Donde Los Deseos Pueden Quedarse
Capítulo 7
— ¡Mierda!— la mujer de cabello corto chilla y deja caer una bandeja llena de lo que parecen ser papas salteadas sobre la encimera.
La otra mujer, debe ser Esme, la madre de Edward, pega un brinquito, sorprendida. Edward se ríe entre dientes.
— ¡Lo siento!—la chica se apresura a disculparse—. Me quemé.
Esme se gira hacia nosotros y vuelve a darnos esa gran sonrisa. Tiene el cabello color cobrizo, igual que Edward, sólo que el de ella si está arreglado en suaves ondas que enmarcan su rostro. Es hermosa.
—Hola, chicas—. Esme saluda.
— ¡Hola!—la chica quemada sonríe también y de inmediato me relajo. Es imposible que alguien sonría mientras sostiene una bandeja ardiente.
—Mamá, Alice, esta es mi amiga Rosalie…—Edward señala a Rose y ella las saluda con la mano, sonriente—. Y esta es mi Bella—dice Edward, rodeando mis hombros con su brazo.
Mi Bella. Mi corazón golpea contra mi pecho, queriendo salir.
—Bella, Rose, mi madre y Alice, la prometida de mi hermano—termina de hacer las presentaciones.
Esme se acerca y abraza a Rosalie, luego hace lo mismo conmigo. El brazo de Edward cae sin fuerzas a su lado.
—Bella, finalmente—sonríe.
Es delgada y me da un abrazo cálido y firme. Huele a perfume caro y un poco a canela.
—Es un placer, Sra. Cullen—le respondo.
—Llámame Esme—dice.
Alice corre hacia nosotras y toma nuestras manos en las suyas.
— ¡Es increíble conocerlas!—su voz es aguda y sonríe abiertamente. Su cabello corto está cuidadosamente peinado—. Bella, diría que Edward no ha parado de hablar de ti pero ¡eso no es cierto!—termina su comentario endureciendo la voz y mirando al susodicho.
Edward rueda los ojos.
— ¿Dónde están papá y Jasper?—le pregunta a su madre.
—En el jardín—ella señala hacia su derecha y sigo la dirección con mi mirada. El gran jardín es visible a través de la pared de cristal. La casa es preciosa. Abierta, transparente, llena de cristales y madera. Es cálida.
—Intentan hacer funcionar el inflable, ve a ayudarlos—le ordena.
—De acuerdo—dice y luego me mira—. Vuelvo en un rato.
La esmeralda en sus ojos está derretido y mi sangre se licúa en mis venas.
—Aquí estaré—murmuro, con una estúpida sonrisa en mi rostro.
Rosalie me abraza por la cintura y me sonríe. Sé que piensa que luzco tonta y enamorada.
— ¡Bella, Rosalie, ayúdenme a decorar estas galletas!—Alice salta frente a nosotras y sonreímos porque es lo único que podemos hacer al verla.
Luego de habernos lavado las manos, Alice nos explica lo que debemos hacer: decorar galletas con glaseado rojo, azul y blanco y ser creativas con ello. Después de un momento sin ninguna conversación tomando lugar, Esme y Alice sólo hablan de la comida y la madre de Edward le da instrucciones; Rose habla.
—Entonces, ¿de quién es ese asombroso Porsche amarillo que está ahí afuera?
— ¡Es mío!—Alice chilla—. ¿No es hermoso?
—Uhh… bastante—responde Rosalie, en plan "¿no es eso obvio?".
Alice se lleva las manos al pecho y suspira. Luego nos cuenta que es diseñadora de modas y trabaja en las boutiques que su madre tenía alrededor de Chicago. Heredó el negocio al ser hija única luego de que su mamá muriera.
—Esme, tu casa es hermosa—le digo, mirando alrededor.
Ella sonríe.
—Muchas gracias, Bella, creo que con ese comentario te has ganado doble ración de pastel—dice y nos reímos—. Pero estoy bastante orgullosa de todo esto…—blande el cuchillo y señala—. No hubiera sido posible sin mi esposo y mis hijos.
—Son una linda familia—dice Rosalie—. Bueno, sólo los he conocido a ustedes pero creo que es suficiente para asegurarlo.
Esme sonríe y sus ojos brillan.
—Gracias, chicas—dice—. Entonces, Edward me dijo que ¿dos amigas más vienen?
—Si—Rosalie responde—. Vienen en camino.
Después de eso, Esme y Alice nos hacen preguntas sobre el trabajo y les hablamos orgullosamente de nuestra clínica.
Un ruido de un motor se escucha e interrumpe a Rosalie.
—Ah, parece ser que han logrado encender el inflable—dice Esme—. Vuelvo en un momento.
