecuencias que sabía les dolerían más que los castigos en entrenamiento. - Si llegan tarde par de enanos. - se acuclilló frente a ellos separándolos pues se estaban jalando la ropa uno al otro riendo aún. - Se quedarán media hora después del entrenamiento a meditar. - era lo que más odiaban, quedarse quietos. - Además, no verán televisión durante lo que resta de la semana...
- Pe... - se oyó la vocecilla de ambos, Ranma no los dejó hablar.
- No usarán el videojuego que nos trajo la tía Nabiki y no comerán golosinas hasta el año tres mil.
- Tú no puedes hacer eso. - dijo cruzándose de brazos Yohei
- Mamá no te dejaría. – agregó el otro.
- Mi Akane es mía, y ustedes también pequeños caballos, yo soy el líder aquí, así que... ¡Atrévanse a probar suerte! - los niños casi se van para atrás con el grito de su padre. - ¡Diez minutos! - espantados ambos, corrieron al baño, ambos sabían cuando su padre hablaba en serio.
A las 08:00 Kenma se dejó caer al suelo y Ren entró corriendo al dojo, Ranma revisó su reloj, atento a la hora en que entraran los gemelos cuando estos entraron dándose empujones para ver quien ingresaba primero.
- Ustedes dos. ¡A correr! ¡Kaito por la izquierda! ¡Yohei por la derecha! ¡Ahora! - antes de que replicaran habló. - ¡Ya saben el castigo! - Ambos se fueron corriendo por rumbos diferentes. - ¡No los oigo!
- ¡Si maestro!
- Ren, katas de nivel uno, cada una debes sostenerla por 5 minutos. - Ren solo asistió a sabiendas del humor de su progenitor.
- ¿Por qué él 5 y yo 7? - enfadado preguntó su hijo mayor levantándose del suelo.
- Porque pensé que eras más fuerte, pero ahora que veo que no puedes... - dejó abierto.
- ¡Claro que puedo! ¡Lo haría incluso una hora más! - dijo con orgullo.
- Que bien que pienses así. - sonrió, había caído en su trampa. - Katas de nivel dos, mantenlas por 10 minutos cada una.
- ¿Di... diez...?
- ¿No puedes?
- ¡Claro que si! - Ranma le señaló el otro extremo del dojo, lejos de Ren.
A las 07:45 Ranma fue y preparó una mamila y subió de nuevo, se encontró con que su bebé ya estaba bajando por si sola el barandal de la cuna.
- Caballita - le dijo abriéndole los brazos, al instante la niña corrió hacia él para ser levantada.
- Pulguita. - le corrigió señalándose a sí misma.
- No, eres otro de mis caballitos salvajes, ¿Cierto? - dijo haciéndole cosquillas en la panza, caminando con ella fuera de la habitación hasta la ducha, mientras la niña se metía la mamila en la boca.
- Caballitos - repitió riendo, cuando Ranma dejó de hacerle cosquillas, ella se puso seria, mirando a todos lados. - Aimi quiere a mami. - se acordó de pronto inflando los cachetes.
- Aimi va a bañarse. - le dijo quitándole la ropa que ya apestaba ligeramente.
- ¡Escape! - gritó removiéndose con una sonrisa.
- Yo creo que no. - hizo como que la arrojaba al agua de la bañera y ella se rio en el acto, encantada con esos juegos bruscos. Se suponía que debía bañarla a fuera del ofuro, pero se ahorraría ese paso a falta de tiempo. Rápidamente le talló la cabeza y el cuerpo, la enjuagó, secó y le quitó la mamila que no había soltado ni para el baño; ya en la habitación le puso su gi de entrenamiento.
Al llegar al dojo había tardado más de lo debido y Kenma estaba tirado en el piso con cansancio, Ren estaba sentado en la duela y los gemelos corrían como si nada jugando. Puso a la niña en el piso y ella corrió hacia sus hermanos.
