8
Eilean Arainn
La Central
Cuando días atrás habían estado en una de las propiedades de Indra, se habían dado cuenta de que aquel hombre era un auténtico cerebro de las tecnologías y que él mismo había ideado algunos pro- gramas realmente interesantes.
Tanto einherjars como valkyrias tenían mentes muy desarrolladas; y estas se convertían en auténticas armas creativas.
La de Indra, como inventor, era única. Igual que la de Naruto como estratega.
Pero La Central era otra historia. Era como el mundo orgásmico de un friki informático y Indra era el álter ego de Ironman.
Las paredes de aquel habitáculo llamado La Central, estaban revestidas con pantallas inteligentes. Algunas de ellas mostraban varios mapas desde diferentes perspectivas de Escocia e Irlanda, así como de Inglaterra. Había pantallas destinadas al estudio de los movimientos electromagnéticos de la corteza terrestre, y otras que solo reflejaban pequeños puntos verdes y rojos extendidos a lo ancho y largo de dichos países.
Otra pantalla táctil, más grande que las demás, estaba insertada en una mesa metálica. En realidad, la pantalla era la mesa, y en ella se reflejaban los movimientos y los cambios salinos en los mares escoceses e irlandeses.
Sakura estudiaba todo lo que se encontraba en aquella sala, asombrada de que el highlander tuviera tanto control sobre su territorio. Indra tenía de todo; y lo más impresionante era que en ese lugar atestado de aparatos informáticos no había ni una toma de corriente.
Cero electricidad.
—Oye, no tienes ni un enchufe aquí —murmuró el samurái.
—Es mi experimento personal —informó, animándoles a tomar asiento alrededor de la mesa circular. En el centro, había una pantalla de igual forma que sobresalía de la superficie. Indra puso la mano sobre la esfera de cristal y esta se iluminó—. La miniaturización de los chips tiene poca vida, y es un incordio que todos estos aparatos se conecten a tomacorriente. He ideado un sistema que se alimente solo de luz; que transporte solo fotones en vez de electrones, y así ganar velocidad.
—La velocidad de la luz —murmuró Sakura con asombro sincero.
Indra la miró de reojo y la obligó a sentarse a su lado.
—Siéntate, perrita.
—Que te den... —musitó entre dientes—, amo.
—Además —prosiguió Indra riéndose de ella— al ser más rápido, este sistema puede cruzar información de un lado al otro, porque los fotones tienen esa capacidad. Pero los electrones si se cruzan los electrones, provocan cortocircuitos.
La pantalla circular se iluminó y una imagen flotante se proyectó a cuatro palmos de la mesa. Los rostros en tres dimensiones de la Tríada, los trillizos vanirios Kendrick, Mervin y Logan aparecieron ante ellos. Después se les añadió un moreno de rasgos angulosos, ojos negros y pelo corto. Se trataba de Buchannan.
—Saludos, terrícolas —dijo Mervin en tono jocoso, imitando la voz al más puro estilo Star Trek.
Indra puso los ojos en blanco y Sakura sonrió inevitablemente.
—Como sabéis —dijo Indra—, ayer volaron parte del aeropuerto de Aberdeen. Kidōmaru nos traicionó y salimos malheridos del atentado. Pero pude darle caza y sacarle información.
—¿Mataste a Kidōmaru? —preguntó Buchannan solemnemente.
Indra asintió, con un ademán un tanto frío. Si a Buchannan le ofendió saberlo no lo demostró, pues su rictus permaneció tan impertérrito como al principio. Después de un largo e incómodo silencio el vanirio pronunció finalmente:
—Lamento saberlo. Es una triste noticia.
—Estaba perdido —continuó Indra con seriedad, sin querer dar más explicaciones—. La cuestión es que, antes del atentado, pasó algo extraño. Según nuestro programa de unidades biométricas, un grupo de esclavos de sangre se reunió en el aeropuerto de Glasgow.
—Sí, nuestros equipos también lo detectaron —añadió Logan.
