Donde Los Deseos Pueden Quedarse
Capítulo 14
Una semana antes de mi cumpleaños finalmente le conté a Rosalie y a Ángela. Era una culpa que ya no podía cargar más y, a pesar de saber que en algún momento el clímax llegaría a mí, no evitaba que me sintiera mal.
Me sentía tan mal y patética que ahora esos eran los temores que aparecían cada vez que Edward y yo teníamos sexo.
Así que el jueves en la noche, después de asegurarme de que Rosalie no tiene planes con Emmett, invito a Angela a nuestro apartamento. Acepta encantada y ahora estamos sentadas en el comedor, devorando la cena y bebiendo vino.
—Entonces…—comienzo—. Finalmente lo hice con Edward.
Rose se queda quieta, deja de enredar el spaguetti en su tenedor y me mira, sorprendida. Ángela se está mordiendo el labio, conteniendo una sonrisa.
— ¡Gracias Dios!—Rose chilla y me arroja su servilleta.
No puedo evitar reírme ante el entusiasmo de las dos. Son las únicas que saben sobre mis miedos y mi relación inexistente con el sexo.
—Oh, Bella, estoy muy feliz por ti—Ángela pasa un brazo por mis hombros y recarga su cabeza en la mía.
—Pero hay un problema—les digo y dejan de sonreír—. Soy incapaz de terminar—me rasco la frente y apoyo mi mano en mi mejilla.
—Oh, Bella—Rose musita, sus cejas se arquean en preocupación.
Entonces procedo a contarles todo, omitiendo algunos detalles y, como era de esperarse, se enojan porque no les hablé de eso hace tres semanas.
Les cuento que lo hemos hecho cada noche luego de la primera y que simplemente no funciona. Funciona para Edward, claro que funciona para él, pero incluso a pesar de ser muy paciente, ha expresado su preocupación.
Me dan consejos, no se los digo, pero ya he intentado todo eso. Tal vez en realidad si hay algo mal en mí.
Debería agendar una cita con mi ginecóloga.
Hola, doctora, si, verá creo que es error de fábrica.
~DLDPQ~
Edward me regala flores en mi cumpleaños. Tan pronto como salgo de su baño por la mañana, me está esperando sentado en la cama, con un ramo de peonias en sus manos.
Luego me besa el rostro.
Cuando salgo de su auto para entrar a la clínica, me sonríe con su sonrisa patentada.
—Ten un lindo día—dice—. Te amo.
Me inclino y lo beso y se va hasta que entro.
Por supuesto, mis amigas ya están ahí y me abrazan y durante el almuerzo comemos un pastel de cupcakes.
—Vamos, Bella, sólo una noche. Será divertido—implora Jane. Ni siquiera tiene que implorar sólo me gusta hacerme la difícil.
—Sí, bailaremos, nos emborracharemos y todo eso—le sigue Leah.
—De acuerdo—sonrío.
Luego del almuerzo, otro ramo de flores llega. Rosas y margaritas y sé exactamente quién las envía. Cada año. Sin falta.
—Gracias, papá—le digo cuando responde el teléfono.
Y sé exactamente lo que dirá después, siempre lo hace.
— ¿Te gustaron?
Sonrío.
—Claro. Son preciosas.
—Bueno, feliz cumpleaños, Bells—dice—. ¿Cuántos son? ¿Cuarenta?
Ruedo los ojos.
—Ja ja, muy gracioso. Veintinueve preciosos años.
—Uff—Charlie silba por lo bajo—. ¿Cómo creciste tan rápido?
—No lo hice. No soy tan vieja.
— ¿Enserio? ¿Eso es una cana?
— ¡No! ¿Dónde?
Charlie se carcajea y caigo en la cuenta de que ni siquiera puede verme.
Hablo un poco más con él y luego me despido prometiéndole que iré a Washington para Acción de Gracias.
Esa noche, luego de recogerme del trabajo, Edward y yo vamos a cenar a Wendy's.
— ¿Wendy's, Bella? ¿Enserio?—remilga cuando elijo el lugar.
