Donde Los Deseos Pueden Quedarse


Capítulo 10

El plan "Evita a Bella" de Rosalie fue exitoso.

Afortunadamente, tuvimos las manos llenas de trabajo y cuando todo se quedó muy tranquilo en la hora del almuerzo, Rosalie se la pasó hablando con las chicas. Yo terminé de comer rápidamente y luego trapeé los pisos, lo que fuera para matar el tiempo.

Tan pronto como llegamos al apartamento Rosalie va directo a la cocina y escuchó que busca algo en los gabinetes hasta que lo encuentra. Dejo mis cosas en la puerta, a excepción de mi teléfono, y me quito los zapatos. Estoy cansada y sólo quiero bañarme y dormir.

Voy a la sala y Rosalie está regando las plantas con la regadera rosa que compramos en una venta de garaje. No tiene sentido, las regué por la mañana.

Decido tomar al toro por los cuernos.

— ¿Por qué estás molesta conmigo?—pregunto y soy vilmente ignorada—. ¿Hice algo malo?

Pasan algunos segundos y finalmente responde.

—No, no hiciste nada—murmura.

— ¿Entonces por qué me estás evitando?—pongo mis manos en mis caderas—. ¿Puedes dejar de regar las plantas y mirarme?

—No las he regado en un tiempo—dice.

Ruedo los ojos.

—Las regué en la mañana, ahora, deja de ignorarme. Si sigues poniéndoles agua se va a desbordar.

Rosalie suspira molesta y deja la regadera en el alfeizar de la ventana. Finalmente me mira y alzo las cejas, esperando.

—No estoy molesta contigo y no hiciste nada malo pero si te estoy evitando.

— ¿Por qué?—murmuro. Mala suerte para ella, vivimos juntas.

Vuelve a suspirar y se desata la coleta.

—No quería que supieras de Emmett.

De acuerdo, eso no lo esperaba.

— ¿Por qué no?—frunzo el ceño—. Eventualmente iba a enterarme, ¿sabes?

— ¡Lo sé!—alza las manos al cielo—. Pero no quería que fuera tan pronto.

—Bueno, ya lo hice, ahora ¿puedes dejar de hablar con frases entrecortadas y explicármelo? En español, por favor.

Rosalie empieza a quitarse las calcetas y las arroja al sillón. Puedo ver que quiere ducharse.

—No quería que supieras aun porque no quería que me juzgaras—dice.

— ¿Qué? Yo nunca te he juzgado—me llevo una mano al pecho.

Rosalie rueda los ojos y un mechón de cabello le cae en la cara. Lo arroja hacia atrás.

—Claro que sí, ¿recuerdas a Félix?

—Si.

— ¡Justo ahí! ¡Me juzgabas!

—Claro que no.

—Claro que sí, Bella. Siempre que te hablaba de él tu actitud cambiaba.

—Puede que no me cayera muy bien—confieso.

—No era sólo eso. Actuabas como una madre…

— ¡Porque me importas!—la interrumpo, lanzando un chillido.

—…siempre escandalizada cuando te contaba sobre nuestros momentos juntos. ¡Te enojaste cuando te dije que me había acostado con él!

— ¡No me enojé!—puntualizo. Creo que estamos gritando—. Sólo me pareció muy pronto, apenas llevabas viéndolo una semana.

— ¡Eso!—señala con su dedo—. Siempre decías que era muy pronto, que me lo tomara con calma, Dios, Bella—manotea.

—Sólo eran comentarios, Rose. Entendí que cada quién hace lo que quiere. Sólo no quería que te lastimara.

—Lo cual hizo, ¿sí?—Rose gruñe—. Pero lo habría hecho de igual forma si me acostaba con él después de un año o después de una semana. ¡Diablos, Bella, estás jodida sobre el sexo!—chilla.

Y finalmente lo entiendo.

—Simplemente pensaba que era muy pronto—murmuro, entre dientes. Estoy comenzando a sofocarme.

— ¡Es por eso, Bella! Podía hacer lo que yo quisiera, sin darle explicaciones a nadie—dice y dejo que siga gritando. Es mejor que lo saque ahora—. ¡Siempre lanzabas comentarios sarcásticos y juzgadores! Podía verlo en tu mirada. ¡Es por eso que no quería que te enteraras sobre Emmett! Pude sentir tus ojos enojados el domingo que salí con él. Sólo… Dios, Bella—se lleva una mano a la frente.