- ¡Atención! - todos los niños se pusieron en fila delante suyo, incluso la bebé que no entendía nada y que, ante el grito de su padre, había puesto cara de confusión.
- ¡Si maestro! - contestaron a coro los niños
- ¡Si maestro! - repitió la niña
- Hoy vamos hacer algo especial.
- ¡Combate! - gritó un gemelo golpeando al otro, quien en seguida le regresó el golpe, pronto empujaron a Ren y este al mayor y en dos segundos eran los cinco peleando entre sí.
- ¡SILENCIO! - el potente grito sonó tan fuerte que sus hijos se quedaron pasmados, Ranma nunca les había gritado, al menos no de esa forma, si a sus otros alumnos adultos, no a ellos.
La bebé se dejó caer al piso sentada y le empezó a temblar el labio en señal de que iba a llorar, el primero en hacer señal de moverse fue Ren.
- No. - dijo indicándole que no se moviera de su lugar, a él más que a nadie le dolía hacer lo que estaba haciendo, pero era hora de que la niña notara la diferencia entre papá y entrenador, entre juego y entrenamiento, todos sus hijos habían pasado por ello.
- Pe... - intentó decir el mayor
- Ambos, al suelo, veinte flexiones cada uno, con el maestro no se discute. - casi pasmados obedecieron. - Aimi. - le habló firme, esperaba que todas aquellas palabras de Akane diciéndole "Ella está haciendo berrinche" y "Si no te pones firme ella va a encontrarte la medida" fueran ciertas. - Levántate. - ordenó sin agregar un mote cariñoso al final, sin hacer gesto de comparecencia, sin hacer movimiento alguno que delatara la quería tomar en sus brazos y consolarla.
La niña comenzó a llorar, aumentando cada segundo el volumen del llanto, Kaito, que era el más próximo a ella, hizo ademan de acuclillarse a su lado.
- Veinte flexiones Kaito. - El niño se quedó congelado, luego obedeció. - Aimi, de pie. - ordenó de nuevo.
- ¡Papá! - gritó extendiéndole los brazos. Ranma luchó con todas sus fuerzas para no ir hasta ella.
- Papá no está, soy el maestro, arriba Aimi. - Yohei involuntariamente movió su cuerpo hacia la niña, solo unos cuantos milímetros y eso fue suficiente para que Ranma lo notara. - Veinte flexiones Yohei. Al próximo que desobedezca, serán cincuenta. - El niño acató la orden.
- ¡Papi! - la niña se levantó, corrió hacia su padre y le tironeó el pantalón, mientras su llanto se volvía más ruidoso. Ranma cerró los ojos tratando de aguantar, sus cuatro hijos habían parado lo que hacían y los miraban expectantes a lo que fuera a pasar, para saber, quien iba a ganar aquella batalla.
- ¡Basta! - levantó la voz lo suficiente para que resonara en el dojo. Sus hijos pusieron cara de espanto, y la niña se quedó muda. - ¡A tu lugar! ¡Ahora! - señaló. Aimi, sorprendentemente, regresó lentamente a su lugar. - Límpiate las lágrimas. - le indicó haciendo un gesto con su propia manga y la niña lo hizo. - Un Saotome...
- Es valiente. - completaron sus hijos, Kenma levantándose del piso.
- Un Saotome...
- Es fuerte. - Ren tomó posición.
- Un Saotome...
- ¡Es orgulloso! - Kaito terminó con lo suyo.
- ¡Un Saotome...
- ¡Es un guerrero! - Yohei se incorporó a la línea con sus hermanos.
- ¡¿Un qué?! -
- ¡Un guerrero! - corearon todos los niños, incluso la bebé que se sabía aquel mantra desde el nacimiento.
- ¡¿UN QUÉ?! -
- ¡UN GUERRERO! - gritaron con fuerza. Entonces Ranma supo que lo había logrado, ya no importaba lo que pasara el resto del día, había hecho un gran avance y eso era lo importante.
