Donde Los Deseos Pueden Quedarse
Capítulo 6
— ¿Ya vas a decirme a dónde vamos?—pregunto.
A Edward se le ha dado por ponerse misterioso y sacarme de mi apartamento el domingo por la tarde. Ordenamos pizza y vimos un par de películas entre besos y de repente, tomó las llaves de su auto y me ordenó ponerme los zapatos.
—Ya casi llegamos—dice y ruedo los ojos.
Miro por la ventanilla de su auto y suspiro. Hace calor y miro al cielo. Se está poniendo naranja por el atardecer.
Entonces, Edward entra al estacionamiento subterráneo de un edificio luego de saludar al guardia. El estacionamiento, como se esperaba en un domingo por la tarde, está vacío.
— ¿En dónde…—comienzo a preguntar, mirando alrededor hasta que veo unas grandes letras cerca de la entrada al lugar—. ¿Me has traído a tu trabajo?
"Cullen and Sons", rezan las letras junto a la puerta de cristal que da entrada a su compañía familiar.
—Si—murmura y sale del auto. Me desabrocho el cinturón y él ya está abriéndome la puerta.
— ¿Por qué?—pregunto, de pronto ansiosa de encontrarme con toda su familia ahí. Lo dudo, ya que somos los únicos que rondan el lugar.
—Cumpliremos un deseo tuyo—es todo lo que dice antes de tomarme de la mano y arrastrarme al interior.
La puerta de cristal está abierta y se abre automáticamente, luego llegamos al ascensor y apenas me da tiempo de mirar alrededor.
El lugar está lleno de cristales y de madera color caoba. El interior del elevador también es de madera con barras de sujeción de acero.
— ¿Qué deseo?—pregunto y suspiro al no recibir respuesta.
Me quedo callada porque no puedo hacer algo más. Edward se pasa una mano por el pelo y envuelve su brazo en mis hombros. Inclino mi cabeza contra su pecho.
Entonces, las puertas del elevador se abren y estamos en un sitio en donde es claro que no podemos estar. Bueno, él sí, yo no.
Es el último piso y tiene el aspecto de un último piso. Vacío y frío y tétrico, aunque está limpio.
Luego, Edward se encamina a una escalera al final del pasillo y teclea una contraseña en el panel de seguridad.
La puerta se abre y luego una corriente de aire atraviesa el corredor. Mi vestido se estampa contra mis muslos.
— ¿Qué rayos, Edward?—murmuro pero aun así tomo la mano que me tiende—. No deseo morir.
Edward se ríe, una carcajada limpia y luego me ayuda a terminar de subir las escaleras y me sostiene por la cintura cuando cierra la pesada puerta detrás de él.
Estamos en la azotea del edificio y, aunque hay edificios mucho más grandes, estar a cinco pisos del suelo me pone de los nervios. No es que le tema a las alturas pero aun así.
—Tu deseo—se coloca a mi lado, tocando mi cintura y señala el cielo—. Veremos el atardecer.
Oh.
Ahora lo entiendo.
Un nudo se instala en mi garganta y lo miro, sonriente.
—Esto es genial.
—Lo sé—acepta, presumido y no puedo evitar besarle la mandíbula.
Edward busca mi boca y se la doy. Rodea con ambos brazos mi cintura y me aprieta fuertemente contra él. Mi cabello se revuelve alrededor de nuestros rostros cuando me besa. Este es el tipo de felicidad del que todos hablan, esto es tener todo lo que quieres justo frente a ti.
Nos sentamos en el suelo o ¿techo? del edificio y miramos al cielo.
Es una pintura perfecta. El cielo está coloreado de nubarrones naranjas y más allá, se está pintando de rosa y purpura. Estoy viendo el atardecer desde las alturas y reparo en que Edward es la persona que está en los planes que se suponía haría sola, entonces entiendo que no hay nada más perfecto que esto.
Tomo su mano y entrelazo mis cortos dedos con los de él. Él me acaricia el dorso con su pulgar y yo acaricio su índice con el mío. Mis manos son como una oruga y las suyas son un capullo.
Quiero quedarme así para siempre.
—Es tan lindo—murmuro y recargo mi cabeza en su hombro. Edward acerca la suya.
—Mira a allá—señala con todo su brazo.
Una parvada de pájaros que vuelan formando una flecha atraviesa el cielo.
—Regresan a sus nidos—digo—. Me gusta ver a las aves. Por la mañana, salen de sus casas a explorar el mundo y a buscar comida, al medio día, pasean juntos y por la tarde, luego de un largo día, vuelan juntos listos para dormir.
Nos quedamos en silencio luego de eso. El cielo está purpura y el naranja está dando paso al azul oscuro.
— ¿Cuántos deseos tienes?—pregunta Edward, en un susurro.
—Un montón—respondo—. Pero sólo dos parecen imposibles.
En realidad, son tres pero no quiero tener que explicarle el tercero de ellos: Que ese chico maravilloso del que me enamoré, se quede a mi lado.
— ¿Cuáles?
