Donde Los Deseos Pueden Quedarse
Capítulo 12
— ¡Oh, déjame verlo!—Rose trota hasta el sofá con una gran sonrisa en su rostro. Sigue cargando su pequeña mochila y su correa con infinitos llaveros para sostener simplemente la llave del apartamento.
Le sonrío y atraigo mi pierna derecha hacia mí. Edward sonríe a mi lado.
Rose sigue dando saltitos en su lugar, haciendo sonar sus llaveros. Su coleta se balancea de un lado a otro.
Despego la cinta cuidadosamente y remuevo el vendaje, revelando mi nueva adquisición. Deseo número 4: Hacerme un tatuaje.
—Oh, Bella es tan de niña—Rosalie gime, fingiendo decepción—. Ya eres toda una chica mala.
Me río y asiento. Es un tatuaje minimalista y básico. Un ramillete de flores en tinta negra un poco más arriba de mi tobillo.
— ¿Tiene Charlie algo qué decir al respecto?—se burla.
—Uhh, Charlie—murmuro y vuelvo a cubrir el tatuaje. Mi piel está enrojecida y adolorida.
—Estoy segura de que va a desheredarte—dice Rosalie, caminando a su habitación que está cruzando la cocina.
— ¿Y qué me iba a heredar de todas formas? ¿Sus cañas de pescar?—me burlo—. Hay pollo y spaghetti en el refrigerador.
—Gracias—dice, girándose para vernos otra vez—. Saldré con Emmett pero comeré antes. Su refrigerador sólo almacena huevos.
Edward se ríe. Una carcajada limpia y yo no entiendo nada.
—Estoy pensando en regalarle una gallina—continua mi amiga.
—Por favor, no lo hagas—implora Edward.
~DLDPQ~
Ha pasado una semana desde la boda de Alice y Jasper. Es sábado y estoy disfrutando de la lluvia.
—Andando—Jane dice, apagando la luz del pasillo de la clínica.
Suspiro y tomo mi bolso. Leah y Rosalie están esperando junto a la puerta, viendo la tormenta desatada de afuera.
—Mmm…—Leah suspira—. Odio la lluvia.
—Amo la lluvia—murmuro—. Me recuerda a Forks. Sabía que la extrañaría tan pronto como salí de ahí.
Ahora sólo estoy esperando Acción de Gracias para visitar a mi viejo Charlie y dar paseos por el bosque.
Ellas abren sus paraguas cuando Jane se aproxima a la puerta y la abre. Está frío afuera, no hay mucho viento pero si el suficiente para que el piso de la recepción se moje con las gotas que fueron arrojadas a él.
Camino junto a Rose hasta mi auto y luego entramos.
— ¿Vas a salir con Emmett?—pregunto.
—Si—dice—. Me sorprendió que me llamara. Es sábado, ¿sabes?
Asiento, recordando que debería ser noche de chicos.
—Dijo que Garret tenía planes con su familia y Jasper no está así que… supongo que soy la última opción—murmura, viendo por la ventanilla.
Me río.
—Es bueno que seas consciente de eso—digo y luego me muestra el dedo medio.
Edward no me llamó, ni me mensajeó así que hago una mueca de envidia y conduzco a casa.
La tormenta no aminora y luego tan pronto como entramos Rosalie va a su habitación.
Me quito mi filipina y mis pantalones, quedando en tirantes y luego busco unos shorts de mezclilla.
Enciendo la televisión y han pasado veinte minutos desde que Dirty Dancing inició cuando Rose se despide.
—Nos vemos luego—dice—. ¿Vas a salir?
—Creo que no—respondo, echándole una hojeada a mi celular sin notificaciones.
—Bueno, entonces no me esperes despierta—me guiña un ojo y le arrojo un cojín. Lo atrapa.
—Diviértete—le digo.
—Por supuesto.
Pierdo el interés en la película y comienzo a repasar mentalmente los ingredientes para los cupcakes de chocolate. Debería tenerlos en la cocina.
Vuelvo a desbloquear mi celular para encontrarme con la nada absoluta y cuando estoy llenando la encimera con los utensilios necesarios para ahogar mis penas en la repostería, hay un golpe en la puerta.