- ¡El que me atrape le compro una malteada! - Y se fue corriendo con toda la caballería siguiéndolo detrás.
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Hacía bastante tiempo que a Ranma no le dolían tanto las piernas, sus hijos lo habían hecho escapar durante dos horas seguidas y estaba muy orgulloso de no haber perdido ante ellos.
- jeje... tontos. - se rio mientras estacionaba el automóvil en la propiedad Tendo, los había llevado a desayunar fuera al final, en una clase de festejo personal, apenas terminaron con el entrenamiento, todos aun portaban sus gi, ahora sucios de comida. Luego de restablecer energías los había llevado a un establecimiento recreativo de brincolines y los había dejado saltar un par de horas más. De nuevo los había llevado a comer fuera y luego los había llevado a la piscina pública en donde tuvo que comprarles a todos trajes de baño porque fue algo improvisado para seguirlos cansando.
A las 17:00hrs. habían terminado su aventura y habían caído rendidos en el regreso en auto. Con paciencia tomo a cada uno y los llevó a sus habitaciones, sin duda, él también se tiraría a dormir si hubiera podido, pero la casa era un desastre y debía hacer algo antes de que llegara su esposa.
Tomó la escoba, dispuesto a barrer todo lo que estuviera en su camino, cuando sintió que algo le jalaba el pantalón.
- Mami... - susurró la bebé a punto de llorar, esto definitivamente no era un berrinche, ella ya estaba emocionalmente en su límite.
- Caballita... - dijo tomándola en brazos, suspirando con cansancio. - Pronto regresará mamá.
- Aimi quiere a mami... - sus mejillas se enrojecieron al igual que sus ojos y comenzó a llorar, hipando tan fuerte que se le iba el aire.
- ¿Qué tal una mamila con chocolate? A papá le salen muy bien. - comentó moviéndose a la cocina.
- ¡No! - dijo en un llorido lamentable. - ¡A mami!
La meció con paciencia sosteniéndola con el brazo izquierdo, mientras con la otra mano intentaba preparar la mamila y la niña más que otra cosa parecía dolida. Solo habían sido unos días, pero parecía que no había visto a su madre en años.
- Papá... - lo llamó Kenma, tras él, probablemente despertado por el llanto de la bebé
- Toma, sostenla. - se la dio para preparar más rápido la leche, la pequeña lloró más fuerte al separarse de su papá, no importaba lo que Kenma le dijera, ella no lo escuchaba en lo más mínimo.
- Dámela, dámela. - Ranma volteó y uno de los gemelos se había posicionado para echarse a la bebé a la espalda y cargarla de caballito, ella seguía sin querer nada y cuando el mayor la puso en contra de su voluntad y Yohei se la llevó corriendo, sus movimientos bruscos hicieron que el niño perdiera el equilibrio y se cayeron de espaldas.
- Caraj... - se tragó el improperio mientras corría hacía ellos y ayudaba levantar a su hijo y tomaba a la niña de nuevo en brazos, mientras la tetera eléctrica marcaba que estaba lista el agua caliente.
- ¡Mamá! - lloró aún más fuerte
- Mira... ¡demonios! - intentó llenar el biberón, que ya contenía la leche en polvo, con el botón de agua caliente de la tetera, pero al ser con una mano, calculó mal y la mitad del agua se vació sobre su piel.
- Demonios papá, no digas groserías. - le recordó el mayor
- Dámela papá - pidió Ren que apareció en algún momento.
- ¡No! ¡No! - Aimi se aferró al cuello de su papá, ya sin querer nada.
- Demonios Yohei, es tu culpa por caerte con ella. - Kaito le soltó un golpe en el hombro a su hermano, al instante esos dos se estaban peleando.
- ¡Ustedes dos sepárense! - les gritó yendo hacía ellos sin lograr nada, pues solo tenía, una mano, y quemada, disponible.