—El doce y el diecinueve—anuncio—. Darle a la gente una razón para recordar mi nombre y cambiar la vida de alguien.
Edward no responde hasta luego de un rato.
—Creo que los has cumplido ya—me mira y encuentro sus ojos. Entonces, entiendo a lo que se refiere.
—Bromeas—murmuro y vuelvo a colocar mi cabeza en su hombro.
—No lo hago—asegura—. Me has cambiado la vida y, ten por seguro, que me has dado una razón por la cual recordar tu nombre.
—Pero no he hecho nada especial—replico—. No te he retado a hacer algo que nunca has hecho o no he hecho que cuestiones tus ideas.
—No lo entiendes—dice, su voz sigue siendo bajita—. Me has consolado, finalmente conseguí lo que había esperado por tanto tiempo. Me has demostrado que ha valido la pena. No siempre el amor tiene que hacerte cuestionar tus ideales… Se supone que tienes que lograr entender todo lo que no comprendías antes de que esa persona llegara a tu vida, esa persona tiene que cambiarte más de lo que creías posible pero no sin dejar de ser tú mismo.
No respondo, lo miro.
—Eso es lo que tú has hecho conmigo—finaliza.
Entonces, le creo.
~DLDPQ~
Leah y Ángela están ordenando las estanterías en la clínica. Rosalie está recibiendo un pedido de comida para pez y perro y Jane y yo estamos preparándonos para una cirugía.
—En verdad, no veo la hora para contratar a alguien—Jane se queja mientras se coloca la bata.
—Lo sé—resoplo y la miro—. Pero por el momento, andando.
Sabíamos que abrir nuestra propia clínica sería muy difícil, obviando los asuntos legales, el trabajo no paraba nunca pero, aun así, no nos arrepentíamos de nuestra decisión.
Ángela también nos ayudaba en lo que podía, algunas veces limpiaba el lugar o se sentaba en el escritorio a agendar citas o a atender a quién llegara, pero ella misma nos había dicho que teníamos que contratar a alguien. Y nosotros lo sabíamos.
Nuestro paciente ya estaba sedado. Era un hermoso Husky que necesitaba cirugía para extirparle un absceso. Su nombre era Paolo.
— ¿Y Edward?—me pregunta Jane, mientras rasura la panza de Paolo.
—Por ahí—murmuro y no puedo evitar la sonrisa en mi rostro—. ¿Recuerdas esa lista estúpida que hicimos de nuestros deseos?
Jane me mira y frunce el ceño.
— ¿La que hicimos para que Rosalie dejara de pensar en ese chico alto con el lunar?
Me río entre dientes.
—Esa misma. Bueno, Edward la encontró en mi habitación y hemos estado cumpliéndolos.
Jane entrecierra los ojos.
— ¿La encontró? ¿Es uno de esos chicos que esculcan por todas partes?
—No—ruedo los ojos, suelto una risa—. Bueno, no la encontró. Yo fui quien la encontró mientras buscaba tarjetas de presentación, la dejé sobre la cama y él la vio. Fue el de la idea de realizarlos.
—Oh…—murmura y quita los pelos de Paolo de la mesa—. Eso es genial. La verdad yo olvidé dónde dejé la mía, creo que la pude haber tirado o algo así. ¿Cuántos deseos has realizado?
—Ehh…—cuento mentalmente—. Seis… sin contar tres que ya había hecho antes.
—Ah, sí, recuerdo que incluiste "salto de acantilado" cuando ya lo habías hecho.
—Sólo quería repetirlo—es lo último que digo antes de que nos pongamos a trabajar sobre Paolo.
Finalmente estoy libre para la hora del almuerzo. Luego de terminar con Paolo, Jane se encargó de monitorearlo mientras yo atendía a una iguana que había dejado de comer. Le receté un cambio en su luz roja, unas vitaminas, cambio en la temperatura de su hábitat y mucho amor.
Tengo una llamada perdida y un mensaje de Edward.
¿Estás libre para el almuerzo?, preguntaba.
Tuerzo la boca por haber estado ocupada y me apresuro a responder.
Lo siento, estaba en cirugía, pero estoy libre… si es que tú sigues estando libre-Bella.
Luego de unos minutos recibo una respuesta.
Estoy libre. Pasaré a verte-Edward.
Entonces, una sonrisa estúpida se me cuela en el rostro.
~DLDPQ~
Edward llega con las buenas nuevas: su familia está organizando su parrillada y fiesta en la piscina anual en su casa para el 4 de julio.
Y estoy invitada.
—No quiero que te sientas presionada… siempre puedes decir que no—se apresura a explicar.
— ¿Quieres que los conozca?
Entonces, lo piensa un momento.
—Si…—responde—. En algún momento tenía que pasar, pero te pido una disculpa si son demasiado entrometidos o entusiastas.
Me río entre dientes.
—Está bien. Iré.
Bebo de mi Coca-Cola porque siento que la presión sanguínea se me ha bajado. Voy a conocer a la familia de Edward… y no sólo a sus padres, sino… a su familia. Con su hermano incluido y su cuñada.
