Donde Los Deseos Pueden Quedarse
Capítulo 1
Esto en realidad está pasando.
—Mierda—mascullo, mirando a mis pies—. De acuerdo…—señalo a los caninos con mi dedo mientras cuento en voz alta—. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete…
Faltaba uno, ya sabía que faltaba uno. La correa sin dueño que cuelga de mi cintura es la prueba. Y sabía de quién se trataba.
—Estúpida María Antonieta—digo entre dientes y luego miro a mi alrededor. No hay señal de la Pomerania—. Vamos, amigos, busquemos a María Antonieta—. Comienzo a caminar, abriendo bien los ojos mientras revuelvo en mi mente frases que puedo decirle a la Sra. Cope cuando aparezca frente a su puerta sin su cachorra en mis manos.
— ¡María Antonieta!—gritó. Usualmente responde al llamado.
La gente me mira como si estuviera loca. Bueno, ya me he acostumbrado a sus miradas. Siempre es interesante ver a una castaña de 1.68 de estatura caminando con ocho perros atados a su cintura, siete en este caso.
—Woof—dice Diego, el guapo pastor alemán.
—Lo sé, lo sé—. Le respondo—. Ayúdame a buscarla, buen Diego.
Y como si entendiera, Diego comienza a olfatear el camino. Tal vez entienda. El resto de los canes sólo camina, mirando alrededor y oliéndose mutuamente los traseros.
— ¡María Antonieta!—entro al sendero por el cual caminé hace unos minutos.
Un ladrido agudo lejano me alerta. Miró hacia aquella dirección y camino.
— ¡María Antonieta!—grito otra vez, esperando que vuelva a ladrar. Lo hace.
—Buena chica—murmuro—. Aunque bastante estúpida.
La Pomerania me encuentra a medio camino y me inclino para ganchar su collar a la correa rosa brillante, esquivo la cara de Bartolomé en el camino. Bartolomé es un gran Samoyedo que disfruta de lamerme el rostro.
— ¿Qué haces robando a mi mascota?—alguien pregunta, puedo escuchar la sonrisa en su voz. Es un chico.
—No es tuya, es mía…bueno, no es mía pero técnicamente me pertenece en este momento—respondo, apenas logrando enganchar a María Antonieta. Me levanto y miró al chico.
En verdad existen los ángeles, este de aquí acaba de caer del cielo.
No borra su sonrisa pero puedo notar algo de sorpresa en sus ojos. El ladrido de Diego me saca de mi estupor y lo miró. Le ladra al perro del chico. Es lindo y negro, es una mezcla de razas o probablemente hijo del aire. Me gusta llamarlos "hijos del aire" cuando sus padres son perros callejeros que perdieron la raza hace un siglo.
— ¿Cómo se llama?—pregunto, señalándolo con la cabeza.
—Loki—él responde.
Sonrío.
—Lindo nombre.
— ¿Así que sueles pasear perros?—pregunta el lindo chico. Tiene ojos verdes y no deja de sonreír. Me gusta su cabello, desordenado y cobrizo.
—Soy una experta en eso—presumo, rozando las correas como si fueran cuerdas de una guitarra.
—La Pomerania perdida dice otra cosa—él señala.
Ruedo los ojos.
—Nos encontró a Loki y a mí. Supuse que estaba perdida—. Explica.
—Es un dolor en el trasero—digo, mirándola. Está sentada sobre sus patas, mirando a la nada. Demasiado cansada luego de dar su espectáculo—. Se llama María Antonieta—continúo—. Su dueña, la Sra. Cope, es francesa y está demasiado metida en ese rollo de la Historia.
Alzo mi vista y el guapo no deja de mirarme, ni de sonreír. Le regreso la sonrisa porque sería un pecado no hacerlo. Tiene una sonrisa que iniciaría guerras y unos ojos que buscaré por toda la eternidad luego de esto.
Alzo las cejas, esperando una respuesta a mi comentario, demasiado comprometida con no dejar que la conversación muera ahí.
—Lo siento—él dice—. No te escuché. Eres tan guapa que me dejaste atontado—confiesa.
Trato de controlar el rubor en mi rostro, no funciona.
— ¿Ah, enserio?—respondo porque no sé qué otra cosa decir. Este ángel cree que yo, una simple mortal, soy guapa.
—Claro—. Dice—. Voy a necesitar tu nombre y tu número.
— ¿Y quién dice que estoy disponible?
—Bueno, si no lo estás vas a romperme el corazón.
Estoy segura que romperle el corazón a un ángel es pecado. Dios, perdóname.
— ¿Cuál es tu nombre?—le pregunto. A este punto, los perros se están poniendo inquietos. Loki le huele el trasero a Diego.
—Edward.
Edward, sé mío.
—Un placer, Edward.
—El gusto es mío—sigue sin dejar de sonreír. Apuesto a que le dolerán las mejillas.
—Soy Bella.
—Qué nombre tan más perfecto, Bella—dice. Hace que me tiemblen las rodillas—. Entonces, ¿me darás tu número o no estás disponible?
—Disponible es mi segundo nombre—. Respondo sin pensarlo.
Su sonrisa crece imposiblemente más.