- Quítate Ren, yo puedo hacerlo mejor - Kenma trataba de quitarle la mamila a su hermano, ambos intentando completar la tarea que su padre no había podido.
- ¡Kenma, tú no sabes hacerlo! - rezongó sin soltar el indumento, ambos incluso intentando acercarlo al pico de la tetera caliente.
- ¡No! - Advirtió a sus hijos, pero ninguno le hizo caso, a sus pies los gemelos lo comenzaron a usar de escudo de los golpes del otro. Sin más remedio, los mayores forcejearon tirando la tetera al suelo, quebrándose en el acto, regando el agua caliente. Ambos chiquillos saltaron gritando ante el agua caliente en sus plantas descalzas.
Los gemelos no pararon su pelea y el estruendo de algunas ollas resonó.
- Papá me arde. - dijo Ren con los ojos humedecidos, sentándose sobre el suelo lejos del agua caliente revisándose los pies.
- Eso... eso es porque eres un llorón. - El mayor habló, cojeaba de un pie y Ranma pudo haber jurado que también quería llorar.
- Papá... - lo detuvo Yohei cuando Ranma se acercaba a Ren y recién notó que los gemelos habían parado su pelea, con frustración cerró los ojos, sin voltear a ver, esperando lo peor. - Kaito tiene sangre. El tonto se... - el niño siguió hablando mientras Ranma regresaba con premura sobre sus pasos a reconocer si la herida era grave.
- ¡Me las vas a pagar Yohei! - gritó intentando levantarse del suelo para ir a golpearlo, Ranma lo detuvo bruscamente, dejándolo sentado sobre el suelo.
- ¡Al próximo que se mueva lo dejo sin cenar! - todos se quedaron estáticos, nadie iba a perderse una cena, especialmente cuando su padre los había estado complaciendo con comida. - Superficial. - habló al revisarle el corte en la palma de la mano. Se dirigió a Ren y lo ayudó a ponerse de pie, luego lo tomó de la cintura y lo cargó hasta salir de la cocina y lo acomodó en las escaleras donde ya estaba sentado Kenma.
- Me arde papá. - se quejó Kenma cuando le sujetó la planta, al parecer, ningún percance había sido grave, una crema y estarían bien.
- ¡Iuggg! - se quejó Yohei habiendo recibido un golpe de Kaito en el rostro que le había dejado la mejilla con rastros de sangre. - ¡Papá! - lo llamó el niño cuando su hermano comenzó a acercarle la mano con sangre al rostro burlándose de él.
- ¡Mami! - lloró más fuerte la bebé casi asfixiando a su papá.
- ¡Kaito, ya basta! - le advirtió a sabiendas de lo voluble que podía llegar a ser el estómago de Yohei.
- Pap... - la palabra quedó a la mitad ante el vómito sobre el suelo
- ¡Agggg! - expresaron los otros tres, de fondo el llanto de la niña no cesaba.
Ranma cerró los ojos sobándose las sienes.
- De acuerdo... necesitamos ayuda... - dijo más para sí que para que alguien lo oyera.
- Yo también creo eso. - la voz desde la entrada dejó a todos mudos incluida a la bebé, quien fue la primera en reaccionar y se movió en los brazos de su padre intentando liberarse. Ranma la dejó libre y corrió hasta su mamá, antes de llegar a ella, resbaló y se llenó de vómito.
- ¡Iuuuugggg!
- Oh cielos... - dijo en tono resignado al ver a Aimi levantarse del suelo y seguir corriendo hacia ella.
De pronto sus otros cuatro hijos se abalanzaron hacia Akane, por suerte esquivando, en mayor parte, los residuos sobre el suelo.
- Yo también los extrañé. - contestó abrazando lo mejor que podía a sus retoños.
- Pensé que llegarías hasta la noche. - Pronunció Ranma con una sonrisa en el rostro, mientras lograba acaparar solo la mano izquierda de Akane, por lo demás, sus hijos tenían bien cubiertos los francos.