—Lo siento—murmuro. No sé qué otra cosa decir. No planeaba sonar amenazadora o autoritaria el domingo que entré a su habitación. No planeaba juzgarla respecto a Emmett. Incluso luché contra eso el domingo antes de dormirme. Había aprendido mi lección con Félix.

Rosalie resopla, tratando de calmarse.

— ¿Ya te acostaste con Edward?—pregunta, su mano sobre su cadera, la otra mano sobre su pecho.

—No—respondo.

Entonces rueda los ojos.

— ¡Dios, Bella!—vuelve a mascullar.

— ¿Y eso qué importa? Él está bien con eso. Ambos estamos bien con eso. No entiendo tu punto.

—Mi punto es ese, ¿de acuerdo? Yo estoy bien acostándome con chicos justo después de conocerlos, no necesito que me cuides o que me juzgues o que me mires como la peor pecadora de todos los tiempos.

—Yo no…—tengo un nudo en la garganta. Me trago las lágrimas. Rosalie está lastimándome, me hace sentir como una idiota.

—Sí, Bella, lo sé. Tú no estás bien con eso—dice, finalmente más tranquila—. Pero yo no, ¿de acuerdo?

—Está bien—digo.

—Sólo… por favor… No me des esas miradas reprobatorias. Me enojan y me hacen sentir como si te estuviera restregando…—se calla abruptamente.

Me quedo en silencio, pero ella no continúa. Termino el comentario por ella.

— ¿Cómo si me estuvieras restregando que tú si puedes follar con cualquiera y yo no?

Rose no responde, mira el suelo.

— ¿Cómo si me estuvieras restregando que tú si funcionas bien y yo no, cierto?—las lágrimas amenazan con salir.

—No dije eso—se apresura a aclarar.

—Pero eso es lo que piensas, eso es lo que ibas a decir.

Su silencio es respuesta suficiente.

—No te preocupes, Rose. No iba a involucrarme en tu asunto con Emmett. El domingo sólo te pregunté porque supuse que eso es lo que se cuentan las amigas, en especial, si viven juntas. Sólo quería saber qué hacías con él. Es todo—finalizo y camino hacia la cocina.

No tengo hambre pero me rehúso a seguir en la sala. Si algo he aprendido de las peleas es que nunca debes ir a tu habitación. Eso le da poder a tu adversario para quedarse con el resto de la casa. Es mejor esperar a que ella se vaya a su habitación y así yo tendré acceso libre al baño y a la cocina. Rosalie estará demasiado avergonzada como para salir a tierra reclamada.

—Bella, lo siento—la escucho decir desde la entrada a la cocina. Me giro y me encojo de hombros—. Nunca quise lastimarte. Sólo quería dejar claros los puntos.

—Está bien, Rose—le digo y no añado: "sé que no funciono bien, eso no es tu culpa."— Yo hubiera hecho lo mismo.

—No es cierto—dice y tiene razón. Yo no lo hubiera hecho—. Tú sólo me preguntarías por qué quise saber de él y me dirías que estás saliendo con él y en broma, que no quieres que te lance miradas juzgadoras y yo lo habría entendido. No me hubieras gritado.

—Ya, está bien—le digo, demasiado cansada para seguir con esta mierda. Y demasiado herida—. Tú sal con Emmett y folla hasta el amanecer. Yo saldré con Edward y me atreveré a tomarle la mano.

Tan pronto como veo la cara de Rose crisparse de dolor, me arrepiento de haberlo dicho.

—No quise decir eso—murmura, viéndose las manos.

—Lo sé—me río bajito, porque si me río en voz alta, lloraré—. Ya, está bien. ¿Quieres cenar? Puedo pedir pizza.

—De acuerdo—murmura. Y luego me evalúa un rato, tomo la oportunidad para zafarme y buscar en el cajón el número de la pizzería—. Iré a bañarme.

—Ok—le sonrío. Ella frunce el ceño y luego arrastra los pies. Escucho la puerta del baño cerrarse.

No me permito llorar, no tiene caso. Estoy bastante consciente de lo idiota que soy. En su lugar, me dirijo a la sala a tomar mi celular y el sonido de agua escurriendo llama mi atención.

Las plantas se están desbordando.

—Esa idiota—mascullo.

~DLDPQ~

Durante el almuerzo, una semana después, estamos jugando UNO cuando llaman a la puerta de la clínica.

—Hora del almuerzo, adiós—Jane murmura, agitando la mano, demasiado ansiosa de que sea su turno.

—Tal vez es una emergencia—dice Ángela.

