Buenas Noches Señor de Ojos Azules

Capítulo I

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Esta historia está hecha sin fines de lucro.

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No tenía opción, ¿qué se suponía que debía hacer?, ¿llorar de nuevo?, no, debía ser fuerte, si su felicidad estaba al lado de su esposo, ¿qué más daba en donde estuviera ella?, a la vuelta de la esquina, cruzando el país, al otro lado del mundo… No importa, se dijo, Ahora está lejos.

El día en que todo cambió, quiso gritar, patalear, hacer una rabieta, sin embargo, puso una sonrisa, porque sabía que la felicidad de su hermana, su querida hermana mayor, estaba junto a ese médico, ¿Qué se supone que debía haber hecho para que se quedase?, ¿llorar desconsoladamente el día en que anuncio su compromiso?, ¿o el día en que anunció que después de la boda se iría con su esposo a Inglaterra?, o mejor aún, en la boda, justo al oír la frase "Si hay alguien que se oponga a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre" entonces ella respondería "No puedes llevarte a mi hermana…" -si claro…- dijo en voz alta Akane quien iba por su tercer vaso de leche esa noche, se sentía tan abandonada.

Desde el día en que Kasumi había anunciado su compromiso con el reconocido doctor Tofu Ono, las cosas habían empezado a cambiar, como si la vida le estuviese jugando una broma pesada; Nabiki, su hermana mediana, también había hecho sus planes y había hecho un cambio de universidad al extremo del país, solo regresó hasta a mediados de octubre para hacerse la prueba de vestido, y volvió a irse, regreso de nuevo para la boda en noviembre y de nuevo abandono el hogar por sus estudios; de pronto, la pequeña Akane de tener dos hermanas, ya no tenía a nadie, su padre como siempre, estaba en un viaje de negocios, al parecer Nepal era mucho más interesante que su propia hija, cuya alma estaba por los suelos.

En realidad, pensándolo bien, no era para nada extraño que sus dos hermanas hubiesen querido irse, Soun nunca fue un buen padre, de hecho, compensaba su falta de tiempo con fríos regalos y su falta de amor con dinero, incluso para consigo mismo, el dinero era el imán perfecto para las mujeres casaderas con esperanzas altas, ¿Cuántas mujeres no había visto pasar por el brazo de su padre?, lo más que hubiera durado una eran seis, tal vez siete meses, cabe resaltar que ninguna de ellas nunca tuvo la menor intención de hacerse cargo de tres hijas (al parecer su padre tampoco), incluso algunas tenían la edad suficiente para pasar por otra más de sus herederas; entonces, sabiendo esto, era muy convincente que Nabiki hubiera escogido una escuela lejos, al fin y al cabo, el dinero nunca fue problema y a sus 20 recién cumplidos era una chica bastante astuta; así que, también era muy normal que, a sus 23 años, Kasumi hubiera decidido casarse y marcharse para vivir al otro lado del globo terráqueo.

- Estoy divagando… -Subió las escaleras de manera lenta, llegó a su habitación iluminada por la lámpara de su mesa de noche, y se dejó caer sobre la cama, al fin de cuentas su vaso ya estaba vacío cuando llegó ahí, así que lo dejó caer a la alfombra, ya por la mañana se ocuparía de levantarlo.

- Me pregunto si … Nabiki extrañará nuestros debates, o Kasumi extrañará contarme alguna historia cada vez que hornea galletas, o tal vez si papá de vez en cuando piense en mi… - sus ideas fueron interrumpidas cuando un cuerpo robusto se posicionó sobre ella y presionó algún lugar de su cuello con su pulgar. No tuvo tiempo de pensar siquiera de donde había salido el hombre o que estaba pasando, lo último que vio fueron unos ojos azul intenso, antes de que su mundo se volviera negro.

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Akane abrió los ojos lentamente, en un principio pensó que seguía con los ojos cerrados, pronto se dio cuenta que en realidad la habitación estaba en penumbras y el desespero comenzó a hacerse dentro de ella, la joven nunca se permitía estar en la obscuridad. Trató de sostenerse la cabeza pues aún en la obscuridad sentía como todo le daba vueltas, pero no pudo ya que sus manos estaban atadas por la parte posterior de la silla, en la que ahora se daba cuenta, estaba sentada.