—La cuestión es que cuando Kidōmaru huyó en la Lancia —Indra inclinó la cabeza a un lado hasta que el cuello le crujió—, llevaba una bolsa mientras se alejaba de Gannet Alpha. Nosotros pensábamos que esperaba a un contacto, porque estuvo mucho tiempo ahí sin hacer nada; pero el cabrón lo tenía todo estudiado. Después de la explosión di con él y obtuve algunos datos. Kidōmaru se encontró en el océano con alguien a quien le dio la bolsa con las fórmulas de la terapia Stem Cells. Y me dijo algo muy inquietante: el último centro neurálgico y el más importante para Newscientists se ubica en Escandinavia.
—¿Escandinavia? —repitió Naruto con curiosidad—. Interesante... Todo regresa a sus raíces.
—¿A qué te refieres? —preguntó Sakura.
—El centro histórico de la cultura nórdica —sonrió pensativo—, de donde vienen nuestros creadores, es Escandinavia.
—Odín y Freyja no vienen de Escandinavia. ¿Qué tontería es esa? —inquirió Sakura ofendida.
Temari se inclinó hacia delante y le comentó en voz baja:
—A veces le gusta divagar. Ya sabes... No le des importancia.
Sakura parpadeó sin entender nada y se centró de nuevo en la imagen de los trillizos y Buchannan.
—¿Qué va a ser lo siguiente que hagamos, Engel? —preguntó Indra cruzándose de brazos y esperando órdenes—. ¿Hay un plan?
Las orejas de Sakura se levantaron como si intuyeran amenaza.
Era el tono de Indra. Mostraba una actitud tan soberana, tan soberbia que a veces dudaba de que entendiera que Naruto era su superior. Y estaba convencida de que no lo hacía. Indra siempre sentiría que él era el verdadero líder de los einherjars y que Naruto no era otra cosa que su sustituto. Y la única culpable de que aquello fuera así era ella.
Dioses, sí. Indra la odiaría siempre.
—Haremos un seguimiento de los esclavos que hayan abandonado el país desde Glasgow —explicó Naruto—. ¿Dónde se dirigen y por qué? Y quiero ver también dónde estuvieron el resto, sus posiciones entonces y sus localizaciones ahora.
—Eso es fácil —dijo Indra tocando la pantalla de nuevo. Un menú digital se abrió en la parte superior derecha, y Indra lo trasladó con los dedos para dejarlo sobre la mesa, a la vista de todos. Activó el programa localizador y tecleó la opción del buscador. Al momento, luces rojas y verdes se iluminaron sobre el mapa de Escocia e Irlanda; pequeños destellos intermitentes que se dividían entre esclavos de sangre y asiduos al BDSM—. Tengo también activado el lector de radiaciones electromagnéticas para ubicar a Gungnir.
—De todos los tótems de los dioses —Sakura intervino espontáneamente—, la lanza es la más poderosa y definitiva de todas. Su señal es muy potente y...
—Silencio, esclava —ordenó Indra—. Tu voz carece de impor- tancia en esta reunión.
Sakura apretó los puños y se clavó las uñas en las palmas. ¿Cuántas veces sería capaz de intentar ofenderla Indra hasta que ella explotara?
Se sintió avergonzada al recibir su reprimenda delante de todos; de sus guerreras sobre todo, que tanto la querían y respetaban.
—Me están entrando ganas de arrancarte la maldita lengua, Indra —juró Mei inclinándose hacia delante. Sus ojos cambiaron de color, del turquesa al rojo, y se achicaron amenazadores.
—Me has quitado las palabras de la boca —susurró Temari con los ojos del mismo color, acariciándose el colgante de Mjölnir y repasando al einherjar con una mirada poco conciliadora.
Indra sonrió con orgullo. Mei siempre había sido una descocada, pero Temari, en cambio, había sido dulce y tierna; ahora las dos estaban dispuestas a despellejarle. Sí, sentía orgullo y respeto por esas valkyrias que se atrevían a meterse con él. Defenderían a Sakura a capa y espada, y eso le gustaba. Pero también sabía que ninguna de ellas podría disuadirle de darle el castigo que merecía aquella mujer.
Nadie podría.
—Por favor, centrémonos en nuestros objetivos inmediatamente. —Naruto utilizó un tono sereno y cortante—. No quiero volver a hablar de esto ni de la relación que han convenido asumir Sakura y Indra. No quiero más problemas ni desavenencias.
