¿Se podía imaginar tan bien el cómo sería ser besada por una persona cuyos labios nunca había probado? Elsa descubrió que al parecer si podía hacerlo, puesto que incluso desde antes de que Hans diese un paso hacia adelante para acercarse a su persona, ella ya estaba pensando en el pelirrojo aferrándose a su cintura, ambos besándose con una pasión indescriptible, él aprisionándola contra alguna pared y subiendo su falda para acariciar sus muslos; olvidándose completamente de que apenas habían intercambiado palabras un par de veces.

Sabía que era poco probable que el florista optase por volver realidad esa fantasía que se aferraba a permanecer en sus pensamientos, pero juraba que el hecho de que el pelirrojo no terminase con la distancia que los separaba ni dijera ni una sola palabra más la estaba torturando.

Se preguntó si acaso él esperaba que fuera ella quien lo tomase por la camisa y jalase hacia ella para reclamar sus labios como suyos; realmente era algo que estaba considerando hacer dado a que él no tomaba la iniciativa.

Debía admitir que aún existía esa voz en su cabeza diciéndole que era completamente inmoral, que al menos si era él quien daba el primer paso podría deslindarse de la responsabilidad y de toda la culpa, que era incorrecto que una mujer fuese quien realizara una proposición de tal índole, pero estaba poco dispuesta a ser paciente.

—Al demonio — Pensó antes de hacer justo eso que cruzó por su mente y lo tomó de sus prendas para acercarlo a ella y le besó, fue un beso casto y corto, tan solo para ver como reaccionaba.

Pero tan pronto como sus labios se separaron, él volvió a reclamarlos de vuelta con desesperación, se aferró a su cintura tal y cómo ella había imaginado, las manos de ella subieron lentamente por la camisa del pelirrojo, llegando a su cuello, entrelazó sus brazos por detrás y enredó sus dedos entre los cabellos pelirrojos del hombre.

El besó terminó, pero permanecieron en la misma posición.

—Supongo que no viniste por flores ¿O sí? — Preguntó Hans.

—A veces deberías callarte — Dijo ella —. Además…no tienes tulipanes y son mis flores favoritas — Agregó.

— ¿Algún motivo por el cual lo menciones? — Cuestionó el pelirrojo.

—Saca tus propias conclusiones — Dijo ella antes de apartarse de él riendo.

—Ven aquí — Dijo volviendo a tomarla entre sus brazos para besarla nuevamente sin importarle si alguien más los estaba viendo o si podría hacerlo, aunque sus interacciones se habían basado en coqueteos que nunca creyó que se convertirían en algo más, estaba convencido de que ella era un ama de casa que podría coquetear con cualquier hombre que deseara, pero que nunca estaría dispuesta a tener una aventura, aunque claro, no la conocía lo suficiente como para saber de qué era capaz.

Pero estaba dispuesto a averiguarlo.

— ¿Y ahora qué pasa? — Preguntó, temiendo que Elsa tan sólo pretendiera que esos besos fueran los primeros y últimos que compartirían.

—No lo sé, pero podrías empezar por pedir mi número y descubrirlo — Contestó de manera juguetona —. No voy a resolver todo por ti, eso no sería divertido…en lo absoluto.

-o-

Las cosas avanzaban rápido, probablemente demasiado y ella tenía que pisar el freno si no quería estrellarse o cometer alguna imprudencia, pero lo cierto es que no quería hacerlo, esa tarde en casa no podía dejar de pensar en los besos que había intercambiado con el florista, incluso miraba el teléfono constantemente aguardando por una llamada o mensaje de "Mildred".

En cuanto a su esposo, Kristoff había llegado a casa con un ramo de rosas rojas a casa y para ella no pasó desapercibido el ver la tarjeta con el nombre de la florería Westergard; en la cual Kristoff se había encargado de escribir las palabras "lo siento".

No quería perdonarlo, ni siquiera sabía si era él quien debía disculparse o si ella debía hacerlo, quizá su marido esperaba que ella también lo hiciera.

En realidad, ella quería estar lejos de Kristoff, al menos un momento. Si le decía que lo perdonaba no podría darse el lujo de ignorarlo un poco más ni tendría una excusa para decirle que prefería pasar la noche en otra recamara.

Apenas y se habían dirigido la palabra durante la comida, ella no había preguntado cómo había estado su día en el trabajo, él tampoco había hecho otro intento para contentarla, ella había dejado el ramo de flores sobre la mesa y él se había encargado de colocarlas en un florero para hacerle saber de cierta manera, que si le importaba ella y quería solucionar las cosas.

Una vez que comieron, ella se encargó de lavar los trastes y ordenar la cocina, el resto de la tarde tan sólo se encerró en el cuarto donde pensaba pasar la noche mientras intentaba leer una novela que sabía de memoria, desviando la mirada constantemente hacía el teléfono.

-o-

Llamada de Mildred.

Sonrió y no pudo dejar de hacerlo al contestar la llamada y saludar en espera a escuchar la voz del pelirrojo al teléfono.

—Hola preciosa.

— ¿Preciosa? — Se burló ella.

— ¿No te gusta cómo suena? — Preguntó el hombre — Porque tengo otros adjetivos que te describirían perfectamente, aunque te advierto que algunos pueden ser un tanto indecorosos u obscenos.

—Preferiría que me llamases por mi nombre, son cuatro letras, no es tan difícil de memorizar — Respondió ella.

—Alguien no es fanática del romance — Comentó Hans.

— ¿Quién estaba hablando de romance? —Cuestionó ella.

—Rompes mi corazón, Elsa — Bromeó él —. No sé cómo seré capaz de seguir viviendo después de tu rechazo.

—No pensé que eras tan dramático — Comentó la rubia —. Además, no te he rechazado…sólo te he pedido que me llames por mi nombre y no por un ¿Apodo?

—Está bien, Elsa — Habló Hans —, pero tú puedes llamarme como prefieras ¿Puedo sugerir que te refieras a mí como Sabrosura pelirroja?

—No te voy a decir así — Se apresuró a decir ella —. Hablo muy enserio Hans.

—Bien, hagámoslo de la manera aburrida — Se resignó él entre risas —. Y dime Elsa ¿Mi oponente hizo algo hoy de lo cual deba preocuparme?

—Si te refieres a si mi esposo hizo algo que me haría reconsiderar el sí estoy dispuesta a tener algo contigo o no…debo informarte que justo hoy le vendiste un ramo de rosas rojas — Contestó ella.

—Tendrás que ser mucho más especifica si esperas que con esa información deduzca de quien se trata — Habló Hans —. No tienes ni idea de la cantidad de ramos de rosas rojas que vendo a diario, como te dije, son las flores más básicas y clásicas de hombres desesperados por darle un detalle a sus esposas, novias, amantes, sin pensar demasiado en que obsequiar.

—Alto, rubio…— Empezó a describir a su esposo.

— ¿Narizón? — Preguntó él.

—Podría decirse — Respondió dudosa.

—Bueno, si es quien creo que es…debo decirte que al menos físicamente no es algo que me preocupe — Comentó —. No me cuesta imaginar por qué pusiste tus ojos en mí, créeme que no te juzgo, te comprendo, yo haría lo mismo de estar en tu lugar.

—Veo que eres la humildad hecha persona — Comentó con sarcasmo —. Espero que lo que dices no sean simples palabras vacías, sería bastante decepcionante de ser así.

—Oh dulzura, créeme que jamás te decepcionaría — Dijo él —. En ninguno de los aspectos que podrías imaginar ¿Quieres que te lo demuestre?