— ¡Hola, Mr...Edward!—Jane saluda y se apresura a corregirse.
Le lanzo una mirada para controlarla.
—Hola—Edward responde y frunce el ceño a pesar de su sonrisa. Estoy segura de que preguntará qué fue eso de "Mr."
Estamos sentados en la pequeña cocina de la clínica y Jane se dirige al microondas. Se escucha ruido en el pasillo y entonces Rosalie, Leah y Ángela entran.
Afortunadamente, tenemos horario para almorzar.
—Hola, Edward—saluda Rosalie—. ¿Qué hay de nuevo?
—Hola—él saluda a todas con una sonrisa y ellas se dirigen al microondas, dando algo de privacidad.
Edward finalmente conoció a mis amigas hace unas semanas, cuando me recogió a la salida del trabajo para ir a nuestra cita. Ellas insistieron en querer conocerlo y me hice tonta cuando Edward entró.
Ellas se desmayaron, metafóricamente, y eso como que me molestó. No quería que mis amigas le echaran el ojo a mi novio. Sin importar lo guapísimo que fuera.
— ¿Por qué no las invitas?—pregunta Edward en un murmullo—. Creo que será más fácil para ti si ellas están ahí.
— ¿Qué? ¿Lo dices enserio?—asiente—. ¿Tu familia no se molestará?
—Para nada—dice—. Creo que Esme estará aún más feliz cuando su gran pastel pueda ser comido por más bocas.
Me río entre dientes y veo que Jane ya se ha sentado en la mesa, abre su tupper lleno de fajitas de pollo.
Jane comienza a preguntarle cosas a Edward sólo para molestarlo. Le gusta tomarle el pelo.
—Edward, ¿y qué harás cuando Loki enferme? ¿Lo llevarás con su veterinario habitual o lo traerás con Bella?
Edward se queda mudo y la mira.
—No había pensado en eso.
—Ah, yo creo que dejarías que su veterinario lo siga tratando. Bella no es muy buena que digamos—dice Jane—. No ponía atención en las clases, se la pasaba dibujando…
Le arrojo una servilleta echa bola que cae en sus fajitas.
— ¡Boba!—chilla.
Entonces Edward se ríe y finalmente las invita a su festejo del 4 de julio.
Todas, a excepción de Ángela aceptan.
—Pasaré el día en Des Plaines, con la familia de Ben—dice y Rosalie se apresura a abuchearla.
— ¿Y qué vas a hacer ahí? ¿Sobarle los pies a su abuelo?—se burla.
—Su abuelo murió, Hale—Ángela rueda los ojos.
Y coincido con Rosalie. La familia de Ben es un poquito aburrida, por no decir bastante. Ángela fácilmente podría tener más diversión con nosotros pero lo dejo pasar.
~DLDPQ~
El día ha llegado. Es 4 de julio y Rose y yo estamos listas para salir del apartamento. Pero yo estoy hiperventilando.
—Bella, tranquila—dice y me pasa una mano por el cabello—. No pasará nada malo.
—Sólo estoy nerviosa—le digo.
—No tienes por qué estarlo.
Sí, si tengo por qué estarlo. Conoceré a la familia del hombre que más me ha importado en la vida y Rose está haciendo de esto algo muy simple. O tal vez yo estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua.
Edward nos está esperando en el estacionamiento del edificio y ya va siendo hora de salir.
Cuando llegamos a él, no me he calmado ni un poco pero le sonrío y acepto sus labios. Abre nuestra puerta y ayuda a Rosalie a acomodar nuestras cosas en el asiento trasero junto a ella.
Su auto huele a nuevo y a aromatizante de bosque. Edward me dijo que ha tenido su Volvo negro desde hace tres meses.
Jane y Leah irán directo a la casa de los Cullen. Edward les dio la dirección y recibo un mensaje de Jane.
Avísanos cuando hayas llegado a casa de Edward. Ya sabes, para salir hacia allá-Jane.
Entendido, le respondo.
La casa es hermosa, como la esperaba, y enorme y también esperaba eso. Hay un Porsche amarillo estacionado en la entrada y Rosalie y yo compartimos una mirada de "¿Lo puedes creer?"
Edward, como todo un caballero, carga nuestras cosas hasta dentro de la casa y se hace a un lado para dejarnos pasar, hemos entrado por alguna puerta auxiliar que, definitivamente, no es la principal.
—Bienvenidas, damas—dice y nos sonríe. Se quita los zapatos y lo imitamos, dejándolos junto a los de él.
—Andando—nos dice y camina por un estrecho y corto pasillo—. ¿Hola?—saluda.
— ¡En la cocina!—la voz de una mujer se escucha en un grito.
Edward camina hasta allá y Rosalie y yo miramos alrededor.
—Creo que les sobraban varios millones de dólares ¿no lo crees?—susurra Rose en mi oído.
—Definitivamente—respondo.
Entonces, giramos, vemos la cocina y dos mujeres nos miran.
La primera sonríe y la segunda… no tanto.
Oh oh, ¿quién creen que sea?
Nos leemos el domingo. Gracias por los reviews.