—No las tendrás, Engel. —Sakura regañó a Temari y a Mei, y estas retiraron la mirada incrédulas al ver la sumisión de su líder ante ese guerrero loco y rabioso.
—Bien. Lo que vamos a hacer es lo siguiente. —Naruto, que llevaba su rubio y rizado pelo suelto, acomodó la espalda en la silla y repiqueteó con la punta de los dedos sobre la mesa. Tenía los ojos azules oscuros fijos en la imagen holográfica del tridente y de Buchannan—. Tenemos varios flecos sueltos. —Miró a Mei, que seguía degollando a Indra con la mirada—; Mei, tienes que intentar ubicar a Heimdal. Vuelve a tocar el marfil. Indra, la Tríada que localice a los miembros de tu club y que encuentren la señal de los que se reunieron en Glasgow.
—No. Necesito a la Tríada conmigo hoy —lo corrigió Indra—. Prefiero que Buchannan localice la señal de los que huyeron y averiguar dónde están. Necesitamos dividirnos, Engel.
Naruto asintió con un gesto seco de la cabeza y estudió a Buchannan.
—Kidōmaru dijo que se reunió con un contacto en medio del mar que separa Escocia y Escandinavia. Revisa que no haya ninguna plataforma parecida a la de Gannet Alpha del mar del Norte y que la puedan utilizar como base o punto de apoyo.
—Por supuesto, Engel —contestó Buchannan con seriedad.
—Necesito que todos los guerreros tengan en sus móviles los programas de rastreo de radiación electromagnética y el seguidor de chips biométricos —requirió Naruto.
—Así será —asintió Indra.
—Por otra parte, Aiko nos dejó la fórmula contra las esporas y los huevos de etones y purs para controlar su crecimiento en las desembocaduras de ríos. No obstante, los huevos han demostrado tener una capacidad de aguante alta al agua salada. Ella tomó agua del mar del Deep Sea World en una probeta y decidió viajar a Chicago para facilitársela a Isamu.
—Isamu está intentando dar con una fórmula más elaborada, pues descubrió que los huevos podían crecer igualmente en agua salada —explicó Madara cruzándose de brazos—. En Chicago utilizaban el agua dulce subterránea de las cloacas. Aquí han dejado crecer las esporas en ríos y estos desembocan en mares. Es posible que puedan sobrevivir y reproducirse con el salitre marino. Esperamos que Aiko regrese pronto con las nuevas fórmulas.
—El programa de concentración salina de los mares nos ayudará a vislumbrar si hay o no hay esporas en el agua. Solo tenemos que mirar la pantalla. —Naruto levantó su iPhone y señaló la línea rosada que perfilaba la costa irlandesa—. El rosado significa que no hay esporas ni huevos. Si se tornara amarillo, el océano quedaría infestado y sería muy difícil detener el crecimiento de los huevos.
—Mis científicos están elaborando más terapia de choque. —Indra acarició distraídamente con el pulgar la correa de perro de Sakura—. Isamu hablará con ellos para indicar las mejoras.
—Perfecto. Necesitaremos grandes cantidades o los putos jotuns nos comerán —aseguró Naruto.
Mervin se aclaró la garganta y habló, con la vista fija en un punto que nadie, excepto él, podía vislumbrar. A Sakura le hacía gracia ver a tres guerreros trillizos. Nunca los había visto en el Asgard. Como mucho, gemelos en el Midgard, como Seiya y Madara. O Liba y Sura, sus guerreras valkyrias muertas en batalla a manos de Khani. ¿Pero tres? Los miraba y le entraban ganas de reír.
—Hay un par de coincidencias —aseguró el vanirio rapado que tanto se parecía a The Rock. Bueno, los tres, claro—. Un esclavo estuvo ayer mismo en el aeropuerto de Glasgow... Y también un sumiso humano. Los dos se encuentran en Edimburgo ahora.
—¿No se fueron con los demás? —preguntó Madara.
—No —contestó Mervin.
—¿Asiduos de tu local? —inquirió Naruto interesado.