- Me salté algunos compromisos sociales y tomé un vuelo, extrañaba mucho a tus caballitos. - ella alzó la voz para que su esposo la escuchara, sus cinco hijos le hablaban contándole cosas al mismo tiempo.
- ¿Y al caballo salvaje? - dijo levantando las cejas. Akane le hizo un gesto con los ojos par que se callara, ya habría tiempo después para eso.
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- Bien... creo que hay algunas cosas que debes explicarme. - anunció su esposa tan pronto entró a la bañera y se sentó, estar entre los brazos de Ranma siempre la hacía sentir mejor, luego de una batalla contra sus cinco hijos sucios y más necesitados de atención debido a su ausencia.
- Probablemente. - admitió sin querer arruinar el momento, abrazándola, hundiendo su cara en el hueco del cuello femenino, bastante habían tardado en dormirse sus hijos como para ahora arruinarlo, así que agregó. – Pero mejor hablamos de ello mañana.
- O podemos hablar de eso ahora. – contestó risueña ante los arrumacos que el hombre comenzaba a hacerle. Él no le contestó, estaba bastante entretenido en su trabajo. – Kenma rompió muchas partes de la casa…
- Mañana… llamo a alguien para que lo arregle.– resolvió sin más.
- Hiciste que echaran a Ren del equipo de karate y ni siquiera recordaste que… ¡Ranma! – amonestó deteniendo las manos del de trenza que se afanaban por explorar. – Debías llevarlo a las practicas de kendo y judo.
- Ya estás aquí, ¿No? – dijo en tono molesto, esperando que lo dejara seguir con lo que hacía.
- Los gemelos tienen sus almohadas llenas de golosinas, ¿Por qué les compraste tantas golosi… nas? – dio un suspiro, tampoco era inmune a las empeñosas atenciones.
- Debieron meterlas en el carrito del súper… - habló apenas entendible pues estaba entretenido en otra cosa.
- ¿Y a que se refieren los niños con que casi se roban a nuestra bebé? - Ranma suspiró sin remedio, separando su boca de su esposa, sabiendo que aquello no podía solo evitarlo.
- Los gemelos hicieron enojar a un señor, fui a resolver eso, y te juro Akane, fueron menos de dos minutos cuando escuché gritar a los niños. - ella bufó. - Obviamente no fue mi intención, ¿Sabes? - dijo molesto. - Y tampoco es como si hubiese permitido que pasara a mayores. - se cruzó de brazos cuando la mujer se alejó de él en el agua.
- Ya lo sé... - dijo sin mirarlo.
- Además cuando hablé con los guardias vetaron a esas dos personas del centro comercial a falta de pruebas, yo quería involucrar a la policía.
- Ay Ranma... Desearía poder haber estado ahí. - dijo en un suspiro.
- Eso es lo que te tiene así, ¿Cierto? - mencionó nadando hasta ella que se había alejado hasta la otra orilla. - ¿Cierto marimacho? - la molestó picando su mejilla.
- Cállate Ranma. - infló los cachetes volteando la cara.
- ¡Atrapada! - la acusó tanto por saber sus sentimientos como por tomarla bruscamente de la cintura y pegarla a su cuerpo.
- ¡Ranma! - lo golpeó en el pecho cuando él la puso sobre sí. - ¡No soy uno de tus caballitos salvajes! - se quejó, de todas maneras, casi de inmediato se aferró a su esposo. - Por cierto, ¿Qué paso con tu pulguita? - le dijo ahora ella en burla. - Aimi es caballita. - Imitó a su hija.
- Ni me lo recuerdes Akane. Además, ¿sabes que descubrí? - dijo besándole los lugares que no cubría el agua. - Es igual de celosa que tú.
- Yo no...
- E igual de manipuladora.
- ¡Yo no soy manipuladora idiota!
