Donde Los Deseos Pueden Quedarse
Capítulo 9
El resto del día estoy tan vulnerable y necesitada de Edward que incluso me siento junto a él mientras almorzamos en una cafetería del centro de Chicago.
Compartimos el postre y luego nos dirigimos a mi apartamento.
El hecho de que Edward haya decidido aceptarme sin siquiera saber lo ocurrido me hace sentir dentro de una burbuja y a media tarde, cuando le pregunto si quiere palomitas y avanzamos a la cocina puedo verlo todo muy claro. Edward abre el refrigerador cómodamente y luego rebusca mientras yo estoy de pie esperando a que el microondas haga lo suyo.
Y de forma repentina, tengo la seguridad de que ésta sólo será la primera de nuestras tardes y noches tranquilas en casa, y no un hecho aislado. Tendremos años de esto mismo. Él y yo juntos, disfrutando sin más de la compañía del otro. Tantas horas… Es como si la luz comenzara a extenderse y a crecer dentro de mí, y de nuevo sentí que iba a reventar y a llenar toda esta habitación con luz y magia.
Edward se gira con un paquete en sus manos.
— ¿Puedo tener una de estas?—pregunta. Ni siquiera sé lo que está tomando en sus manos pero asiento, demasiado atontada y enamorada.
Tal vez las relaciones románticas siempre parecen algo ligeramente estúpido desde fuera, hasta que uno cae realmente en ellas.
—Genial, siempre me ha gustado esta—murmura y camina hacia mí, bueno, no hacía mí, hacía la encimera.
Finalmente miro lo que está abriendo. Es una pizza congelada, de las pequeñas pero no de las minis. Rosalie y yo amamos esas pizzas.
—Buena idea—digo y luego voy a sacar más del congelador.
Regreso mirando a Edward y no puedo evitar pasar una mano por en medio de sus omoplatos y hasta su cintura. Se estremece y no puedo dejar de tocarlo, cualquier pedacito que pueda tener de él es suficiente.
Edward me ayuda a abrir las dos pizzas que saqué y luego cuando el microondas anuncia que ha terminado, Edward me besa la sien.
—Te quiero—dice.
Entonces sonrío.
—Yo también te quiero.
Desde nuestra charla en los aires, no podemos dejar de decirlo y cuando fue la tercera vez que las palabras estuvieron a punto de salir de mis labios, recordé a Riley.
Tomé su mano entre las mías, mientras estábamos sentados en su minúscula cama del dormitorio de la universidad y veíamos un episodio de The Office.
—Te quiero—murmuré y besé la punta de sus dedos.
Riley me sonrió sin mostrar los dientes y regresó su mirada a la pantalla de su laptop.
—No hay que decirlo mucho—había murmurado, con una sonrisa bailando en su voz.
Fruncí el ceño y sonreí ante su "broma."
— ¿Por qué?
—Luego se gasta—dijo.
Entonces los "te quiero" fueron contabilizados, como dosis de una medicina, no fuera a ser que se gastaran, ¿y qué si era una medicina de edición limitada? Se gastaron tanto que un mes antes de terminar, cuando él dijo el último "te quiero", sonó como a un diálogo de película que te emociona, cuando finalmente los personajes se confiesan su amor. Te emociona y te hace sonreír, pero se siente tan impersonal, sabes que no va dirigido a ti. Es sólo una línea que dará paso a la siguiente parte de la historia.
—Los amigos con derechos no se dicen eso—yo le dije.
Lo nuestro estaba tan gastado que cuando le hice esa pequeña sugerencia, aceptó sin rechistar.
—Siempre y cuando pueda verte y besarte y abrazarte y desnudarte y cogerte—él dijo.
Entonces estuve feliz de que aceptara. Era una señal que ignoré, una luz intermitente para dar vuelta en U y regresar o para dar vuelta en la calle siguiente y dejar ese camino.
—Te quiero—le dije a Edward. Me atreví a hacerlo. Me atreví a gastar una dosis.
—No creo que algún día no desee escuchar eso—fue su respuesta y luego sonrío, con todo y ojos arrugados, y se llevó un trozo de tarta de Oreo a la boca.