Luego sale por la puerta de cristal y Rosalie y yo aprovechamos para volver a inspeccionar la casa sin vergüenza alguna.
— ¿A que es preciosa?—Alice suspira—. Todo es tan perfecto.
Y lo es.
Es un espacio abierto. Junto a la cocina hay un comedor de madera con ocho asientos y luego una sala con una chimenea moderna empotrada en la pared. Largas y grandes lámparas bajan del alto techo y el jardín está perfectamente cuidado. Incluso los muebles exteriores son lindos.
Mi teléfono vibra con un mensaje de Jane.
Ya llegamos. Ven a rescatarnos, no tengo idea de cuál es la entrada, jamás había visto una mansión en mi vida. Siento que me va a comer-Jane.
Me río ante eso y luego Alice nos acompaña a recibir a Jane y a Leah. Caminamos otra vez por la puerta auxiliar y salimos. El auto de Jane está estacionado unos metros más allá de la casa y le hago señas con la mano.
Finalmente, llegan a nosotras, cargando sus cosas.
— ¿También ustedes se quedarán?—pregunta Alice y ellas asienten—. ¡Genial!—aplaude y es ahí cuando finalmente noto su gran anillo de compromiso—. ¡Nos vamos a divertir mucho!
Edward mencionó que podíamos quedarnos a dormir, pasar el fin de semana completo ahí y nos pareció buena idea. Usualmente quedarse a dormir en un lugar es sinónimo de diversión.
Alice pone al corriente a Leah y a Jane sobre quién es ella y luego nos invita a su boda.
Leah y Jane también nos ayudan a decorar galletas y Leah tiene la idea de colocarle la inicial de nuestros nombres a cada una.
Alice sonríe y luego se dedica a dictarle las iniciales. Leah las anota en su teléfono.
—De acuerdo. B, R, L, A, C, P y tres E y dos J.
No tengo idea de quiénes son los dueños de la P y de una E sobrante pero no digo nada.
Media hora después, cuando estamos sentadas en la sala, con la comida lista, lo sé.
— ¡Ah, hogar dulce hogar!—la voz estridente y gruesa de un chico nos asusta. Alice se ríe y Esme, que está en la cocina, hablando con su esposo, Carlisle, resopla.
Finalmente conocí al padre y al hermano de Edward.
Un chico enorme aparece por el pasillo. Tiene el cabello negro y rizado y está sonriendo abiertamente.
— ¡Hola a todos!—vuelve a gritar.
—Hola, Em—saluda Alice—. Ven acá.
Alice se encarga de presentarnos a Emmett, el gran amigo de Edward. Es gracioso, ruidoso y enorme. Me agrada. Y cuando miro a Rosalie, sé que a ella también le agrada. Y bastante.
~DLDPQ~
La celebración del 4 de julio en casa de los Cullen es digna de recordarse. Cuando Esme y Carlisle nos animaron a salir al jardín, mi respiración se atascó en la garganta.
El jardín lucía perfecto y pulcro y había una piscina sin borde, infinita, junto a la cual, reposaba un gran inflable rojo y blanco. Una resbaladilla.
— ¡Inflable, si!—Emmett gritó y rápidamente se deshizo de su camisa y corrió hacia allá.
Usaba ya un traje de baño bastante patriota.
Alice se encargó de pintarnos la mejilla con la pequeña bandera de Estados Unidos y luego Edward me apuró para entrar a la piscina.
Nos deshicimos de las ropas y usamos nuestros trajes de baño patriotas. Nos resbalamos por el gran inflable y nadamos hasta el fondo de la piscina infinita.
Esme y Carlisle tomaban el sol y Alice y Jasper montaban un gran cisne de plástico. Edward me robó algunos besos y todas mis inseguridades sobre conocer a su familia se esfumaron de mi mente.
Disfruté el momento y luego le envié un par de fotos a Ángela.
¡Qué divertido! Lo más interesante que yo he hecho es vestir al perro con un traje de Washington-Ángela.
Me reí de ella pero deseé que hubiera podido venir.
Charlie iba a pasar el día pescando y a él sólo le envié fotografías mías y de la comida. Le dije que nos habían invitado a una fiesta y se lo creyó. No le había hablado sobre Edward aun.
Mientras estábamos en la piscina, otro amigo de Edward llegó. Paul. Y entendí quién era el dueño de esa dichosa P.
Comimos galletas y los deliciosos filetes que Carlisle y Jasper prepararon. Esme sacó un gran pastel con la bandera estadounidense en él y muchas fresas y, como lo prometió, me dio doble ración.