- Agradezco a Dios que al menos no haya sacado tus ojos, ¿Te imaginas lo que haría conmigo, pequeña? - el mote cariñoso fue soltado con una ronquera que la de pelo azul bien conocía.
- Oye... antes de que... continúes...
- ¡Deja de interrumpirme Akane! - se quejó, si no consumaban su reencuentro en ese momento no habría otra oportunidad hasta sabrá Dios cuando, empezando por el hecho de que la bebé había decidido dormir en la cama de sus padres y no tardaría mucho en despertar si no sentía a alguien acompañándola en la próxima hora.
- Solo quería decirte que te extrañé mucho, tonto. - dijo con una sonrisa mientras le acariciaba el rostro. - Y que hiciste un gran trabajo a pesar de todo. - le besó la punta de la nariz.
- Yo también te extrañé. - Sonrió sin remedio besándole los labios con ternura.
- Y que tú te vas a encargar de lidiar con las reparaciones de la casa, hablar con los profesores de Ren por sus entrenamientos perdidos, con... - la interrumpió.
- ¿Ves por qué digo que eres una manipuladora? Pero... yo soy buen negociante, ¿Qué me darás a cambio? - sugestivo
- ¿Tú que crees? - ella misma se repegó al hombre.
A lo lejos se oyó un sonido extraño.
- Ya despertó alguien. - Ranma suspiró bajando la cabeza, completamente resignado.
- Tenemos 3 minutos antes de que nos encuentren. - lo alentó - A menos que no estés seguro de poder. - el gesto competitivo de él apareció en su rostro.
- Créeme, no hay nada imposible para este caballo salvaje.
A pesar de ser pasada la 01:00 de la madrugada, aun revoloteaban por la casa los caballitos, los 5, buscando a sus padres que no estaban donde se suponía debían.
FIN
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Aclaraciones.
· El primer método anticonceptivo que mencionan, el de Kenma, hace referencia al DIU, aunque hay algunos otros que también pueden ser, este tiene un 98% de efectividad contra embarazos.
· Cuando se menciona que Akane no quería tener bebés hace referencia a otra de mis historias, xD.
· Lychee y Karin son personajes de la película "Gran Golpe en Nekonron, China". Kirin es príncipe, líder de los siete dioses artistas marciales de la suerte… les encanta la guerra.
· Hyogo es una ciudad al sur de Japón. Por cierto, su buscan sus bosques, son preciosos.
· Sobre la lactancia, siempre ha sido dicho que mientras la mujer esté lactando, las probabilidades de embarazarse son bajas.
· Las recomendaciones de las pastillas anticonceptivas incluyen tomarla siempre a la misma hora e irónicamente, hay un alto porcentaje de embarazos múltiples asociados a este método anticonceptivo. También tienen de efectividad contra la concepción, más del 98%.
· Cuando habla del pato amarillo, hace referencia al pato de madera que siempre a colgado en la puerta de Akane con su nombre, aunque dudo que alguien no supiera esto.
· Sobre los métodos permanentes de anticoncepción, se refieren a la salpinguectomía y a la vasectomía respectivamente, siendo la primera la más "agresiva" por llamarla de alguna manera.
· Solo por si acaso… Kenma, significa pulido; Ren, hace referencia a la flor de loto, que crece en la adversidad; Kaito, hacía el mar; Yohei, mar en calma; y Aimi, amor bello.
· Ofuro, es la típica tina de baño japonesa, y ya aclarando, supongo que ya la mayoría lo sabrán, se acostumbra bañarse fuera de ella y solo se utiliza posterior con el cuerpo limpio.
N/A.
Hola, jeje, ya sé que he tardado un poco, pero aquí está el final, la verdad en un principio la parte donde Ranma explica el nacimiento de sus hijos iba a ser una historia por sí misma, pero me pareció conveniente introducirla aquí para no darle más vueltas.