Fue cuando lo entendí todo.
Edward lleva al microondas las pizzas y le señalo que las haga una por una.
—No tiene sentido—dice y rueda los ojos.
—Tiene mucho sentido—digo, con un suspiro.
Alguien llama a la puerta y frunzo el ceño.
— ¿Esperas a alguien?—pregunta, sus ojos no se despegan del microondas.
—No—respondo y camino hasta la puerta.
Puedo sentir a Edward detrás de mí.
—No descuides las pizzas—lo alerto.
— ¿Y qué si es un ladrón?
Ruedo los ojos y abro la puerta.
—No seas ridículo—murmuro.
— ¡Hola, gracias a Dios no me equivoqué de apartamento!—un sonriente y ruidoso Emmett saluda.
—Oh, hola, Emmett—le sonrío.
— ¿Qué haces aquí, hombre?—Edward pregunta.
Emmett entra y cierro la puerta detrás de él.
—Vine a recoger a mi cita—dice.
Edward y yo nos miramos sin entender.
— ¿Eh?
—Mi cita, Rose—dice Emmett, la sonrisa no se borra de su rostro.
Ay, por Dios.
— ¿Tienes una cita con Rosalie?—pregunto, incrédula.
Bueno, es algo que podía esperarse luego del 4 de julio pero aun así…
—Si—sonríe—. Nuestra segunda cita.
Edward ya se fue rumbo a la cocina y guío a Emmett a la sala.
—Espera, ¿tú fuiste quién salió con ella el miércoles?—le pregunto.
Emmett se deja caer en el sofá.
—Si—responde, presumido.
— ¿Y por qué no me lo había dicho?
Emmett se encoge de hombros.
—Seguramente Rosalie se avergüenza de Emmett—comenta Edward, con el tazón de palomitas en sus manos—. No funcionó el asunto de las pizzas—dice, mirándome.
—Te lo dije.
Vuelve a desaparecer en la cocina.
—No sé por qué no te lo dijo, ¿dónde está?—Emmett se inclina y toma un puñado de palomitas.
—Aun no llega del trabajo.
—Oh, bueno, la esperaré—dice, removiéndose en el asiento, poniéndose cómodo.
Finalmente Rosalie llegó cuando Edward y yo habíamos terminado con las pizzas y Emmett nos contaba sobre lo loco que Alice lo estaba volviendo.
—Enserio, hombre, ni siquiera sé por qué se la pasa en el trabajo, ¿no se supone que tiene cosas que hacer en su tienda?—Emmett meneaba la cabeza—. Me convenció para acompañarla a recoger zapatos, jódeme.
Edward y yo nos reímos de él.
— ¿Y cómo te libraste?
—Le dije que tenía una cita con el dentista. Estoy seguro de que si le mencionaba una cita de verdad iba a comenzar a trepar por las paredes. Y luego cuando dijo que ya era tarde para ir al dentista le dije que este dentista era nocturno.
Edward se carcajea, echando su cabeza hacia atrás.
—Alice no puede ser tan mala—la defiendo y ellos me miran con ojos abiertos.
—No la conoces, calla—dice Emmett.
Y Rosalie, la descarada, actúa como si fuera lo más normal del mundo no contarle a tu mejor amiga con quién vives que tienes citas, citas con el mejor amigo de tu novio.
La arrincono en su habitación.
— ¡Rose!—mis manos están en las caderas.
— ¿Qué?—se encoge de hombros mientras se ajusta su lencería.
Hizo a Emmett esperar más tiempo porque tenía que tomar un baño. La miro con los ojos entrecerrados.
— ¿Vas a tener sexo con él?—pregunto.
Rosalie se esconde tras su melena y no responde. Ahora se está poniendo un vestido veraniego floreado.
— ¿Rose?
—Sí, Bella—responde—. ¿Puedo tener sexo con mi novio?—pregunta, como pidiendo permiso. Me hace parecer una madre.
—Oh, ¿tu novio?