—Nada más urgente que ganar esta ronda—dice Rosalie, colocando una carta, haciendo que Jane trague dos cartas más—. ¡UNO!—grita Rose.

Vuelven a timbrar.

—Iré a ver quién es—respondo y me llevo mi enorme mazo conmigo. He perdido la esperanza—. No hagan trampa—amenazo y luego camino por el pasillo.

Una sonrisa enorme se plasma en mi rostro cuando veo la espalda del hombre de mis sueños.

Querida yo del pasado, él está justo ahí, tan excepcional como la luz de un cometa en el cielo.

Pero no está solo. Su carcajada atraviesa el vidrio y abro la puerta, derramando cartas a mi paso.

—Mmm—mascullo, mirando el suelo.

— ¡Hola!—los saludo. Alice viene con él.

Edward se apresura a ayudarme a recoger mis cartas. Me agacho, haciendo que otras más se derramen.

—Ah, yo ya me hubiera dado por vencida—dice Alice, señalando el enorme mazo.

—Ya lo hice—resoplo y me hago a un lado, dejándolos pasar. Vuelvo a cerrar la puerta—. ¿Qué hacen aquí?

—Traemos las buenas nuevas—Alice chilla.

Camino frente a ellos y me siguen.

Rosalie se está riendo y está arrastrando el dinero por la mesa con sus manos. Claramente, ha ganado.

— ¡Hey!—me quejo—. Dije que no hicieran trampa—arrojo mi mazo a la mesa y me giro a la visita.

Alice ya las está saludando.

—Sólo venimos a dejarles las invitaciones para mi boda—dice, abriendo su bolsa—. Fue difícil conseguir quién me trajera—dice, repartiéndolas.

Miro a Edward con los ojos entrecerrados y rueda los ojos.

—En verdad cuando empieza a hablar mucho me fastidia—susurra sólo para mí. Me río y acepto la invitación, envuelta en un sobre blanco nácar.

Las chicas están abriendo las suyas.

—Vaya, gracias, Alice. Creí que era broma—dice Jane.

Alice frunce el ceño.

— ¿Broma? ¿Creíste que no iba a casarme?—pregunta, claramente ofendida.

Me río silenciosamente, mis hombros tiemblan.

— ¿Eh? No, broma sobre invitarnos.

—Ah—la sonrisa regresa al rostro de Alice—. Claro que no, yo no bromeo.

Edward alza las cejas, fingiendo sorpresa.

Alice se queda hablando con ellas, dándoles instrucciones, como si fueran las malditas damas de honor. Me giro a Edward.

— ¡Oh, ven a ver esto!—tomo su mano y lo saco del comedor—. Tenemos una mamá igual a Loki.

Lo arrastro por el pasillo hasta la sala de monitoreo. La orgullosa mamá está tirada sobre una manta y sus cachorros están a su alrededor, dormidos.

Aunque falta uno. Frunzo el ceño y miro alrededor.

— ¿Verdad que es linda?—murmuro.

Rory, la madre, observa perspicaz a Edward, pero pierde el interés en él cuando Edward no se acerca.

Edward se ríe entre dientes.

—Es igual a Loki—acepta, un poco asombrado, mirándola desde la distancia.

Finalmente encuentro al faltante, está despierto junto a una jaula vacía, lo tomo en mis manos y cuando Edward se acerca a mí, Rory gruñe.

—Supongo que cree que eres una amenaza para él—digo. Edward acaricia al cachorro y Rory sigue gruñendo.

—De acuerdo, no tentemos a la suerte—dice.

Dejo al cachorro junto a Rory e inmediatamente comienza a lamerlo.

Jane entra a la sala.

—Ah, creí que estaban teniendo un momento en el baño—murmura y luego se acerca a la jaula de Brando, un pastor alemán que acaba de ser intervenido.

Edward se acerca y los perros en las jaulas del frente comienzan a ladrar. Jane le está administrando un medicamente a Brando.

Edward pasa su mano por las jaulas y los perros dejan de ladrar.

—Y además encantador de perros—silba Jane por lo bajo, dándome un guiño.

Ruedo los ojos y tomo la mano de Edward.

—Andando—lo saco de ahí, lejos de la mirona de Jane.

—Oye, por cierto, ¿qué fue eso de Mr. ese día en el almuerzo?—Edward me pregunta cuando caminamos de vuelta al comedor.

—Ah, olvida eso—me sonrojo.

—No lo voy a olvidar—me pica las costillas y pego un salto.

—Disfruta la decepción—le digo.