Mi corazón se acelera y en verdad espero que sea Edward porque si no lo es, me sentiré patética y ridícula.
Dos golpes más y pego un brinquito para ir hasta ahí. Por favor, Edward, sé tú, tómame en tus brazos y llévame hacia una mejor vida.
Mi corazón se encoge y respiro profundamente al verlo ahí, de pie, en pantalones de mezclilla y una sudadera ligera.
—Hola—me sonríe.
—Hola—respondo y me hago a un lado.
Gracias, universo.
—Que buena tormenta, ¿verdad?—comenta pero no hace el intento de avanzar—. Vengo aquí a cumplir tu deseo.
¿Me tomarás en tus brazos y caminaremos juntos hacia el atardecer?
— ¿Qué deseo?
—Tu deseo número once, bailar bajo la lluvia.
Abro mi boca sorprendida y luego boqueo. Resoplo con una risa.
— ¿Qué?
Edward se ríe.
—Tu lista está en mi casa—explica—. Y he decidido hacer realidad ese, es el momento perfecto.
— ¿Leíste mi lista?—siento el rubor en mi cuello y luego en mis mejillas y luego en mi frente. Cuando le envié esas fotos, prometió no haberla leído. "Puede leerse en diagonal, ¿sabes?," dijo.
Edward vuelve a reírse y me acaricia la mejilla.
—No… bueno…—mira hacia la nada, recordando—. No—afirma—. Sólo leí en diagonal buscando alguno.
Le entrecierro los ojos. Qué más da.
—No estoy segura sobre querer cumplirlo—digo, cruzándome de brazos—. Es decir, no me quiero enfermar.
Él rueda los ojos.
—No te vas a enfermar. Sólo vamos a bailar y a besarnos. Andando—toma el pomo de la puerta y coloco una mano en su pecho, deteniéndolo.
—Al menos deja que me vista.
—Estás vestida—refunfuña.
Ruedo los ojos y voy a mi habitación. Él me sigue y se sienta en la cama mientras busco en mi clóset.
Tomo una playera gris de Marvel que estoy segura compré en la sección de hombres y me desabrocho los shorts, alcanzando un pantalón corto de algodón, quiero cubrir mis piernas del agua helada que estoy segura está cayendo del cielo.
Cuando mis shorts caen a mis pies me arrepiento porque recuerdo mi ropa interior. No tenía otra cosa que usar –mi cesto de ropa sucia se estaba desbordando- y tuve que usar unos de encaje muy atrevidos que no hubiera usado para ir al trabajo, en especial para traer mi pantalón quirúrgico sobre ellos pero qué más da, ¿cierto? Un poco de jugueteo no le hace nada mal a nadie.
Miro hacia mi espejo, esperando que Edward esté mirando hacia la ventana o el techo o algo así pero me está viendo y está muy concentrado viéndome el trasero precariamente cubierto. Vuelve en sí cuando mis pantalones de algodón están bien sujetos alrededor de mi cintura.
Meto mis pies en mis Converse viejos y me giro a él.
—De acuerdo, vamos.
Edward me toma de la mano y caminamos hasta el ascensor. Sé que planea llevarme a la calle pero conozco un lugar mejor y perfecto para eso. Oprimo el botón antes de que él lo haga y esperamos.
Se pasa una mano por el cabello distraídamente haciéndome desearlo. Me acerco más a él y envuelvo nuestros brazos, sin dejar de tomar su mano, con mi mano izquierda toco su bíceps y él gira su rostro y besa el tope de mi cabeza.
Me pregunto si sabe que estoy tratando desesperadamente de no saltarle encima.
El ascensor se detiene en el piso correcto y él luce confundido pero sigo caminando, guiándolo y luego abro una puerta pesada de metal. Él me ayuda y se sitúa frente a mí.
Entonces es cuando me acobardo y suelto su mano. Él ya salió a la tormenta. Es una terraza enorme que se supone es destinada para recreación pero nadie nunca la usa.
— ¿Qué pasa?—pregunta, está comenzando a mojarse y su cabello se está oscureciendo. Me tiende una mano.