Indra asintió, pero no dijo nada más. Eso solo quería decir una cosa: irían al ESPIONAGE pues eran clientes que no vivían en aquella zona; y si estaban en Edimburgo sería para que les azotaran y les dieran sexo BDSM.
—Hoy vienen a por su dosis. —Indra se acarició el labio inferior con el pulgar y miró a Sakura de reojo—. Perfecto. —Disfrutó de la mirada desconfiada que le devolvió Sakura—. Sakura, la Tríada y yo trabajaremos juntos hoy.
—¿Hoy no me vas a encerrar? —El desinterés en aquella pregunta era puramente ficticio. Sakura se sentía nerviosa con aquel trato, era como estar permanentemente en un precipicio con Indra detrás de ella, decidiendo si la empujaba o no.
—Oh, sí —Indra dibujó una sonrisa venenosa con sus labios—. Te encerraré donde te mereces.
Todos se aclararon la garganta.
La Generala se enfrió por dentro; y Indra combustionó al pensar en todo lo que podría hacerle en su mazmorra. Iba a darle a Sakura donde más le doliera. E iba a cobrarse por todo, bien a gusto. Sin clemencia.
—Bien. —Naruto se levantó y caminó hasta la pantalla que mostraba los puntos electromagnéticos de la Tierra. Había actividad esos días, sobre todo en Inglaterra, donde se encontraban sus amigas Karin y Tenten y los clanes berserkers y vanirios de la Black Country. Desde que Mjölnir había intentado impactar en Diablo Canyon, y Khani y sus secuaces intentaron activar el acelerador del Fermilab de Milwaukee, el Midgard había despertado; y muchos puntos de energía, cónclaves importantes conocidos por su potencia ancestral, empezaban a vibrar como lo hacía un géiser antes de estallar. Aquello no era bueno—. Hay movimiento en tierras inglesas. Mei, necesito que toques el marfil de nuevo.
—Hola, Mei —la saludó Mervin, sonriendo cómplice.
Mei copió su gesto y puso los ojos en blanco. El vanirio se estaba acordando del beso que le dio en el THE DEN, cuando estaba tan despechada con Madara.
El samurái acarició la nuca de la valkyria y le tiró levemente del pelo rojo.
—¿Qué crees que haces? ¿Quieres que muera?
Mei se relamió el labio inferior y negó con la cabeza. Dioses, nada la volvía más cachonda que ver cómo Madara se ponía celoso.
—Entonces, para, oni.
Mei enarcó las cejas y le dijo a Mervin.
—Lo siento, Mervin. Aquí, el señor Gangnam Style quiere hacerse un abrigo con tu piel.
—Que venga y me la chupe —sugirió Mervin sin dejar de mirarla, sabiendo que así provocaría un altercado con Madara.
Madara desvió su mirada oscura de Mei y la clavó inclemente en el vanirio calvo y corpulento.
—No te la chuparé, zorrita. Te arrancaré los huevos cuando te vea. —Le desafió sin mover un solo músculo de su cara. Así era el vanirio samurái. Letal, calmado. Como un tigre.
—Basta —Naruto bizqueó. ¿Qué mierda pasaba? Demasiada testosterona, suponía. Demasiados guerreros acostumbrados solo a los suyos, a sus clanes y a sus costumbres. Demasiadas etnias juntas— . Mei, por favor. Haz los honores.
La valkyria asintió y tocó el colgante con el trozo de marfil de la corneta de Heimdal. El cuerno que anunciaría la guerra final, el ocaso de los dioses, el Ragnarök.
Mei y su don de la psicometría hicieron lo propio. La valkyria cerró los ojos y frotó la pieza marfileña entre sus dedos. Habían pasado más de veinticuatro horas desde que viera por primera vez la visión de Deidara y Karin en aquella sala abarrotada de gente, mirando violenta la imagen de un pelinegro rapado y una chica, rubia colgada de una madera. Se suponía que la información que tenía era muy delicada, y cuanta menos gente conociera lo que había visto mejor. Por eso el Engel aún no debía saber nada. Nadie debía saber nada. Se trataba de la ubicación del hijo de Odín, y todos iban tras él, incluido Loki.
La bruma en su mente era espesa y, de nuevo, no conseguía traspasarla. La visión no llegaba a ella. Al atardecer lo intentaría de nuevo.