—Sí, Edward, enserio. Mi cumpleaños, mis deseos—respondo.
—Pero, ¿no quieres ir a otro lugar más lindo?
—No.
— ¿En verdad? Uno donde no haya niños corriendo por todas partes y gritando.
Ruedo los ojos.
—No, andando.
Edward sumerge un nugget en cátsup y cuando intento robarle uno, me golpea la mano.
—No deberías comer tanta grasa. Tapará tus arterias y a tu edad puedes sufrir un infarto—explica.
— ¿Mi edad? Ni siquiera soy tan vieja.
—Te están saliendo arrugas—dice, seriamente.
Entorno los ojos porque estos chistes de la edad son suficientes por hoy. Edward contiene una sonrisa. Sus labios tiemblan.
—Tú tienes más arrugas que yo—me defiendo.
—Claro que no—dice, ofendido.
—Claro que sí. ¿Qué son esas?—toqueteo su frente con los dedos. Él se aleja.
—Son líneas de expresión.
No me esperaba su respuesta así que me carcajeo.
—Bueno, no te sientas tan especial, ya casi me alcanzas.
—No, claro que no—dice—. Tengo veintinueve.
¿Eh?
— ¿Entonces por qué me llamas "vieja"?—luego me doy cuenta de lo que dijo—. Espera, ¿tienes veintinueve?
—Si—responde.
—Claro que no.
—Pff, claro que sí.
—Dijiste que tenías veintiocho, tú mentiroso—lo señalo acusadoramente con el dedo.
Asiente con la cabeza lentamente.
—Tenía veintiocho cuando te conocí.
¿Eh?
— ¿Qué…
Luego me enojo.
— ¿Cumpliste años luego de conocernos?—pregunto, incrédula. ¿Este hombre me ocultó su cumpleaños?
—Si—responde como si nada y bebe su refresco—. El 20 de junio.
Increíble.
Boqueo, confundida.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque nunca me lo preguntaste.
— ¡Edward!—le lanzo mi servilleta y me cruzo de brazos.
Rueda los ojos y hace un gesto de desdén con la mano.
—No es para tanto.
Oh, si es para tanto. Es para mucho.
Edward intenta entablar otra conversación pero lo ignoro. Estoy molesta. Quería celebrar su cumpleaños con él. Quería darle besos y abrazarlo. Quería darle un regalo. Y deliberadamente, me lo arrebató.
Cuando salimos del restaurante, pasa un brazo por mis hombros y me susurra cosas lindas al oído. Eso me hace desearlo pero no respondo.
Caminamos al parque cercano y me dirijo a los columpios. Arrastro mis pies en la tierra debajo de ellos y Edward se sienta a mi lado.
—Mira la Luna—dice.
Alzo mi vista al cielo. Es una luna brillante.
—Es brillante—murmuro.
—No te molestes, cielo—me toma la mano y me muerde los dedos. Luego los mira—. Tienes dedos huesudos.
Eso logra sacarme un resoplido. Me iba a reír pero detuve la risa.
—Parecen tiras de queso—continúa—. Me pregunto si se derriten igual.
Está tratando de hacerme reír pero miro hacia otro lado, ocultando mi sonrisa.
Comienza a tararear una canción sobre dedos mientras los mueve. Me hace cosquillas en la palma y me retuerzo.
— ¡No!—chillo pero es mala idea porque me carcajeo.
Finalmente sonríe.
— ¿Ves? No es tan malo—me mira a los ojos y ruedo los míos.
—El próximo año no te me vas a escapar—lo amenazo.
—Soy todo tuyo—asiente vigorosamente con la cabeza—. Hablando de eso… ¿quieres irte ya?
—No, ¿por qué?
Se balancea en su columpio y me susurra al oído:
—Porque quiero desnudarte.
—Es mi cumpleaños, ¿sabías?
—Lo sé, llegó la hora del sexo de cumpleaños.
—Eres un pervertido.
Edward ronronea en mi oído y un escalofrío me recorre el cuerpo entero.