—Nada—respondo y la tomo. Edward me jala hacia él y me hace un poquito más valiente.
—No tenemos música—digo. Él ya envolvió mi cuerpo con sus brazos.
—Eso no importa—dice en mi oído y me besa la mejilla.
El agua está heladísima pero los labios de Edward sobre los míos son lo suficientemente cálidos para borrar mis quejas y para hacerme creer que no hay nada mejor que eso, no sé cómo pueda mejorar.
Edward se aleja de mí y me hace girar.
Suelto una risita y él hace lo mismo. Vuelve a jalarme a su pecho y reposo mi mejilla contra él, alcanzando su hombro con mi mano y luego comienza a mecernos.
Es perfecto, es en verdad algo, es Edward, justo ahí, sosteniéndome y haciendo realidad cada uno de mis deseos.
Beso su hombro y él besa mi sien.
De hecho, siempre creí que me veía mejor de lejos, como en un espejo retrovisor que te dice que los objetos están más cerca de lo que aparentan. Siempre creí que era como una pintura en una exhibición de arte. Justo ahí, en ese lugar, fuera de tus manos, luce bien pero luego la llevas a casa y no sabes en dónde encaja, sabes que no funciona en ningún lugar ahí.
Entonces la guardas en el sótano o al fondo del armario y esperas que algún día combine con tus muebles o con el color de tu pared. La llevas a casa sin intención de conservarla.
Edward me hace sentir como el negro, dicen que el negro combina con todo, ¿cierto? El negro siempre luce bien y Edward me mira como si fuera su pieza de arte favorita, esa de la que no puedes deshacerte y que sabes que se ve bien en tu recámara, en la sala, incluso haría que el sótano fuera un lugar menos tétrico y polvoriento.
Edward me hace girar varias veces e incluso hace que me aleje de él y de varias vueltas a lo largo de su brazo para colocar mi espalda contra su pecho.
Ahora observamos el cielo gris y cerrado, desatando su furia contra Chicago. Edward está empapado. Sus cejas escurren y el agua se desliza hasta su mandíbula. Comienzo a tener frío y mis Converse hacen ruidos graciosos.
Giro mi rostro y beso su mejilla, probando el agua de lluvia.
Edward atrapa mis labios y me susurra un "te quiero" contra ellos. Sonrío y vuelvo a besarlo.
Acuno mis manos frente a mí, juntando agua y luego se la arrojo al rostro. Jadea y luego gruñe. Me río y me suelta. Puedo sentir la venganza venir.
Hace lo mismo y me la arroja a la cara. Su mirada está maniática y me hace reír a carcajadas, entonces corro lejos de él y comienza a perseguirme.
Me detengo y me giro pero ha desaparecido. Frunzo el ceño y luego grita a mis espaldas, atrapándome.
— ¡Ahh!—chillo y trato de zafarme pero él es fuerte y logra girarme. Mi respiración está acelerada y verlo ahí frente a mí, empapado, me hace desearlo. Estampo mis labios contra los suyos.
Nos besamos fuertemente, enreda sus manos en mi cabello y gimo contra su boca cuando siento que en realidad está duro. Nuestros regazos se tocan por primera vez pero no me muevo ni intento una jugarreta. Él tampoco lo hace pero su erección no disminuye.
¿Es hoy la noche? ¿Va a suceder luego de esto? Universo, dame una señal.
Un trueno se escucha pero no logro identificar si sonaba como un "sí" o más como un "no."
Demonios.
Edward se aleja y deja un camino de besos en mi rostro. Tiemblo.
—Vamos a secarte—murmura, su voz es ronca y nuestros regazos ya no se tocan.
— ¿Eh?—estoy perdida en sus ojos. Estoy mareada.
—Vamos adentro—repite—. Deseo cumplido.
Toma mi mano y me jala al interior. No sé cuánto tiempo estuvimos ahí pero lo sigo sin rechistar. En verdad tengo frío y estoy feliz de que se haya detenido.
Entramos al apartamento, goteando y dejamos los zapatos en la entrada. Mis calcetines también están empapados y vamos a mi habitación.