—¿Y bien, Mei? —preguntó Naruto impaciente.
La aludida abrió los ojos y negó con la cabeza.
El Engel apretó los labios frustrado y les dio la espalda a todos para centrarse en las imágenes que reflejaban todas las pantallas de la Central.
—Encontremos a Gungnir —ordenó con solemnidad. Aunque tenían varios asuntos por resolver, lo que más urgía era hallar el tótem. Su señal electromagnética parecía dormida, y más en esos momentos en los que parecía que los puntos de energía terrestres estaban despertando casi a la vez—. No podemos perder más tiempo.
—Entonces, cada uno a sus puestos —dijo Indra levantándose de la silla. Tiró del collar de perro de Sakura y la levantó también—. La Tríada y yo nos movilizamos. Tenemos cosas que hacer. Buchannan, sigue la señal biométrica de los esclavos que salieron de Glasgow. Vosotros —insinuó Indra mirando a los demás, incluido Naruto—, podríais seguir el rastro de Gungnir.
El Engel miró a Indra por encima del hombro y sonrió sin ganas, dejándole muy claro lo que pensaba de su actitud y sus órdenes.
—Gracias por tus recomendaciones, guerrero. —Naruto dejó de mirarle, como si su presencia no tuviera importancia—. Puedes retirarte. Infórmanos de todo lo que averigües.
Sakura dejó escapar el aire por la nariz y se rio. El Engel le inspiraba un gran respeto porque no necesitaba levantar la voz ni exudar testosterona para demostrar quién mandaba. Él lo hacía de un modo discreto y, de una manera o de otra, siempre acababa poniendo a todos en su lugar. Como acababa de hacer con Indra.
El highlander ignoró su comentario, pero no le gustó nada la sonrisa cómplice de Sakura con Naruto. Odiaba que ella sintiera que podía salir ganando en alguna situación estando junto a él. Necesitaba que aquella mujer se sintiera permanentemente perdida con él.
No aceptaba otro comportamiento.
Y la mejor forma de demostrárselo, de enseñarle quién era él para ella, sería llevándola al corazón de su perversidad.
Los dos esclavos que iban a Edimburgo visitarían el ESPIONAGE. Sabían que abrían a partir de las doce del mediodía y que tras los muros de «El mercado de la carne», se escondían larguísimas sesiones de dominación y sumisión.
Sesiones destinadas a saciar las ansias de castigo que tenían los esclavos que alimentaban a los nosferatus, acostumbrados al trato duro y violento al que estos les sometían.
Indra y la Tríada les ofrecían lo que ellos anhelaban. A cambio, controlaban sus movimientos y sabían cuántos de esos esclavos se perdían para siempre en la oscuridad de la sublevación vampírica.
El ESPIONAGE les esperaba. Y la primera sesión de Sakura, una de las fuertes, estaba apunto de llegar.
—¡Deja de arrastrarme así, maldita sea! —gritó Sakura intentando soltarse del duro amarre de su muñeca. Con la otra mano la arrastraba por la correa. Y, dioses, no podía soportarlo.
Indra la llevaba por el subterráneo del castillo, y se dirigía con paso firme al garaje. Sakura podía imaginarse el tipo de vehículos que tendría en su parquin privado. Y sabía que le gustarían todos, porque Indra y ella tenían los mismos gustos.
Y no se equivocaba.
Coches de todo tipo: desde deportivos, descapotables, todo terrenos, y clásicos valorados en auténticas millonadas excéntricas, se ocultaban bajo los cimientos de su fortaleza. Gran variedad de colores y modelos, diferentes marcas, diferentes motores...
Sakura se iba a correr ahí mismo. ¡Con lo que ella adoraba la velocidad!
Sus ojos turquesas se clavaron en un caballo de metal naranja y negro llamado KTM RC8R. Indra se detuvo frente al inmenso ciclomotor.
Tomó el casco negro cromado del manillar y después se dirigió a las puertas correderas de madera y acero que estaban encajadas contra la pared.
Sakura observaba sus movimientos con paciencia y atención. Y oteó lo que había tras los paneles deslizantes: chaquetas de cuero de moteros, cascos, botas... Infinidad de artículos que mostrar y de los que presumir; y todos perfectamente ordenados.