—Andando—dice y me tiende la mano.
~DLDPQ~
—Creí que ibas a usar un gorro de cumpleaños—le digo cuando salgo del baño de su habitación.
Podríamos ser más aventureros y hacerlo en la sala o en la cocina pero Loki siempre anda por ahí y me perturba que nos vea hacerlo.
— ¿Quieres que lo use?—pregunta seriamente mientras se deshace de su chaqueta.
— ¡No!
—Bueno sólo quería estar seguro.
Suspiro y lo atraigo hacía mí.
Nos desvestimos al pie de la cama y me muerde los labios. Se cierne sobre mí, besándome y envuelvo una pierna en él. Me toma de la cintura y me alza, dejando mi cabeza sobre las almohadas. Arrojo los cojines al suelo mientras Edward saca una tira de condones del cajón.
Es tan hermoso, estirándose sobre mí. Su espalda ondulante, su perfume. Le beso el hombro.
Me besa el cuerpo entero, incluso las piernas y el interior de los muslos. Se coloca un condón y antes de que se sitúe sobre mí, me atrevo a girarme.
Edward me besa el hombro y el omoplato. Siento su erección en la cintura.
— ¿Así?—pregunta y asiento con la cabeza.
Entierro mi cara en la almohada y levanto el trasero, Edward toma mi cintura y me alza más. Sus muslos están contra la parte trasera de los míos y siento sus dedos acariciar mis pliegues.
Me muerdo el labio.
Luego siento la punta de su miembro abriéndose paso. Entra en dos movimientos y oh por todos los cielos, es lo mejor hasta el momento.
Comienza a moverse despacio al inicio, gime y yo también lo hago. Luego aumenta el ritmo y me sujeto con fuerza a la colcha.
—Dios, Bella—murmura y pasa sus grandes manos por mi espalda. Entierra sus dedos en mi cabello y rasca unos segundos. Desanda el camino y coloca sus manos en mi cintura.
Encuentro sus movimientos a medio camino.
Gimoteo contra la almohada.
—Demonios, cielo…—su voz es baja y ronca.
Edward toca lugares precisos, así es como funciona. Acaricia mis muslos y otra vez mi espalda. Coloca su mano izquierda en mi abdomen y ejerce presión. Me junto más a él, alzando más mi trasero.
Edward suelta una risa estrangulada y resopla.
—Te ves tan… linda así—dice.
—Oh—gimo alto. Es pura pasión, simple naturaleza y puro placer. Regreso a mis más bajos instintos, es tan primitivo.
Me retuerzo debajo de él, está funcionando, me estoy perdiendo. No lo puedo creer, quiero llorar de felicidad.
Edward grita roncamente y gime. Sostiene mi culo en cada una de sus manos y lo estoy perdiendo.
—Justo así, bebé—dice. Gime, con el sonido atrapado en su garganta y resoplidos saliendo de sus dientes apretados.
Y entonces me dejo ir. Salto al precipicio.
—Bella…—dice pero estoy debajo del agua.
Mis rodillas tiemblan y estoy a punto de colapsar pero él me sostiene. Escucho su risa en mi oído, su pecho sudoroso contra mi espalda.
— ¡Dios, te amo!—chilla y sonrío.
Yo también lo amo.
Me dejo caer y Edward sale de mí. Se aleja y lo escucho moverse pero estoy demasiado entumecida para averiguar lo que está haciendo.
Se tira a mi lado. Con una gran sonrisa. Con sus ojos arrugados. Le sonrío de vuelta.
—Te amo—le digo, antes de besarle la mejilla.
Se gira y me da un beso corto en los labios.
— ¿Lo volvemos a intentar?—interrumpe.
Al parecer, no todo estaba perdido.
~DLDPQ~
El domingo, paseo a mis perros con una resaca tremenda. Edward está a mi lado, con Loki. El cerebro me martillea y gimo.
—No vuelvo a salir de fiesta—grazno.
Edward se ríe.
—Sí, a la próxima sigue gritando: "¡Traigan el vodka!"—se burla.
