Habían pasado semanas enteras en las cuales Elsa había evitado a su esposo, aprendió rápido a ignorarlo cuando éste insistía en mantener una conversación con ella y simplemente apartaba la vista cuando accidentalmente sus miradas se cruzaban, seguía negándose a compartir una misma recamara.
Claro que para ella no pasaban inadvertidas las flores que su marido colocaba sobre la mesa del comedor cada día; implorando su perdón, así como tampoco podía evitar notar las tarjetas que indicaban de cual florería las había adquirido.
La florería de Hans.
Suspiró y se sintió un poco mal debido a que no se sentía culpable de lo que había empezado a tener con el pelirrojo, en realidad pensó que se arrepentiría tan pronto como enviase la primera fotografía en ropa interior por medio de Snapchat, pero se había equivocado.
Era consciente de lo incorrecto que era ello y de lo mucho que lastimaría a Kristoff si la descubría, sin embargo no podía detenerse, bueno, ciertamente si era capaz de parar, simplemente no tenía ni el más mínimo deseo de hacerlo, recién había iniciado su aventura y estaba ansiosa por descubrir hasta dónde sería capaz de llegar.
Aquella mañana por ejemplo, le parecieron eternos los minutos que Kristoff se demoró en salir de casa rumbo al trabajo. La noche anterior había enviado mensajes y fotografía sugerentes al pelirrojo florista, por lo tanto estaba algo impaciente por acudir al lugar de trabajo del hombre.
Había elegido cuidadosamente el atuendo que usaría ese día, se hizo más de un peinado hasta decidirse por una simple coleta alta, arruinó en más de una ocasión su delineado debido al miedo y la prisa que la invadían, pero finalmente había terminado de alistarse; eligiendo un vestido azul cielo corto y unos zapatos blancos planos.
El recorrido desde casa hasta la florería le pareció que constaba de cientos de kilómetros, pero cuando finalmente llegó al establecimiento sonrió inmediatamente, se sintió como una adolescente cuando sus piernas empezaron a temblar y estaba segura de que balbucearía tan pronto como intentase pronunciar alguna palabra.
—Buen día — Para su fortuna él había sido el primero en hablar — ¿Está buscando una flor o arreglo en específico señorita? — Preguntó Hans.
—En realidad quería comprar una maceta para trasplantar una de mis flores — Respondió Elsa —. Quería ver si tenías algunas.
—Por supuesto, tengo algunas en el almacén que seguramente serán de su agrado, sígame — Dijo el pelirrojo.
-o-
Su pared golpeó una de las paredes del almacén tan pronto como el pelirrojo cerró la puerta, sus labios se apoderaron de los suyos y sus manos se posaron sobre su cintura.
—Espera…— Susurró ella cuando sus labios se separaron, colocó sus manos sobre el pecho del florista en un intento de poner distancia — ¿Y si alguien nos descubre?
—Nadie viene al almacén, pero por si acaso puse el seguro — Respondió intentando volver a besarla —. Tampoco hay cámaras aquí si eso te preocupa, es una florería no un banco.
—Muy gracioso — Comentó con sarcasmo.
—Pero si te sientes incómoda podemos ir a otro lado dónde podríamos pasar un momento muy…divertido — Propuso con una sonrisa traviesa en su rostro.
—No creo que debas abandonar tu lugar de trabajo, podrías tener serios problemas — Habló ella mientras acomodaba el cuello de la camisa del hombre.
—No te preocupes por eso, soy prácticamente el dueño de este lugar — Dijo Hans —. Podemos desaparecer por el tiempo que desees.
—No debo alejarme mucho de casa, ni arriesgarme a perder la noción del tiempo — Comentó ella —. Así que, creo que por ahora este lugar es el indicado.
—O podemos ir a tu casa — Sugirió el pelirrojo.
— ¿Estás loco? — Rió ella — Aun cuando Kristoff no estará en casa hasta tarde, tengo vecinos que notaran que entras a mi casa y no quiero arriesgarme a que alguno sea lo suficientemente chismoso como para comentárselo a mí esposo.
—La vida es un riesgo ¿No es lo que dicen?
—Preferiría no correr ese riesgo por ahora — Colocó ambas manos sobre los hombros del florista y se acercó nuevamente a su rostro —. Sería algo más tonto que riesgoso.
—Entonces… ¿No te molesta estar aquí en este almacén?
—Es un lindo almacén — Opinó ella —. Además, dijiste que me mostrarías algunas macetas — Le recordó.
—Creo que preferiría mostrarle algo más, señorita — Comentó él provocando que ella riera.
Volvieron a besarse con intensidad y deseo, Elsa por su parte empezó a desabotonar la camisa del hombre y Hans por su parte no perdió el tiempo y directamente llevo una de sus manos hasta el final de la falda de su vestido para comenzar a subirlo con lentitud, esperando a ver su reacción.
La rubia soltó un suspiro involuntariamente; cuando lo sintió acariciar el borde de su ropa interior, quizá su sentido común le gritaba que lo detuviera, que ni siquiera era seguro que pudiese confiar en él completamente, que ese lugar ni el momento eran los indicados, pero ¿A quién engañaba? Había esperado por ese momento desde la noche anterior (O incluso antes).
Los labios del pelirrojo se trasladaron a su cuello mientras que su mano derecha se coló por debajo de la tela que cubría su zona íntima y comenzó a acariciar la piel de aquella área, Elsa agradeció en silencio el hecho de que el florista tenía más habilidades lejos de hacer arreglos florales.
Nunca antes había amado tanto los vestidos con botones como cuando el pelirrojo empezó a desabotonarlo lentamente para besar su piel desnuda, pero aunque sus experimentadas manos no hacían más que complacerla; maldijo eso debido a que cada vez le era más difícil acallar sus gemidos que continuamente luchaban por escapar de sus labios.
—Dime preciosa ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar? — Susurró a su oído.
Ambos se miraron a los ojos, en silencio mientras que Elsa se debatía entre si meter su mano a los pantalones de Hans, ser racional o decirle que había cambiado de opinión con respecto a ir a otro sitio más cómodo.
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— ¡Señor Krei! — Exclamó Judy caminando a toda prisa tras su jefe.
—Ahora no Judy — Se quejó el empresario mientras se dirigía a su oficina.
—Pero señor, tiene que saber algo antes de… — Siendo completamente ignorada por Alistair, fracaso en advertirle.
El hombre abrió la puerta de su oficina y quedó perplejo al encontrarse con cierta rubia sentada en su silla.
—Tenemos que hablar — Dijo ella en cuanto lo vio cruzar la puerta de la entrada.
—Elsa Bjorgman, una inesperada visita debo admitir — Comentó Krei —. No tenía ninguna cita con usted en mi agenda.
—Nunca antes necesite de una cita para conversar con el señor Krei — Habló ella.
Alistair cerró la puerta y se acercó lentamente hasta el escritorio.
— ¿En qué puedo ayudarte Elsa? — Preguntó Krei — Porque se me ocurren un par de ideas del cómo podría hacerlo…