Indra seguía siendo un estricto del control. Y eso le encantaba. Porque ella era igual. El guerrero se dio la vuelta con una chaqueta roja y negra de piel y un casco cromado como el de él.
—Ponte esto, esclava.
Sakura los tomó, no sin recelos. Esclava. Odiaba esa palabra. Y menos tal y como él la pronunciaba, como si no valiera para ser otra cosa más que esa: una sirvienta.
Indra tomó la cadena de la correa entre las manos, y se acercó a ella de manera intimidante, sin dejar apenas espacio entre sus cuerpos para que corriera el aire.
—Date prisa.
Sakura maniobró cómo pudo para cubrirse con la chaqueta y se subió la cremallera hasta el cuello, intentando ocultar así el collar.
Indra sonrió y negó con la cabeza.
—No, no, no, perrita... Que todos vean lo que eres —se la bajó y expuso el artículo tosco y revelador.
Sakura parpadeó para ocultar su rabia.
—Soy una dísir capaz de hacer desaparecer tu preciosa Escocia con una de mis descargas. Eso es lo que soy. No deberías olvidarlo..., amo.
—No, chica.
«¿Chica?», por Freyja... La furia valkyria estaba llegando a su límite máximo. ¿Cómo iba a poder retenerla, cuando lo que deseaba era electrocutar a Indra?
—Lo que eres lo decido yo. Ahora mismo solo estás aquí para servirme. Y si te digo que quiero que me chupes la polla y te arrodilles ante mí, lo harás. Y si te pido que te desnudes sobre mi moto y que muestres ese cuerpo de traidora que tienes a todo el mundo, también lo harás. Eres un juguete. Y voy a jugar contigo, esclava. Asúmelo. —Le puso el casco para no seguir viendo aquellos ojos rasgados de sirena, heridos y desafiantes, llenos de decepción y también tristeza. Sakura lo decía todo con sus ojos; aunque siempre se cuidaba de mostrarlo ante los demás. Pero no ante él. Bajó la parte frontal modular, y todo el dolor de los ojos de Sakura quedó oculto bajo el cristal opaco del casco negro mate.
El pelo rosa quedaba suelto por la espalda.
Y su figura, tensa y envarada, se dibujaba perfectamente bajo la chaqueta de piel, los tejanos y las botas. Madlita mujer que le ponía erecto con solo olerla.
—Te hablaré a través del comunicador —le dijo mostrándole el pinganillo del casco.
—Tú no hablas conmigo —repuso ella—. Solo me ordenas y me humillas, ¿recuerdas?
Indra chasqueó con la lengua, dándole la razón.
—La vida es muy dura.
—Tu cara lo es.
Él se subió la cremallera de su chupa y se colocó su casco negro metalizado. Subió a la moto y tiró de Sakura para que ella hiciera lo mismo.
Sakura quedaba más alta que él. El highlander se pasó la cadena por encima del hombro hacia delante, y se la ató a la muñeca. Toda la gente vería que esa chica estaba encadenada a él de un modo o de otro. Que era como una mascota humana.
Sí. Sakura se moriría de la vergüenza.
Sonrió, y la cicatriz de su labio se alzó con insolencia.
Él disfrutaría de su incomodidad.
Arrancó la KTM y esperó a que Sakura se cogiera a su cintura. Pero esta no lo hizo. Colocó sus manos en los barras inferiores del asiento y se sostuvo con fuerza.
Se encogió de hombros. Peor para ella.
Iba a correr con la moto como nunca, porque le urgía llegar a su mazmorra.
—Nos espera un ferry de la compañía Caledonian MacBrayne que nos llevará a Edimburgo. Desde allí seguiremos con la moto hasta el ESPIONAGE.
—¿Te fías de todos tus guerreros? —preguntó Sakura de sopetón nada más abandonar las instalaciones del castillo. Tomaron la carretera que bordeaba la isla.
Indra permaneció en silencio.
—¿Tampoco me vas a contestar a eso? —La línea continuó muerta.
—No voy a hablar contigo de mis guerreros. Pero, si algo son, son leales.