Edward propuso una guerra de globos de agua y me guiñó un ojo. Sabía que estaba tratando de cumplir mi deseo número siete y lo logró.
Encendieron la fogata y asamos malvaviscos. Emmett y Rosalie estaban sumergidos en una conversación, al igual que Paul y Leah. ¿Era tan mágico e irónico que Cupido se hubiera encargado de emparejarlos?
Edward me abraza y me besa la sien.
— ¿Te diviertes?—pregunta y lo miro.
— ¿Bromeas? Esto es lo mejor—respondo.
Sonríe y me besa.
Jane platica animadamente con Alice. Jasper, Carlisle y Esme juegan a las cartas y Emmett se encarga de traer las cervezas a la conversación. Rosalie lo sigue hasta la cocina y le guiño el ojo cuando pasa y, por primera vez en mi vida, veo a Rosalie Hale sonrojarse.
~DLDPQ~
El día ha sido perfecto. Edward y Jasper cargan nuestras cosas hasta el piso de las habitaciones y trato de no sorprenderme cuando me doy cuenta de que tienen múltiples habitaciones de invitados.
Esme sugirió que Edward y yo durmiéramos juntos y de inmediato me tensé. Nunca lo habíamos hecho y eso me ponía nerviosa.
Fue un gran alivio ver que Edward me dejó responder a mí y la sugerencia de Esme carecía de diversión, burla o morbo. Para ella era tan natural, me consoló.
Acepté a pesar de estar nerviosa. Hubiera preferido dormir con mis amigas pero supuse que declinar la "invitación" haría que Esme pensara cosas. Fingí naturalidad y seguí a Edward hasta una habitación.
La habitación tiene una gran ventana desde el techo hasta la parte superior de la pared, nada raro, y una gran cama en el centro. También hay un pequeño sofá y algunas plantas.
Es alrededor de las 12 de la madrugada y mi cuerpo está un poco embotado por las cervezas que tomé.
Edward deja mi mochila de gimnasio sobre la cama y camina hacia el baño.
Estoy nerviosa y esta podría ser la noche. Aun no estoy segura de sí quiero que suceda hoy y esa es señal suficiente. Ni siquiera he tomado una decisión al respecto y mi estómago se retuerce por los nervios.
Tranquila, Bella, me recuerdo y me dedico a sacar mi pijama y mis cosas de aseo de la maleta.
Espero a que Edward salga del baño y me siento al borde de la cama, deslizando mi dedo por la pantalla de mi celular, tratando de distraerme del hecho de que esta será la primera vez que dormiré con Edward.
Unos minutos después, él aparece frente a mí.
—Ahora vuelvo—murmuro y tomo mis cosas.
El baño es grande y minimalista, con tonos neutros y cálidos.
Me lavo la cara y los dientes, uso el inodoro y sé que debería lavarme el agua de la piscina pero estoy un poco ebria y decido que lo haré tan pronto como despierte al día siguiente.
Me visto con mis shorts rayados y mi blusa de tirantes con un panda en el centro. Ahora creo que mi pijama es demasiado reveladora.
—Es el alcohol, Bella—tarareo bajito, tranquilizándome.
Me acobardo cuando voy a abrir la puerta.
—Bella…estúpida—me insulto y salgo de ahí.
Edward ha deshecho la cama y está acostado en un lado. Sus brazos doblados y sus manos sosteniendo su cabeza. Está usando una playera gris y pantalones azules de pijama. Se ve hermoso y me doy cuenta de que Edward luciendo relajado es la octava maravilla del mundo.
Mi respiración se acelera y mi corazón hace thump thump.
Edward ha apagado las luces y sólo la lámpara junto a él está encendida. La tenue oscuridad resulta relajante y sensual. Me estremezco.
Estoy nerviosa, y también inquieta, y también impaciente, y también insegura.
Edward me mira.
— ¿Lista?—pregunta y asiento en silencio. ¿Lista? ¿Para qué?
Entro en la cama y coloco la suave colcha sobre mis piernas.
— ¿Te divertiste hoy?—murmura. Su voz es baja, combina con la habitación en penumbras.
—Si—respondo, enroscando mis dedos—. Fue divertido. Me agrada tu familia. Y Emmett… en especial Emmett.
Edward se ríe entre dientes y se mueve. Se apoya sobre su codo izquierdo, su cabeza descansando en la palma de su mano, me mira fijamente.
—Me alegro—dice—. Te dije que no había nada de lo qué preocuparse.
—Lo sé—me río bajito y luego él se inclina y me besa.
Siento como si un nuevo sol surgiera de un estallido en el punto de encuentro de nuestros labios, y como si todo mi cuerpo se llenara, a punto de explorar, con su brillante luz.