Abro el clóset y saco dos toallas limpias. Le arrojo una.
—Toma.
Edward comienza a secarse el rostro y luego se restriega el cabello.
—Eso fue divertido—le sonrío—. Gracias.
—Lo fue y si, de nada. Apuesto a que ni siquiera se te había ocurrido.
—Ni siquiera recordaba que ese deseo estaba ahí.
Me siento en la cama, sabiendo que la empaparé pero no me importa. Me quito los calcetines y luego Edward se coloca frente a mí y comienza a peinar mi pelo con sus dedos. Debo lucir como un perro mojado. Lo miro desde mi lugar abajo.
—Te quiero—le digo.
Sonríe.
—Yo también te quiero—me da unos golpecitos con su índice en los labios y se inclina a besarme, tomando mi rostro en sus manos.
Delineo su labio inferior con mi lengua y lo traigo hacia mí. No me interesa mojar la cama, no me interesa nada, sólo quiero sentir todo su cuerpo sobre mí, pesado, sofocándome, encerrándome.
Edward no rechista y luego me besa el cuello. Me muerdo el labio y acaricio su cabello húmedo y su espalda mojada.
Enredo mis piernas en su cintura y él baja un poco más su cuerpo. Siento su regazo en mi monte, vuelve a estar duro.
Muerde ligeramente mi cuello y luego me giro para volverlo a besar. Sus manos recorren mis costados, se deslizan hasta mi pierna, aprieta mi muslo y vuelve a subir su mano, dejándola en mi cintura.
Hurgo en su sudadera y toco su cintura desnuda. Edward gime en mi boca y luego su mano recorre mi brazo, alcanza mi muñeca y coloca mi brazo sobre mi cabeza. Mi muñeca sigue presa de sus dedos y de repente es Riley quien está sobre mí, es Mike quién me besa, es Embry quien está tratando de alcanzar mi pecho, es Quil quién está respirando pesadamente, es Jessica Stanley quién está gritándome al oído: "Vaya, ¿tienes otra cita, Bella?" y son los ojos saltones de Lauren Mallory que me juzgan mientras su boca musita "pequeña zorra."
Es el pasado que me está sofocando, me está acechando, sobre mí.
— ¡Whoa!—empujo a Edward lejos y me levanto de un salto.
Fui tan estúpida al creer que tenía una oportunidad.
Edward luce desconcertado, su cabello está revuelto por mí, sus labios rojos y entreabiertos. Me mira, asustado.
— ¡Lo siento! ¿Qué ocurre?—pregunta y esa es la cuestión. Ocurre de todo.
No respondo, sólo lo miro. Estoy nerviosa y asustada y sólo quiero estar sola y gritar y llorar y patalear.
—Bella, ¿estás bien?—murmura. No sé qué ve en mi rostro que evita que se acerque. Se levanta y trastabillo hacia atrás.
Me odio, ¿por qué siempre tengo que romper lo que quiero tanto?
Un silencio pesado inunda la habitación y luego Irina aparece en mi mente: ¡Diablos, Bella, suenas como una virgen! Y luego Alice: ¿acaso no te acuestas con Edward?
Me encojo en mi lugar.
—Bella…—Edward susurra, luce preocupado.
—Estoy…—comienzo pero me interrumpe.
—Oye, antes dijiste que te aterraba pero también dijiste que no habías sido… abusada—se atraganta—. ¿Estás segura?
— ¡Sí!—respingo—. Estoy segura, no…
—Dices eso pero pareciera que lo fuiste.
—No—mi voz sale bajita.
—Puedo entenderlo, no tenemos que…
Entonces me enojo. ¿Por qué sigue diciendo que no tenemos que hacerlo? ¿Por qué lo dice cuando todo el mundo espera eso? Todo el mundo espera que tenga sexo con mi novio de veintiocho años, incluso sé que él lo espera sólo que está conteniéndose, esperando. ¿Cuánto más podrá esperar? ¿Esperará a que me rompa un brazo?
—Deja de decir eso—lo interrumpo—. Es obvio que si tenemos que hacerlo.
—No—resuelve, demasiado rápido—. No tenemos por qué. Claramente no quieres hacerlo y te asusta.