—Sí, por supuesto. Como Kidōmaru —replicó ácidamente.
Indra, que en ese momento estaba tomando una curva, derrapó con la rueda de atrás, intentando que la Generala se asustase y se amarrara a su cintura. Pero la pelirosa seguía bien cogida al asiento.
—Supongo que no nos gusta pensar que nos puedan traicionar... No me imagino a ninguna de mis nonnes haciéndolo. Nuestra lealtad significa todo —comentó con voz segura. A través del cristal oscuro del casco, Sakura estudiaba la reacción del highlander a sus palabras. Por su amor y su lealtad hacia Mei ella desterró al amor de su vida. «Pregúntame, Indra. Exige saber por qué te hice eso...», se lamentaba internamente.
—Tu lealtad significa bien poco, esclava. Tú nunca elegirías a una de tus nonnes por encima de ti misma. Nunca. ¿Sabes por qué?
A Sakura los ojos se le llenaron de lágrimas. Había dado justo en el clavo. Pero estaba equivocado. Eligió a su nonne por encima de todo lo demás.
—Porque te gusta ser superior a los demás. Te gusta el poder que conlleva tener la responsabilidad de la furia salvaje. Sakura la salvaje, la favorita de Freyja, el ojito derecho de «la Resplandeciente»... —se burló con tono duro y despectivo—. Sakura no es más que una fachada. Un cuerpo hueco de una mujer que solo se sirve a sí misma y que no duda en desechar aquello que le estorba.
—Te equivocas.
—No me equivoco —rio sin ganas.
—Bueno —se aclaró la garganta entumecida—; la cuestión es que me gustaría saber si Kidōmaru y Buchannan conocen el ESPIONAGE y si ellos también van a hacer las domas allí.
—No.
—¿No? ¿Sin más?
—Buchannan y Kidōmaru estaban emparejados, ¿comprendes? Sé que eso a ti es como si te sonara a arameo.
—Yo hablo arameo y no me suena a eso.
—Para los vanirios no es fácil estar separados de sus parejas ni mucho menos imaginar que han estado tocando a otros. Les matan los celos. Ellos no podrían acercarse al local ni tampoco a los sumisos. Nunca han entrado. No querían impregnarse del olor a sexo y luego vérselas con sus cáraids.
—¿Y la Tríada sí puede?
Indra chasqueó con la lengua mientras le volvía a dar al acelerador.
—No pienso hablar contigo de nada, esclava —Sí, demasiado había hablado ya. La Tríada, simplemente, no estaba emparejada y podía hacer lo que quisiera mientras no estuvieran pillados de los huevos por sus mujeres.
—Necesito que me expliques las cosas para yo saber cómo actuar y entender la situación, amo.
—No necesitas saber nada.
Sakura miró hacia otra lado para impregnarse del color del fiordo más grande de Escocia mientras pensaba en que empezaba a utilizar su nombre de amo con asco y sin ningún respeto. No le daba importancia; ni siquiera se sentía humillada. Si Indra quería jugar a eso, jugarían y ya está.
Tocaba rebajarse de nuevo. Pero no tenía por qué ser demasiado doloroso, ya que su corazón seguía roto en su pecho. Y los trozos no dolían tanto como cuando estaba entero.
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EDIMBURGO
ESPIONAGE
El ferry del que hablaba Indra era de su propiedad, un barco grande moderno con el que viajaba por los mares del Norte y por donde a él le placiera.
Dejó la moto en la parte trasera, y se dirigió hasta la costa escocesa. La atracó en el puerto de Leith, en Edimburgo, y desde allí volvieron a coger la KTM para conducir a toda velocidad hasta el clandestino local de BDSM.
Se suponía que había dos esclavos de sangre asiduos al trato de los amos que estaban en la ciudad para ello, pues no venían nunca por esos sitios si no era para asistir a una sesión.
A Sakura le encantaba Edimburgo. Le gustaba Victoria Street, pero no había visto el puerto todavía, y le pareció muy trendy. Mezclaba lo antiguo y lo moderno: la arquitectura antigua con una variedad de pubs, locales, tiendas y restaurantes de lo más variadas.