Miró alrededor tratando de ubicarse, pero no veía ningún punto de luz, además notaba un olor bastante nauseabundo, no, definitivamente, no estaba en su habitación, ni tampoco en su casa, ¿qué había pasado?

- Así que Sombra lo volvió a hacer- ella oyó fuera de la habitación

- Si, no sé cómo carajo lo hace, pero de nuevo tenemos un "paquete"- también percibió unas carcajadas escandalosas, ¿acaso hablaban de ella?, no, no podía ser cierto, ¿estaban hablando de ella como si fuera un objeto?, sintió ganas de gritar, pero tampoco pudo hacerlo, estaba amordazada

- ¿Y ya la viste? - volvió a oír

- Si, es una preciosidad, no me molestaría inspeccionarla más de cerca- de nuevo risas, si, en verdad hablaban de ella, su mente trabajó rápido y un pensamiento horrible la inundó, la tenían secuestrada

- Kasai, pero mira nada más, eres más puerco de lo que parecías, ¿no tienes una hija de esa edad? -

- Si, pero hace meses que no la veo, así que ahora es como si fuera libre de ese estorbo- Akane notó que había empezado a temblar del miedo, lo que ese sujeto insinuaba era horrible, no, esto tenía que ser una pesadilla, si, eso, una pesadilla por el estrés de estar sola, en casa, sin su padre que estaba por Nepal, sin Kasumi que se había ido al otro lado del mundo, sin Nabiki que estaba en la universidad, todo era un producto de su soledad.

Akane entró en pánico cuando una rendija de luz apareció bajo la puerta y dos sombras aparecieron en ella, su cuerpo por instinto se hecho hacia atrás, sintiendo el piso polvoroso con sus pies descalzos y atados, la madera vieja crujió al ser abierta y entraron aquellos que hablaban.

- Mira Yagi, la princesita ya despertó- El hombre se acercó a ella y le tomó la cara con su mano grande, la cual bajó por su cuello de forma lasciva, la chica al instante sintió una arcada venir - Pero que mal educada- dijo con rabia al tiempo que apretaba su cuello

- Ya Kasai, deja de jugar, por ahora la necesitamos viva, sin ella no hay dinero - el hombre, Kasai, la soltó y se alejó varios pasos, luego, el otro se acercó con cansancio y un poco de molestia y liberó la boca de la adolescente, quien expulsó lo que su estómago rechazaba- si serás sucia princesa- la sostuvo de su corta melena jalándole la cabeza hacia atrás - que sepas que aquí el servicio no te va a atender, vas a tener que quedarte así- la soltó, puso la mordaza de nuevo y caminó hacia la salida - vámonos.

- No sé, tal vez debería quedarme a "jugar" con ella - hizo ademan de acercarse nuevamente

- Deja eso para luego, ya va a llegar el jefe, no creo que quieras que te interrumpa por la mitad -

- Adiós princesa- y con eso ambos hombres salieron y cerraron la puerta dejándola de nuevo en la obscuridad.

Akane volvió a tener otra arcada al sentir y oler su vómito sobre parte de su cara, cuello y su pijama, que ahora se daba cuenta aun llevaba puesta, aun así, se controló, y respiró hondo. Seguía temblando del miedo, y ahora lloraba, cerró los ojos con fuerza y susurró para si

- Es una pesadilla, pronto despertaré, es una pesadilla, pronto, muy pronto despertaré- mientras las lágrimas seguían bajando.

Oculto en la obscuridad de la noche profunda, detrás de la única ventana, la cual carecía de vidrio y estaba sellada con tablas, el hombre de los ojos azules escuchaba los sollozos de la joven.

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- Entonces la niña ya está aquí

- Si jefe, la trajo hace como dos horas - se dirigió a un hombre de traje que sostenía un puro en la mano derecha

- Sombra tan eficaz como siempre, ¿está despierta nuestro paquete?