Quería hacerlo, ¿cierto? Si no quisiera ¿por qué mi vientre temblaba cuando él me besaba? ¿Por qué mis rodillas temblaron y estuve a punto de aceptar la apuesta de Rosalie cuando lo vi jugar con la liga de Alice? ¿Por qué hace un minuto, antes de que el pasado eclipsara todo, tenía la urgencia de restregarme contra él?
Entonces la realización cae sobre mí como un balde de agua fría
—No podré hacerlo, Edward—respondo.
—Entonces no lo haremos.
¿Y por qué demonios me irrita tanto que se muestre tan comprensivo?
— ¡Lo haces sonar como si fuera tan simple!—grito.
— ¡Porque lo es!
— ¡No, no es tan sencillo, Edward!—grito de vuelta. Me quiero morir. Estoy tan destrozada y rota y no puedo evitar descargar mi furia contra él. Sé que no se la merece pero no tengo idea de donde están las personas que lo hacen.
—Sólo mira tu rostro, dices que estás dispuesto a nunca hacerlo pero pareciera que alguien atropelló a tu perro.
— ¿Y qué cara quieres que ponga, eh? Estoy tratando de entender tus razones.
—Todo el mundo quiere razones. Nunca se conforman con una declaración, siempre quieren saber por qué, siempre…
—Sólo quiero entenderte. Y puedo esperar—. Puedo ver que está molesto. Nunca antes lo había visto enojado y tampoco enojado conmigo.
—No puedo tener sexo—me rindo, mi voz también lo hace.
— ¿Puedes explicarme por qué?
Meneo la cabeza. Edward se pasa una mano por el cabello. Está irritado.
— ¿Por qué no?
—No lo entenderías—digo.
Edward resopla.
—Y es tan jodido porque nunca esperarás por mí, aunque lo digas, porque vas a cansarte y luego… y luego—. La chica del brazo roto cruza mi mente—. Luego me dejarás o me engañarás y…
—Bella, yo nunca te engañaría—dice, con vehemencia.
—Eso dices ahora pero ¿qué si nunca, en realidad nunca, puedo hacerlo? ¿Y si te arrepientes? Y si…—mi voz se rompe y me canso de ser tan patética. Dejo de hablar.
Edward no dice otra cosa. Nos quedamos en silencio. Me trago las lágrimas.
—No vas a contármelo, ¿cierto?—afirma luego de unos minutos. Su voz es ronca y luce muy triste.
—No—trato de decir pero ningún sonido sale. Sólo mis labios se mueven.
Edward asiente lentamente y comienza a tomar sus cosas que dejó cuando me cambiaba de ropa.
Toma su celular y su billetera y las llaves de su auto y no puedo detenerlo. Un día me dije a mí misma que cuando quisiera irse, lo entendería.
—Te vas—digo.
—Si.
Hace intento de meter sus pertenencias en sus bolsillos pero sigue muy empapado, así que sólo las coloca en su gran mano izquierda y camina hacia la puerta o hacía mí, no estoy segura.
No tengo valor para verlo a la cara. Dije que no lo detendría pero también me prometí a mí misma no arruinar esto. Estaba tan segura de que esta vez el pasado no podría arruinarlo. Vaya ingenuidad.
Edward se detiene a mi lado, buscando mi mirada, al darse cuenta de que trato de ignorarlo, coloca sus dedos sobre mi estómago, es su despedida.
Acerca su rostro un poco, no sé qué intenta, no sé si quiere besarme o verme a los ojos pero alejo mi cara y una lágrima se escapa de mi ojo izquierdo. Coloco mis brazos en jarra.
Es de esas lágrimas que quieren pasar desapercibidas, de las que no te rompen el orgullo. Es una lágrima pesada que cae al vacío apenas dejando un rastro. Esas lágrimas son mis favoritas, no te rompen como las que se escurren por las mejillas.
Edward deja caer su mano y roza levemente mi codo con su brazo cuando sale.
Espero pacientemente el sonido de la puerta y cuando se cierra, sé que eso ha sido todo.
otra vez, gracias.
me iré lentamente...