Indra miraba por el retrovisor al cristal ahumado del casco de Sakura. Sabía que, con lo curiosa que era, se moría de ganas de preguntarle muchas cosas. Por ejemplo: el Britannia, el antiguo barco de la reina, fondeaba dicho puerto, justo delante del Ocean Terminal Shopping, lugar ideal para consumistas de todo tipo.
Sakura no preguntaría porque sabía que él no le contestaría. Indra sintió un leve y sorprendente pinchazo en el centro del pecho. Cuando estaban juntos, Indra no podía dormir si había algo que molestase a Sakura, y él no podía ponerle remedio: ahora, él era la principal molestia de la Generala; y no quería solucionarlo.
Le gustaba ser malo con ella. Cuando llegaron al ESPIONAGE, Indra bajó de la moto y tiró de la cadena de Sakura para que ella también descendiera. La joven se quedó de pie ante él.
Ambos se miraban a través del cristal de los cascos. Y Sakura agradeció que él no pudiera ver lo nerviosa que se sentía por estar en ese lugar con él.
La última vez que bajó a una de sus salas, Indra la sentó en el potro y le arrancó el piercing del pezón con la lengua.
Ella sabía lo que era el BDSM. Podía incluso llegar a disfrutarlo. Pero Indra lo utilizaría en su contra. Y Sakura no era tan estúpida como para no saber que él la llevaba allí porque quería hacer algo con ella.
¿El qué? No lo sabía.
Y, ciertamente, tenía algunos reparos en averiguarlo. Pero la valkyria más poderosa del Valhall no se amedrentaría por unos cuantos látigos y cadenas. Ni por un einherjar escocés resentido con mal carácter y con ganas de castigarla.
Sin embargo, lo que Indra no sabía, y no sabría nunca, era que ella recibiría gustosa cualquier trato, porque también necesitaba pagar sus pecados.
—Quítate el casco —ordenó Indra mientras él hacía lo mismo. La larga melena de Sakura cayó por sus hombros y se meció elegantemente hacia los lados. Él no pudo evitar excitarse ante aquel pelo. Tan rosa, tan claro, con tanto cuerpo... Tan bonito.
Los ojos claros de Sakura se cuidaban de expresar nada que no fuera indiferencia o aburrimiento.
Indra leyó los mensajes que le habían dejado en el iPhone. La Tríada ya se encontraba dentro y los dos esclavos habían llegado. Los estaban preparando; pero no harían nada hasta que el laird llegara.
Indra le alzó la barbilla con dureza y sonrió con desprecio.
—¿Cómo era el poema que te hizo Bragi?
Sakura apretó la mandíbula y lo miró sin parpadear.
—Lo sabes muy bien. Me lo repetías cada noche mientras me hacías el amor.
Indra sonrió más abiertamente, pero sus ojos de obsidiana se enfriaron con rapidez.
—Tantas cosas han cambiado..., ¿verdad? —tiró de la cadena de perro y Sakura echó el cuello hacia atrás—. Nunca te he hecho el amor. Preferías cerrar las piernas para mantener tu puesto como Generala, que entregarte a mí y dejar que te amara como sabía. Nunca más te miraré igual, nunca más te tocaré igual. Y no pienso hacerte el amor. Solo a una mujer especial puedo darle eso, pero a ti... —Frotó su labio inferior con el pulgar—. A ti voy a follarte, Sakura, como las mentirosas y traidoras como tú merecen; y nunca sabrás cuándo ni cómo. Será cuando yo decida. ¿Te jode saber que has perdido todo ese poder?
Solo el leve parpadeo de la joven reflejó el impacto que esas palabras produjeron en ella.
—A Freyja ya no le importa que seas virgen... —continuó él.
—Y a mí tampoco —contestó toda digna—. Ya no me pueden arrebatar nada. —Se relamió los labios nerviosa. Se encogió de hombros—. ¿Qué importa?
—Claro... Ya no te pueden arrebatar tu posición, ¿eh, pelirosa? —Dioses, ¿cómo había estado tan enamorado de aquella chica? ¿Por qué?—. Maldita arpía fría... —susurró dándose la vuelta y llevándose a Sakura con él—. Prepárate, porque esto no lo vas a olvidar jamás —graznó con voz ronca.