~DLDPQ~

No había visto a Edward por una semana y el domingo, mientras estoy viendo la televisión, echando crema batida en mi boca directamente del envase y con unos parches de retinol en mis ojos, llama a la puerta.

—Mmm…—me quejo y me arrastro a la puerta. Antes de abrir, tomo la medicina que María Antonieta necesita, creyendo que es la Sra. Cope.

Edward me sonríe desde el otro lado. Está usando una playera y unas bermudas.

—Hola—dice, su sonrisa es burlona, conteniendo una carcajada.

—Hola—le sonrío y luego recuerdo los parches en mis ojeras—. ¡Ah!—jadeo y le cierro la puerta en la cara—. Mierda—digo, mientras los quito y los tiro en el cesto de basura. Adiós, elixir de juventud.

Abro la puerta de vuelta, esperando que los últimos cinco segundos sean olvidados.

—Hola—vuelvo a saludar, con una risita. Edward se ríe, sus ojos se arrugan y entra.

—Linda máscara—dice, despeinándome.

Ruedo los ojos.

—Creí que eras mi vecina—le digo y lo sigo a la sala—. Y creí que estabas ocupado.

—Lo estaba—asiente con la cabeza, estira su brazo en el respaldo del sillón—. Pero ya no.

— ¿Cómo supiste que estaba aquí?

—Dijiste que no te gustaba salir los domingos por la tarde, que si no salías desde la mañana no saldrías nunca.

Le entrecierro los ojos.

—Vaya, lo recordaste—me siento a su lado, sobre mi pierna.

—Si—dice—. Y también recuerdo que tu medida del café es tu cuchara verde del Grinch—me guiña un ojo y me río.

—Es el sabor…

—Perfecto—completa por mí.

Le sonrío porque recuerda eso. Edward recuerda cada detalle de todo lo que le digo, y eso es hermoso. ¿No se suponía que los hombres dejaban de escuchar luego de los primeros veinte segundos?

Me inclino y lo beso. Edward me toma por la nuca y entierra sus dedos en mi cabello.

—Sabes a crema batida—dice.

Me estiro y tomo el envase.

—Abre—le ordeno y le dejo un montón en su boca.

Un poco de crema se filtra y se queda en la comisura de sus labios mientras traga el resto. Me inclino y lo lamo, antes de que él lo haga.

Los ojos de Edward se oscurecen.

— ¿Quieres pasar la noche conmigo?—pregunta y trago en seco. Un nudo se hace en mi garganta y hace que el tragar duela como el infierno.

— ¿Eh?

—Eso, que si quieres pasar la noche conmigo.

—Eh… no entiendo—finjo.

Edward pasa una mano por mi cabello y lo acomoda detrás de las orejas, acuna mi rostro entre sus manos y comienza a besarme las mejillas, luego la frente, luego la nariz, mientras habla.

—Mi casa está lista—dice—. Vamos, quiero que la conozcas y si quieres, puedes pasar la noche conmigo.

De repente estoy nerviosa. ¿Es esa su forma tácita de decir "es hora de tener sexo"?

—Oh, creí que todavía faltaba más—digo simplemente, y me refiero a la casa y al tema de la intimidad.

—No—dice, sigue besándome el rostro—. Durante la semana utilizamos los camiones de carga de la compañía para terminar de mudarme y hoy estuvimos limpiando—finaliza.

—Oh.

— ¿Entonces?—finalmente me mira.

—Suena… bien—suspiro. No sé qué más decir. Se nota emocionado y sé que quiere que conozca su casa, me lo dijo antes pero…—. Aunque mañana tengo que trabajar—le digo.

—Está bien—dice, encogiéndose de hombros—. Puedo llevarte ahí.

—De acuerdo, le diré a Rose que me recoja en la salida—digo.

—O puedo pasar por ti. No te preocupes por nada, cielo—dice.

—Iré a recoger mis cosas—le digo.

Edward me besa un poco más y luego me deja libre.

Agradezco al cielo que tomé la decisión de depilarme las piernas mientras me duchaba y gracias al láser no tengo que preocuparme por vellos en lugares indeseados. Gracias Rosalie por convencerme.

Desconozco lo que vaya a suceder esta noche y no quiero pensar en si estoy lista o no así que comienzo a meter cosas a mi maleta de gimnasio.

Edward es lo suficientemente paciente y cuando estoy lista, le dejo una nota a Rosalie. Me gusta escribir notas, no me importa que los mensajes de texto ya existan.

Entonces nos vamos no sin antes llevarle su medicina a María Antonieta.