—Hmpf.
Tuvimos una noche dura. Jane y Leah insistieron en noquearme, dijeron que necesitaba relajarme. Rosalie les siguió la corriente y a pesar de que Edward me decía al oído: "Te arrepentirás mañana", lo ignoré.
Y al parecer, gritaba por más vodka.
—No me dejes hacer el ridículo, ¿qué clase de novio eres?—rezongo.
—No me escuchabas—se defiende—. Y además, eras graciosa—se ríe y sus hombros tiemblan.
Emmett también estuvo ahí y Ben. Jane y Leah trajeron a dos chicos desconocidos a la mesa y bebimos tanto, o al parecer, yo bebí tanto que ni siquiera los recuerdo. Ni siquiera recuerdo dónde quedaron Jane y Leah.
— ¿A dónde se fueron Jane y Leah?—le pregunto a Edward cuando me tiende mi helado.
—Se fueron juntas—responde—. ¿Qué clase de pregunta es esa?
— ¿Eh?—no entiendo nada. Al parecer sigo un poquito borracha.
La última vez que me emborraché, me corté el cabello al día siguiente y luego entré a Target, deambulé por los pasillos y olvidé lo que iba a comprar.
Regresé a casa con las manos vacías y Rose me cuestionó.
—Bella, se suponía que ibas a WalMart, no hay nada en el refrigerador—dijo.
La ignoré y me tiré en el sofá.
Edward lame su helado.
—Se fueron juntas—repite—. ¿Sigues borracha?—alza mis lentes de sol y entorno los ojos.
—Ahh—me quejo—. Puede que un poquito.
—Bueno, más vale que se te vaya bajando—dice—. No quiero tener que darle explicaciones a mi madre.
Cierto. La genial madre de Edward me organizo una comida dominguera por mi cumpleaños. ¿No es eso genial? Suegra, venga aquí.
Además, estoy feliz por ver a Alice. No la he visto desde su boda.
— ¿A qué te refieres con "qué clase de pregunta es esa"?—pregunto, reanudando la marcha.
—A eso mismo. Se fueron juntas, están saliendo, ¿recuerdas?
— ¿¡Qué!?—grito. Las personas a nuestro alrededor nos miran.
Edward entorna los ojos.
—Creo que deberíamos tener esta conversación cuando estés más sobria—dice—. Así ya no la olvidarás.
De repente, la borrachera se me ha ido.
— ¿Jane y Leah están saliendo? ¿Cómo sabes eso? Son mis amigas.
—Ayer lo dijeron—explica—. Dieron la gran noticia.
— ¿Y quiénes eran esos chicos que trajeron a la mesa?
Edward frunce el ceño y me ve como si estuviera loca. Bueno, tal vez lo estaba. No lo dudo.
— ¿Chicos? ¿De qué chicos hablas?
—Había unos chicos ahí. Uno iba vestido de negro.
—Bella…—suspira, cansado—. Ese era Emmett.
—No, no, no—meneo la cabeza, lo que hace que mi cerebro baile en mi cráneo—. Recuerdo a Emmett pero había dos chicos más ahí. Además de Ben.
—No había nadie más. Tal vez eran los meseros.
Bueno, eso tiene sentido. Lo dejo pasar.
—Jane y Leah están saliendo—miro a la nada—. Vaya—murmuro—. Eso si no me lo esperaba. Creí que Leah tenía algo con Paul.
— ¿Paul?—Edward frunce el ceño, mirándome.
—Sí, Paul.
—Paul no mencionó nada.
—Ah…—respondo, dándome cuenta de lo mal que sonó. Tal vez piensa que Leah estaba enamorada de él—. El 4 de julio estuvieron muy juntos, creí que era algo. Y en la boda de Jasper.
Edward se encoge de hombros.
—Anda, cielo, come tu helado. Se va a derretir.
— ¿Qué helado?
Edward me mira con pena.
—El helado en tu mano, amor—responde, con lástima.
—Oh.
Definitivamente seguía borracha.