— ¿Tienes una pluma?—pregunta—. He olvidado mi celular en casa.
—Ah…—murmuro y luego abro mi cangurera amarilla—. Tienes suerte de que sea una chica precavida.
Saco una de mis tarjetas de presentación y se la entrego. Tiene las manos llenas de pintura blanca y café. Y unos dedos largos y delgados.
Mira la tarjeta.
— ¿Sueles traer tarjetas de presentación en caso de que alguien te pida una cita—murmura—… Dra. Swan?
Ruedo los ojos.
—No, nadie me pide citas—confieso y una risa se cuela en mi voz.
Cargo con tarjetas de presentación en mi cangurera dominguera porque las personas se acercan a mí al verme pasear perros, lo que sea para darle más clientela a Pet Heaven.
—Eso me alegra—él dice, se ha guardado la tarjeta en su bolsillo—. Así sé que no tengo competencia. Entonces, Dra. Bella Swan, ¿estás libre el viernes?
¿Viernes? ¿Tendré que esperar cinco días para volver a verlo?
— ¿Viernes eh?—murmuro, tratando de que la decepción no se cuele en mi voz.
—No quiero sonar desesperado diciendo que el miércoles.
—El miércoles me va perfecto—le sonrío.
Él asiente. Me alegro de que ambos estemos en la misma página.
—El miércoles entonces—acepta.
~DLDPQ~
Camino de regreso a mi edificio con una sonrisa de idiota en el rostro. Casi puedo sentir las miradas juzgadoras de las personas pero no me interesa. Acabo de conocer a un ángel y ese ángel cree que soy guapa.
Miro a María Antonieta y le sonrío.
—Gracias por extraviarte, pequeña—le murmuro y luego toco a la puerta de la Sra. Cope.
Le explico lo sucedido y me da una sonrisa de disculpa tomando a la Pomerania en sus brazos.
—Lo lamento, Bellita—dice, con su voz de anciana—. Te prometería que no volverá a pasar pero mentiría.
Me encojo de hombros.
—No se preocupe, Sra. Cope. Fue bueno que María Antonieta se perdiera—le acaricio la oreja al animal—. Conocí a un chico y me invitó a salir. Algo bueno salió de eso.
— ¡Oh, eso es asombroso!—la Sra. Cope se ríe—. Es bueno, te he visto muy sola últimamente.
La conversación está tomando una mala dirección. Trato de detenerlo.
—No había conocido a alguien—explico—. Bueno, nos vemos el domingo—me despido.
La Sra. Cope se despide y menea la patita de María Antonieta haciendo que ella se despida también.
Luego de entregar cada can a su demasiado viejo o demasiado ocupado dueño como para pasearlo por él mismo, me dirijo a mi apartamento vacío.
Mientras me lavo las manos y me deshago de mis feos tenis a prueba de mordeduras y mierda de perros, me miro al espejo y sonrío.
—En verdad cree que soy guapa.
Es decir, sabía que era linda pero no creí que un Adonis como ese me considerara guapa. Chicos como Edward, su nombre seguía sonando genial en mi mente, preferían a altas y delgadas chicas, con buenos pechos y un gran culo. Chicas como Rosalie Hale.
No a chicas como yo: delgadas y castañas y sin chiste alguno.
Pero él se había fijado en mí, había posado sus hermosos ojos verdes en mí y me había invitado a salir.
Con una confianza renovada, me hago mi coleta otra vez y luego tomo las llaves de mi auto. Iría a buscar a Rosalie a la veterinaria, no podía con esta emoción dentro de mí.
~DLDPQ~
— ¿Qué estás haciendo aquí? Es tu día libre—. Rose murmura cuando me ve entrar a Pet Heaven.
Me apresuro al escritorio y le sonrío.
—Acaba de suceder algo grandioso—le digo—. Conocí a alguien.
Rosalie se inclina y me sonríe, con todo y dientes. Alza las cejas.
—Debe de ser alguien que te movió el piso como para que vinieras hasta acá a contarme.
—Si—suspiro. Y luego le cuento lo sucedido. Para el final de la historia, Rose tiene los ojos abiertos como platos y se cubre la boca con ambas manos.
— ¡Bella Swan!—chilla—. Eso es asombroso. Por favor, por favor, vamos de compras cuando termine mi turno—implora.
—Ni siquiera sé a dónde vamos a ir—trato de calmarla.
—No importa, Bella. Sólo vamos—me golpea el hombro.
—De acuerdo. Tengo que verme linda, ¿verdad?
Asiente frenéticamente con la cabeza y le sonrío. Me cubro el rostro sonrojado con las manos. De pronto, me pongo nerviosa.
Tengo una cita. Tengo una cita con el chico más asombroso que he conocido nunca.
Y esta vez, ni siquiera el pasado podrá arruinarlo.
Nueva historia por aquí. Espero que les guste. Si desean, escuchen las tres canciones de las que hablo en el disclaimer, preciosas obras de arte.
Estaré actualizando los domingos, martes y jueves (sip, un cambio de calendario lol)
Esta historia tiene 16 capítulos, 1 epílogo y 2 outtakes.
Gracias. Nos leemos el martes.