—Sí, mi novio Emmett—responde y la noto un poco irritada. No se lavó el cabello así que se quita la pinza que lo sostiene y se rocía shampoo seco.
— ¿Por qué no me lo habías dicho?—murmuro, algo herida.
Finalmente me mira.
—No lo sé, ¿podemos hablar de todo esto después?
—Mmm, cl-claro—tartamudeo—. Distraeremos a Emmett un rato—explico y salgo de ahí.
¿Por qué está molesta conmigo? ¿Acaso hice algo malo? ¿Está molesta porque Edward y yo comimos las pizzas que son un símbolo entre Rose y yo?
Mientras regreso a la sala y me siento junto a Edward, repaso la semana con el fin de encontrar algo que haya dicho. No encuentro nada y cuando no me río de los chistes de Edward y Emmett, Edward me rodea los hombros con su brazo, despabilándome.
—Lo siento, estaba pensando en otra cosa—manoteo y sonrío.
Rosalie y Emmett se van y ella no me mira en ningún momento.
—Nos vemos luego—es todo lo que dice antes de salir.
~DLDPQ~
Es tarde cuando finalmente me voy a la cama. Decidí aprovechar el tiempo a solas y tomé un baño largo mientras escuchaba música.
Rosalie no ha vuelto y no es que me preocupe pero no puedo evitar sentir una pizca de envidia por el hecho de que Rose es tan desinhibida y se olvida de todo lo que ha dejado atrás. Además, no quiero ir al tema de juzgarla porque no lo hago, simplemente me parece algo extraño que luego de conocer a alguien por una semana puedas estar tan cómoda como para tener sexo y pasar la noche con él.
Suspiro y lo dejo pasar. Sé que Rosalie es apasionada y está tan enamorada del amor que sé que tiene sus razones para comportarse de esa manera.
Antes de que mi mente comience a compararme con ella, me relajo y me duermo con una sonrisa en la cara mientras repaso el día perfecto que he tenido: finalmente le dije a Edward que lo amaba y él me ama de la misma manera, sin pensarlo se lo repetí infinidad de veces y todas esas veces él recibió mis palabras y se revolcó en ellas; paseé en un globo aerostático por primera vez en mi vida y Edward me acepta con todo y mi equipaje, aunque no sepa qué hay en esas maletas, él sólo las toma y comienza a andar.
~DLDPQ~
Cuando despierto, el lunes por la mañana, me dirijo a la habitación de Rosalie. No está. La cama está hecha y la habitación está fría. Pasó la noche con Emmett.
Manejo hasta la clínica y luego a la hora del almuerzo, Edward me invita a cenar. Así que acepto.
Llego a casa para cambiarme de ropa, con la esperanza de encontrar a mi amiga ahí, pero sigue sin aparecer.
No puedo evitar mandarle un texto y preguntarle si está bien.
Estoy con Emmett, es lo que responde.
— ¿Está Emmett con Rosalie?—me pregunta Edward cuando pasa por mí.
—Si—contesto—. ¿Por qué?
Edward se encoge de hombros y comienza a conducir. Lo miro. Se ve tan guapo cuando conduce, su mano en la palanca de cambios, su codo apoyado en la ventanilla, sus largos dedos acariciando el volante. Su mirada al frente, su mandíbula afilada. Es tan precioso que me inclino y beso su mejilla.
—Sólo salió corriendo a la hora de cierre—dice—. Lo supuse.
~DLDPQ~
El martes finalmente veo a Rosalie.
Vamos al trabajo en silencio, ignorando al gran elefante en el auto. Puedo sentir que está molesta conmigo y no sé la razón y ella puede sentir que estoy confundida y que estoy a punto de preguntarle.
Sale del auto, cargando su bolso y su termo de café. Camina hacia la puerta de la clínica, usa su llave para abrir y entra.
Hace todo eso sin mirarme ni una sola vez y no puedo evitar sentir que mi corazón se rompe. Quien sea que dijo que los corazones rotos sólo son por amor, se equivocó. Los amigos también pueden romperte en pedacitos.
ouch, ¿qué estara pasando con Rose?
Gracias, xoxo.