- Sí, hace rato la vimos

- Entonces vamos, quiero darle la bienvenida- dijo en burla

Akane que los oía a lo lejos, se tensó y las lágrimas dejaron de salir ante el terror.

- Pero miren nada más que hermosa muñeca, un poco sucia pero hermosa, ¿no chicos? - los otros rieron - vamos, vamos, no tienes por qué estar asustada - Ante su cara de terror acarició ligeramente su mejilla, ella volteó la cara - no seas arisca muñequita, no te conviene- le bajó la mordaza

- Dé... déjeme... ir... por favor- musitó con los ojos cerrados

- Ayy, que tierna, escucharon chicos, quiere irse- los tres hombres se burlaron a carcajada suelta de ella -mira niña, es muy simple, solo si tu rico padre paga... tal vez, si te portas bien, salgas de aquí, así que mientras, estate tranquilita, no trates ni siquiera de darles problemas a mis amigos, porque te va a ir peor- el hombre se volteó y se dirigió a la salida de la habitación

- Por favor...- ella se armó de un poco de valor, logrando que su voz volviera a salir- mi padre ni... ni siquiera está en el país... por favor...-

- Pues más vale que regrese pronto- y con eso salió por fin

- Adiós princesa- dijo el más alto y un poco calvo dirigiéndose a la salida también, el otro se quedó parado frente a ella mirándola fijamente, se acercó y se puso en cuclillas, puso su mano en su muslo desnudo gracias al short de su pijama, ella comenzó a retorcerse, pero no le sirvió de nada por la cuerda que rodeaba sus pies y los unía a la silla

- Si, pórtate bien princesita- musitó obsceno el hombre de pelo lacio hasta los hombros y grasoso, con una barba que desaliñaba más su apariencia.

- Kasai, vámonos, luego podrás jugar, vas a tener mucho tiempo- Kasai se rió, se levantó, volvió a poner la mordaza y salió de la habitación, la muchacha volvió a quedar en penumbras, llorando amargamente.

Sombra escuchaba todo desde la ventana, era cierto, el mismo la había traído, pero ella era diferente a otros "paquetes" como esos hombres les decían, porque ella era la persona más joven que hubiese traído allí, solo tenía dieciséis, tenía mucho por vivir y aunque él nunca se quedaba para ver la estancia de las víctimas en ese lugar, algunas veces, en situaciones "especiales", había tenido que intervenir y al verlas, en especial a las mujeres se daba una idea de lo que vivían ahí.

Sombra estaba entre la espada y la pared, él tenía motivos demasiado poderosos para estar dentro de la porquería en la que estaba metido, y básicamente sin él, el plan nunca hubiese funcionado, la culpa lo atormentaba a sobre manera, porque si lo ponía en perspectiva él la había "vendido" a esos desgraciados.

Los tres días de plazo que le habían dado para organizarse y sacar a la joven de su casa había pensado que bien podía renunciar a ello y arreglárselas con el dinero que ya tenía ahorrado, estuvo a punto de no hacerlo, sin embargo, la última noche, su madre, que había estado medicamente estable, había tenido una crisis y la habían hospitalizado nuevamente. El doctor le dio un ultimátum para poder hacerle la cirugía que le salvaría la vida, así que Ranma, entre la espada y la pared, había decidido hacer el trabajo; si el padre de la joven era tan rico, la muchacha saldría rápido de aquello, o al menos eso se dijo para apaciguar su conciencia.

Esa niña, Akane, tenía tanto por delante, no merecía que esos imbéciles arruinaran su vida; probablemente ya de por si esta experiencia la recordaría siempre, pero él se iba a encargar personalmente de cuidarla lo más posible para que cuando saliera, pudiera hacer una vida normal, y dejar lo que ahora vivía solo como un recuerdo amargo con la menor cantidad de "cicatrices" posibles.

- Te lo juro, Tendo Akane, por el poco honor que me queda, es más, por lo que más quiero en esta vida que es mi madre, te juro que voy a cuidar de ti hasta que estés sana y salva.

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Nos vemos en el próximo, los quiero.