Trato de enredar mi mente en la plática sin sentido que Edward y yo mantenemos durante el trayecto y finalmente entramos a una calle con algunas casas pero la mayoría del vecindario está vacío y los trabajos de construcción aparecen ante mi vista.

—Estas casas son nuestras—dice, señalando con el dedo—. Estamos trabajando en ellas—dice.

— ¿Alguna de ellas es de Jasper?—pregunto.

Menea la cabeza.

—No, él tiene su casa desde inicios de año creo—dice—. En otro vecindario.

—Entonces, ¿por qué vive contigo?

Edward se encoge de hombros.

—Siempre lo hemos hecho. Además creo que tiene esa rara idea de que se mudará junto con Alice, no antes.

—Eso es lindo—murmuro y miro por la ventana. Edward se detiene en una casa estilo georgiano, lo sé porque alguna vez leí una de las revistas que tenía en su coche. Ahora reconozco estilos. Edward debería estar orgulloso de mí.

—Es esta—dice y me deja admirarla antes de avanzar por el camino lateral que conduce al garaje.

—Es preciosa—le sonrío.

—Lo sé—dice, con un encogimiento de hombros y ruedo los ojos.

Edward toma mi mano y mi bolso y me conduce al interior.

—Wow—musito, mirando alrededor, mientras nos quitamos los zapatos—. Edward… es… es maravillosa—me quedo sin aliento.

Edward está sonriente y me jala más. Se ve orgulloso y yo también lo estoy.

Y luego Loki hace su entrada triunfal. Sus pequeñas patitas hacen ruido contra el piso de madera y ladra al ver a Edward. Su lengua está colgando y luego gira sobre su propio eje, se sienta y vuelve a levantarse. Está tan feliz y Edward lo está ignorando vilmente.

Estiro mi mano y me deja acariciarlo. Edward le acaricia la cabeza y luego él se sube a él, poniendo sus patas delanteras contra su estómago.

Con unas palmadas en la frente, Edward lo tranquiliza y luego él nos sigue.

—Mmm, sacada directamente del empaque—digo, cuando huelo el olor a pintura, a mueble nuevo y a plástico.

Él se ríe entre dientes.

La pared frontal de la sala está pintada de un color negro carbón y hay un lindo sofá de terciopelo verde olivo, asientos con estampado floral, una mesa de centro circular con cubierta de mármol, una chimenea, un espejo redondo sobre ella, un sofá de piel café, jarrones con flores, pisos de madera oscuros debajo de una alfombra.

El comedor está frente a ella, cruzando el pasillo, con sillas de piel café y frisos de madera oscura en la pared. Paso mi pie por la alfombra estilo persa y luego vamos a la cocina. La asombrosa cocina con gabinetes verde olivo y una isla del mismo color, con electrodomésticos brillantes de acero que huelen a nuevo y que ruegan ser usados.

—Edward, todo esto es precioso—le digo, pasando la mano por la encimera. No sé qué es más satisfactorio: la preciosa vista o el hecho de que literalmente parece sacada del empaque, sin una mota de polvo—. Mmm, sabes limpiar—digo.

Mientras seguimos viendo, Edward me explica que su madre fue muy paciente con sus ideas, hasta que se hartó y comenzó a darles forma. Me dice que Carlisle fue el que lo ayudó a diseñarla en un principio y que Jasper y Emmett le dieron la idea de la puerta holandesa para que Loki pudiera salir.

—Oh, Loki tiene su espacio—sonrío mientras Edward abre la parte superior de la puerta y damos un vistazo al espacio en donde el jardín comenzará a florecer.

—Vamos a arriba—me toma de la muñeca y Edward deja mi bolso sobre el asiento a los pies de la cama de la recamara principal.

La pared de acento está pintada de un azul muy oscuro que puede pasar por negro. La cama se ve deliciosa con todos esos cojines y luego me muestra el gran armario y el baño.

Hay una bañera blanca y negra, una planta en la esquina, una regadera y las paredes son oscuras.

—Me encantan los colores oscuros—digo, señalando alrededor—. Se ve genial.

Me giro para ver a Edward.

—Estoy muy feliz por ti—continúo y me paro sobre mis puntitas para besarlo. Edward rápidamente envuelve sus manos en mi trasero y me emociono al ver que es la primera vez que lo hace.

De repente, ya no tengo miedo y sólo quiero estar con él.

Al diablo todo. Ya lo olvidé.

Si el zapato te queda bien, camina con él a donde sea que vayas.