Coloco mi mano sobre la nuca de Edward, jalándolo hacia mí. Sus labios son insistentes y resuelvo que es porque sólo me ha besado tres veces a lo largo del día.
Mi cuerpo termina en diagonal y de pronto, Edward está casi sobre mí. Pasa sus manos por mis mejillas, por mi cuello, por mis hombros, por mis brazos y por primera vez, me toca el muslo desnudo. Me estremezco de placer.
Rozo sus labios con mi lengua, delineándolos, y abre la boca para darme permiso. Mi lengua asalta su interior cálido y me deleito con su sabor. Edward gime bajito en mi boca y me trago el sonido. Vuelve a recorrer mi cuerpo con su mano derecha y cuando intento subir el brazo para tocarle el cabello, no puedo. Descubro que en su trabajo de exploración me ha bajado el tirante de mi blusa y de mi sujetador.
Es momento de detenerse, lo sé, pero no puedo. Edward serpentea hasta que está más cerca de mí pero noto que mantiene su regazo alejado de mi cuerpo. Mete una mano en mi cabello, a la altura de mi nuca y da un pequeño tirón. Finalmente se coloca sobre mí y ahora veo que mi blusa de tirantes se ha convertido en una strapless, haciendo que las copas de mi brasier rosa brillante se vean.
Detente, Bella, pienso. No puedo, me respondo.
Edward lleva una mano a su espalda y jala su playera por el cuello, tratando de deshacerse de ella.
Se aleja para arrancarla de su cuerpo y miro su piel suave y blanca, su pecho con una mata de vello café claro, su abdomen duro. Es tan perfecto.
Vuelve a atacar mis labios y lo dejo. Su entrepierna sigue lejos de mí pero ahora mi playera está hecha un cinturón en mi abdomen.
DETENTE, BELLA, me grita mi mente.
—No intentes quitarme la ropa—murmuro contra sus labios cuando siento sus dedos en la cinturilla de mis shorts.
— ¿Quieres hacerlo tú?—ronronea contra mi boca.
—Esta noche no—finalmente, me detengo.
Edward se queda quieto y luego se rueda a mí lado, llevando la colcha consigo y cubriéndome con ella.
—Lo siento, está bien—murmura.
—Lo siento es sólo que…—comienzo a decir.
—No, no te disculpes. Está bien—continúa y se sienta. Coge su playera y se la pone—. Yo lo siento, no planeaba hacerlo.
Termino de acomodarme mi precaria blusa y contemplo su rostro dulce y amable, tan amado por mí ahora, el centro de mi universo. Lo único que querría mirar por el resto de los tiempos.
—No, YO lo lamento—murmuro, rozando mi pulgar contra mi labio inferior—. No estaba siendo clara.
—No importa—le resta importancia con un gesto de mano—. Deberíamos dormir—dice y estira su mano para apagar la lámpara.
La habitación ahora queda totalmente oscura. Lo siento removerse y luego se acuesta a mi lado.
Estoy vulnerable, un poco borracha y triste. Lo he arruinado. Edward claramente quería hacerlo y ahora, mis estúpidos demonios se han abierto paso hasta este momento.
— ¿Quieres… eh…—Edward comienza, se aclara la garganta—. ¿Preferirías ir a dormir con Rose?—pregunta.
—No—respondo. No hay razón para hacerlo—. Está bien así.
De pronto, me doy cuenta de que esto no es normal. De que hay algo que está pasando aquí.
No es normal que tu novio quiera enviarte a dormir a otro lugar luego de que te negaste a tener sexo con él. No es normal que el silencio después de eso sea tan pesado e incómodo.
—De acuerdo—responde y luego se acerca a mí—. Descansa—deposita un beso en mi frente.
Edward no tarda mucho en quedarse dormido. Lo noto por su respiración relajada junto a mí y porque ha estado quieto por la última hora.
En cambio, yo no he podido pegar ojo. Las dudas carcomen mi cerebro y no puedo olvidarme de todo, no puedo olvidar que me hicieron daño, que tengo un pasado del que no quiero que Edward se entere, no puedo olvidar que me hicieron pedazos y que todo salió mal.
Entonces lloro.
Lloro porque han pasado nueve putos años y no puedo superarlo, lloro porque mis inseguridades y mi pasado tocan a Edward con sus oscuras y letales garras, lloro porque me he enamorado de este chico fabuloso y lloro porque, cuando él se entere y se vaya de mi lado, lo entenderé.
Por poco lo olvido pero en el grupo de facebook pueden encontrar fotos del apartamento de Bella y Rose y de la casa Cullen.
Muchas gracias por sus reviews y sus interacciones con esta historia.