~DLDPQ~
Edward espera a que tome una ducha en mi apartamento y luego me mira mientras me visto y me arreglo.
—Deja de mirarme—gruño.
—Me estoy cerciorando de que ya no estés borracha.
—No lo estoy—ruedo los ojos.
—A ver, deletrea el alfabeto al revés.
Resoplo y acepto el reto.
Al tercer intento me rindo.
—Ni siquiera tú lo puedes hacer—rezongo.
Edward se ríe y acaricia la cabeza de Loki.
Estoy a punto de picarme el ojo con mi delineador, así que lo arrojo lejos y me rindo.
—Olvídalo, andando, estoy lista.
— ¿Segura?
—Si.
— ¿Cien por ciento?
—Si. Vamos—me acerco a la puerta.
— ¿Y no planeas cepillarte el cabello?
— ¿Qué?—trato de tocarme el pelo pero me encuentro con una toalla. Edward se está carcajeando—. ¡Edward!
Remilgo mientras me lo cepillo y me lo seco. Edward sigue riéndose de vez en cuando pero cuando le lanzo un libro, deja de hacerlo.
Se ha quedado callado y lo miro a través del espejo. Está leyéndolo.
Aprovecho su descuido y trato de delinearme los ojos. Lo logro. Oh, por supuesto. El vodka no es enemigo para Bella Swan. Me veo linda y lista, me miro al espejo varias veces para cerciorarme de que estoy usando ropa o algo así y llamo a Edward.
—Ahora, si, vamos.
~DLDPQ~
El festejo en casa de los Cullen es muy lindo.
Esme compró un pastel y preparó jalapeños con tocino y queso, Alice hizo canapés y Carlisle, Jasper y Edward se encargaron de la parrilla.
Bebieron cerveza en el jardín y Alice y Esme hablaron conmigo en la sala.
Alice me cuenta sobre su luna de miel en Hawaii y le hablo de mis deseos de ir a España.
—España es un lugar muy lindo—interviene Esme—. Carlisle y yo fuimos antes de que los chicos nacieran pero eso fue años—agita su mano.
No debería sorprenderme que la familia de mi novio fuera rica. Esme nos mostró fotos a mí y a Alice de sus vacaciones.
Habían estado en casi todos los estados del país, en Hawaii y en Brasil. Cuando Edward tenía diecisiete, fueron a Australia.
Hay una linda foto de Edward adolescente posando junto a un koala.
—Mamá, no le muestres mis fotos—Edward gime cuando entró a la sala.
—Oh, Edward, cierra la boca—responde Esme.
—Son muy lindas—lo tranquilizo.
—Claro que no—dice y se acerca.
Busca entre los álbumes y cuando encuentra uno, se lo lleva con él.
— ¡Deja eso ahí!—Esme lo regaña.
—De ninguna manera enseñarás estas—Edward lo agita y sale al jardín otra vez.
Me pregunto qué fotos son. ¿Edward de bebé? ¿Un bebé Edward desnudo? Debo admitir que las fotos de bebés desnudos me perturban así que si es eso, me alegro de que se lo haya llevado.
Alice se ríe.
—Son las fotos de Edward durante la pubertad—explica—. En verdad si son vergonzosas. Hasta a mí me dan pena.
Me río audiblemente y Edward mira hacia nosotros a través del cristal. Entrecierra los ojos y le muestro la lengua.
Los Cullen me cantan la canción del cumpleaños y comemos pastel luego de los filetes. Después, Edward y yo jugamos con Loki lanzando un fresbee mientras Alice y Jasper hablan con Carlisle y Esme.
Es tarde cuando nos vamos. Alice me hace prometerle que me daré una vuelta por su boutique, la boutique en donde está su oficina y también le prometo a Esme no convertirme en una extraña.
Edward regresa el álbum que robó a su lugar y Esme se ríe entre dientes.
Oh, Edward de doce años, no te me vas a escapar, me prometo antes de tomar su mano y salir de la casa Cullen.
gracias por sus comentarios. Ya casi terminamos con esta historia.