Espero que la historia realmente se sienta enfocada en Ranma y otro tanto en Akane, porque los niños son meramente elementos de desarrollo, que, aunque traté de imprimirles personalidad para que no estuvieran vacíos, nuestros protagonistas siempre serán el trenzudo y su prometida. Por cierto, he subido la clasificación, ya que toca temas un poco más adultos en algunas partes, para muestra… bien, me entenderán mejor luego de que me despida xD.
Por otro lado, ya saben que me encanta pegar universos, así que por si se lo preguntan y en orden cronológico, aquí les van las historias que están descritas dentro de la misma línea.
- Quedarse
- Los Saotome
- Alma Viajera
- Donde
- Cuando
- De Ojos Hermosos
Por otro lado, hice algunas referencias a "Pequeña", pero fue más un capricho mío que estar cien por ciento segura de querer meter la historia en este universo.
Muchas gracias a todos los que me apoyaron los 31 días de Diciembre Sin Fin, en especial a:
- Akanita de Saotome
- Juany Nodoka
- Benani0125
- Iselaglezcam
- Alicia
- Mividaerestu
- Guest (01)
- Peque T
- Luz
- Pao Vedder
- vanesa112
- Psicggg
- Arianne Luna
- Guest (02)
- Chechy14
- Romina Landa
- Carol FVargas
- Guest (03)
- 1Andrea11
- Vane
- YokoLyn
- Kaysachan
- Alejandra Cereceres
- AkaneMx
- Guest (04)
- Akai27
- Niomei
- Lelek An3li
- Felicius
- Guest (05)
- Tania-Sanchez
- Akane Pau
- Eisa Ventura
- ThegostKogane
- JHO Mori
A todos muchas gracias y les deseo lo mejor de lo mejor para este 2022, los quiero un montón.
Por cierto, aun no me voy, sigo pendiente con "Buenas Noches Señor de Ojos Azules" para quienes gusten ir a darse una vuelta, es un alternativo que personalmente, me encanta, lo siento, si yo no me echo porras, ¿Quien? jeje.
Sin más por el momento, de este lado del ciber mundo, AkaneMiiya.
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Extra.
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- Ra... Ran... ¡Oh cielos! - habló en un tono tan bajo que solo escuchaba su marido. - Ya llevan busca... buscándonos... ¡Ranma! - Intentó respirar con más normalidad. - más de diez minutos... y... ¡Oh por Dios! ... y ya... ya tocaron la puerta... dos... dos veces...
- Mientras no nos... oigan, está bien... - repuso concentrado en su tarea.
- La tercera vez que... que... - se mordió los labios para no soltar ningún sonido de alto volumen. - que... toquen la puerta, la derribarán, aunque... aunque no... oigan na... ¡Nada! - se cubrió la boca con las manos al instante.
- ¡Shhh! - se detuvo tres segundos para que ella pudiera tomar fuerza y guardar silencio.
Toc, toc, toc. Se oyó de nuevo
- Hazte a un lado, ¡Yo lo haré! - esa era la voz de Kenma. El fuerte estruendo resonó en el baño, mañana sería necesario ir en busca de una nueva puerta.
- ¡Te dije que no había nadie! - le gritó Ren a al mayor tomando en brazos a Aimi cuando entraron al área de ducha.
- ¡Toma! - uno de los gemelos mojó a los demás con el agua, que aún estaba tibia, de la tina.
Afuera, sobre el techo, intentando cubrirse del frío clima con nada más que sus manos, mientras casi gateaban por el techo hasta la ventana de su habitación, el matrimonio Saotome aun llevaba una sonrisa en sus rostros.
- ¿Qué... qué... número es? - tartamudeó la mujer, ahora por el clima. - ¿Arriba de 7? - los adultos tenían su propio conteo de escapes.
- Perdí la... cuenta en el 7,500, y eso fue hace meses. - Ni en eso le ganaban sus caballitos al caballo salvaje mayor.