Edward me sujeta fuerte y sé lo que quiere hacer. Envuelvo mis piernas en su cintura y me sujeta. Sé que no me dejará caer. Sé que Edward es el él.

Edward introduce su lengua en mi boca y gimo bajito.

Amo esto, amo la sensación de los comienzos delicados, el sentimiento de que conoces tanto sin saber nada de nada.

Finalmente, Edward me deja sobre mis pies y me besa la frente.

—Te amo—dice.

—Yo también te amo—le respondo.

— ¿Quieres cenar algo?—pregunta.

Frunzo el ceño y tomo su mano para ver la hora en su reloj. Es más tarde de lo que pensaba.

—Ah, eh, seguro—le digo.

Edward pide una pizza y nos sentamos en los taburetes de la cocina, esperando. Edward sujeta mis manos y me mira a los ojos mientras le hablo y su cara es perfecta y se siente como eternidad y un "para siempre" susurrado luego de un beso.

Cenamos y bebemos vino dulce.

— ¿Quieres más?—pregunta y asiento.

Sírveme otra copa, amor mío, que esta noche me siento feliz.

Edward está un poco borracho pero yo no. Es extraño ver que un hombre de su tamaño se emborrache con vino pero creo que es lindo.

Edward me enseña más proyectos suyos en su iPad y cuando eructa en silencio y huelo el vino, me dan ganas de besarlo y jalar su cabello.

Cuando es tarde, nos vamos a la habitación y Edward se termina los restos que quedaron en nuestras copas.

Loki está tranquilamente acostado sobre su cama, creo que está dormido.

Una vez en la recamara, Edward me besa y yo gimo en sus labios, caemos en la mullida cama y él comienza a acariciarme la espalda y el muslo.

De alguna manera, se detiene luego de un rato. Sus labios están hinchados y mordisqueados.

Deja la puerta del baño abierta y escucho que orina. Me río entre dientes y en lugar de asquearme, me siento feliz y ligera porque él se siente cómodo. Lo suficientemente cómodo para que yo escuche su pis.

Cuando lo escucho lavarse los dientes voy hacia allá y comienzo a hacerlo. Lo miro por el espejo y él me da una sonrisa espumosa.

Antes de salir, me da una ligera nalgada y eso me toma desprevenida. Esta casa está hechizada, me ha hecho olvidarme de todo.

Edward se está desvistiendo y lo miro. No estoy ansiosa, ni nerviosa, ni inquieta. Estoy burbujeante y enamorada. Observo su musculosa espalda, llena de lunares. Me lamo los labios y luego comienzo a desvestirme para usar mi pijama.

Siento que Edward me mira mientras lo hago pero cuando alzo la cabeza, él aparta la vista. Sé que él lo desea, pero no sé si tanto como yo. Obviamente lo deseo pero mis fantasmas habían sido mayores… hasta esta noche.

Cuando veo que él no hace el intento de ponerse la pijama y se mete a la cama en calzoncillos, decido hacer lo mismo y creo que se sorprende al ver que camino hacia él sólo en ropa interior.

Pero esa noche no avanzamos más. Antes de dormir, escuchamos música en su celular, compartiendo audífonos hasta que el sueño lo vence.

~DLDPQ~

El lunes tampoco duermo en mi casa. Le pido a Rosalie que me lleve ropa al trabajo, me cuestiona, naturalmente y cuando le doy la negativa sólo me sonríe.

—Estoy feliz por ti, Bella—dice—. Lo estás haciendo bien.

Edward pasa por mí, como lo prometió y nos dirigimos a su casa.

Para la hora de dormir, nuestra rutina se repite pero esta vez Edward me mira a los ojos mientras toma la cinturilla de sus boxers. Está comunicándose conmigo pero no hace intento en moverse.

Cuando abro el broche de mi brasier y los tirantes caen por mis hombros y las copas se aflojan, Edward baja sus calzoncillos.

No lo miro, sigo viéndolo a los ojos.

Mis piernas tiemblan y mi corazón hace thump thump cuando mi sostén cae pero Edward no rompe el contacto visual.

Me quito mis bragas y es ahí cuando su mirada recorre mi cuerpo. Y dejo que mis ojos hagan lo mismo por el suyo.

Dios, es perfecto. Es hermoso. Todo él. Mi estómago se aprieta y la luz dorada que antes sentí sale de mí y llena la habitación completa.

Pero esa noche no pasa nada. Sólo dormimos.


gracias por sus comentarios.

en el grupo encontrarán fotos de la casa de Edward.

Nos leemos.